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Casas que transpiran: vuelve el AC evaporativo (efecto botijo)

Europa vive unos días de calor, con temperaturas superiores a 35º C en amplias zonas de la vertiente atlántica del continente y registros superiores a 40 grados en los momentos más calurosos.

La Real Academia Española recuerda la riqueza léxica para referirse a este tipo de episodios: acaloramiento, ardor, bochorno, calorina, calorón, chajuán, chicharrera, estuosidad, fervor, flama, fogaje, quemazón, resistero. La sutilidad semántica de cada una de las expresiones se acomodará a las características locales de episodios que requieren concienciación y responsabilidad.

En zonas de Europa Central, como el sur de Alemania, los ganaderos han establecido prácticas como la hidratación y ducha por aspersión de los animales para evitar episodios dramáticos como los de las previas olas de calor en la zona, repetidos en varias ocasiones en los últimos años.

Durante episodios de calor extremo, el diseño urbanístico (y su atención al uso de parques, fuentes de agua y vegetación) y la concienciación de la población puede reducir el riesgo de insolación, crisis cardíacas o complicaciones en niños, ancianos y pacientes con dolencias crónicas.

Abrigarse del viento abrasador de los vedas

La intensidad de la nueva ola de calor en Europa Occidental, que se adelanta a junio en esta ocasión, no es comparable a las temperaturas a las que deben habituarse los habitantes de los gigantescos valles fluviales en el norte del subcontinente indio.

Allí, al pie del Himalaya, en las tierras fértiles de la llanura indogangética, entre los sistemas fluviales del Indo y el Ganges, el calor ambiental se hace insoportable durante los días de mayo y junio en que el loo, un viento fuerte, caliente y seco, barre la región a primera hora de la tarde.

Procedente de los desiertos del noroeste del subcontinente, este viento del Oeste anuncia unos días de verano en que la población de la región se sabe vulnerable: algunas tardes, el loo contribuye a que la temperatura supere los 50ª Celsius, causando sequedad que la región se cubre de tonalidades ocres y marrones.

Aumentan fenómenos como los golpes de calor en la región, sobre todo entre personas vulnerables expuestas durante un tiempo prolongado a la corriente abrasadora del loo. La última ola de calor registrada en la región, a mediados del pasado mayo, es la más extrema desde que se empezaron a registrar las temperaturas, con temperaturas de 50,8º Celsius en Churu, Rajastán. En Nueva Delhi, la capital (y la megaciudad con la peor calidad de aire del planeta), los termómetros alcanzaron los 48 grados.

La climatización que calienta la temperatura ambiental y global

A consecuencia de la ola de calor, 184 personas murieron en el estado de Bihar, en el noreste de la India, si bien las cifras ascienden a varios centenares en la región. La falta de preparación ante la inminente y cíclica sequía, pone de relieve los retos que asume la llanura indogangética: contaminación extrema del aire y los cursos de agua, sequías cada vez más acentuadas, y episodios de calor en mayo y junio cada vez más pronunciados.

Entre las autoridades de la región, pocos dudan de la relación directa entre la acentuación de las olas de calor y el calentamiento del planeta: desde 2004, la India ha registrado 11 de los 15 años más calurosos desde que se tiene registro.

El efecto bioclimático de la refrigeración por evaporación inspira diseños arquitectónicos que pretenden diseñar viviendas que transpiran como organismos vivos (mediante estrategias análogas a éstos, como la protección epidérmica en momentos de radiación solar directa y la porosidad: el «sudor», acompañado de la brisa, contribuye a refrescar)

Los días de mayo y junio más inclementes en el norte de la india, cuando el loo sopla sin tregua y ni siquiera los adultos más preparados osan permanecer durante un tiempo prolongado en zonas expuestas a la corriente abrasadora, constituyen un campo de pruebas sobre la evolución del clima en las zonas templadas y subtropicales del hemisferio norte.

En Europa, autoridades locales y medios de comunicación recuerdan a la población comportamientos de sentido común otrora asumidos por la población de la región y hoy, en plena era de la climatización, olvidados.

