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Cabañas humildes: renace la aspiración a la autosuficiencia

Sea o no sencillo irse a los bosques para, desde una cabaña sencilla, confrontar los hechos esenciales de la vida, las reflexiones de Thoreau en Walden resuenan tanto en el interés de su filosofía, como en el atractivo de la parquedad minimalista de su existencia material simplificada. 

Las cabañas en el bosque se han convertido en el atractivo arquitectónico de aficionados, artistas y grandes arquitectos por igual, desde las microcasas prefabricadas de Renzo Piano (Diogene) a modelos de cabaña rural de quita y pon como la Escape Traveler.

*faircompanies y otros medios cubren la creativa fruición de pequeñas viviendas construidas a menudo por sus propios residentes. Un ejemplo reciente y paradigmático, la casa y oficina semienterradas (estructuras “hobbit”, las llama él), del fotógrafo y dibujante de novelas gráficas Dan Price en Joseph, Oregón. 

El vídeo de Kirsten Dirksen sobre nuestra visita a Dan Price, alias “Hobo artist“:

Cuando entendemos más las formas que el fondo: Thoreau es más que una cabaña aislada

The Atlantic. La misma revista que, en mayo de 1862, publicó el entonces inédito ensayo sobre introspección Walking, de Henry David Thoreau, publicaba un provocador artículo el 9 de septiembre de 2015, donde la joven autora, Diana Saverin, constata que se fue a Alaska para vivir en una cabaña como el escritor de Concord, y la experiencia se convirtió en algo soporífero.

El titular del reportaje de Saverin lo dice todo, al sintetizar la sencilla tesis de lo que se lee a continuación: El terror y tedio de vivir como Thoreau

El subtítulo despeja cualquier duda: “Cuando estás solo en una cabaña en la inmensidad de Alaska, la pregunta más sencilla se convierte en la más complicada: ¿Cómo llenar un día?”

Saverin quizá debería haber comparado su experiencia con las andanzas de Christopher McCandless en Alaska hasta morir envenenado, al parecer confundiendo una planta tóxica por otra de frutos comestibles. Jon Krakauer recogió la experiencia en un reportaje novelado, posteriormente llevado al cine por Sean Penn (Into the Wild, 2007). El final trágico de McCandless se corresponde más con el tono del artículo en The Atlantic, alertándonos de los peligros de la naturaleza y la soledad.

Eso sí, la autora conoce lo atractivo que resulta un estilo de vida asociado a Thoreau (las supuestas ventajas de abandonar una existencia moderna repleta de obligaciones atávicas retirándose en una cabaña en el bosque funciona mejor como anhelo en abstracto que como plan de vida); de ahí la popularidad de un artículo que trata de arrojar una nueva luz sobre ellas.

Estas ideas funcionan en abstracto, dice, pero la vida contemplativa no es para todos. No es, según ella, para casi nadie.

Una vida (parcialmente) examinada

El artículo de Saverin, consciente de quién es Thoreau y lo que representa su ensayo Walden (autorrealizarse a la manera de los filósofos antiguos afrontando lo esencial, o escrutinio entre uno mismo y lo que le rodea), optar por una tesis antagonista. Reflexiona, en definitiva, sobre cuánto tiene de fachada el gusto estadounidense por la idea de la autosuficiencia y la mejora interior a través de vida consciente.

Para el filósofo trascendentalista y amigo de Ralph Waldo Emerson, sus coetáneos urbanitas estaban olvidando en sus atareadas vidas una necesidad humana para él obligatoria, el concepto filosófico de vivir una existencia “examinada”. 

Según Thoreau, sus coetáneos perdían el sentido de la perspectiva y vivían existencias prestadas cuando, por ejemplo, perdían el tiempo a diario preocupándose por la tóxica actualidad expuesta en la prensa diaria, siempre presta a polemizar día sí y día también sobre temáticas superficiales, apelando a los sentimientos viscerales de sus conciudadanos; el chismorreo se había industrializado, en su opinión.

La proyección arquitectónica de la idea de “vivir según la naturaleza”

Preocupándose por cuestiones superficiales y artificiosas, exponía Thoreau, el individuo malvendía su autonomía, una tesis que le acerca a filósofos clásicos y de la Ilustración, desde la eudemonía de Aristóteles y los estoicos a la búsqueda de lo que los estoicos llamaban “tranquilidad”.

