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No sólo el planeta: "reducir emisiones es invertir en salud"

Con motivo de la celebración, entre el 7 y el 18 de diciembre de 2009, de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP15), en Copenhague, la revista médica con mayor credibilidad científica mundial, The Lancet, ha publicado varios artículos que argumentan que evitar las peores consecuencias del cambio climático tiene una relación directa sobre la salud humana, la malnutrición, las muertes relacionadas con catástrofes naturales o el cambio y expansión de enfermedades, a medida que el clima cambia sus patrones.

Los informes sobre salud y cambio climático de The Lancet han sido elaborados por un grupo internacional de científicos y el trabajo coordinado de varias organizaciones, entre ellas la Organización Mundial de la Salud.

La postura de este grupo de científicos con respecto a la situación del planeta: “La conferencia representa la oportunidad más importante en décadas para lograr un consenso internacional en cómo reducir las emisiones con efecto invernadero con la suficiente profundidad como para reducir sus peores consecuencias”. Y, entre estas consecuencias, destaca la propia salud sobre la población humana, tanto en los países ricos como en los países con rentas medias y bajas.

Según los científicos que firman esta serie de artículos sobre salud y cambio climático, “el caso para reducir al máximo las emisiones con efecto invernadero tiene un sólido fundamento. Está basado en el reconocimiento de los múltiples efectos adversos del cambio climático no sólo sobre la salud de la población, sino sobre el medio ambiente (disrupción de ecosistemas, pérdida de especies), la integridad social (desplazamiento de poblaciones, efectos sobre los medios de subsistencia), la nutrición (alteración de la productividad agraria), y la economía (impactos económicos negativos regionales y locales)”.

Emitir menos es invertir no sólo en medio ambiente, sino en salud humana

Se ha usado tanto la expresión “cambio climático” que, en determinados sectores de la opinión pública, el hartazgo se convierte en indiferencia o incredulidad; incluso aumentan los ataques a los propios fundamentos científicos que corroboran la existencia de una alternación de la composición atmosférica, la acidificación de los océanos o la polución en ríos y estuarios, entre otros fenómenos provocados por la acción del hombre, o antropogénicos.

Recientemente, un grupo de hackers accedieron a la correspondencia electrónica de varios científicos británicos de la Universidad de East Anglia, miembros destacados del IPCC, panel de expertos que lidera los estudios sobre el fenómeno, y las discusiones privadas entre varios de estos miembros han sido empleadas para desacreditar las tesis derivadas de la interpretación de muestras medioambientales durante los últimos años.

The Economist arguye que “el cambio climático es una seria amenaza, y que el mundo necesita dar paso para tratar de aplacarlo. Ese es el trabajo de los políticos”. Pero el semanario explica, además, que la ciencia no cuenta con certezas irrefutables, y el papel de los científicos debe ser poner a prueba continuamente la información recopilada, para refrendar teorías o rebatirlas cuando sea necesario.

La revista The Lancet aporta una nueva razón para que la lucha contra el cambio climático no sea percibida sólo como una limitación o sacrificio para la sociedad actual, ya que mejorar las condiciones medioambientales supone mejorar la salud y, por tanto, aumentar la calidad de vida y reducir el gasto socio-sanitario. “El cambio climático es la mayor amenaza para la salud global en el siglo XXI”, ha asegurado la publicación médica británica.

Es una aseveración que parte de un estudio multidisciplinar y mide las consecuencias que tendría sobre la salud de la población la mejora de varios comportamientos cotidianos e índices medioambientales en dos entornos urbanos (más de la mitad de la población mundial vive en ciudades) tan distintos como Londres, en el Reino Unido, y Nueva Delhi, en India, tomados como muestra.

El estudio se centra en los beneficios sobre la salud pública que se conseguirían con la reducción de emisiones con efecto invernadero en seis ámbitos:

  • El uso doméstico de energía.
  • El transporte urbano.
  • La generación eléctrica a partir de fuentes con un bajo impacto sobre las emisiones.
  • Alimentos y agricultura.
  • Implicaciones sobre la salud de las partículas contaminantes con efecto invernadero que tienen una duración más corta.
  • Implicaciones de la relación entre salud y cambio climático para la clase política.

