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Superando límites de espacio y dinero: 10 casas estrechas

Vivir y/o trabajar en espacios mínimos no está reñido con la autorrealización. Al contrario: la escasez, sea de dinero o espacio, pueden desatar la creatividad y la precisión.

Podemos sentirnos bien incluso en espacios tan estrechos que impiden a un adulto desplegar sus dos brazos, dicen los moradores de algunas de las viviendas más estrechas erigidas en los últimos años.

Desvinculando el autorrealizarse de acaparar bienes

El tamaño del hogar, o la cantidad de posesiones, se reducen para quienes optan por una vida más sencilla, y no sólo por necesidad: por primera vez desde el final de la II Guerra Mundial, la felicidad y autorrealización se desvinculan del tamaño y cantidad de nuestras posesiones.

Según los promotores de la “nueva vida sencilla”, se puede alcanzar la plenitud poseyendo lo esencial y usando lo esporádico bajo demanda.

El lujo de la sencillez: renunciando a estilos de vida expansivos

¿Claustrofobia y sinsentido? Recuperando filosofías de vida clásicas y adaptándolas a la sociedad contemporánea, los moradores de estos espacios reivindican su derecho a conocerse a sí mismos y a autorrealizarse, incluso en un contexto de estrecheces -en el caso de este artículo, obvias- cotidianas.

Urbanitas y profesionales creativos, a menudo con poder adquisitivo para llevar una existencia material más pomposa y expansiva, renuncian a acaparar bienes y comprar por impulso, optando por menos y mejores posesiones -intemporales, personalizables, reparables-; o por alquilar y compartir productos y servicios de uso esporádico.

Filosofías de vida y bienestar no material: lo pequeño puede ser hermoso

Es el acceso bajo demanda a los bienes y servicios con un propósito relacionado con una filosofía de vida, y no con una carrera personal por poseer algo mejor, más grande y flamante que el vecino.

Fenómenos psicológicos como la adaptación hedónica y el consumo conspicuo han sido analizados por la psicología moderna, y han condicionado el diseño de ciudades, viviendas, negocios, etc.

Lo pequeño también puede ser hermoso, escribía E.F. Schumacher tras la crisis del petróleo de 1973. El descenso de los precios del carburante y la mejora económica dejaron el ensayo de Schumacher en una mera declaración de principios para una minoría urbana preocupada por la relación entre el individuo y el medio ambiente.

40 años después, lo pequeño es ahora más hermoso incluso que tras la crisis del 73: a los retos energéticos actuales, se suman las crisis financiera, de la deuda y de credibilidad institucional en varios países desarrollados.

Buen diseño y mal diseño (el tamaño importa menos)

Como consecuencia, una nueva generación tiene que buscarse la vida con nuevos paradigmas y una herencia difícil de revertir. Lo pequeño ya no es peyorativo: vivir en un espacio más reducido, pero mejor diseñado, afrontando la cotidianeidad con una filosofía de vida sólida y coherente, son para muchos parte de un camino personal hacia la autorrealización.

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La necesidad, pero también la opción personal de quienes no han padecido con tanta virulencia las consecuencias de la crisis y, sin embargo, quieren vivir mejor con menos, han contribuido a popularizar la “nueva vida sencilla”: una experiencia vital más auténtica, respetuosa con el entorno (la sociedad, el medio ambiente), más relacionada con el bienestar interior y menos con exhibir riqueza material.

Vivir con menos, incluso cuando se puede -si se quiere- vivir con más

Hace unos meses, durante su último viaje a Nueva York, su anterior ciudad de residencia, Kirsten Dirksen visitó al fundador de TreeHugger.com, Graham Hill, en su apartamento de 40 metros cuadrados en el SoHo de Manhattan (vídeo).

Ya habíamos estado en el piso sin reformar (vídeo), cuando este canadiense afincado en Nueva York, sin estrecheces económicas, se propuso el reto de vivir en un lugar más pequeño, mejor diseñado, rodeado de los productos esenciales.

