(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

10 ciudades flotantes: urbanismo a prueba de códigos locales

A tenor de la sólida tradición humana de erigir estructuras flotantes y sobre pilotes en el agua, el mito de la Atlántida no es el primero en referirse a ciudades perdidas, a la deriva en océanos lejanos. Tampoco será el último. Distintas personas se han empecinado en convertir el mito en realidad.

Eso sí, estos pioneros de la “colonización humana de alta mar” no se conforman con los mitos y leyendas de las ciudades flotantes que menciona la cultura popular de comunidades ribereñas de todo el mundo.

Las ciudades flotantes del imaginario colectivo dibujaban su silueta más allá del horizonte, ajenas a los dogmas y leyes de tierra firme. Las nuevas no pueden esconderse detrás de un horizonte imaginario en la era de la Internet ubicua, pero sí conservar el espíritu independiente que las fábulas habían imaginado.

Ciudades flotantes en alta mar como próxima “Frontera”

En un planeta conectado, más parecido a un superorganismo natural (Hipótesis de Gaia) o artificial (infraestructuras humanas conformando un sistema nervioso cada vez más rico), la “nave espacial Tierra” (concepto panteísta del polímata Buckminster Fuller) busca su próxima “Frontera”.

A la espera de colonizar la luna, Marte o el satélite Europa con poblaciones humanas permanentes, el último Eldorado (o bahía de Plymouth, o lugar prometido en Tartaria, etc.) no es terrestre, sino que se encontraría en poblaciones estables flotando sobre ciudades ancladas o a la deriva en aguas internacionales.

(Vídeo: tráiler de Waterworld, película protagonizada por Kevin Costner y codirigida con Kevin Reynolds en 1995, que pasó por los cines sin pena ni gloria, sobre un mundo post-apocalíptico sumergido con habitantes en barcazas a lo “mad-max” en busca de tierra firme)

Sueños libertarios y estrategias contra tecno-filibusteros

Las ciudades flotantes serían el equivalente en urbanismo a la “criptodivisa” (virtual, sin banco central ni control gubernamental) Bitcoin: colonias con sus propios códigos de urbanidad y edificación, que alojarían a personas y bienes en aguas internacionales, más allá del control jurídico de Estados y organizaciones transnacionales, públicas o privadas.

Eso sí, las ciudades flotantes en alta mar deberán también imaginar un tipo de protección efectiva contra “filibusteros del futuro” listos para atacar lugares prósperos sin el amparo de Estados tradicionales.

Desde la Ilustración, pensadores con distinta formación -empresarios, filósofos y pensadores en general- han imaginado colonias autogestionadas, ajenas a los poderes arbitrarios públicos y privados (los denunciados, entre otros, por Henry David Thoreau en Desobediencia civil), con intención de garantizar la libertad individual.

Superando el complejo del falansterio fallido

Estos lugares utópicos, casi siempre imaginados, no pasarán de meros ensayos a medio camino entre el libertarismo y el comunalismo utópico ya concebido por Charles Fourier en sus falansterios.

A finales del siglo XIX, las Atlántidas y Eldorados dejaron de situarse en lugares remotos y “de frontera”:

  • como las lindes septentrionales de Nueva España (donde, desde el siglo XVI, los exploradores españoles situaban las siete ciudades de Cíbola -también siete ciudades de oro-, animados por las noticias de la exagerada prosperidad de las poblaciones de la cultura Pueblo o anasazi);
  • o la promesa del continente austral, convertido en experimento carcelario por reformistas británicos del XVIII, como explica Robert Hughes en The Fatal Shore;
  • etc.

La prolongación e intromisión en la libertad individual -un concepto que parte de la Ilustración, inspirado en la democracia de la Atenas de Pericles- de los sucesivos imperios acabaron con el sueño de la “Frontera”, del Oeste (o el Este, para la Rusia europea) inexplorado e inabarcable, con espacio y riqueza para hallar -o erigir- una utopía social.

Acercándose a la colonización espacial con un paso intermedio en un entorno exigente

Antes de que la humanidad se aproxime a las sociedades distópicas que basculan entre el totalitarismo tecnócrata y los entornos asépticos high-tech, sea en la tierra (Gattaca, 1997), en una estación espacial (Elysium, 2013) o en Marte (Desafío total, Total Recall, 1990), sobrevive la Frontera técnica de la colonización permanente de alta mar, “libre” (o al menos tanto como Internet o la Antártida).

(Imagen: mapa -invertido- de la Atlántida en su supuesto emplazamiento en el Atlántico, por Athanasius Kircher, 1669)

El polímata Buckminster Fuller, conocido por sus inventos, edificios y estructuras futuristas, imaginó Tritón, una ciudad flotante autogestionada y autosuficiente, décadas antes de que una nueva generación de emprendedores estudiara en serie el potencial de las ciudades o países flotantes.

Estas estructuras estarían regidas por el espíritu libertario de las radios piratas que emitían en los 70 desde buques y plataformas abandonadas de la costa británica.

