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Qué normalidad es posible antes de la inmunidad de grupo

Sumergidos en el día a día y acostumbrados a la información de emergencia, en apenas un año hemos interiorizado tantos fenómenos de gran calado que nuestra tolerancia por lo extraordinario es muy superior a la de hace una década.

Han pasado sólo 10 años desde la Primavera Árabe (diciembre de 2010) y hace apenas 13 (enero de 2007) que se presentó el primer iPhone. Sin embargo, estas efemérides parecen pertenecer a una época remota. A «antes de la aceleración».

El invierno de 2021 avanza y cada mañana se hace de día un poco antes, observamos cómo las campañas de vacunación que deberán librarnos de la pandemia avanzan despacio pese a excepciones, y claro, también prosigue la avalancha de contenido digital, que encuentra su camino como lo hace el agua en las enseñanzas taoístas. Un párrafo que Vinícius de Moraes podría haber entonado a ritmo de bossa nova con Toquinho a la guitarra.

Empieza el goteo de resultados económicos trimestrales de las grandes empresas transnacionales y no hay sorpresa: se acentúa la diferencia entre los ganadores y perdedores de la gran transformación tecnológica afianzada en la década pasada.

Cómo vacunar más rápido

En la práctica, mientras la pandemia ha sido inclemente con las pequeñas empresas y los servicios más orientados a la «economía de la experiencia», al depender de nuestra presencia física, las firmas digitales y aquellas que han sabido adaptarse a la generalización del comercio progresan sin problemas (y, a menudo, mejor que nunca).

Las dificultades de la pandemia aceleran tendencias ya presentes, además de generalizar realidades que hasta inicios de 2020 eran ya populares (cuando no mayoritarias) entre los menores de cuarenta años, desde el comercio electrónico al entretenimiento digital.

En países como España y Francia, mientras fotógrafos populares en redes sociales publican el testimonio gráfico de los viejos templos del entretenimiento —en España, las discotecas costeras, que resultan tan indiferentes a buena parte de la población local y, sin embargo, atraen a un público fiel local e internacional— como viejos mausoleos de civilizaciones kitsch propias de otra época.

En Francia, los empresarios de discotecas se apresuran, debido al mismo problema documentado en España, a ceder sus instalaciones al Gobierno para acelerar una campaña de vacunación que empezó de un modo renqueante (Francia es, además, el país desarrollado con el porcentaje más elevado de escépticos de las vacunas).

La vida, ese apéndice de la publicidad contextual

La sobrerrepresentación de artículos sobre teletrabajo indica el interés publicitario de los sitios de información y las redes sociales por capitalizar la predisposición de empresas de salud y bienestar, mobiliario y dispositivos tecnológicos a anunciar sus productos y servicios para combatir un supuesto síndrome de desgaste profesional, unido a la fatiga derivada de la fatiga de la distanciación social, o la imposibilidad de conciliar trabajo y vida privada para quienes trabajan desde casa en entornos urbanos.

A las dificultades descritas se une la imposibilidad de adolescentes y jóvenes de reunirse con normalidad en las aulas, practicar deporte o socializar; el impacto de estas restricciones ha sido especialmente preocupante en Estados Unidos, donde las políticas educativas dependen de cada distrito y muchos de ellos han sucumbido a la presión política y social local para imponer un año educativo 2020-2021 parcial o totalmente remoto.

La «economía de la experiencia», la más dependiente de actividades presenciales multitudinarias, es la más afectada por la pandemia. Imagen aérea del festival californiano de Coachella; pulsar sobre la imagen para acceder al original

La educación pública infantil y secundaria, de cuyo funcionamiento dependen la alimentación y la salud mental de millones de niños, ha sido incapaz de coordinar una acción que concediera prioridad a la salud mental de los alumnos por encima del riesgo sanitario. Como consecuencia, los alumnos de familias con empleados esenciales mal remunerados afrontan un año difícil que podría originar secuelas para toda la vida. La UE ha podido, como contraste, mantener las aulas de educación primaria y secundaria abiertas, salvo excepciones.

En Estados Unidos, la convivencia de trabajadores profesionales e hijos en edad escolar que realizan sus clases de manera remota está siendo muy desigual en función del entorno socioeconómico de la familia y el alumno.

Eclosión de la actividad física conectada

Gracias a una zonificación que priorizó las viviendas unifamiliares, el entramado suburbano estadounidense y británico viven en la era del coronavirus el renacer de la vieja aspiración amateur a erigir un cobertizo en algún rincón del patio trasero como espacio personal para las aficiones o el trabajo que requiere introspección.

