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Nueva York y el número de junio de "Wired"

Desde el pasado día 9 de junio, andamos en Nueva York. Es casi de recibo para nosotros llegar a la ciudad y padecer las consecuencias de algún anticiclón o directamente alguna ola de calor, y esta vez no podía ser menos. Dos días antes de que partamos para San Francisco, la ola de calor ha desaparecido y vuelven las temperaturas amables de un junio cualquiera en Nueva Inglaterra. 

No está mal empezar una estancia de dos meses en Norteamérica con una semana de temperaturas elevadas y humedad sofocante que sólo parecen sobrellevar sin problemas los propios neoyorquinos. Uno se olvida de las inclemencias de la sequía y las suaves y copiosas lluvias de las últimas semanas en Barcelona y se centra en la realidad, luces y sombras de una ciudad más grande y descuidada, ejemplo de densidad urbana y de cualquier tendencia de la que hayamos oído hablar -o no-.

Sobrellevar el jet lag con un calor húmedo, casi de ciénaga, es el mejor modo de idear modos originales de hacer frente al clima extremo, pensar en las consecuencias del cambio climático o refugiarse en algún que otro fresco café con ventilador en el techo, sofá mullido, mesa de café con revistas como The New Yorker o Wired y conexión a Internet gratis (hace tiempo que Internet es algo ubicuo en cualquier gran ciudad estadounidense).

A la portada y contenidos del número de junio de la revista Wired vuelvo más adelante.

Nueva York a principios de junio de 2008

El calor del asfalto, el cemento recalentado por el sol y el ruido de los aparatos de aire acondicionado, que a nadie molestan (más bien parecen actuar como somnífero), siempre están presentes cuando llega el calor a una de las ciudades más densas de Estados Unidos.

Si, en invierno, los numerosos escapes de la calefacción centralizada de los edificios neoyorquinos generan el humo blanquecino que sale de alguna alcantarilla, un efecto digno de Canción triste de Hill Street, en verano son los escapes de agua de los aparatos de aire acondicionado, funcionando a todo trapo, los que sorprenden al visitante.

Como capital cultural y televisiva del país, es fácil encontrar a gente dispuesta a la charla sobre temáticas relacionadas con la sostenibilidad.

En esta ocasión, las relaciones personales y profesionales de Kirsten y el trabajo en faircompanies nos han permitido charlar con decenas de personas que, de un modo u otro, están realizando cambios personales para reducir su huella ecológica.

  • Una presentadora de Planet Green, nuevo canal sobre sostenibilidad de Discovery Channel, ha tenido la amabilidad de dejarnos acampar en su casa.
  • El cofundador y ceo del portal sobre sostenibilidad Ecomii nos ha mostrado las oficinas de la empresa, en el recomendable edificio restaurado que alberga el Chelsea Market (algo así como una mezcla entre un mercado de barrio barcelonés y un edificio de oficinas espaciosas para proyectos televisivos, de consultoría e Internet). Como anécdota, la última vez que visité Chelsea Market, hará dos años, vi paseando por allí a Antonio Muñoz Molina, entonces director del Instituto Cervantes. Le dejé en paz, claro, disfrutando de su anonimato.
  • Una ejecutiva del programa 60 Minutes (por cierto, en su despacho volví a ver el número de junio de Wired con su portada chillona y su “Attention Enviromentalists”) nos dejaba entrar hasta la cocina de uno de los programas que presumen de seguir haciendo periodismo de investigación.
  • Una pareja de profesionales del Lower Manhattan nos invitó a su apartamento a desayunar, reformado a partir de criterios de eficiencia energética y huella ecológica de los materiales, la iluminación, la ventilación y otras cuestiones a las que, según sus palabras, no habrían prestado tanta atención no mucho tiempo atrás.
  • Una amiga del dinámico barrio de Williamsburg, en Brooklyn (donde los jóvenes profesionales y artistas todavía pueden pagar el alquiler, pese a que su popularidad pronto lo hará tan caro como Manhattan), organizó una barbacoa con carne facilitada por un amigo proveedor de carne con certificación orgánica en el área de Nueva York.
  • Finalmente, una productora ejecutiva que recientemente ha obtenido un premio Emmy por uno de los programas televisivos que produce nos invitó a pasear por Harlem y a cenar en uno de sus restaurantes italianos de referencia, antes de que un chaparrón descomunal nos hiciera correr para coger el metro en la Avenida Malcolm X.

