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Cambio climático visto por políticos y sector privado

Al Gore en Sevilla, el IPCC en Valencia, Bill Clinton en Madrid. El tema sobre la mesa en todos los encuentros: el cambio climático. Durante las últimas semanas, la lucha oficial y oficiosa contra el cambio climático visita España, y parece que las personalidades e institución mencionadas no vienen en busca de fotos, o que no tienen necesidad de ellas.

Parecería que España es el máximo garante europeo contra el calentamiento global. Tras las fotos, las declaraciones solemnes y las intenciones, algo quedará. Esperemos.

El meteosat y el cambio climático

Si no se puede saber a ciencia cierta qué tiempo va a hacer en los próximos días, cómo se van a conocer las consecuencias de la actividad humana sobre el cambio climático, decía un político español hace poco.

Sin ánimo de unirme a la broma, ya que creo que medios de comunicación más grandes y con más intereses y prebendas que faircompanies se dedican precisamente a eso, a comentar y responder a cosas sin interés real debido a que las elecciones de marzo lo ocupan todo; decir que en otros países, Estados Unidos inclusive, ni siquiera los políticos más conservadores se permiten el lujo, a estas alturas, a desmentir la relación entre el ser humano y el calentamiento del planeta.

Y menos tan cerca de unas elecciones. El ruido mediático de las elecciones es especialmente molesto para quienes gustan de leer información, a poder ser con una caducidad de más de un día y sin las graciosas paráfrasis verbales que se usan en los teletipos de agencia que todo el mundo copia.

Los que leen otras lenguas nos vamos no ya a los medios extranjeros en Internet, sino a los blogs de las firmas que sabemos que se dedican tranquilamente a dar noticia, y bien, sobre lo que saben. Al menos, es lo que hacen algunos conocidos.

Ocho años para empezar a actuar

De la última reunión en Valencia del IPCC, grupo de especialistas de la ONU que debate y pretende aportar soluciones contra el calentamiento del planeta y sus consecuencias, ha surgido el informe en el que se estima que, en ocho años, deben descender las emisiones globales de CO2.

Además de alertar sobre las distintas consecuencias del cambio climático en las próximas décadas, de Valencia también ha salido el mensaje de que, sin la colaboración política expresa de Estados Unidos y China, la lucha contra el cambio climático va a ser poco fructífera.

Que el IPCC se reuniera en Valencia este noviembre, que Al Gore estuviera hace poco hablando sobre su iniciativa de lucha contra en cambio climático en Andalucía; o que Bill Clinton, presidente en la administración que Gore participara como vicepresidente, hable también sobre el cambio climático en Madrid, dice mucho de la importancia de la cuestión.

Comparar el calentamiento global con análisis meteorológicos resulta todavía más fuera de contexto, tras enumerar la importancia que parece tomar la cuestión.

Aparecen tanto por España Gore y sus compañeros de Nobel, y ahora Clinton, que la prensa generalista y económica se hacen eco de ello, según convenga.

El diario Expansión le dedicó a Gore una página entera el 19 de noviembre (Los negocios de Al Gore). La información habla de los negocios e inversiones privadas del estadounidense, del tamaño y factura eléctrica de su mansión en Tenessee y de otros detalles.

Los políticos en EEUU: ya nadie se ríe ni niega el cambio climático

Como la UE, los científicos del IPCC aseguran que, sin el respaldo de las medidas políticas adecuadas, como la firma de tratados posteriores a Kioto que garanticen la reducción de emisiones de un modo vinculante, la lucha contra el cambio climático no será efectiva.

Si los políticos en Estados Unidos -históricamente no intervencionistas, respetuosos con el libre mercado, la independencia de las instituciones, el concepto de “accountability” en las empresas y los organismos públicos, y todo eso que despectivamente se llama política “liberal” desde la Europa continental- son los que tienen que decidir, veamos qué piensan los políticos estadounidenses.

