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Sant Jordi, conciliación laboral, teletrabajo y más

Decir que, desde que hace ya más de tres años nos mudáramos al Barri Gòtic de Barcelona, todo lo que se desarrolla en torno a la Rambla o al centro histórico de la ciudad (fiestas, manifestaciones, algarabías futbolísticas, despedidas de soltero) aumenta su carácter superlativo.

De modo que, aunque uno no transite demasiado la Rambla, como ocurre con quien vive en la ciudad y no está de visita, Sant Jordi se deja notar y, a diferencia de en otras ocasiones, uno abraza la celebración con agrado.

No soy un seguidor de los souvenires, de modo que desconozco si algún autor importante, de los muchos que hay relacionados con la ciudad, ha comparado el fluir de la gente en la Rambla con los ríos que van a dar a la mar de Jorge Manrique.

El paso inexorable del tiempo también puede contemplarse en las coloridas Ramblas, con sus virtudes y defectos, con su colorido mediterráneo y pinceladas de turista con camiseta de la estrella azulgrana del momento.

Perderse por la Rambla -o contemplarla- un 23 de abril por la mañana, convierte en río humano lo que en cualquier otro lugar sería muchedumbre. Heráclito de Éfeso se habría inspirado igualmente en la Rambla, de haberla contemplado en lugar de fijarse en el fluir de un río.

Para Heráclito, los sentidos nos engañan cuando intentan hacernos creer que en el Universo hay cosas estables, inmutables. La naturaleza, para el filósofo presocrático, es siempre cambiante, nunca la misma, como un río.

Uno nunca se baña en las mismas aguas. Y ciertamente uno no ve cada día las mismas Ramblas, por mucho que los locales refunfuñemos sobre la calidad de su paisaje humano, tanto el estable como el cambiante.

Hace un año, junto a un riachuelo de Sun Valley

Hace ya cerca de un año, tenía la oportunidad de disfrutar de la lectura de la edición en inglés de Una breve historia de casi todo, de Bill Bryson, que desde el Enviropreneur Institute del think tank PERC (Property and Environment Research Center), con sede en Bozeman (Montana), al que me habían invitado a acudir como emprendedor medioambiental, me habían recomendado como lectura.

Bryson hace un buen trabajo y uno puede echar un vistazo a una imagen cambiante del Universo desde su propia creación y sobre cómo el ser humano, a través de la ciencia, ha podido interpretarlo.

Una lectura placentera de la que disfruté sentado la mayor parte del tiempo en una mullida butaca de una espaciosa casa junto a un río en Sun Valley, Idaho, donde está enterrado Ernest Hemmingway.

Por ese riachuelo pasaron las páginas escritas por Bill Bryson con claridad y falta de pretensiones. Durante la lectura, al otro lado de la ventana y junto a ese río, correteaba mi hija, que entonces apenas tenía un año y medio.

De modo que entre capítulo e intermedio de modorra a uno se le escapaba el mandato del presente y también pensaba en el paso del tiempo, en cómo los días y semanas parecen ir más rápido a medida que se crece, en el “Ubi sunt?” (la fugacidad de la vida) del que hablaron Heráclito de Éfeso y Jorge Manrique, al fin y al cabo. Y sus ríos son comparables a aquel riachuelo, o al discurrir de la gente durante un día de Sant Jordi más.

Paso y peso del tiempo para niños y adultos

El paso inexorable del tiempo es una de las inquietudes de regresan cuando  compruebo que, un día de Sant Jordi después, mi hija ya habla y pide libros que despierten su interés. La fiesta tiene un adepto más y la Rambla consigue un poco más de caudal, de cara a futuras generaciones.

Leía hace unos días una pequeña respuesta a la pregunta de un lector en el New York Times. El lector pregunta por qué es tan distinta la interpretación del tiempo para un niño y un adulto. Lo que hasta ese momento era una mera sospecha subjetiva parece tener una explicación relacionada con la evolución humana, a tenor de la respuesta. Podría no sólo tratarse de una apreciación subjetiva: a medida que crecemos, nuestro reloj interno podría ir acelerándose.

¿Puedo elegir qué hacer con mi tiempo?

Conceptos como el de la conciliación laboral o el teletrabajo ganan enteros cuando uno quiere comprometerse tanto con un proyecto profesional como con la familia.

