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10 aparatos del siglo XX que abandonan el hogar minimalista

Los electrodomésticos y aparatos electrónicos conquistaron los hogares de clase media gracias a la electrificación doméstica, materializada hace un siglo.

Los electrodomésticos de hoy siguen dependiendo de la misma fuente energética y los estándares apenas han cambiado. 

Eso sí, los cambios sociales y de uso tecnológico arrinconan a productos que hace poco parecían irremplazables. Otros empiezan su lenta retirada.

Antes y después de la electrificación

Sin la electrificación, las aplicaciones que nos asisten en casa y el trabajo habrían evolucionado de un modo distinto y la dependencia con respecto a los combustibles fósiles habría sido aún mayor.

Tres energías compitieron para propulsar los primeros electrodomésticos y aparatos en casa y la oficina: calderas y motores a vapor, mecanismos propulsados por gas natural -y combustibles alternativos, desde el queroseno a la gasolina- y, finalmente, aparatos eléctricos. 

Los estándares de estos últimos, que acabaron imponiéndose, no han cambiado de manera radical desde la época de Edison.

Dos innovaciones paralelas convencieron a ciudades, empresas y hogares a invertir en electricidad. La primera fueron las resistencias eléctricas (“resistor” en el argot electrónico), que demostraron su viabilidad técnica y económica; en segundo lugar, se crearon los primeros motores pequeños, resistentes y eficientes. 

De las válvulas de vacío a los transistores

A finales de la II Guerra Mundial, los transistores facilitaron el surgimiento de la electrónica e informática modernas, que sentarían las bases de lo que un grupo de entusiastas de Silicon Valley convertiría en la industria informática personal (John Markoff lo explica en su ensayo What the Dormouse Said).

Electrificación, resistencias y pequeños motores, los tres avances de principios del siglo XX, posibilitaron neveras, lavadoras, tostadoras y los primeros aparatos electrónicos.

En el intervalo de 4 décadas nacerían los electrodomésticos y aparatos que crearían industrias enteras y dominarían el entorno cotidiano de las clases medias.

Un siglo después, los cambios tecnológicos y sociales relegan finalmente al ostracismo a muchos de estos inventos, sobre todo debido a la convergencia tecnológica de soportes y dispositivos, así como a la desaparición de estándares de entretenimiento.

Internet: la segunda “electrificación”

La Internet de banda ancha sin cables, así como los nuevos soportes para contenido multimedia, arrinconan aparatos esenciales en los hogares hasta hace apenas una década, como el microondas o el reproductor multimedia en soporte físico.

Lejos quedan las guerras de soportes entre los consorcios liderados Matsushita-Panasonic y Sony (cintas de vídeo doméstico Betamax -tecnología perdedora, aunque técnicamente superior- contra VHS), para imponer estándares de cinta magnética; incluso el DVD y el Blu-ray son relegados del hogar y desaparecen como periféricos de los últimos portátiles.

Cuando todo empezó: la guerra de las corrientes

Hay que remontarse a una época anterior a hitos técnicos como la inauguración de la torre Eiffel o los primeros rascacielos para encontrar el origen de los grandes y pequeños electrodomésticos, así como de aparatos electrónicos.

En la década de 1880, se produciría el acontecimiento que iniciaría decenas de industrias que crearían en las décadas siguientes millones de puestos de trabajo y contribuirían al bienestar de las nuevas clases medias en los países industrializados, la guerra de las corrientes.

La guerra de las corrientes fue una contienda de intereses y relaciones públicas, la competencia tecnológica entre modelos comerciales de distribución eléctrica opuestos:

  • la transmisión eléctrica usando corriente alterna (AC en sus siglas en inglés, tal y como proponían Nikola Tesla y el industrial George Westinghouse);
  • y el modelo que empleaba corriente continua (DC -“direct current”- en sus siglas en inglés, propuesta por Thomas Edison y su empresa General Electric).

