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Micelios: hongos para salvar al mundo (y al ser humano)

Apenas hemos oido hablar de ellos. Ni siquiera la ciencia les ha prestado la atención adecuada, pese a que son el colchón invisible de la biosfera.

Los micelios, la parte “oculta” de los hongos, son colchones conformados por marañas de filamentos interconectados que se extienden cientos de kilómetros en el equivalente a un pie cuadrado, capaces de conectar los bosques del mundo con los nutrientes del suelo. Con un diseño similar al de las células nerviosas o cerebrales de los organismos complejos (también a Internet), los micelios regulan la comunicación entre el suelo, sus nutrientes y los bosques.

No sólo evocan metafóricamente las conexiones neuronales o Internet, sino que conforman un colchón esponjoso e invisible que descompone en silencio materia vegetal y tiene el potencial de curar (antibióticos) y salvar el mundo (pueden alimentarse de petróleo y pesticidas, sustancias orgánicas que convierte en hidratos de carbono simples).

Los micelios crearían una basta interconexión en la Tierra, que interconectaría la biosfera, del mismo modo que una basta red entre plantas y seres vivos en Pandora permite al pueblo Na’vi, en la película Avatar de James Cameron, comunicarse con el superorganismo conformado por su planeta, a través del árbol madre.

Pero ni las bastas redes de micelios si su potencial para ayudar al entorno y luchar contra bacterias y enfermedades son producto de la ficción.

Micelios, neuronas, Internet… ¿Un mismo modelo universal?

Debida a la extremada interconexión de las neuronas, se ha comparado el funcionamiento del cerebro con Internet, que al fin y al cabo es una basta red, descentralizada y compuesta por nodos conectados entre sí, que se extienden de un modo capilar a cientos de millones de terminales.

La infraestructura de Internet se basa en una metáfora técnica presente en la naturaleza. El cerebro humano opera de un modo similar a la Red y sus distintas partes interaccionan entre sí como lo haría una extensa red de amigos.

Para el micólogo Paul Stamets, sin embargo, si hay un tejido vivo en la naturaleza en el que se podrían haber basado los científicos de DARPA mientras concebían el germen de una red descentralizada (y, por tanto, militarmente indestructible en su totalidad, el motivo inicial por el que la idea germinó en el Departamento de Defensa de Estados Unidos), ese es el conformado por las extensas redes que, justo bajo el suelo, crean los micelios.

Los micelios son la parte invisible para el ser humano, aunque crucial, de los hongos. Constituyen el tejido subterráneo capaz de sustentar los hongos, que muchas ocasiones alcanzan la superficie del sotobosque.

Su aspecto es, en efecto, muy similar a una representación conceptual de las interconexiones creadas por Internet, y quizá todavía más parecido al tejido cerebral visto desde el microscopio.

Los micelios, capaces de extender sus ramificaciones a gran velocidad (más de 1 mm por hora), absorben nutrientes mediante millones de filamentos unicelulares.

Diminutos y gigantescos

Los micelios conforman marañas de ramificaciones que pueden ser tan diminutas que escapan al ojo humano, o tan grandes como para constituir el organismo más grande del mundo, una masa continua e interconectada de micelios situada al este de Oregón, en la Costa Oeste de Estados Unidos.

Este micelio gigantesco tiene una extensión de 9,7 kilómetros cuadrados (971 hectáreas, o 2.400 acres), el equivalente a 1.665 campos de fútbol, y 2.200 años de edad (el hongo empezó a formarse cuando Cartago y la República de Roma acababan con la hegemonía de la Grecia Helenística en el Mediterráneo).

Paul Stamets explica en el libro Mycelium Running que este gigantesco hongo situado bajo la superficie ha acabado en varias ocasiones con el bosque que crece en la superficie del terreno que ocupa y, durante este proceso, al poder beneficiarse de los nutrientes de la masa forestal, ha construido capas de suelo más profundas que permiten el crecimiento de árboles cada vez mayores.

Papel vital en la naturaleza

Tal y como Paul Stamets ha comprobado en sus investigaciones, el ser humano puede aprender mucho de su profundo conocimiento, ya que los micelios regulan la salud de la masa forestal del planeta e incluso podrían alinearse con la disciplina de la bioingeriería para, en palabras de Stamets, “salvar al mundo“, literalmente. Y el discurso de este micólogo estadounidense no es quimérico, sino que está basado en la observación de campo y en resultados plausibles.

Los hongos son la base de la medicina moderna, ya que comparten con los animales una profunda aversión hacia las bacterias, lo que explica que los antibióticos más efectivos procedan del cultivo de hongos.

Además, los micelios, o extensiones capilares de los hongos que se adentra en el suelo, “son los grandes recicladores del planeta y la especie de vanguardia en la restauración de hábitats”.

La importancia de los micelios no radica en la mera curiosidad científica. Al usar la extensión capilar que crece como una maraña bajo la tierra, un hongo absorbe nutrientes de su entorno a través de los filamentos en que acaba cada diminuta bifurcación de la estructura (hifas), cuyo papel es vital en ecosistemas terrestres y acuáticos para descomponer materia vegetal.

Los micelios contribuyen al sustento orgánico de los suelos y actúan como sensores interconectados: su crecimiento, alimentado por la masa forestal que contribuyen a descomponer, emite dióxido de carbono, utilizado por los bosques para su crecimiento.

Asimismo, incrementan la eficiencia de muchas plantas en la absorción de agua y nutrientes y las protege de varios patógenos, además de servir de fuente alimenticia de varios invertebrados.

