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Dieta alimentaria e informativa condicionan nuestra memoria

El estilo de vida condiciona tanto estado físico como salud mental, pero, ¿hasta qué punto? ¿Puede la incontinencia tanto en el consumo de alertas digitales como por una dieta alimentaria desaforada mermar la capacidad de atención y la memoria?

Esta correlación entre la falta de consistencia en dieta (alimentaria e informativa), y el rendimiento intelectual (incluyendo memoria y atención) empieza a aclararse a medida que llega el resultado de nuevos estudios, que confirmarían incluso cambios fisiológicos en el cerebro.

Intuiciones de Robert Crumb a finales de los 60
Intuiciones de Robert Crumb a finales de los 60

Uno de ellos, dirigido por Lucy Cheke en la Universidad de Cambridge, habría encontrado una relación entre índice de masa corporal (IMC, ratio entre peso y altura en un individuo) y déficit de la memoria, calculado en capacidad retentiva.

Dieta excesiva y memoria

La conclusión del estudio de Cambridge: a mayor índice de masa corporal (asociado con sobrepeso y, en casos severos, obesidad), menor rendimiento en el ejercicio de retentiva desarrollado en el estudio (una “caza del tesoro”: esconder objetos y recuperarlos con ayuda de la memoria).

El estudio, de cuyos resultados informa BBC, contribuye a la todavía modesta evidencia que relacionaría trastornos de alimentación y sobrepeso con déficit de memoria y cambios físicos en el cerebro (que reduciría su tamaño y contribuiría a dolencias neurodegenerativas como el mal de Alzheimer).

Cuando apenas se conocen detalles sobre los desencadenantes neurológicos entre desorden alimentario, memoria y morfología cerebral, el estudio de la Universidad de Cambridge constata un doble efecto neurológico de los atracones alimentarios:

  • el sobrepeso afectaría nuestra función de memoria;
  • y, debido a esta alteración, comer desaforadamente (un fenómeno relacionado con el estrés y la ansiedad) afecta el comportamiento alimentario, al alterar nuestra percepción y recuerdos de experiencias alimentarias anteriores.

Imaginarnos en el futuro (cuando estamos hambrientos)

Lucy Cheke especula con la hipótesis de que el sobrepeso y la obesidad dañe la capacidad de decisión del individuo, al impedir una actividad humana tan corriente como nuestra especulación racional con el futuro (o situarnos mentalmente en situaciones que todavía no han ocurrido).

Según Cheke, del mismo modo que memoria e imaginación van íntimamente ligadas, la proyección de nosotros mismos en el futuro resultará afectada por nuestro estilo de vida actual, y una persona incapaz de comer de manera equilibrada se imaginará de la misma manera en otras situaciones.

Viñeta del dibujante y precursor de la novela gráfica Robert Crumb (sobre la influencia de los medios, en este caso la televisión), 1977
Viñeta del dibujante y precursor de la novela gráfica Robert Crumb (sobre la influencia de los medios, en este caso la televisión), 1977

De alguna manera, los atracones de hoy aumentan las posibilidades de que el desorden se proyecte mañana. Dicho de otro modo, la incontinencia nos hace más dependientes de un supuesto fatalismo de nuestro porvenir, al sentirnos incapaces de cambiar de comportamiento y, a menudo, al no recordar las consecuencias de comer desaforadamente.

La grasa cognitiva de nuestra dieta informativa

Comer en exceso y con desorden afecta nuestra memoria y aumentaría las posibilidades de padecer dolencias neurodegenerativas, pero, ¿qué ocurre con nuestra dieta informativa https://faircompanies.com/articles/intencionalidad-y-riesgos-del-consumo-de-titulares-clickbait/?

Las distracciones digitales también repercuten sobre nuestra salud y rendimiento a largo plazo, expone Quentin Hardy en The New York Times.

La tolerancia a distracciones varía en función de cada persona, constatan los estudios, con individuos capaces de concentrarse y realizar tareas que requieren pensamiento complejo en un contexto de multitarea (por ejemplo, atendiendo a una explicación y consultando a la vez redes sociales, titulares de medios, mensajes, etc.).

Representación de la "gula" por Jheronimus Bosch (El Bosco), 1505-1510
Representación de la “gula” por Jheronimus Bosch (El Bosco), 1505-1510

La multitarea es, según el profesor de Stanford Clifford Nass, un mito; Nass ha constatado en distintos estudios que, cuando realizamos distintas tareas cognitivas con la asistencia de tecnología (hablar por teléfono mientras vemos la tele, trabajamos en el ordenador o atendemos la pantalla de la tableta o el móvil), lo que hacemos es ir de una tarea a otra con rapidez, evitando tanto como es posible la simultaneidad.

Hacerlo todo a la vez para no hacer nada

Todos conocemos -o intuimos- las consecuencias de la multitarea, sobre todo cuando se extiende durante largos períodos: la realización de varias tareas a la vez reduce la calidad del trabajo realizado, ya que nada recibe la atención necesaria.

Pero los efectos sobre nuestra salud de la combinación desordenada de distintas tareas son todavía más preocupantes que el resultado: nuestra ansiedad aumenta, a la vez que se reduce nuestra capacidad de atención, afectando memoria y pensamiento complejo.

Incluso los individuos con mayor capacidad para mantener un nivel de atención relativamente alto mientras realizan una tarea tras otra (y no a la vez, como nuestro imaginario colectivo ha interiorizado) pagan un precio mental exponiéndose a la interrupción constante, expone el mencionado estudio del profesor de Stanford Clifford Nass.

