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Downshifting, o la reacción a la velocidad exaltada

El siglo XX arrancó con la exaltación de la velocidad, paradigma que ahora millones de personas quieren destronar en el siglo XXI. El downshifting aboga por el abandono de carreras profesionales estresantes en favor de la calidad de vida y la reducción de la huella ecológica del individuo.

Por Nicolás Boullosa

Ver a un octogenario Josep Pla en el programa de entrevistas a escritores A Fondo (Televisión Española, década de los setenta), de Joaquín Soler Serrano, constituía todo un lujo hasta hace unos años.

El motivo no era otro que la dificultad para encontrar la reedición de todas las entrevistas realizadas por Soler Serrano a escritores hispanoamericanos, que había llegado, en formato VHS, a contadas librerías de España. RBA cambió la situación y reeditó la serie en DVD, que fue vendida a modo de fascículos en buena parte de los kioscos de las ciudades españolas.

Decía Pla en la entrevista con Soler Serrano que él era un hombre muy de su país, el ventoso Ampurdán. Que le gustaba comer bien y hablar con gente interesante. Que fumaba por el gusto -el hábito- de liar el cigarrillo y, con parsimonia, “buscar el adjetivo” entre calada y calada. Para Pla, cada nombre tenía a cada instante un adjetivo perfecto, que funcionaba como ningún otro. “La casa es blanca”.

Es difícil buscar el adjetivo, aunque el relajante esfuerzo intelectual del escritor era para Pla una razón en sí misma. Vale la pena escribir, o hacer lo que sea, si se tiene tiempo para saborear el proceso y llegar a construir una proposición armoniosa, con su nombre y su adjetivo bien puestos.

Visto así, y aunque nunca se lo reconoceremos, personas tan hurañas, sencillas, pueblerinas de espíritu -Pla llevaba honrosamente su boina, su camisa y su plantalón de mercería de pueblo mediano o de capital provinciana- como el escritor catalán fueron los precursores –avant la lettre, diría un francófilo- del llamado downshifting.

Josep Pla representa a la rara avis el Pagès cosmopolita, el paleto viajado, el caballero que puede hablar de todo y con todos con un tono de habitante de pueblo, de quien sabe dónde está su casa y entiende que el hogar familiar se parece en Europa a las piedras de Eduardo Chillida. Entender el terruño nos hace inigualables, como lo fue el jugador de la Real Sociedad que luego entendió que debía dedicar su obra a ensalzar la importancia del caserío y sus gentes, esas que llevan el apellido de la casa a cuestas.

A Pla no le gustaría mucho el empleo de un palabro para designara una actitud ante la vida como la que él tuvo, aunque parece que el anglicismo se va a imponer una vez más. Downshifting, tan anglosajón, con ese sonido que insulta el acento labriego de la Europa continental, es, sin embargo, una palabra que designa a quienes abogan por recuperar las esencias, los sabores gastronómicos, el ritmo plácido de las ciudades medianas, la industriosidad agradable y que permite disfrutar del tiempo.

Qué es eso del downshifting

Optar por el downshifting significa practicar la vida sencilla y relativamente espartana; abogar por la simplicidad voluntaria. Según la actriz y escritora estadounidense Lily Tomlin, “el problema con las carreras de ratas estriba en que, incluso si uno gana, continúa siendo una rata.”

Lejos del Ampurdán de Pla o de la costa lucense de Álvaro Cunqueiro (otro de los entrevistados por Joaquín Soler Serrano), quienes promueven una filosofía de vida más relajada son ejecutivos, profesionales de éxito, adictos al trabajo que en ocasiones destacan por su éxito laboral y por una excesiva dedicación al trabajo.

La cultura anglosajona, abanderada de la productividad y de la extraordinaria eficiencia conseguida por el uso cotidiano de Internet y el resto de tecnologías de la información, llama a los adictos al trabajo “workaholics”.

A juzgar por el éxito de libros como Elogio a la lentitud, del periodista canadiense Carl Honoré, que analiza críticamente el culto a la velocidad de la sociedad actual y aboga por relajar nuestra existencia para no hacer realidad el dicho castellano de “llegar a ser el más rico del cementerio”; o de Downshifting: a Guide to Happier Simpler Living (Downshifting: una guía para una vida sencilla más feliz), de Polly Ghazy y Judy Jones, el palabro downshifting va a estar mucho tiempo entre nosotros.

Un artículo publicado el 22 de febrero de 2007 en el diario económico español Expansión, publicación poco dada a arriesgar más allá de lo necesario, asegura que la nueva filosofía se impone en Europa. “Los downshifters buscan tener una existencia más relajada huyendo del capitalismo de los países desarrollados. Ya hay 12 millones y el número sigue creciendo.”

  • Un millón de británicos de entre 35 y 40 años se plantea seriamente optar por el downshift: es decir, en dejar el trabajo, olvidar las jornadas laborales maratonianas fuera del hogar y concentrarse en proyectos más vitales, menos estresantes y, eso sí, económicamente menos reconfortantes. En Europa existen ya 12 millones de downshifters.
  • El 40% de los británicos con menos de 35 años y con empleos a jornada completa quiere sumarse a esta tendencia para conseguir mayor calidad de vida.
  • Tres millones de británicos han optado por una vida más relajada, aunque el número va en aumento.
  • Los downshifters buscan, entre otras cosas, mayor calidad de vida, pasar más tiempo con la familia, evitar el estrés del trabajo y huir de la frenética sociedad conformada por las clases profesionales urbanas.

