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Guía de moda II: eco-tejidos

Pon un poco de cáñamo en una camiseta y llámalo moda ecológica, pero, ¿es tan sencillo? Además de los tejidos alternativos, importa saber qué productos químicos son usados durante la fabricación.

Por Kirsten Dirksen
Traducción de Nicolás Boullosa

Algodón orgánico, cáñamo, bambú, soja, maíz, conchas marinas, algas; en la actualidad, prácticamente cualquier material puede usarse para fabricar tejidos, pero no todos los tejidos catalogados como ecológicos tienen las mismas propiedades; el hecho de ser asociados con el mundo natural no significa, del mismo modo, que los procesos usados para obtenerlos no puedan causar graves daños medioambientales.

Pocos dudan de que la industria de la moda no necesite más diversidad y responsabilidad en la obtención de los tejidos y materiales empleados. La escritora, consultora y especialista en moda Kate Fletcher nos explicaba: “Lo que debemos hacer es dejar de ser un sector dominado por el uso de dos fibras. El algodón y el poliéster representan en conjunto más del 80% de las fibras textiles que se consumen anualmente en el mundo.”

Habida cuenta de que ambos tejidos dependen de procesos petroquímicos -en el caso del algodón convencional, por los pesticidas y herbicidas usados para su cosecha, mientras el poliéster es una fibra obtenida del petróleo-, Fletcher y otros profesionales en la industria abogan por el uso de más fibras. Y los diseñadores empiezan a prestar atención a este llamamiento.

De la soja al sasawashi: ¿suficiente para ser verde?

Ralph Lauren, Oscar de la Renta y Donatella Versace han experimentado con cáñamo. Oscar de la Renta, Diane von Furstenberg y Agnes B han usado bambú. Y todos -desde Edun, la marca fundada por el cantante de U2, Bono, y su mujer Ali Hewson en 2005, hasta las grandes cadenas de distribución H&M, Zara, Target y Wal-Mart- ofrecen prendas de ropa de algodón orgánico.

Algunos diseñadores han construido su reputación e imagen de marca en torno a uno de estos tejidos “verdes”. Deborah Boria y Dearrick Knupp dieron con el tejido de bambú mientras viajaban en China y, tal y como Boria explicaba a faircompanies, “nos quedamos prendados del material una vez supimos más sobre éste. Pensamos que podría ser la base para toda una empresa; de ahí el nombre de la marca, ‘Panda Snack‘.”

Otros diseñadores amplían su campo de acción para incluir una mayor diversidad de materias primas. La diseñadora de Los Ángeles Linda Loudermilk usa sasawashi, bambú, la fibra SeaCell, soja y otras “plantas exóticas autosuficientes” para crear diseños que siguen los preceptos de la producción de la cuna a la cuna. “Los bordados y puntillas a base de distintos tejidos de soja son usados en ropa con una honrosa ética natural, para volver a la naturaleza una vez finaliza su vida útil.”

Si fuera tan fácil llevar puesta una planta de rápido crecimiento y que no requiere demasiados nutrientes para su producción -es la idea que persigue la fibra SeaCell-, su uso sería más extendido. Según varios especialistas de la industria textil consultados, algunas de estas fibras alternativas pueden ser altamente contaminantes, ya que deben someterse a un proceso de tratamiento para convertirse en fibras textiles, además de los tintes y acabados que puedan añadirse a continuación.

Nada nuevo para una industria que, según Greenpeace, usa como mínimo 8.000 productos químicos para transformar materias primas en tejidos y ropa (los más peligrosos son el plomo, el níquel, el cromo IV, aril aminas, ftalatos y formaldehído).

Todd Copeland, del programa de desarrollo de tejidos de Patagonia (firma pionera en el uso de tejidos ecológicos, al tener en cuenta la “crisis medioambiental” en todas las decisiones estratégicas que ha tomado desde 1991), ha explicado a faircompanies no sólo que no tienen previsto usar algunas de las llamadas “eco-telas” (del inglés “eco-fabrics”), sino que no las consideran respetuosas con el medio ambiente.

