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Población, urbanismo, recursos: ¿malthusianismo u optimismo?

Las tesis neo-malthusianistas siguen tan vigentes como las críticas a la energía nuclear o la biotecnología. ¿Es ético/acertado considerar egoísta a cualquier adulto que aspire a tener descendencia dada la población mundial?

Exploramos esta temática y la relacionamos con una tendencia que podría reducir nuestro impacto como especie: las megaciudades, tanto las actuales como las que se proyectan.

La cara amable de un mundo más urbano

En los países en desarrollo, la promesa urbana está relacionada con el acceso a los servicios y la educación, pero también con el descenso de la natalidad a medida que aumenta la productividad y se deja de percibir a la prole como potencial económico para la unidad familiar.

En los países desarrollados, la ciudad concentra innovación como lo hacen los entornos que albergan ecosistemas complejos. Lo expone Steven Johnson en Where Good Ideas Come From: la complejidad biológica se asemeja a la complejidad urbana.

Un debate inabarcable: sobre la población mundial

Cuando Kirsten produjo el vídeo sobre la trilogía literaria “faction” de *faircompanies (Trilogía del Largo Ahora, escrita por mí en castellano), no imaginaba que uno de los comentarios que más interés han suscitado se refiera a la sobrepoblación mundial.

En el vídeo aparecen imágenes en las que se da por sentado que Kirsten y yo tenemos 3 hijos, así que un comentarista muy activo desde hace tiempo en el canal de Kirsten Dirksen abrió el debate: ¿por qué tener más hijos cuando el mundo no podrá soportar una población que siga creciendo?

Mi primera respuesta se limitó, algo irónicamente, a aportar una realidad punzante: la tasa de natalidad en el sur de Europa está por debajo del reemplazo generacional, mientras otros lugares cuentan con una pirámide poblacional en forma de triángulo: muchos jóvenes y pocos mayores.

Natalidad y pirámide de la población

En los países ricos y los países del antiguo Bloque del Este, desde Rusia a los países del Este Europeo integrados -con éxito remarcable- en la Unión Europea, la población envejece a un ritmo que haría inviables, entre otras estructuras, los sistemas sanitarios o de pensiones.

Para ilustrar mi punto de vista, cité un dato publicado por The Economist: “En 1900, un cuarto de la población mundial era europea; en 2060 podría representar sólo el 6%, y un tercio tendrá más de 65 años”.

En Japón, un país densamente urbanizado cuya economía ha registrado un crecimiento plano en las últimas dos décadas, la situación es todavía más alarmante. Como en Italia, las estructuras económicas y políticas están dominadas por una gerontocracia, pese a la juvetud de los dos respectivos primeros ministros.

Riesgos de invocar a Malthus

Japón es, en cierto modo, el campo de pruebas de una Europa con una edad media muy superior a la actual. Japón cuenta con la mayor proporción mundial de mayores: un 33% de su población superaba en 2014 los 60 años, el 25,9% tiene más de 65 años, mientras el 12,5% tenía más de 75 años.

Tras Japón, con una edad media de 44,6 años en 2010, aparecen Italia (44,3 en el mismo año), Alemania (43,7), y otros países de Europa Occidental.

Pese al aumento de la natalidad española desde 1,15 niños por mujer en 2000 a 1,48 por mujer en 2011, el Banco Mundial predijo en un informe de julio de 2007 que en 2050 la mitad de la población española superaría los 55 años, la mayor media de edad del mundo.

A partir de mi comentario sobre la evolución de la natalidad en el mundo como un todo y su contraste con la natalidad por regiones, la conversación derivó hacia derroteros más triviales.

Propuesta para mejorar la Tierra

Mi posición se centró en mencionar los riesgos de invocar falacias potenciales, al estilo del neo-malthusianismo, y en recomendar un vistazo a un polémico ensayo sobre el futuro del mundo, escrito por Stewart Brand: Whole Earth Discipline.

Whole Earth Discipline es un libro incómodo, tanto para su autor (miembro de la contracultura californiana, fundador de los Merry Pranksters i del fanzine Whole Earth Catalog, así como pionero de Internet -con The Well, la primera “red social”- y fundador de The Long Now Foundation, organización que promueve el pensamiento y los proyectos humanos a largo plazo.

