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El reto de diseñar ropa más duradera, reparable e intemporal

Pocas cosas parecen más inocentes que mantener al día el armario ropero.

Convenientemente, hemos olvidado las implicaciones de un sistema que nos permite comprar barato y acumular un exceso de prendas, así como optar por la renovación constante en detrimento del mantenimiento de menos prendas de mayor calidad.

Desde las emisiones de carbono derivadas de la producción y el transporte de ropa (entre proveedores y distribuidores y, cada vez más, debido a la distribución a domicilio), al consumo de agua y petróleo para hacer poliéster, pasando por el acaparamiento de materias primas y tierras de cultivo, nuestra ropa tiene un impacto sobre el medio ambiente que no para de crecer.

¿Puede la moda ser sostenible? ¿Hasta qué punto la cultura productiva actual, que favorece la compra continua de lo novedoso y efímero, daña los objetivos éticos y medioambientales de todo el sector?

En los márgenes del «business as usual»

Comprar menos y de mayor calidad, aunque sea más caro, y mantener mejor la ropa, así como otorgar una segunda oportunidad a las viejas prendas de calidad en un mercado de segunda mano mejor organizado, inspiran una transformación que, de momento, se circunscribe a ciudades de la moda y clientes urbanos.

Pero estas tendencias podrían extenderse con rapidez, de contar con el favor de líderes de opinión que influyen sobre sus audiencias personalizadas a través de redes sociales. Algunos «influencers» podrían, por tanto, jugar un papel crucial y acelerar un cambio más amplio.

La ropa se ha convertido en una commodity de usar y tirar; ¿cómo transformar una mentalidad que antepone la conveniencia y la compra impulsiva a cualquier otra consideración?

Pocas industrias están más sujetas a la mundialización que la de la moda. Sin embargo, los datos en torno a impacto ecológico, origen e impacto medioambiental desde las materias primas a un eventual reciclaje o desecho de una prenda de ropa, permanecen en un preocupante estado de opacidad.

El público carece de información detallada sobre el seguimiento de la ropa que compra desde el tejido hasta el eventual fin de la vida útil de una prenda, un oscurantismo que no es casual y oculta prácticas de explotación que preceden la propia Revolución industrial, cuyos inicios son indisociables de las factorías textiles.

Orígenes de la mundialización textil

A inicios de la Ilustración, la industria textil sustituyó al comercio de especias como principal actividad comercial entre las metrópolis coloniales y el resto del mundo.

La India, con una gigantesca economía en comparación con la de los países europeos hasta mediados del siglo XIX, se sumió en la dependencia comercial debido al sistema productivo textil instaurado por los británicos, que eventualmente inspiraría el movimiento de descentralización de la producción textil promovido por un antiguo funcionario del Imperio, Mohandas Gandhi.

Flores usadas por Rebecca Burgess para lograr tintes naturales; Burgess cultiva índigo no muy lejos de casa

El movimiento swadeshi, inspiraría el propio autogobierno indio, pero no sobreviviría como modelo productivo regional o a mayor escala: la producción descentralizada requería el conocimiento técnico de la población y era incapaz de competir con las economías de escala de la producción centralizada.

Asociada a la cultura popular a través de la moda y la relación de ésta con el poder y los medios, la producción textil experimentó una rápida transformación tras la II Guerra Mundial, con la internacionalización y el abaratamiento de las prendas gracias a métodos de producción cada vez más automatizados.

El trabajo forzoso en tu ropero

El proceso de deslocalización contribuiría a transformar la relación de dependencia entre los países en desarrollo y las antiguas metrópolis, que sustituían el control político directo por la connivencia con élites locales que protegieran los intereses de las empresas transnacionales.

Kirsten y Rebecca Burgess, durante nuestra visita a su taller doméstico en 2011

¿Qué ha cambiado desde el surgimiento de las cadenas de fast fashion y la denuncia de ONG sobre la explotación laboral que afecta a proveedores de grandes marcas de distribución del sector? Poco, a tenor de los síntomas más visibles que, de vez en cuando, aparecen en la agenda mediática.

Catástrofes como el derrumbe de los «talleres de la miseria» en Bangladés (los trabajadores del Rana Plaza —300 muertos, más de 1.000 heridos— cobraban 28 euros al mes), son apenas una nota al pie para la industria de la moda; del mismo modo, la contaminación química y plástica de los principales ríos asiáticos y su indisoluble relación con la industria química asociada a la textil, apenas ha llegado a la opinión pública.

Rebecca Burgess es autora del libro sobre tintes naturales «Harvesting Color»

Más recientemente, ASPI, un laboratorio de ideas australiano, ha difundido un detallado informe que detalla la explotación forzosa de personas de la etnia china uigur, procedentes de campos de detención chinos, en fábricas usadas por 83 multinacionales, entre ellas numerosas marcas de ropa y calzado.

El informe sobre el uso de trabajadores forzados uigures no es más que una nota al pie en la política de un sector acostumbrado a una política de relaciones públicas que oscurece y minimiza fenómenos como el impacto medioambiental de materias primas y proveedores, la contaminación química y plástica de ríos, la explotación laboral o el ciclo de vida cada vez más corto de la mayoría de las prendas y estrategias comerciales, influidas por el éxito «fast fashion» durante las dos últimas décadas.

