(hey, type here for great stuff)

access to tools for the beginning of infinity

¿Somos ecosistemas andantes? Elogio de nuestros microbios

Los 100 billones de bacterias viven en el cuerpo de una persona sana mantienen parte de su diversidad ancestral, aunque los nuevos hábitos de vida han reducido el número, calidad y efectos beneficiosos de nuestros acompañantes microscópicos.

Llega el momento de salir en su ayuda con nuevos hábitos que contrarresten los efectos de falsas leyendas, tales como el culto obsesivo por la higiene esterilizante, del todo necesaria en un centro médico o en la manipulación alimentaria, pero contraproductiva en nuestra cotidianeidad.

Ecosistema individual: híbridos entre humano y bacteria

Los humanos estamos conformados por 10 billones de células, pero no somos individuos aislados de la vida que nos rodea.

Un número 10 veces superior de microbios habitan nuestro interior, piel y cuero cabelludo; realizan funciones esenciales para la salud y bienestar, incluso el estado de ánimo, que apenas empezamos a entender.

Nuestra microbiota normal lleva décadas padeciendo un ataque sistemático. Entre otros factores que debilitan a nuestros acompañantes, destacan el menor contacto natural, alimentos menos diversos y menos saludables (patrón de dieta occidental, ausencia de alimentos probióticos y de fermentación natural), así como la obsesión por la limpieza que esteriliza. Sin olvidar el uso de antibióticos.

Es la otra cara del aumento de la prosperidad relativa de cientos de millones de personas durante las últimas décadas. Y ello preocupa a la comunidad científica.

Conocer a nuestros acompañantes: el Proyecto de la Microbiota Humana

En junio de 2012, un consorcio internacional de 200 científicos pertenecientes a 80 instituciones publicó en Nature y PLoS One los resultados de 5 años de investigación, compilados en 16 artículos: el Human Microbiome Project, un mapa genético de nuestra microbiota.

El Proyecto de la Microbiota Humana, con un coste de 170 millones de dólares y una complejidad similar al proyecto sobre el genoma humano de Craig Venter, es la primera secuenciación del ADN de la microbiota completa que reside en el cuerpo humano.

Cuando gozamos de buena salud, nuestra microbiota está compuesta por colonias de bacterias y hongos que habitan en distintas zonas, en ocasiones acrecentando alguna dolencia, pero casi siempre aliándose con el organismo o, al menos demostrando su inocuidad.

100 billones de organismos no humanos de 10.000 tipos nos enriquecen

Los resultados de la secuenciación del ADN de nuestros acompañantes microbianos –más de 10.000 tipos, expone el estudio-, sorprenden por nuestro desconocimiento:

  • Sólo la boca alberga varios centenares de especies de bacteria. Cada diente cuenta con su propio ecosistema.
  • Reunida, la microbiota de un adulto supera los 2 kilos de peso y tendría el tamaño de un hígado y, en varios aspectos, se comporta como un órgano adicional.
  • Cada persona cuenta con una microbiota única, desarrollada desde que perdemos la esterilidad de la placenta al recorrer el útero materno. Hemos reforzado -o debilitado- nuestra microbiota con nuestro contacto con el campo, la tierra, los animales domésticos, los viajes, las relaciones, los alimentos y antibióticos ingeridos, etc.
  • La mayoría de nosotros tendrá el mismo conjunto básico de bacterias durante toda la vida.
  • Aunque cada parte del cuerpo está relacionada con grupos microbianos particulares, no había especies presentes de manera universal en todos los voluntarios del estudio, lo que corrobora la tesis de que cada individuo es un único y complejo ecosistema.

De peligrosos patógenos a reguladores de nuestra salud

Durante más de 100 años, la medicina moderna ha considerado las bacterias residentes en el organismo como peligrosos patógenos, responsables de infecciones en piel, axilas, genitales, etc.

En la última década, este estereotipo empieza a cambiar, y la mayoría de estas especies son ahora consideradas, en cantidades normales, como compañeros beneficiosos de por vida para el individuo: en síntesis, si algunas bacterias causan o agravan nuestra gingivitis, otras las mantendrían sanas.

Para lograr el genoma de la microbiota humana, el consorcio de investigadores han secuenciado las comunidades microbianas de 242 adultos saludables, centrándose en lugares donde se conocen los efectos beneficiosos de su presencia: piel, boca, nariz, estómago y vagina.