Los largos horarios de oficina que soportan los españoles, además de los costes y tiempo de desplazamiento, no permiten una fácil conciliación. Prefiero pensar sobre el rápido discurrir de la realidad en la que me gusta estar desde una posición para mí privilegiada: trabajando desde casa.

Teletrabajar en un proyecto empresarial impulsado por uno mismo puede ser doblemente agotador, ya que a las labores domésticas se unen las responsabilidades de una empresa. Y convertirse en joven empresario es un paso enriquecedor que nunca había estado al alcance de tanta gente, gracias a la aparición de Internet.

Efectos secundarios de la libertad mal interpretada

Pero hay riesgos de involucrarse plenamente en un proyecto personal: un conocido a través de un amigo común, el emprendedor de Los Ángeles Jason Nazar (fundador y consejero delegado de DocStoc), me avisaba en un correo electrónico sobre la publicación de su última entrada, Las inesperadas consecuencias de las startups.

Nazar habla de lo positivo que ha sido para él crear un sitio web con éxito, aunque también analiza críticamente su absoluta dedicación a la idea: jornadas maratonianas, seis días de trabajo a la semana, desatención de las relaciones familiares y personales, empeoramiento de su salud, preocupante aumento de peso y posterior lesión derivada de esta repentina obesidad.

Este emprendedor reconoce su obsesión por su vida laboral, y acaba su entrada comprometiéndose a recuperar un peso saludable, que le permita correr y sentirse física y mentalmente recuperado. Asimismo, se pregunta si su agotamiento crónico no le impide trabajar con la lucidez necesaria.

Existen otros casos similares entre los jóvenes emprendedores tecnológicos. El bloguero Om Malik, creador de la bitácora tecnológica GigaOm, sufrió en enero de 2008 un ataque al corazón, inducido por una existencia consistente en jornadas de trabajo maratonianas ante el ordenador, unidas a las responsabilidades relacionadas con dirigir un negocio con éxito y su gestión diaria.

Malik tuvo fortuna y ha explicado que su experiencia en 2008 le ha enseñado a poner límites a su vida profesional y llevar una vida más saludable: dieta más saludable, vida personal más rica en matices, mayor interacción con su círculo íntimo, ejercicio y, sobre todo, tiempo para cerrar la puerta de su negocio y dedicarse a él mismo y a los suyos.

Michael Arrington, fundador de TechCrunch, se tomó el mes de febrero de 2009 de vacaciones sin siquiera acceso a Internet tras anunciar que su nivel de tolerancia al estrés y a la vida exigente del bloguero con éxito había sido superada cuando un emprendedor alemán le escupió en la cara por no hacer ni caso a su anodina idea de empresa.

El propio Mike Arrington, en un intento por aumentar su calidad de vida, decidió recientemente alquilar una oficina y así desligar la actividad trepidante del blog tecnológico de su propio casa, que había actuado de oficinas informales.

La misma casa que habían allanado en mayo de 2007 dos emprendedores holandeses que simplemente querían que el bloguero escribiera sobre su idea.

Persiguiendo un sueño

Existen otros ejemplos en los que el teletrabajo parece condenar a quienes lo experimentan a encontrar dificultades para establecer barreras entre el horario laboral y el resto de la cotidianeidad.

Pese a los mencionados ejemplos sobre cómo el teletrabajo llevado a situaciones extremas puede suponer un riesgo para nuestra salud o incluso para nuestra propia vida, trabajar desde casa en un proyecto propio tiene sus ventajas.

Trabajar en casa, o cerca de ella, tiene más sentido que nunca en la coyuntura actual, explica Rosabeth Kanter, profesora en Harvard.

Menos ruido y más trabajo

Kanter cree que el mejor modo de aumentar nuestra productividad y autorealización personal y profesional pasa por quedarnos en casa y trabajar.

Kanter asegura que la acción más efectiva que la Administración Obama podría emprender para impulsar el crecimiento en Estados Unidos: introducir la norma de obligar a todos los trabajadores, por cuenta ajena y propia, a trabajar desde casa al menos un día a la semana.

Para la antigua editora de la publicación Harvard Business Review, la medida aumentaría la productividad; reduciría el gasto energético, la contaminación y los problemas de tráfico, reduciría el gasto doméstico, aumentaría la calidad de la vida familiar y mantendría a las mujeres educadas al cuidado de los hijos en el mundo laboral.

El negocio para la economía estadounidense sería redondo; también para el medio ambiente, los propios teletrabajadores y su entorno más íntimo.

