(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

Estrategia vital antifrágil para ser lo que queremos parecer

Antifrágil” se refiere a estrategias para no desaprovechar las grandes ideas de lo que Steve Jobs llamó “misfits“: inadaptados que, desafiando la convención, se atienen a una visión a largo plazo que les lleva a intentar grandes ideas y proyectos.

A menudo, estos “inadaptados” logran su cometido tras haber descarrilado probando la trayectoria vital convencional.

No es causal que la mayoría no haya tenido grandes carreras académicas; algunos abandonaron la universidad en su primer año, incluso a sabiendas de que reconocer el caos y el conformismo que nos rodea no pone las cosas fáciles para probar planes ingenuos que desafíen lo preestablecido.

La falacia lúdica: la realidad es más compleja que nuestros planes

¿Podemos “entender” y beneficiarnos del desorden y la aleatoriedad? La “antifragilidad” se referiría a quienes no se conforman con la elasticidad, fortaleza, resistencia.

Si el resistente sobrevive a grandes perturbaciones manteniéndose como antes, el “antifrágil” no sólo pervive, sino que lo hace mejorando, según el ensayista Nassim Nicholas Taleb, acuñador del concepto y autor del ensayo Antifragile: Things That Gain From Disorder.

Esta es al menos la tesis de quienes no se conforman con la queja del mundo, entorno y limitaciones que heredan y apuntalan una mentalidad minoritaria desde hace décadas: la del “optimista definido“.

(Vídeo: fragmento de entrevista de PBS a Steve Jobs en 1994 donde éste explica la importancia de nuestra percepción del mundo para crear un propósito vital consistente: “el mundo que nos rodea está hecho por personas como nosotros (…). Podemos cambiarlo, influir sobre él…”)

Consecuencias de vivir de rentas sin grandes ambiciones: “optimistas indefinidos”

El emprendedor, inversor y ensayista de Silicon Valley Peter Thiel cree que vivimos en un mundo dominado por “optimistas indefinidos” que anhelan un mejor porvenir sin planearlo a conciencia, a diferencia de la mentalidad “optimista definida” que propulsó los principales progresos hasta los años 80.

Nos guste o no, nos hemos convertido en unos hechiceros seculares, lanzando nuestros huesos o dados a un rincón y esperando a ver qué sale y cómo lo interpretamos, en lugar de apuntar alto y trabajar en consecuencia: ya se verá si hemos atinado o si “no atinar del todo” ha abierto nuevas y mejores posibilidades. 

La realidad es más compleja que nuestras historias bonitas y platónicas, según la concepción generalizada de la “suerte” reduccionista (la “falacia lúdica“, según Nassim Taleb) y nuestros sueños platónicos y carentes de las aristas de la vida/realidad.

Optimistas y pesimistas, tanto definidos como indefinidos

Peter Thiel divide las grandes zonas de influencia económicas y culturales del mundo actual en el siguiente cuadro:

  • optimistas definidos (Estados Unidos durante los años 50 y 60 del siglo XX);
  • optimistas indefinidos (Estados Unidos desde 1982 a la actualidad, cuando Reagan optó por un crecimiento “conservador” -sin grandes innovaciones ni riesgos- de la economía);
  • pesimistas definidos: China en la actualidad (un plan perfectamente trenzado para convertirse en la factoría del mundo, produciendo mucho y de manera muy competitiva, pero sin innovar);
  • pesimistas indefinidos: Europa en la actualidad (donde la población se conformaría con no perder su estilo de vida y no planea cambiar la situación, vaya a mejor o a peor).

Norteamérica y Europa, por tanto, han caído en la trampa del optimismo y el pesimismo indefinidos. Algo así como encomendarse a lo que venga, sin ir a buscar un futuro mejor inventado e imaginado por uno mismo.

Jugar sobre seguro por temor a perder la inercia

Lo preocupante, para pensadores como el propio Peter Thiel, el economista Tyler Cowen, el bloguero Shane Parrish o el profesor y ensayista Nassim Nicholas Taleb, es que un mundo dominado por filósofos, profesores universitarios, intelectuales, ensayistas, inversores y emprendedores optimistas/pesimistas indefinidos es un mundo estancado, aviejado, donde nadie se arriesga, no sea que vaya a perder las rentas menguantes.

