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Potencial de ciudades-estado: hacia una nueva Hansa creativa

¿Qué tienen en común las ciudades creativas de hoy, la Liga Hanseática, las ciudades del Renacimiento y las polis griegas? Las redes de ciudades comparten conocimiento y superestructura creativa, una estrategia con relativa continuidad histórica cuya exploración podría ayudar a observar el futuro con perspectiva.

Durante el florecimiento urbano posterior al desarrollo técnico y agrario del neolítico, varias regiones del mundo extendieron su influencia con redes de poblaciones autónomas que comerciaban y compartían valores entre sí, en ocasiones conformando relaciones de vasallaje o equilibrio tácito: el mundo conocía la primera expansión a gran escala del fenómeno de las ciudades-estado.

El auge desproporcionado de una de estas ciudades-estado en su región comportó el surgimiento de imperios o el debilitamiento de la estructura capilar de núcleos semi-autónomos, facilitando la invasión de poblaciones cercanas menos prósperas.

La voluntad de crear: un todavía joven Paolo Soleri experimenta con formas y texturas para aplicarlas luego a gran escala en Arcosanti

¿Qué pueden explicarnos las ciudades-estado del Mediterráneo Oriental; las culturas ribereñas del Nilo, el Creciente Fértil, los grandes ríos de India y China; o las redes de comercio de Asia Central, Mesoamérica, y los Andes? ¿Qué tiene en común este florecimiento de la Edad del Bronce y la prosperidad de las ciudades-estado italianas y de los Países Bajos durante el Renacimiento?

Empleos del conocimiento y ciudades-estado

Los flujos de bienes, información y personas se han acelerado en las últimas décadas, favorecidos por la logística de contenedores (átomos) e Internet (bits): los ganadores del nuevo escenario son empresas transnacionales y una nueva clase con empleos técnicos y creativos todavía no automatizables (una “clase creativa” sobre la que han teorizado Manuel Castells, Richard Florida -quien habla de una “clase creativa“- o David Brooks -que usa el término francés “bobo“-, entre otros).

El filósofo social australiano Roman Krznaric equipara las redes de conocimiento entre ciudades a una versión posmoderna de la red comercial medieval entre las ciudades portuarias del Mar del Norte, la Liga Hanseática, cuya influencia se extendía desde Inglaterra, Flandes y el interior holandés y alemán con acceso fluvial a la ciudad de Novgorod, en el confín septentrional del mar Báltico.

“The Dome in the desert” de Paolo Soleri: una vivienda-cúpula en el desierto sonorense, erigida en el marco de la construcción de Arcosanti, la “arcología” o ciudad-edificio proyectada por el arquitecto italiano afincado en Estados Unidos (imagen de Julius Shulman, 1985)

The Economist (2008) se refiere a estos nuevos profesionales urbanos como “nómadas” con libertad de movimiento y formación para trabajar desde cualquier lugar, optando a menudo por ciudades cosmopolitas que, en un mundo globalizado, se comportan cada vez más como redes de ciudades-estado interconectadas y en competición con un vestigio de la Ilustración: el Estado-nación, con su visión idealista de la historia y una realidad burocrática y jurídica todavía en uso.

Realidad de facto de la “sociedad red”

En el nuevo escenario, marcado por lo que Manuel Castells ha llamado “sociedad red“, o maduración de un entramado social y tecnológico virtual superpuesto sobre viejas normas y en tensión con éstas, las ciudades más dinámicas y con mayor capacidad para atraer y fidelizar a individuos clave de la sociedad red se convierten en auténticas ciudades-estado.

Esta nueva realidad explica la diferencia de riqueza y voto electoral entre las urbes más dinámicas de Europa, Norteamérica y el mundo emergente, y las zonas rurales que las rodean, incapaces de retener población y mantener viejos niveles de prosperidad. Las ciudades-estado absorben progreso y optimismo político, mientras que las regiones despobladas y desfavorecidas de los Estados-nación, realidad jurídica y social vigente pese a sus contradicciones y muestras de agotamiento, lideran un voto de reacción contra esta modernidad: fenómenos como Donald Trump, Brexit o nacionalismos esencialistas como el catalán, no explican su efervescencia en los últimos años sin tener en cuenta este contexto.