Whole Earth Discipline es incómodo porque su autor abandona el molde de lo políticamente correcto, siempre confortable, para aportar soluciones realistas que respondan a los retos más acuciantes del mundo en las próximas décadas.

La necesidad de la incorrección política

Brand no se detiene con lo escrito en su ensayo en 2009 y, atento a los beneficios de mantener una conversación constructiva sobre las herramientas que potencialmente podrían hacer más por la humanidad y el mundo con la menor inversión e impacto, mantiene y edita una versión electrónica de la obra.

Siendo un referente histórico de la contracultura, el ecologismo y la mentalidad “DIY” (tergiversando el discurso inaugural de JFK, los pioneros “geek” exhortaban: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti. Hazlo tú mismo”), Stewart Brand asumió la responsabilidad con que todo buen pensador escéptico se topa desde Michel de Montaigne: evolucionar y explorar lo que puede ser útil, aunque enfade a mucha gente, o convertirse en una sombra de su propio pasado.

Mencioné el ensayo Whole Earth Discipline no tanto por sus supuestos aciertos como por su coraje y lucidez: es un ensayo que revisa la utilidad para el futuro de la humanidad de, por ejemplo:

  • las grandes ciudades -consideradas monstruosas por muchos héroes de la contracultura-;
  • la biotecnología y la ingeniería genética -el fanzine Whole Earth Catalog inició el movimiento de agricultura orgánica en la Costa Oeste-;
  • o la energía nuclear (la posición de la opinión pública y de influyentes ONG medioambientales sobre la energía nuclear sigue, a grandes rasgos inamovible, acusando a esta tecnología de males potenciales que nunca llegan, mientras la generación energética de ciclo combinado usando carbón incide sobre la muerte de centenares de miles de personas en todo el mundo, sin que exista una movilización de la opinión pública al respecto).

Repensando lo verde sin miedo a ser encasillado

Stewart Brand asumió la responsabilidad de “repensar lo verde“, enfadando a viejas -y todavía influyentes- glorias del ecologismo, asumiendo el coste de su opinión contraria a lo establecido con las siguientes aseveraciones:

  • las ciudades son verdes (aquí, Stewart Brand avanza contra una marea de pensamiento que aparece en la visión rural y próspera acerca de Estados Unidos de Thomas Jefferson, así como en los movimientos ruralistas, románticos y medievalistas surgidos desde la Ilustración);
  • la energía nuclear es verde (seguimos hablando de Fukushima, aunque no de sus inexistentes muertes masivas; no hablamos de las muertes masivas causadas por la generación de energía con carbón, tan decisiva en el desarrollo de China, por ejemplo);
  • la ingeniería genética es verde;
  • la geoingeniería es probablemente necesaria.

Sobre la conveniencia de usar soluciones potenciales que no garantizan mejora

Quizá el capítulo que pueda someterse a una revisión más profunda es el referido al uso de geoingeniería para corregir la deriva macroclimática y medioambiental del planeta, ya que un creciente número de estudios, basados en complejos modelos computacionales que recrean situaciones complejas como los fenómenos climáticos, alertan sobre la compleja interrelación de los ecosistemas y los efectos adversos potenciales de “soluciones”.

La intervención climática a gran escala no garantiza los resultados que pretende sobre el papel pese a las buenas intenciones que la propulsan, y podrían fallar con la espectacularidad de un plan quinquenal soviético (por ejemplo, el que pretendió convertir zonas desérticas y esteparias de Asia Central en un vergel irrigado donde plantar algodón, obteniendo como resultado la práctica desaparición del Mar de Aral, uno de los cuatro mayores lagos del mundo antes de los 60 del siglo XX).

Actualmente, el Mar de Aral tiene el 10% de su superficie original, recordándonos los efectos de aplicar soluciones teóricas a partir de estudios incapaces de predecir las consecuencias de actuaciones a gran escala tales como divertir grandes ríos, irrigar áreas desérticas, talar grandes extensiones forestales, etc.

