(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

Obesidad, el dilema del omnívoro, Slow Food y más

La situación económica y el aumento del paro parecen invitar a que los estudios sean igualmente negativos, o comparativamente negativos, si en lo que consisten es en medir algún indicador en la UE. De ahí que los titulares suelan ser, “España, a la cola de Europa” en aquello o lo otro. 

O “los niños españoles son los que tienen peores [introducir aquí “notas”, “dientes” o lo que se requiera] de Europa.” Esta entrada reflexiona sobre un informe que destaca el peligroso crecimiento de la obesidad entre los niños españoles, otrora zagales, muchachos, rapaces, chiquillos y meninos de la comida mediterránea tradicional.

Buenos y grandes propósitos

En septiembre vuelve el colegio, acaba el horario de verano, aumentan los divorcios (si la crisis lo permite, ya que para crear un nuevo hogar es necesario poder costear un alquiler o la compra de una vivienda) y los fascículos en los quioscos.

Los días se acortan, los cada vez más frecuentes días lluviosos reviven nuestros alicaídos geranios y uno ya no evita el calor de su pareja en la cama.

Septiembre es, dice Loles Silva en El Economista, “el mes de los buenos y grandes propósitos“. Entre los planes que suelen incluirse durante este mes, ya casi agotado: ponerse en forma, adelgazar, dejar de fumar, aprender un idioma, apuntarse a algún curso al que se acudirá en un par de ocasiones, apuntarse a la piscina municipal.

Loles Silva incluye lo que llama “los nuevos propósitos del siglo XXI”: “vivir de forma menos estresada, tener más tiempo para nuestro ocio, ser un poco más felices o por qué no, ser más ecológicos.”

Así que parece que septiembre es el mes en que decidimos “ser más ecológicos”. Mm.

Muchas otras cosas ocurren en septiembre.

También vuelven los informes y los estudios a los medios de comunicación, tras haber permanecido durmientes durante el estío, todavía más relajado en España que en otros países de nuestro entorno, pese a haber prácticamente desaparecido el tan ibérico “cerrado durante todo el mes de agosto por vacaciones”.

La situación económica y el aumento del paro parecen invitar a que los estudios sean igualmente negativos, o comparativamente negativos, si en lo que consisten es en medir algún indicador en la UE.

De ahí que los titulares suelan ser, “España, a la cola de Europa” en aquello o lo otro. O “los niños españoles son los que tienen peores [introducir aquí “notas”, “dientes” o lo que se requiera] de Europa.”

El mejor ejemplo que ilustra este patrón en los medios que he encontrado en este mes de septiembre: según un estudio de los expertos del Programa Thao-Salud, el 21% de los niños españoles menores de 5 años sufre obesidad y sobrepeso.

Aprovechando la presentación del estudio, Gregorio Varela-Moreiros, presidente de la Asociación Española de Nutrición, añadió que 1 de cada 5 niños de entre 3 y 5 años ya sufren problemas de sobrepeso.

Conclusiones del estudio, según Varela-Moreiros: las enfermedades derivadas del sobrepeso y la obesidad (diabetes, enfermedades cardíacas, etc.) aparecerán cada vez más temprano.

Además, “los niños nacidos en 2000 pueden ser la primera generación con una esperanza de vida inferior a la de sus padres”, según Rafael Tojo, catedrático de Pediatría de la Universidad de Compostela.

Nacer en el siglo XXI

Es decir: los niños nacidos a partir de 2000 dejarán de cumplir la máxima de las abuelas, consistente en asegurar que los hijos superan en estatura, fortaleza, salud e incluso belleza, a sus padres.

Un estudio que agua la fiesta a un informe difundido -también en septiembre- que mantiene a España como el país de la Unión Europea con mayor esperanza de vida al nacer (81 años), la misma que empezará a bajar para quienes hayan nacido a partir de 2000. La lista de esperanza de vida en la UE la cierra Lituania, con 70,9 años.

Niños con sobrepeso y cultura mediterránea

Recién estrenada en España Vicky Cristina Barcelona, última película de Woody Allen, los barceloneses vuelven a sonrojarse un poco al ver esta muy maquillada, pero hermosa, historia de amor del director neoyorquino a Barcelona.

La ciudad se muestra espléndida, paradigma de la urbe mediterránea, donde el cosmopolitismo, la dolce vitta y la joie de vivre han barrido de la película cualquier atisbo de las otras barcelonas paralelas a esta otra, tan exitosa, plástica y vendible a quien sea, ya que es cierto que da gusto verla.

En una de estas otras barcelonas papalelas, existe el patio de un colegio que da justo al interior de manzana donde yo trabajo, en medio del Barri Gòtic de la ciudad. Los niños salen al patio a media mañana y llenan de vida las suaves mañanas de septiembre, de eso no hay queja.