La corriente alterna de Tesla

Ni siquiera los más optimistas pensaban que la electricidad se aplicaría no sólo para iluminar calles y transporte, sino que llegaría en el primer tercio del siglo XX a más del 70% de los hogares, lo que demostraba la viabilidad del esquema no sólo en zonas urbanas, sino en apartadas zonas rurales.

Edison ganó la batalla de intereses y relaciones públicas contra Westinghouse, pese a los problemas de almacenaje y distribución de la corriente continua, en comparación con la corriente alterna.

Los transformadores y la capacidad de la corriente alterna para transportar electricidad a larga distancia sin apenas pérdida energética generalizaron finalmente esta tecnología. Había empezado la II Revolución Industrial.

Pronto, las viviendas en Europa, Norteamérica y las grandes urbes de Latinoamérica y Asia, divididas en habitaciones ventiladas y cuyo tamaño variaba en función del uso y el nivel económico, se convirtieron en el epicentro de un nuevo mercado industrial que generó prosperidad y millones de puestos de trabajo: el de los bienes de consumo tecnológicos.

Cuando los trabajadores empezaron a comprar lo que producían

La II Revolución Industrial se consolidaba con un nuevo mercado, el de los aparatos domésticos conectados a la corriente. 

Los fabricantes de electrodomésticos y del resto de nuevos bienes de consumo tecnológicos que proliferaron a principios del siglo XX, aplicaron la misma estrategia de Henry Ford, que apostó a que una retribución digna para la época propulsaría la motorización de las clases medias, como así sucedió.

Cuando Henry Ford se beneficiaba ya de la ventaja competitiva de la cadena de montaje, iniciando así la era de las economías de escala. Prefirió contratar a 52.000 personas que, distribuidos en turnos, se reducían a 14.000 operarios, y decidió pagarles 5 dólares al día, en lugar de los 2,5 dólares de media que la empresa y la competencia pagaban hasta el momento.

La medida, arriesgada para la prensa y una locura para muchos de sus competidores, redujo el abandono de los trabajadores y aumentó la productividad; más importante aún, convirtió a más personas en compradores potenciales del vehículo que fabricaban.

Los primeros electrodomésticos y automóviles de masas

A diferencia de la mayor parte de Europa, el Reino Unido y, sobre todo, Norteamérica, se beneficiaron de un sistema industrial más flexible y garantista para industriales e inventores, que podían registrar sus patentes e invertir a largo plazo con ciertas garantías, mientras los movimientos obreros y las dos guerras mundiales desolaban la Europa continental.

Ello explicaría por qué estadounidenses y británicos de clase media aspiraron antes a hogares electrificados y todo tipo de bienes de consumo, incluido el automóvil, asequible desde el Ford T, mientras Europa desarrollaría vehículos para las élites hasta prácticamente el final de la II Guerra Mundial.

Los precursores de muchos electrodomésticos y aparatos electrónicos, desde las despensas y neveras de hielo al gramófono y el fonógrafo, existían antes de que irrumpiera el mercado de la electricidad, pero los bienes de consumo modernos no habrían transformado la sociedad sin la electrificación doméstica y la expansión de las clases medias en Norteamérica y Europa.

Las décadas de los inventores

Cuando explicamos, un siglo después, el desarrollo de los hogares tal y como los conocemos, con iluminación y todo tipo de electrodomésticos y aparatos electrónicos que dependen de estándares desarrollados a finales del siglo XIX, simplificamos la historia y creemos que los actores del momento tenían claro lo que ocurriría a cada instante.

Bastan algunos ejemplos para refutar el reduccionismo al que la historia relega hechos complejos interrelacionados. Uno de los más célebres es Thomas Alva Edison, polímata, inventor y empresario con mayúsuclas al crear una empresa, GE, y una industria, la de la districución de corriente continua, que consolidaría la II Revolución Industrial, creyó durante años que su gran invento era el fonógrafo.

Thomas Edison, Nikola Tesla y las decenas de inventores relacionados con la electrificación y los electrodomésticos en Norteamérica, Europa y Japón, hicieron posible la II Revolución Industrial anteponiendo una actividad a cualquier otra preocupación: experimentar.

