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Imprimir productos: tendencias en impresión casera 3D y CNC

Las impresoras 3D caseras pretenden repetir con los bienes físicos lo que HP logró con los documentos al introducir en los 80 las primeras impresoras de cartucho económicas.

Aunque imprimir átomos no será tan sencillo como reproducir documentos, se han dado los primeros pasos con éxito:

¿Se acerca el momento de imprimir “cosas” en casa o en el taller?

Ahora, con los conocimientos necesarios -accesibles sin restricción en Internet-, así como un rincón con electricidad, un ordenador y una conexión a Internet, cualquiera puede trastear con modelos digitales y, a continuación, pulsar “imprimir” para obtener su representación física.

(Imagen: Bre Pettis -izquierda- entrevistado por *faircompanies en el verano de 2010; fotogalería completa)

Crece el número de productos cotidianos que cualquiera puede imprimir, incluyendo los que suscitan polémica y/o cuestiones éticas: armas de fuego de código abierto, órganos y prótesis sin supervisión médica, piezas para vehículos no tripulados (“drones”) con objetivos de espionaje “casero”, etc.

Trayectoria de adopción: el camino entre “early adopter” y consumo mayoritario

Más allá de los excesos y exageraciones a las que Internet y los medios tradicionales someten a cualquier novedad tecnológica que combine potencial e interés de los usuarios más atentos a las tendencias (“early adopters“), la impresión 3D casera promete convertir cualquier garaje o habitación de aficionado en una pequeña factoría con atributos de distintas realidades y épocas:

  • invocación del espíritu polímata: proyectos concebidos por “artesanos-hacker“, con formación e intereses en la intersección entre las humanidades y las ciencias, el lugar que los individuos renacentistas -el último con proyección, Steve Jobs-, persiguieron con insistencia;
  • atención por el detalle, la personalización y el conocimiento de lo local o tradicional, como los gremios tradicionales aglutinados en calles dedicadas a un tipo de oficio;
  • recuperación de la impermanencia de los productos de consumo de masas que sabían envejecer, creados en la era pretérita a la reducción de costes -materiales, control de calidad, experiencia y formación de la mano de obra-, la deslocalización y la obsolescencia programada;
  • diseño industrial inspirado en los maestros del diseño moderno y minimalista de mediados del siglo XX (Charles y Ray Eames, Dieter Rams, etc.);
  • cultura “hacker“, DIY-BYO (hazlo tú mismo, créalo tú mismo), inspirada en los valores e ideas contraculturales que originaron la informática personal e Internet;
  • “desarrollo ágil” (como en el software o en las aplicaciones de Internet): iterativo, incremental, aplicación de técnicas de ensayo y error, mejora constante a partir de una mínima versión viable.

Polimatía renacentista, detallismo gremial, impermanencia de los primeros productos de masas, diseño industrial de la era “moderna”, cultura “hacker” con raíces hippies, y ejecución de la era de Internet, dominada por la cultura del “desarrollo ágil”.

Modelando Frankensteins desde casa (o el pequeño taller)

En suma, el tipo de Frankenstein creativo que Steve Johnson ensalza en su ensayo Where good ideas come from.

A la par que la prensa destaca el brillante futuro de imprimir productos personalizados en casa, se acelera la innovación en el nuevo sector. Ya se comparan los inicios de la impresión 3D casera con el advenimiento de la informática personal:

  • inicios “hacker”: pequeñas empresas lanzan impresoras de código abierto con precios similares a los de una tableta;
  • proyectos donde se combinan talento y altruismo: grupos de entusiastas financian máquinas y versiones ajustadas a sus necesidades;
  • emprendedores que tratan de crear las empresas y productos que canalicen la idea (los IBM, Apple, Intel o Microsoft de la impresión 3D): los más avezados diseñan sus propios modelos por partes; atraen capital riesgo siguiendo el modelo de Internet; o publican su idea en servicios de financiación colectiva;
  • empresas consolidadas de la impresión 3D y extrusión CNC profesionales (el equivalente a la informática “mainframe” consolidada de la era pretérita a la informática personal) miden el riesgo real de los proyectos de impresión 3D casera más innovadores y tratan de evitar el síndrome DEC o Xerox -dos empresas que famosamente desaprovecharon sus oportunidades en los inicios de la informática personal-, comprando en el nuevo sector.

Grandes empresas tradicionales que no quieren ser desbancadas

En junio de 2013, Stratasys, una de las mayores empresas de impresión profesional (especializada en diseñar e “imprimir” piezas de automóvil, aviones, electrónica, industria naviera, industria médica, etc., usando varios materiales termoplásticos), compró MakerBot por 403 millones de dólares.

MakerBot, una startup de Brooklyn fundada por el emprendedor neoyorquino Bre Pettis, es una vieja conocida de *faircompanies.