Sustancias contaminantes que sirven de alimento

Los hongos han contribuido durante millones de años como uno de los principales agentes de un ecosistema para descomponer componentes orgánicos y, por tanto, favorece el equilibrio de entornos de todo tipo, desde acuáticos hasta semi-desérticos.

Los derivados del petróleo y pesticidas se encuentran entre los contaminantes más peligrosos del suelo y los ecosistemas, debido a su uso universal. Pero los carburantes y pesticidas más extendidos en todo el mundo (también derivados del petróleo), están compuestos por moléculas orgánicas, por lo que suponen un manjar para los hongos y sus redes de aprovisionamiento de alimentos, o micelios.

Los micelios tienen el potencial de descomponer las moléculas orgánicas de petróleo y pesticidas y eliminarlas del suelo y el entorno, un proceso conocido como bioremediación (micoremediación, cuando se trata de la limpieza de contaminantes del entorno a través de hongos).

Paul Stamets ha propuesto usar marañas de micelios como filtros biológicos capaces de eliminar contaminantes químicos y microorganismos patógenos para el ser humano y otros animales presentes en el agua, que contaminan acuíferos, dañan la vida marina y crean crisis sanitarias en zonas densamente pobladas de países en desarrollo.

El uso de micelios como filtros biológicos para acabar, de un modo sencillo, rápido, respetuoso con el medio ambiente y económico, con contaminantes y bacterias en el agua, es conocido como micofiltración.

Permacultura, fungicultura, bioremediación, micoremediación, micofiltración

Paul Stamets ha escrito varios libros y varios artículos científicos sobre identificación, cultivo y uso de hongos con fines médicos y ecológicos. Además del ya mencionado Mycelium Running, destacan The Mushroom Cultivator y Growing Gourmet and Medicinal Mushrooms.

Stamets, que ha sido llamado “micologista del Renacimiento“, ha publicado 22 patentes que recogen tecnologías relacionadas con el uso industrial de hongos, especialmente micelios.

Entre estas patentes, se incluye el uso de un hongo con propiedades de plaguicida que atrae a varias familias de insectos que mueren al ingerirlo, o setas capaces de neutralizar las neurotoxinas usadas en el gas nervioso, lo que le ha llevado a colaborar con el Departamento de Defensa de Estados Unidos.

Stamets conjuga su actividad científica con una empresa especializada en hongos y setas con sede en Shelton (Estado de Washington, noroeste de Estados Unidos) y practica el tipo de cultivo y relación con la naturaleza promovido por la permacultura.

La fungicultura, o proceso de producción de alimentos, medicinas y otros productos mediante el cultivo de fungi, es, en su opinión, una de las ramas más valiosas e infrautilizadas de la permacultura.

En su empresa, Fungi Perfecti, Stamets practica los principios de la permacultura-fungicultura para cultivar hongos y micelios capaces de limpiar superficies contaminadas, convertir petróleo y alquitrán en meros hidratos de carbono y, de paso, mejorar la salud ecológica y humana.

Stamets ha declarado que, pronto, las disciplinas relacionadas con el uso médico y medioambiental de hongos y setas, con la micoremediación y micofiltración en cabeza, se erigirán pronto en una industria de miles de millones de dólares.

Fuerza positiva

Dado el papel decisivo de los micelios en el mantenimiento del equilibrio de distintos ecosistemas, convirtiendo materia vegetal en nutrientes para el suelo y descomponiendo moléculas orgánicas de todo tipo, incluido las generadas por la actividad humana mediante la explotación y uso de derivados del petróleo, Paul Stamets propuso ya en 2008, a través de una conferencia en TED, los modos en que según él los hongos pueden ayudar a “salvar el mundo”.

El micólogo habla en esta presentación del potencial del uso industrial de soluciones micológicas basadas en micelios para: limpiar suelos contaminados; crear insecticidas efectivos y no contaminantes; curar la viruela sin necesidad de usar vacunas costosas y agresivas; o curar la gripe. 

Asimismo, Stamets participa en una amplia investigación financiada por NIH (National Institutes of Health de Estados Unidos), que experimenta técnicas contra el cáncer y el HIV.

Considerado un visionario por científicos y laboratorios especializados en la búsqueda de remedios micológicas con potencial disruptor, Stamets aboga por el uso de uno de los sustentos biológicos del suelo, los fungi (los primeros animales que colonizaron el suelo, cientos de millones de años antes que las primeras plantas), para crear industrias sostenibles y capaces de generar negocio. Y los puestos de trabajo más preciados por la clase política mundial: los trabajos de cuello verde.

La auténtica red de redes

“La vida existe a lo largo del cosmos y es la consecuencia de la materia en el universo. Dada esta premisa, a partir del resultado de la materia y con la simple premisa de la reproducción celular, que forma una cadena, la cual eclosiona en varias direcciones, ¿qué es lo que se obtiene?”

“Se consigue un entorno neurológico que se parece a los micelios. No es accidental que las neuronas y los astrocitos cerebrales se organicen de un modo similar. No es un accidente que Internet se organice de un modo similar”.

Stamets cree que la Internet natural de la Tierra es la red de micelios. Si existe alguna destrucción de este entorno neurológico, la red micélica no muere; es capaz de adaptarse, recuperarse y cambiar”.

Este mismo sistema neuronal, capaz de “sentir”, en palabras de Stamets, nuestros pasos mientras nos desplazamos por el bosque, tiene un potencial científico que el ser humano, principal artífice de la sexta gran extinción, no debería dejar escapar.