La irrupción del aire acondicionado como solución contra el calor extremo repercute, paradójicamente, sobre el clima local y global. Por un lado, la concentración de aparatos en zonas urbanas incide sobre la temperatura ambiental a pie de calle: en momentos de uso intensivo —debido, por ejemplo, a olas de calor como la presente—, el aire acondicionado urbano aumenta la temperatura ambiental entre 1 y 1,5 grados Celsius.

La modernidad redescubre la refrigeración por evaporación

A escala global, la expansión del aire acondicionado contribuye a acelerar el propio calentamiento del planeta, al representar en torno al 10% del consumo mundial de electricidad (según la Agencia Internacional de la Energía) y usar gases frigoríficos que inciden sobre la concentración de gases con efecto invernadero.

Las zonas urbanas sin vegetación, zonas de corrientes arboladas y próximas a cursos o reservas de agua, ni una tradición constructiva atenta a técnicas de climatización y refrigeración en el interior de la vivienda, deberán adaptarse a un contexto climático cada vez más expuesto a episodios extremos: desde la segunda década hasta el final del presente siglo, las olas de calor extremo duplicarán o triplicarán su presencia, según la zona.

Gráfico explicativo de un refrigerador evaporativo: la técnica ancestral del «efecto botijo» inspira nuevos modelos «low tech» de elevada efectividad y bajo consumo

Más de la mitad de la población mundial reside en ciudades, y los recién llegados lo hacen en situaciones precarias y contextos de habitabilidad que acrecientan fenómenos como epidemias y golpes de calor. En este contexto, los métodos ancestrales para luchar contra el calor recuperan su utilidad y a menudo garantizan la supervivencia.

Cuando el calor es seco, el uso de técnicas de refrigeración por evaporación (en el contexto mediterráneo, el efecto climatizador —o «efecto botijo», o refrigeración por evaporación— de los patios interiores con zonas de sombra, vegetación y agua, tal y como presenta idealmente el Patio de los Leones de La Alhambra) garantiza el frescor a la sombra incluso en los días más calurosos.

De manera similar y a escala urbana, un núcleo de población que combine calles y plazas arboladas con zonas sombrías a pie de calle soportará mejor el transcurso de episodios extremos.

Durante la Edad del Bronce (entre el tercer y el segundo milenio a.C.), la cultura argárica del sudeste de la Península Ibérica alcanzó niveles de sofisticación considerables. Entre los utensilios cotidianos, se encuentra el precedente histórico del botijo (como el de la imagen, hallado en Benianián, Murcia)

Un refrigerador entre el Indo y el Nilo

El intercambio comercial y cultural acaecido en Eurasia desde la Antigüedad, que el académico y ensayista Peter Frankopan denomina «rutas» (plural) de la seda, no sólo permitió la llegada de ideas y manufacturas chinas e indias hasta el Mediterráneo, y a la inversa, sino que también permitió el intercambio de técnicas de construcción, ornamentación, supervivencia, etc.

Si la sofisticación matemática surgida en el valle del Indo (invención del número cero inclusive) llegó al Mediterráneo a través del comercio de mercancías e ideas sostenido en Asia Central durante generaciones, otro tanto puede decirse de la refrigeración por evaporación.

Un refrigerador de cerámica como los empleados durante la Edad del Bronce en el valle del Indo y el delta del Nilo: dos vasijas porosas separadas por arena húmeda permiten refrigerar el ambiente y el contenido de la vasija interior, cuya agua fresca mantiene en buen estado vegetales y hortalizas

Se han hallado refrigeradores de dos vasijas en distintos puntos de Eurasia desde el surgimiento de las primeras civilizaciones urbanas.

Estos dispositivos de refrigeración natural consisten en una vasija exterior de cerámica porosa que aloja una vasija interior repleta de agua. Entre ambos recipientes, una cámara de arena húmeda garantiza el intercambio térmico derivado de la porosidad del material y la evaporación de agua en el ambiente.