Según The Lancet, el mensaje añade “una importante nueva dimensión al debate político sobre cómo responder al cambio climático. La amenaza no es sólo medioambiental y económica; se dirige a la propia vida”. Se trataría también de un desafío para la salud y vida humanas, hasta ahora relacionadas de un modo más que difuso con el empeoramiento con las condiciones para la vida en el mundo.

Menos problemas medioambientales = mejor salud (y factura sanitaria más reducida)

La publicación explica que, pese a su intento de demostrar la dimensión sanitaria del cambio climático, la impresión pública mayoritaria cree que cualquier respuesta activa y orquestada contra el cambio climático será negativa.

Reducir las emisiones en la economía será costoso; será necesario conducir menos, volar menos, comer de un modo distinto, cambiar el modo en que generamos energía, y alterar nuestro estilo de vida en modos que limitarán nuestra libertad para comportarnos como nos parezca.

“El aparente progreso que hemos conseguido en riqueza y salud desde la revolución industrial se verá afectado. Parece que el cambio climático, podría afectar al desarrollo humano. No sorprende, por tanto, que este mensaje político sea difícil de vender a una población que además padece las consecuencias de una inseguridad financiera global”.

Pero la serie de 6 artículos sobre salud y cambio climático de The Lancet muestra que es posible obtener un importante dividendo en salud al mitigar los efectos de las emisiones de gases con efecto invernadero.

“Estos co-beneficios para la salud no son suficientemente conocidos. Se extienden más allá de las naciones ricas y alcanzan los países de rentas bajas y medias. Y atraviesan sectores tan diversos como el de la energía doméstica, el transporte urbano, la generación eléctrica, la agricultura y las partículas en suspensión”.

Efectos climáticos dispersos, beneficios sanitarios concretos

La publicación médica británica recuerda que eventos como la crisis financiera y el cambio climático no son caprichos del mercado o de la naturaleza. Más bien, “son a prueba de un gran fracaso del modo en que los sistemas internacionales que rigen las naciones y sus poblaciones interactúan”.

Peor aún, el hecho de no haber provocado la actual situación no exime a las poblaciones que han emitido menos gases con efecto invernadero de padecer sus consecuencias: “los los países que menos han contribuido a las emisiones de gases de efecto invernadero serán los primeros y más afectados por el cambio climático“.

Se han identificado varias consecuencias de un clima cambiante e impredecible, que afectarán primero, y de un modo más profundo, a los países con rentas bajas y medias:

  • La malnutrición, y sus efectos devastadores sobre la salud infantil, aumentará.
  • El aumento de inundaciones, sequías y tormentas causará más muertes y lesiones.
  • Las olas de calor causarán más muertes, sobre todo entre la población más vieja.
  • El cambio climático podría alterar la distribución geográfica de los factores de contagio de las enfermedades (por ejemplo, una expansión de los insectos que transmiten malaria y dengue).

Si todos estos problemas sanitarios son ya enormes en la actualidad, concentrados en el mundo en desarrollo y, además, difíciles de controlar, no ha habido políticas hasta el momento que intentaran atajar el problema de un modo interdisciplinar: favorecer el desarrollo sostenible, por ejemplo, reduciría las emisiones, aumentaría el nivel de vida de una población y, a su vez, la salud de la población. Asimismo, fomentar estilos de vida saludables coincidiría con el fomento de una cultura responsable del uso y consumo de los recursos.

The Lancet relaciona con contundencia el comportamiento de la sociedad ante el cambio climático y los objetivos sanitarios para el mundo en desarrollo, que pueden relacionarse con los a menudo olvidados Objetivos de Desarrollo del Milenio que los 192 países miembros de la ONU acordaron conseguir en 2015, cuyas perspectivas de cumplimiento disminuyen año tras año.

El argumento de los artículos de The Lancet: “la mayoría de las medidas investigadas para mitigar el cambio climático (incluyendo fuentes más limpias de energía doméstica, menor dependencia del transporte por automóvil y una reducción en el consumo de productos cárnicos en los países desarrollados) aportarían beneficios sobre la salud pública”.

