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Guía de moda I: Slow Fashion

Usamos más ropa y nos deshacemos de ella cada vez más rápido. Ya ni siquiera duran un año. Pero la moda rápida es retada por una llamada a la calma: menos cantidad y más calidad.

Como los tejanos a 4 o 5 euros y las camisetas a 1 euro se han convertido en una realidad, tirar la ropa que compramos y volver a comprar parece lo más fácil. En el Reino Unido, por ejemplo, se venden 3 tejanos por segundo.

Se trata de 1,4 pares de tejanos por persona y año; y eso que es una prenda diseñada originariamente para durar décadas (y confeccionada con medio kilogramo de productos químicos de media).

Pero hoy en día incluso los supermercados venden ropa y nada es confeccionado para que dure décadas, ni siquiera una temporada entera. En 1997, cada mujer compraba de promedio 19 prendas de ropa al año, una cifra que se incrementó hasta 34 en 2007.

La investigadora y consultora sobre moda Kate Fletcher, ha explicado a faircompanies que, como las prendas de vestir se han abaratado -en el Reino Unido, la reducción ha sido de un 10% entre 2003 y 2007-, en lugar de comprar una camiseta, ahora compramos tres.

“Hay camisetas por una libra -1,3 euros-, y trajes de hombre por 15 libras -20 euros-. Lo que la gente está haciendo ahora es comprar maletas llenas de ropa cada semana.”

Un carrusel de ropa

Los consumidores se han adaptado a los hábitos de compra sugeridos por la conocida como “fast fashion”, ofrecida por tiendas de distribución como Old Navy, Target y Wal-Mart en Estados Unidos, y H&M, Zara, Mango, Primark, Peacocks y otras enseñas en el Reino Unido y el resto de Europa.

Tal y como Mathilda Lee, redactora de la revista Ecologist y autora del libro Eco Chic, nos explicaba, estas tiendas no cambian las temporadas 2 veces al año, ni siquiera 4 veces por año, sino unas 15 veces o incluso más, en algunos casos.

“Ya no existe ropa de temporada en el sentido tradicional, sino un carrusel de ropa en constante funcionamiento en High Street (conocida zona de compras londinense).”

Las marcas pueden ahora convertir un diseño en un producto en sólo 12 días, mientras el ciclo de compra se ha acelerado tanto en sólo 4 años que, en el caso del Reino Unido, la gente ha aumentado la compra de ropa en un tercio. Mathilda Lee explica que la mayoría de esta ropa barata ni siquiera dura un año en los armarios.

“Anualmente, se compran dos millones de toneladas de ropa; alrededor de tres cuartas partes acaban en los vertederos, también anualmente. Nos enfrentamos a un enorme problema de residuos si la gente lleva la ropa sólo un par de veces antes de desecharla.”

Alrededor del 5% de la basura municipal en Estados Unidos es ropa y material textil y el estadounidense medio tira 35 kilos (cifra muy similar a los 30 kilogramos por persona y año del Reino Unido). Para poner estos datos en perspectiva, Lee describe el problema como “200 millones de bolsas de basura llenas de ropa” desechadas cada año en Gran Bretaña.

Un remedio contra la rapidez: Slow Fashion

Este consumo continuado de ropa, seguido por frecuentes cribas de ropa, que acaba desechada, se ha convertido en un fenómeno internacional; un comportamiento de compra que podría ser comparado con la bulimia.

Kate Fletcher ve nuestro comportamiento con la ropa como sólo un síntoma de un problema mayor relacionado con la felicidad, la identidad y nuestro modo de comunicarnos. Cualquiera que sea el problema, Fletcher y otras personas en la industria de la moda, creen tener una solución: se llama Slow Fashion.

Como su predecesor, el movimiento gastronómico y cultural Slow Food -así como Slow Movement, Slow Cities, Slow Design, etcétera-, la moda lenta -Slow Fashion- no es una simple llamada a poner el freno, sino un modo de centrarse en la calidad.

Tal y como explica Fletcher, “la Slow Fashion no se basa en el tiempo, sino en la calidad. Así que es un alejamiento de una estrategia que se centra sólo en la cantidad.”

Incluso los grandes diseñadores reconocen la necesidad de hallar una nueva corriente de pensamiento en el mundo de la moda. En una reciente conferencia llevada a cabo en la Wallace Collection de Londres, la veterana Vivienne Westwood pidió que se pusiera fin al “consumo indiscriminado”, al tiempo que exponía un principio de la Slow Fashion: “Sí, tenemos que usar ropa, pero si tienes que elegir algo, ahorra y elige bien.”

Ropa para conservar y compartir

La idea subyacente de la “moda lenta” consiste en concluir que, a mayor calidad de nuestra ropa, más tiempo la conservaremos. Como ejemplo, Fletcher habla de la marca británica Keep & Share, cuya propietaria y diseñadora, Amy Twigger Holroyd, basó su colección de prendas de punto en la satisfacción de quien lleva una prenda durante un largo período de tiempo.