“Muchos tejidos están recibiendo atención porque son producidos a partir de fuentes naturales que son nuevos como telas. Pero en muchos casos, como ocurre con el bambú o la soja, los procesos de producción requieren el uso intensivo de químicos que fueron inventados hace 50 años. Parece tratarse más de una novedad que de auténticos eco-tejidos.”

Si es así, ¿qué tejidos naturales, u otros materiales, deberíamos llevar puestos? Los expertos con los que hemos contactado para realizar esta serie de reportajes piden cautela, debido a que mirar a los materiales empleados es sólo una pequeña parte de la solución al impacto social y medioambiental de la moda. Además, los mismos expertos hablan de una cierta desinformación acerca de lo que es verdaderamente “verde” o ecológico.

El precio real del algodón

Dado que el algodón convencional es el cultivo que usa más pesticidas del mundo, no debe sorprender que la mayoría de los especialistas en el sector textil recomienden comprar la variedad orgánica de este tejido vegetal. Mathilda Lee, periodista de The Ecologist y autora del libro Eco Chic, llama a esta decisión un buen primer paso. “Si lo que buscas es un tejido ecológico, puedes empezar buscando algodón orgánico. El algodón orgánico es un claro beneficio para los agricultores y la tierra. Se trata de un paso en la dirección correcta.”

Aunque el algodón es cultivado en sólo el 2,4% de la tierra cultivable del mundo, según la Asociación de Comercio Orgánico (OTA en sus siglas en inglés), su cultivo emplea aproximadamente el 25% de los plaguicidas usados en el mundo (incluyendo herbicidas, insecticidas y defoliantes).

De los 15 principales plaguicidas usados en cultivos de algodón en 2000, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) catalogó a 7 de ellos -acefato, dicloropropeno, diurón, fluometurón, pendimetalín, tribufos y trifluralín- como cancirógenos humanos “posibles”, “probables”, “potenciales” o “conocidos”.

Los problemas de salud de los trabajadores de los campos de algodón son de sobras conocidos. Según Stephen Yafa, autor del libro Big Cotton, el 91% de los hombres que trabajan en campos de algodón en India enferman a menudo.

La Organización Mundial de la Salud estima que miles de personas mueren al año de intoxicación por plaguicidas empleados en la producción de algodón, mientras la Red de Acción contra Plaguicidas (PAN en sus siglas en inglés) cree que otro millón de personas sufre sus efectos a largo plazo. Muchos de los que sufren son niños.

Un informe reciente del Foro Internacional de Derechos Laborales (ILRF) concluía que más de 400.000 niños trabajan en campos de algodón, y más de la mitad tienen menos de 14 años de edad.

Monsanto y Bayer -dos multinacionales con vínculos productivos en el subcontinente indio- aseguran haber empezado a trabajar en el asunto, pero el director del Comité Indio de los Países Bajos, Gerard Oonk, asegura que se trata de un problema generalizado: “El informe deja meridianamente claro que nuestros productos de algodón se sustentan en el trabajo de niños en condiciones próximas a la esclavitud.”

Algodón orgánico

El algodón orgánico es una clasificación relativamente nueva -se ha usado esta denominación en la última década- y representa sólo el 0,4% de la producción total de algodón, aunque esta cifra crece rápidamente en la actualidad. Las ventas mundiales de algodón orgánico por parte de fabricantes han aumentado un 238% entre 2005 y 2007, y se espera que alcancen más de 2.000 millones de dólares (alrededor de 1.300 millones de euros) a finales de 2008, según la organización Organic Exchange.

Además de los mayores compradores tradicionales de la variedad orgánica de esta fibra como Patagonia, Nike o incluso Wal-Mart, en 2006 y 2007 varias firmas se unieron a la tendencia, tales como C&A, NAU, Next, Target, Pottery Barn, Stella McCartney y Barney’s.