“En muchos casos, estos beneficios son sustanciales, y ayudarían a afrontar algunos de los mayores retos sanitarios que, además, crecen más rápido que otros males en la sanidad global y emplean mayores recursos: infecciones respiratorias agudas, enfermedades cardiovasculares, obesidad, cáncer y diabetes. Mientras los efectos climáticos de las medidas de mitigación son a largo plazo y están dispersas a lo largo del mundo, los beneficios sanitarios son inmediatos y locales, haciéndolos más atractivos para los políticos y el público”.

¿Cómo deberían ser vistas las conversaciones para alcanzar un pacto mundial sobre reducción de emisiones? La comunidad sanitaria lanza, según The Lancet, tres mensajes claros con su trabajo:

  • Primero, “el cambio climático es una amenaza fundamental para la salud”.
  • Segundo, “fortalecer el control de las enfermedades y la pobreza es esencial para proteger a las poblaciones más vulnerables”, y es una inversión segura para adaptar los recursos ante el cambio climático.
  • Tercero, reducir los gases con efecto invernadero puede representar “una oportunidad para reducir el cambio climático como para mejorar la salud pública. La protección sanitaria debería por tanto ser uno de los criterios por los que las medidas de mitigación son consideradas”.

La responsabilidad de los profesionales de la salud

Según The Lancet, el sector mundial de la salud tiene la responsabilidad de explicar al público que, lo que es bueno para la salud, contribuye a la lucha contra el cambio climático.

Las políticas necesarias para mitigar los peores efectos del calentamiento global tendrán efectos sobre la calidad de los servicios socio-sanitarios en todo el mundo, en un momento en que tanto países ricos (con Estados Unidos en cabeza) como países con rentas bajas intentan aumentar el alcance y eficiencia de sus sistemas de cobertura sanitaria.

“¿Quién mejor para difundir este mensaje que los profesionales sanitarios?”, se preguntan los autores de los artículos sobre salud y cambio climático de The Lancet. “Tenemos la evidencia, una buena historia que explicar que cambia dramáticamente la lente a través de la cual el cambio climático es percibido, y contamos con credibilidad pública. Los profesionales de la salud estarán en la vanguardia del desarrollo y aprovisionamiento de un servicio sanitario bajo en carbono, así como de la difusión del mensaje a los pacientes y poblaciones de los beneficios sanitarios de un estilo de vida bajo en emisiones”.

Los profesionales sanitarios tendrían también, según la publicación, un papel importante en la monitorización de los efectos que tendrían los cambios en los métodos para fomentar un estilo de vida saludable y que reduzca las emisiones de la población.

Quienes firman los artículos creen que la voz del sector de la salud está ausente de las conversaciones sobre el cambio climático y los argumentos sanitarios no están debidamente representados entre los políticos y científicos envueltos en las negociaciones.

Ello debería cambiar para que la lucha contra el cambio climático no fuera sólo liderada por los países, a través de acuerdos que la población no entiende, y se lograra así involucrar a toda la población mundial, explicando a cada usuario de un sistema sanitario que consumir y comer de una manera responsable o usar el transporte público mejoran no sólo su salud y entorno cotidiano, sino que contribuyen a un objetivo mayor.

Alinear dos políticas hasta ahora independientes

Varias políticas para reducir la emisión de gases con efecto invernadero pueden tener efectos secundarios, incluidos efectos para la salud. The Lancet destaca ejemplos como la reducción de la polución ambiental, la mejora de la seguridad energética, o el incremento del empleo rural de calidad.

Una mejor cuantificación de los efectos que tienen sobre la salud las políticas para mitigar las emisiones contribuirá a crear políticas basadas en evidencias, capaces de indicar la magnitud de los beneficios a corto plazo para la salud asociados a estrategias concretas y, según la publicación británica, proporcionarán motivaciones adicionales para actuar.

