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Estancias dentro de habitaciones o mini espacios para crear

¿Es posible reproducir el eco de libertad, autosuficiencia e introspección creativa de cabañas de escritor y casas pequeñas en el interior de un apartamento urbano? Las cabañas interiores, o habitaciones en el interior de otras habitaciones, son pequeños espacios de introspección que proliferan en el interior de apartamentos.

Cada vez más urbanitas introducen en sus pisos pequeños espacios o habitáculos, algo así como una pequeña habitación en el interior de otra mayor, para asomarse a su interior y crear, meditar, leer, dormir la siesta o disfrutar del tiempo libre. 

Son casas pequeñas dentro de apartamentos urbanos y cumplen con la labor que los retiros diminutos más célebres, como la cabaña de Thoreau junto al lago Walden o las cabañas de escritores célebres en jardines. Eso sí, sin salir del apartamento de la ciudad. 

El efecto de las pequeñas estancias sobre la mente creativa

Leonardo da Vinci no sólo se inspiró en la obra del primer teorizador de la arquitectura, Marco Vitruvio, para plasmar la proporción áurea en el cuerpo humano en su famoso dibujo.

Las ideas de Vitruvio sobre la idoneidad de los espacios pequeños y austeros, desprovistos de objetos y florituras que recargaran su espacio, como ideal arquitectónico, fueron interiorizadas por Da Vinci, que escribió en sus apuntes: “las pequeñas habitaciones y estancias disciplinan la mente, mientras las grandes la debilitan”.

Vitruvio creía que el ideal platónico de la arquitectura, su perfección, por racionalidad y sencillez proporcional, se había logrado durante la Grecia clásica, pero lo más parecido a esta proporción áurea arquitectónica era la “cabaña primitiva“, o chozo mínimo que cumplía con el principio esencial de la disciplina: resguardar al ser humano de la intemperie.

Espacios mínimos tradicionales y contemporáneos

La esencia arquitectónica de la que hablan Vitruvio y los arquitectos renacentistas y de la Ilustración puede observarse en viviendas y estancias mínimas tradicionales, se trate chozos de pastor, hórreos, tiendas nómadas escandinavas (goathi, lavvu, loue), siberianas (chum), de las estepas (yurta), o de los nativos americanos (tipi, wigwam), entre otras construcciones.

Estos espacios mínimos son ahora reinterpretados de distintas maneras: abrigos nómadas para moverse con la vivienda y disfrutar de la intemperie, caravanas con aire futurista y otros espacios móviles, diminutas cabañas minimalistaspequeñas casas flotantes y, cómo no, cabañas en los árboles.

Espacios reciclados o prefabricados, remolques reconvertidos, caravanas, botes y pontones, tiendas de campaña, chozos de pastor, hórreos transformados, casas en árboles… El espacio adicional o la itinerancia confieren a estos espacios un atractivo inherente, original, comprendido sin esfuerzo, que transporta a cualquier adulto a un entorno primigenio, el de la infancia y las ideas originales.

Una mirada al exterior desde el chozo personal

Las viviendas mínimas tradicionales, próximas al ideal arquitectónico, fueron evocadas durante la Ilustración.

Los abrigos mínimos, ligeros, fáciles de transportar y reparar, sin florituras innecesarias, han protegido al ser humano de la intemperie desde sus orígenes, aunque su función primordial haya sido olvidada en las sociedades avanzadas.

Y la palabra griega que designa casa, vivienda, abrigo (“oikos”), es la raíz con la que se construye el término que denota la mirada al exterior, “ecología”. El elemento más antropocéntrico, “oikos”, forma el término que estudia la relación entre el ser humano y su ambiente.

Como si, para mirar a nuestro entorno, partiéramos de una mirada antropocéntrica e ilustrada, desde nuestro abrigo o techumbre. Somos individuos con una casa o cabaña, literal o figurada.

Nuestro momento diario para la introspección

Henry David Thoreau hizo el esfuerzo de recuperar la vieja etimología de “casa”, “abrigo” o “chozo”, al explicar: “Con este abrigo más sustancial sobre mí, había aclarado algo mi situación en el mundo”.

Escritores, artistas, músicos, filósofos y artesanos, pero también lectores e individuos en general interesados en disfrutar de un momento diario de introspección, han alabado los pequeños espacios de creación.

La lista es muy amplia y siempre carecerá de los autores más celosos de su intimidad, pero, más allá de Thoreau, abundan los escritores y otros célebres artesanos creativos que han confeccionado su obra en un pequeño abrigo de introspección: Roald Dahl, Mark Twain, George Bernard Shaw, Dylan Thomas, Virginia Woolf o Michael Pollan, entre otros.

A menudo, estos lugares no han sido más que un humilde escritorio en un desván o una esquina, junto a una ventana o arrinconado contra una pared, en un emplazamiento y condiciones que pocos compararían con un despacho noble.

Habitaciones dentro de habitaciones: la fractal creativa

La “oikos” introspectiva, el abrigo o techumbre, literal o simbólica, que todos necesitamos, también puede instalarse en el interior de una estancia, como una sucesión de Fibonacci, o de muñecas chinas; o, siempre reinterpretando la naturaleza, o mirándola desde la casa (“oikos” y “logos” conforman ecología), como si se tratara de una sucesión fractal matemática u observada en la naturaleza, sea en una cabeza de brócoli romanescu.

