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Misterio solar fotovoltaico: proyección sin premio bursátil

Hay un secreto a voces en el mundo de las energías renovables: la tecnología avanza y la energía solar fotovoltaica podría producir electricidad a un precio inferior al carbón antes de 2020, de seguir con la actual proyección. Sin embargo, el valor bursátil de las empresas solares sigue en mínimos.

Ante las buenas perspectivas para el sector, ¿por qué de repente a nadie le interesa? Difícilmente se sostienen teorías relativas al coste energético por vatio producido, o relativos a la falta de subsidios para los próximos años en Europa o Norteamérica, sobre todo cuando China produce y consume cada vez más paneles solares.

O las perspectivas no son tan buenas, o hay compañías artificialmente devaluadas

Si la energía solar fotovoltaica es cada vez más barata y pronto producirla costará menos que el precio medio de la electricidad, ¿por qué el mercado no muestra una reacción positiva y se avanza a la posible tendencia? Algo falla, tanto para progresistas como para conservadores.

Megan McArdle recogía recientemente en The Atlantic la cuestión, citando tanto a un economista libertario extrañado, y de paso criticando al bloguero británico afincado en Andalucía James Wimberley, quien ve un futuro más prometedor para la energía solar fotovoltaica.

Wimberley ha criticado abiertamente a Tyler Cowen, que se ha declarado extrañado al comprobar que el mercado bursátil no apuesta por un futuro brillante (y suficientemente próximo para hacerlo atractivo como inversión) de la energía solar fotovoltica. Si no hay nada que celebrar en los mercados sobre la energía solar, es que quizá no haya nada que celebrar.

El fiasco de Solyndra no lo dice todo del sector solar

No han ayudado fenómenos como la bancarrota del fabricante californiano de paneles fotovoltaicos Solyndra tras haber recibido subsidios de la Administración estadounidense. Tras este episodio, el sector de la energía solar ha sido afectado por un castigo drástico en los mercados.

El fenómeno no sólo se circunscribe a las empresas de energía solar o tecnologías verdes de Estados Unidos o Europa, sino que afecta, por ejemplo, a fabricantes chinos de paneles solares que muestran beneficios trimestrales de manera consistente desde hace años y cuyo futuro no depende de los ingentes subsidios de otros gobiernos, o al menos no directamente.

Por un lado, se ha comprobado el descenso consistente del precio del vatio producido con tecnología solar, tal y como explica Megan McArdle en The Atlantic.

En busca de una Ley de Moore de la energía solar fotovoltaica

Hace unos meses, Ramez Naam explicaba en Scientific American que el sector solar necesita su propia Ley de Moore para consolidar al fin la única gran carencia de la tecnología: la falta de inversión (como apunta Aaron Saenz en Singularity Hub).

La energía solar fotovoltaica mejora su eficiencia de conversión de las células fotoeléctricas para producir más energía en menos superficie y usando menos materiales. Si bien todavía no ha logrado algo equivalente a duplicar la densidad de los microprocesadores que permitieron la revolución informática (Ley de Moore), el avance es esperanzador e irrefutable.

Mientras el sector solar se esfuerza por encontrar un equivalente que sea tan atractivo para posibles inversores privados como el axioma de la Ley de Moore, el valor de las acciones de los principales productores de células fotovoltaicas ha descendido dramáticamente.

La energía solar en un mercado de libre competencia

El economista Tyler Cowen, con ideas libertarias y, por tanto, poco proclive a demandar ingentes recursos públicos para desarrollar sectores, sigue con interés la evolución de este sector, y no entiende por qué el mercado no refleja que producir electricidad con energía solar sea ya tan barato que hacerlo con fuentes fósiles.

Tyler Cowen incluye esta paradoja potencial (mejora de una tecnología y sólida expectativas de crecimiento futuro pero, sin embargo, castigo en el mercado y falta de interés inversor) en un cajón de sastre que llama la falacia de la afiliación del estado de ánimo.

El economista lo explica de la siguiente manera: “tengo la impresión de que la gente elige primero un estado de ánimo o actitud y a continuación busca distintos puntos de vista que se ajusten a su apreciación y a ellos mismos, justificando los puntos de vista en función del estado de ánimo”.