No nos podemos quejar de cómo nos tratan por aquí.

Gotham

Nueva York, Gotham, ciudad que ha recibido todos los calificativos posibles, cantada y recitada en poemas, usada como referencia y como símbolo tantas veces, muestra su inquietud ante las consecuencias del cambio climático.

Las bicicletas y las pequeñas motos europeas y japonesas empiezan a competir por el poco espacio dejado por los característicos taxis amarillos.

De Nueva York son los programas de Planet Green, donde Kirsten colaborará en representación de faircompanies, el blog TreeHugger, el portal lanzado recientemente Ecomii e infinidad de iniciativas más o menos conocidas sobre el consumo ecológico, la promoción de los productos locales y los mercados de barrio, la venta de muebles y utensilios de segunda mano, la promoción del uso del transporte público y la bicicleta. La lista sigue.

En las conversaciones sobre medio ambiente, sostenibilidad, modelo de ciudad, arquitectura verde, etcétera, siempre aparece Europa. Barcelona es un nombre que evoca buenas sensaciones por aquí.

Las ciudades y su huella ecológica

Quizá Nueva York no sea el sitio más eficiente de Estados Unidos, pero no lo es fundamentalmente por su clima: inviernos fríos -que requieren el uso intensivo de calefacción- y veranos muy calurosos, donde el aire acondicionado puede ser necesario, sobre todo en lugares con poco acceso a la ventilación natural.

Si, para Popular Science, la “mega-ciudad verde” del futuro es “un lugar con aire fresco y purificado, agua limpia y tráfico que nunca provoca atascos”, no sólo Nueva York no cumple con los requisitos: tampoco lo hacen Barcelona, Madrid o ciudades europeas incluso más pequeñas.

La mega-ciudad ecológica del futuro es, según esta visión:

  • Un lugar con coches pequeños y eficientes, capaces de apilarse en un aparcamiento para ocupar el mínimo espacio.
  • Acceso fácil al transporte público que optimiza el espacio y no contamina.
  • Vías rápidas con pequeñas turbinas eólicas en la mediana, que aprovechan las corrientes de aire provocadas por los coches para generar electricidad.
  • Frente marítimo donde un banco de algas produce el hidrógeno necesario para cubrir las necesidades energéticas públicas de la ciudad.
  • Aceras en lugares públicos especialmente transitados, que funcionan como la dinamo de una bicicleta: los pasos de los transeúntes son procesados como estímulos eléctricos recogidos por una malla que almacena la energía generada.
  • Desalinizadoras de nueva generación, con filtros capaces de separar la sal, el plancton, las bacterias y otros elementos del agua potable, ofrecerían agua corriente procedente del mar a una población concentrada en un radio geográfico compacto.
  • Sistemas robotizados de inspección y reparación de escapes de agua, para evitar a pérdida de cantidades masivas de agua potable (Nueva York, por ejemplo, pierde a diario el 4% de su suministro de agua potable, según Popular Science).
  • Huertas y jardines verticales: las granjas verticales ideadas por proyectos como el dela compañía israelí Organitech, prevén que un edificio de 30 plantas actúe como oasis alimentario y climático, con un sistema de nutrientes que varía en función de la estación del año. Cada edificio podría alimentar a 50.000 personas.
  • Edificios de oficinas sostenibles, capaces de almacenar el agua y la energía que necesitan para funcionar.
  • Edificios de apartamentos con una “piel” porosa que recolecta las aguas pluviales y las almacena en tanques donde el agua es purificada con luz ultravioleta.
  • Sistemas eléctricos de alta tensión para el transporte y otras necesidades que, gracias a tubos de hidrógeno especialmente ideados, reduzcan el gasto producido por la fricción hasta límites insignificantes.
  • Pintura con partículas fotovoltaicas, capaz de almacenar energía solar, cubre las superficies exteriores de la ciudad.
  • Turbinas eólicas de nueva generación, con una base magnética, producen electricidad con vientos a velocidades insignificantes (a partir de 2 millas por hora).
  • Turbinas marinas aprovechan la corriente del frente marítimo de la ciudad para producir electricidad.
  • Máquinas preparadas para convertir el oleaje en electricidad también residen en el litoral de la mega-ciudad verde imaginada por Popular Science.

