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Cómo compensar nuestro CO2 (I)

La falacia sobre las emisiones de CO2 de un individuo: que cualquier persona preocupada por el impacto de sus actividades sobre el medio ambiente pueda seguir consumiendo como siempre, ya que luego podrá saldar sus deudas con la naturaleza comprando derechos de emisiones (carbon offsetting). No es tan fácil.

Para muchos ciudadanos con un cierto nivel educativo y económico, es sencillo continuar conduciendo un gran todo terreno (conocido con las siglas de SUV en Estados Unidos), acaparar millas de vuelo o poner a todo trapo el aire acondicionado, sin sentimiento de culpa; siempre que después uno no se olvide de pagar a alguien, con el clic de un ratón, para que plante árboles de mango en la India o instale paneles solares en Uganda, y así compensar el desaguisado energético provocado.

Coldplay, Leonardo DiCaprio, Land Rover, los taxis londinenses, los premios Oscar de la Academia de 2006 y la principal compañía eléctrica de Seattle (Washington, EEUU); todos han pagado para eliminar su huella de carbono, o eso es lo que se nos ha explicado. La realidad es algo más complicada que plantar el equivalente de árboles por lo contaminado.

Para una industria medioambiental con tanto éxito -el mercado de compra voluntaria de derechos de emisión (“carbon offsetting”) está valorado en más de 100 millones de dólares-, es sorprendente cuan difuso e imperfecto es el modelo sobre el que se basa. Los problemas incluyen:

  • Los subsidios relacionados con las emisiones de carbono a menudo financian a las industrias contaminantes.
  • El dióxido de carbono que desprenden los árboles y el emitido con la quema de combustibles fósiles no son intercambiables: el carbono que emitimos conduciendo el coche no equivale al dióxido secuestrado plantando un árbol.
  • Los viveros de árboles que son plantados como compensadores de emisiones en los países en desarrollo a menudo desplazan a las poblaciones locales y las emisiones de CO2 de la industria afectan la salud de la población local, de modo que la compensación por estas emisiones no puede ser completamente exportada a localizaciones a menudo remotas. Quienes padecen la concentración de una industria contaminante seguirán sufriendo sus causas, de consolidarse el nuevo esquema.
  • Las actuales emisiones de CO2 no son intercambiables con el futuro proceso de “secuestro de carbono”: no se puede pagar por la contaminación actual con la captura de proyectos que pueden tardar décadas, o incluso un siglo, en ofrecer su fruto.
  • La industria de compensación de emisiones no está regulada.
  • Las numerosas empresas dedicadas al offsetting no gastan la mayor parte de sus ingresos en proyectos de reducción de CO2.
  • Debido a la habitual dependencia de intermediarios, los proyectos son a menudo mal gestionados y los índices de fracaso pueden ser elevados.

A medida que investigadores y científicos detectan los defectos de este modelo, basado en la vaga compensación de un consumo que, debido a estos mecanismos, no decrece o invierte en aumentar su eficiencia, cada vez más organizaciones aconsejan a consumidores y gobiernos que eviten una solución a nuestra adicción a los combustibles fósiles tan simple como engañosa.

“Necesitamos ver acciones constructivas tales como la supresión de subsidios gubernamentales a la explotación petrolífera, más que la implantación de esquemas científicamente poco consistentes para ‘compensar’ por el continuo consumo de combustible, lo que simplemente deja un problema todavía peor a las futuras generaciones”, aconseja Heidi Bachram, de Carbon Trade Watch.

Defectuoso desde su nacimiento

El primer proyecto de compensación de emisiones, lanzado en 1989, fue desarrollado por una empresa energética estadounidense, Applied Energy Services (AES), para lograr la aprobación de los reguladores en la construcción de una planta energética de carbón en Connecticut, a cambio de plantar 50 millones de pinos y eucaliptos en Guatemala, que no eran nativos de la zona, y teóricamente “absorber las emisiones de dióxido de carbono generadas durante la vida de la planta energética.”