La falacia de la afiliación del estado de ánimo

La falacia de la afiliación del estado de ánimo es, prosigue Cowen, “una de las falacias menos explicadas del pensamiento humano (en el contexto de los debates del crecimiento económico, el estado de ánimo subyacente es a menudo ‘optimismo’ o ‘pesimismo’ per se y, en función de lo subyacente, se desarrollan un montón de puntos de vista supuestamente independientes que corroboren el punto de vista elegido)”.

Es decir: aunque no se reconozca o pase desapercibido, determinados profesionales adaptan su punto de vista y elaboran su discurso -con mayor o menor éxito en función de su habilidad- de acuerdo con el estado de ánimo o interés subyacente. Ocurre en todos los campos del saber, desde la ciencia a la economía, la sociología y, cómo no, el periodismo, campo en el que me cuento.

Como periodista, coincido esencialmente con Tyler Cowen cuando denuncia la tendencia humana a explicar la realidad en función de historias (con moralina, conspiratorias, que sigan los cánones de una actitud vital o una formación previa).

Somos racionales, o al menos el periodista enfant terrible de los dogmas preestablecidos en la izquierda y derecha políticas, el inglés afincado en Estados Unidos Christopher Hitchens, murió confiando en que fuera así.

Si la tecnología es buena, debería funcionar sin subsidios

En definitiva: qué más da, dice el mercado, si la tecnología solar fotovoltaica ha alcanzado la madurez tecnológica necesaria y ha reducido sus costes como se le había pedido históricamente. No existe una historia colectiva, ni siquiera entre el “progresismo”, que apueste claramente por una “narrativa” (una “historia”, diría Tyler Cowen) que vocifere claramente: es el momento de la energía solar y es un buen momento para invertir en ella.

También cabe otra posibilidad que explicaría una “historia” alternativa a la “falacia de la afiliación del estado de ánimo” de Tyler Cowen: la concienciación medioambiental, el cambio climático y los avances tecnológicos y de coste del sector solar no son tan grandes como para evitar que la gente siga pensando que hay suficiente carbón y gas natural, olvidándose de que el petróleo difícilmente volverá a ser barato.

El agotamiento de recursos produce más inversión… en combustibles fósiles

El profesor Richard Heinberg, miembro del Post Carbon Institute y autor de The End of Growth, es uno de los especialistas mundiales en el agotamiento de los recursos naturales y cómo la mayor dificultad y competencia para obtenerlos afectará a la economía en el futuro.

En una entrevista con *faircompanies (ver vídeo), Heinberg responde a nuestra pregunta, similar a la realizada por Cowen: si cada vez es más difícil y caro proveerse de recursos -sobre todo los energéticos-, ¿por qué no hay una inversión decidida en energías renovables?

La respuesta de Heinberg es económica, aunque él habla de una paradoja distinta a la del economista libertario: al ser más difícil y caro surtirse de petróleo y otros recursos, se destina más dinero e inversiones para garantizar el suministro, reduciendo el capital disponible para invertir en renovables.

Tyler Cowen y Richard Heinberg, ambos con visiones de la economía y el mundo distintas, coinciden en el fondo del fenómeno experimentado por el sector solar fotovoltaico, que no aumenta sus perspectivas a corto o medio plazo en el mercado de valores, pese a haber empresas serias con beneficios trimestrales detrás, a menudo poco afectadas por un cambio de política gubernamental en Europa o Estados Unidos.

El mercado no reacciona, dice cada uno a su manera, porque la atención (y el dinero) sigue en el mercado energético tradicional: petróleo y, últimamente, gas natural.

El mercado podría equivocarse

El citado James Wimberley, especialista en política y economía y antiguo burócrata en el Consejo de Europa en Estrasburgo, es más optimista que Tyler Cowen y Richard Heinberg quienes, cada uno por sus razones, no ven tan claramente como otros economistas una potencialidad irresistible en la energía solar.

Para economistas y especialistas a ambos lados del Atlántico como James Wimberley y sus colegas de la bitácora Samefacts.com, las hipótesis son más que sólidas: si sigue la tendencia, la energía solar fotovoltaica podría convertirse antes de 2020 en el método más barato para generar energía, sin necesidad de subsidios.

Falta menos de una década para 2020 pero, a medida que se acerca la fecha, los datos son cada vez más consistentes, y cada vez será más difícil “fabricar” excusas (es decir, historias revestidas de datos económicos) para refutar el potencial futuro de la energía solar fotovoltaica.

