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De la recesión al Green New Deal

La crisis económica mundial es una oportunidad, y no un obstáculo, para iniciar la Revolución Verde de la que hablan polí­ticos, pensadores y organizaciones. Ha llegado el momento de la acción.

Una cita extraída de un discurso ya olvidado:

“Una cosa que he hecho, es llamar a los bancos hipotecarios del sector privado para que sean más agresivos prestando dinero a quienes compran vivienda por primera vez. Y la respuesta ha sido realmente buena. Hay mucha gente en esto -nuestras comunidades de todo el país que se preocupan encarecidamente por la propiedad, y ha habido una gran respuesta.”
George W. Bush, Presidente de Estados Unidos (26 de marzo de 2004).

Facilidades para un simpático veinteañero

En 2006, Casey Serin, un entonces anónimo blogger de 25 años oriundo de Uzbekistán e instalado en Estados Unidos, saltó a la fama al actualizar su blog con información sobre cómo consiguió comprar en 2005 y 2006 ocho inmuebles a crédito en diferentes Estados, ofreciendo garantías más que dudosas.

Como explicaban entonces The Economist, USA Today o El País, Casey Serin acumuló hipotecas por valor de 2,2 millones de dólares sin avales reales. Su blog, tres años después, no está activo, pero el dominio daba cuenta del esperpento: www.iamfacingforeclosure.com (estoy al borde del embargo).

Ya a principios de abril de 2008, el Nobel de Economía Joseph Stiglitz decía que la presente crisis podría ser la peor desde la Gran Depresión de 1929.

Para economistas como Stiglitz, la crisis de las hipotecas subprime aventuraba lo que se ha avecinado después en los mercados financieros, conocido ya como la crisis económica de 2008.

Las hipotecas subprime eran un tipo especial de hipoteca que en Estados Unidos se concedía a clientes con poca solvencia para adquirir una vivienda. El superior riesgo de impago se gravaba con tipos de interés más altos, así como mayores comisiones bancarias.

La evolución ascendente del número de hipotecas impagadas y consiguientes embargos se confirma trimestre tras trimestre en Estados Unidos desde principios de 2007. El producto tóxico se convertía en detonante de la situación actual.

Vendedores de triples AAA y otras criaturas

Pese a que una quinta parte de las hipotecas concedidas en la primera economía del mundo en los últimos años eran consideradas “tóxicas”, las alarmas no han sonado en ningún momento.

En una economía tan desregularizada, el papel de supervisión es cedido por el poder legislativo a las llamadas agencias de calificación de riesgo (Standard & Poor’s y Moody’s son dos de las más importantes).

Si estas agencias hubieran cumplido con su papel de independencia, habrían advertido sobre el riesgo de los productos hipotecarios subprime, así como del inicio de la intoxicación de estos productos al resto del sistema financiero. Difícilmente deberán rendir cuenta ante la justicia por incumplir con la responsabilidad otorgada.

Barry Ritholtz, del blog económico The Big Picture, resume así el papel jugado por las agencias de calificación de riesgo en esta crisis: “la crisis crediticia fue creada por 1) unos créditos asegurados [de origen tóxico, ya que se dieron a gente que, en condiciones normales, no habrían podido acceder a ellos] que fueron 2) puntuados con una triple AAA por Moody’s y Standard & Poor’s…”.

Una triple AAA es el menor nivel de riesgo posible. Sobran los comentarios adicionales. Los vendedores de este tipo de cromos son tan peligrosos como los vendedores de enciclopedias.

La hipoteca basura podía ser objeto de venta y transacción económica entre entidades, lo que facilitó el contagio a todo el sistema financiero.

Su riesgo hizo que las empresas concesionarias (los bancos que las habían concedido) las transfirieran sistemáticamente a fondos de inversión y planes de pensiones (diagrama).

Una situación que ponía en riesgo de “contaminación” a todo el sistema bancario de las economías más desarrolladas e interconectadas del mundo. Los bancos realizan transacciones prestándose dinero a unos intereses impuestos en el mercado.

Este tipo de transacción se ha paralizado en los últimos meses hasta tal punto que se puede relacionar el crédito basura estadounidense con el endurecimiento de las condiciones hipotecarias en España, el Reino Unido o Australia.