El algodón orgánico, todavía sólo el 1% de las ventas totales de algodón, se cultiva principalmente en Turquía e India (un mapa que detalla las zonas de producción de la variedad), y en algunas partes del mundo, un cambio hacia la producción orgánica puede no tener sentido.

Como Lynda Gross, consultora del Proyecto de Algodón Sostenible de California (SCP en sus siglas en inglés) explicaba a faircompanies, en lugares donde el coste de la mano de obra es elevado, se está experimentando con una tercera opción.

“La agricultura orgánica es sólo una herramienta de uso. Si no es una herramienta efectiva, entonces tenemos que plantearnos el uso de una herramienta distinta… En California, las toxinas son un problema y el cultivo orgánico no es tan efectivo debido al precio, de modo que una opción basada en un ‘algodón más limpio’ parece una mejor solución”.

El ‘algodón más limpio’ (del inglés Cleaner Cotton) es el resultado de la colaboración entre la asociación que promueve el algodón sostenible SCP y los agricultores de la zona, a través del programa Sistemas de Agricultura Biológica en el Algodón (BASIC en sus siglas en inglés) para reducir el uso de plaguicidas, aunque no lo suficiente como para considerar la cosecha como orgánica.

El algodón que sigue el programa BASIC se cultiva con hasta un 73% menos de productos químicos que el convencional, una reducción significativa, considerando que en 2006 cerca de 6 millones de libras (2,7 millones de kilogramos) de químicos se aplican al algodón sólo en California.

La parte final de la ecuación implicaría crear un mercado para el algodón BASIC, convenciendo a las empresas californianas a que usaran algodón local, algo que ya empieza a suceder. Tal y como el diario USA Today explicaba en enero de 2008, la firma de San Diego prAna ha comprado “centenares de libras de algodón acala BASIC para emplearlas en su ‘camiseta local’, mientras American Apparel se ha comprometido a comprar casi medio millón de libras de este algodón.”

Algodón orgánico: un eco-tejido imperfecto

El algodón orgánico no es la solución perfecta: requiere grandes cantidades de agua tanto para el cultivo (la mayor cantidad empleada en un cultivo en relación a su peso) como para el lavado. Según el informe Well Dressed? (¿Bien vestido?) de la Universidad de Cambridge, en el análisis del ciclo de vida de una camiseta de algodón, mientras “un cambio hacia el empleo de algodón orgánico con menos tintes tóxicos causa una caída dramática (de más del 90%) en el impacto tóxico de un producto”, las fases de lavado y producción del tejido ahora dominan el gasto en agua.

Aparte del uso de agua, tanto en la producción del material como en su lavado, incluso la ropa orgánica puede ser teñida y acabada usando productos químicos perjudiciales. El autor de Big Cotton, Stephen Yafa, estima que se usa alrededor de medio kilogramo de productos químicos en un solo par de tejanos, incluyendo tintes producidos con petróleo, lejías tóxicas para el acabado y selladores de color a base de formaldehído.

Según un informe de Salon.com, aunque las normas sobre productos orgánicos no lo requieren, algunas compañías tratan de reducir el uso de productos químicos en sus colecciones con tejido orgánico. “Para su modelo de tejanos de alta gama Capital E 501 (Levi’s “Eco jean”), con un precio de 250 dólares (160 euros), Levi’s asegura emplear tintes vegetales que carecen de derivados del petróleo, así como pocos o ningún agente químico para el acabado. Patagonia asegura usar acabados mínimos en sus tejanos de algodón orgánico. Del Forte indica que reduce el uso de productos químicos envejeciendo sus tejanos más exclusivos “con un lijado manual.”

