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Casas de clima-extremo: ¿interés real o moda “survivalista”?

¿Es la construcción a prueba de catástrofes uno de los mercados residenciales con más futuro, o un termómetro del miedo atávico contra catástrofres naturales que siempre han existido?

Con tornados y huracanes azotando grandes ciudades e inundaciones sin precedentes en símbolos de civilización como Manhattan, la “arquitectura extrema” despierta por primera vez el interés del gran público.

Arquitectura y planificación urbanística a prueba de desastres

Las previsiones científicas auguran fenómenos climáticos más crudos, frecuentes e imprevisibles. El dato no interesa sólo a gobiernos y compañías de seguros, sino a constructores, arquitectos y familias que investigan y recuperan técnicas de edificación de casas a prueba de clima extremo.

Desde huracanes a tornados, pasando por períodos prolongados de lluvia o sequía, olas de calor, vendavales, etc.: los fenómenos meteorológicos pondrán cada vez más a prueba el músculo económico y la capacidad de planificación de extensiones cada vez mayores, así como la capacidad de resistencia de edificios e infraestructuras.

De la paranoia survivalista a prevenir los efectos de catástrofes

Las zonas templadas del hemisferio norte donde se registran más fenómenos meteorológicos devastadores (por ejemplo, los estados limítrofes con el Golfo de México), lideran este nuevo interés por la arquitectura a prueba de clima extremo, combinando técnicas concebidas para futuras misiones espaciales, o para instalar bases en la Antártida o el Círculo Polar Ártico; con la tradición “survivalista” de Europa y Estados Unidos, nacida en la Guerra Fría.

Rememorando los edificios blindados, refugios contra explosiones y refugios nucleares de la Guerra Fría, los nuevos edificios diseñados para resistir crisis planetarias corren el peligro de confundirse con los búnkeres subterráneos erigidos en zonas rurales de Estados Unidos y Europa para el día después de una hipotética guerra nuclear, o con las bizarras estancias reforzadas (en ocasiones, poco menos que pseudo-cápsulas espaciales) para resguardarse de riesgos como ataques, invasiones, tornados, etc.

Las ciudades secretas para el “día después”, a menudo totalmente subterráneas, excavadas en Estados Unidos, la extinta Unión Soviética o el Reino Unido, quizá sean vistas en el futuro con el interés y perplejidad con que interpretamos en la actualidad las catacumbas parisinas.

Gestionando un mejor “día antes” para un “día después” más llevadero

Las reminiscencias distópicas de este tipo de arquitectura han alimentado la cultura pop durante décadas, desde cómics de superhéroes a Godzilla, pasando por el más contemporáneo cuento apocalíptico de Cormac McCarthy The Road y su secuela cinematográfica. También nutrieron a sectas e individuos pseudo-mesiánicos, en ocasiones trágicamente.

Los refugios subterráneos y habitaciones de seguridad (“panic rooms”) son el símbolo de la paranoia de una época donde existía la certeza de que había que protegerse contra las acciones de un enemigo humano: la superpotencia antagónica, o la incertidumbre del “día después”.

(Imagen: Hugh Broughton Architects)

Estos refugios sobreviven al “gran desastre” nunca acaecido, en ocasiones, probable y confesable (refugios contra armas químicas y biológicas o radiación nuclear en países amenazados); en otras, más sonrojante (hay refugios pensados contra invasiones alienígenas).

La naturaleza sustituye al ser humano

Ahora, estas mismas construcciones parecen menos alocadas, no ya para protegerse de las armas de un hipotético enemigo humano, sino para inspirar la nueva construcción “extrema”, para guarecerse y sobrevivir con entereza a los cada vez más frecuentes terremotos, tornados, ciclones, nevadas y lluvias devastadoras, etc.

Más que pandemias o desastres causados por la actividad humana (conflictos bélicos, colapso social, terrorismo), la arquitectura survivalista se escuda contra el carácter cada vez más imprevisible del clima, siguiendo los patrones de conducta de las grandes compañías de seguro.

Para tener una idea de la razón, basta mirar este gráfico publicado por The Economist, donde se registra el recrudecimiento de las catástrofes naturales en las últimas décadas y, como consecuencia, el aumento de la factura indemnizadora de las aseguradoras.