Razones para un futuro brillante de la energía solar fotovoltaica

James Wimberley explica algunas causas potenciales que explicarían la falta de atractivo en el mercado bursátil de los fabricantes de paneles solares fotovoltaicos con resultados más sólidos y consistentes:

  • Con un gran número de empresas chinas e indias en el sector, el mercado solar fotovoltaico es muy competitivo, pese a las numerosas aventuras empresariales fallidas, la más sonada de las cuales fue protagonizada por la californiana (y subvencionada) Solyndra. El mercado es tan competitivo que Estados Unidos tiene un papel de segunda división en el sector.
  • Debido a su rápido y desordenado crecimiento, la demanda de instalación y los cambios impredecibles de las políticas locales hacen que la tecnología fotovoltaica sea especialmente sensible a ciclos a corto plazo de exceso y falta de demanda. En este momento, existe un exceso de oferta, lo que explicaría la depresión del valor de estas firmas en el mercado. Los ciclos, sostiene Wimberley, no explican nada sobre la tendencia.
  • Paradójicamente, la industria solar, como la eólica, no es considerada por el mercado una industria de recursos naturales. La constante mejora tecnológica y las economías de escala reducirán dramáticamente el precio por unidad de la energía solar, lo que repercutirá sobre los beneficios por unidad. Pero, como ha ocurrido históricamente en sectores movidos por constantes mejoras tecnológicas, como la industria informática, la de telefonía móvil, la de refrigeradores en los años 30 del siglo XX, o la ferroviaria en la década de 1870, la acción no está en el precio por unidad, sino en las cantidades comercializadas. En otras palabras: las empresas más disruptoras podrían ganar mucho dinero, aunque los paneles solares reduzcan su precio dramáticamente.
  • James Wimberley recuerda que “la ausencia de una reacción en los mercados de activos y materias primas de combustibles fósiles no prueba que su destino no esté escrito”. Es decir, pese a que economistas y ejecutivos del sector de las energías fósiles siguen exponiendo la solidez en el mercado de sus valores como prueba de que su sector no será desbancado, el agotamiento de los recursos no es una invención de Richard Heinberg.
  • Finalmente, Wimberley critica que quienes no creen en el futuro de la energía solar fotovoltaica se centren en la evolución de precios, y no de cantidades.

Incógnitas por resolver

Megan McArdle refuta los argumentos de Wimberley con algunas cuestiones sin resolver que atenazan el sector solar fotovoltaico:

  • Los gráficos sobre la evolución del coste de generación eléctrica con paneles fotovoltaicos son de momento eso, gráficos. Las proyecciones pueden estar equivocadas y están sujetas a falacias e imprevistos.
  • Los paneles solares (que siguen reduciendo su precio) no son el único coste de la instalación solar fotovoltaica.
  • Existe un problema de almacenamiento que no ha sido del todo resuelto.
  • Finalmente, McArdle dice que, para conquistar realmente el mercado, la energía solar fotovoltaica no deberá sólo ser más barata de producir que el coste eléctrico medio, sino también tendrá que superar el coste individual de cada energía.

Pregunta para McArdle: ¿también se cuenta el carbón (ver fotogalería de la sección The Big Picture del Boston Globe sobre el carbón)? Porque del carbón, si hablamos de costes, también deberían contarse sus efectos sobre la salud humana y los ecosistemas, como mínimo, además de tener en cuenta el mercado de emisiones de CO2 (el mismo que no acaba de arrancar en Estados Unidos).

Apartar el ruido y los aspavientos para crearse una opinión personal

Sea como fuere, la cantidad y magnitud de intereses (políticos, empresariales) que intervienen en el futuro del sector de las energías renovables y el de los combustibles fósiles (el “mercado energético”, según los índices bursátiles, que niegan este apelativo a las industrias renovables), no facilita el debate sano.

Desafortunadamente, y como se ha comprobado con el caso de Solyndra, la clase política de Estados Unidos y otros países ha decidido relacionar la generación eléctrica a través de paneles solares fotovoltaicos y otras tecnologías renovables con opciones políticas y subsidios.

El ruido es elevado y cuesta, sobre todo al no especialista, seguir conversaciones sobre la materia como la mencionada entre Tyler Cowen, James Wimberly y Megan McArdle.

Tampoco ayuda que no exista un consenso acerca de la información relevante que interprete de un modo constructivo y fehaciente la posible evolución del mercado de la energía solar fotovoltaica.