Autosuficiencia; ese concepto que para Sócrates y sus discípulos consistía en conocerse a uno mismo y, ya en el siglo XX, el psicólogo humanista Abraham Maslow llamó autoactualización o autorrealización.

Es precisamente esta batalla introspectiva de Thoreau por afrontar su existencia sin intermediarios materiales ni espirituales (en su ensayo Walden: observando la naturaleza, construyendo su propia cabaña, plantando sus alimentos y leyendo a diario, además de optar por pocas e intensas conversaciones con otros, en lugar de la interacción meramente transaccional o por cortesía), la que se echa de menos en el artículo de Diana Saverin.

Simplificar la propia vida según los propios términos

Para “vivir como Thoreau” o, mejor dicho, para vivir como Thoreau lo hizo durante dos años junto al lago Walden, a apenas una hora de camino de la casa de sus padres en Concord (se le ha criticado a este precursor del ecologismo moderno y la desobediencia civil que aprovechara las visitas a Concord para hacer la colada en la casa materna), la autora del artículo de voluntad antagonista El terror y tedio de vivir como Thoreau debería haber estudiado más el contenido de Walden. También las reflexiones de Walking, el ensayo que comparte medio de publicación con su artículo.

En efecto, dejar los inacabables quehaceres de una vida industriosa y retirarse en una cabaña campestre para vivir del fruto del propio trabajo, cultivándose con libros (hoy también Internet) y explorando los sutiles secretos de la naturaleza circundante, es un propósito tan atractivo y compartido como poco realista para la mayoría, por no hablar de la puesta en práctica de una idea que se percibe como un anuncio de revista y no como una transformación radical de la existencia.

En la época de Thoreau, una existencia en una cabaña espartana lejos de una localidad de Nueva Inglaterra era considerado radical; a mediados del siglo XIX, ni siquiera sus coetáneos urbanitas, esos que deciden deslomarse para que quizá sus hijos disfruten de las casas y tierras de que disfrutan a crédito, consideraban la electricidad o el agua corriente un servicio doméstico esencial.

Thoreau: “Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación”. Y también: “El costo de una cosa es la cantidad de aquello que yo llamo vida, necesaria para adquirirla, ya sea a corto o a largo plazo”.

Quién dicta los términos de nuestra existencia: el sentido de la vida solitaria

Eso sí, ya se asociaban, como recuerda Thoreau, la soledad y la contemplación con el  tedio y la gandulería, y no como una oportunidad para afrontar “los hechos esenciales de la vida” antes de que sea demasiado tarde y uno no tenga que reconocer al final de su vida que lo recorrido no ha sido vivir en plenitud.

La inmensidad natural y sus supuestos “peligros”. Lo que para los coetáneos de Thoreau en Concord y para cualquier “millennial” contemporáneo con aspiraciones introspectivas e incluso ecologistas se percibe como entorno hostil e incómodo, en el que animales y acontecimientos extremos pueden poner en riesgo la propia vida, era para Thoreau y los trascendentalistas una oportunidad para entender los lazos entre la propia existencia y los secretos orgánicos (si se quiere, románticos y emergentistas) de la naturaleza todavía intacta y arcadiana.

Lo que para Diana Saverin y los lectores que han simpatizado con la “crudeza” y “sinceridad” de su artículo (que denunciaría la hipocresía que según ella demostrarían quienes hablan de vivir en una cabaña como Thoreau sin recordar lo duro que sería para cualquier individuo contemporáneo, acostumbrado a la protegida existencia de la próspera modernidad) es “terror” y “tedio”, se convirtió en arquetipo de existencia examinada y genuinamente estadounidense para toda una tradición literaria e intelectual.

Aprender de lo que explican otros

Lo que subyace en Walden y recogen Emerson en Self-reliance, Walt Whitman en Hojas de hierba o Mark Twain en sus novelas ambientadas en el Misisipí es la voluntad individual de forjar el propio destino a partir de cero, simplificando la existencia según los términos elegidos por uno mismo.