Arquitectura “survivalista” ancestral

A lo largo de la historia, muchas tradiciones arquitectónicas se han adaptado al medio, contrarrestando catástrofes climáticas y naturales con diferentes estrategias:

  • casas elevadas y casas en árboles para evitar inundaciones y ataques inesperados de poblados limítrofes, en determinadas tribus de Filipinas y Nueva Guinea;
  • casas flotantes, o erigidas en lugares aislados y riscos elevados;
  • viviendas mínimas que acompañan a pueblos nómadas (a menudo tiendas), fáciles de montar, desmontar y transportar; o viviendas mínimas provisionales construidas en el lugar de uso con material abundante (desde adobe, madera y matojos a hielo, en los pueblos inuit);
  • edificios semienterrados (“pit-houses”) y casas-cueva para resguardarse de tempestades y aprovechar la inercia térmica del subsuelo;
  • etc.

Estrategias adaptativas a largo plazo: Inuit vs. Norse en Groenlandia

John Gluffo recuerda en un artículo para Forbes que, sin contar con la última tecnología, el ser humano se ha adaptado para habitar en casi cualquier lugar y clima, desde los desiertos más inhóspitos a las junglas más densas.

(Imagen: Hugh Broughton Architects)

Esta habilidad para adaptarse a entornos hostiles no ha evitado el colapso histórico de varias civilizaciones, como explica Jared Diamond en su ensayo Collapse.

Asimismo, hay sociedades que se adaptan mejor que otras a cambios dramáticos o entornos aislados, lo que explicaría por qué los inuit permanecieron en Groenlandia después de que la primera colonia vikinga, establecida en el siglo X, se esfumara sin dejar rastro en el siglo XV, coincidiendo con la Pequeña Edad del Hielo.

Campo de pruebas inhóspito: arquitectura para la Antártida

En climas extremos, la capacidad adaptativa ha sido crucial para la supervivencia, pero sólo la tecnología ha hecho posible mantener bases permanentes en un territorio inclemente jamás poblado hasta tiempos modernos: la Antártida.

Si algún lugar sirve de avanzadilla técnica hacia la construcción de bases estables en otros planetas, ese territorio es el continente antártico, el último en ser descubierto y poblado (todavía en la actualidad, sólo cuenta con bases bajo distintas banderas y finalidad científica o militar.

Con la actual tecnología, las bases de la Antártida no son autosuficientes e importan energía, alimentos, vituallas y edificios cada vez más futuristas.

Las condiciones climáticas del continente ponen a prueba a los distintos constructores especializados en diseñar habitáculos que soporten una temperatura media anual de -17 grados Celsius y una temperatura mínima registrada de -89,3 grados, la más baja jamás anotada en la tierra.

La Antártida es, además, el continente más seco, un desierto de nieve con una sequedad del aire que supera a la de los desiertos cálidos y vientos que en ocasiones superan los 300 km/h.

Una estación científica en la Antártida

La empresa japonesa Misawa Homes se ha especializado en casas para bases de la Antártida. La mayoría de los edificios de la estación científica japonesa Showa, son obra suya.

La estación Showa, erigida en 1957, podría inspirar una colonia en otro planeta: 60 edificios elevados de distinto tamaño descansando sobre pilares metálicos, donde predominan las formas rectilíneas y el aspecto modular de los contenedores logísticos, con pequeñas aperturas que eviten la pérdida térmica.

(Imagen: Hugh Broughton Architects)

Las casas Misawa de este destacamento, erigidas a partir de 1967, tienen una sola capa de aislamiento y usan un sistema de adhesión de paneles de madera para mantener el aislamiento térmico del interior: durante meses, la base soporta temperaturas de hasta -50 grados Celsius y rachas de viento de hasta 60 metros por segundo (216 km/h).

Construido para durar… incluso en la Antártida

Misawa usó el encargo en la base de la Antártida para perfeccionar sus sistemas modulares “monocasco”, resistentes a vientos huracanados y terremotos, y los usa en el sector residencial de Japón.

Si las viviendas antárticas fueron diseñadas para soportar 100 años de clima extremo, los modelos comercializados en entornos urbanos cercanos a recientes terremotos y tsunamis.

Para ello, la empresa usa materiales ancestrales con técnicas avanzadas de ensamblaje y encolado: desde armazones de madera encolada a marcos rígidos de cerámica, cuya capacidad de carga soporta la presión de fenómenos como terremotos, huracanes y tsunamis, en un país que conoce el riesgo objetivo de estos acontecimientos.

El siguiente paso: casas con “sistema nervioso”

Misawa integra sensores en sus edificios para recabar información en tiempo real sobre el rendimiento de la estructura de una vivienda en momentos de emergencia.

El sistema MGEO detecta y registra actividad sísmica y, a partir de esta información, la estructura del edificio se prepara para actuar en consecuencia: la vibración se amortigua y el desplazamiento de la estructura se reduce en situaciones extremas.