El papel de la válvula electrónica

El propio Edison aplicó la válvula electrónica o de vacío, tecnología dominante en los electrodomésticos y aparatos electrónicos hasta los años 80 del siglo XX, experimentando. 

Sólo la experimentación le llevó a los resultados de lo que bautizó como efecto Edison: los metales en caliente liberan electrones, fenómeno que genera fuerza electrostática y rompía los filamentos y componentes de las primeras válvulas y componentes de circuitos.

Este y otros avances permitieron crear máquinas, casi siempre eléctricas, que asistían a las familias en los hogares de una clase media que se expandía con rapidez. Los electrodomésticos facilitaban actividades como cocinar, limpiar o mantener los alimentos en buen estado durante más tiempo, pero la radio (primero) y el televisor (después) entretuvieron y se convirtieron en un nuevo actor social.

Los aparatos más influyentes

Los medios de comunicación de masas demostraron muy pronto una utilidad añadida en comparación con los útiles e inocuos electrodomésticos que asistían limpiando, en la cocina, la despensa o haciendo la colada: con la expansión de la radio y, después, del televisor, los medios se convirtieron en una institución social… y un arma de doble filo:

  • fue usada como arma de propaganda por regímenes democráticos y no democráticos en las primeras décadas;
  • la psicología moderna y el psicoanálisis originaron después un tipo de propaganda más inocuo que el aplicado por los expertos soviéticos y nacionalsocialistas: las relaciones públicas y el marketing, en los que el sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays, jugó un papel preponderante.

El nacimiento de los suburbios de clase media

La sociedad de consumo encontró su principal mercado en Estados Unidos y los bienes de consumo de masas se convirtieron en su pilar fundamental. Sobre el papel, todo el mundo podía aspirar a un automóvil y una vivienda con aparatos que redujeran el trabajo doméstico y aumentaran el tiempo de ocio.

Hornos, cocinas, neveras, tostadoras, lavadoras, iluminación eléctrica, aparatos de radio y televisores colonizaron las viviendas europeas y de Estados Unidos, donde la sociedad de consumo se impulsó a la par que suburbios residenciales que desafiaban la densidad urbanística y aumentaban la importancia del automóvil.

Los hogares de Estados Unidos contaban ya a principios del siglo XX con electrodomésticos a gas y electricidad: los primeros en generalizarse fueron lavadoras, calentadores de agua, refrigeradores y máquinas de coser.

Los industriales que hacían aparatos que duraban décadas

En Europa Occidental, Reino Unido, Alemania la Francia urbana, el norte de Italia y zonas urbanas del resto de países contaron con una clase media incipiente suficiente para originar una industria de electrodomésticos equiparable a la estadounidense. 

Grandes industriales pioneros (entre ellos, Peter Behrens, fundador de la alemana AEG; o Adriano Olivetti el hijo del fundador de la empresa) proliferaron en Europa como lo habían hecho en Estados Unidos (que, a su vez, recibía a muchos empresarios e inventores europeos por su garantismo con contratos y patentes).

Hubo que esperar a después de la II Guerra Mundial para que llegaran, además del televisor, el lavavajillas, la secadora de ropa y decenas de otros aparatos, la mayoría de los cuales siguen a la venta.

La era del bajo consumo y la obsolescencia programada

Paralelamente con el avance tecnológico, varios aspectos técnicos de los electrodomésticos han evolucionado poco desde la primera mitad del siglo XX. Por ejemplo, éstos siguen dependiendo de la conexión permanente a la corriente.

Más allá de conservar el resultado de la batalla técnica, de relaciones públicas y de inversión entre Thomas Edison-GE y Nikola Tesla-Westinghouse, los electrodomésticos fueron permeables a las evoluciones técnicas del siglo, como la llegada del plástico y la sustitución de metales nobles y componentes caros y duraderos por otros que tienen una duración estimada muy inferior.