Graham Hill escribe sobre su experiencia, y la nueva existencia surgida de sus decisiones, en un artículo para The New York Times. El título, “Vivir con menos. Mucho menos”, es tan contundente como sus primeras líneas:

“Vivo en un estudio de 420 pies (40 metros cuadrados). Duermo en una cama que se pliega contra la pared. Tengo 6 camisetas. Tengo 10 platos hondos que uso por ensaladas y platos principales. Cuando hay gente para cenar, despliego mi mesa de comedor extensible. No poseo un sólo CD o DVD y conservo el 10% de los libros que algún día tuve”.

Ecos de Musonio Rufo

Las palabras de Hill resuenan, con pálpito contemporáneo y en versión urbanita, a los propósitos que llevaron a Henry David Thoreau a vivir cerca de 2 años en una cabaña construída por el mismo junto al lago Walden; o a Christopher McCandless (protagonista del ensayo de John Krakauer Into the Wild, llevado al cine por Sean Penn).

Dos milenios antes que McCandless o incluso que Thoreau, el estoico romano Musonio Rufo recomendaba a sus conciudadanos a vivir con frecuencia en la escasez y padecer incomodidades, para así aprender a apreciar lo que uno tiene, por humilde que sea.

Así, según la percepción de cada uno, un mendrugo de pan y un poco de aceite de oliva pueden ser el manjar más exquisito o un desecho indigno. 

Crecer partiendo de la escasez

Desprenderse de los bienes materiales superfluos y reducir el tamaño de nuestro hogar a lo necesario según nuestras circunstancias -individuo soltero, pareja, familia; teletrabajo o trabajo en la oficina, etc.- se ha convertido en el apoyo visible a los cambios de valores y filosofías de vida que tienen lugar entre una -sonora- minoría.

La nueva vida sencilla propugnada por Graham Hill y tantos otros vídeos que Kirsten Dirksen ha grabado y editado en los últimos años para *faircompanies, surge a menudo de la elección personal, como es el caso.

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A menudo, se trata también de un paso motivado por las circunstancias que, en lugar de conducir a la espiral negativa y de empeoramiento tan destacada por el discurso tradicional (el mismo que confunde precarización con vida sencilla y frugal como opción voluntaria), da paso a un cambio más profundo: contar con una filosofía de vida consciente y predefinida; marcarse objetivos: priorizar el largo plazo por encima del premio inmediato del corto plazo; etc.

Sobre abrigos y refugios diminutos

Hasta ahora, en *faircompanies hemos recogido el testimonio de individuos, parejas, familias y empresas que habían optado por reducir su espacio para vivir, trabajar o practicar algún tipo de introspección:

Ahora llega el turno a las viviendas estrechas, que deben superar una limitación considerada intolerable por las convenciones, la limitación de la anchura de un edificio, de pared exterior a pared exterior.

En entornos urbanos con ausencia de nuevos terrenos urbanizables, cualquier solar adquiere un valor relativo muy superior al de cualquier otro lugar. Ocurre en Hong Kong, Singapur, Tokio, Nueva York, Londres o cualquier urbe que destaque por su densidad y el precio prohibitivo del suelo.

Japón: el fenómeno de los solares divisibles

Japón cuenta con una corriente arquitectónica especializada en sacar el máximo partido a códigos de edificación y espacios de terreno que serían descartados en otros lugares, por su estrechez e impracticabilidad, y convertir solares estrechos y alargados en la base de edificios con formas improbables.

En Tokio, muchas familias deciden dividir solares ya de por sí compactos para vender una parte y, así, costear la renovación de su propia vivienda, o comprar otro terreno. Este fenómeno ha creado un complejo mapa de microsolares en las zonas residenciales más valoradas de la ciudad. Algunas de las viviendas compactas más celebres de los últimos años son la respuesta creativa a este fenómeno.

Muchas de estas viviendas y edificios de oficinas estrechos son una declaración de principios sobre las posibilidades de hasta los espacios más inverosímiles. Como si el morador se hubiera aliado con el arquitecto y el constructor para dignificar un espacio que no estaba llamado a ser aprovechado.

Nuestro interés por lo anómalo

Como ocurre con todos los edificios que se apartan de lo dictado por el mercado y los distintos códigos de edificación, los edificios estrechos sortean la legalidad según las circunstancias de cada proyecto: en ocasiones, son considerados legales; otras veces, carecen de las “características” de lo que, según la ley, debería ser una vivienda.