La opinión de los mencionados Al Gore y Bill Clinton, que lució en Madrid una chapa en su chaqueta de apoyo a la candidatura presidencial de su mujer, da pistas sobre la más que posible posición futura de Estados Unidos en relación con el cambio climático.

Hillary

Hillary Clinton demostraría la prudencia y moderación del cargo de presidenta; aunque se conoce su posición favorable a ayudar, no entorpecer, las “medidas políticas” que el IPCC y la UE dicen que deben ser tomadas.

El círculo de Hillary Clinton, de ganar las elecciones de 2008, coincidirá a grandes rasgos con el grupo de asesores que la Administración española ha fichado para elaborar su programa electoral (otra vez las elecciones de marzo). Entre ellos, Nicholas Stern, Jeremy Rifkin y Wangari Matthai. Es decir: no habrá grupo de presión que se oponga a luchar contra el cambio climático en Estados Unidos, de ganar los demócratas en 2008.

La revista británica The Economist, que no se lanza a aventuras informativas, ofrece pistas en el número del 17 de noviembre de 2007 sobre la visión que la alta política estadounidense tiene en relación con el cambio climático.

Las cosas, al parecer, están cambiando, y el poder legislativo de este país ya habla abiertamente sobre posibles medidas federales para frenar e incluso reducir las emisiones contaminantes provocadas por su industria.

“El Congreso se empieza a tomar el cambio climático muy en serio”, dice el semanario. “Para comprobar cómo la actitud del Congreso sobre el cambio climático está cambiando, basta mirar a la propuesta de ley sobre la seguridad climática en EEUU (America’s Climate Security Act, ACSA).”

“Es una ley que pretende limitar y en último término reducir las emisiones de efecto invernadero. Por un lado, es promovida por John Warner, un republicano que se opuso en el pasado a cualquier medida similar. Por otro, se ha ganado el apoyo de Max Baucus, un senador de Montana cuyos apoyos, que proceden de la industria de la extracción de carbón, odian la idea.”

La publicación aclara a continuación que republicanos y demócratas no se pondrán de acuerdo para aprobar una ley que estableciera un mercado de derechos de emisión similar al europeo, sobre todo teniendo en cuenta la cercanía de las elecciones. No obstante, “incluso los senadores republicanos están dispuestos a hablar sobre el tema.”

Comercio de emisiones en Estados Unidos

ACSA, la propuesta legislativa sobre comercio de emisiones apoyada por algunos republicanos, probablemente no será aprobada.

Tampoco supone una medida demasiado ambiciosa; lo que pretende es subvencionar con derechos de emisiones a sectores tan contaminantes como el del carbón, debido a que lo recaudado por la compra de derechos se revertiría en compensaciones indirectas a los sectores más contaminantes.

Hillary Clinton y otros candidatos demócratas están más a favor de que la Regional Greenhouse Gas Initiative tenga un alcance federal. La RGGI es una iniciativa regional contra los gases de efecto invernadero, un esquema de comercio de derechos de emisión mucho más ambicioso que entrará en vigor en el nordeste estadounidense y que “intenta evitar los errores europeos“, según The Economist.

En lugar de ofrecer gratis derechos de emisión a empresas contaminantes, algunas de las cuales se han dedicado en Europa a vender sus derechos a otros y obtener, a cambio, grandes beneficios sin apenas realizar ningún cambio, RGGI subastará todos los derechos, de manera que quien contamine, tendrá incentivos claros para dejar de hacerlo: el riesgo de pagar mucho dinero por seguir emitiendo gases. Es más barato y lucrativo, por tanto, invertir en contaminar menos.

Habrá dinero para las tecnologías limpias

Clinton cree que una iniciativa similar, a escala estadounidense, hará que la tecnología limpia (conocida como “greentech” o “cleantech“), se convierta en una nueva y próspera industria de alta tecnología, como ya ocurrió en los noventa con la eclosión de Internet y las telecomunicaciones móviles. Las empresas preferirán, según esta idea, innovar a seguir siendo contaminantes.

