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Arrabales informales, prosperidad y financiación por tókenes

Desde inicios de la década, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, con las grandes urbes de países en desarrollo atrayendo a habitantes rurales como había ocurrido en Occidente a inicios de la Revolución Industrial, generando asimismo problemas similares a los experimentados entonces por París, Londres o Nueva York.

Según UN-Habitat, agencia de la ONU con sede en Nairobi, un tercio de la población urbana en países en desarrollo reside en asentamientos, barrios y ciudades satélite informales, arrabales ajenos a la planificación municipal, al derecho a la propiedad, la financiación, el acceso a servicios y equipamiento presentes en la ciudad “planificada”.

Imagen concebida por el artista conceptual español Dionisio González (perteneciente a la serie “Cartografias para a remoçao”, 2004-2007); pulsar sobre la imagen para acceder a la colección de González

¿Son los arrabales y el chabolismo masivo de las grandes urbes de países en desarrollo el testimonio de carencias endémicas, o constituyen en cambio el primer paso de un salvoconducto hacia la movilidad social y la prosperidad?

Distintos puntos de vista sobre un fenómeno

¿Es la destrucción de asentamientos informales la manera de acabar con la pobreza urbana y la exclusión, o merece la pena aprovechar asociacionismo, dinámicas de crecimiento orgánico y acceso a oportunidades que pueden generar estos asentamientos?

No hay respuestas sencillas ni experiencias que puedan extrapolarse de su contexto y dinámica histórica, pero tanto asociacionismo, acceso a oportunidades y educación, y derecho a la propiedad aparecen en la receta común que convierte a antiguos arrabales en barrios prósperos y brillantes.

El mundo desarrollado no es ajeno a la exclusión y a los asentamientos informales, y ciudades como San Francisco, epicentro del mercado tecnológico occidental, se muestran incapaces de acomodar frente a las sedes de las empresas más prósperas y las viviendas de los trabajadores más afortunados a conciudadanos incapaces de vivir bajo techo.

La respuesta de muchos ciudadanos sobrepasa en ocasiones la indiferencia, estimado que la manera de acabar con la situación implica la expulsión de quienes duermen en la calle, desestimando cualquier corresponsabilidad pública y ciudadana sobre un problema relacionado también con modelos de sociedad, urbanismo, educación, tributación, etc.

De asentamientos de chabolas a barrios prósperos

La diferencia entre la evolución de los asentamientos informales de antaño como el de Singuerlín —antiguo arrabal de Barcelona transformado en un barrio respetable más de la zona metropolitana de la urbe—, y la Cañada Real —el asentamiento informal todavía lastrado por la exclusión a las afueras de Madrid, incapaz de superar su aislamiento geográfico y social—, sirve de recordatorio de la importancia de activar los resortes que crean un urbanismo próspero e inclusivo, incluso cuando no existen planes de intervención pública centralizada (creación de barrios y residencias de protección oficial, etc.).

Los barrios planeados no siempre son la mejor solución, y los reasentamientos forzosos son a veces incapaces de reproducir las estructuras de diversidad social y económica que sí surgen en arrabales capaces de prosperar orgánicamente.

En ocasiones, son las expectativas de acceso a propiedad y financiación; el acceso a formación, empleo y transporte público; o la sensación de formar parte de una red cívica que va mucho más allá de los límites del perímetro de chabolas, los elementos que comparten los viejos lugares de exclusión transformados en tejido urbano próspero.

La respuesta a la exclusión social en los arrabales más pobres varía en función de la localización y el punto de vista de sociedad civil, opinión pública y representantes públicos (desde maestros y conductores de transporte a fuerzas del orden y representantes políticos), si bien la convivencia entre miseria y oportunidad es ineludible en los barrios informales más que en cualquier otro lugar del planeta.

Cuando se creyó que la solución era el bulldozer

Cada barrio informal tiene su propio origen, dinámica y niveles de conflictividad o prosperidad, aunque parten de conflictos irresueltos similares, entre los que destacan instituciones estatales y locales débiles, así como la imposibilidad de acceder oficialmente a servicios básicos, desde la educación y la sanidad a la propiedad y la financiación.