Cuando el proyecto fue evaluado, 10 años más tarde, la compensación de las emisiones se encontraba muy por debajo de lo esperado y, según la profesora Hannah Wittman, hizo fallida en varios niveles. No únicamente “denegó el acceso a los bosques a la población de la zona”, privándoles de acceso a sus actividades de subsistencia, sino que las especies de árbol plantadas eran “a menudo inapropiadas para el clima y para sus suelos pobres.”

Finalmente, la planta energética alimentada con carbón fue construida en Connecticut, mientras Guatemala padecía nuevos problemas, tales como conflictos locales en torno a los derechos sobre los árboles, así como la falta de pago a los granjeros que habían ayudado a plantar los bosques. “El principal problema es que no aborda las emisiones de efecto invernadero. Al contrario, la idea es: ‘Convirtámonos en un negocio que permita a las plantas locales contaminar, y esa pobre gente de Guatemala arreglará por nosotros el desaguisado.'”

Pagar por árboles moribundos y proyectos ya iniciados

Tras dos décadas desde el primer proyecto, la industria no parece haber aprendido de sus errores. Tomemos la experiencia de Coldplay (grupo de música pop británico, cuyos miembros se han mostrado sensibles a la situación del planeta).

En 2002, la banda pagó a la firma CarbonNeutral Company para compensar el lanzamiento de su álbum, A Rush of Blood to the Head, mediante la plantación de 10.000 árboles de mango en la India. CarbonNeutral Company financió a su vez a una empresa India, que pagó a un grupo de campesinos para hacer el trabajo.Tal y como destapó The Daily Telegraph, el 40% de los árboles plantados habían muerto cuatro años más tarde.

A la Academia de Hollywood, encargada de entregar los Oscar, no le fue mucho mejor. Los organizadores pagaron para intentar neutralizar el “estilo de vida” (¿ritmo de consumo?) de cada asistente mediante el pago de derechos de emisión a la empresa TerraPass Inc. para reducir las emisiones equivalentes a las generadas en un año por el estilo de vida de una estrella de cine: 50 toneladas de CO2 (45.500 kilogramos de dióxido de carbono, concluyeron).

Uno de los mayores proyectos de reducción de CO2 de TerraPass consiste en invertir en un vertedero de Arkansas que neutraliza los desechos para eliminar las emisiones de metano; no obstante, según una investigación de la revista BusinessWeek, la planta de proceso de basura, Waste Management Inc., había planeado las reducciones incluso sin el dinero de TerraPass, al haber sido planificado de antemano.

Las compensaciones de emisiones de las estrellas de Hollywood se convirtieron en beneficios extra para una empresa que factura 13.000 millones de dólares; y no se trataba de la única firma que se benefició del sentimiento de culpa de Hollywood. De los otros seis desarrolladores de proyectos de compensación trabajando con TerraPass que BusinessWeek pudo contactar, cinco aseguraron que “las compensaciones no habían jugado un papel fundamental en su decisión de reducir las emisiones.”

Subsidiando a las industrias contaminantes de los países en desarrollo

Irónicamente, las compensaciones de CO2 pagadas por miembros de los países desarrollados a cambio de su “derecho” a contaminar sin culpa, a menudo financian a empresas contaminantes en los países en desarrollo.

En un escenario ideal, los proyectos de compensación de gases contaminantes -tanto si se trata de la obligación de cumplir con el Protocolo de Kioto a través de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), o de donaciones voluntarias-, fueron concebidos para financiar proyectos de energías renovables (eólica, marina o generada con las mareas, geotérmica o micro-hidrológica). Pero pronto se comprobó que estas inversiones no son tan rentables como el mero hecho de pagar a las grandes empresas contaminantes para que contaminen un poco menos.

“Los esquemas de compensación de emisiones que se toman la molestia de respetar los derechos de las comunidades, por otro lado, tienden a resultar dificultosos, caros, con una viabilidad sólo a largo plazo o difíciles de llevar a cabo políticamente. De un modo revelador, sólo el 2% de los derechos de emisión provenientes de los proyectos MDL registrados son generados por proyectos de energías renovables, mientras más de dos tercios provienen de las grandes instalaciones que destruyen gases industriales o queman metano de vertederos o minas de carbón.”

