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Cajas negras de big data y democracia: fin de la estadística

Vivimos en una realidad ciberpunk. La escritora estadounidense de literatura fantástica Kitty Chandler no da abasto con sus tuits.

“El año es 2017. Estados Unidos es un neumático ardiendo. La Resistencia es liderada por Teen Vogue, Badlands National Park, y el diccionario Merriam-Webster [en referencia al periodismo ético del medio adolescente, la denuncia del parque a injerencias anti-ciencia de la Administración de Donald Trump y a las muestras de integridad del diccionario, contrario a maquillar la realidad].”

El plan B de quienes no creen en la cohesión social

Un artículo del New Yorker expresa con un tema alegórico, digno de una novela post-apocalíptica con prosa de Cormac McCarthy, el sentimiento del momento histórico al que asistimos, cuando el software se impone a los átomos y las alianzas surgidas de la II Guerra Mundial aceleran su desintegración.

El reportaje del New Yorker es un paseo por la cultura survivalista o “prepper” (anclada en el largo, paranoico y cuasi bíblico relato de preparación para sobrevivir a acontecimientos cataclísmicos) de millonarios, algunos de los cuales personalidades de Silicon Valley -como el propio Peter Thiel, acólito de Donald Trump y Steve Bannon- han construido lujosos refugios en lugares como Nueva Zelanda, llegado el caso de la desintegración de la sociedad que, se supone, podrían ayudar a prevenir.

No importa que otras personalidades con peso en la cultura tecnológica californiana, como el editor y conferenciante Tim O’Reilly, recuerden que lo mejor que podrían hacer en el club de “preppers” multimillonarios no es preparar una escapada dorada mientras sus conciudadanos se sumergen en un -más posible con populismos- caos sostenido, sino contribuir a crear un mundo mejor, en el que nadie tenga que temer.

Pragmatismo económico sin ética

La mentalidad de personajes como Peter Thiel se convierte en parábola de las consecuencias de convertir el pragmatismo a ultranza de Silicon Valley, basado en un utilitarismo alérgico no sólo a regulaciones, sino a toda pátina ética o moral que no se sostenga en modelos de “big data” y aprendizaje de máquinas, en la ideología dominante.

Porque -esto va para los despistados que siguen anclados en el relato de contar las maravillas que surgen de Silicon Valley, defendiendo cualquier idea que de allí surja incluso cuando ésta es indefendible-, el utilitarismo a ultranza es una ideología. Y hay una extrema derecha “techie” que quiere acelerar lo que consideran una “creación destructiva” de Occidente.

Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy
Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy

Despachado queda el inicio ciberpunk del artículo (jamás pensé que volvería a usar este término, pero heme aquí repitiéndolo por segunda vez en un puñado de párrafos).

Asistimos, nos guste o no, a la llegada de una realidad tan cercana a los clásicos de la literatura distópica, que sólo las historias fantásticas, ambientadas en lugares alejados de la Tierra o en épocas distantes, nos parecen más fantásticas que nuestro presente.

Muerte de una aspiración ilustrada

El guión que esperaban incluso los protagonistas de los mayores acontecimientos de los últimos tiempos ha sido modificado y todos los eventos que habíamos considerado improbables dictan ahora las normas que condicionarán lo grande (geopolítica, comercio internacional, logística a gran escala, conflictos bélicos, diplomacia, “soft power”) y lo pequeño, lo que influye sobre la cotidianidad de los ciudadanos del mundo.

Si abrimos el foco y nos esforzamos por prestar atención a un tema abstracto que nos concierne -y que cambiará nuestras sociedades hasta el punto de modificar (o incluso poner en riesgo, desintegrar) la idea ilustrada de sociedades-, detrás del auge del populismo y de la crisis del conocimiento institucional (basado en educación, experiencia, modelos que surgen del ideal ilustrado), se encuentra el declive en la misma base del progreso de los últimos siglos: el conocimiento con aspiración empírica ha sido arrinconado.