Thoreau: “Nuestra vida siempre es malgastada por el detalle… simplificar, simplificar”. En lugar de asumir lo que le viene dado de la sociedad de su tiempo, según su lugar de residencia y su formación, Thoreau experimenta de manera consciente con su propia existencia para dilucidar racionalmente qué tiene que ofrecerle la vida.

Azar Nafisi, autora de Reading Lolita in Tehran y residente en Washington, reivindicaba en una entrevista en la biblioteca pública de Nueva York un derecho que muchos, teniéndolo garantizado, no ponen en práctica: la libertad de leer lo que a uno le plazca, de forjar su propio destino material e intelectual.

Nafisi expone en la entrevista que algunos de los libros que más le han influido de la tradición occidental muestran a unos personajes que se encuentran a salvo precisamente donde la sociedad ve sólo naturaleza salvaje y destructiva, tan incontrolable y vengativa como las historias fundacionales de las religiones abrahámicas.

Cuando la seguridad es echarse al camino

El propio Walt Whitman era un poeta merodeador de caminos, un vagabundo-intelectual tan brillante como, en palabras de Jorge Luis Borges, genuinamente bueno, según el concepto filosófico de bondad. 

Thoreau: “No hay peor olor que el que despide la bondad corrompida”.

Los mejores personajes de Mark Twain, recuerda Azar Nafisi, sólo están a salvo cuando se echan al peligroso río Misisipí en una balsa, cuando escapan de los corsés y obligaciones de la sociedad, así como la creciente creencia de que el progreso mejoraba la existencia per se, sin necesidad de esfuerzo ni escrutinio de uno mismo.

Queda claro con Huckleberry Finn, con Tom Sawyer, y qué decir de Jim, que sólo “vive” cuando escapa de su existencia en sociedad como esclavo doméstico de Miss Watson.

Por el contrario, los personajes socializados, desde las familias ilustres y rectas hasta degenerados como el borracho y abusivo padre del propio Huck Finn, olvidaron en qué consiste vivir y no han tomado las riendas de su existencia. Son los seres que en realidad se mecen a merced de la corriente del Misisipí sin siquiera ser conscientes de ello.

Manual de cómo abandonar la superficialidad

Tal y como recuerdan los profesores de filosofía que publican el podcast The Partially Examined Life en el episodio dedicado a Thoreau y a su idea de vivir de manera deliberada, el experimento de Thoreau no consiste en echarse al monte sin formación para comprobar o no si sobrevive.

Cuando Thoreau decide construir la cabaña en Walden, no sólo es un hombre maduro y educado, sino que había probado y reflexionado acerca de distintos oficios, así como del papel del individuo en la sociedad.

Thoreau se revela contra el análisis acrítico de la época que exalta las bondades del mecanicismo filosófico y la civilización industrial, ideas propias de la Ilustración, y recalca en Walden que las herramientas del progreso son aceptables y mejoran la existencia siempre y cuando esta mejora sea real y comprobable.

Un ejemplo expuesto por Thoreau: caminar desde Concord a Pensilvania ocupa tres días. Si para comprar el billete de tren para ir en tren desde Concord a Pensilvania hay que trabajar más de tres días, él prefiere caminar.

El autor de Walden nos alerta acerca de fenómenos tan contemporáneos como la predilección humana por convertir superficialidades en necesidades imperiosas, tales como sustituir un teléfono en perfectas condiciones por el último modelo de la gama.

Una “vieja-nueva” aspiración

Este acto de rebeldía, tan intelectual como coherente con la tradición pionera y exploratoria de Estados Unidos, el abrigo sencillo y la existencia examinada y simplificada convergen en un ideal de vivienda esencial: la cabaña de madera, a poder ser erigida por uno mismo y rodeada de una naturaleza de Nuevo Continente, todavía prístina y ajena a la predilección por la racionalidad estética euclídea heredada de Europa.

Y de quienes vivieron solos en la inmensidad de Alaska para descubrir que la pregunta más sencilla se convertía en la más complicada (cómo mantenerse ocupado todo el día, dice Diana Severin), a quienes recuerdan la veneración del público estadounidense por la idea de vivir a solas en plena naturaleza, para averiguar -al estilo de los presocráticos- que el interior de uno mismo está íntimamente interconectado con la inmensidad que nos rodea, y profundizar en la observación de lo uno conduce a admirar y conocer lo otro.