Cuando ser emprendedor ya no tiene barreras de entrada

El consejo de Rosabeth Kanter debe tomarse con la máxima seriedad en un momento de crisis como el actual, sobre todo cuando no existen prácticamente barreras económicas para convertirse en emprendedor, se viva donde se viva.

The Economist explicaba en marzo de 2009 que ser emprendedor es una idea a la que le ha llegado el momento, socialmente cada vez más reconocida.

El teletrabajo y la conciliación laboral son, más que limitaciones, armas que pueden aliarse con quien emprende una nueva aventura profesional con el vértigo que supone trabajar en casa o no tener oficina fija, a la que hay que “ir a trabajar”.

Kanter: “ya existe la tecnología para hacer que el trabajo remoto sea factible y efectivo”.

“Las barreras son las comunes del ser humano. Sin una cultura de sólido sentido del deber, colaboración, confianza y responsabilidad personal, el trabajo remoto no funciona.

Esta cultura no existe en demasiadas organizaciones. Los mánagers no saben siempre cómo coordinarse y comunicarse con las personas que no ven cara a cara; ellos deben aprender a valorar el producto fruto del trabajo y no el tiempo cara a cara”.

Para reinventar el lugar de trabajo y adaptarlo a las nuevas necesidades sociales, las organizaciones deben aumentar su flexibilidad y valorar más los resultados que la dedicación a una labor durante un número determinado de horas.

Parece que la conciliación laborar estará más cerca cuando las grandes empresas afronten el teletrabajo como los emprendedores.

Personalmente, intento trabajar duro en *faircompanies y al mismo tiempo no perderme los mejores momentos de ver crecer a Inés. Kirsten también trabaja en la web, de modo que los tres estamos en este experimento.

No queremos mirar atrás en el futuro mientras estamos junto a un río o paseamos durante otro 23 de abril por las Ramblas y, observando el fluir del agua o de la gente, nos arrepintamos de no haber dedicado más tiempo a nuestros sueños.

¿Blogueando?

El Wall Street Journal cree que la actual recesión supone una oportunidad para un tipo de trabajo en alza, que apenas existía hace una década: escribir para Internet y convertirse en bloguero.

Según el diario económico, en Estados Unidos hay en la actualidad casi tantas personas viviendo de su oficio de blogueros como abogados, citando estudios que hablan de 20 millones de personas con bitácora, 1,7 millones de los cuales tienen algún tipo de retribución y 452.000 usando esta actividad como su fuente de ingresos principal.

Hay quien critica el artículo de E. Kinney Zalesne cuando asegura que basta conseguir 100.000 visitas únicas al mes para lograr retribuciones basadas en publicidad que ascienden a los 75.000 dólares anuales.

Los blogueros profesionales, prosigue el artículo, obtienen sueldos comprendidos entre los 45.000 y los 90.000 dólares anuales, mientras una élite comprendida por el 1% de estos profesionales que obtiene 200.000 dólares al año.

Los blogueros profesionales aseguran trabajar una media comprendida entre 50 y 60 horas a la semana: el teletrabajo no parece ir unido en muchos de estos casos a la conciliación laboral.

Sea como fuere, el teletrabajo ideal no es imposible para varios estudiosos de la materia.

En busca de nuevos modelos sociales

La organización ecologista WWF, por ejemplo, cree que trabajar desde casa es la solución que el mundo necesita para conseguir una sociedad más saludable y, a la vez, reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.

Mientras los expertos se ponen de acuerdo acerca de qué es mejor para nosotros y el medio ambiente, Kirsten y yo proseguimos con nuestro humilde experimento doméstico: hace dos años nos propusimos dedicar nuestro esfuerzo profesional en trabajar en un proyecto que no sólo nos gustara, sino que contribuyera humildemente a realizar un cambio hacia una sociedad con nuevos valores, muchos de ellos basados en la sostenibilidad.

Tim O’Reilly exhortaba recientemente a los emprendedores a “trabajar en cosas que importen“, una exhortación con la que estamos totalmente de acuerdo. A la vez, no sólo queremos trabajar en cosas que importen, sino dedicar tiempo a nosotros y a nuestra familia.

Ocurre que, en muchas ocasiones, dedicar tiempo a nosotros y a nuestra familia acaba repercutiendo en los contenidos de *faircompanies.

Como el tiempo va a prisa y el Sant Jordi de hoy ya es pasado, seguimos trabajando en nuevos contenidos sin perder de vista nuestros ideales.