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Nuevos artesanos: ideas intemporales y productos con futuro

Los productos intemporales recuperan la actualidad en el diseño industrial. Han sido concebidos para durar (incluso para siempre: “forever products”) y poder repararse, con mentalidad artesanal, un toque de última tecnología y materiales duraderos que saben envejecer.

Los productos diseñados para durar -y evitar la obsolescencia programada– prestan atención al servicio, que prosigue una vez se ha realizado la compra; asimismo, combinan artesanía y tecnología, calidad y alto valor añadido, tiradas cortas y personalizadas, así como proximidad y empatía con el cliente.

Creados para durar

Estos viejos-nuevos productos se nutren del conocimiento de creadores y usuarios, que a menudo intercambian sus papeles. El creador es el primer usuario, mientras el cliente quiere conocer los detalles de desarrollo del bien que adquiere, cuando no participar en su “calibración”.

Los diseños son compartidos y mejorados de manera colectiva, usando aplicaciones de control de versiones para que las cosas puedan diseñarse con la iteración y flexibilidad del software.

Asistimos a un profundo cambio de modelo, relacionado con ámbitos tan dispares y en apariencia tan inconexos como la crisis energética, los flujos del comercio mundial, el sistema educativo, la crisis de innovación, la calidad (o ausencia de ésta) de las instituciones, o la concienciación medioambiental, tanto en los países que producen las manufacturas, como en en los que las consumen.

Productos para después del petróleo (y los plásticos) baratos

En síntesis y a trazo grueso: los países llamados desarrollados han gastado más a crédito e innovado menos en las últimas décadas que durante la mayor parte II mitad del siglo XX, cuando el petróleo barato e invenciones como el plástico y los fertilizantes industriales impulsaron una prosperidad material sin precedentes, explica Tyler Cowen, entre otros.

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La falacia del crecimiento perpetuo de la economía ya no sirve como modelo, pero no se han sentado las bases, ni se han actualizado las convenciones, para facilitar la transición hacia modelos de prosperidad que no dependan del irreal crecimiento perpetuo o de fenómenos como vender más bienes de consumo, más a menudo.

Productos con menos material y más servicio

El diseño de productos forma parte de este cambio, con tendencias como la “desmaterialización“, o voluntad de usar la innovación frugal para crear cada vez más riqueza intelectual con menos átomos:

  • las sociedades más prósperas recuperan la producción de muchos bienes, a los que añaden más valor añadido;
  • en paralelo, estos bienes reducen la cantidad de material (“desmaterialización”);
  • aumenta el servicio: a medida que se reduce la cantidad de material, energía y recursos necesarios para producir estos bienes con mayor valor añadido, crece su contenido conceptual e intangible (servicio, aplicaciones de software, etc.).

“No compres esta chaqueta”

En las manufacturas, el cambio de modelo lleva años produciéndose. Aunque es todavía una opción minoritaria, buena parte de los consumidores más críticos e informados crean o mejoran sus propios productos, se deshacen de bienes superfluos y optan por una filosofía de vida basada en el bienestar duradero, optando por menos cantidad pero mayor calidad en el servicio y los materiales.

Ello explicaría por qué hay compañías que tienen claro que el cliente no siempre tiene la razón (y la calidad del servicio consiste en exponer el porqué de un precio más elevado, o de la elección de un diseño o material); o firmas de ropa técnica y deportiva que lanzan campañas a sus compradores potenciales para indicarles que conserven ropa y no compren sus productos si no es necesario.

Es el segundo año consecutivo que Patagonia, con su mensaje Don’t Buy This Jacket, aconseja evitar la compra por impulso.

(Imagen: anuncio aparecido a toda página en The New York Times)

Vuelven las manufacturas (esta vez, talleres-nicho de artesanos-hacker)

Pero este estancamiento no evita el avance de tendencias. Entre ellas, el retorno de la industria innovadora a los países ricos, esta vez reinventada y conformada por pequeños talleres de profesionales polímatas, a medio camino entre el artesano y el hacker.

Sobre el papel, esta nueva industria formará parte de la solución al estancamiento, ya que las legiones de profesionales que padecen las consecuencias de la falta de trabajo o la transformación -a menudo desaparición- de sectores tradicionales de “cuello blanco”, podrán crear su propio empleo, o canalizar sus inquietudes de manera creativa y en constante evolución.