Fenómenos como el consumo eléctrico y la obsolescencia programada (o duración de un aparato en función de los intereses comerciales del fabricante, y no de los usuarios) centran el debate de los últimos años.

Reparabilidad, vida útil, energía fantasma y retorno de lo analógico

Existen otros retos. Entre ellos, el propio futuro y viabilidad de muchos electrodomésticos, que pierden fuelle o, simplemente, dejan de utilizarse en los nuevos hogares, cada vez más pequeños y flexibles:

  • debate sobre la reparabilidad y vida útil de electrodomésticos, aparatos electrónicos e informáticos: proliferan asociaciones de usuarios y fabricantes que reivindican los diseños de los primeros aparatos, más simples, duraderos y que contaban su duración por décadas y no años (casi siempre, inferiores a un lustro);
  • uso energético, desde la dependencia con respecto a la electricidad y las baterías a la obsolescencia de la propia tecnología de distribución eléctrica (transformadores, corriente continua, etc.), así como el malgasto energético de aparatos que no están en uso (el “consumo fantasma” de los aparatos en “standby” o la disipación de una parte considerable de la electricidad en forma de calor sin que sea usada);
  • dialéctica entre el coste y la utilidad de los aparatos, al imponerse opciones “low tech” que no dependen del uso de electricidad (por ejemplo, el tendedero en lugar de una secadora de ropa; o la máquina de coser a pedal en lugar de las versiones eléctricas posteriores; etc.), o “hig tech”: por ejemplo, el teléfono inteligente acapara funciones de ordenador, teléfono fijo, aparato de entretenimiento, lector, reproductor multimedia, etc., para muchos usuarios.

Memex y los orígenes del hipertexto

A los grandes electrodomésticos (línea blanca, vinculados a la cocina y limpieza del hogar), electrodomésticos multimedia (línea marrón: aparatos multimedia) y pequeños electrodomésticos (mantenimiento de la casa, preparación alimentaria, higiene y belleza) se unieron aparatos de climatización y distintas variantes electrónicas de conceptos ya existentes.

Coincidiendo con el auge de los medios de comunicación de masas, primero con la radio y, al finalizar la II Guerra Mundial, con el televisor de rayos catódicos, el ingeniero estadounidense Vannevar Bush publicaba el artículo As We May Think.

En el artículo, este científico especializado en I+D para el gobierno estadounidense imaginaba una máquina que recopilara el saber humano y en la que la información estuviera relacionada y fuera accesible de manera capilar, siguiendo el esquema neuronal del pensamiento humano y describiendo un sistema para organizar información precursor de la World Wide Web.

Germen de la informática

En la época de Vannevar Bush, la informática era un campo experimental restringido a operaciones de álgebra, ecuaciones diferenciales y poco más.

Con el invento del transistor a finales de los 40 y la descripción de los lenguajes formales, surgieron las primeras computadoras electrónicas. ENIAC, construida en 1946, tenía 18.000 tubos de vacío, ocupaba una gran sala y podía realizar 5.000 operaciones aritméticas por segundo.

En 1953, IBM lanzó su primera computadora a escala industrial, mientras la primera impresora comercial (de matriz de puntos) de Big Blue salió a la venta en 1957. 

Los primeros lenguajes de programación, las agencias de I+D estatales y las empresas que surgieron en torno a ellas crearon el caldo de cultivo para que a finales de los 70 surgiera la informática personal.

Sociedad de la información

El transistor moderno, cada vez más pequeño y pontente (siguiendo la Ley de Moore), IBM, Intel, Microsoft y Apple sentarían las bases del nuevo mercado, que en apenas dos décadas lograría introducir un aparato electrónico de nuevo cuño en el hogar, así como sus dispositivos periféricos, con la impresora en cabeza.

Si la electrificación había posibilitado la II Revolución Industrial, la informática doméstica y los primeros protocolos de Internet iniciaron la sociedad de la información.

Con la informática portátil, la telefonía móvil y la mayor penetración y velocidad de Internet surgieron el contenido multimedia y una nueva generación de empresas que vendían intangibles.

