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Oxidarse bien: realidades/mitos de antioxidantes en la dieta

Una dieta rica en antioxidantes ayuda a prevenir varias enfermedades, desde cardiovasculares a varios tipos de cáncer, pero su ingesta no nos blinda contra todo.

Los antioxidantes no curan ni previenen todas las dolencias, alertan los expertos. Eso sí, estas moléculas presentes en ciertos alimentos previenen reacciones en cadena que dañan las células, los radicales libres, razón suficiente priorizarlos en la dieta.

Alimentos para que las células reduzcan su oxidación y no muten

Los seres vivos producen radicales libres al servirse de oxígeno para propulsar la actividad celular; en otras palabras, oxidándose.

La oxidación es el proceso que constituye el reloj biológico del organismo, dictando nuestra longevidad -como individuos y como especie- y, si bien envejecemos porque respiramos, hay maneras de frenar las peores consecuencias de la oxidación celular, sobre todo en situaciones de desequilibrio entre la rapidez de oxidación y la reparación del daño resultante (estrés oxidativo):

  • actividades que reducen el estrés (introspección, meditación);
  • practicar vida activa que priorice la actividad física regular;
  • protegerse de la radiación solar, optar por entornos lo menos contaminados posibles;
  • evitar hábitos/actividades que disparan la producción de radicales libres, como el tabaquismo;
  • finalmente, una dieta variada y rica en antioxidantes mantendría en niveles más bajos la producción de radicales libres.

La importancia del contexto

Producir menos radicales libres implica menos agentes capaces de alterar el ADN y, por tanto, de aumentar el riesgo de cáncer y mutaciones genéticas entre las células que se renuevan durante toda la vida (las de la piel, el intestino, el hígado).

Se ha comprobado que la contaminación ambiental, el tabaquismo, la dieta rica en grasas, la radiación solar, el aceite usado (que ya ha sido sometido a temperaturas elevadas) y el estrés, aumentan la producción de compuestos orgánicos inestables.

Ingerir antioxidantes actuaría como contrapeso ante la producción de radicales libres en estas situaciones, pero los científicos alertan de que no hay dietas milagro ni antioxidantes que eliminen los otros riesgos.

Una pieza más de una filosofía de vida para cuerpo y mente

Una dieta rica en antioxidantes no es la solución a todo, sino una pieza más de un estilo de vida (¿filosofía de vida?) que reduce la probabilidad de padecer enfermedades del comportamiento, coronarias, cardiovasculares, cáncer, etc.

Alexandra Sifferlin cita en Time un estudio que muestra que los antioxidantes, por ejemplo, no aumentan la fertilidad, como se había creído hasta ahora.

El estudio, publicado en Cochrane Library, mostraría que los antioxidantes no aumentan las posibilidades de concebir un hijo, lo que refutaría la débil hipótesis anterior, basada en estudios interesados que conectaban suplementos alimentarios con antioxidantes y fertilidad.

Este informe es, según Alexandra Sifferlin, apenas el último que arrojaría dudas o matizaría los efectos de una dieta rica en estos agentes bioactivos.

Cuando la avalancha de radicales libres es difícil de contrarrestar

Si bien se conoce desde los 70 su capacidad para regular los desechos del metabolismo durante la oxidación (radicales libres) y reducir la probabilidad de mutaciones, se desconoce hasta qué punto otros desequilibrios (estrés, tabaquismo, sedentarismo) bloquearían la capacidad de los antioxidantes.

Un problema añadido para analizar los efectos de los antioxidantes es su variedad, al proceder de alimenos en forma de vitamina C, vitamina E y el pigmento beta-caroteno o minerales, desde el manganeso al selenio; sin olvidar los restantes pigmentos carotenoides, así como flavonoides y polifenoles.

Por ejemplo, la interacción de cada uno de estos compuestos con la población variaría en función del entorno (contaminación o no, estrés, etc.), metabolismo y estilo de vida de cada persona.