23.000 genes humanos, 8 millones de genes no humanos

Si para secuenciar el genoma humano, el equipo de Craig Venter tuvo que estudiar la interacción de 23.000 genes, esta cantidad empequeñece al considerar el número de genes no humanos ahora secuenciados que cualquier individuo lleva consigo. Son bacterias, hongos, virus y otros patógenos, sean beneficiosos, inocuos o perjudiciales para nuestra salud: 8 millones de genes en total.

El siguiente paso es estudiar la microbiota en niños sanos e y personas con dolencias concretas. Una vez logradas las nuevas secuenciaciones, se podrá detectar la incidencia de distintas especies de microbios en función del género, la edad o el tipo de enfermedad padecida.

El Human Microbiome Project establece por primera vez criterios sobre una microbiota saludable.

El empobrecimiento silencioso de la microbiota occidental

Con la comparación de los microbios en los adultos del estudio, se podrá dirimir cómo antibióticos concretos afectan a estos microorganismos y cuánto tiempo tardan en recuperarse, si lo hacen del todo.

Contrarrestar el empobrecimiento generalizado de nuestra microbiota (microorganismos en nuestro organismo) es tan sencillo como enriquecedor, dicen los científicos: consiste en comer mejor, más orgánico y variado, sin olvidar los productos fermentados tradicionales; así como convivir más con la naturaleza, a la que hemos dado la espalda, sobre todo en los primeros años de nuestra vida.

La prosperidad aportada por las revoluciones agraria, científica e industrial lograron que la esperanza de vida, la prosperidad y el número de habitantes se multiplicaran en el mundo en las últimas décadas.

Un mundo más urbano, aséptico, sin variedad agroalimentaria

Pero la prosperidad de masas tuvo perdedores: el movimiento agrario y alimentario orgánicos, así como las relaciones que promovía entre ser humano y entorno.

En un mundo más urbano, aséptico y culturalmente afín a la higiene y la esterilización de nuestro entorno, llevamos décadas luchando contra los patógenos, incluidos los que habitan en nuestro cuerpo, sin distinguir entre microbios beneficiosos y perjudiciales.

Ahora sabemos que dolencias tan dispares como las alergias, la obesidad y el sobrepeso o incluso la depresión están relacionadas con nuestros aliados ancestrales e invisibles.

A menos microbios que regulan nuestro organismo, peor salud

¿Qué ocurre cuando buena parte de los microorganismos que residen en intestinos, tracto respiratorio, aparato genital, piel, cuero cabelludo y axilas desaparecen?

Los científicos recaban evidencias sobre las fatales consecuencias de la extinción de microbios que nos ayudan a procesar alimentos, prevenir inflamaciones e infecciones, combatir ataques de otras bacterias o matenernos saludables.

Mientras esto ocurre, se trabaja en paralelo con indicaciones sobre higiene personal y estilo de vida -desde la alimentación al contacto con la tierra, los bosques y parques, etc.-, para restaurar la riqueza bacteriana esencial para nuestra salud, desde el estómago a la vagina y la piel.

El primer paso, aceptar la valía de la microbiota

El primer paso para recuperar la plenitud de nuestra microbiota normal consiste en aceptar la valía de la mayoría de los microbios que habitan en nosotros.

No todos los microbios son perjudiciales o inocuos, sino al contrario: la mayoría de la microbiota normal humana ha evolucionado con su huésped para beneficiarlo y, a cambio, sobrevivir.

Luego llegan los consejos para asegurarnos de que los microorganismos con que convivimos son suficientemente variados y pueblan las zonas adecuadas en cantidades adecuadas.

Jabones y alimentos orgánicos

Es posible alentar este equilibrio consumiendo alimentos variados, a poder ser orgánicos, fermentados y probióticos, así como usar productos de limpieza doméstica e higiene personal sin componentes cuyo objetivo sea esterilizar nuestro entorno u organismo.

Pero, tan o más importante como qué comemos, con qué y cómo nos aseamos y limpiamos nuestra casa, es nuestra interacción con el entorno que ha convivido con nosotros hasta mediados del siglo XX: animales polvo, tierra y humus del campo y los bosques.

Enguarrarse, sobre todo en los primeros años de nuestra vida, es saludable y privarnos del contacto con humus y bosques nos condicionará de por vida, aseguran los estudios.