Misawa no es la única compañía trabajando en sensores para el hogar: varias empresas, entre ellas startups de Silicon Valley, ultiman productos para controlar el comportamiento y optimizar el rendimiento de viviendas, usando sensores y aplicaciones accesibles desde el móvil o cualquier terminal.

“Mundo conectado”: un contexto que habla entre sí

Las aplicaciones domésticas a partir de sensores se engloban en una tendencia tecnológica que se acelera y que Wired llama el “mundo programable“: los lugares y objetos físicos son el nuevo software, y tanto sensores como pequeños circuitos (placas base como Arduino) y ordenadores (placas computadora como Raspberry Pi) contribuirán a que nuestro entorno se hable entre sí y reaccione en consecuencia.

Los sensores microelectromecánicos conforman la estructura del “polvo inteligente“, una red inalámbrica de minúsculos circuitos, robots y otros dispositivos (“motas” o nodos), que reducirán su tamaño hasta ser imperceptibles como un grano de arroz o incluso un grano de arena.

Estas “motas” recopilarán datos, realizarán operaciones y las transmitirán a otros nodos o centros de datos conectados a distancias de hasta varias decenas o centenares de metros.

“Polvo inteligente” como catalizador de acontecimientos

El “polvo inteligente”, unido a una mayor competencia en programación orientada a objetos (OOP en sus siglas en inglés), permitirán a cualquier entusiasta del DIY-BYO (hazlo tú mismo, constrúyelo tú mismo) crear redes de datos que conviertan nuestra realidad inmediata en el equivalente a un sistema nervioso de las cosas.

Los sensores serán, en definitiva, un detector y catalizador de acontecimientos (también de desastres potenciales), así como una avanzadilla de nuestra reacción ante cambios bruscos o riesgos. Permitirán a usuarios, arquitectos y empresas de construcción perfeccionar sus edificios (a la carta, modulares, experimentales, etc.) a prueba de desastres.

Si empresas como Misawa han usado su experiencia en la Antártida para perfeccionar técnicas de construcción y aislamiento contra fenómenos naturales y climáticos extremos, otras firmas estudian la complejidad de entornos como el bosque tropical para sus diseños adaptativos.

Casas adaptativas en entornos boscosos y selváticos

En su artículo para Forbes sobre viviendas para climas extremos, John Gluffo menciona otro ejemplo de arquitectura adaptativa con tintes survivalistas para el siglo XXI: una casa de 3 plantas inspirada en casas-árbol, construida por la firma Nitsche Arquitetos Associados a las afueras de Sao Paulo.

A medio camino entre la arquitectura moderna de mediados del siglo XX y la corriente orgánica derivada de ésta, con reminiscencias del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, o del estadounidense Frank Lloyd Wright, esta vivienda funde su interior con el entorno usando cristal y una estructura sobria y ligera que se sirve de acero y cemento.

En la tercera planta, a la altura del dosel, se observan los alrededores, mientras la segunda planta se integra en el interior del bosque, en esta construcción camaleónica que se alía con la vegetación como si ésta fuese un escudo o epidermis natural contra los acontecimientos naturales y climáticos extremos. Esta segunda piel:

  • absorbe aguaceros;
  • evita corrimientos de tierra;
  • amortigua movimientos sísmicos; 
  • regula la temperatura;
  • protege de vientos huracanados;
  • puede proporcionar alimento;
  • etc.

Arquitectura para un mundo donde avanza la aridez

Y del frío seco, inhóspito y con vientos huracanados de la Antártida y el bosque lluvioso de la selva atlántica de las afueras de Sao Paulo (Brasil), al árido y asfixiante Outback australiano; allí, en el interior de Victoria, el estudio Paul Morgan Architects ha erigido una casa con vocación de integrarse en su entorno árido y desnudo.

La vivienda, con aspecto futurista, se adapta al entorno emulando los principales condicionantes del paisaje: el sol inclemente y el viento cálido, que inciden sobre cualquier vocación de verticalidad, comprimiendo la superficie de las escasas plantas y animales, e incluso las piedras, que destacan por su erosión en uno de los territorios geológicos más antiguos de la tierra.

Perdiendo la cuenta de acontecimientos extremos

Los acontecimientos naturales y de clima extremo se aceleran e intensifican, dicen las estadísticas, y la memoria colectiva de las últimas generaciones acumula más información que nunca antes sobre estos fenómenos.