Sobre el agotamiento de los recursos

Por no hablar de que muchos economistas y, por descontado, la mayoría de ejecutivos del sector energético, niegan la hipótesis de estudiosos como Richard Heinberg y organizaciones como el Post Carbon Institute, que esgrimen el agotamiento de los recursos fósiles (pico petrolero), y su incidencia futura sobre el aumento de los precios de los combustibles tradicionales.

En 2007, el think tank alemán Energy Watch Group presentó un estudio en el que calculaban que la producción mundial de crudo había alcanzado su cénit en 2006.

A partir de ese momento, explicaban, las reservas de petróleo y su consumo se reducirían con la rapidez con que había aumentado su consumo y demanda en las décadas anteriores. En otras palabras: ya no había tiempo para confiarse.

El estudio del Energy Watch Group fue motivo de pitorreo por parte de economistas y comentaristas que no ven motivo de preocupación y ven como malthusianos a todos los que esgrimen argumentos de alarma relacionados con la mayor competición por los recursos, que conduce a mayor inestabilidad y precios más elevados, así como descenso de la producción en países tan estratégicos como Rusia o Arabia Saudí.

No tan rápido: la industria solar no desaparece

La revista Wired publicaba en enero de 2012 un interesante artículo sobre el meteórico ascenso e igualmente trepidante retroceso de las expectativas del mercado de las tecnologías verdes en Estados Unidos.

El título del reportaje, no obstante, cae en lo tendencioso: Por qué el boom de las tecnologías limpias fue a la quiebra. Efectivamente, el artíciulo se refiere a las promesas de la Administración de Estados Unidos, relacionadas con un pujante nuevo sector que crearía puestos de trabajo y propulsaría la innovación.

Se han creado empresas y ha habido innovación, pero ni los inversores de capital riesgo han logrado de momento emular el fenómeno de la informática personal e Internet en un mercado tan politizado y regulado como el energético o el automovilístico, ni los estímulos en formas de ayudas como préstamos a bajo interés han suplido la falta de inversión privada.

Pero, más que haber quebrado, el sector de las tecnologías limpias, más bien, todavía no ha empezado en serio. Mercados como el de la industria de fabricación de paneles solares fotovoltaicos seguirá experimentando crisis cíclicas, pero la tendencia es clara.

Digan lo que digan el mercado, las políticas de subsidios y la demanda a corto plazo, la industria solar fotovoltaica pronto será capaz de producir energía tan barata que ni siquiera la falta de interés de la inversión privada podrá obviar los números.

La cuestión es saber con qué rapidez crecerá el sector

Independientemente del título, merece la pena leer el artículo de Wired, así como otras informaciones recientes relacionadas con el sector de las tecnologías limpias:

Por ejemplo, las inversiones en energías renovables aumentaron el 40% en 2011 con respecto al año anterior. Por primera vez, las inversiones mundiales en energía solar, eólica y eficiencia energética sobrepasaron a las inversiones en energía hidráulica, según PriceWaterHouse Coopers.

Asimismo, aparecen nuevos estudios que exponen el potencial a medio plazo de tecnologías que podrían reducir todavía más dramáticamente el precio por vatio de generar electricidad con paneles solares:

  • Con estructuras tridimensionales (multiplicando hasta 20 veces, según el MIT, la eficiencia por superficie de los paneles).
  • O imitando diseños de la naturaleza, recoge The Economist, como el de la disposición concéntrica de las semillas de la flor de girasol, para generar el máximo de energía en el mínimo espacio.

Las energías limpias no deberían tener color político (tampoco las sucias)

La industria energética tradicional se ha empecinado en relacionar las energías limpias con una visión política y económica: progresismo y subsidios. Pero tecnologías como la solar fotovoltaica y la eólica están en condiciones de demostrar que no necesitan el respaldo político y las ayudas económicas para florecer como negocio y alternativa de peso a métodos de generación energética como el carbón.

Más allá del comportamiento cíclico, las energías renovables no van a desaparecer. Más bien, el recorrido no ha hecho sino empezar.

La crisis de deuda en los países europeos y Estados Unidos, así como el dominio de las políticas de austeridad, no han sentenciado a la energía solar. No se discute el fin de las renovables, sino en todo caso la rapidez con que crecerán y la nacionalidad de las compañías e inversores que tomarán ventaja en un mercado que crecerá en cantidad, aunque se reduzcan los precios por unidad.

Como explica James Wimberley, no debería haber una prioridad cognitiva de los precios por encima de las cantidades.