Pocos artículos se escribirán en estos meses con tanta importancia como el que firma William Davies para The Guardian, sobre la pérdida de poder de las estadísticas.

Una sociedad incapaz de reflexionar consigo misma

La tentación de achacar todos los males al comercio mundial y a oscuros intereses de las élites es tan alta que, desacreditado el propio conocimiento con base empírica, las sociedades desarrolladas corren el riesgo de adentrarse en el totalitarismo con amplias capas de la opinión pública aplaudiendo por ello.

Cuando las soluciones-milagro no lleguen, el daño a las instituciones, al debate público y a la propia economía que gobiernos “expeditivos” como los surgidos de las elecciones estadounidenses y del voto del Reino Unido para abandonar la UE, será muy superior al coste de asumir retos y responsabilidades confiando en los viejos métodos de análisis y control surgidos de la Ilustración: instituciones y técnicas de expertos que analizan la realidad y exponen posibles estrategias (más o menos liberales, más o menos proteccionistas), sin abandonar nunca el consenso básico entre distintas orientaciones.

La emergencia de un nuevo tipo de cuantificación social, basado en el estudio de la información acumulada sobre la actividad digital de millones de personas, se impone al debate abierto de lo que Arthur Miller definió como la sociedad saludable “hablando consigo misma”.

En la cocina cerrada del análisis de datos

Ahora, el análisis masivo de datos o “big data”, recabado por algoritmos en sistemas opacos controlados por compañías privadas con ánimo de lucro, convierte a los expertos en modelos matemáticos en los nuevos expertos, con un perfil y comportamiento distinto al de los expertos en estadísticas o ciencias sociales: los datos muestran sentimientos y tendencias en la sociedad que permiten aprovechar, o manipular, estados de opinión, tal y como han demostrado experimentos que conocemos (por ejemplo, en Facebook), así como el fenómeno de la propaganda personalizada en redes sociales.

La Ilustración aspiró desde el principio a relacionar la idea de “progreso” con medidas que permitieran cuantificarlo: estudios científicos y sociales aspiraron a medir acontecimientos físicos y tecnológicos, así como fenómenos sociales. La atomización de las sociedades del Antiguo Régimen dio paso a sociedades que aspiraban a medir estadísticamente la mejora de parámetros considerados significativos.

Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy
Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy

Con sus limitaciones y esencia reduccionista, los expertos en medir el mundo y las sociedades para así poder establecer el “progreso” basado en la mejora de esos indicadores, se beneficiaron de artilugios falibles, pero con vocación empírica y diseño comprensible y analizable por instituciones y sociedad.

El nuevo modelo, basado en un frío y utilitario análisis matemático de acciones de ciudadanos en Internet, se interesa por el resultado o comportamiento deseado en un determinado grupo o sociedad, desestimando cualquier responsabilidad ética.

¿Pueden empresas privadas especular con “derivados” de información ciudadana?

O, recurriendo a las intuiciones de filósofos como Martin Heidegger o Karl Popper, entre otros, el análisis frío sin condicionamientos morales ha acabado por dominar el debate real de la sociedad: Donald Trump ganó las elecciones con la asistencia de un equipo competente y experto en análisis de datos:

  • Steve Bannon (asesor de campaña y redactor del discurso de toma de posesión presidencial de Donald Trump) se sienta en el consejo de dirección de la empresa de análisis de datos Cambridge Analytica; es además experto en análisis inversor y en agitación propagandística, a través de su medio electrónico, Breitbart;
  • Peter Thiel, otro asesor presidencial, es cofundador de la empresa de análisis de datos y monitoreo de información (big data) para clientes públicos y privados de todo el mundo, Palantir Technologies, además de miembro del consejo de dirección de Facebook, inversor inicial en la misma empresa y amigo personal de Mark Zuckerberg.