Walter Kirn dedicaba en T, la revista de estilo de The New York Times, un artículo a las cabañas, que equipara al “nuevo sueño americano”. Nuevo-viejo.

Nobleza de espíritu y viviendas humildes

Walter Kirn: “Nobleza de espíritu y viviendas humildes han sido asociadas desde hace tiempo con la mitología estadounidense”. Al fin y al cabo, recuerda en el artículo para The New York Times, Abraham Lincoln nació en una cabaña de frontera (una humilde casa de troncos), lo que influyó en una existencia que convirtió la virtud austera en aspiración.

Kirsten Dirksen narra también, en el documental We The Tiny House People, la fascinación estadounidense por las viviendas pequeñas y humildes, a menudo en la frontera entre el confortable mundo urbanizado y un entorno salvaje idealizado, que el imaginario colectivo asocia con pioneros, padres fundadores, activistas, intelectuales o personajes de ficción. 

De Abe Lincoln a Thoreau, pasando por la virtuosa austeridad de la familia de Laura Ingalls Wilder en su casa de la pradera, dice Walter Kirn.

El periodista también relaciona la fascinación estadounidense por las cabañas con la persecución quimérica de inventos y productos en humildes garajes, donde surgieron algunas de las empresas más influyentes, o así lo quiere creer el imaginario colectivo de un país vertebrado a partir de conceder estatus jurídico a la persecución de los propios sueños.

Thoreau: “El hombre es el artífice de su propia felicidad”.

Simplificar, simplificar

En la actualidad, las cabañas de madera en plena naturaleza trascienden el atractivo simbólico o vacacional, para “convertirse en casas a las que aspirar”, sobre todo para quienes reaccionan a la falta de tiempo introspectivo (tiempo para, por ejemplo, perseguir una vocación) y el exceso de crédito y deuda con una actitud que dependa menos de acumular bienes y más del cultivo de uno mismo a través de experiencias.

Desde finales de los 90, explica Walter Kirn, el llamado Tiny House Movement promueve en un país próspero, conocido por el generoso tamaño de sus viviendas en comparación con el tamaño medio en otros países desarrollados, expone con éxito la tesis de vivir en pequeños y humildes espacios como opción material que fomenta una transformación ética coherente con los inicios difíciles de los antepasados de los estadounidenses en el Nuevo Mundo, basada en la autosuficiencia y el consejo de Thoreau: simplificar, simplificar.

Asimismo, el artículo cita de The New York Times cita el genuino interés de muchos estadounidenses por la belleza áspera y desnuda de una vivienda humilde en plena naturaleza, como si su contemplación los reconectara con una filosofía y sentido de pertenencia a valores olvidados en su país, similares a los expresados por Thoreau y Emerson en sus ensayos, Mark Twain y Jack London en sus novelas, Walt Whitman en su poemario Hojas de hierba.

Cuando la vida sencilla se convierte en una aspiración

Uno de los citados por el Times es Zach Klein, uno de los cofundadores de Vimeo, un entusiasta de las pequeñas cabañas rurales desde su participación en Beaver Brook, un proyecto de construcción rural comunal en el interior rural del estado de Nueva York.

Quizá en su mencionado artículo para The Atlantic sobre el supuesto tedio de “vivir como Thoreau”, Diana Saverin pone de relieve las contradicciones del interés generalizado en la vida sencilla, la autosuficiencia y las viviendas humildes y minimalistas, a poder ser rodeadas de naturaleza:

  • la búsqueda de paz contemplativa en un mundo interconectado y saturado de información;
  • la reconquista del espacio personal y doméstico como lugares sin objetos innecesarios en un momento histórico de sobreabundancia de bienes asequibles…;
  • o la búsqueda de paz ambiental e interior (en palabras de Diana Severin, “vivir como Thoreau”), para caer al instante en la contradicción de que vivir aislado en plena naturaleza requiere una mentalidad que no se descarga en una app de móvil inteligente; se comprende y se tiene. 

