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Periodismo de análisis como antídoto del sesgo confirmatorio

Nos guste o no, la Internet móvil ha transformado nuestra manera de comunicarnos y relacionarnos. Los medios de comunicación se adaptan como pueden a la nueva realidad, y cabeceras tradicionales compiten con nuevos medios nacidos en Internet.

Hace unos años, una canción emocionante en un concierto hacía que se disparase algún flash furtivo que otro, y los mecheros iluminaban el recinto. Ahora, el mismo fenómeno causa una reacción impensable hace un par de décadas: teléfonos y tabletas sustituyen a cámaras y mecheros.

Registramos, sin saber qué ley nos ampara, tanto lo memorable e inocuo (un concierto), como lo polémico y arriesgado. Sin móviles, no existiría un debate en Estados Unidos sobre la brutalidad policial.

El consumo de información también se transforma radicalmente, justo cuando empezamos a conocer detalles sobre la capacidad de influencia de Facebook, que incide sobre nuestra opinión y estado de ánimo.

Nuevos métodos, vieja superficialidad

Pero los nuevos medios, con sus titulares distintos, su radicalismo à la startup y su capacidad de adaptación, esconden a menudo información de actualidad superficial, con fecha de caducidad todavía más acelerada, carente del análisis y la profundidad que estudios de campo y ensayistas echan de menos en la actualidad informativa de la era de la Internet ubicua, las redes sociales y la promesa del periodismo ciudadano (desde el blogueo a comentar con ahínco y coherencia a través de perfiles propios en plataformas sociales).

Internet también nos hace más proclives a consumir información que confirme nuestra propia interpretación de la realidad, lo que contribuye a que proliferen de estados de opinión polarizados.

Ni los viejos ni los nuevos medios combaten en profundidad la polarización y el partidismo informativos; los medios de Internet abogan a menudo por un periodismo opinativo y de nicho, similar al de los diarios “de partido” de inicios del siglo XX.

(Imagen: xkcd)

Clientelismo periodístico

Joseph Pulitzer, instigador de la primera escuela universitaria de ciencias de la información en la Universidad de Columbia, imaginaba la labor periodística como un filtro inteligible y jerarquizado de información relevante para una audiencia determinada. “Un periodista -decía Pulitzer- es el vigilante que observa desde el puente el buque del Estado”.

A menudo, son las subvenciones públicas las que, directa o indirectamente, asisten la actividad de grandes firmas y cabeceras; no sólo existen puertas giratorias entre la política y la empresa pública y privada, sino entre la política y los intereses periodísticos y académicos, con opinadores que transitan sin problemas desde puestos de responsabilidad en medios públicos a tertulias en esos mismos medios.

Cuando conviene, los opinadores y docentes “de partido” vuelven a la política. En lugares como Cataluña, el clientelismo periodístico es escandaloso, con medios públicos y periodistas con proyección sometiéndose a dictados escritos en despachos políticos.

La dieta diaria de negatividad y sesgo

El contenido emocional de la información que consumimos afectaría, dicen algunos estudios, nuestro estado de ánimo y salud psicológica, con un papel cada vez más preponderante de las redes sociales.

Asimismo, hay evidencia de que nuevos hábitos de consumo de entretenimiento e información, tales como escribir mensajes o usar pantallas luminosas en la cama, condicionan el sueño y el estado de ánimo.

Si a eso añadimos la posibilidad de contagio emocional de los mensajes e información que compartimos con otros, cualquier época de turbulencia informativa tiene un impacto indudable sobre nuestro estado de ánimo.

Lo que merece nuestra atención

Un estudio preliminar de la Universidad de Pensilvania demostraría que apenas unos minutos de información percibida de manera negativa o como riesgo tiene un efecto significativo sobre el estado de ánimo de quien la consume, explican Shawn Achor y Michelle Gielan en Harvard Business Review.

El periodismo tradicional no hace distingos entre la información negativa y la positiva, sino entre aquella relevante (“la que merece ser impresa”, anunciaba The New York Times) para una audiencia determinada, y aquella no relevante. 

Pero, ¿quién decide esta relevancia? ¿Es la “agenda setting” una facultad periodística objetivable, o nos encontramos en manos de intereses y algoritmos que favorecen la polémica y la tendenciosidad por encima del análisis y la información en profundidad?