Resulta algo más preocupante el aspecto físico de algunos de ellos. Abundan (y cuando digo abundan, creo que en ocasiones se trata de 3 de cada diez, incluso más) los niños con un marcado sobrepeso. A algunos creo que ya se les podría catalogar de obesos.

Y eso que, otra vez según los estudios, Cataluña es la comunidad autónoma con menor índice de obesidad de España. Puede ser incluso peor que en el patio del colegio que veo desde el balcón de casa.

De vuelta a mi infancia, no recuerdo haber ido al colegio con muchos niños “castigados” (con algún mote, algún apelativo que hiciera referencia al personaje regordete de la serie Verano Azul, por ejemplo) ante sus compañeros ante el sobrepeso.

Un estudio anterior al aparecido este septiembre sobre la obesidad de los niños, en este caso auspiciado por la UE con motivo del 15 Congreso Europeo sobre Obesidad, ya concluía que Europa podría enfrentarse a una de las peores crisis sociales y sanitarias, si la obesidad continúa creciendo entre adultos y niños.

“La obesidad debería ser tratada por el sistema sanitario como cualquier otra enfermedad compleja”, decía el estudio. “En varios países europeos, más de la mitad de la población padece de sobrepeso o es obesa.”

La UE tenía 497 millones de habitantes en 2007, de modo que hablamos de cerca de 250 millones de personas. Una epidemia que afecta a todos los países, independientemente de las costumbres socioculturales (cada vez más uniformes, por otro lado).

Un dato para derrumbar estereotipos sobre lo bien que comemos en la zona mediterránea: el país europeo con mayor porcentaje de niños obesos es España, seguido de Malta, el Reino Unido, Grecia, y Portugal.

Portugal tiene el mayor porcentaje de niñas obesas, seguido de zonas del Reino Unido y España. Otros países mediterráneos, como Italia, Malta o Grecia, aparecían igualmente mal parados en este estudio sobre obesidad infantil.

¿Qué falla?

Los gobiernos aseguran buscar alternativas al actual modelo de alimentación, cada vez más relacionado con los alimentos elaborados y menos dependiente de los productos frescos de temporada, las legumbres y la fruta.

En zonas con una cultura gastronómica tan rica como la zona mediterránea, se habla de “recuperar la cocina saludable”, mientras que en lugares como Estados Unidos, donde no existe el mismo sustrato gastronómico, se intenta “reinventar el modo en que comemos”.

Hamburguesas, bollería industrial, refrescos y muy poca actividad física. No es un patrón seguido por todos nosotros, aunque ha pasado de ser prácticamente inexistente a predominar entre determinadas capas de la sociedad.

En Estados Unidos, la obesidad se ha convertido en una emergencia nacional. En el país de los estudios meticulosos sobre cualquier indicador (en Estados Unidos, incluso los presentan en agosto), el sobrepeso afecta a más gente (a dos tercios de la población) que en Europa, y la obesidad llega a una cuarta parte de los adultos, aunque se supera el tercio e incluso se llega a la mitad en los suburbios pobres de las grandes ciudades.

Es algo que se puede constatar en cualquier población estadounidense, aunque existen grandes diferencias entre Estados y entre grupos de población, y estas diferencias se están agrandando.

Las clases más desfavorecidas, como en Europa, son las que sufren mayores índices de obesidad, tanto en niños como en adultos. Como consecuencia, la esperanza de vida de un afroamericano es de 73,3 años, cinco años menos que la de un blanco estadounidense.

En términos médicos, alguien es obeso cuando su su índice de masa corporal o IMC es mayor o igual a 30. En Estados Unidos, los Estados del sur, más pobres, donde un mayor porcentaje de la población tiene un menor nivel educativo, son los que registran más obesidad (gráfico de The Economist).

El diseño del suburbio estadounidense, basado en la construcción de viviendas unifamiliares con abundante aparcamiento y sin transporte cercano, ha fomentado la dependencia de la clase media estadounidense con respecto al coche.

De ahí que los medios pregunten a su audiencia: “¿Está su barrio haciendo que usted engorde?

Obviamente, los barrios con un mayor porcentaje de restaurantes de comida rápida cuentan con más obesos entre su población.

Medidas contra la obesidad

California, Nueva Inglaterra (Estados del noreste) y Colorado (aunque en el Medio Oeste, es un Estado conocido por el deporte amateur, el porcentaje de población educada y otros indicadores de desarrollo) son las zonas con menor porcentaje de obesidad, como muestra el gráfico de The Economist.