Bambú (y soja)

Pese a la atención que ha recibido últimamente, salvo en casos excepcionales, el bambú no debería ser considerado un “eco-tejido”. El problema con el bambú estriba en que, pese a ser un recurso que se renueva fácilmente (aunque a menudo existe el problema añadido de que los agricultores talan bosques para plantar bambú, un sinsentido medioambiental) y resistente a las plagas de modo natural (aunque se empiezan a introducir plaguicidas en su producción, al ser cosechado en granjas de monocultivo), requiere mucho trabajo para ser transformado en un tejido.

“Si uno imagina el bambú, puede verse como una hierba francamente rígida; no es el típico material que uno observa y piensa automáticamente en la producción de grandes prendas”, explica Kate Fletcher, autora del libro Sustainable Fashion and Textiles (Moda y textiles sostenibles). Así que, para crear un tejido a partir de esta planta, la mayoría de los fabricantes recurren al uso intensivo de productos químicos.

Existen dos modos fundamentales de procesar bambú. Uno de ellos es un método mecánico que consiste en la trituración de la planta y el uso de enzimas naturales para deshacerla, de manera que las fibras obtenidas puedan ser trenzadas. A partir de este método se obtiene el a menudo llamado lino de bambú (se trata de un proceso similar a la producción de lino). Es muy caro porque la mayor parte del trabajo se hace a mano y muy pocas firmas están recurriendo a él.

La mayoría de los tejidos de bambú actualmente en el mercado parten de un proceso químico muy contaminante para triturar las hojas y tallos de bambú y convertirlos en celulosa, a través del uso de solventes como el hidróxido sódico (NaOH, también conocido como sosa cáustica o soda cáustica) y el disulfido de carbono, así como lejía. Se trata de un proceso similar al empleado para hacer tejido de soja, así como rayón-viscosa (en el caso del rayón, la madera de haya es la fuente de obtención de la celulosa).

Para Todd Copeland, del programa de desarrollo de tejidos de Patagonia, este proceso de producción basado en el uso intensivo de productos químicos es el motivo por el cual no considera que el bambú o la soja sean fuentes de obtención de materias primas sostenibles. “Estas fibras son a menudo celulosa regenerada o fibras de proteínas que usan solventes. La toxicidad de estos solventes y el manejo de efluentes son aspectos que deben abordarse antes de que estos productos puedan ser considerados respetuosos con el medio ambiente.”

Este segundo método para obtener tejidos de bambú dista mucho de ser sostenible. Es un proceso “muy contaminante, que crea emisiones de sulfuro que actúan como toxinas nerviosas”, explica Linda Gross. “La fibra es renovable, es cierto, pero también lo es la madera usada para obtener rayón convencional. El Tencel parece una solución mucho más viable, con un sistema de procesamiento cerrado que genera pocas o ninguna emisión.”

Tencel (lyocell)

Tencel (el nombre comercial de una fibra natural fabricada por la firma Lenzing), como ocurre con el bambú, es una fibra de celulosa regenerada y tratada, aunque, a diferencia de la mayoría del bambú (existen algunos fabricantes de bambú que intentan emular el proceso del Tencel), todo su proceso de fabricación fue diseñado para minimizar el impacto medioambiental.

La fuente de celulosa es pulpa de madera recolectada procedente de bosques gestionados, que se descompone usando un solvente no tóxico que es continuamente reciclado, con un ratio de recuperación del 99,5%. El producto final es totalmente biodegradable.

Tencel cuenta con la certificación FSC en el ámbito del bosque gestionado, mientras la pulpa y la fibra obtenidas han sido certificadas como Oeko Tex 100, lo que garantiza un bajo nivel de residuos químicos en el producto final. La empresa Lenzing es el principal fabricante mundial de eco-fibras reconocido con la etiqueta EU Eco flower de la Unión Europea.

Cáñamo

El cáñamo ha sido usado durante milenios como fuente de fibras y, más recientemente, como el tejido empleado en el primer par de tejanos Levi’s, que dio pie a un mercado global basado en esta ropa, diseñada para durar en condiciones de trabajo extremas.