Presa de las Tres Gargantas: domesticando la naturaleza sin conocer las consecuencias

Iniciada en diciembre de 1994 y finalizada en octube de 2010, la Presa de las Tres Gargantas todavía no ha mostrado todos los efectos medioambientales de su construcción.

Las externalidades ambientales de este esfuerzo de ingeniería, que espera proporcionar en el futuro cerca del 10% de la energía demandada en China, son una reafirmación de la voluntad humana de domeñar la naturaleza con modificaciones de su curso, realizadas tanto por los últimos grupos de cazadores-recolectores (por ejemplo, la quema de rastrojos en Australia para facilitar la caza, actividad que, sec cree, modificó el paisaje Australiano y llevó a la extinción a buena parte de su megafauna desde la llegada de los primeros humanos), como por las sociedades actuales más complejas.

La Presa de las Tres Gargantas es un monumento de ingeniería que atenta contra los principios de otro patrimonio chino: el flujo de la naturaleza, o “tao”, que taoísmo, budismo y confucianismo aconsejan no alterar debido a las consecuencias perniciosas de esta acción a largo plazo.

Los sistemas estéticos orientales (Feng-shui, wabi-sabi, vastu shastra), parten de esta concepción del universo para establecer viviendas y estancias que beneficien la existencia de sus moradores.

La “pasividad positiva” nos recuerda que, cuando no tenemos la certeza de que una transformación mejorará las cosas, la opción más acertada y revolucionaria es no cambiar.

El concepto taoísta de “wu wei” explora precisamente la “no acción” como método para mejorar la realidad.

Aprendiendo artesanía planetaria

Volviendo a Whole Earth Manifesto y a su incorrección política, me sorprendió que el comentarista del vídeo de Kirsten Dirksen donde aparezco explicando la Trilogía del Largo Ahora (una reflexión sobre el tiempo y la existencia que mezcla realidad y ficción en tres tiempos: pasado, presente y porvenir) se refiriera a Steward Brand como a “alguien de los setenta”. Eufemismo claro para evitar la palabra “hippy”.

Ese “alguien de los 70” se atreve, por ejemplo, a afirmar que las ciudades son una de las soluciones de la humanidad, más que un símbolo neo-malthusianista más de la decadencia de la civilización extractiva.

Eso sí, Brand dedica un último capítulo a elaborar su concepción, tan científica como espiritual, del mundo como un todo interrelacionado: el autor concluye que es una obligación de la humanidad “aprender artesanía planetaria”.

¿En qué consistiría esta “artesanía planetaria”? La vida en la Tierra debería emular la estrategia de la lombriz de tierra, en opinión del fundador del fanzine Whole Earth Catalog. La visión de Brand sobre la Tierra es consistente con la evidencia científica recopilada, así como con la hipótesis de Gaia, elaborada por James Lovelock.

La oportunidad de las ciudades

El capítulo quizá menos polémico de Whole Earth Discipline es el referido a la importancia y carácter sostenible de las ciudades, tanto en el mundo en desarrollo como en las principales economías emergentes, así como en los países desarrollados, que destacan, a excepción de Estados Unidos, por el rápido envejecimiento de su población.

Coincidiendo con el lanzamiento del ensayo de Stewart Brand (2009), una efeméride mundial avanza en consonancia con las esperanzas y optimismo escéptico del autor: desde 2008 y por primera vez, hay más personas viviendo en ciudades que en entornos rurales.

El fenómeno se explica con migraciones como las que han conducido a centenares de millones de chinos desde el interior rural y deprimido a los polos industriales de la costa, así como en fenómenos similares a menor escala en India, América del Sur o el África subsahariana.

Hacia un mundo todavía más urbano

El segundo capítulo de Whole Earth Discipline lleva el título de “Ciudad planeta”. En 1800, el mundo era un 3% urbano; en 1900, la cifra ascendía al 14%, mientras llegó al 50% en 2007. Las proyecciones de la ONU indican que la población mundial pasará de concentrarse en un 54% en zonas urbanas (actualidad) al 66% en 2050.

Se calcula que el mundo tiene una población urbana de 3.900 millones de personas, y alcanzará los 6.000 millones de personas en 2050.