La Nueva York actual está muy distanciada de esta visión, aunque la concienciación de buena parte de sus profesionales, muchos de ellos con responsabilidades en instituciones que influyen tanto a la sociedad como los medios de comunicación, pretende reinventar una vez más la ciudad.

50 ciudades más sostenibles de Estados Unidos

La publicación Popular Science elaboró en febrero de 2008 una clasificación de las 50 supuestas ciudades más sostenibles de Estados Unidos, a partir de datos extraídos de la Oficina del Censo de EEUU y de la Guía Verde que elabora National Geographic Society.

La clasificación, fundamentada en más de 30 variables, entre las que se incluyen la calidad del aire, el consumo de electricidad y los hábitos de transporte de los ciudadanos.

Nueva York, pese a su monstruoso tamaño, viniendo desde una ciudad europea media, se encuentra entre las 20 ciudades más sostenibles de Estados Unidos. En la clasificación, y no es una sorpresa, los primeros puestos son para ciudades del Noroeste del país (norte de California, Oregón y Washington):

  1. Portland, Oregón. (Ciudad con aspecto europeo, excelente sistema de transporte y una población sin problemas para vivir en pisos. La ciudad está limpia, es apacible y no tiene problemas sociales relevantes).
  2. San Francisco, California. (Sobran las presentaciones: el clima mediterráneo permite a la ciudad prescindir de calefacción o aire acondicionado durante todo el año. Población progresista y educada, sensibilizada con el medio ambiente. La contracultura y el ecologismo moderno empezaron en su zona metropolitana).
  3. Boston, Massachusetts. (La gran calidad de su metro y el resto de su transporte público, así como sus barrios históricos, hacen que la ciudad tenga un aspecto europeo).
  4. Oakland, California. (Ciudad universitaria y residencial de la Bahía de San Francisco. Otra cuna del ecologismo moderno).
  5. Eugene, Oregón. (Ciudad “hippy” por antonomasia, es conocido el uso de la bicicleta por sus ciudadanos, que emplean este vehículo con la intensidad de Ámsterdam o Copenhague). Hemos elaborado varios vídeos en Eugene. Como ejemplo, este vídeo sobre un servicio de entrega de correo en bicicleta.
  6. Cambridge, Massachusetts. (Ciudad universitaria, junto a Boston, comparte con esta ciudad el excelente sistema de transporte público).
  7. Berkeley, California. (Otra población de la Bahía de San Francisco en el top 10 de sostenibilidad de Estados Unidos).
  8. Seattle, Washington. (También en la Costa Oeste, en el Estado de Washington. Es la ciudad con mayor porcentaje de población con educación universitaria. Extremadamente apacible y segura. Sus conciudadanos no cierran la puerta de sus casas).
  9. Chicago, Ilinois. (Su ascenso como ciudad sostenible es imparable. Especialmente loable, dado su gran tamaño y la dureza de su invierno).
  10. Austin, Texas. (Muchos se preguntan qué hace la progresista y educada Austin, cuna de intelectuales, profesores universitarios y músicos, en un Estado como Texas. La cara más progresista de este rincón de Estados Unidos).

(…)

20. Nueva York, NY. (La megalópolis podría mejorar en gestión energética, debido a las ingentes cantidades energéticas necesarias para calentar los edificios en invierno y mantenerlos frescos en verano. No obstante, su sistema de transporte público, su densidad urbana y la concienciación de buena parte de sus habitantes la convertirán en un ejemplo de lo que pueden hacer las grandes conurbaciones para afrontar el cambio climático).

Las ciudades estadounidenses parten con desventaja con respecto a las europeas, si el país quiere tomarse en serio la reducción en las emisiones de CO2 procedentes del uso del vehículo privado.

No es una casualidad que las 50 ciudades más “verdes” de Estados Unidos tengan varios aspectos en común. Población con niveles de educación y renta superiores a la media; visión de la política con un marcado tono progresista; apuesta por el transporte público y los servicios sociales. Apoyo a las medidas de lucha activa contra el cambio climático.

