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Coste marginal 0: avanza lo local en el mundo interconectado

Una de las falacias refutadas por Internet es que su propia expansión contribuiría al aglutinamiento de procesos, recursos y, en última instancia, culturas. Existe una opuesto, expone Jeremy Rifkin.

Jeremy Rifkin, profesor y autor de ensayos que exploran fenómenos tectónicos que han transformado la sociedad en las últimas décadas, argumenta en su último ensayo, The Zero Marginal Cost Society que, si acaso, Internet facilita lo contrario: el mayor uso e importancia de los recursos –gobernanza, energía, producción- locales, enriquecidos con Internet.

“Internet de las cosas” y poder local

El autor de El fin del trabajo (ensayo que exploraba las consecuencias de la robotización y deslocalización industriales en el mercado laboral poco cualificado: cuello azul), o Algeny (sobre las consecuencias de la ingeniería genética), entre otros títulos, cree que la consolidación de Internet y su expansión al mundo físico recuperan y propulsan la importancia de los entornos locales.

Proliferan las industrias (desde microempresas con factorías-boutique en centros urbanos a multinacionales como Zara y Volkswagen) que fabrican bajo demanda y evitan la inversión en excedentes de la producción a gran escala. Rifkin lo llama la sociedad de coste marginal cero.

Oportunidades de una Revolución Industrial con menos material y más servicio

Otros autores y publicaciones han coinciden a grandes rasgos con el análisis de Rifkin:

  • desde The Economist y su artículo sobre la “oportunidad” de una III Revolución Industrial basada en manufacturar bajo demanda y cerca del cliente;
  • a Erik Brynjolfsson and Andrew McAfee, que reflexionan sobre los riesgos y oportunidades de la automatización de los empleos de cuello blanco (por Internet y la Inteligencia Artificial) en una sociedad que transiciona hacia un nuevo modelo que destruye empleos no necesarios y premia otros difíciles de automatizar;
  • o el economista Tyler Cowen, que analiza -en ensayos como Average is Over, en su bitácora Marginal Revolution y en sus artículos para The New York Times– las estrategias (y trabajos) que más ganan y pierden en una sociedad que requiere menos trabajos profesionales con poca especialización, que habían propulsado las clases medias urbanas después de la II Guerra Mundial;
  • desde Silicon Valley, inversores y expertos como Marc Andreessen, Tim O’Reilly y Kevin Kelly, entre otros, han expuesto pareceres similares sobre la nueva realidad.

Mundo programable, cultura DIY, colaboración, yo cuantificable

La hipótesis de Jeremy Rifkin se erige en torno a la idea de que el poder de lo local (DIY y producción-boutique a pequeña escala, gobernanza -nuevas tendencias en urbanismo, autosuficiencia y autogestión, etc.-, energía…) sale reforzado con la ubicuidad de Internet en el mundo de los bits, pero también en el de los átomos, con la expansión de Internet al mundo físico:

  • el mundo “programable” de la Internet de las cosas;
  • sistemas de automatización de procesos para la Internet virtual y física que cualquiera puede usar, con servicios embrionarios como IFTTT (“If This Then That”);
  • confluencia y polinización cruzada de la cultura DIY digital (“hackers”) y física (“makers”), con raíces en la contracultura californiana (Stewart Brand-Whole Earth Catalog, Kevin Kelly-Wired, Lloyd Kahn-Shelter);
  • sensores y “polvo inteligente” (“smartdust“) para conectar todo con todo;
  • capacidad del individuo para personalizar su realidad inmediata “hackeándola” y obteniendo información objetiva para sus propios fines (mejora, autorrealización, optimización de tareas, etc.) con servicios del “Yo cuantificable“;
  • tendencia hacia productos que concentran más servicio (calidad, reparabilidad, “softwarización”) en menos material (lo físico es mercancía con escaso margen, mientras lo intelectual da los réditos).

[Partes de] la economía que tiende al coste marginal cero

Jeremy Rifkin cree que la transformación subyacente común a todos estos fenómenos es la importancia de lo local. Descrito como una balanza, a medida que los cambios suscitados por Internet alcanzan todos los ámbitos, aparece el poderoso contrapeso de los recursos y el conocimiento locales.

Cuanto más globales, más reconocemos la importancia de lo local y su contribución a una conversación interconectada al azar y en constante cambio -como organismo electrónico que emulara la complejidad y efectividad de los diseños capilares de la naturaleza, desde los micelios al sistema nervioso de los vertebrados- que alcanza todo el planeta.