Como demuestra el liderazgo de colorado, un lugar conocido por su estilo de vida saludable, la frugalidad en la comida y el alto nivel educativo, la obesidad puede combatirse con una sociedad saludable: mayor ejercicio, mayores relaciones sociales, comida poco abundante y a poder ser fresca.

Colorado añade a esta combinación el buen clima, su cercanía a espectaculares parajes naturales, entre los que destacan las Montañas Rocosas, donde se practica el esquí y otros deportes al aire libre, o el Gran Cañón.

Estilo de vida

Colorado y California dejan claro que el nivel educativo, el buen clima, la práctica de deporte, el alto nivel adquisitivo y la buena alimentación suelen ir de la mano.

El doctor Randolph Nesse, profesor de psiquiatría de la Universidad de Michigan, lo explica de otro modo: el cuerpo humano “no está diseñado para el siglo XXI.”

“Estas enfermedades no se ven en otras partes del mundo porque la gente lleva vidas más simples”, sice Nesse. “Nuestros cuerpos están ‘diseñados’ para gente que caminaba 30 kilómetros al día en busca de agua y comida. Las dietas eran ricas en fibra y bajas en grasa. Nadie tenía sobrepeso”.

La crisis mundial ayuda a luchar contra la obesidad

No obstante, la actual crisis económica, relacionada con el incremento de los precios de los alimentos en todo el mundo, así como el de los carburantes, parece estar aliándose con la vida saludable y, por extensión, con la lucha contra la obesidad.

Algún ejemplo:

  • Mientras aumentan los precios de la gasolina,se venden más libros de cocina. Cocinar más y más sano en casa puede mejorar la dieta de las personas, además de permitir el ahorro en tiempos de incertidumbre. En Estados Unidos, comer fuera de casa puede ascender a 30 dólares diarios.
  • Otra consecuencia del aumento de los precios de la gasolina y una mayor concienciación sobre el entorno. Como apunta The Economist este mismo septiembre, la obesidad y los altos precios de los carburantes son buenos para el mayor fabricante mundial de bicicletas, una firma taiwanesa que se está hartando de vender bicis, pese a la competencia de los modelos chinos, mucho más baratos.

De ahí que algunos economistas apunten ya que “aumentar los precios de la gasolina podría curar la obesidad“.

El gobierno crea… ¿Gordos?

Michael Pollan es un reconocido periodista del New York Times residente en San Francisco y autor de uno de los best-sellers más influyentes de los últimos años en Estados Unidos: The Omnivore’s Dilemma (El dilema del omnívoro).

Pollan se sabe influyente cuando habla sobre alimentación y cultura gastronómica en su país, y es totalmente consciente cuando explica a sus compatriotas que “el Gobierno es lo que te hace gordo”.

Se refiere al abandono de las políticas sociales, que ha provocado que “el modo más infalible de predecir la obesidad en Estados Unidos en la actualidad es la riqueza de una persona”.

La respuesta llega (otra vez) desde San Francisco: la lucha contra la obesidad toma en Estados Unidos no sólo la forma del deporte. Según Carlo Petrini, fundador de Slow Food, el lugar de la Tierra donde la filosofía de este movimiento es tomado más en serio es Estados Unidos, con San Francisco en vanguardia.

Petrini: “Estoy prestando mucha atención a los Estados Unidos. En el pasado, cuando visité a Alice Waters [chef del reconocido restaurante de San Francisco Chez Panisse], todo el mundo me decía que Slow Food no podía funcionar en América, donde todo tiene que ser rápido”.

Y mira por dónde, dice ahora, no es en Europa, sino en Estados Unidos, donde este movimiento, que propone una vuelta a las raíces locales de la cultura gastronómica, está liderando la vanguardia “Slow”.

Michael Pollan explica lo que, según él, empieza a ocurrir: los europeos “se encuentran defendiendo su cultura gastronómica, mientras nosotros estamos construyendo la nuestra”.

Y no se trata sólo de comer bien. Existe una interrelación entre gente que quiere asegurarse de que los campesinos de los países pobres son pagados de manera justa por lo que producen, y aquellos ciudadanos que empiezan a “votar con su tenedor“, como explica Pollan a The Economist.

De modo que el aumento de los precios de la gasolina, o el reconocimiento de la gastronomía como un pilar fundamental para una vida saludable, pueden ayudar a que una de las mayores epidemias de la sociedad actual, el sobrepeso y la obesidad, se conviertan a largo plazo en una tendencia decreciente.

Al menos, me gusta pensar que todavía estamos a tiempo de darle la vuelta a una tendencia que asevera que, en España, los niños nacidos a partir de 2000 tendrán una menor esperanza de vida que nosotros.