Como el llamado movimiento de las casas pequeñas, las casas estrechas se han erigido en una especie de emblema libertario, cubierto por medios y bitácoras de todo el mundo.

Más de 135 años separan la construcción de Skinny House, una casa de madera de 10,4 pies (3,1 metros) de anchura con tres plantas, buhardilla, tejado a dos aguas y la distinción de ser considerada la casa más estrecha de Boston, de la casa Keret en Varsovia, Polonia, considerada la casa más estrcha del mundo, al encontrarse embutida en un claustrofóbico espacio de 120 centímetros.

Ambos edificios son el símbolo de la improbabilidad convertida en proyecto viable.

La simbólica estrechez de dos edificios

El primero, erigido al acabar la Guerra Civil estadounidense, era considerado como poco menos que habitable para la Norteamérica del siglo XIX, en la que apenas los centros urbanos de Boston, Nueva York y un puñado de ciudades de Nueva Inglaterra padecían escasez de espacio constructivo.

El segundo cuenta con un exterior futurista que da la sensación de haberse adaptado, con los atributos volubles de una materia desconocida, al diminuto espacio entre los dos edificios colindantes.

Se trata de una fachada de policarbonato blanco y semitransparente, que infiere al espacio “aplastado” un aspecto minimalista y contemporáneo, a juego con cualquier dispositivo electrónico de bolsillo de última generación.

Un edificio como símbolo reivindicativo

Su arquitecto, Jakub Szczesny, no sólo quería lograr un espacio habitable, con dormitorio, cocina, y sala de estar, sino destapar los problemas y errores urbanísticos de la Varsovia del pasado y presente.

Szczesny cree que la casa Keret es el mejor modo de llamar la atención sobre la necesidad de vivienda en la capital polaca, sugiriendo el potencial de espacios sin usar.

Asimismo, la ciudad conecta con los hechos más traumáticos del pasado de la ciudad, al hallarse en la zona donde se erigía el ghetto judío de Varsovia. Su primer residente es el escritor israelí Etgar Keret; de ahí el nombre del edificio comprimido.

10 casas estrechas, individuales y familiares

Con el permiso de la Skinny House del Boston de después de la Guerra Civil de Estados Unidos y la casa Keret en la Varsovia contemporánea, si una cultura constructiva ha logrado maximizar el uso y posibilidades de solares reducidos y, sobre el papel, demasiado estrechos para albergar un edificio, se trata de la japonesa.

Destacamos a continuación 10 casas estrechas contemporáneas, la mayoría erigidas en Japón, donde la ausencia de espacio edificable ha flexibilizado los códigos de edificación.

1. Keret House por Jakub Szczesny (Varsovia, Polonia)

Contando con financiación del consistorio de Varsovia y la Fundación de Arte Moderno de Polonia, el arquitecto polaco Jakub Szczesny finalizó en 2012 lo que hasta el momento era un proyecto inverosímil: construir la vivienda más estrecha del mundo.

Embutida entre dos edificios impersonales de la zona de Varsovia que albergó el getho judío, la casa Keret es vista más como una expresión artística que como una vivienda permanente, pero demuestra, no obstante, que cualquier individuo puede encontrar el confort viviendo incluso en el espacio más estrecho.

Y a la inversa: no importa lo ancha que sea una estancia, si su morador se siente mentalmente “atrapado”.

La casa Keret cuenta con poco más de 1 metro de anchura en toda su estructura, por lo que Szczesny tuvo que ingeniárselas para incorporar los distintos servicios y compartimentos, así como el acceso a ellos.

Vista desde el plano lateral, la casa Keret evoca al diseño preciso y futurista del interior de una cápsula espacial: un plano en forma de triángulo rectángulo con escaleras de acceso a la primera planta (comedor cocina y aseo) y segunda altura (dormitorio y escritorio de trabajo).

Dada su imposible estrechez, la única luz que incide sobre el edificio penetra a través de su fachada de policarbonato blanco translúcido, que difumina la estructura hasta hacerla imperceptible para el transeúnte despistado.