¿Es contradictoria la aparente evolución hacia un entorno local “conectado” y fenómenos que han acelerado la globalización como la informática personal (años 70, 80 y 90), Internet (90-actualidad), la Internet sin cables (90-actualidad) y, ahora, la Internet de las cosas?

Renovables, impresión 3D/4D/CNC, hacer más con menos, innovación horizontal

Jeremy Rifkin considera que la “sociedad de coste marginal cero” en avance necesita la fuerza creativa, productiva, energética, política y cultural de los entornos locales debido a la confluencia de varios fenómenos, explica Andy Oram en su comentario sobre el ensayo para Radar:

  • Rifkin cree que las fuentes de energía renovables, instaladas por particulares y compañías y conectadas en una red de distribución “inteligente”, contribuirán a la autosuficiencia y economía de productores y comunidades; en el mundo real, hay tantos avances como retrocesos, con leyes que protegen a productores locales contra la competencia asiática (por ejemplo, Estados Unidos) y desincentivan la instalación privada (por ejemplo, España); las renovables acaparan la atención en los libros sobre el futuro, mientras avanzan el “fracking” y el carbón (se le llame “limpio” o no; “carbón limpio” continúa siendo un oxímoron);
  • con herramientas para “imprimir” productos (impresoras 3D y máquinas herramienta de control numérico (CNC) caseras y accesibles a micro-empresas y “cacharreros”, el hasta ahora usuario final y comprador “pasivo” de bienes de consumo se convierte en creador/personalizador, manufacturando cada vez más elementos de su entorno inmediato; los modelos de negocio pasan de ser el margen sobre el producto físico vendido (átomo) al servicio proporcionado (conocimiento, asesoramiento, software: bits);
  • la Internet de las cosas ayudará a los individuos a determinar su lugar y rol en una red inteligente que se adaptará a los estímulos y descartará ineficiencias; los mejor posicionados en este nuevo mercado serán quienes asuman papeles difícilmente sustituibles por un algoritmo;
  • el libre intercambio de cada vez más información, incluyendo diseños de objetos impresos con “alta tecnología” económica y casera, reduce y a largo plazo suprime la dependencia sobre modelos centralizados, surgidos en industrias protegidas por patentes diseñadas en una sociedad distinta (la industrial del siglo XIX surgida de la Ilustración); entre los pasos más firmes en las últimas décadas hacia esta nueva realidad adaptada a la sociedad del conocimiento: licencias de código abierto que traspasan el mundo del software y se internan en el físico; publicaciones que eluden el rígido oligopolio de las editoriales científicas, a menudo con intereses ajenos a la ciencia; leyes que limitan la irrupción de empresas que patentan ideas genéricas para luego demandar a los innovadores reales (“trolls” de patentes); etc.

Avance de lo hiperlocal en una red capilar que imita el sistema nervioso

En la sociedad del conocimiento, lo hiperlocal avanzaría, por tanto, gracias a ideas e innovaciones promovidas y distribuidas a través de la Red (descentralizada, sin jerarquías rígidas).

A medida que el uso e influencia de Internet se extienden en productos y servicios que afectan a todo nuestro entorno, se producen tensiones con realidades propias de modelos anteriores, tales como distribuidores tradicionales de contenidos de entretenimiento (P2P, iTunes, Spotify), alojamiento (Airbnb), transporte (Uber), etc.

La Internet de las cosas sugiere que seremos capaces de mejorar y personalizar tanto como queramos nuestro entorno inmediato, usando dispositivos de realidad aumentada y sistemas de medición de nuestro estilo de vida, trabajo, hogar, vehículo privado, etc.

Auténtica extensión de la sociedad P2P

Asimismo, Jeremy Rifkin apuesta, como otros autores, por el resurgimiento del individuo librepensador con mayor control “consciente” sobre su propia existencia gracias a la educación por Internet, a su vez surgida con la colaboración descentralizada entre individuos y organizaciones (“ethos” colaborativo o sociedad P2P).

Rifkin cree que la sociedad “colaborativa” o P2P reemplazaría el viejo capitalismo transformándolo, previendo una “empatía” que se extendería más allá del sentimiento de pertenencia a un determinado grupo, “y quizá a toda la biosfera”.

Rifkin, que suele estar acertado en sus análisis, también tiene una cierta proclividad a prever escenarios tan optimistas como faltos de aristas y tensiones siempre presentes.