La fractal, u objeto geométrico cuya estructura se repite de manera idéntica a distintas escalas, es un patrón presente en la naturaleza, explica Ron Eglash en su ensayo African Fractals y en su charla en TED Talks. Y Eglash ha observado cómo algunos pueblos humanos lo aplican al diseño de sus viviendas o poblados, a menudo de manera inconsciente.

Aprovechar un rincón insignificante con un espacio personal

Las estancias de recogimiento dentro de otras estancias tienen la profundidad psicológica e incluso antropológica que queramos concederle. Eso sí, su valía está fuera de toda duda si la pequeña estancia es destinada a leer, meditar, estudiar, recogerse. O, por qué no, puede tomar distintos usos en función del día:

  • espacio de estudio, introspección o divagación;
  • espacio de juego para niños;
  • despacho;
  • pequeño dormitorio o sala de lectura;
  • (piensa cómo usarías tú mismo uno de estos espacios).

Con todas estas posibilidades en mente, dos jóvenes estadounidenses se han especializado en diseñar microcasas, o pequeños espacios de recogimiento, para el interior de apartamentos.

Son los arquitectos Deborah Grossberg Katz y Terri Chiao, de la firma de diseño e investigación con sede en Nueva York y Filadelfia Katz Chiao, quienes creen que así se multiplican las posibilidades de un espacio.

La firma Katz Chiao ha creado una cabaña y un pequeño espacio elevado al que las diseñadoras identifican como una casa árbol interior.

La habitación de uno mismo

En el Reino Unido o Estados Unidos, con profusión de viviendas unifamiliares, los espacios de trabajo o recogimiento a menudo se han desplazado al desván, el sótano o el patio trasero, donde el garaje o caseta de herramientas se ha transformado en cabaña de recogimiento.

Numerosos autores han escrito la mayor parte de su obra en pequeñas cabañas, dominadas por un escritorio destartalado, una silla, libros, papel y tinta, una máquina de escribir o, en el caso de los autores contemporáneos, un ordenador, a menudo sin conexión a Internet para evitar interrupciones innecesarias, o el riesgo de la posposición.

Hay autores que han compartido con sus lectores las vicisitudes y liturgia de situarse a diario ante una hoja en blanco: Virginia Woolf (imagen de su casa de escritura) describió su cotidianeidad en su casita de escritor en el ensayo A Room of One’s Own (1929), donde el espacio íntimo de escritura se convierte en símbolo de la visión del mundo de la escritora.

Los hechos esenciales

Casi 70 años después, el escritor y periodista Michael Pollan daría cuenta de las enseñanzas del proceso de construir su propia cabaña de escritor en el jardín de su casa, en el ensayo A Place of My Own: The Education of an Amateur Builder (1997), posteriormente retitulado A Place of My Own: The Architecture of Daydreams (2008).

En el ensayo de Virginia Woolf y, sobre todo, en el de Michael Pollan (imagen de su cabaña de escritura), resuena la experiencia de Henry David Thoreau, construyendo su cabaña junto al lago Walden para experimentar un estilo de vida sencillo, sin distracciones, para “vivir deliberadamente” y “afrontar sólo los hechos esenciales de la vida”, desde julio de 1845 a septiembre de 1847.

El ensayo resultante de la experiencia, Walden, la vida en los bosques, es un compendio de reflexiones y apreciaciones con ecos de Séneca y las Meditaciones de Marco Aurelio.

La eclosión de los espacios introspectivos

La cabaña de Thoreau en Walden, de la que existe sólo una reproducción, es el símbolo de la autosuficiencia, el individualismo con tintes idealistas del siglo XIX y la vida sencilla e introspectiva, centrada y sin grandes dependencias económicas, que ha resurgido con fuerza en los últimos años, tras haber sido reivindicada en la contracultura y haber caído después en el olvido.

Pero el movimiento de las casas pequeñas va más allá. También  el interés creciente por erigir un espacio en el garaje, patio trasero o jardín, apenas un habitáculo para la introspección, la meditación o el trabajo.

Quienes tienen oportunidad, siguen la estela de Virginia Woolf, Mark Twain y tantos otros que prefirieron situar su pequeña estancia de escritura e introspección en una cabaña de madera situada a la intemperie, en un jardín victoriano o bosque descuidado, entre flores o al abrigo de los árboles. O, en ocasiones, sobre los árboles, en cabañas mecidas por el viento, camufladas en el dosel.

En los últimos años, en *faircompanies hemos tenido oportunidad de visitar decenas de estas cabañas de trabajo, tanto en Norteamérica como en Europa, aunque nuestra intención es viajar a otros lugares y ampliar, así, el compendio de vida sencilla en que se han convertido tanto el sitio como el canal de Kirsten Dirksen en YouTube.

Pequeños espacios creativos en “We the Tiny House People”

Entre los espacios que hemos visitado, abundan los abrigos exteriores, que imitan, aunque en tamaño diminuto, las viviendas junto a las que se erigen, a menudo con un tejado a dos aguas.