“Nos parece detestable que la gran mayoría de las prendas de vestir sean descartadas antes de que finalice su vida útil; tratamos de revertir los efectos de la moda de usar y tirar animando a nuestros clientes a comprar menor cantidad de ropa, pero más especial, y a que mantengan sus prendas más tiempo en uso.”

Twigger Holroyd trata de alentar a sus clientes a que “conserven” sus diseños más tiempo, dada la elevada calidad de los materiales, el diseño confortable, así como estrategias menos tradicionales, como fomentar un trato personal con sus clientas para alentarlas a que encuentren servicios de cuidado para la ropa, tales como el lavado o la reparación.

La diseñadora también anima a sus clientes a “compartir” sus prendas de ropa, en su mayoría de una única talla, y la misma Fletcher, una de sus clientes, asegura ser bastante generosa compartiendo sus propias prendas de la diseñadora. “Mi hermana está a punto de irse de vacaciones y se va llevar algunas. También tengo amigas que han tomado prestadas algunas prendas para acudir a una boda.”

Para evitar la compra basada en el impulso, Holroyd exhorta a sus clientes potenciales a probarse la ropa antes de comprarla, para que se aseguren de que quieren comprometerse con la prenda a largo plazo. “¿Por qué no tomar prestada una prenda durante una semana y ver, de este modo, cómo se adapta a tu vida? Pruébala en una boda, una velada o simplemente en casa para ver si funciona. Ni siquiera tienes que lavarla antes de devolvérnosla -somos majos, ¿eh?-.”

Los principios Slow Fashion

La calidad, en el mundo de la Slow Fashion, no se centra únicamente en la durabilidad, sino que, al igual que el pionero movimiento Slow Food, incluye el respeto y la conservación de materias primas orgánicas y éticas, así como un intento de preservar las tradiciones y materiales locales.

Las responsables detrás de la marca Makepiece -las diseñadoras Nicolas Sherlock, Manda Johnson-Holme y Beati Kubitz-, intentan preservar las tradiciones textiles y laneras de los Peninos, una zona montañosa del norte de Inglaterra que se extiende hasta Escocia, conocida como la “columna vertebral” de Gran Bretaña.

“Nuestro paisaje ha sido conformado por siglos de pastoreo ovino, que se practicaba desde los sombríos picos de Lakeland hasta las playas de las islas Hébridas, al norte, y hasta los exuberantes pastos del sur.”

Para Makepiece, conservar las tradiciones locales significa cuidar de sus propias ovejas. Kubitz se comporta como la pastora del grupo: “Beati mantiene un rebaño de ovejas Shetland, que aportan una característica lana coloreada… ¡Incluso a veces trae unos corderos al estudio para amamantarlos con biberón!”

Debido a que el hilado es una práctica tradicional en West Yorkshire, la lana es cardada a menos de 20 millas -32 kilómetros- del estudio de diseño y confección. El proceso de tejido también ayuda a conservar las costumbres artesanales locales, ya que la firma trabaja con hiladoras especialistas británicas y “una pequeña fábrica de tejido especializada en encajes tradicionales.”

Además de recurrir a la mano de obra local, emplear métodos tradicionales y evitar la utilización de productos químicos gracias al uso de tintes naturales si azoderivados, las socias de Makepiece adoptan el principio Slow Fashion de diseñar ropa duradera, creando “moda real, la que no pasa de moda”, a pesar de que aseguran que, “cuando la ropa se ha llevado tanto que se convierte en jirones, éstos pueden ser compostados.”

Usando técnicas de producción del siglo XIX para asegurar una larga vida

Los responsables de la firma de bolsas, mochilas y complementos Entermodal han llevado más allá la idea de conservar el patrimonio artesanal, al tratar de recuperar técnicas de fabricación con más de un siglo de antigüedad, prácticamente desaparecidas.

El diseñador Larry Olmstead y su equipo han optado por “usar el método de producción disponible a la Revolución Industrial, ya generalizada en la segunda mitad del siglo XIX.”

Su investigación sobre productos y técnicas caídas en el olvido, llevada a cabo en museos, escuelas de comercio y con artesanos de todo el mundo, les ha proporcionado conocer los procesos de fabricación “de un tiempo en que las bolsas se hacían para durar décadas.”

Curtido por 20 años haciendo bolsas y mochilas para montañismo, esta marca afirma que sus bolsas son lo suficientemente funcionales como para durar y, además, siguen el principio “de la cuna a la cuna”, reconociendo que sus bolsas llegan en algún momento al final de su vida útil, en el que pueden ser fácilmente procesadas para “usar los materiales en una nueva generación del producto.”

A los bosques en busca de tintes y al tejado para envejecer un par de tejanos

Los diseñadores Slow Fashion no pueden evitar estar íntimamente conectados a su trabajo. La diseñadora de Nueva York Susan Cianciolo, que produce piezas de ropa de manera artesanal y en pequeñas series, ha sido descrita por la revista especializada Fashion Projects como “una precursora involuntaria del movimiento Slow Fashion”.

Sus clientes parecen reconocer su permanente compromiso con su ropa, y la diseñadora asegura que le piden a menudo que vuelva a trabajar en productos después de llevarlos durante años.