La crisis suma, a principios de octubre de 2008, numerosas quiebras financieras, nacionalizaciones bancarias llevadas a cabo por algunos de los gobiernos supuestamente más liberales del mundo, intervenciones bancarias en todas las economías desarrolladas, descensos en las cotizaciones bursátiles y deterioro de la economía global real.

El listado de entidades financieras y empresas afectadas por la crisis crediticia provocada a partir de agosto de 2007 sigue aumentando.

Los cromos del batacazo

Desde agosto de 2007 y hasta octubre de 2008 ha habido numerosas entidades directamente afectadas por las subprime: First Magnus Financial, Banca March, American Home Mortgage, National City Home Equity, Blackstone, Netbank, Victoria Mortgages, UBS, Merrill Lynch, Inmobiliaria Llanera, Citigroup, Inmobiliaria Ereaga, Inmobiliaria Marbar, Grupo Contsa, Habitat Inmobiliaria, Bear Stearns, SEOP Obras y Proyectos, Grupo Sánchez, Martinsa-Fadesa, Inmobiliaria Lábaro, Nuepro, Expofincas, UBS AG, Freddie Mac y Fannie Mae, Lehman Brothers, Merryll Lynch, Washington Mutual, HBOS, AIG.

El 3 de octubre, tras pasar por las dos cámaras legislativas, Estados Unidos aprobaba un plan de rescate financiero diseñado por el secretario del Tesoro, el polémico Henry Paulson, que ha proporcionado 700.000 millones de dólares (480.000 millones de euros) para adquirir activos y reducir la fiscalidad.

Otras medidas se han sucedido en todo el mundo. La Unión Europea ha vuelto a mostrar que su economía está mucho más integrada que su estructura política. Varios países han aprobado medidas por su cuenta, con Irlanda en cabeza, y las principales bolsas siguen la senda descendente de Nueva York y los índices asiáticos.

El Dow Jones había cerrado el 26 de septiembre de 2008 por encima de los 11.000 puntos; el 3 de octubre, el mismo día que se ratificaba el “plan de rescate”, el mismo índice se situaba justo por encima de los 10.000 puntos.

Una semana después, el 10 de octubre, la Bolsa de Nueva York abría su sesión por debajo de los 8.600 puntos.

Del 5 al 10 de octubre, el índice Dow Jones Industrials había perdido el 18%, en su peor semana de la historia.

Los mercados siguen cayendo al mostrarse expectantes. No hay confianza y nadie presta dinero, por muy solvente que sea la entidad que pide el dinero. Incluso compañías que habían demostrado el tipo de solidez tradicional habían caído el 10 de octubre un 60% con respecto a valores anteriores a la crisis. Es el caso de Google.

El ratio “p-e” (“price-earnings”, o la relación entre el precio de la acción y las ganancias de la empresa) se encontraba en el mismo mes de 2008 al nivel más bajo desde 1985.

Tomando como guía este tipo de medición, no estaríamos ante un mal momento para invertir, si no hubiera miedo y desconfianza para prestar dinero.

Esa maldita -y siempre presente- “inyección”

Incluso las conversaciones cotidianas glosan (o hace bromas) sobre las “inyecciones de liquidez” en los mercados, diseñadas por Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, para reactivar el colosal mercado de préstamos entre entidades que mueve la economía financiera mundial.

El Banco Central Europeo también ha diseñado varias de estas operaciones en los últimos meses, sin demasiado éxito.

El anterior dirigente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, ha pasado de “maestro” a personaje digno de ser deconstruido, tal y como explica Barry Ritholtz en The Big Picture.

Greenspan llegó a decir en 2004: “las instituciones financieras individuales no sólo se han convertido en menos vulnerables a turbulencias provocadas por factores de riesgo encubiertos, sino que el propio sistema financiero en su conjunto se ha hecho más resistente”.

Greenspan estaba cómicamente equivocado.

El inversor multimillonario (y segundo estadounidense más rico, tras Bill Gates, según Forbes) Warren E. Buffet, curtido en mil batallas bursátiles, ya observaba hace cinco años que los derivados financieros (producto financiero cuyo valor se basa en el precio de otro activo, de modo que están influidos por conjeturas y juicios de valor poco realistas) son peligrosos.