Aprendiendo en un contexto de distracciones

El estudio, que contó con 100 estudiantes realizando tres pruebas que medían atención y rendimiento en distintos contextos, concluiría lo que todos intuimos (al experimentar la multitarea y sus efectos por nuestro propio pie, y haber podido contrastar sus resultados):

“La gente bombardeada con regularidad con varios torrentes [simultáneos] de información electrónica no presta atención, controla su memoria o cambia entre tareas con la facilidad de quienes prefieren completar una tarea cada vez.”

Otros estudios constatan que rendimiento psicomotriz (reflejos, capacidad para completar distintas tareas con rapidez) y aprendizaje no van siempre de la mano. El psicólogo Hyun Song y el neurocientífico Patrick Bédard, de la Universidad de Brown, comprobaron que, cuando aprendemos habilidades motoras en un contexto con distracciones, interiorizamos tanto el nuevo truco psicomotriz como las distracciones que se producen.

Cuando lo confortable es la superficie

Ello explicaría por qué individuos de familias numerosas o habituados a convivir con entornos concurridos muestran mayor tolerancia al aprendizaje con la presencia de distracciones.

La psicóloga británica JoAnn Deak, autora de Your Fantastic Elastic Brain, que ha dedicado su carrera a explorar la intersección entre educación y aprendizaje, sostiene que nuestra mente es capaz de concentrarse profundamente en una tarea a la vez, pero lo que le preocupa es el confort que constata en las nuevas cohortes acostumbradas a un entorno rico en interrupciones digitales: al favorecer instintivamente distracciones superficiales, el cerebro pierde la capacidad para sumergirse en sesiones de profundo trabajo introspectivo.

Viñeta de Robert Crumb, perteneciente a la tira cómica "Eat It" (junio de 1974)
Viñeta de Robert Crumb, perteneciente a la tira cómica “Eat It” (junio de 1974)

El pensamiento profundo (introspección, experiencia de flujo, etc.) por tanto, pierde por partida doble si nos habituamos a una dieta alimentaria e informativa desaforadas.

Historias del cerebro

Volviendo al estudio sobre alimentación y memoria, la investigadora de Cambridge Lucy Cheke descubrió esta correlación mientras observaba otro fenómeno: el nexo entre nuestra proyección mental hacia el futuro y nuestra situación actual (si pensamos en algo que haremos mientras estamos hambrientos, nuestra evocación será distinta que si hiciéramos el mismo ejercicio saciados).

Estudios previos (como uno realizado en la University School of Medicine de Boston en 2010) van más allá y constatan cambios fisiológicos en el cerebro: el porcentaje de grasa abdominal en adultos sanos de mediana edad repercutiría sobre su volumen cerebral, con especial incidencia en el hipocampo (decisivo en aprendizaje y memoria).

Según el estudio de Boston, los individuos obesos contaban con un hipocampo de tamaño notablemente inferior que individuos de la misma edad sin problemas de sobrepeso.

BBC se hace eco de otra investigación con 500 participantes, donde se observó un mayor grado de degeneración cerebral en individuos con sobrepeso u obesos que en el resto:

“Estos efectos fueron mayores en individuos de mediana edad, en quienes los cambios relacionados con la obesidad se relacionaron con un aumento estimado de la ‘edad cerebral’ de 10 años.”

Sin olvidar la crisis de replicación

No obstante, los investigadores se muestran cautos con la evidencia acumulada hasta el momento, conscientes del contexto de crisis de replicación (imposibilidad de reproducir los resultados que sostienen la hipótesis de un estudio, prueba esencial del método científico), que afecta especialmente a campos entre la ciencia y las humanidades como la psicología (sobre la que influyen desde la neurociencia y las ciencias cognitivas hasta la filosofía).

Por ejemplo, la obesidad y el sobrepeso trastornan la salud (generando resistencia a la insulina, hipertensión, alta presión arterial y otros fenómenos que también afectarían los procesos cerebrales), y faltan estudios para constatar si hábitos alimentarios y sobrepeso son los causantes de trastornos de memoria o si, por el contrario, se trataría de un fenómeno asociado en realidad a otras causas fisiológicas asociadas con un alto índice de masa corporal.

Portada de "Eat It", cómic underground de Robert Crumb (primera edición: junio de 1974)
Portada de “Eat It”, cómic underground de Robert Crumb (primera edición: junio de 1974)

Sea como fuere, no es la primera vez que hábitos (dieta alimentaria, dieta informativa) se relacionan con nuestro rendimiento físico e intelectual.

Zeitgeist

Si los trastornos alimentarios son la antesala de una falta de consistencia de nuestra mente, el surfeo constante e indolente por soportes digitales va camino de convertirse en el “equivalente cognitivo del fumador pasivo”, dice Quentin Hardy en The New York Times mientras cita el trabajo del profesor de la Universidad de Pensilvania Jonathan Zimmerman.

Al fin y al cabo, concluía un estudio canadiense publicado en 2012, sentarse junto a alguien en plena multitarea ante el ordenador puede afectar el aprendizaje y rendimiento del espectador.

Momento para recurrir a un término alemán recuperado por los filósofos existencialistas: “zeitgeist” (literalmente, “espíritu del tiempo”, referido al clima intelectual de un momento histórico determinado).

Todos somos fruto de nuestro tiempo, y nos embadurnamos de las esperanzas y obsesiones de nuestro entorno. Somos, recuperando a Ortega y Gasset, nosotros y nuestra circunstancia.