Ciancolo también se asegura personalmente de que todos los procesos se llevan a cabo del modo más natural posible. Una actividad que la anima a ir, acompañada de su madre, a los bosques cercanos para recolectar materiales que usa para hacer tintes naturales no tóxicos, o a realizar personalmente el acabado de un par de tejanos para evitar el uso de lejías: su compromiso con la ropa que diseña y su impacto medioambiental es legendario.

El redactor de Vogue Jane Herman relata cómo la diseñadora le explicó que “incluso envejecía sus tejanos dejándolos en la azotea de su edificio durante días, lo que le había creado algunos problemas con la propietaria.”

En la cuna de la moda Slow

Incluso las empresas más veteranas y con una imagen de marca creada con décadas de trabajo, reconocen el valor de los preceptos Slow, muchas de ellas originarias de donde el concepto fue formulado: Italia.

Los hermanos Roberto y Marzio Compagno crearon la enseña Slowear como una marca capaz de abarcar sus históricas cuatro líneas de ropa -Incotex, Zanone, Glanshirt (presente en el vestuario de las películas de Fellini) y Montedoro (donde Armani inició su carrera)-, después de que Roberto acudiera a una cena Slow Food en 2000.

Jugando con la naturaleza clásica de sus marcas, crearon la etiqueta Slowear no como un nombre de marca, sino como un modo de garantizar la calidad y duración de sus líneas de producto. Emilio Peschetto, el director estadounidense de Slowear, explicaba a The Wall Street Journal que ellos representan “lo contrario de la moda. Una vez te casas con nosotros, es para siempre.”

La compañía parece aprovechar como herramienta de marketing la notoriedad que proporciona aparecer asociada al término Slow -además de el Wall Street Journal, el Christian Science Monitor y el canadiense Globe and Mail también les han mencionado-, y aunque su estructura corporativa parece antitética de lo que predica el Slow Food, buena parte de su producción se ajusta al interés Slow Fashion por las tradiciones locales.

Su clásico polo es elaborado artesanalmente por especialistas de la localidad textil italiana de Biella, donde los residentes se han dedicado a producir lana desde la Edad Media.

Una espera de 28 días por la prenda encargada

Los diseñadores interesados por los preceptos Slow Fashion intentan que nos involucremos en una relación más duradera con nuestra ropa. La diseñadora Sarah Ratty utiliza en las prendas de su marca Ciel un lema del que está segura que sus clientes nunca querrán desprenderse: “futura herencia.”

Los clientes de la diseñadora Davina Hawthorne esperan 28 días desde que realizan un encargo hasta que obtienen uno de sus “diseños atemporales”.

Este período de espera mientras ella “diseña a mano con todo el cariño” es tal vez un recordatorio de que sus prendas deberían ser vistas como algo que “respetar y conservar”. Hawthorne afirma que esta política de trabajar bajo demanda evita que haya un gasto derivado de la sobreproducción.

La profesora de moda y pionera de la moda ecológica Lynda Gross cree que todos tenemos una prenda que hemos conservado durante un largo tiempo y que se debe investigar qué hace especiales las cosas que guardamos. “Si investigamos por qué la gente conserva algunas prendas y cuáles son las cualidades de éstas, podremos trasladar esas características al producto desde el principio.”

Gross cree que convencer a la gente para que use la ropa durante más tiempo tiene que ver menos con un cambio en el modo de consumo y más con un desafío al que deben hacer frente los diseñadores para aprovechar “la emotividad de las prendas de manera que el usuario pueda valorar más el producto y conservarlo durante más tiempo.”

La gente empieza a cansarse de los tejanos a 3 libras (ropa Slow en High Street)

Quizá la llamada Slow Fashion nunca llegue a las masas, pero aún puede tener el poder de cambiar el comportamiento de los consumidores. Kate Fletcher ve la ropa Slow como un agente de cambio.

“Para mí, es una poderosa metáfora para concienciar a la gente y provocar una reflexión sobre las cosas de una manera diferente. La corriente Slow Fashion puede tener cantidad de ritmos, cadencias y velocidades en su seno.”

Mathilda Lee cree que la próxima generación de diseñadores tendrá la fuerza de cambiar la filosofía de las tiendas minoristas de High Street. “Si consigues que alguno de ellos eche un vistazo a la idea de la ropa Slow y confíe en ella, el resto se sumará a ella.”

Y mientras tanto, Lee cree estar viendo lo que debe ser el principio del fin de la moda más rápida. “Creo que la gente está poco a poco descartando la compra de tejanos a 3 libras… Ya sabes cómo funciona el mundo de las tendencias. Creo que, más que un consumo más frugal, la gente empieza a ver como algo más refinado y a la moda comprar menos cantidad de ropa, pero que ésta sea de mayor calidad y más duradera.”

Algunos diseñadores que siguen los preceptos Slow:

Para obtener una lista más exhaustiva de diseñadores Slow:

Más información sobre la ética de la moda rápida (fast fashion) y una lista de diseñadores más éticos: