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Übermensch nietzscheano: frontera borrosa entre uno y muchos

Nouriel Roubini es el último en escribir a fondo sobre los retos y riesgos de la “segunda era de las máquinas“, dominada por robotización y algoritmos que aumentarán todavía más la interconexión entre personas y cosas hasta avanzar hacia lo que los futurólogos llaman “mente colmena“.

El artículo de Roubini es especialmente prolífico en detalles con los riesgos de una sociedad con menor demanda de empleos fáciles de automatizar: parcialmente (un único trabajador para supervisar el empleo equivalente a decenas de operarios hace un tiempo); o totalmente.

Hacia una mente colmena

No existe una “mente colmena” o una conciencia colectiva en términos estrictos, pero Internet y los dispositivos conectados a ella desarrollan la infraestructura donde se producirían en el futuro estos eventos de colectiva inteligencia, y varios expertos imaginan y predicen cuándo:

Ambos eventos avanzan:

  • tanto en la integración de entidades intelectuales colectivas (con los consiguientes riesgos distópicos relacionados con el gregarismo, observados históricamente: totalitarismos, nacionalismos extremos, adoctrinamiento);
  • como potenciando la capacidad física e intelectual individual, en el caso de la inteligencia amplificada usando tecnología o sustancias (como las estudiadas por la ciencia psicodélica, por ejemplo).

Segunda era de las máquinas: ¿sociedad de Übermensch o rebaño gregario?

Así que Internet y la segunda era de las máquinas nos acerca a la vez a horizontes utópicos y abismos distópicos, si estudiamos las consecuencias extremas de, por ejemplo, la aceleración de tecnologías que multiplicaran rápidamente nuestro gregarismo (inteligencia colectiva) o radicalizaran nuestras legítimas posiciones introspectivas e individualistas (amplificación de la inteligencia individual).

El Übermensch, o superhombre nietzscheano, ya aventuraba este dilema en las sociedades avanzadas desde el conocimiento de la filosofía alemana del siglo XIX, origen del idealismo y de los movimientos tectónicos de clase y espíritu que condicionaron el siglo XX (incluyendo las 2 guerras mundiales y la Guerra Fría).

El superhombre nietzscheano surgiría al deshacerse del espíritu gregario que sometería la conciencia individual al grupo, conformando lo que el filósofo alemán llamó “moralidad esclava”:

  • el misticismo de lo sobreterrenal (religiones abrahámicas, Platón);
  • o del paraíso en la tierra que llegará más adelante a través del sacrificio por un ente superior (la nación, el Pueblo). 

De ahí que Friedrich Nietzsche aconsejara sospechar de quienes realizaran estas promesas.

Internet: esperanza con coste marginal cero (¿y riesgo?)

¿Es la tecnología el nuevo estado místico -con redes sociales y bombardeo de información impulsiva favoreciendo impulsos y gregarismo-, o más bien su antídoto -Internet como fuente de conocimiento universal con coste marginal cero con herramientas como Wikipedia, Khan Academy, etc.-? ¿Pueden Internet, la Internet de las cosas, la singularidad tecnológica y las herramientas de realidad aumentada hacernos más inteligentes y efectivos como grupo e individuos, salvaguardando de paso las libertades colectivas e individuales? 

Los propios aciertos y contradicciones del Übermensch y sus sucedáneos filosóficos más consistentes (en literatura: el héroe randiano; en cómic: los superhéroes más consistentes; en teoría filosófica: objetivismo y cibernética; ¿psicodelia?) nos recuerdan los riesgos de el gregarismo extremo (totalitarismos) y el individualismo extremo (el neoludismo del muy articulado Ted Kaczynski, por ejemplo).

Acercando un poco los extremos, ni la singularidad tecnológica o la superinteligencia (humanos con ayuda de algoritmos) solventarán de la noche al día los problemas de la sociedad actual; ni mucho menos el antídoto contra los grandes movimientos tectónicos en el mundo (economía, sociedad, clima) es el retorno a una era anterior a las tecnologías de la información, como por ejemplo expone el neoludismo, o el propio Ted Kaczynski propone en su manifiesto.

Oportunidades de la tecnología (cuando existe un propósito interno)

Según Vernor Vinge y Raymond Kurzweil, autores de ciencia ficción y principales promotores de la teoría de la singularidad tecnológica, si se creara alguna vez una inteligencia superior a la humana -artificial o no-, ésta proporcionaría mayor inventiva y capacidad para solventar los problemas que se escapan a la acumulación tecnológica del momento histórico actual. 