Tanto Bannon como Thiel permitieron a Trump desentenderse de estadísticas y expertos, recurriendo a técnicas propagandísticas y propias del espionaje digital: el resultadismo del big data explicó al entorno de Trump la evolución de determinados mensajes populistas en redes sociales y comunidades.

Futuro del crimen organizado

Y, así, se materializó la paradoja: un personaje tan pre-tecnológico como el baby-boomer Donald Trump, que presume de no leer, muestra tendencias reduccionistas y conspiratorias, y desdeña la veracidad del relato político, accedió, a través de facilitadores como su yerno Jared Kushner, al análisis de datos más sofisticado (que influyó sobre el resultado en las elecciones).

Mensaje chusquero de matón mafioso y mentalidad anclada en Las Vegas, y big data de guante blanco (y negro). Sabemos que no será la única vez en que individuos, grupos o instituciones sin escrúpulos influirán sobre la opinión pública y los propios resultados electorales gracias a la habilidad de analizar la reacción de millones de personas en tiempo real… a una fracción del coste de analistas, análisis de opinión y estudios de expertos.

Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy
Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy

Los modelos matemáticos a los que tienen acceso quienes controlan las “cajas negras” de estos nuevos centros de análisis a medio camino entre la inteligencia artificial y el big data no sólo pueden aplicarse a cualquier ámbito: su complejidad, control privado y opacidad bloquean cualquier supervisión pública efectiva, desestabilizando el debate público y el propio modelo de reparto y supervisión del poder en las democracias liberales.

Asimismo, el análisis adaptable, pormenorizado y contextualizado (en función de las necesidades) de la información que explica cuáles son nuestras, creencias, preferencias, aspiraciones, obsesiones y preferencias de compra, puede acabar en manos de actores surgidos de novelas pulp, películas de Scorsese y diatribas distópicas (con perfil ciberpunk, de hortera de Las Vegas, o à la Torrente, tanto da):

  • el crimen organizado en toda su extensión y riqueza, con o sin conexiones internacionales, atento o no a los avances tecnológicos de los que, en última instancia, se aprovecha;
  • intermediarios facilitadores de espionaje industrial;
  • espionaje -informal o no- que involucra a agencias de inteligencia de otros países.

Las máquinas de escribir del círculo de Putin

Parafraseando al cofundador de Wired Kevin Kelly, todo lo que se digitaliza tiende a ser copiado. Es una propiedad de la conversión de la información en bits, del mismo modo que una sustancia líquida tenderá a buscar el más mínimo resquicio para seguir las leyes básicas de la gravedad.

Por eso, los asesores próximos a Vladímir Putin, ex agente del KGB, usan máquinas de escribir y papel numerado para que cualquier información copiada esté relacionada con una máquina de escribir determinada y un registro (fecha, autoría, etc.).

Podemos imaginar las consecuencias de cualquier filtración de información en semejante entorno de trabajo (que sí resistiría al análisis de los esbirros de Bannon, Thiel, etc.).

Dada la evolución expuesta, es fácil comprender el éxito de sistemas de mensajería encriptada, como Signal y sus competidores (Whatsapp, que utiliza también comunicaciones encriptadas, pertenece a Facebook, lo que incomoda a las tipologías más opacas de los usuarios mencionados, si bien la información de The Guardian sobre las posibles brechas de seguridad en la aplicación no ha sido demostrada mientras escribo estas líneas; el medio británico no se ha desdicho de la información).

La caída de los expertos

Cabe distinguir entre el concepto de análisis concienzudo de la realidad a partir de estadísticas, y la deformación o uso partidista de éstas. Los errores de bulto y la manipulación han acompañado la percepción de las estadísticas por el gran público desde el siglo XIX; ni siquiera los primeros catastros de población del despotismo ilustrado se escaparon de la imposibilidad de las estadísticas de representar la realidad en toda su complejidad.

