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10 edificios minimalistas inspirados en la ceremonia del té

¿Puede una ceremonia tradicional japonesa iniciada en el siglo IX inspirar los nuevos espacios arquitectónicos minimalistas? Casas y cabañas de retiro se inspiran en las construcciones que han alojado la ceremonia del té.

Las casas de té japonesas, con su aspecto sencillo y aspereza rústica, según los ideales estéticos tradicionales, son a la vez símbolo cultural, aspiración social y refugio de cultivo espiritual: un lugar físico para cultivar mente, cuerpo y espíritu.

Edificios esbeltos, ligeros, sin pretensiones

Las tradiciones sintoísta y budista infirieron a las construcciones originales de la ceremonia del té una esencialidad que ha permanecido inmutable: la construcción debe ser ligera, ventilada y organizada en torno a una gran habitación, la “chashitsu” o habitación del té.

Desde sus orígenes, esta habitación principal o “chashitsu” aspiró a no entrometerse en los objetivos de la ceremonia y carece de grandes ornamentaciones o barreras arquitectónicas.

La casa de té y el jardín zen

La casa del té ideal, compuesta por un edificio y a menudo un jardín zen, proyectaba su estética humilde al visitante, sugiriendo tránsito, impermanencia, asimetría, aspereza o modestia, condensados en el ideal estético japonés.

En las últimas décadas, el minimalismo y la espiritualidad de la casa del té tradicional ha influido a arquitectos japoneses y del resto del mundo, empezando por la arquitectura orgánica de mediados del siglo XX.

Contemplando la impermanencia de la naturaleza

En los inicios de la ceremonia del té, las casas del té eran apenas chozos para resguardarse de la intemperie, similares a las cabañas del período Jōmon (Edad de Piedra japonesa), donde se disfrutaba de las atribuciones curativas y espirituales concedidas al té, que ayudaba a los monjes a permanecer despiertos durante largos períodos de meditación.

(Imagen: casa de té Tetsu, en el jardín de cerezos del museo Kiyoharu Shirakaba, en Japón)

La apreciación social del té incidió sobre la decisión de construir las primeras casas del té permanentes, tanto templos zen en centros de meditación como casas más modestas en encrucijadas de los principales caminos.

La popularidad de la ceremonia del té alejó su propósito de sus orígenes durante un tiempo, cuando las clases altas las adoptaron como centros de ocio donde apostar, leer poesía y celebrar fiestas, lo que derivó en una mayor exuberancia arquitectónica.

La casa de té ideal en la era del comercio Nanban

Coincidiendo con el inicio de la Era de los Descubrimientos en Europa, que llevaría primero a portugueses y después a otros europeos (holandeses, ingleses, españoles) hasta las cosas de Japón (era del comercio Nanban, o comercio con los “bárbaros del sur”), la arquitectura y costumbres japonesas recuperaron su aspiración sencilla y alejada de los excesos anteriores.

Murata Jukō (también pronunciado Murata Shukō) estableció los cánones del “chanoyu” o ceremonia del té tal y como la conocemos: “wabi-cha“, o ceremonia que tenía lugar en sencillas construcciones con una habitación o “chashitsu”.

Viendo pasar las estaciones desde las “chashitsu”

La ceremonia influyó pronto la arquitectura, la jardinería, la pintura, la cerámica y la caligrafía.

En la arquitectura, las “chashitsu” se convirtieron, desde entonces, en ejemplos de disfrute sencillo de la contemplación, la espiritualidad y la naturaleza: eran pequeñas, tan sencillas como fuera posible y con materiales de construcción baratos, locales, fácilmente sustituibles.

Los maestros sintoístas y zen, inspirados en las enseñanzas de Murata Jukō, convirtieron la ceremonia del té debía ser una sobria celebración de una manera de entender la existencia y el universo.