Cada individuo o generación no empiezan desde cero, sino que abrazan o refutan lo anterior para mantenerse, retroceder o subir un peldaño en el campo elegido, tomando la hipótesis de “lo posible adyacente” que el ensayista Steven Johnson toma del biólogo teórico Stuart Kauffman para explicar cómo los avances se producen con mayor probabilidad en caldos de cultivo ricos donde herramientas ya disponibles permiten una invención antes no considerada.

Pero la utopía prometida por la singularidad tecnológica podría convertirse en distopía si, por ejemplo, una máquina más capaz que la tecnología humana actual reescribiera su propio software para hacerse todavía más inteligente, y el nuevo algoritmo haría lo propio con una máquina de todavía mayor capacidad. 

¿Demasiada tecnología o estancamiento?

The Matrix o Her, entre otros filmes, exponen cuáles serían las consecuencias no deseadas de comportamientos artificiales ajenos a la supervisión y ética humanas. Más que individuos autorrealizados en sociedades libres, en los escenarios menos optimistas relacionados con la singularidad asistimos a escenarios con conciencias cautivas (The Matrix) o alienadas y con dosis exponenciales de existencialismo (Her). Nada de superhombres o héroes randianos exudando autoconfianza, sino más bien lo contrario.

Lo “adyacente posible” en la humanidad, entendido como el próximo estadio de desarrollo (Tercera Revolución Industrial, economía P2P con coste marginal cero, automatización, robotización) es un ejercicio de reduccionismo para adelantar escenarios tecnológicos que pueden producirse o no. 

Autores como Peter Thiel o Tyler Cowen no creen que el riesgo del futuro sea un mundo con máquinas y algoritmos convirtiendo el empleo de millones de personas -trabajadores manuales, empleos profesionales de intermediación sobre los que ha sostenido la clase media desde finales de la II Guerra Mundial-, sino más bien lo contrario: el conservadurismo tecnológico y la falta de innovación real. Jugar sobre seguro y vivir de las rentas desde los inicios de la Administración Reagan, en definitiva (Zero to One, Peter Thiel, 2014).

Estudiándonos aquí y ahora: etnopsiquiatría

Pero los próximos escenarios de individuos y colectividad no se entienden sin el contexto antropológico ni generacional que explicaría, por ejemplo, el auge de unos u otros extremismos en momentos de dificultad en función del lugar y el momento histórico. La Gran Recesión, por ejemplo, afecta a individuos y grupos de distintas maneras en función de los valores familiares, de la sociedad, etc.

La psicología antropológica o etnopsiquiatría estudia la interacción entre procesos culturales y mentales. Pese a la importancia de comprender la incidencia de los valores y comportamientos del grupo en el individuo y a la inversa, la psicología antropológica permanece como una oscura disciplina-nicho.

Una de las limitaciones de la psicología antropológica es su carácter interdisciplinar (es compleja y subjetiva en las ya de por sí complejas y subjetivas ciencias sociales): se centra en cómo la transmisión cultural de una generación a otra (endoculturación) en un determinado grupo o subgrupo (historia, lengua, prácticas, etc.), forja procesos cognitivos, emocionales, perceptivos, motivacionales y de salud mental.

Riesgos del gregarismo: el caso de los comportamientos por imitación

Por ejemplo, sabemos la capacidad de sugestión de las opiniones y acciones de personas de prestigio, líderes de opinión, celebridades y personas de confianza o próximas tienen sobre el comportamiento de las personas, con fenómenos como lo que el sociólogo y economista Thorstein Veblen llamó consumo conspicuo (o comprar para mantenerse al nivel de vecinos y familiares).

Fenómenos como el consumo conspicuo exponen la facilidad con que usos y comportamientos de grupo se imponen sobre los valores individuales, ya que quienes deciden no seguir los nuevos usos sociales se arriesgan a la alienación del grupo. 

Atender a deseos e imperativos culturales, en lugar de a necesidades objetivas e intrínsecas a la persona o la familia, no es un fenómeno observado sólo compitiendo por el prestigio social y material; se han observado fenómenos similares en la transmisión de ideas, como por ejemplo la hipótesis de la espiral del silencio (adaptar el comportamiento a actitudes predominantes sobre qué es aceptable y qué no). 

Superhombre de Nietzsche vs. eudaimonía de Aristóteles

El gregarismo no es un fenómeno observado desde Nietzsche, ni siempre ha prevalecido su significado más peyorativo, relacionado con la fácil manipulación del grupo por unos pocos. Aristóteles definió al ser humano como un animal social, que requiere de otras personas para definirse a sí mismo y autorrealizarse.