Cero vitaminas, incontables toxinas: breve análisis de la actualidad superficial

En abril de 2012, el ensayista Rolf Dobelli exponía en The Guardian los motivos que, según él, desaconsejan a cualquier ciudadano crítico y preocupado por su salud el consumo de “carnaza” informativa concebida para su regurgitación diaria:

  • la mayoría de los titulares sobre los que pulsamos con fruición adictiva conducen a información irrelevante que no aporta nada a nuestro día a día;
  • las noticias breves y tendenciosas no tienen poder explicativo (las noticias de actualidad son “burbujas explotando en la superficie de un mundo más profundo”, explica Dobelli);
  • las noticias breves y de actualidad son tóxicas para el organismo, afectando a nuestro sistema límbico (el mismo proceso que contribuye a padecer estrés crónico);
  • la sobreexposición a la actualidad informativa (no confundir con el análisis sosegado, a menudo a través de artículos que se elevan sobre el ruido de lo “actual”) aumenta los errores cognitivos, al exacerbar el fenómeno conocido como “sesgo de confirmación”, o la tendencia a consumir y compartir la información que confirma las propias creencias o hipótesis, que conduce en última instancia a la polarización;
  • la actualidad informativa inhibe el pensamiento reflexivo, que requiere concentración (y, por ende, tiempo sin interrupciones constantes);
  • las noticias de actualidad estimulan las mismas zonas de nuestro cerebro afectadas por estupefacientes o conductas adictivas;
  • las noticias de actualidad son una pérdida de tiempo (el tiempo dedicado a “mantenerse al día” con información que además nos afecta anímicamente se convierte, al ser agregado, en medio día a la semana);
  • las noticias nos hace pasivos, al tratar de manera mayoritaria de cuestiones sobre las cuales no podemos influir;
  • la actualidad informativa –sentencia Rolf Dobelli- afecta a nuestra creatividad.

El día de la marmota: ¿qué ganamos recreándonos en las mismas noticias?

Los medios de Internet han acelerado la demanda de información breve y superficial, con un valor inversamente proporcional a la facilidad y adicción de su consumo.

No lo dice una consultora a partir de predicciones más o menos etéreas, sino que para comprobarlo basta con que miremos a nuestro alrededor: nuestros hábitos, los de amigos, familiares, compañeros de trabajo y personas con las que compartimos transporte y espacio público.

En Estados Unidos, un reportaje de la versión estadounidense de Vanity Fair sobre las nuevas tendencias para conocer a amigos y compañeros potenciales, personificado en el uso de la aplicación Tinder entre los jóvenes neoyorquinos, encendió una conversación que todavía colea en distintas plataformas, desde Reddit a Twitter y Facebook.

La era de servicios de Internet concretos y personalizados

Exagerado, el amanecer del “apocalipsis de las citas”, tal y como Vanity Fair titulaba, es un síntoma más de la evolución de Internet desde un entorno de agregadores tradicionales y servicios generalistas a un contenedor de servicios y aplicaciones que cumplen funciones concretas con celeridad y se adaptan al usuario como una extensión más de su personalidad.

O esa es, al menos, la idea. No sólo en los bares de copas de Manhattan la gente mira a su teléfono inteligente para concretar una cita, sino que también cambia nuestro modo de consumir información. 

De momento, los medios tradicionales aguantan el tirón, aunque nuevas plataformas prueban fórmulas poco ortodoxas para ganar popularidad con rapidez.

Los nuevos medios digitales combinan algoritmos con un estilo más directo y provocador, recurriendo a menudo a largos titulares con puntuación, verbos que denotan acción y exhortan al lector y cierta tendenciosidad. 

¿Nos cansarán los titulares à la Buzzfeed? ¿Qué nos aportan?

Vanity Fair dedica en su número de octubre de 2015 una provocadora infografía a la metamorfosis en el panorama mediático de Internet, con nuevos medios sin el lastre de modelos rígidos heredados de otros soportes y una mentalidad de experimentación, flexibilidad y mejora constante más propia de empresas de Internet.

La infografía muestra con cierto humor la transición en Estados Unidos desde la influencia de los medios tradicionales al nuevo dominio de los medios nacidos en Internet:

  • lectura obligada para la élite: (antes) The New York Times; (ahora) Buzzfeed;
  • tabloide con información para las masas: US Weekly (antes); Buzzfeed (ahora);
  • agregador de influencia vanidosa: Time (antes); Vox (ahora); 
  • biblia contracultural con aspiraciones literarias: Esquire (antes); Vice (ahora);
  • compendio de listículos que nadie lee: US News y World Report (antes); Fivethirtyeight (ahora);
  • proyecto ególatra equivocado: Talk (antes); First Look (ahora);
  • pretencioso artefacto de la burbuja tecnológica: Business 2.0 (antes); The Verge (ahora);
  • revista verborreica con dudosas perspectivas de negocio: Harper’s (antes); Genius (ahora);
  • dudosa adquisición-trofeo: The Boston Globe (antes); Viralnova (ahora);
  • señuelo sucedáneo de autoconciencia feminista: Cosmopolitan (antes); Cosmopolitan.com (después).