El cíclope Polifemo (Aníbal Carracci, entre 1595 y 1605)

¿Hay algún paralelismo más entre las ciudades-estado históricas y las redes actuales conformadas por las sociedades red, o miembros de la clase creativa creando una capilaridad entre los lugares más dinámicos del mundo? ¿Son Shenzhen y Bangalore suburbios de Hong Kong y del sur de India, respectivamente, o lo son también de Silicon Valley?

“The Dome in the desert” de Paolo Soleri: una vivienda-cúpula en el desierto sonorense, erigida en el marco de la construcción de Arcosanti, la “arcología” o ciudad-edificio proyectada por el arquitecto italiano afincado en Estados Unidos (imagen de Julius Shulman, 1985); pulsa sobre la imagen para conocer los detalles de la vivienda

¿Por qué los barrios de Gràcia en Barcelona, Malasaña en Madrid y Condesa en Ciudad de México reavivan la primera globalización, ocasionada por la realidad surgida del intercambio colombino? Eso sí, esta vez la transacción aumenta su vertiente intangible y reduce su tangibilidad. Dematerialización y softwarización. Más servicio (“conocimiento”) en menos material.

La larga historia de las ciudades-estado

¿Son las ciudades-estado una rareza histórica o conformarían, por el contrario, una alternativa a viejos imperios y a la idea ilustrada de Estado-nación, sea en su vertiente histórica, cartesiana o la combinación idealista de ambas, que pasa por el idealismo alemán del siglo XIX?

Si hacemos caso de los historiadores, el pasado siempre alberga lecciones válidas, emulando un campo de pruebas con un coste muy inferior a los réditos académicos y prácticos que pueden extraerse de su exploración. Aunque la interpretación de la historia sea a estas alturas un ámbito interdisciplinar donde quepan emulaciones por ordenador al más puro estilo de las sagas de videojuegos Age of Empires o Civilization, o las pistas que surgen de vestigios, arte o literatura (para comprender una batalla napoleónica, es más útil leer La cartuja de Parma -Stendhal- o Guerra y Paz -Tolstói- que leer cualquier manual sesudo sobre el tema).

Interior de formas orgánicas de una de las estancias de Arcosanti, la “arcología” (o edificio-ciudad) proyectada en el desierto de Arizona por el arquitecto italiano Paolo Soleri, discípulo de Frank Lloyd Wright

Avisados con estas y otras consideraciones, viajamos al pasado. El colapso de estas redes capilares de ciudades-estado, capaces de competir entre sí y a la vez colaborar para guarecerse de enemigos externos, se produjo en circunstancias particulares, si bien la presión del entorno, la prosperidad de la población, las invasiones y el deseo de conquista de uno o varios de estos núcleos sobre el resto forzaron su decadencia, súbita o escalonada, total o relativa:

  • desde el colapso de civilizaciones como la maya;
  • a la pérdida de importancia relativa de las ciudades-estado de la Antigua Grecia o el Renacimiento italiano.

De las ciudades del Renacimiento al Estado-nación

En los casos menos dramáticos de la Antigüedad, donde el apogeo de las ciudades-estado no dio paso a su desaparición como ocurrió en Mesoamérica o el Creciente Fértil, el equilibrio de estas redes semi-autónomas de comercio y conocimiento descendió a medida que surgían estructuras de poder centralizadas: desde los viejos imperios que se apropiarían por conquista de zonas como Asia Central (subyugando las ciudades-estado de la Ruta de la Seda) al germen del Estado-nación europeo.

La consolidación de las monarquías europeas y el bloqueo otomano del Mediterráneo oriental lanzarán la colonización del mundo: Portugal, España, Holanda y, más tarde, Inglaterra y Francia, se repartirán el mundo, mientras los reinos del subcontinente indio y el imperio chino, las dos regiones más prósperas y pobladas del mundo, iniciarán su aislacionismo y relativa decadencia.