Mientras en la mayor parte del siglo pasado la fibra era usada sobre todo para fabricar cuerdas, paracaídas y ropa tejana, en las últimas dos décadas se ha convertido en un tejido cada vez más usado, incluso por marcas como Armani, Polo Ralph Lauren, Oscar de la Renta, Calvin Klein, Patagonia, Nike y Converse.

Ha recibido mucha atención por parte de todos, desde celebridades como Woody Harrelson, que vistió un traje de Armani fabricado en cáñamo en los Oscar de 1997, hasta diseñadores como Stewart y Brown, quienes aseguran que el cáñamo es “una de las fibras con una huella ecológica más reducida.”

El cáñamo está en esencia a la altura de los mimos que celebridades y diseñadores le prestan. Según el informe Well Dressed?, “el cáñamo es cuatro veces más resistente que el algodón, dos veces más resistente a la abrasión, y más resistente al mildiu, la suciedad, no se encoge con agua caliente ni se decolora con el sol y, además, las plantas de cáñamo necesitan poco riego y proporcionalmente muchos menos plaguicidas u otros productos químicos”. Otras razones por las que el cáñamo ha logrado una legión de seguidores (más allá de su asociación a una sustancia prohibida): se regenera fácilmente, al alcanzar la madurez en un período de 80 a 120 días.

  • Es la fibra natural conocida con mayor resistencia.
  • Ayuda a bloquear los rayos UV y UVB, perjudiciales para la piel.
  • Combate la humedad y resiste a las bacterias y el moho.
  • Es más aislante que el algodón.
  • El cultivo crece bien sin plaguicidas, herbicidas ni fungicidas.
  • Pese a sus puntos fuertes el cáñamo no siempre es ideal. Al igual que el lino, el ramio y el yute, el cáñamo es una fibra basta, que requiere un proceso de extracción de la fibra llamado de enriamiento; aunque el proceso se puede llevar a cabo orgánicamente (usando microorganismos), se elabora cada vez más con la ayuda química (usando tanto enzimas como derivados químicos).

El proceso químico no es tan intenso como el del bambú o la madera, ya que la planta se descompone con mayor facilidad, pero existen alternativas viables al uso de químicos. Ecolution es una firma que elabora fibra de cáñamo a partir de métodos de proceso tradicionales en Europa Oriental. Este productor y fabricante rumano asegura que su proceso es preferible al usado por sus competidores chinos, tanto desde el punto de vista ecológico como en calidad.

“La transformación química, que ablanda la fibra a través de sosa cáustica y lavados de ácido, priva a la fibra obtenida de la mayor parte de su rico carácter y durabilidad, además de producir residuos peligrosos y destructivos para el medio ambiente.”

Lana

Si bien la lana convencional es un recurso renovable anualmente, no es necesariamente respetuoso con el medio ambiente. Las ovejas son a menudo confinadas en pasturas demasiado pequeñas, lo que provoca el sobrepastoreo y daña el terreno. Los plaguicidas son también usados tanto en los pastos como en los propios animales, para controlar plagas y parásitos.

Según la Asociación de Comercio Orgánico (OTA), los plaguicidas usados en el ganado ovino no son precisamente un pequeño problema:

  • Los tres insecticidas más usados con ovejas en 2005 -fenvalerate, permetrina y malatión- son muy poco tóxicos para los humanos, aunque de moderadamente a altamente tóxicos en los peces y anfibios, y se sospecha que actúan como disruptores del aparato endocrino.
  • Los plaguicidas utilizados en el ganado ovino han sido relacionados de manera consistente con daños en el sistema nervioso de los trabajadores que han sido expuestos a ellos en el Reino Unido.
  • Hay una creciente evidencia de que el uso generalizado de antibióticos agrícolas está contaminando las aguas superficiales y subterráneas, incluida el agua potable, en muchas áreas rurales, como resultado de su presencia en los purines que generan los animales.
  • La lana orgánica, aunque con una oferta muy limitada, es -como Tim Rhone de Patagonia nos explicaba en un vídeo-, mucho más limpia. “La lana orgánica es conveniente porque la cantidad de antibióticos en las ovejas es limitada. Asimismo, se limita el número de ovejas por acre (1 acre equivale a 0,4 hectáreas), por lo que no hay exceso de pastoreo ni se usan fumigadores en la lana.”