Buffett, citado por Peter S. Goodman en The New York Times: “los derivados financieros son armas financieras de destrucción masiva, acarreando daños que, aunque ahora latentes, son potencialmente letales”.

Sí, hay que poder (adaptación del “Yes, we can”)

“Nuestra economía libre nunca pretendió convertirse en una libre licencia para que cualquiera tome todo cuanto pueda y del modo que sea; es por ello que hemos establecido normas a lo largo del tiempo para que la competición sea justa, abierta y honesta. No hemos hecho esto para estar quietos, sino para avanzar y conseguir prosperidad y libertad. […] El núcleo de nuestro éxito económico es la verdad fundamental de que cada americano prospera más cuando todos los americanos prosperan más”. Barack Obama, en la Universidad privada Cooper Union for the Advancement of Science and Art, marzo de 2008 (vídeo y transcripción del discurso).

Tanto Barack Obama como John McCain han apoyado las medidas de ayuda aprobadas por su país.

Su respuesta ante la crisis, no obstante, difiere, como se ha visto en los dos debates televisivos celebrados entre ambos, así como en el debate que enfrentó a quienes aspiran a la vicepresidencia, Joe Biden (demócrata) y Sarah Palin (republicana).

Obama cree que hay que regular más el mercado, tras los 8 años más desastrosos para la economía de Estados Unidos que se recuerdan.

No ha funcionado la receta neo-liberal: “McCain coincide con Bush en decir que bajar los impuestos a los más ricos les permite crear riqueza y empresas que, a continuación, extienden su influencia positiva por toda la sociedad. Pues bien, no ha funcionado así exactamente”.

Oportunidad para la “economía verde”

Barack Obama promete disminuir la dependencia energética de Estados Unidos con la inversión en energías renovables, que ayudará tanto a crear trabajos y reactivar la economía como a luchar contra el cambio climático y a reducir la dependencia con respecto a países que producen energías fósiles.

Durante el segundo debate televisado, el candidato demócrata espetaba: “no podemos seguir prestando dinero de China para a continuación dárselo a Arabia Saudí”.

McCain, continuando con la tradición liberal de su partido, se opone a todo lo que suene a “Washington” y “regular”. Tilda a Obama de persona de Washington, de “funcionario”, algo que tiene tintes muy negativos entre las capas de la sociedad estadounidense con una tradición más puritana y calvinista.

Para McCain, la solución pasa por reducir impuestos y cortar el gasto federal drásticamente, lo que favorecería el clima para crear nuevos puestos de trabajo.

Esta es la imagen que pretende difundir la campaña del candidato republicano, ya que uno de sus planes para superar la crisis consiste en comprar las hipotecas basura y ayudar a los ciudadanos permanecer en sus casas. Una medida tan populista como fruto del “pobre asesoramiento“, según Obama.

A pánico bursátil, ¿medidas keynesianas?

Sir Nicholas Stern, designado por el Gobierno británico para conducir el que ya se conoce como Informe Stern, un estudio de 2006 que concluye que la mejor opción económica, no sólo medioambiental, es introducir medidas para atajar las peores consecuencias derivadas del calentamiento global, cree que ha llegado la hora de la verdad.

El economista británico, que calcula que las medidas para atajar las peores consecuencias del cambio climático podrían ser costeadas con un 1% del PIB mundial, asegura ahora que la situación financiera mundial podría ser el momento esperado.

Para Stern, lejos de bloquear el desarrollo de soluciones para una economía que dependa menos de los combustibles fósiles, el actual colapso económico debería promover las energías alternativas.

Los postulados del economista británico están muy cerca de los planes que Barack Obama promete para reactivar la economía estadounidense, de ganar las elecciones.

Existen dos riesgos que una apuesta decidida por las tecnologías verdes deberá afrontar, según Stern: “uno estriba en que la gente se puede concentrar sólo en un número limitado de cosas a la vez, y el segundo es que la gente será mucho más sensible al incremento de los costes (…). Hay un riesgo: se necesita liderazgo”.