6 artículos de The Lancet sobre salud y cambio climático

The Lancet realiza en sus artículos estimaciones empíricas
sobre la magnitud de los efectos (sobre todo positivos) para la salud
de la acción en cuatro sectores con un protagonismo especial en la emisión de gases con efecto invernadero. La generación de energía, el uso de energía en los hogares, el transporte, la comida y la agricultura.

1. Generación doméstica de energía

Entre las propuestas de acción para mejorar la salud pública y, a la vez, luchar contra el cambio climático en la gestión de la energía en los hogares, destacan:

  • Varios efectos para la salud y el medio ambiente están relacionados con el uso de combustible sólido tradicional en los países en desarrollo. En zonas como Europa del Este y Asia Central la mayoría de la población depende del uso de carbón y leña para el uso intensivo de la calefacción, debido a la dureza de los meses fríos en estas zonas. Partes de Latinoamérica, el África Subsahariana y Asia (incluyendo India, China y el sureste asiático) dependen del carbón y otras técnicas tradicionales para cocinar y acondicionar los hogares, con efectos perniciosos para la salud y las emisiones globales, pese a que las emisiones por persona de estos países son muy inferiores a las de los ciudadanos de los países ricos.
  • Crear programas nacionales que promuevan el uso de tecnologías de calefacción y aire acondicionado con un bajo impacto para la salud y el medio ambiente sería un buen comienzo. En los países más pobres, es viable crear estufas que funcionen con biomasa local que, además, ayudaría a generar trabajos, formales e informales, en las economías locales.
  • En los países ricos, mejorar el aislamiento de los hogares y la calidad del aire de los hogares (a través de materiales adecuados, productos de limpieza sin ingredientes tóxicos, etc.) tendría un efecto inmediato sobre la salud y reduciría tanto la factura socio-sanitaria como las emisiones.

2. Transporte urbano

Las emisiones relacionadas con el transporte aumentan, con una rápida proyección de crecimiento en los países con rentas medias, que son los que cuentan con la mayoría de la población mundial, con una edad media muy inferior a la de la mayoría de la población en los países ricos.

Para afrontar esta situación, se puede fomentar, según The Lancet:

  • La producción de vehículos privados a motor con emisiones más bajas, que deberán además reducir el número de trayectos para poder lograr los objetivos de reducción drástica de emisiones.
  • Los vehículos con menores emisiones reducirían el creciente problema sanitario de la calidad del aire y la polución en las ciudades, aunque el mayor efecto en la salud y en la reducción de emisiones tendría lugar disminuyendo el número de trayectos de corta distancia, que pueden ser fácilmente sustituidos por alternativas de transporte más sostenibles.
  • Si la mayoría de la población aumenta la distancia y frecuencia de sus trayectos a pie y bicicleta, los beneficios sobre la salud serían instantáneos. Según The Lancet, se reducirían sobre todo las enfermedades del corazón, las dolencias cerebrales y vasculares, la depresión, la demencia y la diabetes.
  • Aunque la disminución del uso del vehículo a motor disminuiría el riesgo de lesiones para peatones y ciclistas, aumentaría también el número de lesiones relacionadas con el aumento del ejercicio y del uso de la bicicleta, aunque este último no sería proporcional al anterior.
  • Para fomentar el transporte peatonal y la bicicleta, será necesario crear infraestructuras seguras, capaces de dar prioridad a viandantes y bicicletas.

3. Generación eléctrica con bajas emisiones

  • El uso de fuentes de generación eléctrica más limpias permitiría reducir las emisiones y mejoraría la calidad del aire, con la consiguiente reducción de la mortalidad. Los efectos más dramáticos se conseguirían en India, un país con más de 1.100 millones de habitantes, donde la generación de electricidad es la que cuenta con el mayor nivel de polución por partículas, si es comparado con la Unión Europea, Estados Unidos o incluso China.
  • Desde el presente y hasta 2030, se aplicarán cambios estructurales en la generación eléctrica, que reducirán drásticamente las emisiones y aumentarán la calidad del aire. Incluso en aquellos lugares donde el cambio sea menos dramático, debido al rápido crecimiento de la economía, como en China e India, la calidad del aire contribuirá a una mejora en la salud.