El escritor israelí Etgar Keret da nombre a la vivienda y es su primer inquilino; su familia murió en Polonia en 1944. Tras 6 meses de estancia, Keret cederá el espacio a otro inquilino.

2. Casa en White Sulphur Springs, Montana (Estados Unidos)

La mayoría de las casas estrechas acondicionan su forma a la falta de terreno horizontal, que suplen con una vocación vertical. No es el caso de esta casa futurista con garaje y 3 plantas erigida en White Sulphur Springs, Montana.

Se trata de un edificio de ladrillo, forma semiesférica y aire futurista, cuyas alargadas fachadas laterales están recubiertas con acero y aluminio y albergan pequeñas ventanas. La estrechez de las fachadas protege el interior del sol del verano, si bien los ventanales de cada planta permiten la entrada de abundante indirecta e invernal.

Cada planta cuenta con 600 pies cuadrados (55 metros cuadrados).

3. Sliver House, Londres (Inglaterra, Reino Unido)

Con 3 metros de ancho por 8 de largo, la Sliver House parece desde la calle, con su minimalista fachada acristalada y forma regular, una versión comprimida de la casa del futuro: pequeña, compacta, discreta.

Su contraste con los edificios anejos, contundentes casas victorianas de ladrillo y estuco, la empequeñecen todavía más. 

El interior de esta casa, también con cierto aire futurista, del estudio de arquitectura Boyarsky Murphy es, no obstante, sorprende por espacioso, una vez se ha observado la fachada desde la calle y se ha comprobado la diferencia de tamaño con el resto de casas del vecindario.

4. Skinny House por Doug Sandberg (Chicago, Illinois, Estados Unidos)

En un entorno urbano, la localización u orientación de una propiedad pueden marcar la diferencia para el propietario.

Conocedor de la importancia de la localización en una ciudad como Chicago, el arquitecto Doug Sandberg optó por un arriesgado reto: erigir la casa de sus sueños en una propiedad de sólo 18 pies de anchura (5,4 metros).

Antes de erigir la casa, Sandberg había viajado por todo el mundo, y la vida nómada influyó sobre el número y características de sus posesiones.

Su casa es el resultado de este cambio de actitud: fachada de 12,5 pies (3,80 metros) de anchura, con garaje en la planta baja y dos plantas de vivienda, métodos y materiales de construcción sostenibles y bajo coste.

Cuenta con una escalera central con tragaluz que accede directamente a cada espacio diáfano y evita la necesidad de pasillos o iluminación artificial durante el día.

Entre las elecciones del arquitecto, destacan el uso de madera con certificación FSC, microcemento para el pavimento, aislante de celulosa y bomba de calor geotérmica.

5. Casa en Tamatsu por Ido & Kenji Architectural Studio (Osaka, Japón)

En el Japón más urbano, el suelo urbanizable es un bien tan preciado que un solar en una buena localización, por mínimo que sea, es suficiente para albergar un proyecto arquitectónico coherente.

Pese a la estrechez de su planta -el solar tiene una superficie de 43,21 metros cuadrados-, la casa de Kenji Ido en Osaka alberga a una familia de 4 -una joven pareja y sus dos hijos- en 94,46 metros cuadrados, divididos en planta baja y dos pisos superiores.

La nueva vivienda, con fachada blanca y aspecto minimalista, se organiza en torno a la estancia familiar de la primera planta, un espacio abierto con luz natural en una sola planta que incluye sala de estar, comedor y cocina que carece de barreras arquitectónicas.

El dormitorio de matrimonio se emplaza, con el lavabo principal, en la planta baja, mientras que la segunda planta alberga las estancias de los niños y la azotea incorpora una terraza descubierta.

6. OH House por Atelier Tekuto (Japón)

El arquitecto Yasuhiro Yamashita, de Atelier Tekuto, firma esta vivienda unifamiliar japonesa de tres plantas, emplazada en un solar irregular que mide 1,5 metros en su punto más estrecho, por lo que el edificio se ensancha a medida que se aleja de la sección más estrecha y característica de la fachada.