Tanto tienes, tanto vales

Según el Pew Research Center, los estadounidenses incluyen cada vez más bienes y servicios que consideran necesarios para mantener o aumentar su calidad de vida.

El estudio, citado por Adriana Blanco en Expansión, revela que la importancia de ciertos artículos ha ido aumentando desde 1996. A la lavadora y el aire acondicionado se unen ahora la necesidad de tener televisor de pantalla plana, ordenador portátil, conexión a Internet de banda ancha, teléfono móvil e iPod, entre otros artículos.

Importancia de cada artículo para los encuestados, en porcentaje (Fuente: Pew Research Center): respuesta a la siguiente pregunta de Pew Research: “¿Lo tienes? ¿Lo necesitas? ¿Consideras este artículo eminentemente una necesidad o crees que se trata de un lujo superfluo sin el cual puedes vivir?”

  • Coche: 91% necesidad / 8% lujo sin el cual puedo vivir / 92% personas que tienen este bien
  • Lavadora: 90% / 9% / 82%
  • Secadora: 83% / 16% / 79%
  • Aire acondicionado: 70% / 29% / 85%
  • Microondas: 68 % / 31% / 86%
  • Televisión: 64% / 35% / 98%
  • Aire acondicionado en el coche: 59% / 39% / sin datos
  • Ordenador en casa: 51% / 47% / 73%
  • Teléfono móvil: 49% / 49% / 74%
  • Lavavajillas: 35% / 63% / 63%
  • TV por cable: 33% / 66% / 82%
  • Internet de banda ancha: 29% / 67% / 45%
  • TV de pantalla plana: 5% / 93% / 36%
  • iPod: 3% / 88% / 25%

Si empezamos nuestra vida laboral desde cero y deseamos obtener un estatus material que incluya un buen coche, toda clase de electrodomésticos, equipos electrónicos e informáticos e incluso dispositivos como el iPod, necesitamos una jornada completa y en la mayoría de los casos ayuda y financiación bancaria para poder asumir la compra de estos y otros bienes.

Más dolce vitta, menor impacto ecológico

El sitio oficial de Slow Movement desarrolla la idea de la vida sencilla. El downshifter es “gente que adopta una simplicidad voluntaria a largo plazo en su vida. Personas que aceptan menos dinero a cambio de menos horas de trabajo para invertir el tiempo resultante en las cosas que consideran importantes en sus vidas. Los downshifters, asimismo, ponen énfasis en consumir menos para reducir su huella ecológica”.

Carlo Petrini (quien nació y vive orgullosamente en Bra, Italia, tratando además de disfrutar del ritmo relajado de esta pequeña ciudad de comerciantes, o città slow, ciudad lenta), es el fundador del llamado Slow Movement, una asociación que aboga por la vuelta a un ritmo vital que permita disfrutar de los placeres de la vida como la gastronomía, el cultivo personal, los amigos, las tradiciones y el descubrimiento de los secretos que las ciudades con historia han ido superponiendo, como si se tratara de las capas de las cebollas que tanto le gusta dibujar a Günter Grass.

Petrini explica en una entrevista concedida a Víctor M. Amela para la contraportada de La Vanguardia (publicada en el diario barcelonés del 7 de marzo de 2007), cuál cree que es el objetivo último de Slow Movement y Slow Food. Se le pregunta que qué proponen estos movimientos, a lo que contesta: “Que en el siglo XXI reaccionemos: que fomentemos la lentitud, la amistad, la tertulia, la calma, el buen gusto, la calidad de lo humilde, paladeándolo todo. O acabaremos envenenándonos con los penosos alimentos producidos por nuestra codicia.”

Lo que buscan los downshifters, al fin y al cabo, es serenidad y calidad de vida, factores que parecen haberse entendido históricamente de un modo más profundo en la Europa Continental que en la sociedad anglosajona.

Movimientos similares a Slow Movement-Slow Food, fundado por Carlo Petrini como reacción a la apertura de un restaurante McDonalds en la Piazza di Spagna de Roma, se crean en los últimos años en todo el mundo. Asimismo, aumentan los recursos que pueden ser consultados por los interesados en echar un vistazo a las posibilidades y retos del downshifting: SlowDownNow.org, The Long Now Foundation, We Are What We Do, Slowness for Sustainability, Slow Home y un largo etcétera de referencias.

A diferencia del movimiento hippie y la contracultura nacida en California en los años sesenta, que a su vez había reinterpretado las ideas sobre la vida sencilla y plena del naturalista estadounidense Henry David Thoreau y del poeta Walt Whitman, cuyo libro Hojas de hierba inspiró durante décadas al movimiento conservacionista de Estados Unidos, los downshifters no renuncian al trabajo ni abogan por una vuelta a las ideas del anarco-primitivismo.

Sea como fuere, existe un creciente interés entre los jóvenes profesionales de los países ricos por cambiar su filosofía de vida. Internet puede servir de revulsivo en este nuevo cambio de actitud, dadas sus características de medio de comunicación universal, enciclopédico y descentralizado.