Un ejemplo: su ensayo El sueño europeo, donde proclamaba que la Unión Europea como modelo de éxito social, político y económico. Muchas de sus previsiones en el libro, empezando por las reticencias de los países europeos a aceptar una constitución europea unánime por encima de las estatales, o las económicas y políticas (como han demostrado las tensiones de la deuda desde 2008 hasta la actualidad), no han sobrevivido la década desde su publicación (2004).

Efectos no tan positivos: polarización, populismo, manipulación del estado de ánimo, espionaje global

Tensiones como las observadas en todos los ámbitos en la Unión Europea durante los últimos años matizan parte del tecno-optimismo universal de Jeremy Rifkin:

  • Internet también sirve tanto para propulsar la empatía P2P como el populismo y los extremismos (es más fácil que nunca quedar y organizarse para paralizar sociedades por reivindicaciones a veces matizables o contraproducentes, casi siempre en busca del rédito a corto plazo por encima del bienestar a largo plazo);
  • las mejores soluciones y tecnologías no parten siempre de “comités” o ideas “pensadas en grupo”, como recuerda la vieja ironía que describe a un camello como un caballo diseñado en comité; muchas empresas basan su éxito en la determinación de un puñado o un único individuo que persevera incluso bajo la presión de los números y el corto plazo (Steve Jobs, Jeff Bezos);
  • un experimento llevado a cabo por Facebook demuestra lo que muchos sospechábamos: del mismo modo que existe el factor de la “viralidad” en los contenidos que alcanzan una popularidad exponencial por un “efecto onda”, logrando una difusión de la empatía, también es posible manipular en masa el estado de ánimo o de opinión de un grupo de personas elegido.

Por una Internet fiel a sus orígenes descentralizados y contraculturales

Defensores de la gobernanza mundial descentralizada y escrupulosa con las libertades individuales, como el desaparecido activista Aaron Swartz, han alertado sobre los riesgos de que gobiernos y organizaciones opacas controlen el acceso, la infraestructura y las comunicaciones en Internet.

El espionaje y la manipulación alcanzan nuevas cotas en la era del conocimiento P2P, el mundo conectado y la inteligencia artificial.

Más allá de la ausencia de voces (el propio Swartz, el fundador de Wikipedia Jimmy Wales, etc.) que se mantienen alerta ante leyes que suprimen total o parcialmente el control del individuo sobre su actividad en Internet, el último libro de Jeremy Rifkin acierta al exponer de manera convincente el poder de lo local en un mundo global.

La energía local, la producción local con nuevas tecnologías (3D-4D, CNC) y herramientas de conocimiento entre usuarios (P2P), o la educación libre y descentralizada sin el coste ni el corsé (de momento, también si el prestigio social y acceso laboral) de la educación tradicional, configuran una nueva economía.

Y, a largo plazo, quizá:

  • una nueva política menos atenta a las viejas divisiones ideológicas, respetuosa con las libertades individuales (también con la separación de poderes, la propiedad privada y los contratos, base de la prosperidad desde la Ilustración) y con mayor cintura para resolver problemas en función de cada realidad;
  • nuevos modelos de urbanismo, con códigos centrados en relativizar el impacto medioambiental y garantizar la seguridad de los ciudadanos, más que en restringir modelos de vivienda u organización a partir de ideas preconcebidas y realidades de hace décadas, ajenas a la sociedad actual;
  • nuevos valores, con filosofías de vida que promueven el bienestar y la autorrealización a partir de valores racionales (a partir de ideas clásicas como la felicidad racional –eudemonismo– y la búsqueda consciente de la excelencia –areté-).

Las herramientas son sólo herramientas

Veremos hasta qué punto Jeremy Rifkin y el resto de autores y expertos citados, incluyendo a quien firma este artículo, hemos confundido deseos/expectativas con proyecciones plausibles.

No siempre “lo nuevo” será lo transformador; del mismo modo, no siempre cambiarlo todo de pe a pa es lo atrevido y revolucionario.

En ocasiones, quizá no cambiar mucho (lo que ya funciona) es lo más difícil y revolucionario, ya que lo popular es optar por las mieles del corto plazo.

Los valientes, en muchas ocasiones, no son los más populares. A menudo, no reivindican el bienestar al que han contribuido con su comportamiento e ideas, a menudo a contracorriente.

Internet es, al fin y al cabo, una herramienta. El ser humano la utiliza.