Leyendo en el Soho el último número de Wired

Cuando uno trabaja en un sitio web sobre sostenibilidad, seguramente está más atento a cualquier tipo de información relacionada con el cambio climático, la inversión sostenible, las energías renovables, la responsabilidad empresarial, la inversión ética, etcétera.

Quizá sea este el motivo que me ha llevado a “estar expuesto” a la portada del número de junio de Wired en, al menos, cinco ocasiones desde que estoy en Estados Unidos.

La prestigiosa revista tecnológica, dirigida por Chris Anderson (autor de The Long Tail y el reciente arrtículo Free! Why $0.00 Is the Future of Business, donde aborda las consecuencias de una era en la que los servicios cuestan poco o nada, al menos aparentemente), emite el siguiente mensaje en la portada de junio de 2008:

  • “Atención, defensor del medio ambiente:
    Mantén tu todo terreno.
    Olvida los alimentos orgánicos.
    Apoya la energía nuclear.
    No hagas caso a lo que te venden.”

Más abajo, en letras más pequeñas:

  • “Si te tomas en serio el cambio climático,
    sólo una cosa importa:
    reducir las emisiones de carbono. Ello significa afrontar
    varias verdades incómodas.”

Como es típico en la revista, se emplea un naranja fosforescente para el fondo de la portada, mientras el logotipo de la cabecera aparece en verde fosforescente, una combinación poco apta para quienes padezcan alguna disfunción neuronal.

Primero, leí dos entradas en las bitácoras Ecogeek y TreeHugger sobre ello, de manera que el número de la revista ya me era familiar hace unas semanas.

  • Primera exposición: Aeropuerto de Newark.
  • Segunda exposición: cafetería del SoHo neoyorquino.
  • Tercera exposición a la portada: oficina de una amiga de Kirsten Dirksen que trabaja en el programa 60 Minutes.
  • Cuarta exposición: una segunda librería del SoHo. Fue en esta ocasión cuando no pude resistirme y, tras leer el artículo interior al que se refiere la portada, decidí comprar el número.

Hablo de esta “sobreexposición” al mensaje de Wired en Nueva York en mi página personal de “microrecomendaciones” de faircompanies.mobi, un proyecto paralelo de faircompanies donde uno explica qué productos y servicios considera “justos” o interesantes y cuáles “injustos” o poco apropiados.

Wired no logrará que la gente siga comprando camionetas para comprar el pan

Varias de las asunciones que realiza Wired en el artículo interior son discutibles. En ocasiones, simplemente palabras provocativas que ayudan a vender ejemplares de la revista.

El hecho de que no baste con tener coches más eficientes para atajar el cambio climático no significa que todos los estadounidenses puedan mantener sin culpa auténticas camionetas ineficientes para suplir trayectos cortos.

Más que olvidar los productos orgánicos, Wired debería explicar, sin provocaciones de rapero, que los alimentos locales y reducir el innecesario consumo de carne ovina y bovina (es posible sustituir las propiedades proteínicas de estos alimentos con legumbres y arroz, por ejemplo) son más importantes que colocar la etiqueta de “orgánico” a cualquier producto.

Una manzana del pueblo de al lado siempre será más sostenible que una manzana orgánica procedente de Chile, si uno vive en Barcelona. Del mismo modo que el agua del grifo tiene propiedades saludables y carece de la huella ecológica del agua mineral que viaja miles de kilómetros y emplea plástico en el embotellado.

Wired no ha redescubierto la gran verdad o la gran mentira sobre el cambio climático. Quizá logre un cierto aumento en sus ventas, eso sí.

Sigue siendo necesaria una apuesta decidida por las energías renovables; y sí, si se quiere sustituir rápidamente el petróleo y el carbón para suplir energéticamente a las ciudades y la industria, la energía nuclear de nueva generación parece una apuesta realista, con varias ventajas e los inconvenientes que todos conocemos.

Más sobre los paseos sobre el Lower Manhattan y nuestra estancia en Nueva York, en esta galería fotográfica recién salida del horno manhattaniano.

Pronto, más desde San Francisco.