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Teoría de juegos y pandemias: contagios, mitigación, vacuna

Uno de los memes que circula en la red consiste en el fragmento de un vídeo en el que se observa a una familia (pareja joven con niños pequeños) desayunando en la terraza de un restaurante a pie de pista de una estación de esquí, cuando arriba en la montaña se desencadena una avalancha controlada.

La mujer y los niños muestran su miedo e instinto de supervivencia de inmediato, mientras el padre prosigue comentando el alud y resta importancia a su peligrosidad. Su mujer y los niños se levantan de la silla e insisten ante el pater familias, que se levanta una vez la avalancha está a punto de sepultar la terraza… y corre solo para ponerse a salvo, dejando atrás a su mujer e hijos.

Una pandemia. Un tema, como cualquier otro problema a escala global, condenado al ostracismo de reuniones técnicas y grupos de trabajo especializados en hoteles de segunda hasta que es demasiado tarde para beneficiarse de sus recomendaciones.

Riesgos de analizar una crisis sanitaria desde la prepotencia

Es ahora, en plena expansión inicial del Covid-19 —aunque la información fechada hace una semana o dos aparezca con una percepción retrospectiva propia de años—, cuando aparecen los estudios repletos de párrafos concluyentes, proyecciones logarítmicas escabrosas y protocolos tan costosos como efectivos.

Leemos en uno de estos artículos científicos (2007):

«La presencia de una enorme reserva de virus de la familia a SARS-CoV en murciélagos de herradura, unida a la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de relojería».

Siempre todo tan claro cuando ha ocurrido. Siempre aparentemente imposible de ofrecer crédito a los expertos que luchan frente a muros administrativos y burocracias que siempre encuentran la excusa para diluir el nivel de relevancia (y, en este caso, urgencia) para afrontar cuestiones meridianamente claras.

Cada vez más, la buena política consistirá en defender la burocracia competente ante el ataque de dinámicas siempre apremiantes, como el ciclo electoral y las relaciones públicas: gobernar de cara a la galería ofrece más réditos que hacer el trabajo bien hecho… hasta que vivir de las rentas ya no es posible, o hasta que llega un acontecimiento inesperado, como una pandemia o una catástrofe natural a gran escala.

(Des)coordinación internacional

La política responsable se parecerá a la practicada por personajes devaluados y olvidados por su escaso atractivo electoral, como el ex primer ministro británico Gordon Brown, que demuestra su sentido de la responsabilidad con una columna de opinión en la prensa de su país en la que llama a la colaboración política, médica, empresarial y logística a escala internacional como salida más plausible y menos dramática de la crisis sanitaria, económica (y potencialmente social) asociada a la pandemia. Según Brown,

«Quizá no estemos en disposición de repetir la promesa de Roosevelt en el New Deal según la cual no hay nada que temer salvo a uno mismo, pero la confianza en el futuro podrá recuperarse únicamente mediante acciones internacionales audaces que generen confianza en estos momentos».

Pero, con el foco de la pandemia en Europa y una expansión preocupante en Norteamérica, la OMS demanda contener el aliento (en sentido figurado y, a estas alturas, real, dada la difusión universal de las directivas esenciales para protegerse: lavarse las manos, no tocarse la cara, toser en el codo, mantener las distancias, confinarse cuando sea posible y las autoridades no lo demandan), pues el riesgo de brotes descontrolados en el mundo emergente podría acelerar la tragedia.

Aprendemos por los epidemiólogos y las proyecciones logarítmicas a las que la opinión pública se acostumbra en tiempo récord, que nos encontramos en un descomunal ejercicio de coordinación (o descoordinación) mundial, dada la interrelación humana explotada por un virus que ha demostrado su alto grado de contagio, una mortalidad inquietante y demandas médicas que ponen de relieve las carencias de los sistemas sanitarios mundiales.

Más pruebas y más rápidas, más respiradores, más y mejores paliativos

Se requerirían más unidades de cuidados intensivos con equipamiento adecuado para tratar neumonías graves y afecciones respiratorias derivadas, como respiradores, pero estos equipamientos no han sido fabricados, distribuidos y aprovisionados en ningún país para hacer frente a una posible pandemia.

Llegan riesgos y, con ellos, oportunidades: ¿Cómo diseñar y difundir sistemas de pruebas rápidas de Covid-19, así como protocolos que incrementen el número de tests a los niveles deseables por la OMS —y con los efectos demostrables en la gestión de la pandemia en Corea del Sur?

¿Cómo colaborar para diseñar, fabricar y distribuir equipamiento esencial para UCIs en un tiempo récord? ¿Cómo acelerar el diseño, las pruebas y los bizantinos sistemas administrativos que requieren las vacunas de amplia difusión para, si no anular, al menos paliar la expansión y los efectos de Covid-19?