Los cobertizos, una tradición con raigambre en el Reino Unido, se han convertido en 2020 en una industria que atrae tanto a aficionados del DIY como a fabricantes de estructuras prefabricadas, a medio camino entre el rincón para todo situado en el garaje (espacio tradicional en las viviendas suburbanas estadounidense) y la vivienda aneja a modo de habitación para invitados.

El ejercicio físico se ha adaptado también debido al reto sanitario global; centros de fitness que diseñados para congregar a sus usuarios, desde gimnasios y piscinas urbanas a estaciones de esquí, han padecido restricciones que han estimulado alternativas. Quienes vivimos en ciudades, observamos la eclosión del ejercicio individual al aire libre, tanto en parques como en plena calle.

Asimismo, las aplicaciones y pequeños dispositivos de ejercicio han pasado en poco tiempo de ser consideradas un complemento relativamente marginal a ocupar un lugar estratégico entre las empresas que dominan los servicios de Internet multiplataforma y sus aplicaciones concretas: Apple ha pasado de renovar un acuerdo anodino con Nike orientado a sus usuarios de Apple Watch más entusiastas del deporte a lanzar Fitness+, Alphabet adquirió la empresa de dispositivos de seguimiento deportivo Fitbit y Amazon ha desarrollado su propio aparato, Halo.

Espejito, espejito

En paralelo, el capital riesgo tecnológico de Estados Unidos apuesta por nuevas marcas que tratan de desbancar a los fabricantes tradicionales de máquinas de ejercicio de gama media y alta. Ha hecho falta una pandemia para que, de repente, contar con una máquina de ejercicio en casa deje de ser un estorbo o un lujo relativo para engrosar la categoría de electrodomésticos esenciales.

Cintas de correr, máquinas cardiovasculares (como las de step), sistemas de remo, instalaciones de pesas o ciclostáticas se conectan con entrenadores personales digitales. Desde que Apple lanzara Fitness+ y la ciclostática conectada Peloton se erigiera en aparato aspiracional de nómadas digitales en Estados Unidos, ni siquiera Mirror, la pantalla vertical semi-traslúcida que combina imágenes de instrucciones en tiempo real con el reflejo del propio usuario, o máquinas de natación estática para integrar en pequeñas piscinas, parecen ideas trasnochadas.

Literatura, aplicaciones y vídeos con programas de ejercicio deben competir con estos nuevos sistemas de ejercicio multimedia, cuyo objetivo es borrar la frontera entre movimiento físico y realidad virtual.

Todos recordamos a aquellas celebridades que, en los años ochenta y noventa, protagonizaron sesiones de ejercicio en televisión para que los televidentes pudieran seguirlos en casa; Nintendo Wii y canales especializados en plataformas como YouTube han llevado estas ideas a cotas insospechadas hace apenas un tiempo. El mercado es tan prometedor que hay aplicaciones e «influencers» que han creado auténticas industrias en este nicho.

Terreno propicio para vendedores de pócimas milagreras

En paralelo al fitness a la carta (y sus derivas New Age en torno a actividades de tradición oriental importadas a Occidente en las últimas décadas), el entretenimiento digital ofrece un sinnúmero de posibilidades. El filósofo Byung-Chul Han argumenta que nuestra relación de dependencia con los nuevos medios de bufé libre y su contenido inacabable e inabarcable fomenta una «sociedad de la fatiga».

En el nuevo contexto, todos tenemos la sensación de vendernos, de competir contra el resto, todos nos vemos empujados a situar un foco sobre nuestra existencia y ofrecer nuestros servicios con una sonrisa digna de vendedores de aceite de lagarto.

Una sonrisa postiza orientada a la cámara del móvil que contrasta con la angustia interior, el «burn-out» existencial, el agotamiento de la posibilidad de tener una vida privada, de equivocarse, de sentir contradicciones, o deseos, de comportarse como humanos falibles.

La pandemia también ha acelerado la abismal disparidad entre quienes dirigen el acceso a los servicios digitales (fundadores y trabajadores estratégicos de las empresas que capitalizan esta transición acelerada a raíz de la emergencia sanitaria global), y los trabajadores y servicios que dependen de las nuevas plataformas colaborativas para subsistir, ya sea distribuyendo paquetes, personas o servicios, u ofreciendo si tiempo y energía a cambio de remuneraciones a menudo irrisorias (ofrecer servicios por teleconferencia, tratar de establecerse como «influencer», etc.).

Meses complicados

La dificultad para reactivar una economía que depende de los servicios en entornos urbanos durante una pandemia es patente tras un año de gestión; en los países occidentales, la transmisión de las primeras y últimas variantes del virus detectadas en Reino Unido, Brasil y Sudáfrica, aumenta a medida que la población muestra signos de agotamiento en torno a las medidas de distanciación social y modalidades de confinamiento, como así lo demuestran los disturbios de los últimos días en los Países Bajos.