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La ausencia de trabajo y las dificultades de acceso al crédito condicionan también las tendencias en el consumo. En lugar de comprar prosperidad a crédito, se consolida la tendencia del alquiler de productos de calidad cuando son necesarios, evitando así el coste de compra y mantenimiento.

Minimalismo, desmaterialización, uso bajo demanda

El acceso al bienestar se flexibiliza con tendencias como alquilar y compartir. Una filosofía que complementa la de los productos intemporales. Se consolida un consumo que prioriza:

  • calidad por encima de la cantidad (minimalismo, intemporalidad, sencillez, durabilidad), a partir de diseños que se pueden reparar y remendar cuando hace falta;
  • productos con menos materia prima y más contenido intelectual;
  • el uso bajo demanda de bienes y servicios de calidad, en lugar de poseer productos mediocres en régimen de propiedad.

Pero, para que las factorías nicho de artesanos-hacker recuperen la industria, deberán mantenerse cerca de los epicentros de creación e intercambio de conocimientos y tendencias. En definitiva, deberán mantener un pie en Internet y otro en una comunidad barrio vibrante de una ciudad cosmopolita.

Los talleres-boutique de después de las economías de escala

Las economías emergentes compiten por las manufacturas y los recursos y albergan buena parte de la producción de bienes de consumo. En un momento de estancamiento económico y de la innovación, las ciudades más vibrantes de los países ricos, que alumbraron la I Revolución Industrial, tratan de atraer de nuevo a la industria y, de paso, crear puestos de trabajo basados en el conocimiento y difíciles de deslocalizar.

Por tanto, la llamada III Revolución Industrial (urbana, artesanal y “hacker”) ya ha empezado y, según algunos expertos, revertirá la tendencia de las pasadas décadas, con muchas manufacturas retornando a los países ricos.

Una especie de “efecto boomerang” impulsado por tecnologías como la impresión aditiva o la colaboración por Internet, que harán posible la producción de bienes a pequeña escala donde la calidad del servicio o la personalización se impondrán al sentido económico de las economías de escala (o producir grandes tiradas para reducir el precio de un producto).

Los creadores de la III Revolución Industrial

Los artesanos de hoy combinan tradición y tecnología, sabor local y herramientas globales. Se convierten en usuarios y productores a pequeña escala, intercambiando pareceres y diseños con el cliente, que a su vez forma parte del proceso de creación y mantenimiento del producto, además de hacerlo “suyo”.

Y, en esta transición desde la era de los productos de plástico brillante y barato, obsoletos poco después de la compra, a la era de los productos diseñados para durar y envejecer con el usuario, el trabajo del “artesano”, real o virtual, vuelve a ser apreciado.

La III Revolución Industrial recupera el papel de los gremios de oficios, sobre todo cuando retornan valores como la calidad y duración de un producto, que sale del anonimato y recupera una historia que interesa tanto al creador como al consumidor.

Universalidad sin pretensiones

Los productos para siempre parten de una personalidad local, desde la que alcanzan una universalidad sencilla y sin pretensiones, propia del diseño que se ha desprendido de lo superfluo y ha acumulado el sentido común de las generaciones y la experiencia.

En parte, recuperan la esencia de los bienes artesanales, donde cada unidad era fruto del artesano y su momento, así como la elección de los materiales y la relación de confianza con sus fuentes y proveedores.

Las economías de escala aportaron, por primera vez, productos de consumo económicos para las masas, y acabaron con la mentalidad artesanal, local y personalizada, fruto de la idiosincrasia de las escuelas industriales y el acervo cultural del lugar.

Cuando los productos de masas se hacían para durar

Diseñadores industriales como Dieter Rams, influencia crucial para el tándem de Apple conformado por Steve Jobs y Jonathan Ive, que los diseños memorables carecen de alambiques, sofisticaciones y brillanteces, profundizando en el “menos, pero mejor“.

Antes de Rams, Peter Behrens (AEG) o Adriano Olivetti, trataron de trasladar a los productos tecnológicos y a la producción industrial la honestidad, discreción, sosiego, minuciosidad, precisión, larga duración y respeto por el medio ambiente de los buenos productos artesanales.

Primero las economías de escala y, a continuación, el dominio de las leyes de la “eficiencia”, el corto plazo y los resultados trimestrales acabaron con la calidad de los productos de masas más memorables, cuando todavía eran concebidos para durar, envejecer con dignidad, ser reparados y mantener -cuando no aumentar- su prestigio con años de uso.