Jugar sobre seguro, la estrategia que ha convertido durante décadas los trabajos en el sector financiero y en grandes corporaciones demasiado grandes para innovar con rapidez en los más apetecibles para los jóvenes más prometedores, ha repercutido sobre la crisis actual.

Falta el fuelle económico de crecer sin grandes innovaciones (a través de productos financieros y de reinvertir la riqueza creada sin riesgo); de ahí que, cuando llegan las crisis cíclicas, no aparecen revulsivos, ni se crean nuevas grandes ideas o mercados revulsivos más allá del tecnológico.

Quienes ocupan lugares preeminentes en Norteamérica y Europa otorgan demasiada importancia al azar y la falta de planificación en el futuro, mientras los países emergentes se dedican, por el momento, a producir más de lo mismo, a rizar un poco más el rizo (más barato, más brillante, con ésto o aquéllo; lo mismo al fin y al cabo).

(Imagen: gráfico que muestra culturas con optimistas/pesimistas definidos/indefinidos, según Peter Thiel en Zero to One)

A contracorriente: ser optimista definido en una cultura azarosa

Por contra, una minoría ha optado por una filosofía “optimista definida” y, en palabras del ensayista estadounidense Nassim Taleb, “antifrágil”: guiados por un propósito vital si no definido al menos “acotado”, estos individuos logran planificar a largo plazo, supeditando sus acciones y estrategia a corto y medio plazo en función de su estrategia.

Entre la minoría “optimista definida”, se encuentran los brillantes temerarios que planean a largo plazo y se proponen estar a la altura de sus propias expectativas: escritores, músicos, profesores, emprendedores… Son los ingenuos temerarios que construyen el futuro, los personajes a los que se refería Steve Jobs en el anuncio de Apple Think Different.

No es fácil cultivar una filosofía de vida “optimista definida” y “antifrágil” en un contexto sociocultural que no sólo no valora la planificación de los optimistas con voluntad racional, sino que a menudo vilipendia su comportamiento a corto plazo, cuando este no es popular o no genera acuciantes réditos inmediatos:

  • cuando se trata de una empresa, los réditos que esperan los “optimistas indefinidos” serían resultados económicos;
  • mientras en el ámbito personal podría tratarse de prestigio, salario, etc.

Superar el cortoplacismo por una estrategia consistente con nuestro propósito vital

Lo que Peter Thiel identifica como “optimismo indefinido” es la mentalidad que propulsa el comportamiento impulsivo que se ha manifestado en política, empresas y actitud de la población en los últimos lustros: lograr lo máximo a corto plazo sin esperar nada concreto sobre un futuro que ya llegará cuando tenga que hacerlo.

Los inadaptados, o “misfits” en la terminología de Steve Jobs, son quienes relacionan su propósito vital con una estrategia razonada a largo plazo que otorga sentido al día a día, y no a la inversa. 

Jobs pudo elaborar su intuición al respecto cuando cayó en sus manos El dilema del innovador, el ensayo de Clayton Christensen, cuya influencia sobre su segunda etapa en Apple reconoció a su biógrafo Walter Isaacson.

Jobs resolvió el dilema del innovador cuando, en opinión de Peter Thiel, Nassim Taleb o Tyler Cowen, entre otros, un dilema vital equivalente podría ser resuelto por cualquiera: deberíamos aprender a ser mejores creyendo en un largo plazo próspero y “delimitado” hacia el que encaminarnos con propósito y determinación.

El miedo escénico a salirse del guión

Lo que mantiene a muchos en un recorrido educativo y laboral convencional y guionizado es precisamente el temor a la incertidumbre y a lo que pueda deparar el futuro, ante la imposibilidad de tomar grandes riesgos a partir de planes a largo plazo.

No todo el mundo tiene por qué salirse del guión, sobre todo si sus aspiraciones son compatibles con una cómoda existencia convencional y una carrera regular. Pero no todo el mundo puede permanecer en un limbo abúlico, “piobarojiano“.

Este “gran estancamiento” (que es político, empresarial, educativo, profesional, filosófico, si se quiere artístico) se contrapone a la capacidad de los “inadaptados” para realizar innovaciones incrementales, para ir de manera consistente desde 0 hasta 1.