Mientras ENIAC realizaba de media 385 operaciones por segundo, el iPad original de 2010 efectuaba en el mismo tiempo 21.600 millones de operaciones.

Cementerio de electrodomésticos

Se transformó nuestra manera de trabajar, relacionarnos, consumir y crear ocio.

Cambiaron industrias enteras… Y, con estos cambios y nuestros nuevos hábitos laborales y de ocio, así como nuevos valores y tendencias, algunos electrodomésticos que parecían invencibles son arrinconados poco a poco, hasta desaparecer en muchos hogares.

Mencionamos la retirada, silenciosa y paulatina pero inexorable, de electrodomésticos, aparatos electrónicos e informáticos en muchos hogares.

Influyen fenómenos como:

  • la movilidad (entre el nomadismo urbano y la precariedad);
  • la convergencia tecnológica (por ejemplo, usar un móvil para llamar, Internet, música, etc.);
  • la desmaterialización y softwarización de los bienes de consumo (con cada vez menos material y función de soporte para el auténtico producto: servicios en forma de bits y no átomos);
  • una mayor concienciación por el gasto y dependencia energéticas, voluntad de autonomía y respeto por el medio ambiente, que estimula el surgimiento de inventos “low tech” como el calzado minimalista, las botellas transpirables que refrigeran el agua de manera natural, los tendederos de ropa, etc.

10 electrodomésticos en desuso (o camino de la obsolescencia)

Recopilamos a continuación diez electrodomésticos, aparatos electrónicos e informáticos que son poco a poco relegados en los hogares.

A menudo, estos dispositivos siguen ocupando su lugar, pero caen en desuso o padecen lo que Roberto A. Ferdman califica, refiriéndose al horno microondas, como “muerte lenta“.

Se trata de dispositivos caídos en la obsolescencia, al ser superados por nuevas tecnologías; o cuya función ha sido absorbida por otro aparato. 

En ocasiones, es el propio servicio del aparato el que cae en desuso y deja de interesar a la sociedad.

1. Horno microondas

El microondas mantiene su popularidad, pero ha pasado de símbolo de la eficiencia a mal menor de quienes carecen tiempo o conocimiento para cocinar usando métodos gastronómicamente más apetecibles.

Las ventas de hornos microondas suman una década de descenso en Estados Unidos.

Todo empezó mucho antes. En 1945, las tecnologías que habían sido aplicadas en la II Guerra Mundial encontraron, en ocasiones con rapidez, usos civiles con acogimiento inmediato.

El horno microondas prometía cocinar cualquier alimento en segundos, sin apenas gasto energético y manteniendo los alimentos. Quizá por ello el primer modelo de 1947, pese a costar 5.0000 dólares y ser mastodóntico, demostró el mercado potencial para el aparato.

Las atareadas familias de clase media, con apenas tiempo para cocinar, esperaron a mediados de los 60 para adquirir los primeros microondas de sobremesa, pequeños y económicos.

El horno microondas se sirve de un magnetrón para producir ondas a 2,45 GHz de frecuencia que inciden en el interior del horno sobre las moléculas de agua del alimento. Al hacerlas rotar, el microondas consigue calentar.

Se han estudiado los efectos sobre la salud de la exposición a microondas (ondas electromagnéticas entre 300 MHz y 300 GHz), debido a la exposición prolongada a éstas en instalaciones militares por el uso de radares, o en el hogar y la oficina (horno microondas, telefonía móvil).

El doctor J.R. Goldsmith ha publicado la evidencia epidemiológica relacionada con la exposición cotidiana prolongada a ongas electromagnéticas.

Más allá de la polémica sobre los posibles efectos sobre la salud del horno microondas, su caída en desuso está más relacionada con un mayor interés y preocupación por el tipo de alimentos ingeridos y la manera de cocinarlos.

2. Teléfono fijo

Los nuevos usos sociales de la tecnología cambian con la propia transformación de la sociedad. 