Además de la certificación orgánica, existen otras opciones orgánicas, como la lana procedente de las granjas californianas de Tawanda, donde Carol Pasheilich y Maggie Howard crían sus ovejas de acuerdo con los estándares orgánicos (aunque sin obtener la certificación) y venden tanto la carne como la lana dejando claro que no son productos certificados, aunque se garantiza su calidad (en este vídeo, nos muestran cómo evitan el pastoreo excesivo a través de una gestión rotacional del pastoreo, dejando pasturas en barbecho).

Al igual que con el algodón, los productos químicos son empleados en la limpieza, blanqueo, teñido y acabado de la lana. Para que una lana sea considerada libre de agentes químicos, necesita no sólo ser producida orgánicamente, sino también procesada orgánicamente.

PLA: una fibra textil a partir de alimentos

La fibra PLA (ácido poliláctico o polilactida) puede obtenerse a partir de productos alimentarios, tales como el arroz, la remolacha azucarera, la caña de azúcar, el trigo y el boniato. Es el mismo PLA empleado en la fabricación de bioplásticos, tanto cubiertos y contenedores compostables de comida para llevar como bolsas de plástico biodegradable.

Como ocurre con los bioplásticos, la ropa PLA es compostable y se convierte en abono listo para ser usado en un período de 60 a 90 días, si se desecha en centros preparados para el compostaje (Aseem Das, de World Centric, nos mostraba en un vídeo los boles, bolsas y cubiertos de PLA que venden desde su sede de Palo Alto, California).

En el caso de la ropa, el PLA es un sustitutivo del poliéster derivado de petróleo, pero, a diferencia del poliéster tradicional, no requiere un tratamiento químico para repeler la humedad, es más resistente al fuego de manera natural y es más ligero, por lo que se combina mejor con otros tejidos y fibras.

Ingeo, la fibra PLA producida por Natureworks -una empresa conjunta entre Cargill y Teijin Limited- ha sido usado por diseñadores como Versace, Oscar de la Renta, Stephen Burrows, Elisa Jiménez, Cop Copine y Linda Loudermilk, pero no todo el mundo considera a este material como una auténtica eco-fibra.

Manteniendo al margen a los cultivos genéticamente modificados (GMO)

Ingeo -fibra elaborada a partir de azúcares de maíz fermentado- ha suscitado numerosas críticas debido a su dependencia de una planta genéticamente modificada, o GMO (del inglés “organismo genéticamente modificado”). Cargill, la multinacional responsable del desarrollo de Ingeo (Teijin se unió a la empresa conjunta en 2007), no sólo es el líder mundial en la producción de maíz, sino también uno de las mayores empresas de ingeniería genética.

Antes de que la fibra Ingeo fuese lanzada al mercado, Patagonia estaba inicialmente entusiasmada con el producto y colaboró estrechamente con Cargill Dow para dar con una fuerte de azúcar de maíz (dextrosa) que no fuese genéticamente modificada (GMO). Pese a que el mercado de la dextrosa es gigantesco, esta búsqueda resultó imposible, de modo que Patagonia dejó de apostar por el producto.

En 2001, poco antes de que el producto saliera al mercado, Jil Zilligen, entonces vicepresidente de iniciativas ambientales de Patagonia, escribió acerca de esta decisión en el sitio web de la compañía con sede en Ventura, California. “Debido a que el maíz genéticamente modificado es la actual materia prima usada en la producción de PLA, y los estudios han demostrado efectos medioambientales no deseados y negativos provocados por el maíz genéticamente modificado, no podemos apoyar el uso de PLA hasta que podamos garantizar una fuente de materia prima no modificada. Hemos invertido una importante cantidad de tiempo, investigación e incluso esperanza en PLA. En el marco de la actual infraestructura agrícola, nadie separa el maíz convencional o genéticamente modificado de las variedades orgánicas en la planta de transformación para garantizar una fuente de dextrosa que no sea genéticamente modificada.”