Proporciones en esteras de tatami

En el período Muromachi (1336-1573), la arquitectura residencial adoptó métodos más sencillos y próximos a la aspiración de sencillez áspera de las casitas de té con una habitación o “chashitsu”:

  • mayor ligereza e intimidad, gracias a materiales efímeros y renovables como la madera y las fibras vegetales y una distribución hacia el interior del edificio;
  • desaparecen ornamentos sin función estructural y asumen protagonismo vigas y pilares que transforman la distribución con “finas” paredes correderas o shōji; las particiones, o “fusuma“, se convierten así en “habitaciones efímeras”, un concepto no igualado en la arquitectura occidental;
  • las esteras de tatami, ya usadas desde el período Kamakura (1192-1333, período de preponderancia de ideales guerreros como la obligación, la lealtad y el estoicismo) son usadas después de Murata Jukō como elemento proporcional esencial, con dimensiones regulares (el equivalente a 90 cm por 180 cm por 5 cm de grosor) y estrechamente encajados: el tamaño ideal de una “chashitsu” se establece entonces en 4,5 esteras de tatami; desde entonces, el tatami se convierte en elemento del que derivan el resto de proporciones de la arquitectura tradicional japonesa.

La casa de té Taian

La casa de té japonesa que surge con Jukō y llega a la actualidad huía de las exigencias de la vida cotidiana y el lujo de las pomposas fiestas del té del pasado, instalando la ceremonia en cabañas sencillas y rústicas que celebran la imperfección, impermanencia y asimetría de la existencia y la naturaleza, como la casa de té Taian del templo Myokian.

La casa de té Taian pasó a la posteridad al alojar las ceremonias de su creador, Sen no Rikyū, sabio de la ceremonia del té y fundador de sus 3 principales escuelas. La importancia histórica del edificio contrasta con su humildad: apenas un ligero cobertizo.

(Imagen: la casa de té más antigua que se conserva de las diseñadas por Sen no Rikyū)

Como el propio budismo zen y el sintoísmo, el objetivo de las casas de té permitir a sus visitantes evadirse de las distracciones cotidianas y cultivarse a diario se trasladó también a las construcciones residenciales inspiradas en las “chashitsu”.

Occidentalización de Japón, japonización de la arquitectura moderna

La “occidentalización” de la arquitectura y costumbres japonesas a partir de la segunda mitad del siglo XIX no acabó con las aspiraciones de la arquitectura residencial tradicional.

Más bien al contrario: la interpretación japonesa de la arquitectura occidental, a la que restó ornamentos e infirió ligereza, modularidad o gusto por la estructura vista de vigas y pilares, influyó decisivamente sobre la arquitectura moderna, orgánica y post-moderna occidentales, desde Le Corbusier a Walter Gropius, pasando por Frank Lloyd Wright.

A partir del siglo XIX, los edificios inspirados en el ideal filosófico y estético de las casas de té conservaron el carácter esencial del original:

  • un diseño diáfano, ventilado y con una estructura moldeable de paredes correderas fomenta el flujo de ideas, evitando barreras interiores infranqueables;
  • ausencia de objetos innecesarios que puedan distraer, entorpecer o atraer la atención de los ocupantes;
  • aspiración al ideal de belleza sencilla e impermanente de las casas de té, los jardines zen o la naturaleza.

Arquitectura moderna con vocación intemporal

La arquitectura moderna y orgánica, que superaron finalmente los elementos totémicos de la arquitectura de corte neoclásico de la Ilustración, se inspiraron en la naturaleza y en ideales arquitectónicos como el japonés, mientras abrazaban a la vez nuevos materiales y tecnologías que mejoraban y abarataban procesos, hacían posibles nuevas formas, etc.

El japonés-estadounidense George Nakashima, diseñador de mobiliario y artesano, influido por el diseño tradicional japonés y los procesos surgidos de la Ilustración, afirmaba en una entrevista que “se requiere una batalla genuina para producir un objeto bien diseñado con un valor relativamente permanente”.

George Nakashima sobre la desaparición de los productos memorables

Nakashima, no del todo ajeno al mundo arquitectónico, reflexiona sobre el valor del conocimiento y el oficio de los artesanos, figuras clave en el origen y evolución de las casas de té y la arquitectura residencial que se ha inspirado en ellas.

“En un mundo donde las habilidades manuales son irrelevantes, nosotros creemos en ellas; no sólo en la acción de producir un producto mejor, sino en el simple placer de hacer o llegar a ser”.