MakerBot en sus inicios: nuestra visita de 2010

Visitamos MakerBot en su sede de Brooklyn, Nueva York, a finales de agosto de 2010, un verano después de que fuéramos invitados por Tesla a una de sus sesiones para prensa en su sede de Silicon Valley. Confirmamos en ambas visitas por qué ambas firmas nos habían llamado la atención.

Kirsten Dirksen editó dos vídeos centrados en nuestra visita a MakerBot:

El primer vídeo, exponiendo las características de la MakerBot 3D casera de entonces:

El segundo, explicando por qué tecnologías como una “impresora para las cosas” puede descubrir el potencial creativo de quien se lo proponga y le dedique el tiempo necesario:

Paralelamente, publicamos una fotogalería en Flickr con imágenes de la visita.

Paralelismos entre MakerBot y Tesla Motors

Tanto MakerBot como Tesla querían cambiar el modo de producir objetos físicos con alto contenido tecnológico:

  • Tesla, creando vehículos eléctricos viables que la gente quisiera conducir por sus ventajas objetivas sobre alternativas híbridas o con motor de explosión;
  • MakerBot, por tratar de convertir el garaje o habitación de cualquiera en una microfactoría I+D+i con potencial para competir en creatividad y atención por el detalle con cualquier centro de I+D de cualquier empresa o institución puntera;
  • Tanto Tesla como MakerBot habían sido creadas por dos emprendedores con experiencia, proyección y tolerancia por el riesgo: el ex-Paypal Elon Musk en el caso de Tesla; y un más desconocido Bre Pettis, que había cometido la osadía, como otros impulsores de la impresión 3D casera, de crear su empresa lejos de Silicon Valley, demostrando que no siempre hay que ir a escuelas de negocio, llevar corbata y haber trabajado en el sector financiero para triunfar en la Costa Este de Estados Unidos.

Efecto boomerang: ¿volverán las manufacturas a Occidente?

Entonces, Bre Pettis se había convertido en uno de los “chicos póster” de la impresión 3D casera, el hardware abierto y la reconversión de las oxidadas factorías abandonadas que la I Revolución Industrial había legado a las mayores ciudades de Occidente en sedes de pequeños talleres en busca de la III Revolución Industrial.

Varios medios, entre ellos The Economist y The New York Times, han escrito acerca del potencial de tecnologías como la impresión 3D y CNC de bajo coste para que la producción de manufacturas retorne, en parte, a los centros urbanos más innovadores de Norteamérica, Europa Occidental o Japón.

El retorno de las manufacturas, o al menos de productos personalizados, dirigidas a un público local que demanda servicio o de sectores creativos donde se difumina el distingo puro entre creador, productor y consumidor.

Posicionándose para la (posible) III Revolución Industrial

Lo que The Economist bautizó como III Revolución Industrial, algo ilusorio hasta hace poco dado el dominio de la deslocalización industrial y las economías de escala, tiene mayores posibilidades de fructificar si es urbana, artesanal y “hacker” (reportaje). 

Ello explicaría el nerviosismo e interés de Stratasys, una empresa con un negocio actual robusto y consolidado que prefiere no correr el riesgo de entrar en unos años en los libros de las escuelas de negocio como la próxima DEC, Xerox, Kodak, Polaroid, etc., empresas que pudieron dominar nuevos sectores pero optaron por su propia inercia y, tras conocer las dimensiones del error, revirtieron su estrategia.

Durante nuestra visita a Pettis y MakerBot, desconocíamos cuál iba a ser la evolución exacta de un pequeño sector-nicho en ciernes. 

Fabricación de todo por todos, no; fabricación personalizada y bajo demanda, sí

Todavía medio año antes de la visita, escribíamos un reportaje sobre el potencial de la impresión 3D casera con un título que quizá sea más propicio ahora: “Prepárate para diseñar y fabricar tus propios productos“, decíamos.

No todos imprimiremos todos los productos que nos interesen, sobre todo aquellos que requieren mayor precisión e inversión tecnológica, tales como teléfonos inteligentes, con sus pantallas de zafiro y su infinidad de microcomponentes.

Eso sí, incluso los productos tecnológicamente más exigentes serán ensamblados y personalizados por pequeños creadores y usuarios, a menudo la misma persona. 

Amortizando una nueva tecnología en sus inicios

Dan Nosowitz expone en Popular Science que, cuando la compra de una impresora 3D o CNC vaya acompañada de formación y uso intensivo, el usuario amortizará el coste de la inversión en menos de un año.

En ciudades como Chicago, cuando el precio de estos dispositivos sigue siendo prohibitivo o supone un esfuerzo económico extraordinario, cualquiera puede acercarse a la librería pública más cercana y trastear con alguna de las impresoras disponibles sin coste.

