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Gestión de conflictos, Internet, microcréditos e innovación

Las redes sociales hacen más sencillo y rápido que nunca el intercambio de información entre individuos. Ahora, se convierte en ágora y altavoz del descontento social, que deriva en revueltas capaces de desestabilizar gobiernos. Internet facilita también el intercambio y la prosperidad, como demuestran las plataformas de microcréditos y tendencias como la innovación inversa.

Ocurrió con la Revolución Verde de Irán (también conocida como Twitter Revolution), y un fenómeno similar y aparentemente local, iniciado en la zona fronteriza entre Túnez y Argelia, ha causado una revuelta en Egipto y amenaza con desestabilizar a una de las regiones más complejas del Planeta. Los países del Magreb no afectados hasta ahora, además de Israel, Jordania, Líbano, Yemen y Siria, mantienen la respiración.

La Red social como alternativa a la reunión física

Facebook, Twitter, YouTube (con vídeos espontáneos), medios de comunicación (con Al Jazeera actuando como principal fuente de influencia sobre las protestas, según The New York Times, aunque no la única), y herramientas como el correo electrónico, la mensajería instantánea y los mensajes SMS, han sido empleados como métodos de intercambio de información y de organización de revueltas, difícilmente controlables por regímenes sin cultura democrática.

Egipto es el último ejemplo, después de que se interrumpiera su acceso a Internet y se restringiera el acceso a otras telecomunicaciones, para controlar la revuelta de un modo local. Aunque, como muestran las presiones locales e internacionales en el norte de África, cada vez resultará más difícil a cualquier gobierno justificar el control y la censura de las redes de Internet y telefonía móvil.

Internet, la nueva herramienta de instigación -y gestión- de conflictos

Los mismos servicios son también empleados como catalizador de la reputación de las empresas, productos, organizaciones, personas.

Como ocurre con los gobiernos, la actividad de las empresas locales y con presencia internacional -tanto aquellas con sede en países ricos como las fundadas en países emergentes, con capital privado, público o mixto-, es condicionada por las situaciones de conflicto.

En el pasado, las empresas extranjeras solían aplicar la estrategia del “cut and run” (retirada desordenada de operaciones e intereses, con las consecuencias que ello conlleva para los trabajadores y comunidades locales), una vez un conflicto había estallado o estaba a punto de acontecer. 

No obstante, en los últimos años, aumentan los proyectos empresariales que prosiguen con su actividad en momentos de conflicto, una práctica no sólo usada por empresas de Estados Unidos y Europa.

Conflictos en el mundo: geoestrategia, carrera por los recursos, rencillas locales

En África, el gobierno y las empresas chinas, muchas de ellas relacionadas con el Partido Único (pro-capitalista, pero no democrático y laxo con sus propias leyes laborales y de derechos humanos, que a menudo incumpliría dentro de su propio territorio, según algunos medios y organizaciones humanitarias), firman contratos de explotación de materias primas a cambio de infraestructuras, capital humano y tecnológico, etcétera.

A diferencia de la política de laxitud y falta de transparencia de China, las empresas occidentales reciben presiones adicionales desde sus sedes corporativas y las sociedades donde están implantadas, de modo que quedarse en zonas  donde ha estallado un conflicto las somete a mayores presiones. No sólo se trata de los tradicionales grupos de interés (“stakeholders”), sino de ese ente difícil de cuantificar al que llamamos opinión pública, cada vez más influenciado por la conversación pública que tiene lugar en Twitter, Facebook, YouTube, etcétera.

Muchos de los conflictos actuales están relacionados con la importancia estratégica de sus recursos naturales y tienen, entre sus actores indirectos, a países emergentes (sobre todo, China), Norteamérica y países de la Unión Europea (a menudo, por separado, con el Reino Unido, Francia y Alemania defendiendo a menudo sus intereses particulares). Si China y Estados Unidos han incidido directamente sobre el proceso de independencia de Sudán del Sur, también mantienen diálogo directo con los países más inestables del norte de África, Oriente Próximo y Oriente Medio.

El mundo en 2011

De los 31 conflictos armados vivos en el mundo en 2009, 14 acontecieron en Asia, 10 en África, y los tres restantes en Europa, América Latina y Oriente Medio. Los conflictos armados tienen características distintas en función de la región y la existencia o no de recursos naturales con importancia geoestratégica.

  • En Asia, más del 70% de los conflictos armados están vinculados a demandas de autogobierno o aspiraciones identitarias, y tienen un carácter interno, a excepción de los conflictos de Afganistán, India (Jammu y Chachemira), y Pakistán.
  • En América, el conflicto con la guerrilla armada de Colombia se mantiene y provoca un gran impacto entre la población civil; en Europa, se mantiene la inestabilidad en las antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso, con la extracción de petróleo y gas natural, así como la construcción de infraestructuras de acceso hacia Europa, como contexto de fondo.
  • Oriente Medio se mantiene como zona especialmente caliente. Además del conflicto entre Israel y Palestina, Siria e Irán mantienen su beligerancia ante los intereses considerados pro-israelíes, una visión que también padecen las empresas.

Pero es en África donde los conflictos armados esconden una nueva carrera por el control de los recursos, en las que China compite con las potencias foráneas hasta ahora involucradas, Estados Unidos y los países europeos. La economía de los principales países del África subsahariana crece a un ritmo sostenido. 

Algunos expertos señalan que incentivar la actividad económica y la prosperidad local haría más por el desarrollo africano (y de otras zonas) que la tradicional y burocratizada infraestructura de asistencia exterior, que a menudo asiste de un modo contradictorio a los intereses de los países en los que desarrollan su labor.