Este sistema, que se ha utilizado en la cultura del valle del Indo en 3000 aC, combinó varios usos: almacenar agua potable; garantizar la refrigeración natural de vegetales antes de su ingesta (los alimentos flotaban en el agua del contenedor interior); y refrigerar el ambiente. En el otro extremo de Eurasia, en Iberia, el botijo, el contenedor de arcilla cocida cuya porosidad refrigera el agua de su interior, mantuvo su presencia en los hogares hasta bien entrado el siglo XX.

La función olvidada de plantas domésticas, fuentes y estanques

Muchos de quienes hemos permanecido en contacto con la ruralidad española o mediterránea en general, recordamos el uso intensivo de técnicas ancestrales (hoy llamadas, acorde con el «globish» que se impone en nuestro tiempo, técnicas «low tech») para refrigerar el ambiente, el agua de boca, los alimentos.

Gráfico explicativo de un refrigerador evaporativo: la técnica ancestral del «efecto botijo» inspira nuevos modelos «low tech» de elevada efectividad y bajo consumo

La refrigeración tradicional que se sirve de la porosidad de materiales —como el propio suelo de un patio interior o una calle recién regada y la arcilla de un recipiente poroso como un botijo o un refrigerador de dos vasijas—, requiere apenas tres elementos de fácil acceso en amplias zonas de climas templados y subtropicales: un flujo de aire relativamente seco, una fuente de agua y —a poder ser, aunque no es imprescindible— un entorno vegetal que acabe de regular el ambiente y garantice sombra durante los meses calurosos.

La cerámica porosa descubierta en el valle del Indo se asemeja a las vasijas que aparecen en los frescos ornamentales de otra civilización avanzada durante la misma era, aunque a miles de kilómetros hacia el Oeste: relieves del Imperio Antiguo de Egipto, datados en torno a 2500 a.C., muestran a esclavos creando una corriente de aire artificial con abanicos sobre vasijas repletas de agua.

La misma técnica de refrigeración inspiraría la instalación de fuentes y estanques en el patio interior de las viviendas de distintas civilizaciones entre el Creciente Fértil y el mediterráneo occidental, desde Sumeria al Levante, pasando por las técnicas del mundo creto-micénico y, posteriormente, de Grecia, Cartago y Roma.

Consejos de la abuela contra olas de calor

Hoy, incluso el norte europeo se interesa por las viejas prácticas de la Europa mediterránea. Las olas de calor de la mitad norte francesa son a menudo más intensas que las experimentadas en el sur del país; el 24 de junio, Soazig Le Nevé publicaba la información más leída de la jornada en la versión electrónica del diario Le Monde.

La información contenía consejos de la abuela para superar la canícula en un país cuya falta de cultura para aplacar el calor extremo acrecentó los efectos sobre la población de riesgo de la canícula de 2003; mientras España capeaba el bochorno con algo más que experiencia, las autoridades francesas afrontaron con desconcierto las consecuencias de varios días de temperaturas diurnas y nocturnas superiores a los 35º C en dos tercios de las estaciones meteorológicas del país.

La botijería es una industria tradicional española, presente de un modo u otro en cada hogar rural hasta bien entrado el siglo XX: el efecto evaporativo de la porosidad en la arcilla cocida que conforma el recipiente permite beber y conservar el agua fresca, además de contribuir a la climatización (por evaporación ambiental) del lugar donde se emplaza

Durante la canícula de 2003, Francia contó en un principio 3.000 muertes asociadas al episodio, que luego tuvo que aumentar a 5.000, para situar al final en 10.400. Un estudio elaborado unos meses después aumentaba más la cifra, y la situaba en 14.802.

Las consecuencias culturales de semejantes episodios recientes han dejado huella en el imaginario del norte europeo. El artículo de Le Monde evoca ciertos consejos básicos que garantizan un mínimo confort en el interior de viviendas y espacios que carecen de climatización o que prefieren no depender de ésta.

Corriente interna: el efecto chimenea

La estrategia principal, tanto en entornos rurales como urbanos, consiste en preservar la temperatura más baja de la jornada en el interior de la vivienda: durante el día, las aperturas del edificio deben impedir la entrada de aire caliente y luz directa (mediante el uso de voladizos, vegetación, toldos, contraventanas, cortinas, etc.).