Como Aristóteles, que renegó del misticismo de su maestro Platón y proclamó que “A es A” (o lo interpretado es lo real, sin modelos o ideas elevadas preexistentes), Nietzsche era consciente de que el antídoto contra la moralidad prestada era desarrollar una ética personal sólida. 

A diferencia de Aristóteles, que coincidía con la tradición griega del cultivo de la razón y los comportamientos moderados (control de los impulsos) para lograr la plenitud (eudaimonía) cultivando la excelencia en cuantas más disciplinas mejor (areté), el superhombre de Nietzsche se deja llevar por las pasiones y, a la vez, es capaz de dominarse. 

El filósofo alemán quería ser consecuente con su hipótesis de que el maestro de Platón, Sócrates, era uno de los responsables de la mentalidad gregaria (“de rebaño”) de la sociedad occidental. La moral de rebaño se consolidaría con el cristianismo (cuyos principales teólogos se inspiraron, según la época, en el idealismo de Platón, la mesura de los estoicos y la ética de Aristóteles).

Gregarismo evolutivo: neuronas especulares y espiral del silencio

La psicología antropológica sugiere que la “mentalidad de rebaño” que Friedrich Nietzsche achaca a Platón y al cristianismo tiene, en realidad, una explicación química (o somática) más propia del campo de la neurología que del campo de las ideas. 

Un estudio fortuito conducido con chimpancés en Italia en 1996 descubrió y describió las neuronas espejo, que ofrece pistas acerca del origen precultural (y posiblemente anterior a la humanidad) de comportamientos gregarios observados por todos.

Las neuronas especulares o neuronas espejo se activan cuando un animal o persona observa cómo otro individuo o grupo de individuos ejecutan una acción, lo que produce una imitación o “reflejo” de la acción observada. Las neuronas espejo, observadas primero en primates, han sido detectadas en humanos y aves, con lo que se especula su presencia en todos los vertebrados superiores.

Las neuronas especulares demostrarían que procesos neuronales que precederían a nuestra especie desempeñan una función cognitiva decisiva, al propulsar el comportamiento por imitación que explicaría algunas actitudes y movimientos de masas carentes de explicación racional, pero con elevada capacidad de contagio por imitación. 

Las tres eras humanas de Wilhelm Wundt

De modo que comportamientos tan complejos y relacionados con la compleja conciencia humana, así como pilar de su ética (alimentada por la empatía y la imitación, posibles gracias al trabajo de neuronas espejo) tienen una explicación mucho más somática (corporal, orgánica, física en definitiva) de lo que filósofos y sociólogos han especulado desde los clásicos grecolatinos.

Desde sus orígenes, la etnopsiquiatría se ha situado en interesante pero errática intersección entre procesos culturales y mentales. Uno de sus primeros valedores, el psicólogo alemán especializado en folclore Wilhelm Wundt, estableció tres etapas de desarrollo de los grupos humanos:

  • etapa totémica, o era en que los grupos de cazadores-recolectores, tribus y señoríos crean símbolos que representan el origen de un grupo o pasado mítico del mundo, como respuesta a cuestiones metafísicas;
  • era de los héroes y los dioses, asociada con las grandes sagas epopéyicas y cultos politeístas primero, y al desarrollo del monoteísmo como alternativa trascendente al panteísmo o politeísmo “paganos”;
  • etapa ilustrada de la humanidad, con sus primeras pinceladas en las culturas clásicas y florecimiento a partir del Renacimiento, en el caso de Occidente, que culmina en la cultura secular descrita por la dialéctica Hegeliana (Marx: religión como método de control), Fredrich Nietzsche (religión como gregarismo y falta de libertad individual para lograr el potencial) y Sigmund Freud (cuyas teorías sobre el subconsciente, la interpretación de los sueños y su papel crucial en la conducta humana tienen paralelismos con el misticismo platónico).

Potencial humano y contexto

La importancia de la etnopsiquiatría se acrecienta a partir del secularismo de la “tercera etapa” de la humanidad en términos de Wilhelm Wundt, quien no creía que los individuos de etapas anteriores fueran menos inteligentes que los ilustrados, sino coherentes con el saber acumulado y el contexto de su grupo y época.

A diferencia de las teorías que derivarían en las corrientes idealistas más radicales (nacionalismo, “espíritu del pueblo” o volkgeist para los idealistas alemanes del XIX, análisis de capacidades y “misiones” del grupo en función de unas supuestas características; en última instancia, las teorías que condujeron al supremacismo y sus consecuencias), Wundt creía que la mente de los individuos de grupos “primitivos” y “civilizados” compartía la misma capacidad de aprendizaje. 