Sin ánimo de aportar cinismo a la entrada, si tenemos alguna duda sobre el papel de los principales países y empresas en lugares como África, las filtraciones de Wikileaks aportan pistas acerca del papel de cada una de las potencias en las zonas de conflicto.

Hablar sobre responsabilidad social cuando no hay empresas

Ann Bernstein, del think tank sudafricano Centre for Development and Enterprise, expone en su libro El caso de los negocios en las economías en desarrollo que el mejor modo de luchar contra la pobreza, las consecuencias de los conflictos -y los propios conflictos-, consiste en promover pequeños negocios y apoyar a las empresas locales, sobre todo a las que no son creadas bajo el auspicio de ninguna organización internacional ni organismo público subvencionado, más desatendidas y vulnerables a la inestabilidad.

Primero, más empresas; a continuación, mejores empresas, a poder ser competitivas, dando la bienvenida a las grandes corporaciones con políticas responsables. Esa es la receta de Ann Bernstein, que cree que el enriquecimiento del tejido empresarial actuaría como regenerador de las zonas que han padecido un conflicto, y de freno a posibles situaciones de riesgo.

En África, los conflictos armados derivan en crisis humanitarias, con situaciones de violencia, desplazamientos de población, epidemias, hambrunas, lo que debilita las estructuras económicas, sociales y políticas. Más emprendedores y empresas, considera esta corriente de autores, fortalecería al menos la economía, y los beneficios se extenderían a la esfera social y política. Con el permiso, claro, de la estrategia de China, Norteamérica y la Unión Europea.

Sustituir la caridad por la financiación de emprendedores

Las empresas y ONG internacionales también pueden contribuir al fortalecimiento de la economía local, participando en proyectos y asistiendo a emprendedores. Internet ha acelerado la labor, hasta el punto de permitir a cualquiera subvencionar a emprendedores de todo el mundo a través de microcréditos para crear proyectos sobre los que, gracias a Internet, se puede realizar un seguimiento prácticamente diario. La organización californiana Kiva.org es una de las plataformas que garantizan el contacto entre inversores informales y pequeños emprendedores, así como los detalles de la transacción económica y el seguimiento del proyecto financiado.

Con una presencia activa y abierta a colaborar con microemprendedores, las grandes empresas y organizaciones foráneas también pueden contribuir a evitar la quiebra de la economía formal e informal, y así evitar hambrunas, desplazamientos de población, crisis alimentarias y humanitarias, etcétera. No hay que olvidar, como recuerda el economista Robert Samuelson, que las nuevas empresas y proyectos crean el empleo neto, mientras las grandes empresas lo mantienen o destruyen, a medida que mejora la productividad.

A cambio, como muestra el meteórico progreso de muchas empresas fundadas en los países emergentes, se reduce el número de personas dependientes de una infraestructura caritativa y aumentan las clases medias aspirantes con poder de compra. La innovación inversa habla precisamente de las posibilidades comerciales de un nuevo mercado que, en lugar de estar compuesto por las élites económicas de los países en desarrollo, comprende al resto de la población, con un poder de compra muy inferior, pero con voluntad de acceder a la economía formal.

África también puede ser un polo de innovación inversa (“reverse innovation”)

Vijay Govindarajan, profesor de la Tuck School of Business de la Universidad de Darmouth, explica que la innovación inversa o innovación por goteo (“trickle-up innovation”) como los avances y tecnologías creados para el mercado de los países emergentes que, una vez probada su valía, se extienden al resto de economías, incluidos los mercados de los países desarrollados, hasta ahora dominadores absolutos de este proceso.

Hasta ahora, los ejemplos más ilustres de innovación inversa proceden de China e India, aunque una mejora de la situación en África podría extender esta nueva tendencia tecnológica hacia un continente que se ha tratado a menudo con un despectivo paternalismo caritativo, no muy alejado de antiguas mentalidades colonialistas.

¿Zonas de conflicto o lugares donde puede florecer la prosperidad?

Vijay Govindarajan, C. K. Prahalad y Stuart Hart, entre otros autores, recuerdan que nadie obliga a las empresas a centrar sus productos e innovaciones en el 10% más próspero de las sociedades en desarrollo, en lugar de ofrecer productos a una fracción del precio al 90% restante. En palabras de Govindarajan, los mercados emergentes “son una paradoja: son mega-mercados con micro-consumidores”.

África, de momento, no cuenta demasiado en el territorio de la innovación inversa, aunque la tendencia, aplicada con éxito en China e India, podría ser liderada por Sudáfrica y extenderse a otros países de la región.

Internet; políticas inclusivas y responsables de gestión del riesgo y la creación de valor en zonas con riesgo de conflicto; ayuda y financiación a los emprendedores y las pequeñas empresas locales; aprendizaje de casos de éxito en países emergentes como la innovación inversa de las empresas chinas e indias… Las empresas y organizaciones occidentales, con presencia y vocación de permanencia y las zonas calientes del mundo, pueden contribuir al desarrollo de las sociedades locales sin olvidar sus objetivos empresariales.

La prensa apunta sobre todo hacia el precio de los alimentos como el motivo que ha colmado el ánimo de los ciudadanos más desfavorecidos del mundo árabe, inductores de la última oleada de protestas. Más allá del coyuntural precio de los alimentos, las opiniones recogidas en Twitter y otros medios también muestran anhelos de prosperidad.

Consulta a continuación los últimos comentarios sobre las protestas en Egipto en Twitter