Imagen concebida por el artista conceptual español Dionisio González (perteneciente a la serie “Cartografias para a remoçao”, 2004-2007); pulsar sobre la imagen para acceder a la colección de González

Economistas y sociólogos recuerdan que las similitudes entre los flujos de pobreza y prosperidad en las grandes urbes no son meras coincidencias, sino que responden a razones históricas, culturales o geográficas. En latitudes medias, por ejemplo, las ciudades han desarrollado un plano socioeconómico, industrial, energético y de servicios en función del acceso al tráfico de puertos y ríos, o del régimen climático y la dirección de los vientos.

En épocas pretéritas, las ciudades que participaron en la primera Revolución Industrial —tan dependiente de la combustión de madera y carbón en fábricas y centrales energéticas que formaban parte de los propios barrios residenciales en formación—, acabaron por desarrollar un urbanismo racional (ortogonal) con barrios prósperos extendiéndose hacia el poniente y barrios populares hacinados hacia el este.

La razón: el viento arrastraba la contaminación ambiental desde el oeste hacia el este, impidiendo la visibilidad y causando graves problemas de salud.

Las bases de la prosperidad

En 1952, más de un siglo después de que Londres empezara a padecer sus severos problemas de contaminación ambiental debido a la combustión de madera y carbón, la Gran Niebla, un episodio de contaminación en diciembre de ese año producido por la quema de fósiles, el transporte y una situación de inversión térmica, produjo miles de muertes e inspiró las leyes modernas sobre calidad del aire en entornos urbanos del mundo desarrollado.

Los profesores y expertos en economía y mundialización Daron Acemoglu y James A. Robinson tratan de armar una tesis sobre las recetas que permiten a un país abandonar la pobreza, así como las dinámicas que impiden esta transición; sus reflexiones son extrapolables a las grandes ciudades, que actúan cada vez más como ciudades-estado interconectadas en malla con otras grandes urbes, a menudo más dinámicas y capaces que los Estados a los que nominalmente pertenecen.

Para Acemoglu y Robinson, coautores del ensayo Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity, and Poverty, no hay más secreto que trabajar con consistencia y perseverancia en la calidad de instituciones en que se pueda confiar, y trabajar a diario en el intangible poco valorado por los políticos populistas, al carecer del aspecto tangible e inmediato que (como un equipamiento público o una ayuda social directa) permitiría convertirlo en rédito político instantáneo: la alfabetización (primero) y la educación de calidad (a continuación).

Los optimistas sobre los barrios informales

Incluso las políticas populistas pueden dividirse de mayor a menor efectividad (o calamidad): distribuir sal yodada, mejorar la red de agua potable, el sistema sanitario y de tratamiento de desechos, así como insistir en la educación higiénica, son medidas cuyo impacto es muy superior al coste y cuya evolución y réditos pueden acomodarse a las necesidades electorales de incluso la política cortoplacista y dudosamente responsable.

El economista peruano Hernando de Soto ha dedicado su carrera a estudiar la relación entre la prosperidad y el respeto social e institucional del derecho a la propiedad, uno de los pilares, junto a la separación de poderes y los derechos individuales, de las democracias liberales y su posterior evolución socialdemócrata en Europa Occidental tras la II Guerra Mundial.

Imagen concebida por el artista conceptual español Dionisio González (perteneciente a la serie “Cartografias para a remoçao”, 2004-2007); pulsar sobre la imagen para acceder a la colección de González

Estado del Bienestar y clase media serían, según economistas como De Soto, un resultado posible a medio y largo plazo del respeto del derecho a la propiedad, tanto en Estados como en ciudades: contar con un título de propiedad reconocido sobre la vivienda que uno posee permite financiarse a bajo interés al permitir depositar la propiedad como garantía de pago, y mecanismos tan sencillos como regularizar barrios y viviendas de arrabales informales después de asegurarse de que cumplen unos mínimos y pueden mejorar, convierten focos de marginalidad potencial en oportunidades para prosperar.

¿Facilitar el acceso a la propiedad y el capital, o crear un sostén social?

El ensayista y pionero en cibernética Stewart Brand, uno de los protagonistas de la conexión entre contracultura y tecnología desde finales de los años 60 en la bahía de San Francisco, dedica un capítulo de su ensayo Whole Earth Discipline (compendio de medidas surgidas de la iniciativa ciudadana que él llama “ecología pragmática”) a desmontar el que cree que constituye uno de los errores del movimiento asociativo occidental dedicado al desarrollo: asociar los barrios informales de las grandes urbes de países en desarrollo como epicentros de fracaso de la humanidad.