La diferencia: ambos grupos las usaban simplemente de un modo muy distinto. El contexto del aquí y ahora (o “yo y mis consecuencias”) de Dostoyevski, Heidegger y Ortega y Gasset, entre otros (existencialismo del siglo XX).

Cazadores-recolectores: cada adulto acarrea toda la cultura de su pueblo

El científico y ensayista Jared Diamond aprovechó la experiencia de sus viajes a Nueva Guinea como experto en aves para estudiar la inabarcable riqueza etnográfica y antropológica del interior de la isla, dominada por centenares de grupos de cazadores-recolectores y grupos agrarios con tradiciones orales y una especialización que se remonta decenas de miles de años.

Jared Diamond inicia su libro más loado, Armas, gérmenes y acero, explicando la tremenda capacidad de uno de sus amigos de Nueva Guinea, perteneciente a una de las múltiples tribus de la zona, para acumular en su experiencia vital prácticamente la totalidad de la cultura de su grupo, en forma de conocimientos mitológicos, lingüísticos, culturales, botánicos, geográficos, pedagógicos, etc. 

El autor nos confronta con una realidad que se nos pasa por alto desde un entorno de modernidad al que apenas hemos contribuido y que nos ha sido transmitido gracias a los códigos de especialización surgidos desde el neolítico. 

Elogio del conocimiento de campo ancestral: paleo-polimatismo

Por el contrario, las sociedades preagrarias carecen de especialización y métodos para transmitir el conocimiento ajenos al propio aprendizaje de campo, así que cualquier cazador-recolector adulto domina infinidad de técnicas, remedios botánicos y conocimientos de todo tipo para garantizar su supervivencia en el entorno en que se ha especializado.

En comparación, un individuo actual carece de la profundidad del polímata y tiende a la especialización, al partir de un estadio de desarrollo acumulado que no depende de las historias mitológicas explicadas por una persona al grupo al calor del fuego nocturno. 

El último ensayo de Diamond, The World Until Yesterday, explora las creencias y estrategias que las sociedades “primitivas” acarrean consigo (cada individuo es recipiente de toda la cultura existente), y las lecciones que la sociedad actual puede extraer de algunas de sus prácticas y relación con el contexto natural donde se desarrolla su existencia.

Espíritu gregario ideológico e instintivo (freudiano)

El “adyacente posible” teorizado por Stuart Kauffman en biología y aplicado a las ciencias sociales por Steven Johnson en su ensayo Where Good Ideas Come From nos ahorra el tener que aprender toda la cultura de nuestro pueblo para sobrevivir, pero también aumenta nuestra dependencia del grupo, donde se transmite no sólo el conocimiento, sino -diría Nietzsche- el “espíritu gregario”.

En las sociedades desarrolladas de la “etapa ilustrada de la humanidad”, en terminología del pionero etnopsiquatra Wilhelm Wundt, cualquier individuo debe participar en los procesos de “socialización” que le invitan a reconocer los valores y ética predominantes, que en la sociedad secular basculan desde el espíritu gregario del cristianismo a:

  • espíritus gregarios relacionados con ideologías (nacionalismo, marxismo, que sustituyen a Dios por “misión” o “justicia” para un Pueblo) en la primera mitad del siglo XX;
  • un espíritu gregario instintivo, relacionado con las teorías freudianas del subconsciente, que influyen sobre la cultura de los medios, las relaciones públicas y los bienes de consumo, transitando desde una economía de las necesidades (“yo, como individuo racional, necesito esto”) a los impulsos o el deseo (“me gusta este político, este mensaje o este producto -sea un mensaje racional o no, necesite el producto o no-“).

El antídoto contra el pesimismo existencialista: los aristotélicos (Maslow y Rand)

Inspirados en las teorías clásicas sobre el bienestar y la autorrealización a partir del cultivo racional de la existencia como método para lograr el bienestar a largo plazo y acercarse al potencial de uno mismo (socratismo, eudemonismo aristotélico, estoicismo, etc.), así como por la lectura crítica de filósofos como Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger, un grupo de filósofos y psicólogos desarrolló en el siglo XX la psicología individual o humanista.

Su precursor, Alfred Atler, y principal postulador, Abraham Maslow, combinaron las ideas de virtud y esfuerzo introspectivo para lograr el potencial de los griegos con las teorías sobre la emancipación del individuo secular y el Übermensch de Nietzsche, para indagar en las teorías de la autorrealización del individuo, usando como herramientas su propósito vital racional y esfuerzo (autorrealización, “self-actualization”).