En busca de la imagen pública de la colonización de alta mar

En Silicon Valley, el emprendedor con ideas libertarias Peter Thiel, uno de los fundadores de Paypal (“Paypal mafia”, en jerga tecnológica), lleva años dándole vueltas a la idea con conocidos como Patri Friedman, quien propone ciudades flotantes autogestionadas a través del Seasteading Institute, donde es director ejecutivo.

The Guardian se pregunta en un artículo si finalmente ha llegado el momento de edificar ciudades flotantes, itinerantes, con sus propias convenciones.

La idea es técnicamente viable, aunque los inversores no han pasado hasta ahora de las serias declaraciones.

A la idea de una Atlántida libertaria, autogestionada, sostenible, meritocrática y de alta tecnología le falta un chico de póster, una personalidad con tracción e influencia suficientes para atraer a inversores y pasar del diseño por ordenador al mundo real.

Algo así como un Elon Musk (otro cofundador de Paypal, impulsor de Tesla Motors y SpaceX) de las ciudades flotantes.

La vigencia de Tritón, de Buckminster Fuller

Después de Tritón, la idea del polímata Buckminster Fuller en su vertiente de futurólogo de la “madre espacial Tierra” para Tritón, una ciudad flotante autogestionada que conjugara urbanidad y respeto natural, así como de las radios piratas en antiguas plataformas petroleras y plataformas de defensa costera abandonadas entre el Reino Unido y el continente europeo, llegaron conceptos de ciudades autogestionadas, con ideales próximos al cooperativismo y el libertarismo; algo así como una revisión realista y actualizada del utópico falansterio ilustrado.

Entre estas ideas, destacan las “arcologías” del arquitecto Paolo Soleri, discípulo de Frank Lloyd Wright. Soleri, con una visión de la tierra como superorganismo y de la arquitectura como elemento humano esencial por encima de las modas del momento, edificó su arcología en el desierto de Arizona: Arcosanti, todavía en construcción.

Las ciudades flotantes pretenden combinar lo mejor del diseño autogestionado y de bajo impacto de Bucky Fuller con el libertarismo de las plataformas-pirata en aguas internacionales, y con las dimensiones y autosuficiencia de una arcología (Stewart Brand, creador del fanzine contracultural Whole Earth Catalog, ha definido Arcosanti como una de las dos únicas obras humanas en construcción con escala de civilización, siendo la otra la Sagrada Família de Antoni Gaudí).

“Libertad para construir islas artificiales y otras instalaciones”

Dongtan, ciudad-arcología junto a Shangai, también está en proceso de construcción, aunque tanto Arcosanti como sus equivalentes “de tierra firme” adolecen de la misma carencia: la posibilidad de establecer su propio marco legal.

Cualquier edificio o complejo de edificios establecido en el interior de un país se supedita a sus leyes (y arbitrariedades, control, etc.; pero también protección, derechos, etc.), a excepción de embajadas e instalaciones bajo la bandera de otro país.

Ocurre algo distinto en aguas internacionales y en los polos, tanto en el océano helado del polo norte como en la Antártida, el continente deshabitado a excepción de estaciones de investigación y expediciones.

Las aguas internacionales -alta mar- no afectadas por restricciones tales como zonas económicas y corredores exclusivos, se rigen por la Convención de Derecho del Mar.

Estas aguas están abiertas a todos los Estados, tanto ribereños como sin litoral, y la libertad en éstas se rige por las normas del derecho internacional: libertad de navegación, sobrevuelo, instalación de infraestructuras submarinas, pesca, investigación científica…

…Y también libertad para “construir islas artificiales y otras instalaciones permitidas por el derecho internacional”. En la era del espionaje electrónico y el terrorismo internacional, cuando intereses bélicos y económicos se imponen en ocasiones a las leyes internacionales.

Una respuesta a los retos de precio, densidad y clima

Las ciudades flotantes, explica The Guardian, pueden ser también una respuesta móvil y de alta tecnología a los elevados precios y ausencia de suelo urbanizable en algunas de las ciudades más dinámicas del mundo, como Hong Kong.

Las ciudades flotantes podrían anclar en zonas portuarias, a menudo próximas a los prohibitivos centros urbanos e históricos, beneficiarse de lo mejor y evitar lo peor de las ciudades más competitivas del mundo, evitando el precio del suelo, los impuestos a la vivienda o su carácter estático.

Las ciudades flotantes podrían convertirse en una especie de versión “arcología” (ciudad-edificio autogestionada) de los barrios de botes y viviendas flotantes que pueblan lugares como Yan Ma Tei (Hong Kong), el Támesis a su paso por la zona exclusiva de Londres, el lago Washington junto a la zona residencial ribereña de Seattle, o el “barrio” de casas flotantes y barcazas anclado desde los años de la contracultura en el puerto de la pintoresca y prohibitiva localidad de Sausalito, de espaldas al Golden Gate y justo frente a la silueta de San Francisco.

De colonias hippies a escuelas flotantes

En ocasiones, los residentes en barrios flotantes son descendientes de individuos y grupos celosos de su individualidad. Como precursores de los hippies asentados en el puerto de Sausalito, la comunidad Tanka del barrio flotante de Hong Kong se retiró a sus viviendas “móviles” huyendo de tiranías y guerras endémicas en tierra firme.