“Sentimos ese orgullo por la artesanía –prosigue Nakashima-, por hacer el trabajo con tanta perfección como sea posible, por producir algo bello incluso a partir de desechos de la naturaleza (…)”.

La belleza de un jardín de musgo y una casa de té

“Puede tratarse incluso de una cuestión de reapoderarse del alma de uno mismo cuando el deseo y la megalomanía están al orden del día: la belleza de las cosas simples…”

“Para buscar pistas -sentencia George Nakashima-, podemos ir al pasado: el jardín de musgo y la casa de té en Sai Ho Ji, las maravillas de piedra y cristal en Chartres, el jarrón Dipylon”.

“Éstos son ejemplos de excelencia difíciles de igualar pero a la vez discretos. Todos ellos están conformados mirando hacia el interior con una experiencia casi impersonal. Un contraste con nuestros días, marcados por la arrogancia de ‘dar forma’ y la poca profundidad del diseño-eslogan, el ‘menos es más’, ‘máquina para crear’, ‘la forma sigue a la función'”.

En proporción con la variedad y cantidad de bienes de consumo producidos hoy en el mundo, nos encontramos, en opinión de este veterano diseñador de mobiliario, en un momento de mediocridad en el diseño: “una de las dificultades es la ausencia de integración entre el diseñador y el productor”.

Sobre la arquitectura impersonal contemporánea

Involucrar todo el proceso en una idea bien concebida y ejecutada, usando materiales y procesos deseados, es una práctica en retroceso. Ello también afecta a la construcción de edificios.

“La arquitectura en las grandes ciudades ha alcanzado tal estado de tedio que el ser humano podría destruirla en un último gesto trágico”.

Esta estandarización con escasa calidad y atención por emplazamiento, materiales usados, procesos y necesidades específicas de los moradores, contrasta con las casas de té o los grandes edificios del pasado, “cuando casi cada bisagra era una pieza de museo. Donde había un toque de grandeza en la mayoría de actos y concepciones”.

La grandeza de la casa de té reside en su humildad, ligereza, elegancia áspera y parca, estoicismo oriental y capacidad para arropar al visitante sin embriagarlo ni tutelar su comportamiento. Al contrario: la satisfacción estética e intelectual parte del sosiego.

La vigencia de la casa de té

Siglos después, la casa de té sigue siendo el ideal constructivo tradicional japonés, con influencias en la construcción residencial contemporánea.

Por encima de su carácter simbólico, la “chashitsu” proyectó su utilidad sin pretensiones: es un abrigo mínimo para resguardarse de la intemperie, permeable y atento a la naturaleza circundante.

El orientalista greco-irlandés Lafcadio Hearn dio a conocer la cultura japonesa en Occidente en el último tercio del siglo XIX. Su apreciación por la cultura japonesa le llevó a nacionalizarse, adoptando el nombre de Yakumo Koizumi.

Sobre la ceremonia del té, escribió: “requiere años de práctica y aprendizaje… Con todo, todo este arte, en cuanto a sus detalles, no significa más que hacer y servir una taza de té. Lo crucial es que dicho acto debe realizarse de la manera más perfecta, educada, graciosa y encantadora posible”.

10 casas de té con vocación intemporal

1. Casa de té en el templo budista Saihō-ji, Kioto

2. Casa de té en el árbol por Takashi Kobayashi (Niki Club, Nasu, Japón)

3. Takasugi-an (“casa de té en las alturas”) por Terunobu Fujimori (Chino, Nagano, Japón)

4. Casa de té arbórea Tetsu, por Terunobu Fujimori (Hokuto, Yamanashi, Japón)

5. Barca de barro voladora por Terunobu Fujimori (Chino, Nagano, Japón)

6. Casa de té-sombrero por A1Architects (Ostrava, República Checa)

7. Glass Tea House por Swatt Miers Architects (Silicon Valley, California)

8. Casa de té en Boa Nova por Álvaro Siza (Boa Nova, Matosinhos, Portugal)

9. Casa de té suspendida por David Jameson (Bethesda, Maryland, Estados Unidos)

10. Casa-árbol de té en espiral por Archi-Union (Shanghái, China)