La psicología humanista de Abraham Maslow y su teoría acerca de la jerarquía de las necesidades humanas se entiende únicamente con la simbiosis del eudemonismo de Aristóteles (y el estoicismo que se deriva) y la lectura de Friedrich Nietzsche: para Maslow, sólo la racionalidad podía liberar al individuo de las actitudes coercitivas de las masas y sus distintas “misiones” más o menos ideológicas o mesiánicas.

Propósito vital racional (pese a las circunstancias) vs. fatalismo existencialista

El Übermensch que Nietzsche expone en Así habló Zaratustra es, asimismo, la base teórica de la que se deriva un tipo de héroe individualista, racional y atento a que las fuerzas de Aristóteles (“A es A”) se impongan al misticismo de Platón y Freud (religión, idealismo -nacionalismo, marxismo-, incapacidad de controlar los impulsos debido al subconsciente). 

Ayn Rand, autora de las novelas donde se describen los héroes íntegros e irredentos que llevan su nombre -a los que se critica su artificialidad y prepotencia, pero no así su atractivo: Howard Roark o John Galt son irresistibles para quien quiere autorrealizarse siguiendo sus valores y propósito vital-, quiso avanzar en la alquimia (Aristóteles + Nietzsche) que había explorado la psicología individual (y humanista) de Alfred Adler, Abraham Maslow, Carl Rogers, etc.

Su filosofía, que denominó objetivismo, volvió a desagradar a la intelectualidad predominantemente marxista de mediados del siglo XX, tanto por su individualismo sin fisuras como, sobre todo, por su tono prepotente y sin concesiones. 

El trasfondo filosófico discutido por Rand, que contrapone en sus obras a la racionalidad de Aristóteles (para ella, la solución a largo plazo de los problemas de la humanidad) con el misticismo de Platón (que Rand relaciona con las épocas reaccionarias), vuelve a emerger a las puertas de la “segunda era de las máquinas”, la Tercera Revolución Industrial, la “mente colmena”, la “inteligencia aumentada” y la “singularidad tecnológica”.

El truco de los trascendentalistas

Detrás de todos estos palabros subyace la tensión entre el significado de qué significa ser individuo y cómo salvaguardar una sana independencia de criterio, y hasta qué punto la pertenencia al grupo condiciona esta supuesta capacidad de criterio individual.

El liberalismo clásico no ha sido superado, como aseguraron los marxistas, por la voluntad de las masas, sino que resurge precisamente en una época en que se acelera la interconexión de todo con todo y todos con todos. 

Las oportunidades son incalculables, como los riesgos: salvaguardar las libertades individuales y la libertad de criterio es quizá la última trinchera en un mundo donde las antiguas instituciones han sido superadas por la realidad tecnológica y el único filtro efectivo contra fenómenos gregarios transmitidos con mayor rapidez que nunca es la capacidad de discernimiento del propio individuo.

El filósofo trascendentalista Henry David Thoreau, que conjugó de manera coherente idealismo con individualismo racional como el resto de intelectuales estadounidenses de su generación (el truco: un Dios interior y panteísta, similar al Dios estoico o el de Baruch Spinoza), advertía acerca del escaso valor y elevada capacidad de intoxicación de la prensa de su época.

Esta habilidad del trascendentalismo explica su influencia en el cristiano anarquista Lev Tolstói, el orientalista Mohandas Gandhi, el reverendo Martin Luther King Jr., etc.

Cultivar la introspección en la era de Internet

Su antídoto: moderación y espíritu crítico de uno mismo, que puede decir “no” y cultivarse con obras y experiencias más orientadas hacia el bienestar a largo plazo. 

El espíritu de rebaño deja de funcionar cuando aumenta la capacidad de discernimiento de una persona o grupo, lo que relaciona bienestar a largo plazo con educación libre y de calidad pero, sobre todo, con el hambre personal por cultivar un propósito vital (la propia vocación o individualismo moral de los que hablaba Søren Kierkegaard, precursor del existencialismo) y avanzar a diario hacia él, en lugar de conformarse con el indolente y poco esforzado calor de las arengas grupales.

En los próximos años discerniremos con mayor facilidad si los cambios tectónicos en el mundo reducirán la autonomía individual o, por el contrario, reafirmarán a cada ciudadano, con capacidad para educarse, consumir y crear la información, productos y servicios que decida gracias a la interconexión de todo con todo.