En un mundo en que hábitos, alimentos y productos con los que convivimos han aumentado su toxicidad, el mejor modo de combatir los entornos esterilizados consiste, exponen algunos estudios, en retomar la convivencia con el campo, los bosques y su humus.

Cuando conocimos que hay microbios que modulan nuestro humor

El menor contacto con sustancias naturales que nos han acompañado durante nuestra evolución, y la mayor exposición a productos químicos han reducido la diversidad y número de los microorganismos que mejoran nuestra vida y, sugieren algunos científicos, incrementan nuestra felicidad.

Deshacernos de todos los microbios del entorno cotidiano y corporal no es saludable, pese a que esta afirmación contradiga lo que la publicidad y la sabiduría popular han afirmado durante generaciones.

La esterilización, tan esencial en hospitales o centros tecnológicos, no sólo nos beneficia cuando la aplicamos en hogares, equipamientos e incluso nuestro cuerpo, sino que pone en riesgo nuestra salud.

A más gérmenes en la infancia, más sólido el sistema inmunitario

Según un estudio publicado en Nature Medicine, cuanto mayor es la cantidad de gérmenes a la que nos exponemos en la infancia, más sólido será nuestro sistema inmunitario.

La hipótesis de la higiene, planteada ya en los años 80 y refrendada con posterioridad, confirma que es tan perjudicial ser demasiado celoso con la higiene personal y la limpieza del hogar como pender del otro extremo, cuando un entorno se convierte en insalubre.

Pero la hipótesis de la higiene, según la cual los niños que mantienen el contacto con gérmenes desde que nacen muestran mayor inmunidad ante las alergias, es sólo la punta del iceberg. Las bacterias de epidermis, aparato gastrointestinal y aparato reproductivo son esenciales para una vida saludable.

De seres humanos “a secas” a ecosistema andante

En los grandes ecosistemas, los modelos científicos actuales pueden predecir cuáles son las consecuencias de la pérdida de una o varias especies, así como la adaptación del entorno a la nueva situación.

Estos datos son a menudo usados para prevenir nuevas extinciones, ayudar a las especies amenazadas o reintroducir las que ya han desaparecido. Cuesta más aplicar este técnica cuando las especies que desaparecen son los microbios que habitan nuestro organismo, centenares de tipos de bacteria y hongo, la mayoría beneficiosos.

Existe, no obstante, una certeza: su debilidad o ausencia afecta a la salud de todo el ecosistema (en este caso, nuestro organismo).

La nueva frontera de la medicina

Betsy Foxman, profesora de epidemiología de la Universidad de Michigan, ha declarado a Scientific American que la mayoría de estos cambios microscópicos, con especies de microbios debilitadas o desaparecidas de nuestro organismo, apenas han empezado a investigarse.

“Esta es -dice Foxman- la nueva frontera y tiene una gran significancia en la salud humana, la salud pública y la medicina”.

Alimentos menos variados y producidos con fertilizantes químicos y plaguicidas derivados del petróleo, antibióticos para erradicar las dolencias más comunes y el mayor celo puesto en la higiene, están causando una extinción silenciosa cuyas consecuencias tienen un potencial catastrófico.

Un mapa de nuestra salud y reacciones al entorno

Los 100 billones de bacterias que llaman hogar a nuestro cuerpo todavía albergan sorpresas. Se han explorado las profundidades abisales del océano y un nuevo robot ha aterrizado en Marte con éxito hace unos días, pero hasta hace poco desconocíamos decenas de especies de microbios que habitan en nosotros, no ya su función en nuestro organismo.

Gina Kolata explica en The New York Times la evolución de los estudios sobre la microbiota humana.

Ha costado, pero los estudios han logrado que se aprecie la importancia de estos 100 millones de acompañantes microscópicos divididos en centenares de especies, muchas de ellas, se sabe ahora, beneficiosas.

Bichos microscópicos para combatir dolencias habituales

Los microorganismos que nos acompañan aportarán pistas concluyentes sobre por qué los individuos reaccionan a los medicamentos de manera distinta, o por qué son más susceptibles a ciertas enfermedades infecciosas, mientras otros se muestran inmunes.

Se cree que estos estudios contribuirán a combatir enfermedades crónicas como el síndrome del intestino irritable, el asma, la obesidad, varios tipos de cáncer, o incluso autismo y algunas dolencias psiquiátricas.