Parece que Estados Unidos quiere estar en el pacto global contra el cambio climático que sucederá a Kioto, sólo vinculante para los países que lo han firmado hasta 2012.

Y, si ganan los demócratas, el cambio podría ser, si cabe, más radical: las empresas del nuevo sector de las tecnologías limpias, el capital riesgo y la iniciativa empresarial quieren liderar la “cleantech”.

California ya está preparando sus leyes para ello. Al fin y al cabo, Silicon Valley mira actualmente hacia la Web 2.0 y hacia las oportunidades “verdes” con el mismo interés.

Las universidades, los centros de investigación, las empresas -tanto grandes corporaciones como “startups”- y el capital riesgo, se han adelantado a las medidas políticas y trabajan en todo tipo de tecnologías, algunas alocadas o demasiado técnicas para quienes no somos científicos, y otras ya listas para ser comercializadas.

Las universidades y la industria: mejor no esperar a los cambios políticos

Mientras los expertos del IPPC nos indican que queda menos de una década para actuar seriamente contra el cambio climático o sus consecuencias más graves no podrán ser atajadas, universidades y científicos norteamericanos no se han parado a ver qué dice su gobierno; o no esperan a la victoria demócrata en las próximas elecciones.

Martin LaMonica explica en News.com que científicos, universidades y centros de investigación de empresas privadas trabajan en campos como el de la geoingeniería: proyectos a gran escala cuyo -polémico- objetivo consistiría en alterar artificialmente el medio ambiente.

La ingeniería a escala planetaria no es una idea nueva, aunque es sólo ahora, cuando se intenta postergar el calentamiento global, cuando hay fondos, sobre todo privados, que invierten en estas investigaciones.

Se plantea, por ejemplo, fomentar el crecimiento masivo de plancton en los océanos para generar oxígeno, o la puesta en órbita de un espejo gigantesco que evitara la incidencia de la luz sobre Groenlandia y, por ende, la desaparición de los glaciares y el aumento del nivel de los océanos.

Geoingeniería: a grandes problemas…

La geoingeniería pretende solucionar a tiempo lo que la timidez política y la falta de acción para reducir la incidencia de las principales actividades contaminantes.

Según el World Resources Institute, las emisiones de gases invernadero en 2000, se llevaron a cabo en los sectores: generación de electricidad y calor (24,5% de las emisiones globales); deforestación (18,2%); industria (13,8%); agricultura (13,5%); transporte (13,5%); desechos (3,6%); otros sectores (12,9%).

La geoingeniería se centra en soluciones límite. El químico Daniel Schrag, profesor en Harvard y especialista en el estudio de los cambios climáticos sufridos por la Tierra a lo largo de su historia, se muestra “asustado” ante la posibilidad de utilizar de forma generalizada soluciones a gran escala, sobre todo porque sus efectos son difíciles de prever.

“La geoingeniería quizá sea una idea terrible pero podría ser mejor de la alternativa, que consistiría en dejar que los gases invernadero siguieran creciendo de manera incontrolada.”

Capturar CO2, imitar volcanes, árboles artificiales

La geoingeniería centra sus esfuerzos, públicos y privados, en ideas como la captura masiva de dióxido de carbono o la imitación del efecto de las grandes erupciones volcánicas del pasado, que emitían sulfuro; los sulfatos en la atmósfera generados generarían aerosoles que enfriarían las temperaturas.

La captura de dióxido de carbono a gran escala parece ser la técnica de geoingeniería que gana más adeptos a ambos lados del Atlántico.

Dos empresas, Planktos y Climos, pretenden estimular el crecimiento de plancton en los océanos con determinadas sustancias que “fertilizarían” las aguas (Planktos quiere generar oxígeno que más tarde vendería en forma de créditos de emisión).