10% de las emisiones, 20% de las aguas residuales, 22,5% de los pesticidas

La alternativa a la opacidad de la cadena de suministro de una industria con uno de los mayores impactos de emisiones y contaminación ambiental (segunda industria más contaminante de recursos locales de agua dulce, abuso de materiales sintéticos que se vierten a ríos y océanos, acaparamiento excesivo de capacidad agraria para el cultivo de algodón).

Según datos difundidos por la ONU, la industria textil es responsable del 10% de las emisiones con efecto invernadero procedentes de la actividad humana, y genera el 20% de las aguas residuales, así como el 22,5% del uso asociado de pesticidas.

¿Puede la ropa durar, ser ética y mejorar con el tiempo, a medida que envejece?

Para poner las cosas en perspectiva, un par de tejanos requiere alrededor de 1 kilogramo de algodón y, debido al hecho de que el algodón se cultiva en lugares cálidos y secos, la producción de esta cantidad de materia prima requiere entre 7.500 y 10.000 litros de agua (o alrededor de 10 años de agua de boca para una persona).

Datos como el mencionado permiten a cualquiera poner en perspectiva el impacto de decisiones en apariencia superfluas, como la compra y desecho de ropa que se encuentra todavía en buenas condiciones. Una mayor concienciación implica un mayor interés de la industria textil por transmitir una imagen ética y respetuosa con el medio ambiente que a menudo contradice las prácticas reales.

Por qué nunca te has cuestionado sobre el elastano

Aumenta el uso de fibras ecológicas y recicladas. No obstante, las realidades a gran escala contradicen el atractivo de las prácticas éticas desde el punto de vista de las relaciones públicas: en el mercado global de tejanos, la tendencia a llevar pantalones ajustados y adaptables al cuerpo implica un aumento del uso del elastano, una fibra plástica que complica el reciclaje de la prenda.

En cuanto a los tintes, los más usados tienen efectos inmediatos sobre acuíferos, agua de boca, ríos y océanos, debido tanto a la polución por plástico como química.

La cadena radiofónica pública France Culture ha dedicado varios programas al análisis de tendencias sostenibles en el mundo de la moda.

Desde los centros de I+D de las grandes marcas parisinas, ya no se mira con desdén el mercado de la ropa de segunda mano, sobre todo cuando se trata de prendas con una cierta calidad de materiales e intemporalidad; asimismo, crece la adaptación personalizada de viejas prendas, espoleada por el uso de las redes sociales.

Civilización fast fashion

A inicios de la segunda década del siglo, la Frontera del mundo de la moda no procede de una actitud iconoclasta, contestataria o contraria a la convención de cada momento, sino que consiste en demostrar nuevos sistemas integrados de diseño, obtención de materiales y tejidos, confección, distribución y venta.

Varias firmas exploran la confección de ropa diseñada, producida y comercializada en un radio local, para demostrar que es posible sustituir un armario repleto de ropa efímera y de dudosa calidad por otro más esencial y tolerante al paso del tiempo.

«Fashionopolis» (2019), un ensayo de Dana Thomas

Dana Thomas explora numerosas estrategias para la moda del futuro en su ensayo Fashionopolis, si bien estos ejemplos podrían encontrar mejores contrapartidas entre las pequeñas marcas y los adolescentes anónimos que personalizan su vestimenta en todo el mundo a partir de materiales y prendas recicladas.

El derecho a remendar (con estilo)

La firma deportiva Patagonia, con sede en Ventura, California, es pionera de una mentalidad que prioriza la calidad, la duración de las prendas y su reparabilidad por encima de la lógica utilitarista de las economías de escala, la reducción de costes y el crecimiento a toda costa.

Patagonia fue pionera en el uso de fibras de plástico reciclado, algodón orgánico y cáñamo, así como de un activismo medioambiental ligado a la propia producción de ropa. Asimismo, la marca promueve una «garantía de por vida» y anima a sus clientes a reparar sus prendas antes de comprar otras nuevas.

La californiana Rebecca Burgess creó hace una década el proyecto Fibershed, para producir tintes naturales, crear tejidos y obtener materias primas de confección a un máximo de 150 millas de distancia de su casa

Los remiendos son, en el ethos de la marca, el fruto de una experiencia.

Como recuerda el autor de ciencia ficción Cory Doctorow en su nuevo sitio, Pluralistic,

«las empresas que ofrecen garantías de por vida animan a sus clientes a que ejerzan ellos mismos su derecho a reparar y mantener [un producto en buenas condiciones], a diferencia de empresas cuyos beneficios dependen de que uno tire y reemplace sus compras cada 18 meses».

Oportunidad

Quienes se quejan de que existe poco margen de maniobra para desarrollar ideas y negocios con potencial, harían bien en mirar a su alrededor y reflexionar sobre lo circundante. Quizá, sentados frente a nuestro propio ropero, muchos de nosotros nos preguntemos por qué nadie toma la iniciativa para hacer realidad algunos cambios que parecen tan obvios.

En este y otros muchos casos, lo peor que puede pasar es que acabemos con un pequeño excedente de ropa confeccionada y un conocimiento mucho más profundo de lo que cuesta ejecutar una idea.

Rebecca Burgess

En ningún caso se trataría de la malsana frustración que anida en la apatía y el inmovilismo.