Tanto Estados Unidos como el Reino Unido y el resto de la Unión Europea preparan planes de apoyo al incremento en la producción y uso de energías renovables, pero los objetivos de personalidades como Barack Obama y Sir Nicholas Stern son más ambiciosos.

Ninguno de ellos ha empleado públicamente la expresión Green New Deal, en referencia a la necesidad de aportar soluciones a la economía desde la política, algo que no es visto nunca con buenos ojos en un país tan opuesto a una cultura de la regulación como Estados Unidos.

¿Un Green New Deal?

El Green New Deal o Nuevo Trato Verde, como podría traducirse al castellano, parte de la idea de que el mejor modo de capear la crisis económica puede copiar el modelo seguido por el presidente Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión.

El New Deal original, una política económica fundamentada en el intervencionismo estatal (que ha sido comparado con la tradicional línea de actuación de las socialdemocracias de la Europa continental), puso en marcha varias medidas para atajar las consecuencias del crack del 1929.

Se luchó contra el desempleo y la pobreza con dos líneas de actuación:

  • Se reactivó la economía a través del fomento del consumo y la inversión (incremento del esfuerzo Estatal, con grandes proyectos de obra pública, por ejemplo).
  • Se establecieron controles bancarios más estrictos, para evitar situaciones similares en el futuro.

Mark Lynas explica en The Guardian que, si estamos ante el punto de partida de un New Deal (un Nuevo Trato que cambiará las reglas del juego financiero en todo el mundo y requerirá cambios estructurales en las economías de todo el mundo), tiene que ser un Nuevo Trato Verde.

Para Lynas, debemos asegurarnos de que la lucha contra el cambio climático es tenida en cuenta por quienes tomarán las decisiones en los próximos años para reflotar la economía: “el cambio climático (…) debe ser puesto en el corazón de cualquier plan de rescate para la economía”.

El periodista británico explica cómicamente que nadie sabe exactamente lo que ocurre. De lo contrario, un amigo analista de RBS no le habría recomendado -como así hizo- hace unos meses que se había tocado fondo en las bolsas y no bajarían más.

Gracias al consejo, Lynas compró algunas acciones que bajarían mucho más en octubre de 2008, mes en que se suceden a diario las malas noticias: “la verdad es que nadie tiene ni idea de lo que está ocurriendo”. Y existe pánico.

Ni siquiera los valores más interesantes del mercado de las tecnologías limpias se salvan de la situación. La española Gamesa perdió un 45% de su valor sólo en el trimestre anterior, mientras la eólica Vestas no para de caer desde septiembre y la solar alemana Q-Cells continúa su tendencia a la baja desde hace un año.

¿Por qué? Mark Lynas cree que el optimismo sobre el futuro se ha evaporado. “Nadie cree que se puedan llevar a cabo inversiones sustanciales en energías limpias si los mercados están en crisis -sin la liquidez necesaria para engrasar las ruedas del capitalismo financiero, poco se construye”.

Viejas fórmulas para nuevos problemas

Un retorno al keynesianismo, teoría económica diseñada para dotar a las instituciones de poder para controlar la economía en las épocas de recesión o crisis, podría hacerse realidad en las economías anglosajonas.

El nuevo keynesianismo, o intervencionismo estatal para suplir los mercados como motor de las economías, se centraría en invertir en sectores capaces de crear empleo, reducir el consumo de combustibles fósiles y luchar, de paso, contra el cambio climático.

Se trata de la misma idea dibujada por Barack Obama, Sir Nicholas Stern o el periodista Thomas L. Friedman en su libro Hot, Flat, and Crowded (primer capítulo, en inglés).

En una entrevista (video) para el New York Times, diario para el que trabaja, Friedman cree que “la razón por la cual la sostenibilidad se ha convertido en fenómeno popular y vemos una emergente Revolución Verde en Estados Unidos tiene que ver con la convergencia de una tormenta perfecta: el atentado contra las Torres Gemelas, Katrina y la Revolución de Internet”.

Habrá que esperar a comprobar si la crisis que se avecina impulsa un keynesianismo verde o hace más lenta la Revolución Verde de la que habla Friedman.

Sin miedo a exponer el papel de las instituciones

La New Economics Foundation (NEF), think-tank británico que se auto-define como un “centro de pensamiento y acción” progresista centrado en la economía social y la protección del medio ambiente, es uno de los organismos británicos que hablan de un Nuevo Trato Verde (A Green New Deal).