Muchas de ellas aparecen en We the Tiny House People, el documental de Kirsten Dirksen sobre la temática, aunque muchas de ellas no son mencionadas; entre ellas, la cabaña que el escritor y miembro del Post Carbon Institute Richard Heinberg erigió en el patio trasero de su casa de Santa Rosa, al norte de San Francisco, con la ayuda de sus alumnos (nuestro vídeo y fotogalería).

Cuando preguntamos a Heinberg durante nuestra visita para entrevistarle acerca de la cabaña, que incorporaba en uno de sus muros una representación de la sucesión de Fibonacci (número áureo), nos explicó que usa la casa diminuta para trabajar, meditar.

La casa diminuta que se erigen en el extremo del patio trasero de la casa de Richard Heinberg se asemeja, en esencia, a la de Michael Pollan, y antes que él a la usada por Virginia Woolf; o al espacio recogido donde Leonardo da Vinci divagaba, con plumas recién cortadas, tinta, fijador y papel.

El condado de las pequeñas cabañas

Heinberg no es el único de sus conciudadanos del condado vitivinícola de Sonoma en apreciar las ventajas del trabajo y la introspección en espacios reducidos y a menudo parcos en detalles, carentes de distracciones. Sin salir de Santa Rosa, el joven Austin Hay, que todavía va al instituto, ha construido su propia casa de estudio.

Sonoma es el epicentro del llamado “movimiento de las casas pequeñas“, al que hemos dedicado decenas de vídeos, artículos y fotogalerías. 

Jay Shafer (chico-póster del fenómeno e inspirador de Austin Hay), Jenine Alexander, Kent Griswold o Lloyd Kahn, entre otros, viven en la zona, entre viñedos, árboles frutales y apacibles pueblos con un cierto aspecto pionero y una calle principal atestada de negocios locales que no pertenecen a ninguna cadena.

Reminiscencias de Charles y Ray Eames

Viajamos hacia el sur, a la bahía de San Francisco. En Berkeley, ciudad residencial con aire intelectual y universitario a apenas una hora y media en coche desde la casa de Richard Heinberg, la arquitecto Sarah Deeds y el diseñador de mobiliario e interiorista John McBride han erigido una robusta cabaña de trabajo en uno de los extremos de su patio trasero.

La cabaña es obra de Deeds, mientras su mobiliario, dominado por un amplio escritorio, un estante que ocupa toda una pared y un sofá con cajoneras inferiores, es obra de McBride (ver fotogalería).

Pero la cabaña de estudio de Sarah Deeds y John McBride es mucho más que un pequeño refugio en su patio trasero. Es una declaración de principios sobre su trabajo y visión del mundo, su interpretación personal de la arquitectura o el diseño de mobiliario, su sección áurea particular.

En los espacios de trabajo diminutos hay ecos de la cabaña primitiva de Marco Vitruvio, de las viviendas ancestrales de cualquier parte del mundo, o incluso reminiscencias, como es el caso de Deeds y McBride, del tándem creativo de mediados del siglo XX conformado por Charles y Ray Eames.

Pero los pequeños espacios para vivir y crear no tienen por qué estar situados sobre un árbol, o mecerse en un lago, o sentarse en su ribera, o ir sobre ruedas. Hay espacios diminutos para vivir y crear que siguen cumpliendo con el consejo de Leonardo da Vinci: disciplinan la mente. Invitan a la introspección creativa, a meditar, a divagar de manera productiva si así lo queremos, etc.

Sobre situar el escritorio en un rincón

En su ensayo autobiográfico con consejos de escritura On Writing, Stephen King explica su rutina de escritura, que no ha cambiado en esencia desde sus inicios: no importa lo grande que sea el espacio o estancia, él siempre busca un pequeño rincón donde guarecerse, contra el que sitúa su escritorio y “disciplina la mente”, siguiendo la terminología de Da Vinci.

La casa actual de King tiene un antiguo edificio anejo remodelado, en el que ha seguido su instinto, colocando el escritorio en el lugar más recogido y aislado. Dentro del gran espacio (ágora), ha encontrado su abrigo (oikos). Desde él, lanza su mirada al mundo con su trabajo introspectivo.

Stephen King: “[La rutina de escribir] Empieza con esto: pon tu escritorio en el rincón, y cada vez que te sientes allí a escribir, acuérdate de por qué no está en medio de la estancia. La vida no es un sistema de apoyo para el arte. Es al revés.”

Centrarse

Encontrar un cobijo dentro de un espacio mayor, sea un apartamento, un viejo granero o una antigua fábrica o casona, se asemeja a la búsqueda del espacio original, donde la intimidad del individuo es productiva. Un lugar recogido, austero, simple.

En palabras de E.F. Schumacher, autor de Small is beautiful, “cualquier tonto inteligente puede hacer las cosas más grandes, más complejas y más violentas. Es necesario un toque de genialidad -y mucho coraje- para ir en la dirección opuesta“.

Los espacios pequeños prometen simplicidad y concentración en casa en la era de la distracción.