Stewart Brand (entrevista en Wired sobre el tema) y Hernando de Soto trazan el origen de esta calamidad perceptiva: ésta surge de las supuestas buenas intenciones y el instinto de buen samaritano de la filantropía occidental, y está basada en un error de cálculo que De Soto explicaba en 2015 en el Miami Herald, a propósito de su crítica del entonces recién traducido al inglés ensayo del economista francés Thomas Piketty.

Según Hernando de Soto, las recetas de desarrollo y lucha contra la desigualdad estructural de Thomas Piketty se basan en datos tomados de la observación de la sociedad europea, que son luego extrapolados al resto del mundo. Una receta cocinada en el mundo desarrollado no funcionará del modo previsto en otros lugares, opina el economista peruano.

A diferencia del intervencionismo socialdemócrata y el control sobre el capital que tantos retos ha otorgado al desarrollo de la clase media europea, Hernando de Soto y Stewart Brand creen que son la falta de barreras para acceder a la propiedad y al capital las acciones que más activarían la prosperidad en zonas del mundo como los países árabes, América Latina y África subsahariana.

Explorando métodos descentralizados de participación y financiación

Los arrabales de las grandes urbes de este mundo emergente no son un error a suprimir y olvidar, sino un lugar al que hay que prestar atención, estudiar y asistir, para asegurarse de que las dinámicas orgánicas de acceso a propiedad, capital, educación y otros marcadores de movilidad social mejoren con la mayor rapidez posible en función de las circunstancias locales.

Tecnologías descentralizadas y de fácil acceso como las transacciones por móvil o, próximamente, las plataformas que establecen confianza entre participantes incluso sin instituciones fuertes que protejan (“blockchain”), podrían hacer realidad lo que, para Hernando de Soto, es una necesidad: crear un catastro descentralizado de la riqueza informal del mundo.

Poder contar la riqueza informal del mundo, empezando por la actividad de los arrabales informales en grandes urbes, ofrecería ventajas a quienes pudieran regularizar su riqueza real con mecanismos que terceros pudieran reconocer: desde el acceso a la propiedad y la financiación convencionales al uso de sistemas de transición en los que todos los participantes pudieran confiar, como un sistema de bonos municipales que los interesados pudieran comprar usando tókenes sobre un sistema de cadena de bloques (blockchain).

Ciudades como Berkeley, en California, así como consistorios en Eslovenia, ultiman sistemas de financiación municipal a través de blockchain. Sarah Holder dedica un artículo en CityLab a estas iniciativas, cuyo auténtico potencial se encuentra en los arrabales informales más prósperos del mundo en desarrollo.

Realidades y modelos: planificación centralizada vs. desarrollo orgánico

Los sistemas que permiten transacciones verificables entre todos los participantes podrán suplir algunas de las carencias estructurales de ciudades y Estados que no cumplen con los criterios de seguridad institucional que, según Daron Acemoglu y James Robinson, comparten las zonas más prósperas del mundo.

Pero tecnologías como blockchain no son una solución para todo ni una pócima mágica.

Desde Bombay, asociaciones y pequeños empresarios de los arrabales de la ciudad exponen públicamente que demoler las chabolas no es la respuesta, sino reforzar las dinámicas más relacionadas con la prosperidad: régimen de propiedad, acceso a servicios y educación, medios de transporte viables y económicos, etc.

Imagen concebida por el artista conceptual español Dionisio González (perteneciente a la serie “Cartografias para a remoçao”, 2004-2007); pulsar sobre la imagen para acceder a la colección de González

Quizá haya llegado el momento de superar viejas historias de superación de la miseria al estilo del pelotazo suertudo (modelo Slumdog Millionaire) y facilitar el surgimiento orgánico de una primera socialdemocracia mutualista de la historia, una generada desde la base hasta la cúspide. Imparable. Capaz de reinventarse cuando sea necesario.

Para lograrlo, será necesario colaborar entre personas con distintas biografías e intereses, superando así las tensiones históricas que han marcado el acceso a los recursos y la contaminación que genera nuestra actividad.

El fenómeno que Garrett Hardin definió como “tragedia de los comunes” quizá mute hacia un mutualismo corresponsable. ¿Neo-mutualismo? ¿Con qué herramientas? ¿Entre quiénes?

Pasos siguientes: suscitar el debate, provocar, actuar, sentar las bases, participar.

¿Qué más? Déjalo en los comentarios si lo consideras oportuno.