El morbo de lo editado, parco, áspero, esencial en la era de la abundancia

Thoreau se formó, realizó infinidad de trabajos y escribió sus primeros ensayos, a menudo demostrando su posición polémica y comprometida en varios acontecimientos de su época, antes de retirarse una temporada junto al -no tan remoto ni salvaje- lago Walden para “vivir deliberadamente” y “enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida”.

Zach Klein demuestra el interés por las viviendas pequeñas y humildes y la vida sencilla con libros fotográficos que muestran interminables colecciones de viviendas humildes y diminutas, a medio camino entre la cabaña de leñador, la vivienda nómada de los pueblos tradicionales y los vehículos recreacionales con aspiraciones domésticas.

El último libro de la serie cuenta con título explícito, Cabin Porn, evocando el interés casi furtivo de exitosos urbanitas enfrascados en las obligaciones de su existencia con el símbolo de una vida más acorde con la naturaleza y nuestras auténticas vocaciones, a la manera de los estoicos y Thoreau.

El reto de vivir según lo dictado por uno mismo

En esta intuición resuenan todavía las reflexiones de Thoreau: “La mayor parte de los hombres, incluso en este país relativamente libre, se afanan tanto en innecesarios artificios y labores absurdamente mediocres, que no les queda tiempo para recoger los mejores frutos de la vida”.

“Pasé seis años en la ciudad creando comunidades virtuales, y ahora quería construir una en el mundo real”, escribe Klein en la introducción de su libro.

Walter Kirn acaba su artículo evocando el idealismo de Wally Byam, fundador de la empresa de vehículos recreacionales Airstream, que apeló a la libertad y la autosuficiencia de las caravanas como una oportunidad más para depender de uno mismo y conocer Estados Unidos.

Esta aspiración, tan estadounidense para el autor, es coherente con la historia del país. “El Sueño Americano es como eso. Uno pensaría que se ha esfumado, que ha muerto, pero en realidad sólo ha reducido su tamaño”.

En coherencia con las ideas expresadas por Sócrates y los estoicos (por no hablar de los cínicos y su humildad militante), Thoreau intuyó las aspiraciones de muchos de sus coetáneos, individualistas y celosos de su autonomía: “El hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir”.

Quizá esté todo resumido, en definitiva, en la letra de la canción Society, compuesta por Eddie Vedder para la adaptación cinematográfica de las andanzas de Christopher McCandless, alias Alexander Supertramp, en Into the Wild:

(…)

It’s a mystery to me
we have a greed
with which we have agreed

You think you have to want
more than you need
until you have it all you won’t be free

Society, you’re a crazy breed
I hope you’re not lonely without me
When you want more than you have
you think you need
and when you think more than you want
your thoughts begin to bleed

I think I need to find a bigger place
‘cos when you have more than you think
you need more space

(…)

Celebrando abrigos humanos esenciales

Recopilamos a continuación algunas de las cabañas que entusiastas de la vida sencilla y las casas pequeñas envían a Zach Klein para que las publique en su bitácora en Tumblr y en los libros recopilatorios sobre la temática (el último, Cabin Porn).

1. Cabaña asimétrica de lamas de madera verticales al norte de Islandia

2. Abrigo de montaña en la senda Golden Ears (Columbia Británica, Canadá)

3. Cabaña de madera con tejado en “A” (lago Bled, Eslovenia)

4. Vivac o refugio de montaña reconstruido (Alpes de Kamnic, Eslovenia)

5. Cabaña en el árbol Owl (Albion, California, Estados Unidos)

6. Cabaña solitaria en un Fiordo Noruego reconstruida en 1999-2000 sobre cimientos de los 60 (Nordland, Noruega)

7. Yurta de madera sobre plataforma elevada (Galloway, Escocia, Reino Unido)

8. Cabaña de troncos (Nueva Escocia, Canadá)

9. Cabaña de troncos con planta hexagonal y cubierta de metal corrugado (República de Altái, Federación Rusa)

Extra: goathi -vivienda tradicional Sami en el septentrión de Escandinavia- donde la familia detrás de *faircompanies durmió mientras viajaba por el interior de la península escandinava, desde el norte de Noruega al norte de Suecia.