Si bien la curva de aprendizaje sigue siendo muy superior a la de usar un ordenador personal o imprimir un documento, las posibilidades de la impresión de objetos personal ya se entreven, con modelos como la impresora MakerBot Replicator 2X o el escáner para digitalizar y reproducir objetos reales MakerBot Digitizer.

Posibilidades de impresión 3D y CNC caseras

Casas prefabricadas, muebles modulares, bicicletas, bicicletas de reparto, velomóviles -coches a pedales- y vehículos eléctricos también son personalizados por entusiastas y emprendedores, a menudo usando tecnologías y componentes de código abierto.

Urbee Car, por ejemplo, se presenta en Fabster como “el primer coche imprimible en 3D del mundo”.

Un puñado de emprendedores van más allá, diseñando e imprimiendo materiales como plástico, madera de contrachapado, madera e incluso acero con fresadoras CNC para pequeños talleres y entusiastas, como Deepgroove1 y sus competidores (Taig, por ejemplo).

El proyecto barcelonés Solar House 2.0, una casa prefabricada con piezas de contrachapado personalizadas usando impresora-fresadora CNC, muestra el potencial de esta tecnología:

La próxima inversión tecnológica de muchos aficionados

Por el precio de un ordenador portátil de gama alta, cualquiera puede comprar una solución como Deepgrove1 para pasar de la impresión de pequeñas figuras de plástico (limitación de las impresoras 3D caseras más económicas –Up! Mini, pequeños modelos DIY de código abierto, etc.-) a producir joyería, moldes industriales, grabados, moldeado de madera, cuchillería, etc.

Emma Byrne explica en un artículo para Forbes que la impresión 3D sigue la trayectoria de todas las tecnologías disruptivas.

Como todo cambio tecnológico profundo, la impresión de cosas desde casa o en pequeñas empresas-taller supone un riesgo y una oportunidad para departamentos tradicionales de innovación en grandes empresas e instituciones, o para empresas CNC para aplicaciones profesionales.

Dos tendencias de la mano: “softwarización” y “desmaterialización”

Para adaptarse a la nueva realidad, Emma Byrne cita a su colega Mike Elgan, que expone también en Forbes las características de la “softwarización” de las cosas, donde lo físico se comporta como una plataforma-mercancía y lo intelectual (servicios en forma de software, bits) concentra el valor a largo plazo.

La “softwarización” avanza, por tanto, con otra tendencia, la “desmaterialización” de los productos, con cada vez menos átomos y más bits.

Emma Byrne: en 1988, la primera impresora de inyección de tinta para pequeñas oficinas y entorno doméstico costaba 1.000 dólares (2.000 al cambio actual). Las primeras impresoras 3D personales cuestan alrededor de 1.500 dólares, con modelos más caros o económicos, en función de sus capacidades.

La inercia de un nuevo nicho tecnológico

Para evitar la disrupción de negocios similares destinados hasta ahora al mercado profesional, Forbes aconseja estudiar el actual contexto en el nuevo mercado la impresión 3D personal:

  • ya hay un mercado de diseños y formas (en sitios como Thingiverse.com) y pronto existirá el equivalente a sistemas de control de versiones para las cosas (hasta ahora, servicios como GitHub se centran en el software);
  • IKEA debería estar atenta, ya que la gran distribución de mobiliario modular (producir, almacenar y enviar mobiliario barato por todo el mundo) dejará de tener sentido cuando la mayoría de diseños se impriman bajo demanda: Ponoko ya ofrece este servicio;
  • los clientes quieren diseños, no productos “acabados” e inmutables; los servicios se imponen al material acabado;
  • auge de la fabricación aditiva: muchos usuarios no querrán fabricar sus productos desde cero, pero sí comprar bienes semi-acabados que pueden ser parcialmente personalizados;
  • renacer del artesano: siempre habrá un mercado para productos de calidad, confeccionados con cuidado experto y materiales de calidad (piel, madera, acero, hierro colado, etc.);
  • vuelve el nicho (Kindle y el mercado de libros electrónicos está acabando con grandes cadenas de librerías, pero vuelve la tienda especializada de barrio, con la experiencia de su propietario y/o dependiente como servicio (valor añadido);
  • auge del “abogado de objetos”: como ocurrió con los productos digitales (entretenimiento, software), la impresión de cosas personal y bajo demanda suscitará nuevas tensiones sobre modelos tradicionales de gestión de derechos de autor y nuevas realidades.

¿Es la impresión 3D personal la nueva informática personal?

Asistimos al momento de los Steve Wozkiak, Steve Jobs, Bill Gates, Linus Torvalds, etc. de la impresión de cosas desde el pequeño taller y desde casa. Podemos formar parte de él, o asumir el rol de Kodak. 

En esta ocasión, quizá sí se trate de una tecnología superficial y prescindible, un sueño tecnológico de verano. O no.