The Guardian aporta, asimismo, otra razón para especular con que ha llegado el momento a la idea de poblaciones flotantes: el aumento del nivel de los océanos y la necesidad de adaptarse a mareas más agresivas en zonas y países con alta densidad de población en áreas afectadas en las próximas décadas.

El arquitecto nigeriano Kunlé Adeyemi, por ejemplo, propone estructuras flotantes económicas, reparables, de escaso impacto y tejado en forma de “A”, que servirían como escuela en los arrabales nigerianos (como Makoko, en Lagos).

Adeyemi cree que, en el futuro, estas estructuras podrían aglutinarse con amarres a núcleos flotantes y constituir barrios de nueva creación en zonas con inundaciones y problemas endémicos de infraestructuras, como Nigeria.

Recuperando a Tritón

El arquitecto británico Phil Pauley estima que los barrios y ciudades flotantes podrían extender la disponibilidad urbanística en ciudades tan prohibitivas y con un régimen climático previsible, como el Támesis entre el centro de Londres y su desembocadura.

Si Bucky Fuller pensaba que Tritón, su concepto de ciudad flotante, podría albergar hasta a 100.000 personas, arquitectos como Pauley cree que el arquitecto, inventor y futurólogo no iba desencaminado.

El propio Phil Pauley ha actualizado el concepto de Tritón combinando otra idea de Fuller: la cúpula geodésica. Tomando el carácter flotante y libertario de Tritón, Pauley ha tomado la idea de ciudades protegidas por una cúpula geodésica acristalada y ha creado una ciudad de esferas flotantes interconectadas a una esfera mayor que sirve como núcleo.

Este concepto, que Pauley ha llamado SubBiosphere2, flotaría en alta mar cuando el clima fuera benigno, sumergiéndose en momentos más dificultosos, como una Atlántida futurista.

Construcción flotante modular y barcazas gigantescas

Siguiendo la estela de Peter Thiel y Patri Friedman de The Seasteading Institute, la firma holandesa DeltaSync ha propuesto una tecnología para hacer posible la “colonización” de alta mar: una estrategia de construcción modular.

Muchas de estas ideas incluyen tecnologías de autogestión energética plausibles en la actualidad, a diferencia de la época de Fuller. Las tecnologías solar, eólica y de aprovechamiento de la fuerza mareomotriz, entre otras (promete, por ejemplo, el uso de algas), garantizarían independencia energética y escaso impacto.

Un precursor de estos conceptos de ciudad flotante autogestionada es The World, un yate de 195 metros (644 pies) de eslora en constante circulación que cuenta con 165 apartamentos.

Varios inversores quieren servirse de esta experiencia para construir Freedom Ship, una barcaza gigantesca de 1 milla de eslora (1,6 kilómetros), parques, zonas comerciales y deportivas, aeropuerto y capacidad para 40.000 “colonos” y 20.000 personas en enroladas en la tripulación.

Nave espacial Tierra

Tritón, las ciudades-colonia de The Seasteading Institute, el concepto de ciudad sumergible SubBiosphere2, los barrios de barcazas de Kunlé Adeyemi para mejorar las condiciones en Makoko, las ciudades modulares de DeltaSync, o el Freedom Ship, o conceptos similares tienen una oportunidad en los próximos años.

Falta saber qué combinación atrae a más futuros habitantes e inversores de ciudades flotantes: la celosa libertad, la amenaza del aumento del nivel del mar y los acontecimientos de clima extremo o, quizá, el afán explorador del ser humano.

Ya sin Eldorados de tierra firme, el ser humano podría entrenarse pronto para colonizar el espacio emprendiendo el paso previo de colonizar los océanos: erigir estructuras mecidas sobre el líquido que infiere el -que sepamos- único color turquesa a la “nave espacial Tierra”, vista desde el espacio inerte.

10 asentamientos para un futuro flotante

A continuación, recopilamos 10 ciudades flotantes para experimentar con un urbanismo ajeno al suelo, sus códigos y limitaciones.

1. Proyecto Triton City por Buckminster Fuller (conceptual, década de los 60)

2. Proyecto Ciudad Flotante para The Seasteading Institute por DeltaSync (en fase de estudio)

3. Pabellón flotante en Rijnhaven por DeltaSync (Rotterdam)

4. Pueblo flotante en los muelles reales de Londres (en fase preliminar)

5. Ciudad flotante sumergible SubBiosphere2 para combatir el clima extremo por Phil Pauley (conceptual)

6. Proyecto Venus de ciudad flotante por Jacque Fresco (en fase preliminar, Florida)

7. Ciudad flotante modular por DeltaSync para The Seasteading Institute (conceptual)

8. The Swimming City para The Seasteading Institute por Andreas Gyorfi (conceptual)

9. Escuela Flotante de Makoko fabricada con bambú local y tejado en “A” por Kunlé Adeyemi (Lagos, Nigeria)

10. Barcaza Ciudad en el Mar Freedom Ship por Freedom Ship International (conceptual)