Peter Thiel explica en Zero to One cómo, en calidad de uno de los primeros inversores de Facebook y miembro de su consejo de dirección, él mismo creyó que, al principio de su crecimiento y cuando todavía había dudas sobre su valía, la red social debía considerar al menos una oferta de Yahoo!, que ofrecía 1.000 millones de dólares.

Thiel explica cómo se convenció de que Facebook tenía una oportunidad mucho más grandiosa cuando observó a un Mark Zuckerberg entrando en la habitación y exponiendo en 10 minutos por qué Facebook valía mucho más y debía seguir su propio camino.

Conformarse con más de lo mismo o planificar con ingenuidad y ambición

Esta misma determinación explica que una empresa en la UVI rescatada con ayuda financiera de Microsoft, la Apple a la que retornó Steve Jobs, se convirtiera mucho más tarde en la compañía más valiosa del mundo, multiplicando el valor del antiguo gigante Microsoft.

Y por qué la misma Apple se enfrenta ahora a los mismos riesgos potenciales que convierten a la mayoría de grandes empresas en mastodontes conservadores que juegan a sacar réditos de cambios cosméticos, al ser incapaces de redefinirse con transformaciones incrementales. El iPhone 6 no es ni siquiera una gran actualización de un producto ya inventado (como sí lo había sido el iPhone 4s, o en menor medida el 5s).

Ocurre algo parecido en nuestra filosofía de vida personal, arguyen Nassim Taleb y Peter Thiel, y esta dependencia de un cierto confort por lo ya conocido y presente nos condena a un futuro predecible. 

Peter Thiel quiso convertirse en un joven juez de la Corte Suprema estadounidense; no lo logró y este desengaño por el fracaso meritocrático (siendo un brillante estudiante, no consiguió el cometido final de sus años de formación) posibilitaron el Peter Thiel emprendedor que se alió con un competidor, Elon Musk, para crear Paypal.

El largo ahora

¿Qué planes tenemos a largo plazo? ¿Cuántos de nosotros pensamos que organizaciones como la fundación The Long Now, creada para estudiar las implicaciones del largo plazo, son en efecto útiles?

¿Por qué los “misfits” de que hablaba Steve Jobs en 1997 son sólo recordados cuando logran dar forma a su visión grandiosa, pero tildados de locos fracasados cuando lo intentan y se quedan a medio camino?

(Imagen: Pío Baroja, cuya novela El árbol de la ciencia expone el dilema de los ilustrados: ¿pragmatismo anglosajón o idealismo alemán?)

Peter Thiel nos avisa en Zero to One. Las buenas noticias estriban en que sigue habiendo una minoría que prefiere dedicar su propósito vital de acuerdo con un plan “optimista definido”. Las malas noticias, según Thiel: no hay una fórmula para crear grandes productos, ideas, inventos. 

Las grandes ideas del futuro no tendrán nada que ver con las de hoy, y en parte eso mismo las hará importantes.

Cuando el primer iPod iba a ser eso, un mero reproductor-nicho

Sí existe una estrategia para cultivar una filosofía de vida “optimista definida”, marcada por un propósito vital racional a largo plazo al cual queremos llegar, lo que implicaría que nuestras acciones en el presente y en el futuro inmediato son coherentes con lo que esperamos de un futuro más lejano. 

Sin esta coherencia entre los pasos de hoy y mañana, lo que esperamos del futuro más lejano no será posible.

En otras palabras:

  • cuando Steve Jobs presentó el primer iPod, la gente pensó que se trataba de un pequeño reproductor musical elitista para un usuario minoritario de informática personal;
  • Jobs, en cambio, lo consideraba el primer paso para transformar varias industrias e inventar nuevas familias de producto más valiosas que la propia informática personal.

La estrategia, que funciona tanto en lo que queremos ser -nuestra esfera privada- como en nuestra proyección profesional, consiste, según Nassim Taleb, en cultivar un estilo de vida “antifrágil”.