Según las previsiones, el fenómeno combinado de la migración continuada desde el campo a las ciudades y el crecimiento orgánico de éstas contribuirán a que la población urbana añada 2.500 millones de personas hasta 2050: se espera que el fenómeno se nutra sobre todo de la migración en India -que alberga la población rural más grande-, China y Nigeria.

Megaciudades

Las ciudades tienen un menor impacto por persona y genera más oportunidades, riqueza e innovación, pero también afrontan retos para los que habría que elaborar no ya un ensayo, sino un estudio colosal y editado con la máxima rigurosidad posible por miles de personas, al estilo de Wikipedia: entre ellos, la contaminación, la desigualdad estructural, el acceso a infraestructuras y servicios básicos, etc.

La mayor ciudad del mundo, Tokio, es la capital de un país desarrollado que destaca por su elevada urbanización, densidad y envejecimiento de su población: Japón y su capital representan, en cierto modo, el futuro, aunque lo hace de un modo distinto al imaginado por William Gibson en Neuromante.

A diferencia de Tokio, las siguientes megaciudades tienen expectativas de seguir creciendo tanto por los efectos de una mayor natalidad como por el efecto de la migración campo-ciudad, al encontrarse en países emergentes y en desarrollo: Shanghái cuenta con 23 millones de habitantes, mientras las tres siguientes -Ciudad de México, Bombay y Sao Paulo- albergan cada una a 21 millones de personas. La sexta en la lista vuelve a ser japonesa: Osaka, con 20 millones de personas.

Tendencias en urbanización

El impacto medioambiental por habitante aumenta en los países emergentes a medida que las clases medias adecúan su estilo de vida a una renta mayor; no obstante, la tendencia se revierte en las megaciudades, donde el impacto por habitante se reduce drásticamente.

Se espera que buena parte de los efectos medioambientales del aumento de la población mundial en las próximas décadas queden amortiguados con una mayor urbanización de los países donde más aumenta la población:

  • las zonas más urbanizadas del mundo, sobre todo Norteamérica (el 82% vive en ciudades) y Europa (73%), cuentan con una población estable; otra zona densamente urbanizada, América Latina y el Caribe (80%), suavizará el incremento de su población con la concentración urbana;
  • las zonas con mayor natalidad, situadas en África y Asia, permanecen rurales y albergan al 90% de la población que vive en el campo; las áreas urbanas de estas regiones son las que más crecen, y África pasará de albergar a un 40% de su población en ciudades al 56% en 2050, mientras Asia pasará del 48% actual al 64% en 2050.

(Re)pensar la ciudad

El informe de la ONU sobre perspectivas poblacionales de 2014 coincide con Stewart Brand en que “gestionar áreas urbanas se ha convertido en uno de los retos de desarrollo más importantes del siglo XXI” (John Wilmoth, director de la División de Población).

Expertos en población, como François Pelletier creen que el éxito de nuestra civilización depende de la capacidad para construir ciudades más sostenibles. Como ocurrió en otras épocas con importantes avances, crisis y/o retos, como durante la Ilustración y tras la II Guerra Mundial, cuando buena parte de Europa necesitaba ser reconstruida, se anima el debate sobre urbanismo, construcción sostenible y ciudades del futuro.

Richard Buckminster Fuller o Paolo Soleri, entre otros, imaginaron ciudades sostenibles al estilo de las colonias utópicas de la Ilustración. Las “arcologías” de Soleri, como la que se dedicó a construir en el desierto de Arizona (Arcosanti, todavía en construcción y, a juicio del propio Stewart Brand, uno de los dos proyectos todavía en construcción con “escala de civilización”, siendo el otro la Sagrada Familia de Antoni Gaudí), conciben las ciudades como un edificio interconectado, autosuficiente y con escaso impacto ambiental.

El mundo vuelve a pivotar en torno a las potencias del mundo antiguo

El debate sobre la construcción de ciudades es más candente que nunca, al observar la dimensión del cambio que experimenta el mundo emergente en estos momentos.

The New York Times dedica un artículo al respecto: “El mundo está construyendo más ciudades y más rápido que nunca antes. China usó más cemento en los últimos 3 años que Estados Unidos durante todo el siglo XX”.