Zilligen es ahora responsable de sostenibilidad de Nau, una nueva firma de ropa técnica y deportiva respetuosa con el medio ambiente y con sede en Portland, Oregón. Nau usa Ingeo, aunque también participa en un programa de compensación de derechos de emisión ofrecido por NatureWorks para “los clientes que creen que la variedad de maíz empleado es un problema importante.”

Entre las opciones de tejidos de Nau se incluye un polímero sin modificación genética garantizada por una tercera organización; una opción que combina un 50% de maíz modificado y el 50% restante sin modificar; y una opción que garantiza la sostenibilidad del producto durante todo el proceso de elaboración.

Patagonia sigue sin usar Ingeo debido al apoyo de NatureWorks (y de Cargill) a los cultivos creados con ingeniería genética. La marca fundada por Yvon Chouinard cree que optar decididamente por esta fibra es un camino peligroso y su supuesta sostenibilidad no está clara.

Además del debate relacionado con la modificación genética, la elección del maíz como fuente para la confección de fibras textiles no parece una solución viable a largo plazo. Desde NatureWorks aseguran estar trabajando en la transición desde el uso de productos agrarios al empleo de desechos agrarios como materia prima, tales como las cañas y hojas del maíz, así como la paja y el bagazo generados por el trigo y el arroz.

Futuros eco-tejidos

Para las grandes compañías que buscan diversificar su fuente de materia prima más allá del algodón convencional y el poliéster, las decisiones son complejas y un enfoque de sistemas de producción completos es primordial. La directora de innovación sostenible del vestuario de Nike, Eraina Duffy, explicaba en 2005 a la revista Gear Trends: “Hemos investigado tanto el algodón orgánico como el Ingeo, aunque desconocemos dónde situarlos. El Ingeo podría sustituir materiales sintéticos de alto rendimiento, pero no convence en los tintes. El algodón reciclado, que no requiere ser teñido de nuevo, es más difícil. Tiene que haber conectividad en la cadena de suministro.”

Todd Copeland está de acuerdo en que, si bien “un montón de eco-tejidos están recibiendo atención porque están hechas a partir de materias primas naturales que son nuevos en la producción de fibras”, cuando el Programa de Desarrollo de Material de Patagonia elige tejidos y telas, no se fija sólo en la fuente de la materia prima, sino en todo el proceso de fabricación de un producto.

“Las eco-fibras del futuro harán grandes mejoras en la reducción del impacto medioambiental de los productos textiles: usando menos agua, menos energía, menos productos químicos, emitiendo menos CO2, menos gases (VOC), contaminando menos el agua y el aire, y eliminando las sustancias tóxicas. Pero el reto consistirá en el marketing y la educación de los consumidores.”

Etiquetas ecológicas para productos textiles

Oeko-Tex (también Okotex u Öko-Tex):

  • Oeko-Tex 100: un estándar para los productos textiles acabados que prohibe o limita el uso de sustancias perjudiciales conocidas, tales como colorantes azoicos prohibidos; colorantes cancerígenos y colorantes que provocan alergias; formaldehído; pesticidas; fenoles clorados; agentes cloro-orgánicos; metales pesados extraíbles; níquel; fijadores de color; valor pH; ftalatos en artículos para bebés; butilo compuestos de estaño (TBT y DBT); emisiones de componentes volátiles; olores.
  • Oeko Tex 1000 (u Öko-Tex 100 plus): etiquetado para textiles que cumplen con los estándares Oeko-Tex 100, que también certifica que todas las empresas en la cadena de suministro cumplen con las mismas normas.