Dibujo sobre lámina en lápices de colores del arquitecto italiano Paolo Soleri, que dedicó su vida adulta a dar forma a su “arcología” en el desierto de Arizona, Arcosanti; el dibujo es una proyección imaginaria de su idea de ciudades-edificio (“macro-cosanti”)

Las monarquías europeas se fortalecen, y su influencia regional se extiende sobre las ciudades-estado de Europa Central, a medida que la burocracia del Sacro Imperio Romano Germánico se debilita por el recrudecimiento de las guerras de religión, la Reforma y la Contrarreforma.

El príncipe y el ciudadano moderno

Las ciudades más prósperas del Renacimiento iniciarán su relativo declive, mientras los puertos comerciales de las monarquías más fuertes, germen del Estado moderno, consolidan una burocracia más estricta y efectiva. Maquiavelo escribirá desde una de ellas, Florencia, que el príncipe ideal será, para él, Fernando II de Aragón, hombre de acción pragmático y humanista, comprendiendo que sus reflexiones afianzarán el Estado moderno en detrimento de la ciudad autónoma.

A inicios de la Ilustración, la derrota -traumática o gradual- del Antiguo Régimen a manos de las clases urbanas acabará con la influencia y voluntad de autonomía de las ciudades-estado: los nuevos Estados-nación se refuerzan con una burocracia centralizada y un marco jurídico que antepondrá derechos individuales y propiedad privada a viejas prebendas respetadas; la Revolución Francesa y la independencia de Estados Unidos representarán el punto álgido de esta nueva realidad, que será retada, transformada y actualizada durante los procesos revolucionarios y de lucha de clases, y llega agotada a nuestros días.

Una de las escenas de la Ilíada más reproducidas en la Antigüedad: un mosaico romano de La Olmeda (Palencia, España) muestra el momento en que Odiseo -Ulises- descubre a Aquiles disfrazado de mujer y oculto entre las princesas de la corte de la polis en la isla del Egeo de Esciros (el mosaico ocupa 2,20 por 2,50 metros)

Paradójicamente, los intelectuales de referencia de los nuevos Estados burocráticos justificarán la nueva centralidad, capaz de reglar la relación entre Estado y ciudadano, citando a los filósofos, dramaturgos y políticos de las viejas polis griegas, paradigma histórico de la autonomía de las ciudades-estado.

Nietos de la polis griega

Retrocedemos en el tiempo hasta toparnos con Homero.

Lo hemos descrito como un viejo sabio y ciego, capaz de fijar en dos epopeyas entrelazadas los versos populares con que empieza, y al que vuelve constantemente, el canon occidental.

Desde entonces, la batalla fundadora y el viaje iniciático no podrán evocarse sin recurrir a los versos compuestos en poblaciones comunicadas entre sí a través del mar debido a la complicada orografía, la miríada de bahías e islas, y el viento favorable del Egeo.

La Acrópolis en su punto álgido, tras los trabajos encomendados por Pericles: representación de 1846 a cargo del arquitecto, pintor y escritor neoclasicista alemán Leo von Klenze

Fuera un rapsoda anciano o no, Homero (fuera un individuo o un colectivo, mujer u hombre) es fruto de su época: las polis, o ciudades-estado griegas, volvían a florecer después de la Edad Oscura, los siglos de atraso que habían seguido al colapso del mundo micénico mundo micénico, que revive en su esplendor en la Ilíada y la Odisea.

En un mundo en que florecen las ciudades-estado y, en ellas, una clase administrativa, cultural y comercial, las dos leyendas de origen oral que interesan al autor que conocemos como Homero tienen una concepción estratégica:

  • la Ilíada obliga a las distintas poblaciones del Egeo con cultura común a identificarse como griegos, y la ofensa del rapto de Helena concierne a todos los dirigentes micénicos: el panteón que comparten decidirá la destrucción de Troya;
  • y la Odisea es un recorrido peripatético por los confines del mundo helenístico después de esa batalla, un canto a la astucia y a los rasgos arquetípicos que comparten las polis de nuevo florecientes, que en la época de Homero se encaminan ya al apogeo clásico de la Atenas de Pericles.