Más datos: “En 2050, la India necesitará nueva infraestructura urbana para albergar a 404 millones de personas más -una tarea comparable a edificar todas las ciudades de Estados Unidos en apenas 35 años-“.

El mundo necesita más ciudades. “La tarea, no obstante –reflexionan Alex Tabarrok y Shruti Rajagopalan en The New York Times-, no es simplemente construir nuevas ciudades sino diseñarlas para hoy, mañana y el próximo siglo”.

Partiendo del Nuevo Urbanismo

Jane Jacobs, periodista y urbanista, criticó la política urbanística de Estados Unidos durante los 50, que condujo en las décadas subsiguientes a la pérdida de vitalidad de los centros urbanos y el ascenso de los suburbios de clase media.

Ideó el término “New Urbanism” para referirse a comunidades densas y oxigenadas, con un equilibrio de los equipamientos comerciales, públicos y privados. El viaje de muchos activistas al Nuevo Urbanismo propugnado por Jacobs tiene sus límites.

En los países desarrollados los códigos de edificación han pasado de garantizar la salubridad y habitabilidad de entornos urbanos y residenciales, a representar una barrera burocrática que coarta la innovación urbanística.

*faircompanies ha explorado en los últimos tiempos tendencias urbanísticas que tratan de superar los preceptos del Nuevo Urbanismo con mayor flexibilidad y adaptación a una cultura con un acceso más flexible y variopinto al bienestar.

¿Hacia un “mínimo urbanismo viable”?

Entre los nuevos paradigmas de urbanismo, destaca el “Lean Urbanism“, o mínimo urbanismo viable, que aspira a acomodar las nuevas realidades sociales poblacionales.

Muchas de las nuevas ciudades tienen la oportunidad de experimentar y aprender sobre la marcha, tal y como trata el Lean Urbanism, cuyo paradigma de desarrollo se encuentra más en el mundo del software y empresas de Internet que en la planificación urbanística tradicional.

Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Paolo Soleri o Buckminster Fuller no soñaron con la escala de los cambios que tendrán lugar en China o la India en las próximas décadas. ¿Una oportunidad para crear equivalentes actuales y adaptables de “arcologías”? Quién sabe.

Sobre nuestro impacto cotidiano

Sea como fuere, los retos son colosales. Como conclusión de esta respuesta -abierta y en construcción, como lo estaría una mínima ciudad viable o “lean”, quizá una combinación entre una ciudad mediterránea, Terlingua (la localidad-fantasma de la frontera Tex-Mex) y las enseñanzas para nómadas Mad Max del acontecimiento efímero de Burning Man- al comentarista del vídeo de la Trilogía del Largo Ahora, quizá ha llegado el momento de contar el impacto medioambiental de cada individuo y población, más que su número.

Tener muchos hijos no parece una respuesta sensata en un mundo que incrementa su población hasta límites nunca alcanzados, pero el malthusianismo ya fue refutado en una ocasión.

Prohibir o no tener hijos no sería la respuesta, sobre todo en sociedades libres y autorreguladas (el ideal de tantos de nosotros), sino con qué cultura y con qué impacto se traen esos hijos al mundo.

En la página 32 de Whole Earth Discipline, Stewart Brand, cita al urbanista Richard Florida: “Las 40 mayores mega-regiones del mundo, que albergan al 18% de la población mundial, producen dos tercios de la riqueza global y casi 9 de cada 10 innovaciones patentadas…”.

Cuando el todo supera a la suma de las partes

Una nueva teoría ilustra la auténtica naturaleza de las ciudades y lo que pueden ser: “A través de un fenómeno conocido como Ley de Kleiber -explica Brand-, los organismos se hacen metabólicamente más eficientes a medida que crecen”.

Sería el caso de las ciudades, que también pueden ser analizadas desde el emergentismo filosófico: las ciudades serían sistemas cuya suma o resultado es superior a la suma de sus partes.

El fenómeno de la emergencia se observa en formas inanimadas y organismos vivos y está estrechamente relacionado con una posible aspiración a la autoorganización y la supervivencia de lo que nos rodea.