4. Comida y agricultura

El sector agrario genera el 10-12% de los gases con efecto invernadero, según The Lancet. Asimismo, la deforestación y otros cambios en el uso del suelo contribuyen con un 6-17% adicional en las emisiones globales. La producción de alimentos animales es la mayor fuente de emisiones en el sector agroalimentario.

Peor aún, se espera que la demanda global de alimentos cárnicos aumente sustancialmente durante los próximos 30 años, especialmente en las economías en transición.

  • Crear estrategias tecnológicas en el sector agroalimentario, tales como aumentar la eficiencia en el sector ganadero, capturar o compensar buena parte de los gases emitidos a través de una mejor gestión del uso del suelo, mejorar la gestión de purines y reducir la dependencia de combustibles fósiles (maquinaria, fertilizantes químicos), no será suficiente, según The Lancet.
  • Según The Lancet, la respuesta estaría en mejorar la eficiencia y condiciones de producción del sector agroalimentario, así como en la reducción tanto de la producción de carne como de su consumo. Ello tendría como consecuencia una reducción de las emisiones en el sector y contribuiría a mejorar la salud global.

5. Contaminación atmosférica y polución

  • Uno de los mayores retos consiste en disminuir la cantidad de partículas contaminantes en el aire procedentes de distintas fuentes y de emisiones de CO2, porque colectivamente son los principales responsables del cambio climático y, además, son dañinas para la salud, cada vez más expuesta a la contaminación atmosférica, debido al incremento del porcentaje de la población mundial que vive en ciudades.
  • Entre las partículas en suspensión más perjudiciales para la salud humana y medioambiental, destacan el monóxido de carbono y los componentes orgánicos volátiles, así como el metano. Decenas de componentes en suspensión, incluidos los aerosoles, dañan la capa de ozono y contribuyen a la vez al efecto invernadero.
  • The Lancet proporciona datos concretos de mortalidad y efectos sobre la salud de varias de los gases contaminantes en suspensión, concentrados sobre todo en los entornos urbanos.

6. Implicaciones políticas

Finalmente, en su sexto artículo, dedicado a inspirar a la clase política tras el estudio pormenorizado de la relación entre salud y cambio climático, The Lancet insta a la clase política a afrontar el cambio climático de un modo proactivo e interdisciplinar: reducir los gases contaminantes producidos por el ser humano puede convertirse en oportunidad para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, crear puestos de trabajo rurales y relacionados con la economía verde y, sobre todo, puede ser una oportunidad para disminuir la incidencia de las enfermedades que más afectan a las poblaciones ricas y más crecen en las economías en desarrollo. Sería posible, de este modo, reducir la factura sanitaria, aumentar la calidad de vida y reducir la mortalidad, tanto en los países ricos como en los países con rentas bajas y medias.

  • Varias medidas para reducir las emisiones en los sectores doméstico, del transporte, de la alimentación y de la generación eléctrica tienen beneficios cuantificables sobre la salud de la población.
  • Los beneficios para la salud resultantes de estas medidas pueden ayudar a afrontar las principales prioridades sanitarias mundiales, tales como la mortalidad infantil, las enfermedades respiratorias, las enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades no contagiosas con gran incidencia, incluyendo la depresión o la obesidad, males que se extienden ahora a los países en desarrollo.
  • La mejora del acceso a fuentes de energía baratas y más limpias, además de otras estrategias relacionadas en varios sectores, pueden contribuir a reducir las peores consecuencias del cambio climático y, a la vez, mejorar la salud a través de la calidad el aire y la mejora de la calidad de vida (generación de puestos de trabajo, creación de arraigo en países desfavorecidos, aumento de la resta disponible, acceso de la mujer a la educación y el trabajo y, por tanto, de la tasa de natalidad, etc.).

Finalmente, The Lancet concluye que los profesionales de la salud pueden tener un papel importante en el diseño de una economía baja en carbono, motivados por la evidencia de los beneficios que la sostenibilidad tendría sobre la salud pública.

La publicación también debería desear la máxima difusión de su trabajo, en un momento en que crecen las discrepancias y la incredulidad con respecto a los efectos debastadores de la actual actividad humana sobre el planeta.