Contamina en casa y limpia en cualquier otro lugar

Más allá de la escandalosamente pobre planificación y mala gestión de los proyectos, incluso si las empresas y personas a las que se garantizara que los proyectos que financiaban con la compensación de sus derechos de emisión financiaran energías renovables, todo el concepto de compensaciones de emisión parte de un modelo erróneo.

Se asume que los mecanismos de compensación equivalen a que podemos contaminar en nuestro propio entorno -ya sea conduciendo un coche ineficiente, ya sea empleando calefacción y aire acondicionado a todo trapo en nuestros hogares- y después, simplemente pagando un poco de dinero, todo ello será limpiado (“neutralizado”, aseguran) a través de proyectos en otro país, sobre todo de África, Asia o América del Sur.

El problema estriba en que la ciencia no apoya esta ecuación.

Mientras el impacto del CO2 sobre el calentamiento global podría no afectar directamente al propio entorno ambiental de una empresa contaminante, las partículas que acompañan la quema de combustible que la factoría lleva a cabo ponen en riesgo el ecosistema de la comunidad. He aquí algunos de los contaminantes relacionados con la combustión y sus presuntos o conocidos efectos, según la revista The New Internationalist:

  • Microcontaminantes Orgánicos Tóxicos: una amplia gama de sustancias que, debido a su tamaño, pueden penetrar fácilmente los pulmones y causar problemas de salud. Algunos de sus efectos conocidos incluyen ataques de asma más frecuentes, problemas respiratorios y muerte prematura.
  • Óxidos sulfúricos: causan lluvia ácida y la neblina grisácea que cubre el ambiente de las ciudades congestionadas (fenómeno conocido como ‘smog’).
  • Monóxido de carbono: interfiere en la capacidad de la sangre para llevar oxígeno a los tejidos de los organismos y deriva en numerosos efectos sobre la salud, incluyendo daños neurológicos, así como en el corazón y los pulmones.
  • Óxidos de nitrógeno: pueden causar daños en los pulmones y otros desórdenes respiratorios (también causa lluvia ácida y ‘smog’).
  • Arsénico: altamente tóxico; cancerígeno; numerosos otros efectos tóxicos.
  • Benceno: altamente tóxico; cancerígeno; trastorna los sistemas reproductivo y neurológico; anemia.
  • Mercurio: altamente tóxico, particularmente para los niños; neurológicamente tóxico.
  • Plomo: altamente tóxico, sobre todo para los niños; neurológicamente tóxico.
  • Ozono: daños en los pulmones; daños respiratorios.
  • Materia Orgánica Policíclica: cancerígena y tóxica para el sistema respiratorio.
  • Formaldehído: cancerígeno; daños respiratorios; provoca asma.
  • Butadieno: cancerígeno; daños neurológicos; enfermedades cardiovasculares.

Contamina ahora, limpia en 100 años

Otro inconveniente relacionado con el concepto de la compensación de emisiones es lo que Kevin Smith, de la revista The New Internationalist, llama “contabilidad al estilo Enron”; las empresas intermediarias que se dedican a poner en marcha los proyectos de compensación no tienen en cuenta el ciclo vital de estas acciones.

De manera que, mientras las emisiones de CO2 realizadas por alguien que dona para compensar un viaje aéreo se producen inmediatamente, el proyecto relacionado para compensar esta acción, ya se trate de la plantación de árboles o la construcción de una planta de energía eólica, tardará todavía tiempo en “neutralizar” las emisiones. Se calcula que hasta un siglo, en muchas ocasiones.

“Si una persona financia regularmente proyectos de compensación, sus emisiones crecen mucho más rápidamente que la velocidad con que sus actividades contaminantes son ‘neutralizadas’ -hasta el punto de que, lejos de conseguir una huella de carbono neutra, es más bien todo lo contrario-.”