William Davies:

“La ceguera ante la variabilidad cultural local es precisamente lo que hace convierte a las estadísticas vulgares y potencialmente ofensivas.

“Pese a estas críticas, la aspiración para retratar una sociedad en su totalidad, y de hacerlo con voluntad de objetividad, ha significado que varios ideales progresistas se hayan asociado a la estadística. La imagen de la estadística en tanto que ciencia social desapasionada es sólo una parte de la historia.

“La otra parte tiene que ver con la manera en que poderosos ideales políticos se fundieron con esas técnicas: ideas de ‘políticas basadas en evidencia’, racionalidad, progreso y construcción nacional fundamentadas en hechos, en vez de depender de relatos románticos.”

Lo que podemos perder

Sea como fuere, el uso de estadísticas representó un avance y permitió mejoras sistemáticas en sociedades atomizadas que, hasta la llegada de métodos de análisis y cuantificación, dependían de sistemas desfasados e incompatibles (registros eclesiásticos, censos de impuestos, fueros, etc.).

Si bien la crítica ha acompañado a las estadísticas desde su implantación, William Davies recuerda con acierto en The Guardian que nada ha tenido el mismo efecto sobre la credibilidad de los sistemas de registro y control que las democracias liberales se han dado hasta el varapalo populista en dos de los países que más hicieron por establecer y difundir técnicas de experiencia cuantitativa: Reino Unido y Estados Unidos.

Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy
Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy

El inversor George Soros (uno de los protagonistas, en calidad de víctima, del ataque “contra las élites” y contra quienes -dicen las teorías conspirativas-, manejan el mundo a su antojo), confía en que las instituciones democráticas estadounidenses resistan al embate del populismo de su brazo ejecutivo durante al menos cuatro años, y su pesimismo se centra ahora en la Unión Europea, uno de los experimentos -dice Soros- más esperanzadores lanzados a gran escala en las últimas décadas, al defender los valores de lo que Karl Popper llamaba “democracia abierta”.

Puede que Soros tenga razón y Estados Unidos supere la fiebre alta y las ansias totalitarias de su presidente.

Populismos de manual

Lo que no está demostrando capacidad de resistencia es la propia base que permite el debate inteligible y medianamente elevado en sociedades abiertas: el respeto por el sistema ilustrado de transmisión y mejora del conocimiento.

Cuando perdemos el celo por separar hechos fehacientes de bulos o ficción, la democracia deja de serlo (advirtieron, entre otros, el mencionado Karl Popper y otra huida de la barbarie nazi Hannah Arendt). Carl Sagan volvió a repetir el mensaje en 1995.

La confianza en expertos y en la base de lo que consideramos progreso ilustrado (aspiración empírica, facticidad, mejora de conjeturas usando técnicas de ensayo y error, confianza en el arbitraje de colegas científicos), asociada a las élites y desprestigiada por quienes aprovechan el descontento en la sociedad para ganar elecciones con mensajes repletos de atajos populistas de manual, podría llegar a un punto de no retorno:

“En cierto modo, el ataque populista contemporáneo a los ‘expertos’ surge del mismo resentimiento que el ataque sobre representantes electos. Al hablar de la sociedad en su conjunto, al tratar de gestionar la economía en su conjunto, tanto políticos como tecnócratas son retratados como si hubieran perdido el sentido de la realidad y no supieran qué siente un ciudadano particular.

“Tanto estadistas como políticos han caído en la trampa de ‘observar como un Estado’, usando la terminología del politólogo anarquista James C. Scott. Referirse científicamente a la nación -por ejemplo, en términos macroeconómicos- es un insulto para aquellos que preferirían depender de la memoria histórica y la narrativa para su sentimiento nacional, y están cansados de que les expliquen que su ‘comunidad imaginada’ no existe.”

¿Familiar?

¿Fórmulas de Coca-Cola en ámbitos de interés público?