Conciencia de red

El inicio de la Ilíada establece el perímetro que comparten las polis, ciudades-estado cuyo diseño y composición -que unificaba núcleo urbano y acceso al entorno rural y al puerto, ambos protegidos contra incursiones- ha madurado ya en el siglo VII aC:

“Canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves; cumplíase la voluntad de Zeus desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.”

Estas ciudades-estado, cada vez más prósperas, intercambiarán bienes y una cultura que favorecerá la astucia, la adaptación al medio y el germen del sentido crítico:

“Háblame, Musa, del varón de gran ingenio, que anduvo errante muchísimo tiempo, después de que destruyó la sagrada ciudad de Troya.”

En su contribución a la serie Great Ages of Man sobre las culturas del mundo para Time Life Books (1960), el experto británico en estudios clásicos Maurice Bowra describe la polis como condición imprescindible para el surgimiento del pensamiento crítico en Occidente:

“El centro político y geográfico de la vida griega era la polis, o ciudad-estado. La polis llegó a significar, y a ser, mucho más que el asiento del gobierno (…). En ella se producían transacciones de negocios, se procesaban las manufacturas, se celebraban ceremonias y ritos, se discutían y decidían asuntos públicos. Aunque el número de gente que en realidad vivía intramuros de la polis era reducido, su población total incluía a habitantes urbanos y rurales y, en centros marítimos como Corinto y Atenas, también a gente del mar. Agricultores, artesanos, comerciantes y marineros trataban libremente. La vida era, a la vez, variada e íntima, embebida de distintos tipos de actividad cívica, incluyendo el que hoy asociamos al término ‘política’.”

(…)

Aquiles mata a Héctor en Troya (Peter Paul Rubens, 1630-35)

“Mucho después de que los aristócratas perdieran su poder, la polis permaneció como centro de la vida griega al proyectar lo que la existencia de un hombre debía ser (…). La bondad, o ‘areté’, era una excelencia intrínseca que existía en todas las cosas. Un buen hombre, escribió el poeta Simónides, era ‘verdaderamente noble, de las manos a los pies y la cabeza, bueno de verdad, por los cuatro costados’.”

“Según este ideal de hombría, el honor público y el privado estaban entrelazados.”

Areté en la sociedad postindustrial

De manera análoga, los ámbitos más reconocidos de la nueva cultura creativa se basan en intangibles como la transparencia, la buena fe y la reputación. Estos intangibles se difunden, transformados en información, a través de una sociedad red global concentrada en las ciudades más dinámicas, conectadas entre sí como las ciudades-estado del pasado.

Quizá, sin haber reflexionado demasiado sobre ello, asistamos a los momentos de inestabilidad en la opinión pública propios de un momento de transición desde los Estados-nación, que se resisten a desaparecer y son reivindicados por el resurgir identitario: como si conceptualmente no hubiéramos abandonado el siglo XIX (incapaces de superar el marco ilustrado de liberalismo clásico vs. el idealismo -lucha de clases y nacionalismo-), pese a que empresas, servicios, mercancías y ciudadanos han desbordado hace tiempo el corsé herderiano de “pueblo” y la realidad demande relatos “regionales” o “líquidos”: el “buen europeo” de Nietzsche o Zweig, el humanismo occidental con valores que lo diferencian de otras realidades, etc.

Las polis griegas y su aristocracia micénica: mapa que muestra el origen geográfico de los principales personajes de la Ilíada (griegos -verde- y troyanos -amarillo-)

La sociedad postindustrial, que ejerce un control no coercitivo sobre la ciudadanía de los países desarrollados en democracias maduras, ha mostrado sus límites en los últimos años, al combinarse la incertidumbre económica con la crisis agravada de instituciones tradicionales y la fragmentación del discurso público con el ascenso de las redes sociales.