Los antioxidantes no son un cálculo matemático

En los últimos años, se ha comprobado que una dieta rica en beta-caroteno no está siempre indicada, ya que en lugar de reducir las probabilidades de desarrollar cualquier tipo de cáncer, aumenta entre los fumadores el riesgo de padecer cáncer de pulmón e infartos.

Los estudios de los últimos años han constatado que los antioxidantes no deben verse como una sustancia estanco, sino que su incidencia varía en función de cada metabolismo y sus circunstancias (entorno, estilo de vida, etc.).

Por ejemplo, una investigación de la Universidad de Maastricht publicada en la revista Trends in Pharmacological Sciences alerta sobre los riesgos de considerar los efectos de los antioxidantes como un cálculo exacto, ya que sus efectos dependen en ocasiones del contexto y el individuo.

Cuando hipótesis, errores y percepciones no se actualizan

Según el estudio, “durante varias décadas, hemos comprobado que la percepción de los antioxidantes bascula con fuerza desde los catalogados como ‘sólo saludables’ a los ‘extremadamente tóxicos’, y desde ‘los antioxidantes naturales son más convenientes’ a ‘los antioxidantes no pueden actuar’.

“Las partes en disputa no parecen atender los argumentos contrarios. Las afirmaciones erróneas no se corrigen y, por tanto, el péndulo oscila entre ambos extremos.

Ello dificulta inevitablemente la investigación en la materia y confunde tanto a científicos como a consumidores”, expone el estudio.

Separar marketing de información legítima y contrastada

Según el estudio sobre la errónea percepción de los antioxidantes en su conjunto, éstos compuestos fitoquímicos deben ser analizados específicamente:

  • no todos los antioxidantes son iguales: la mezcla de distintos tipos tiene mayores probabilidades de incidir positivamente sobre la salud, desde prevenir el cáncer a combatir (reduciendo, retrasando) los efectos neurodegenerativos del envejecimiento;
  • la mayoría de la gente no obtiene suficientes antioxidantes (debido a una alimentación no suficientemente variada): para la mayoría de los adultos, una dieta rica en frutas y vegetales sería suficiente para evitar el riesgo de la acción de los radicales libres en su organismo; ocurre que, según Jeffrey Blumberg, experto en antioxidantes y nutrición de la Tufts University, la mayoría de la gente no ingiere cantidades suficientes de vitamina C y E;
  • los expertos recomiendan escepticismo ante agresivos reclamos que aseguren que los antioxidantes prolongan la vida (o aquellos que, por el contrario, sean catalogados como mortíferos): según Jeffrey Blumberg, las expectativas se han exagerado y una dieta rica en antioxidantes no equivale a vacunarse contra dolencias relacionadas a menudo con nuestro comportamiento, contexto, estilo de vida o herencia genética, entre otros condicionantes (tales como el Alzheimer, determinados tipos de cáncer, dolencias cardiovasculares, oculares y renales, etc.);
  • no existe lo que el imaginativo marketing nutricional ha llamado “superfrutas” por su supuesta cantidad de antioxidantes: los expertos recuerdan que no hay evidencias de que los antioxidantes puedan contrarrestar la acción degenerativa de cualquier enfermedad crónica y, pese a ello, la industria de la alimentación y la bebida sigue afirmando en sus campañas y etiquetaje que hay “superfrutas” que, como la granada y la pitaya, minimizarían el daño oxidativo de manera dramática. Por definición, en tanto que organismos vivos compuestos de células hambrientas de oxígeno para vivir, nos oxidamos de manera irremediable. Aspiramos, a lo sumo, a que nuestro organismo se oxide de la manera menos dañina, evitando el mayor número de daño y mutaciones procedentes de la acción de radicales libres;
  • todo en moderación: todos podemos beneficiarnos de algunos antioxidantes, pero los expertos indican que éstos deberían proceder de la dieta, ya que es el modo de acercarse con la mayor exactitud a la cantidad necesaria según cada persona y sus circunstancias. Es más importante asegurar determinados compuestos como la vitamina C y la E que, por el contrario, algunos de los miles de fitoquímicos y carotenoides presentes en diversidad de alimentos. “Los [antioxidantes] básicos, vitamina C, vitamina E o zinc, son esenciales. Si no se obtienen, en casos extremos pueden desarrollar una deficiencia”, explica Jeffrey Blumberg a Time magazine.