Otras ideas, como la captura o “secuestro” de CO2 de la industria o incluso la atmósfera y su almacenamiento bajo tierra, son tenidas en cuenta también en Europa para reducir las emisiones en la generación de energía a partir de carbón.

El Departamento de Energía de Estados Unidos subvenciona el proyecto FutureGen, una futura planta de generación de energía con tecnología para secuestrar las emisiones y, en el mismo proceso, producir hidrógeno, la eterna promesa entre los combustibles limpios.

Y una empresa privada, Powerspan, asegura poder eliminar el 90% del CO2 y gases contaminantes emitidos por las plantas de generación que usan carbón.

El profesor de la Universidad de Columbia (Nueva York) Klaus Lackner habló en una conferencia sobre geoingeniería en Cambridge sobre otro método que, en este caso, suena más a ciencia ficción que a una solución a corto plazo: la creación masiva de árboles artificiales, capaces de imitar, aunque de un modo mucho más eficiente, uno de los métodos naturales que más dióxido de carbono capturan de la atmósfera.

La geoingeniería pretende paliar los efectos del cambio climático, aunque no reducir las actuales emisiones. De ahí que muchos especialistas se opongan a su empleo a gran escala no sólo por los impredecibles efectos sobre la Tierra.

Hacia dónde va el capital riesgo

Es interesante saber dónde invierten su dinero personas tan influyentes como el californiano Vinod Khosla, uno de los inversores de capital riesgo más reputados de Silicon Valley.

Khosla invirtió en Sun Microsystems o Google, entre otras empresas, cuando sólo eran ideas en manos de jóvenes emprendedores. O Larry Page, amigo personal de Khosla y fundador de Google, junto a Sergey Brin. Page y Brin comparten con Khosla una pasión: invertir en ideas prometedoras relacionadas con tecnologías limpias (la mencionada “cleantech”).

Los empresarios más influyentes de Silicon Valley suelen apostar por ideas con ciertas posibilidades de futuro, y los márgenes de error en una cultura tan individualista y emprendedora como la de la Bahía de San Francisco, se suelen sopesar debidamente.

Koshla, que invierte en proyectos de tecnología sostenible a través de su firma de capital riesgo Khosla Ventures, es sólo uno más entre varias firmas que ayudan a nuevas empresas no ya de Internet, sino de campos como el de la mencionada geoigeniería, el transporte verde (híbridos, eléctricos, hidrógeno, biocombustibles), la construcción sostenible, la industria química y de plásticos verdes, los servicios y la consultoría.

La investigación y desarrollo entre las grandes empresas, desde el proyecto de creación de nuevos productos sostenibles de General Electric, hasta la apuesta de la alemana por desarrollar -también en EEUU- bolsas de plástico biodegradable, tampoco parece esperar a que la clase política solucione posibles desaguisados políticos.

Keith Gillard, responsable de las inversiones en capital riesgo de BASF en Norteamérica, comentaba recientemente a faircompanies, durante una conferencia a la que asistimos en San Francisco, que las tecnologías verdes son un buen negocio, “aunque todavía hay menos proyectos interesantes que dinero disponible para invertir en ellos”.

Ideas

Esta declaración de Gillard (ver vídeo relacionado -en inglés-) supone toda una llamada a los emprendedores: explicad vuestras ideas. Si son buenas, habrá dinero sobre la mesa para desarrollarlas.

Tanto las pequeñas empresas como los gigantes industriales que se han interesado por las tecnologías sostenibles no lo hacen, y de esto no habrá duda, por buenismo o desinteresada filantropía, sino por oportunidad de negocio.

Tanto la necesidad (atajar el cambio climático) como el cambio de los hábitos de consumo o compra de empresas y consumidores concienciados con el problema parecen ser vistos cada vez más como mercados, y no problemas que esconder.

Incluso la clase política estadounidense está dispuesta a sentarse a hablar.