Manuel Castells o Richard Florida, entre otros, coinciden en que los mejor adaptados a la sociedad postindustrial son los jóvenes adultos en empleos terciarios más demandados, mientras el sector educativo trata de adaptarse a la nueva realidad y formar en campos tan etéreos y complejos como la expresión personal y la creatividad, auténticos cajones de sastre que requerirán combinaciones originales de ciencias experimentales y aplicadas, así como humanidades.

De Atenas a Shenzhen

Esta nueva élite, conformada por “omnívoros culturales” (The New York Times) con mentalidad “nómada” (The Economist), se ha beneficiado hasta ahora el acceso a la información de los usuarios de la Internet ubicua, evitando convertirse -como la mayoría de usuarios pasivos- en “el producto” (pues el auténtico objetivo de los servicios de Internet consiste en vender nuestra atención a anunciantes).

Ilustración de una polis griega convencional: recinto amurallado, plano regular con ágora y acrópolis dominando vida cotidiana y culto, respectivamente; y acceso a un perímetro de zonas de cultivo, con un puerto protegido abierto al comercio con otras polis

El filósofo social australiano Roman Krznaric se pregunta en un artículo para Wired si no son precisamente las ciudades-estado los entornos más adecuados para fomentar la innovación:

  • suficientemente poderosas para que talleres, instituciones educativas y mecenas económicos estimulen el florecimiento y convivencia de ciencia, artes y técnica;
  • y con una burocracia limitada y próxima a la realidad de la urbe, dispuesta a facilitar intercambios más que a sancionarlos para beneficio de una burocracia ausente.

Krznaric cree que, a medida que la población mundial se concentra en las ciudades y la sociedad del conocimiento absorbe buena parte de la innovación, los miembros más activos de esta sociedad red activan mecanismos informales que actúan como sistemas legislativos y administrativos informales y descentralizados, con un diseño mutualista.

La reacción proteccionista

El poder intangible (innovación, prestigio) y cuantificable (fortaleza económica) capitalizado por la población creativa en torno a ciudades y redes de ciudades, se encuentra ahora con incentivos de peso para evolucionar hacia un modelo de ciudad-estado, dado el voto identitario que se concentra en entornos rurales: las urbes más dinámicas corren el riesgo de perder su vocación abierta debido al voto reaccionario de compatriotas ajenos a ellas.

Londres, antigua metrópolis colonial y todavía centro financiero de Europa, perderá mucho más que relaciones administrativas con el continente europeo cuando la ruptura con la UE acabe de formalizarse. La retirada afectará también al estatus cultural y técnico de la ciudad en Europa (y, por ende, en el resto del mundo): el “soft power” de Londres permanecerá poderoso, pero perderá enteros.

Ilustración de la ciudad de Troya, que se sirve de restos arqueológicos y de fuentes como la propia Ilíada para establecer el perímetro de la muralla, la orientación de las puertas y calles principales y el emplazamiento de la ciudadela (autor: William Cook, Troy Project)

Una pérdida de influencia que reconoce el Gobierno británico, que en un informe filtrado a la prensa reconoce una situación peor que la existente permaneciendo en la UE “en cada escenario posible”.

En Estados Unidos, las ciudades más dinámicas tratan de crear un contrapeso político local a la actual Administración de Estados Unidos, una vez estudian los efectos que tendrán en ellas decisiones como la limitación del alcance y estudios (así como el desprestigio premeditado) de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), una reforma fiscal que favorecerá a empresas y grandes fortunas, o una política migratoria que amenaza a ciudadanos sin papeles que, en ocasiones, llevan décadas pagando impuestos y contribuyendo a economías locales.

Rechazar una tendencia histórica con esencialismos

En el resto del mundo, la tensión entre ciudades y Estados-nación concuerda con la lectura que el presidente francés Emmanuel Macron hace de la geopolítica actual en su país, en la UE, en el resto de Occidente y en el mundo.