Pruebas rápidas y protocolos sólidos para aplicarlas, seguimientos de la evolución del contagio y sistemas de mitigación que permitan un retorno paulatino a la normalidad, UCIs provistas con un número de respiradores suficientes para los días más aciagos del pico de la pandemia en cada localización…

Réditos inmediatos al aumentar el número de pruebas

Italia ha realizado un experimento a pequeña escala que replica en suelo europeo el modelo surcoreano de realizar pruebas exhaustivas a la población (jóvenes asintomáticos inclusive) y así detectar —y aislar— a vectores asintomáticos que aceleran el contagio virológico.

Las autoridades realizaron pruebas a los 3.300 habitantes de la localidad de Vò, y aislaron a continuación al 3% de casos positivos. Diez días después, el índice de infección se ha colapsado hasta el 0,3%.

¿Cómo replicar a gran escala la estrategia recomendada por la OMS de realizar cuantas más pruebas mejor para trazar vectores y cadena de contagios, si los países afectados no planificaron esta necesidad (o, como en el caso de Estados Unidos, invirtieron en un equipo para la lucha contra pandemias para despedirlo a continuación)?

Las incógnitas ejecutivas, burocráticas y productivas se acumulan sin apenas tiempo para depender de la lenta coordinación de organismos internacionales o el posible efecto de la difusión de métodos paliativos que reduzcan el riesgo en contagiados graves, antes de la llegada de una vacuna (según los cálculos más optimistas en la actualidad, de cara a la próxima temporada vírica durante el invierno que viene en el hemisferio norte).

Y, en plena incertidumbre, mientras el crecimiento de casos positivos se acelera en varios países (de momento, la trayectoria en España preocupa, al ser más pronunciada que en Italia y China en el mismo momento de la epidemia), llegan las primeras informaciones que recuerdan el impacto del esfuerzo burocrático e individual.

Primeras muestras de colaboración en tiempos extraordinarios

A falta de confirmarlo en los próximos días, a fecha del 18 de marzo la curva de infecciones por coronavirus empieza a ceder y a frenar su trayectoria ascendente en Italia, España y Francia, a la espera de nuevos datos que aclaren la situación en Alemania.

El uso intensivo de camas de UCI y respiradores preocupa, y no sólo en los países que se enfrentan a crecimientos más exponenciales de infecciones.

Las informaciones que ofrecen esperanza en un escenario con demasiadas incógnitas como para empezar a especular con la teoría de juegos, carecen de momento de la escala que requerirían para marcar la diferencia, pero existen en cualquier caso: en Seattle, una primera vacuna se ha probado en un paciente afectado y China hace lo propio en Wuhan; tratamientos experimentales con cloroquina estarían dando buenos resultados sobre pacientes en estado grave en Francia; varias empresas adaptan sus factorías para producir geles, mascarillas y otros productos imprescindibles que escasean…

Mientras tanto, la bolsa especula con informaciones como la que ha llevado a las acciones de Fujifilm a dispararse en la bolsa de estadounidense (un 30% a mitad de la sesión del 18 de marzo), después de que haya trascendido una información según la cual el medicamento contra la gripe de una subsidiaria de la compañía japonesa mitigaría los efectos del coronavirus.

Existe, asimismo, la determinación —de momento, algo discordante y distorsionada— de los gobiernos a mitigar las consecuencias económicas del parón repentino del curso normal en los países más afectados.

La diplomacia existente vs. la necesaria

El sistema sanitario de los países en pleno brote de la pandemia empieza a recibir un test de estrés que pesará sobre la opinión pública y sobre cualquier decisión política, pues ninguna sociedad liberal —incluida la británica, que flirtea con la hipótesis de la inmunidad de grupo y el coste en vidas que comportaría, por mucho que se tratara de aislar a la población de edad avanzada— se arriesgará a volver a una actividad normal en plena pandemia.

La ansiedad que genera la penuria paliativa a corto plazo (sistema de pruebas masivo y rápido, respiradores suficientes, tratamientos que reduzcan la mortalidad) es sólo comparable a la ansiedad que produce la incertidumbre de gestionar una pandemia a largo plazo, pues aplanar la curva de contagios no acaba con el riesgo, sino que lo hace más manejable y lo extiende en el tiempo.

El analista de El País Kiko Llaneras extrapola este escenario global (que —según la opinión de columnistas acreditados como la del mencionado Gordon Brown— debería gestionarse a nivel paneuropeo y, en última instancia, a escala mundial) al caso español:

«Números del coronavirus sobre dos incógnitas. A corto: saber cuándo se aplanará la curva en España. A largo: el duro dilema entre mitigar y suprimir».

Mientras los equipos sanitarios de los distintos países tratan de aprovisionarse para garantizar pruebas ubicuas, unidades de cuidados intensivos y respiradores (o equivalentes de dudosa eficacia), las comisiones de emergencia creadas por los distintos gobiernos debaten sobre las medidas expuestas en un informe del Imperial College de Londres.