La credibilidad no es viral

La presencia de Buzzfeed como sustituto de lectura elitista y lectura para las masas deberá confirmarse, ya que los consumidores de información más aviesos combinan el consumo de la versión digital de medios de prestigio (ejemplo: The New York Times y The Economist) con nuevos medios y bitácoras de expertos sobre política (Politico.com), economía (Marginal Revolution), etc.

El panorama informativo se encuentra en medio de una profunda transformación, con medios tradicionales tratando de adaptarse a los nuevos tiempos y cabeceras digitales que carecen del lastre (y la experiencia) de las redacciones tradicionales. 

Pese a su popularidad entre el público que ha crecido con Internet, Buzzfeed, Vice o Vox carecen de los artículos de The Economist… y también de su credibilidad, tal y como confirma una encuesta de Pew Research.

Dependiendo -una vez más- de los anunciantes

Los nuevos medios tampoco resuelven conflictos de intereses potenciales con anunciantes, ni suprimen la posición de fuerza de éstos sobre el contenido, al financiar con sus decisiones los beneficios de la cabecera.

Según Pew Research, a inicios de 2015, la versión digital de 35 de los 50 medios tradicionales con más difusión en Estados Unidos fue más visitada desde dispositivos móviles que desde ordenadores tradicionales.

Asimismo, encuestas previas de Pew Research muestran cómo casi la mitad de los adultos accede a noticias sobre política y actualidad a través de lo recomendado por sus relaciones en redes sociales, con Facebook como principal fuente.

Facebook y nuestro estado de ánimo

Un polémico experimento realizado por Facebook entre usuarios que no dieron su consentimiento expreso constató que las ideas y emociones expresadas en la red social por nuestras relaciones afectan nuestro estado de ánimo… y condicionan nuestra opinión.

James Fowler, profesor de medicina genética y ciencia política en la Universidad de California en San Diego, explica a The Guardian que “la gente no sólo elige a otras personas como ellos para asociarse, sino que suscitan un cambio en la expresión emocional de éstos”.

El mercado publicitario ha comprendido la profundidad del cambio y las oportunidades de la publicidad contextual personalizada; Facebook, Google y el resto de grandes distribuidores publicitarios de Internet insisten que la publicidad servida en cada sesión respeta la privacidad de las personas y no las condiciona cognitivamente. 

Reinado publicitario de Internet

El experimento de Facebook demuestra que la información compartida por nuestras relaciones nos afecta pero, ¿y los anuncios servidos en estas sesiones?

El Reino Unido se convertirá en 2015 en el primer país donde los gastos publicitarios en Internet superará la inversión en el resto de grandes plataformas combinadas: TV, prensa escrita, radio, cine y mobiliario urbano.

La tendencia es similar, aunque más lenta, en el resto de Europa y en Norteamérica. En cuanto a la situación global, la inversión publicitaria en soporte general es sólo superada por la Televisión.

Los medios de comunicación surgidos en Internet dependen, de momento, de publicidad y fórmulas algorítmicas de popularidad (“viralidad”, en terminología de Internet) para aspirar a un futuro viable. 

En este nuevo contexto, cuando consumidores de información la difunden y critican a través de sus propios perfiles en redes sociales, afectando de manera decisiva sobre su interpretación, ¿tiene sentido mantener un código deontológico periodístico tradicional?

Vuelta al reporterismo

Volviendo a la reflexión de Rolf Dobelly y a los resultados de estudios y experimentos que, como el de Facebook, corroboran los efectos de la información sobre nuestra salud y estado de ánimo, ¿qué información deberíamos priorizar?

El periodismo que necesita la sociedad, expone Dobelly, es periodismo de investigación, ajeno a las rencillas cotidianas y a los intereses de actores locales demasiado próximos a la realidad del lector. 

Una sociedad madura y libre también requiere un reporterismo que sea vigilante con el funcionamiento de las instituciones y exponga sus carencias o irregularidades, “pero los hallazgos importantes no deben llegar en forma de noticia, sino como artículos y ensayos en profundidad”, concluye Rolf Dobelly.

*faircompanies pretende aportar su pequeño grano de arena; favorecemos la producción de vídeos y artículos con información de primera mano y documentos gráficos registrados y producidos, editados y publicados por nosotros mismos. 

Otras plataformas, como Vice, pretenden seguir un modelo similar con una estructura mucho mayor en la que el periodista no es propietario de su trabajo ni del medio que lo difunde.

Consumir menos carnaza informativa nos aporta libertad: menos interrupción, menos ansiedad, fomento de la reflexión en lugar de la reacción en caliente, más tiempo para otras cosas, más ideas originales y menos repetición de lo que otros quieren que repitamos, a poder ser en nuestros perfiles en redes sociales…

Mantengámonos alerta, sobre todo en temas candentes durante tiempos convulsos.