El principal ataque a métodos ilustrados presentes en estadísticas, ciencias sociales y aplicadas, parte de quienes se encuentran en posición de aprovechar modelos de ciencia computacional aplicados al análisis de información (los principales actores de big data en el mundo tecnológico y sus acólitos), y quienes todavía mantienen su compromiso por un conocimiento público de los principales indicadores (herramientas esenciales para que la opinión pública vote distintas orientaciones para avanzar en cuestiones complejas).

La batalla entre la cocina cerrada (o caja negra, si se prefiere) de empresas como Facebook o Palantir, y los tradicionales expertos factuales (estadísticas, representantes de distintos campos de las ciencias sociales y aplicadas como economistas, sociólogos, periodistas, etc.).

Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy
Fotograma de la adaptación cinematográfica (2009) de la novela “La carretera” (2006), escrita por Cormac McCarthy

De momento, el gran público, incluso el más y mejor informado, ha logrado descifrar que asistimos, en la superficie, a una batalla encarnizada entre las políticas de los hechos (la aspiración empírica, con valores ilustrados y progresistas) y las emociones de lo reaccionario.

La reacción no es, en esta ocasión, romántica, sino un mero huésped, rudo y superficial, del auténtico virus: los chicos que controlan la cocina del big data no quieren compartir su fórmula de la Coca-Cola, arguyendo que ellos no producen la información, sino que simplemente la interpretan.

Modelo Theranos: secretismo y opacidad para tirar por la tangente

El análisis a gran escala a partir de modelos matemáticos inspirados en la física -expone acertadamente Cade Metz en un artículo para Wired– no quiere compartir sus hallazgos con la opinión pública.

Y, todavía más preocupante, estos actores no tienen ningún incentivo para compartir sus hallazgos con el gran público, sino todo lo contrario. El escándalo de la startup médica Theranos nos muestra a dónde puede llevarnos el macabro secretismo de Silicon Valley, que los inversores en torno a estas empresas justifican con el pretexto de acelerar hallazgos.

Pero, ¿qué ocurre cuando un modelo empresarial centrada en acelerar resultados a gran escala colisiona con la propia estructura de las sociedades donde operan y, a menudo, tienen su sede y trabajadores estratégicos?

Willian Davies en The Guardian:

“La cuestión que debe tomarse con mayor seriedad, ahora que los cálculos son generados constantemente a nuestra espalda y más allá de nuestra comprensión, es preguntarse dónde la crisis de la estadística deja a la democracia representativa.

“Una sociedad post-estadística es una proposición potencialmente aterradora, no ya porque carecería de cualquier aspiración a la veracidad o al oficio del experto, sino porque las privatizaría drásticamente. Las estadísticas son uno de los pilares del liberalismo, o de la Ilustración misma.”

Hay cosas en juego.

Quizá todavía no hayamos digerido el riesgo al que asistimos.

Futuro

En el mejor de los escenarios, Estados Unidos da una lección a su presidente totalitario y resiste a su prueba de fuego, el Reino Unido hace lo propio y quienes se han dejado llevar por emociones y espejismos con regusto a chivo expiatorio, vuelven a confiar en unos valores que tantos frutos dieron a su país…

El escritor y guionista estadounidense Cormac McCarthy, autor de la novela post-apocalíptica “The Road” (“La carretera”, 2006)
El escritor y guionista estadounidense Cormac McCarthy, autor de la novela post-apocalíptica “The Road” (“La carretera”, 2006)

Y la Unión Europea evita, aunque sea en el último toque de campana, abrazar una nueva deriva populista que nos devuelva ante el espejo deformado de La tierra baldía, El Guernica o las pinturas negras de Goya.

Mejor confinar al arte la proyección de nuestras pesadillas.

Fundido a cero mientras un grupo de niños europeos se aleja, jugando y silbando, por un camino compartido. Delante, un porvenir todavía suyo.