Debido a la debilidad de las grandes ideologías del pasado y a la amenaza que las clases medias sienten en su prosperidad y perspectivas de futuro -atizada por la polarización y la propaganda en las redes sociales-, el mundo se orienta, reflexiona Macron, entre:

  • partidarios de una visión cerrada de la sociedad (proteccionismo económico, nacionalismo esencialista, retórica contra inmigrantes y aversión casi ludita a la tecnología);
  • y quienes, conociendo los retos presentes, comprenden también el potencial de un mundo abierto, donde ideas y mercancías fluyen como nunca antes, y los grandes valores y tradiciones culturales deben aprender a persuadir, y no a obligar.

En este mundo abierto, las ciudades más dinámicas juegan un rol preeminente y son capaces de crear un equivalente contemporáneo y global a la Hansa, o Liga Hanseática, gracias al intercambio “dematerializado” (conocimiento) y a la logística moderna, capaz de establecer estrechos lazos entre dos lugares remotos hasta hace unas décadas: no sólo geográficamente, sino que, conceptualmente, también eran percibidos como inalcanzables.

Atenea revela el reino de Ítaca a Ulises (óleo de Giuseppe Bottani, siglo XVIII)

La creciente autonomía de las ciudades se debe también a su capacidad para integrar innovaciones que afectan directamente a sus habitantes; decisiones sobre la calidad del aire, el transporte, las zonas verdes, la política de desechos, la eficacia de los servicios de atención, o la proyección cultural tienen un efecto palpable sobre quienes conforman la población estable e itinerante de las ciudades.

Las ciudades de la Unión Europea

Las ciudades más vibrantes, auténticas ciudades-estado de facto, se enfrentan ahora a la labor más difícil: relacionarse con un entorno local que observa extramuros sólo las externalidades percibidas como negativas procedentes de la polis contemporánea, tales como la desigualdad, un multiculturalismo corporativo y homogeneizador -más que respetuoso e integrador-, los problemas de tráfico y contaminación, la seguridad.

En su reflexión sobre lo que, según él, constituía el “buen europeo”, Friedrich Nietzsche (Más allá del bien y del mal) especifica primero que los ciudadanos europeos deberán liberarse de los viejos atavismos platónicos e idealistas (él habla de jesuitismo, pangermanismo, etc.) para así vencer la realidad encorsetada de la burocracia homogeneizadora, el nacionalismo y el antisemitismo.

Ulises y Telémaco masacran a los pretendientes de Penélope (lienzo de Thomas Degeorge, 1812)

Nietzsche intuía las grandes tensiones centroeuropeas que marcaron las dos guerras mundiales y el mundo que vivimos, pues la UE es una consecuencia de la reacción a viejas hostilidades nunca superadas del todo.

En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche había teorizado sobre el nacimiento de una identidad alemana, de espíritu presocrático y pagano, relacionado con la mitología germánica; luego, el filósofo evoluciona hacia un europeísmo que deberá cambiar su cultura, instituciones, concepción de la realidad y el mundo.

Para Nietzsche, la respuesta no está ni en una “Europa aristocrática” ni en una “Europa igualitaria”, sino en un espacio de valores compartidos donde pueda florecer la equivalencia práctica del trabajo artístico de los grandes creadores europeos.

Hansa

Quizá, esta realidad esté conformada por un equivalente paneuropeo contemporáneo de la Liga Hanseática, un espacio de comunicación y creatividad entre ciudades-estado capaces de gestionar la tensión entre Estados-nación y burocracia europea, entre europeos y ciudadanos de regiones y ciudades-estado del resto del mundo.

Quizá, a estas alturas de lo que autores como Manuel Castells identifican como “sociedad red global”, las ciudades no pueden más que atraer a creativos y nómadas que decidan integrarse en el tejido local que se extiende también extramuros.

Ulises y las sirenas (Herbert James Draper, 1909)

La alternativa es encerrarse dentro de la muralla y deshojar la margarita reflexionando si el declive será lento y dulce (Brujas, Florencia), o brusco y dantesco.

En este segundo escenario, el proteccionismo esencialista podría acelerar un colapso agravado por una pobre gestión recursos y tensiones locales (colapso maya)… O facilitar una asimilación forzosa dirigida desde el exterior.