La Internet móvil y la mejora de los teléfonos inteligentes ha concentrado varios usos y dispositivos en un mismo terminal, como aventuraba Steve Jobs durante su presentación del primer iPhone.

Las llamadas de voz son apenas un -intrusivo- método de comunicación más entre las posibilidades de aparatos que combinan funciones multimedia con Internet, aplicaciones, juegos, cámara, etc.

En la era de las redes sociales, la mensajería asíncrona y las videollamadas, el teléfono fijo pierde su estatus de medio de comunicación formal e identitario de hogares y familias. El móvil, más personal, sustituye a la línea fija.

El teléfono fijo habría sufrido un descenso en las estadísticas equiparable a su pérdida real de utilidad de no ser porque las compañías de telecomunicaciones lo asignan por defecto a cualquier petición de línea de Internet asociada a una dirección.

3. Televisor

Cuando algunos expertos de la sociedad de la información afirmaron en los 90 que Internet -con su descentralización de raíces libertarias, asincronía y capacidad para que cualquiera participe- arrinconaría poco a poco al televisor, el comentario suscitó poco menos que risas.

Algo similar le ocurrió a Nicholas Negroponte, cuando auguraba impresoras de cosas, capaces de imprimir muñecas de plástico y, pronto, dispositivos. 

La Internet de banda ancha y sin cables, así como soportes más flexibles como la tableta y el teléfono inteligente, restan horas al hasta hace poco omnipresente televisor. 

El propio negocio televisivo trata de adaptarse a los tiempos con ofertas a la carta, integración con otros dispositivos para facilitar la participación y, sobre todo, contenido exclusivo de calidad. 

Los conglomerados mediáticos estadounidenses apuestan por el último fenómeno que les ha funcionado en la era post-MTV: las series televisivas y los contenidos exclusivos o en primicia, tales como magazines y contenido periodístico especializado.

Por primera vez desde el surgimiento de los medios de comunicación de masas, abundan las conversaciones cotidianas en las que alguno de los interlocutores carece de las referencias televisivas a las que alguien alude, prueba irrefutable de la lenta pero firme retirada de la televisión convencional, sobre todo entre los más jóvenes.

4. Receptor de radio

Si bien los contenidos radiofónicos mantienen un nicho saludable desde hace décadas, con fórmulas sólidas de entretenimiento e información para todas las edades, la radio herciana se convierte en una reliquia en los nuevos hogares e incluso los modelos portátiles retroceden.

Los dispositivos iOS carecen de antena FM y aplicaciones para escuchar la radio herciana, relegando el contenido radiofónico al uso a través de iTunes Radio; buena parte de los teléfonos Android combinan la radio por Internet con una aplicación de radio analógica.

Más allá de la tecnología de recepción, los aparatos de radio se integran en la experiencia de Internet de los usuarios, sobre todo entre los más jóvenes.

5. Aparato de alta fidelidad convencional

Para cerciorarse de cómo ha cambiado la industria de dispositivos de alta fidelidad, basta visitar cualquier tienda -física o por Internet- para comprobar que la reproducción de contenidos multimedia se concentra en altavoces, amplificadores y conjuntos de “cine en casa” compatibles con teléfonos móviles, tabletas y protocolos digitales de transmisión de datos.

Muchos aparatos de alta fidelidad incluyen conexión de red Gigabit Ethernet, el nuevo estándar de conexión de redes, así como los estándares óptico y HDMI de transmisión digital.

La experiencia musical en particular y audiovisual en general se convierte en una aplicación más “en la nube”, accesible desde cualquier terminal (teléfono, ordenador, tableta) a través de servicios específicos.

Algunos sistemas de alta fidelidad combinan la conexión física e inalámbrica entre dispositivos. 

SonosNet, de Sonos, y Apple Airplay combinan soportes y dispositivos usando un protocolo propio de transmisión de datos para reproducir sonido en uno o varios terminales de audio en una o más habitaciones.