Una macabra teoría de juegos a gran escala

El informe debate el impacto de la estrategia de intervención no farmacéutica (lidiar con la pandemia sin vacuna global, en definitiva) para reducir el impacto de la pandemia sobre el sistema sanitario y la economía y, de paso, reducir una tasa de mortalidad que se revela insoportablemente elevada.

Jeremy Cliffe, analista del semanario británico New Statesman y anteriormente en The Economist, expresa la difícil estrategia a la que se enfrentan los gobiernos:

«Las sociedades podrían enfrentarse a un trilema sobre Covid-19 en el cual podrían escoger hasta 2 de las 3 opciones siguientes:

a) reducir los fallecimientos;
b) evitar perturbaciones económicas y sociales indefinidas;
c) proteger la privacidad de la población.

«Pero es imposible lograr las 3 opciones. El Este asiático se ha decantado por a + b, pero Occidente apenas empieza a aceptar las contrapartidas [de esta estrategia]».

De nuevo, el eco de las reflexiones de Michel Foucault sobre biopolítica ascienden a la estatura que se merecen.

Las medidas extremas discutidas en el estudio del Imperial College COVID-19 Response Team (16 de marzo de 2020) logran toda su crudeza en el seco sumario.

El episodio de Black Mirror que duraba demasiado

Este equipo de crisis interdisciplinar estudió índices de infección y mortalidad de China, Corea del Sur e Italia en varias simulaciones informáticas: qué ocurriría si, por ejemplo, Estados Unidos decidiera no hacer nada contra la crisis y tratara la pandemia como la gripe y dejara que el contagio siguiera su curso aleatorio.

Los resultados no son tolerables en ninguna sociedad democrática y ni siquiera China se habría arriesgado a ponerlo en práctica: en los modelos informáticos, el 80% de los estadounidenses sería contagiado y el 0,9% de ellos moriría como consecuencia, una mortalidad que ascendería a entre el 4% y el 8% entre los mayores de 70 años. En total, morirían 2,2 millones de estadounidenses.

Una historia gráfica de las mayores pandemias de las que se tiene noticia que han afectado a la humanidad (pulsar sobre la imagen para acceder al tamaño original)

¿Qué ocurre con la penuria de pruebas rápidas y respiradores para equipar las unidades de cuidados intensivos? Los casos severos requerirían, como se ha visto, ingreso en la UCI durante varias semanas y acceso a respiradores; la mortalidad entre los casos severos ascendería al 50%, pero podría reducirse con tratamientos paliativos como los mencionados.

En cualquier caso, la escasez de respiradores preocupa en Europa y Norteamérica, y lo hará pronto en el resto del mundo. En un escenario radical sin aplanar la curva de contagios como el descrito, que dependiera de la inmunidad de grupo y de aplicar cuidados paliativos al mayor número de personas, el número de respiradores necesario sería muchas veces superior al disponible o incluso al que podría lograrse a corto plazo. En Estados Unidos, se requerirían 30 veces más respiradores.

Una importante partida de ajedrez

¿Consecuencia? La mortalidad ascendería —siempre según el inquietante informe del Imperial College— a 4 millones de personas en un período de 3 meses… sólo en Estados Unidos. Entre el 8% y el 15% de los estadounidenses moriría.

En cuanto al modelo con estrategias de mitigación (aplanar la curva de contagios, tal y como se discute reiteradamente en la prensa), consistiría en expandir y alargar las técnicas de cuarentena y distanciamiento social de la actualidad, para que llegaran a toda la población, el modelo sigue ofreciendo tasas de mortalidad intolerables: 1,1 millones de personas morirían, mientras se requerirían menos respiradores (la demanda concurrente se reduciría en dos tercios) pero todavía excedería su disponibilidad en 8 veces.

El modelo de «supresión» (aislar los casos sintomáticos, poner en cuarentena a quienes hayan estado en contacto, distanciamiento social para toda la población, cierre de establecimientos y prohibición de congregaciones, cierre permanente de escuelas y universidades) mitigaría las muertes y se lograría controlar la epidemia sin agotamiento de respiradores para todos los pacientes graves. La economía, eso sí, se colapsaría.

Fotograma de la legendaria partida de ajedrez en «El séptimo sello» (Ingmar Bergman, 1957)

Si hay algo que deja claro, con su aséptica crudeza, el informe del Imperial College, es la descomunal oportunidad de lograr vacunas y curas paliativas en las próximas semanas, y no en los plazos convencionales (18 meses o, en el mejor de los escenarios, de cara a la próxima temporada vírica en el hemisferio norte).

Asistimos a un macabro espectáculo público de la teoría de juegos digna de El séptimo sello.