Un estilo de vida “antifrágil”

Muy bien pero, ¿en qué consiste? Al explicar la “antifragilidad”, se repiten las malas y las buenas noticias:

  • las malas: de la misma manera que no se puede establecer una fórmula infalible para la “innovación” ni parar esas ideas auténticamente rompedoras que crean una familia de productos o servicios, transforman una disciplina técnica o artística, etc., tampoco es posible seguir una fórmula prefabricada al pie de la letra para convertirse de la noche a la mañana en uno de esos grandes inadaptados que cambian el mundo a mejor;
  • las buenas: sí se puede acotar una actitud, un marco que en el que los estilos de vida “antifrágiles” florecen y alcanzan todo su potencial, acercándose tanto como pueden a los objetivos que se marcan a largo plazo, por ingenuos que sean; en ocasiones, fallar en una carrera “conservadora” (siguiendo todos los pasos que nos requiere una trayectora meritocrática convencional) nos convierte en individuos más potentes y “antifrágiles” (Peter Thiel creó Paypal e invirtió en grandes ideas como Facebook cuando apenas eran un sueño mal ejecutado, después de intentar ser juez de la Corte Suprema y fracasar).

Shane Parrish resume las cualidades de un estilo de vida “antifrágil”, según la definición que hace del concepto el mencionado Antifragile: Things That Gain From Disorder de Nassim Taleb.

Parrish cita un artículo en Medium del ingeniero de Twitter Buster Benson: “un estilo de vida ‘antifrágil’ consiste en encontrar un modo de beneficiarse del inevitable desorden de la existencia”.

“No sólo es recuperarse -prosigue Benson- cuando las cosas no salen como esperábamos, sino hacerse más fuerte, más inteligente y mejor” persiguiendo nuestra estrategia a largo plazo.

La existencia “antifrágil”

Parrish recuerda los principios básicos de una existencia “antifrágil”:

  • optar por reglas simples;
  • construir redundancia y capas (evitando un único punto débil/frágil);
  • resistirse a la tentación de suprimir la aleatoriedad;
  • asegurarse de que uno tiene todo su espíritu en la apuesta (objetivo marcado);
  • experimentar y cacharrear -tomar muchos riesgos-;
  • evitar riesgos que, de perder, acabarían con todo;
  • no obsesionarse con el análisis de datos;
  • mantener nuestras opciones abiertas;
  • centrarse más en evitar las cosas que no funcionan que en tratar de encontrar lo que funciona;
  • respetar lo viejo -indagar en hábitos y reglas que han estado con nosotros durante un largo tiempo.

Shane Parrish concluye que el principio subyacente es centrarse en jugar una larga partida, manteniendo las opciones abiertas y evitando el fracaso total mientras experimentamos con muchas cosas y mantenemos la miente abierta.

En una entrevista para el documental de PBS One Last Thing (1994), Steve Jobs reflexionaba sobre la pasta de la que están hechos los más tolerantes a un escenario “antifrágil”, en el que en lugar de suprimir la aleatoriedad y el caos, estos refuerzan una idea subyacente que se abre camino con los años, porque siempre ha estado presente, al estar conformada con la fortaleza del propósito vital.

Lo que nos rodea

Steve Jobs:

“Cuando te haces mayor la gente te suele decir que el mundo es como es y tu vida consiste en vivirla dentro de lo establecido, intentando no golpear demasiado las paredes. Tratando de tener una agradable vida familiar, divertirse, ahorrar un poco de dinero…

“Esa es una existencia muy limitada. La vida puede ser algo mucho más amplio una vez uno descubre un simple hecho, y es: que todo lo que hay a tu alrededor y que llamas vida, fue hecho por gente que no era más lista que tú. Y puedes cambiarlo, influir sobre ello, puedes crear tus propias cosas para que la gente las use.

“(…) Eso es quizá lo más importante. Se trata de sacudirse la errónea noción de que la vida está ahí para que uno transite por ella, por otra otra que la abrace, trate de cambiarla, mejorarla, sacarle el máximo partido.

“Creo que eso es muy importante y no importa cómo lo aprendas, porque una vez lo asimiles, querrás cambiar la existencia y hacerla mejor, porque está un poco hecha polvo, en muchos sentidos. Una vez aprendas eso, no volverás a ser el mismo.”

Acabo con Michel de Montaigne: “A quienes me preguntan la razón de mis viajes, les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco.”