Nutracéutica: ¿alimentación + farmacéutica?

Como la mayoría de cuestiones relacionadas con la salud, la clave es obtener la dosis adecuada de antioxidantes. 

Muchas dietas con raigambre tradicional incorporan frutas y verduras según las particularidades estacionales, locales y de temporada; muchas de ellas, como la versión tradicional de la japonesa o la mediterránea, son ricas en antioxidantes, pese a que los alimentos no fueron catalogados en función de la propiedad “nutracéutica” (un alimento con beneficios para la salud) hasta 1989, cuando el doctor Stephen DeFelce acuñó y acotó la definición del neologismo en Nueva Jersey, Estados Unidos.

La nutracéutica, derivada de “nutrición” y “farmacéutico”, comprende a cualquier elemento con efectos beneficiosos sobre la salud. La nutracéutica es tratada de modo diferente en distintos países, la mayoría de los cuales clasifican un producto -en función de sus ingredientes- como medicamento, suplemento dietético, ingrediente alimentario o alimento.

El reto de evitar la pseudo-ciencia

En función de las leyes de etiquetado de cada país, los productos nutracéuticos afirman prevenir dolencias crónicas, mejorar la salud, frenar el envejecimiento, aumentar la esperanza de vida, etc.

El etiquetado agresivo de productos con antioxidantes y supuestos efectos nutracéuticos suscita controversias entre la comunidad científica, con profesionales partidarios de informar sólo sobre los efectos comprobados por distintos estudios y aplicaciones cotidianas.

Por ejemplo, una de las sustancias estrella en la nutracéutica, el resveratrol, ha sido degradado desde el estatus de sustancia prolongadora de la esperanza de vida a una componente con efectos modestos o imperceptibles sobre la salud humana, según un nuevo estudio.

Esperanzas (y decepciones) del resveratrol

El resveratrol es un antioxidante presente en la uva roja y derivados (vino tinto, mosto), así como en ostras, maní y cacahuetes. La uva utiliza la sustancia como defensa ante ataques fúngicos y algunos estudios previos habían destacado su capacidad para mitigar el daño producido por los radicales libres, aumentando la salud y supervivencia celular.

El último estudio, que concluye que el resveratrol no ayuda tanto como se había especulado, ha sido conducido entre los ancianos de dos localidades de la región italiana de Chianti: 783 hombres y mujeres mayores de 65 años, cuya salud e ingesta diaria de resveratrol fueron amalizados entre 1998 y 2009.

Como en otros antioxidantes presentes en alimentos y bebidas, concluye el estudio, el resveratrol sólo sería beneficioso en humanos en mayores dosis de las que se pueden consumir en la práctica. En cualquier caso, los investigadores creen que esta y otras sustancias esconden efectos que deben analizarse con mayor detenimiento.

El principio de dietas y estilos de vida para vivir más y mejor

Más allá de la última polémica sobre el resveratrol, se ha comprobado que los alimentos ricos en antioxidantes son uno de los pilares de estilos de vida saludables; los lugares con población más longeva destacan por estilos de vida activos, con fuertes lazos comunitarios y dietas variadas y ricas en antioxidantes.

La comunidad científica coincide en la necesidad de investigar más, ya que se desconocen los efectos y número de interacciones con el organismo. Por ejemplo, los polifenoles interactuarían con proteínas, péptidos y minerales de la alimentación.

Ello impide no sólo conocer hasta qué punto ayuda cada antioxidante, sino la dosis adecuada para prevenir o tratar dolencias.