En el seno de la Unión Europea, la crisis económica y de empleo derivada del parón de actividad intermitente en los últimos años repercutirá de manera desigual territorios, sectores y segmentos de población. La UE, con un preocupante nivel de paro juvenil asociado a problemas estructurales con difícil solución a corto plazo, experimenta crisis superpuestas, sobre todo en los países del sur de la UE.

Un informe de Eurostat muestra el preocupante nivel de sobrecalificación de los jóvenes europeos con respecto a los primeros empleos que deben desempeñar para subsistir.

El porcentaje de sobrecalificación es especialmente alarmante en países donde la economía de los servicios depende más del trabajo estacional que requiere menos cualificación, asociado al turismo o la agricultura: España, Grecia y Chipre, tres destinos mediterráneos, cuentan con el mayor número de jóvenes nacionales e inmigrantes (de dentro y fuera de la UE) sobrecualificados para los empleos que desempeñan.

De la crisis de la deuda a la pandemia del siglo

Los países donde se observa una mayor diferencia de acceso a empleos cualificados entre los trabajadores de la UE entre 20 y 64 años y los inmigrantes de origen no comunitario son Italia (49,6 puntos de diferencia) y Grecia (45,3 puntos).

Otro dato preocupante que tampoco sorprende, al continuar su evolución histórica: las mujeres tienen más probabilidad de desempeñar empleos por debajo de su nivel de cualificación que los hombres, además de salarios más bajos en los 27 países de la UE.

Los países con mayor porcentaje de trabajadores autónomos cuyo empleo es incompatible con el teletrabajo, así como las economías con un mayor porcentaje de pequeñas empresas en sectores afectados por las dificultades económicas, no recuperarán los niveles de actividad económica que mostraban las previsiones para los próximos años realizadas antes de la pandemia. El mundo, en efecto, ha cambiado sustancialmente.

Podría ir peor antes de ir mejor

Las ayudas a las familias y a las pequeñas empresas en varios países podrían quedarse en un parche si el ritmo de vacunación y los contagios no permanecen suficientemente bajo control como para estimular el consumo; como consecuencia, muchas familias y empresas serán incapaces de cumplir con sus obligaciones crediticias. De ahí que el ritmo parsimonioso de las vacunaciones entre los países de la UE sea especialmente preocupante.

En una entrevista concedida al semanario Der Spiegel, el virólogo Christian Drosten, una de las figuras públicas durante la crisis sanitaria, confirma haber estado especialmente ocupado debido a los efectos de la segunda oleada de contagios en Alemania (que el 22 de enero superaba los 50.000 fallecidos a causa de la pandemia).

La más inquietante de sus reflexiones tiene que ver con el desfase entre la esperanza y confianza aportadas por la llegada de las vacunas y la lentitud con que la población está siendo inmunizada; a medida que los mayores y trabajadores esenciales sean vacunados en su práctica totalidad, aumentará la presión pública para abrir la economía y retornar a la «normalidad».

Preocupaciones de un experto en virología

Para Drosten, esta diferencia entre la percepción pública del riesgo —y el cansancio de la población— y un posible contagio generalizado si se relajan las medidas de distanciación antes del verano, podría causar estragos:

«Una vez los mayores y quizá una parte de los grupos de riesgo hayan sido vacunados, se producirá una inmensa presión social, política y quizá también social para suprimir las medidas preventivas. Y entonces, una cantidad enorme de gente se infectará en un corto período, una cifra superior de la que ahora podemos imaginar. No tendríamos 20.000 o 30.000 nuevos casos por día, sino más de 100.000 en el peor de los escenarios.

«Es cierto que se tratará sobre todo de gente más joven, menos propensa que los mayores a padecer síntomas severos, pero cuando un número mayor de gente joven se infecta, las unidades de cuidados intensivos se colmarán igualmente y muchos morirán. Simplemente serán víctimas más jóvenes. Podemos paliar este terrible escenario reduciendo los números radicalmente en estos momentos».

Los disturbios en varias ciudades holandesas muestran hasta qué punto las autoridades políticas y sanitarias deberán ponderar el riesgo de inestabilidad social a la hora de declarar o prolongar medidas especialmente astringentes.