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El dilema del innovador: compra impulsiva vs. gratificación aplazada

El dilema del innovador, ensayo que inspiró a Steve Jobs, sintetiza la lucha dialéctica que ha tenido lugar en las últimas décadas:

  • la tensión entre el corto plazo -reducir costes y producir bienes cada vez más baratos para aumentar el margen y cumplir con las expectativas trimestrales-;
  • y el largo plazo: crear productos imperecederos, capaces de trascender, aunque su producción suponga un aumento relativo de costes.

El producto barato y atractivo a primera vista, recubierto con una aureola de sofisticación y que apela a la compra por impulso -la “gratificación instantánea” explorada por Edward Bernays- y producido en cualquier gran factoría, ha sido creado para brillar durante el momento de la compra y envejecer con rapidez, para ser desechado y sustituido.

Elogio de la sencillez áspera e intemporal

Los jóvenes adultos se han incorporado al mercado de consumo en pleno dominio de la obsolescencia programada, que coincide con el desprestigio de los productos diseñados para durar, envejecer con dignidad y ser reparados cuando haga falta.

A diferencia de la gratificación instantánea a la que apelan los productos de masas más económicos, los productos más intemporales y duraderos van dirigidos a la conciencia racional del consumidor capaz de evitar la compra por impulso, conocedor de las ventajas de controlar el deseo.

Contra lo que los psicólogos llaman adaptación hedónica, o querer siempre el último producto hasta que lo tenemos y vuelta a empezar, los productos mejor diseñados sde adecúan más al espíritu crítico, al raciocinio del día después, a la gratificación aplazada. Saber esperar, comprar porque es necesario o entender que, en ocasiones, pagar más por adelantado implica un ahorro de tiempo y dinero a largo plazo.

Salir del “gran estancamiento”

Varios cambios estructurales se suceden y superponen en los últimos años, que afectarán el modo de producir y consumir. El modelo de crecimiento surgido del petróleo barato y la Revolución Agraria tras el fin de la II Guerra Mundial da sus coletazos, justo cuando los países más poblados del mundo crecen ahora más que los desarrollados y compiten por los recursos.

Y el cambio acaecido en el mundo no se entiende sin el gran estancamiento en los países ricos de la innovación real, la que surge de la nada y no se centra en rizar el rizo.

Las empresas se dedicaron a engrasar una máquina productiva ya existente, en abaratar sus productos y situar su producción, a menudo con subcontratas, en países con menores exigencias éticas, laborales y medioambientales.

La economía en su conjunto atendió más a los beneficios a corto plazo, desatendiendo la innovación surgida de la creatividad, la divagación, el ejercicio de la polimatía, el cultivo de las humanidades y las ciencias.

Una deriva similar a la seguida por Microsoft en los últimos años, explica Kurt Eichenwald en un reportaje del número de agosto de Vanity Fair.

El precio de la abundancia: menos calidad

Hemos convivido con el resultado de la crisis energética, la economía a crédito, el gran estancamiento de la auténtica innovación y el dominio de las economías de escala y la producción deslocalizada.

Por su densidad energética, el petróleo contribuyó al cambio y los polímeros de plástico dominan hoy en cualquier rincón doméstico o empresarial. Del mismo modo que la mayoría de productos precocinados incorporan derivados del maíz y la soja entre sus ingredientes, el plástico es el ingrediente de los productos abaratados en nombre de la eficiencia, las economías de escala y el corto plazo (los resultados trimestrales).

Los productos de calidad, duraderos y que se pueden reparar son una tendencia en alza, pero continúan siendo una minoría en las tiendas, dominadas por bienes de consumo manufacturados en grandes tiradas, usando materiales y acabados inferiores a los de hace unas décadas.

Más sofisticado, menos robusto y duradero

El aumento de la sofisticación tecnológica en las últimas décadas es inversamente proporcional a la vida útil de muchos de estos productos. No ha ocurrido únicamente con la electrónica y la informática o los electrodomésticos; la tendencia es similar en mercados como el textil, el del menaje del hogar, etc., donde se imponen los envoltorios atrayentes de plástico coloreado y la cultura del usar y tirar.

No importa adónde miremos. Bebemos agua o café en tazas com calidad inferior, nos afeitamos con cuchillas peores y menos duraderas, y los más pequeños juegan con juguetes donde se impone un único ingrediente: el plástico.

El consumo racional y concienzudo convive con el mayoritario. Cuando todavía no existen alternativas intemporales en el mercado, hay usuarios que pasan a la acción, promoviendo la manufactura de una tirada corta según las especificaciones desechadas por la lógica de las economías de escala.