La “tormenta del siglo” (marzo 12-15 de 1993) en el Atlántico desde el Caribe a Canadá; el tsunami en el Índico del 26 de diciembre de 2004; los huracanes de 2005 en el Golfo de México (incluyendo a Katrina); Tōhoku, el terremoto y posterior tsunami que barrió la costa occidental de Japón en marzo de 2011.

Todavía en la retina, el huracán Sandy, el tornado de Oklahoma o las inundaciones en Centroeuropa a principios de junio de 2013 (galería fotográfica).

Casas e infraestructuras de resisten y se (auto)reparan

Son sólo algunos de los acontecimientos más significados y recientes de un listado interminable. De ahí que la tecnología a prueba de desastres naturales abandone el nicho survivalista y se imponga en compañías de seguros, constructoras especializadas en obra civil e infraestructuras, gobiernos, firmas de arquitectura, etc.

Como ha quedado en evidencia en los acontecimientos mencionados, las infraestructuras básicas deben responder a nuevos retos, se trate de centrales nucleares, cables de Internet submarinos o centros de datos.

Por ejemplo, Oklahoma City, azotada por tornados periódicos, planea un centro de datos preparado para soportar rachas de viento de… 500 km/h (310 mph).

Las nuevas viviendas, edificios e infraestructuras incorporan nuevas técnicas, materiales y tecnologías (entre ellas, el “polvo inteligente” comprendido por “motas” o sensores-nodo que recopilan e intercambian información).

Códigos técnicos de edificación y “arquitectura para desastres”

Los códigos de edificación de zonas sísmicas (San Francisco, Tokio) o susceptibles de registrar desastres climáticos (Florida y el resto de estados del Golfo de México) sirven como avanzadilla de las nuevas técnicas: edificios con sensores y cimientos que basculan, estructuras que resisten rachas de viento huracanado, sistemas de drenaje contra inundaciones, etc.

En el otro extremo del espectro de la construcción para catástrofes, prolifera la arquitectura provisional para responder a desastres naturales o humanitarios, con recomendaciones de instituciones como el Instituto Americano de Arquitectura.

De las tres fases en que puede dividirse cualquier asistencia ante desastres (emergencia, ayuda, recuperación), la última se centra en reconstruir de la manera más efectiva.

Según el Instituto Americano de Arquitectura, los proyectos de reconstrucción en zonas con riesgo elevado de desastres requieren una planificación a largo plazo y comprensiva, que fortalezca el tejido de la comunidad, reduzca riesgos y acelere futuras reconstrucciones.

De la Antártida a otros planetas (para volver a la tierra)

Si la firma japonesa Misava ha aprovechado su experiencia diseñando casas a prueba del clima inhóspito de la Antártida para aplicarlas a continuación en sus productos comerciales en Japón, empresas y agencias del futuro podrían servirse de proyectos en otros planetas para mejorar la resistencia de las viviendas en las zonas de mayor riesgo de nuestro planeta.

De momento, las bases en la luna, Marte o incluso algún asteroide con atractivo para prospectores de minerales siguen en el ámbito de la prospectiva y la ciencia ficción.

Pero saltos tecnológicos como el avance del “mundo programable” y el nacimiento de empresas espaciales comerciales podría hacerlo plausible en apenas unas décadas.

Por de pronto, las nuevas ideas, viejas técnicas recuperadas (si son superiores a las aplicadas en las últimas décadas) y tecnologías ahora en fase experimental tienen un campo de acción y experimentación inabarcable en nuestro peculiar planeta.

Viviendas de clima extremo

Recopilamos a continuación 10 viviendas a prueba de clima extremo.

1. Casas en la estación japonesa Showa, en la Antártida (por Misawa Homes)

2. Casa Avenel en Victoria Central, en el árido “outback” australiano (por Paul Morgan Architects)

3. Residencia Hof en el fiordo Skakafjördur, Islandia (por Studio Granada Architects)

4. Residencia Rondolino en Scotty Junction, Nevada (por nottoscale)

5. Estación Antártica Juan Carlos I (por Hugh Broughton Architects y AECOM)

6. Cápsula prefabricada Igloo Satellite Cabin para entornos extremos (por Malcolm Wallhead & Icewall One)

7. Residencia prefabricada Inuksuk para el Ártico canadiense (por Richard Carbonnier)

8. Casa a prueba de tifones tropicales Villa 921 en Iriomote-jima, Japón (por Harunatsu Archi)

9. Bunker geotérmico en la isla aleutiana de Atka, Alaska

10. Cabina Arctic Mobile Unit (por Andrey Bondarenko de 2-B-2 Architecture)