Un década después de la receta de la austeridad

El economista británico Adam Tooze alerta sobre la exposición de varios países a quedarse estancados en una situación sanitaria que impide reabrir la economía por completo, un «largo Covid» que repercutiría sobre la desigualdad entre quienes pueden trabajar con garantías desde casa, gracias a posiciones profesionales y administrativas aseguradas, y quienes se han quedado sin empleo o deben aventurarse fuera de casa para desempeñar trabajos peor remunerados:

«Desde el verano pasado una burbuja de complacencia ha rodeado el plan de recuperación de la UE y las promesas sobre un futuro más verde que alberga. La respuesta constructiva a la crisis contrasta positivamente con el drama político vivido en el otro lado del Atlántico. Pero 2021 podría traer desilusión, a medida que la fragilidad económica de la UE se manifieste».

Es lo que otro economista crítico con la tendencia, el ensayista serbio-estadounidense Branko Milanovic, llama «desigualdad que conduce a una nueva aristocracia».

De momento, el consenso en la UE acerca de la política expansionista acordada prosigue según lo esperado. Ni siquiera Alemania está dispuesta a cumplir con los objetivos de déficit marcados antes de la pandemia, ha confirmado el jefe de gabinete de Angela Merkel, Helge Braun.

Merkel, el líder de mayor peso económico y geopolítico de la UE (como demuestra la simbólica deferencia de Biden hacia ella), parece determinada a abandonar el liderazgo de la CDU y la propia cancillería alemana, no responde de momento a las insinuaciones de uno de los partidarios de peso de la línea dura en fiscalidad, el antiguo ministro de Economía Wolfgang Schäuble, quien en su papel tradicional de «poli estricto» recuerda que los países que deseen beneficiarse de los fondos de ayuda en el contexto de la pandemia deberán cumplir con sus compromisos de reforma.

El juego de las tiranteces

Schäuble, actual presidente del Bundestag y, por tanto, figura de peso en el Banco Central Europeo y la política monetaria única, concede una entrevista al Financial Times en la que vuelve al tono paternalista de su época de ministro alemán y uno de los máximos responsables de que, entre 2009 y 2017, los países periféricos del euro tuvieran que soportar tasas de interés insostenibles en la financiación de su deuda pública, al insistir en políticas de austeridad y bloquear un acuerdo sobre los eurobonos que sí aceptó hace unos meses, en el contexto de la pandemia.

El ala dura de los partidarios de la austeridad fiscal en la zona euro, con el propio Wolfgang Schäuble en cabeza, no han presentado todavía ninguna excusa pública ni se han explicado con suficiente claridad acerca de los pocos réditos logrados por las políticas de austeridad de la última década, que obligaron a varios países a sobrellevar situaciones dramáticas y sin margen de endeudamiento.

Parece haber quedado atrás, al menos de momento, la obsesión por la eficiencia, la austeridad y la supuesta incapacidad de los países del sur de la UE para aplicar reformas macroeconómicas de manera expeditiva y eficaz. Muchos observan ya la inestabilidad política en Italia como síntoma de lo que se avecina en la UE en los próximos meses.

Los fondos de ayuda anunciados por la UE en el contexto de la pandemia son, en cualquier caso, una oportunidad para armonizar políticas de resiliencia coordinadas a distintas escalas, desde las regiones a los países y la propia UE.

Entre vecinos

La preocupación por el ritmo de las vacunaciones es generalizada, si bien la situación es más alarmante entre los países occidentales que en, por ejemplo, Japón, donde no existen vacunas aprobadas ni planes de vacunación masiva para antes del verano. En Estados Unidos, la nueva Administración trata de superar cuellos de botella en la distribución para vacunar a 100 millones de personas (casi un tercio de la población total) en 100 días.

En Europa, mientras tanto, la rencilla entre el país que aprobó las principales vacunas y empezó con la campaña antes, el Reino Unido, ha entrado en una rencilla logística con la UE para la distribución de dosis de la vacuna desarrollada en Oxford (Astra Zeneca); la firma, que no había centralizado su propia producción (como en el caso de la vacuna de Pfizer Biontech) y ha entablado acuerdos de producción en distintos países, dice no haberse comprometido a fechas de entrega de dosis con el bloque comunitario.

En medio de estas rencillas, las variantes más contagiosas del virus se expanden y las autoridades de varios países creen que será todo un reto el poder mantener con garantías las clases presenciales de alumnos de secundaria y elemental (que han pasado a la modalidad remota en el Reino Unido y no han logrado desde el curso pasado una normalidad generalizada en Estados Unidos).

Durante estos meses, la «nueva normalidad» supondrá todo un reto. Empleo, salud mental de personas en situación precaria y alumnos, y dificultades económicas podrían agravar el riesgo sanitario.

Los días se hacen más largos y luminosos, pero habrá que aguardar pacientemente a la llegada de días más cálidos y halagüeños. Cualquier aceleración de la campaña de vacunas será una buena noticia, sobre todo para los países que más dependen de la economía presencial y de la experiencia.