Durante la noche, por el contrario, ventanas y puertas entre estancias deben abrirse y garantizar corrientes nocturnas, que refrescarán la vivienda y garantizarán temperaturas razonables si, por la mañana, se procede otra vez a impedir la incidencia del aire de la calle y la luz directa (pues el objetivo es mantener el frescor en el interior de la casa).

Un compañero veraniego ancestral: el botijo blanco

Le Monde habla también del «efecto chimenea» de las corrientes de aire en viviendas con más de una planta, en un país con una amplia implantación rural y un parque de viviendas tradicional en el que son frecuentes las viviendas unifamiliares rurales o de pequeñas localidades con al menos dos plantas y tejado a dos aguas con ventanas practicables: consiste en abrir durante la noche al menos una ventaja en la planta baja de la vivienda y una ventana de las practicadas en el tejado, para que el aire caliente acumulado durante la jornada acelere su evacuación y el aire fresco nocturno descienda.

El diario elude detalles sobre otras técnicas ancestrales tan frecuentes en las zonas menos húmedas del Midi francés como en Italia o la Península Ibérica: el riego de superficies porosas y plantas garantizará el «efecto botijo» local gracias a la evaporación ambiental.

Viviendas bioclimáticas que saben transpirar

Otra fuente de calor evitable durante olas de calor es el uso intensivo de aparatos eléctricos, desde electrodomésticos cuyo empleo puede evitarse a aparatos electrónicos: el sentido común nos recordará que trabajar con el portátil sobre los muslos no es lo más adecuado.

Por múltiples razones, los métodos ancestrales para combatir el calor, desde la refrigeración por evaporación a las recomendaciones de los sistemas estéticos y constructivos tradicionales (sobre cerramientos, corrientes de aire nocturnas y mantenimiento de la temperatura interior durante el día, sobre aprovechamiento de la inercia térmica de una construcción, etc.), pasando por una alimentación rica en agua, adquieren el sentido que la climatización moderna parecía haber restado.

Diseño «low tech» de aparato de refrigeración evaporativa: a diferencia del aire acondicionado convencional, la refrigeración por evaporación no requiere electricidad (y, por tanto, no contribuye al aumento local o global de las temperaturas)

Nada como acudir a un humilde patio interior con superficie porosa, plantas ornamentales y un pequeño aljibe para dejarse llevar por reflexiones de ahora y de siempre, pequeñas y universales.

E imaginar un futuro en el cual las viviendas bioclimáticas sean suficientemente «inteligentes» y humildes para recuperar los principios biomiméticos del «efecto botijo». En ocasiones, las viviendas pueden emular la transpiración de los organismos para refrescarse con su propio sudor en el interior de ropajes que protegen, como un buen imohag del desierto.

Una fuente evocada

Quizá allí, en nuestro pequeño rincón fresco ajeno al calor de una tarde de bochorno, podamos tener nuestro pequeño momento de introspección y evocaciones, distintas a las de Proust pero valiosas para nosotros.

«Bodegón con cacharros», óleo sobre lienzo, 1650. Obra del pintor extremeño Francisco de Zurbarán (1558-1664)

En ese instante, quizá el rincón con sombra, plantas y agua, se convierta en un humilde Patio de los Leones, donde evocar algunos de los versos que Ibn Gabirol escribió sobre el lugar:

Hay un estanque rebosante, parecido al mar de Shlomoh,
aunque no descansa sobre toros;
la actitud de los leones en su orilla
es como la de cachorros rugiendo a la presa,
derraman sus entrañas como manantiales,
vierten agua por su boca como ríos;
hay ciervas plantadas junto a los canales,
huecas para que puedan correr las aguas,
y humedecer las plantas en los arriates;
en el césped brotan aguas puras,
con las que se riega el huerto de arrayanes:
ramas frescas que van extendiendo,
con un aroma como de perfumes,
cual si estuvieran sahumadas con mirra.