El nivel de la calle se encuentra por encima de la planta baja y los dueños querían incluir aparcamiento, por lo que el arquitecto optó por una plataforma de malla de acero, que deja pasar la luz y, desde la perspectiva inferior, suspende el coche en el aire y lo convierte en un elemento más de la vivienda.

El interior es diáfano, saca partido de la iluminación natural y maximiza el espacio, al optar por el mobiliario suspendido y minimalista.

La entrada alberga la sala de estar, el nivel de la calle el comedor y la cocina, mientras la primera y segunda planta se divide en dormitorio, despacho, sala de estar y lavabo.

7. Casa 63,02 grados por Schemata Architects (Nakano, Tokio, Japón)

Por su densidad y precio, cualquier espacio de la zona densamente poblada de Nakano, en Tokio, es estudiada por los proyectos arquitectónicos hasta en los detalles más ínfimos, para acertar en la maximización del espacio y sus usos, o el aprovechamiento de la luz a través del tamaño y disposición de la fachada y sus aperturas.

El solar de la casa es muy estrecho en la carretera frontal, pero se abre en la parte posterior. Para convertir un impedimento potencial en ventaja, el arquitecto optó por una fachada dispuesta de manera oblicua con respecto al plano de la calle, inclinada 63,02 grados, cifra que da nombre al proyecto.

La fachada inclinada incluye ventanales con la anchura de cada planta, que se abren a los cerezos del vecindario, en lugar de mostrar la vivienda del lado opuesto de la calle.

El interior es áspero y minimalista, siguiendo el concepto de diseño japonés basado en la impermanencia (wabi-sabi) con el uso de microcemento en paredes, suelo, techo.

8. Near House por Mount Fuji Architects Studio (Tokio, Japón)

Near House es uno de los resultados más notorios de un fenómeno común en zonas residenciales de Tokio: la división de antiguos solares, germen de nuevos edificios compactos, en ocasiones erigidos en el espacio de antiguos trasteros y rincones.

Desde un punto de vista aéreo, Near House se encuentra en el único lugar libre de un concurrido vecindario, aprovechando con su planta rectangular hasta el último milímetro de la anchura disponible.

Esta compacta y estrecha casa cuenta con 2 edificios 75 metros cuadrados repartidos en 2 plantas y conectados a través del patio interior, que actúa como jardín privado.

La privacidad y hermetismo inferidos por la fachada frontal, blanca y diáfana -siguiendo los preceptos minimalistas japoneses-, contrasta con las paredes totalmente acristaladas de una de las fachadas laterales, desde la que se observan los árboles del vecindario.

9. HouseK por Hiroyuki Shinozaki Architects (Tokio, Japón)

Dos familias japonesas comparten una casa dúplex en Tokio que saca el máximo partido a la estrechez del terreno: en lugar de crear dos espacios independientes con sus respectivos pasillos, un único corredor iluminado es usado por ambas viviendas, destinando el resto del espacio a utilidades más perentorias.

La vivienda, con fachada blanca y formas regulares, cuenta con escaleras de caracol para maximizar el espacio, vigas vistas y el uso de madera y contrachapado en vigas y recubrimientos.

Si bien estrechas, todas las estancias en las dos plantas y azoteas tienen iluminación exterior.

10. The Shaft (Toronto, Canadá)

¿Qué hacer con una propiedad en una tranquila y zona residencial de Toronto, si su holgada profundidad no se equipara con anchura, de sólo 6 metros (20 pies)?

Los arquitectos Reza Aliabadi y Ali Malekzadeh aceptaron el reto y construyeron una atractiva casa compacta en el espacio que otros habrían destinado al aparcamiento o el cobertizo de la basura.

La fachada revestida de madera sin tratar de The Shaft combina el estilo tradicional de Norteamérica -donde la abundancia de madera promovió la expansión de la arquitectura tradicional noreuropea, dominada por las tablillas o “shingles”-, con el minimalismo y la pureza de formas.

El resultado: un estilo moderno que conserva el espíritu áspero y rústico de la zona, e infiere al compacto edificio un aspecto intemporal. 

Pese a su anchura limitada, 16 pies (4,8 metros), la vivienda cuenta con 130 metros cuadrados, divididos en tres plantas, conectadas mediante un patio interior coronado por una claraboya.