Por qué el CO2 no es siempre CO2 y el problema con los árboles

Uno de los proyectos que requieren con mayor claridad un desarrollo a largo plazo es la plantación de árboles, aunque su lento crecimiento no es el único problema relacionado con la creación de bosques para neutralizar nuestras emisiones de CO2.

Además de los problemas derivados de la mala gestión, como el desplazamiento de comunidades locales por las grandes empresas o la propia plantación de especies de árbol no nativas, como el eucalipto -auténtico secador de acuíferos y sediento eucalipto, como todo habitante de la Galicia minifundista sabrá-, la lógica básica subyacente a plantar árboles para compensar por el CO2 emitido podría ser errónea.

La idea consiste en dar por sentado que los árboles absorben dióxido de carbono de la atmósfera capaz de compensar el emitido por la combustión de fósiles, pero este razonamiento ignora la diferencia fundamental entre los dos modos en los que el dióxido de carbono es retenido en nuestro planeta.

Existe la “reserva activa de CO2”, o dióxido de carbono que continuamente se mueve entre los bosques, la atmósfera y los océanos. En segundo lugar, existe la “reserva o fondo fósil de CO2”, condensada en las reservas de carbón, petróleo y gas. Ambos fondos son normalmente constantes, pero cuando realizamos prospecciones, extraemos y quemamos CO2 fósil para utilizarlo en nuestra actividad cotidiana, estamos trastocando este delicado equilibrio natural.

Oliver Rackham, botánico de la Universidad de Cambridge, declaraba a la revista The New Internationalist que “explicar a la gente que plante árboles [para aplacar el cambio climático] es como explicarles que beban más agua para evitar que el nivel de los océanos continúe ascendiendo.”

¿Pueden los árboles contener nuestro CO2?

No únicamente es imposible para los árboles plantados con el fin de compensar emisiones incidir sobre la reducción de la reserva de CO2 fósil, sino que es discutible incluso si pueden, y por cuánto tiempo, capturar dióxido de carbono activo (aquel que viaja a través de bosques, océanos y atmósfera).

Es probable que las plantaciones puedan proveer un almacenamiento temporal de CO2, aunque probablemente empieza a ser efectivo cuando los árboles tienen al menos 10 años de vida. Un problema añadido: cuando una localización es despejada para plantar árboles, se produce una emisión de CO2 por el roce de la materia orgánica de la tierra. Según investigadores de CarboEurope, sólo tras de una década desde la plantación el dióxido de carbono habrá compensado las pérdidas provocadas por la previa limpieza y preparación del terreno.

El director de CarboEurope, Han Dolman, explicó a The New Internationalist que algunos bosques plantados en suelos húmedos y llenos de turba nunca absorberán tanto CO2 como provocarán a través del proceso de plantación.

Un estudio encabezado por Johan Six, de la Universidad de California en Davis, concluía que el crecimiento de los árboles, así como su habilidad para capturar CO2, serán limitados si hay una cantidad insuficiente de nitrógeno en la tierra. Six explicó a SciDev.Net que los árboles pueden capturar CO2 sólo si el nitrógeno es añadido a la tierra “a niveles muy superiores a la típica contribución atmosférica.”

Asimismo, el equipo de investigación encontró que, además del nitrógeno, otros nutrientes del suelo eran también factores que limitaban el crecimiento de las plantas. “La conclusión -según Six- es que no podemos confiar en la naturaleza para limpiar el CO2 industrial emitido.”

Continuará…

En la segunda parte de este artículo, investigamos por qué algunos llaman a la industria de la compensación de emisiones “el Salvaje Oeste”: cómo la falta de regulación permite a proveedores, a menudo empresas con afán de lucro, a destinar porcentajes tan pequeños como el 25% de las donaciones recibidas a proyectos dedicados a reducir el CO2 en la atmósfera y por qué es tan difícil determinar con exactitud cuánto dióxido de carbono un vuelo o un viaje en coche llegan a emitir.

Además, estableceremos un ranking de proveedores de compensaciones sobre emisiones de CO2 (offsetters) y hablaremos sobre los sistemas de rating voluntarios que existen actualmente en este pujante sector.