6. Tocadiscos y pletina de casete

Muchos electrodomésticos seguirán la trayectoria del tocadiscos, un sistema de reproducción musical con tecnología electromecánica analógica que, sin embargo, ha conservado su estatus entre sibaritas y profesionales musicales, si bien tanto el vinilo como el propio aparato son una reliquia ausente en la mayoría de hogares.

Hasta la popularización del disco compacto y su versión grabable, ya a mediados de los 90, la combinación tocadiscos-casete constituía la base de la mayoría de aparatos musicales portátiles y de alta fidelidad.

Seguramente, muchos adolescentes y jóvenes nunca han usado un tocadiscos, ni perciben la importancia industrial y cultural del walkman original, el primer reproductor de casete portátil, lanzado por Sony en 1979 y uno de los símbolos de la cultura popular en los años 80.

7. Ordenador de sobremesa o escritorio

Hasta la llegada de los ordenadores Wintel -sistema operativo Windows y procesador Intel-, la computadora personal era un dispositivo caro, pero los primeros ordenadores de Apple, IBM, Commodore y, en Europa, Amstrad (el CPC 464 fue un éxito de ventas), ya habían introducido la informática personal en casa entre una generación de púberes agraciados que ya supera la cuarentena.

El Macintosh -caro para muchas familias, aunque con capacidades y versatilidad incontestables- y, sobre todo, los aparatos Wintel con Windows 95, introdujeron el ordenador de escritorio en la mayoría de hogares de clase media.

Hasta la llegada del nuevo siglo, el ordenador de sobremesa dominó claramente el mercado, pero el portátil ha arrinconado desde entonces a los aparatosos, poco atractivos y estáticos equipos de escritorio, hasta el punto de que éstos acompañan al desván a muchos otros trastos.

El ordenador portátil aguanta, de momento, la espectacular adopción de tabletas y móviles inteligentes, sobre todo entre quienes necesitan escribir con suficiente agilidad.

8. Impresora (de papel)

A medida que tanto documentos como gestiones administrativas y educativas se digitalizan, la impresora doméstica pierde protagonismo y se integra en aparatos inalámbricos multifunción; o bien sigue la trayectoria del ordenador de sobremesa, condenado a la falta de utilidad.

Habrá que comprobar si las impresoras y escáneres de papel son reemplazados por impresoras y escáneres de objetos, tal y como se han propuesto compañías como MakerBot, adquirida en 2013 por la empresa Stratasys.

Nicholas Negroponte apostó en los años 90 a que así sería. Veremos.

9. Reproductor de DVD

El DVD tuvo para la industria audiovisual el efecto comercial revulsivo del que se benefició la industria discográfica con el surgimiento del CD.

La piratería y, sobre todo, la mayor rapidez de Internet, que permite reproducir contenido multimedia en alta calidad sin necesidad de formato físico, han arrinconado a las alternativas de ambos soportes.

El formato Blu-ray o su competidor HD DVD podrían seguir el camino del que se suponía sustituto natural del CD, el formato Super Audio CD (SACD).

Varios fabricantes, entre ellos Apple, no incluyen reproductor de disco en sus últimos modelos de portátiles.

10. Plancha

La versión eléctrica de la plancha convirtió a este utensilio en un dispositivo dependiente de la electricidad, si bien hasta entonces se había usado un recipiente de hierro colado o acero y forma similar. 

Los primeros modelos eran calentados al fuego, mientras otros incorporaban un interior hueco para introducir brasas.

Las planchas eléctricas fueron posibles gracias a la invención de las resistencias y fueron pronto mejoradas con un compartimento para introducir agua y planchar al vapor los tejidos que así lo requerían.

El retroceso de la plancha está más relacionado con la evolución de la sociedad y las familias que con la propia tecnología: nuevos tejidos, vestimenta y convenciones requieren un uso doméstico de la plancha más limitado.

Las tintorerías asumen buena parte de la labor de planchar la ropa de quienes dependen más de prendas y tejidos donde la convención invita a un buen planchado y almidonado.