La era de los creadores: si no encuentras tu producto, hazlo

Chris Anderson, ex director de la revista Wired, expone la tendencia en su ensayo Makers: The New Industrial Revolution.

Artesanos, fabricantes y consumidores se funden a menudo en un mismo grupo o individuo, que mejora el diseño sobre la marcha, siguiendo procesos de actualización constante ya aplicados con éxito en la industria del software (desarrollo ágil o “agile development“, basado en la iteración).

En la próxima Revolución Industrial, escribía Chris Anderson en un artículo de 2010 para Wired, los átomos son los nuevos bits. Y una generación de artesanos-hacker, que se (con)funden con los usuarios de sus productos, lo está haciendo posible, combinando humanidades y ciencia, técnicas gremiales con un control de versiones por Internet, acervo propio de entender la localidad sin renunciar al cosmopolitismo.

Sobre experiencias y productos

Los síntomas de esta nueva Revolución Industrial son patentes. Aparecen los creadores, las herramientas que hacen posible este modo de creación descentralizado y con espíritu tan libertario como el que hizo posible Internet o Wikipedia.

Y también llegan los productos fruto de esta nueva tendencia, elaborados en estudios urbanos, a menudo recuperando la actividad en antiguos edificios abandonados de barrios que albergaron a las firmas de la I Revolución Industrial en Nueva York, San Francisco, Londres, Milán, Barcelona.

Otros síntomas de la III Revolución Industrial:

  • Aparecen servicios para financiar productos que todavía no existen, o versiones con mayor calidad de productos existentes, a través de la financiación colaborativa (por ejemplo, Kickstarter) y herramientas similares.
  • Además de tiendas electrónicas para vender productos artesanales o de nicho como Etsy, llegan aplicaciones como CustomMade, que conectan clientes con artesanos, eliminando la producción en masa (economías de escala). Los usuarios que no se atreven a crear o mejorar ellos mismos un bien o servicio, pueden “encargarlo” a través de plataformas como CustomMade.
  • Al manifiesto del derecho del usuario a poder reparar los productos que adquiere, propuesto por primera vez por Kyle Wyens de la startup iFixit, se unen iniciativas similares en todo el mundo. La última con cierta repercusión, The Fixer’s Manifesto.

Artesanía, conocimiento, impresión aditiva (3D) casera, tiradas únicas, procesos y materiales ecológicos, exclusividad, servicio. Las experiencias, no los productos, aumentan el bienestar.

Envejeciendo juntos

Los nuevos productos artesanos recuperan la vocación de los bienes usados, capaces de envejecer con el sosiego racional del usuarios, transmitidos de padres a hijos. Bienes que aumentan los matices -y el valor- con los años.

Eso sí, para saber disfrutarlos, los propios usuarios deben ser los primeros en practicar una filosofía de vida coherente, que priorice los frutos del largo plazo y el bienestar duradero por encima de la compra por impulso y la gratificación instantánea.

El truco, reiteraban los filósofos clásicos, consiste en depender menos de lo externo para vivir mejor.

10 ejemplos de productos artesanales que merecen la pena

Recopilamos a continuación 10 productos que incorporan los ingredientes de la III Revolución Industrial: conocimientos ancestrales y tecnología, pequeñas tiradas, acervo local con vocación universal, sostenibilidad, durabilidad, sencillez, minimalismo, aspereza clásica, reparabilidad.

1. Zapatos artesanales curtidos y teñidos sin productos tóxicos por Juliano Lima (Caboclo)

2. Lámparas fabricadas con una impresora 3D casera por Samuel Bernier

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3. Zapatillas minimalistas de caucho vegetal Iguaneye

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4. Carteras diseñadas para durar toda la vida por Bison Made

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5. Botones fabricados con impresora 3D que sujetan los auriculares, por Button 2.0

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6. Butaca de lectura de cartón Re-Ply Chair por Dan Goldstein

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7. Ladrillos de cerámica producidos con impresora 3D Building Bytes

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8. Micro-granjas hidropónicas verticales: Fogger de Vakant Design, The Aquaponics Garden y Pod

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9. Cajón de herramientas que muta en taburete y mesa de trabajo Tragwerk

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10. Lámpara minimalista que desafía la gravedad por Alexandra Burr

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Hay tantos ejemplos como te propongas investigar. ¿Preparado para crear tu propia microfactoría o taller-nicho?