El Proyecto de la Microbiota Humana constata que la medicina deberá dejar de tratar al ser humano como un organismo aislado y tan esterilizado como en el vientre materno, sino que, en palabras del microbiólogo de la Universidad de Stanford David Relman, debemos acostumbrarnos a ver cada individuo como el coral, “un ensamblaje de distintas formas de vida conviviendo”.

Sirviendo de envoltorio

De personas a ecosistemas andantes. Gina Kolatta cita también al doctor Barnett Kramer, experto en cáncer, para el cual los humanos están conformados esencialmente por microbios. Desde el punto de vista de nuestra microbiota, “nosotros apenas servimos de envoltorio”.

Rowan Hooper escribía en Wired que somos un híbrido entre humanos y bacterias, algo así como un superorganismo andante, compuesto por complejos conglomerados de células humanas, bacterias, hongos y virus.

Jeremy Nicholson, profesor de química biológica del Imperial College de Londres y director de un estudio publicado en Nature Biotechnology en octubre de 2011, avanzaba entonces que la ciencia había reconocido hacía tiempo la influencia de factores como la genética o el entorno para entender la evolución de enfermedades en distintads personas.

La auténtica novedad es el reconocimiento de que el ser humano se comporta con un superorganismo. Este cambio de perspectiva, decía Nicholson en 2011, tendrá un gran impacto en cómo comprendemos la evolución de las enfermedades.

Diferencias entre microbiotas e incluso entre bacterias idénticas

El Proyecto de la Microbiota Humana constata que, incluso cuando distintos individuos cuentan con colonias similares de microbios en las zonas con mayor actividad, la composición genética de cada especie variaba ligeramente entre personas.

Curtis Huttenhower, profesor de la Harvard School of Public Health y uno de los directores del proyecto, explica que, “incluso cuando portamos los ‘mismos’ microbios, éstos parecen tener pequeñas diferencias en sus genomas, como ocurre con la gente”.

Sea como fuere, la ciencia se prepara para confirmar en los próximos años qué factores externos relacionados con el mantenimiento de nuestra microbiota deberemos equilibrar para sacar el máximo partido de una simbiosis con microorganismos que nos ha acompañado desde nuestros inicios como especie.

Una nueva concienciación: proteger nuestra microbiota

La dieta, los productos de higiene personal y limpieza del hogar, así como nuestra interacción desde los primeros años con el campo, los animales, el humus del bosque, árboles y plantas, etc., repercuten sobre nuestra salud y bienestar de maneras inverosímiles.

Por ejemplo, ahora entendemos que las bacterias en nuestro estómago no sólo nos ayudan a procesar los alimentos y a controlar patógenos malignos, sino que el funcionamiento del cerebro adulto depende también del equilibrio de la microbiota estomacal.

En resumen, las bacterias del estómago regulan nuestros niveles de serotonina y, por tanto, bienestar cerebral. Nuevos estudios corroboran la tesis

Bacterias contra alergias, inflamaciones e infecciones

Si las bacterias intestinales regulan nuestro estado de ánimo y predisposición a sacar partido de nuestro tiempo, el contacto con la tierra y el campo enriquece la microbiota de nuestra piel, que a su vez refuerza nuestro sistema inmunitario.

Ahora sabemos que la mejor manera de contar con las bacterias adecuadas en la piel, como bacteroides fragilis, es dejar a los niños jugar a su aire con la tierra y en el campo. Esta y otras especies de bacteria ayudarán al niño a prevenir inflamaciones e infecciones en la piel durante el resto de su vida.

Baños forestales

También sabemos que visitar parajes naturales, incluso parques urbanos cuando no haya otra alternativa, sobre todo en las primeras etapas del desarrollo, ayuda a prevenir las alergias a lo largo de la vida. ¿El motivo? En tanto que ecosistemas andantes, enriquecemos nuestra microbiota.

Estos y otros motivos nos aconsejan usar jabones y productos de limpieza lo menos invasivos posible, a poder ser ecológicos, así como evitar, sobre todo entre los más desprotegidos, los niños, los entornos esterilizados en exceso.

Y no olvidar enguarrarse de vez en cuando, así como realizar tantos “baños forestales” como podamos, ahora que los estudios científicos corroboran la intuición de los filósofos clásicos.