Etiqueta europea Eco-label para productos textiles (the flower): marca oficial de la Unión Europea para productos sostenibles. Analiza, a través de una exhaustiva trazabilidad, todo el proceso de fabricación de un producto, desde la producción de las materias primas hasta la venta del producto. La etiqueta (conocida como “the flower”, la flor) garantiza:

  • Un uso limitado de sustancias nocivas para el medio ambiente.
  • Limita las sustancias susceptibles de ser perjudiciales para la salud.
  • Reduce la contaminación en el agua y el aire.
  • Resistencia al encogimiento de la prenda durante el lavado y secado.
  • Resistencia al color.

Bluesign: estándar independiente que garantiza que “los procesos de producción son diseñados en torno a un esquema que emplea los mínimos recursos con la máxima productividad, con especial atención en la protección del medio ambiente, la salud y la seguridad”, que puede ser aplicado a toda la cadena de producción textil, “desde las materias primas y los proveedores de componentes que fabrican hilados, colorantes, aditivos, a los fabricantes textiles, minoristas marcas de ropa y consumidores”. Etiquetado relativamente nuevo. Patagonia se convirtió en la primera marca de ropa en adoptar el estándar, en mayo de 2007.

Global Organic Textile Standards (GOTS, estándares globales para textiles orgánicos): los estándares de procesamiento de textiles orgánicos establecidos por la Asociación de Comercio Orgánico (OTA), aborda también todas las etapas del proceso de producción de una prenda de ropa, “desde el tratamiento después de la cosecha al proceso húmedo (incluido el blanqueo, el teñido o la impresión), fabricación, confección del producto, almacenamiento y transporte, tratamiento de plagas y etiquetado de productos acabados. También incluyen un amplio listado de materiales permitidos o prohibidos para el uso en el proceso de fibras orgánicas de acuerdo con los estándares.”

GreenBlue: estándar textil sostenible basado en el enfoque “de la cuna a la cuna” desarrollado por MBDC (McDonough Braungart Design Chemistry). “GreenBlue trabaja actualmente con instituciones académicas, organizaciones sin ánimo de lucro y socios industriales para desarrollar un estándar textil sostenible (STS en sus siglas en inglés) que sea comprensivo, siga los preceptos ‘de la cuna a la cuna’ y pueda compartirse, para ser aplicado en todos los ámbitos de la industria textil”. Los criterios que son considerados:

  • Seguridad de los elementos químicos y materiales empleados.
  • Eficiencia energética y mezcla.
  • Ahorro de agua y calidad del efluente.
  • Reciclado y recuperación real.
  • Trato justo a los trabajadores.

Made in Green: el sello sostenible de Aitex (una organización sin ánimo de lucro financiada con fondos de la Comisión Europea), para quienes “proveen o buscan productos textiles manufacturados con la garantía de que carecen de sustancias perjudiciales para la salud. Una marca que certifica que el producto, a través del seguimiento de su trazabilidad, ha sido fabricado en empresa que respetan el medio ambiente y los derechos universales de los trabajadores.”

  • Carencia de sustancias nocivas.
  • Respeto por el medio ambiente.
  • Respeto de los derechos humanos.

Sustainable Textile Standard (STS, estándar textil sostenible): nuevo estándar creado por el Instituto para la Transformación Sostenible del Mercado (MTS en sus siglas en inglés), que establece los niveles de emisión aceptables para la industria textil. Define una pieza textil sostenible como un producto con los siguientes atributos:

  • Todos los materiales y procesos de producción son seguros para la salud humana y ecológica en todas las fases del ciclo de vida del producto.
  • Toda la energía, materiales y procesos provienen de fuentes renovables o recicladas.
  • Todos los materiales son capaces de regresar en condiciones de seguridad a los sistemas naturales o industriales.
  • Todas las etapas del ciclo de vida del producto apoyan activamente la reutilización o reciclaje de estos materiales, partiendo de la mayor calidad posible.
  • Todas las etapas del ciclo de vida de un producto aumentan el bienestar social.