Se le atribuye a Colin Hines, antiguo asesor de Greenpeace y de personalidades políticas conservacionistas del Reino Unido, la coordinación de un grupo de autoridades financieras, fiscales, energéticas y medioambientales: el Green New Deal Group.

El grupo publicó en julio de 2008 el informe en el que sus firmantes (Larry Elliott, Tony Juniper, Jeremy Leggett, Caroline Lucas, Richard Murphy, Ann Pettifor, Charles Secrett y Andrew Simms) arguyen que el Reino Unido “necesita un Nuevo Trato Verde para aplacar el triple batacazo del crédito, los precios petrolíferos y la crisis climática”.

El Green New Deal ayudaría a reactivar la economía británica tras la crisis bursátil, además de invertir en la lucha contra el cambio climático.

El plan es “una alternativa al fatalismo global“.

El Nuevo Trato Verde propuesto por el Green New Deal Group coincide con Thomas L. Friedman cuando los firmantes del manifiesto exponen que “[la crisis financiera, el cambio climático y los precios de la energía] amenazan con desarrollar una tormenta perfecta, con unas cualidades que no han sido vistas desde la Gran Depresión, con consecuencias potencialmente devastadoras”.

Como Friedman, el grupo británico del Green New Deal cree que es precisamente la dificultad de la situación la que actuaría como revulsivo, al convertirse en un reto para una nueva generación que ya no nació en la posguerra de la II Guerra Mundial.

La Revolución Verde sería realizada por una nueva generación política, económica e intelectual, representada por Barack Obama y no por el “baby boomer” John McCain.

El Green New Deal Group propone, para salir reforzados de la actual recesión mundial:

  • Ejecutar un sistema energético con bajas emisiones que incluiría convertir a cada edificio en una estación energética.
  • Crear y formar un nuevo tipo de trabajador, de “cuello verde”.
  • Establecer un Fondo para el Legado del Petróleo, alimentado por los impuestos que paguen las grandes petrolíferas. Con sus beneficios, invertir en proyectos sostenibles y crear nuevos bonos bancarios “verdes”.
  • Establecer precios más realistas para los combustibles fósiles, ya que actualmente no se cuenta su coste sobre el medio ambiente. Esta superior fiscalidad sobre los carburantes financiaría proyectos de eficiencia energética y para crear puestos de trabajo de calidad en el nuevo sector.
  • Minimizar la evasión fiscal de las grandes empresas, que usan paraísos fiscales y fórmulas jurídicas para evitar los impuestos de los países donde se encuentran sus sedes.
  • Volver a regular el sistema financiero doméstico (se refieren al británico). Recortar los tipos de interés y permitir los préstamos a bajo interés para las entidades y empresas que construyan las multimillonarias nuevas infraestructuras de transporte y energía basadas en la sostenibilidad.
  • Suprimir las instituciones financieras desacreditadas por lo sucedido durante la crisis, las cuales han abogado por la desregulación hasta que, en última instancia, piden dinero público para salvar la situación.

El grupo, finalmente, cree que “para estabilizar la presente crisis, y establecer los cimientos para la emergencia de economías sólidas y con bajas emisiones, capaces de crear trabajo y basadas en fuentes independientes de aprovisionamiento energético”.

Tanto el manifiesto del grupo Green New Deal como algunas de las citas que pueden extraerse de la excelente oratoria de Obama dan pie a la esperanza, pese a la crisis.

Del discurso de Obama en Berlín, Alemania, en julio de 2008:

“Este es el momento en que todos debemos unirnos para salvar este planeta. Dejemos claro que no vamos a dejar a nuestros hijos un mundo en el que los océanos suben de nivel, las hambrunas se extienden y terribles tormentas devastan nuestras tierras. Dejemos claro que todas las naciones, incluida la mía, actuarán con la misma decisión (…) para reducir el dióxido de carbono que existe en nuestra atmósfera”.

Esperemos que, de ganar, los estadounidenses espeten a Obama la misma noche de la victoria un “no nos falles”, como se oyó en España en marzo de 2004. Y que no falle.