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Últimos días en EEUU: Montana y Yellowstone

Aclimatado ya a la rutina y más de una semana después de que la excusa del “jet lag” haya dejado de funcionar, escribo ya desde Barcelona la última entrada de esta última serie sobre faircompanies en al otro lado del Atlántico. 

Habíamos empezado, todavía en junio, en Nueva York, para viajar a continuación a la Costa Oeste, donde pasamos un par de días en Berkeley, descansamos en el condado vinícola de Sonoma (norte de San Francisco) e iniciamos un viaje al sur de California para acudir a la boda de unos amigos: Cloverdale, San Francisco, Pebble Beach-Carmel y, finalmente, Santa Bárbara.

Al Oeste de las Rocosas

Han pasado exactamente 10 días desde la vuelta del equipo de faircompanies de su último periplo por Estados Unidos (para indagar algo sobre la experiencia, puedes visitar las entradas En California: un día con granjeros urbanos, guerrilleros de las aguas grises y más… y Viaje por el Oeste de EEUU antes de asistir a un campus de verano en Bozeman.

Desde Santa Bárbara, con su clima inmejorable y su arquitectura “colonial española” (la interpretación estadounidense de la arquitectura mediterránea, con aureola de parque de atracciones y algún coche salido de LA Confidential aparcado en sus pulcras calles), cruzamos el desierto hasta Las Vegas, Nevada, para seguir hacia el norte: Salt Lake City (Utah) y, finalmente, un alto en el camino de varios días, Sun Valley, Idaho.

Nos habían dejado una casa en Ketchum, a las afueras de la famosa localidad, construida a la manera de los pioneros que poblaron el norte del Medio Oeste y el Noroeste del Pacífico: edificada con sólidos troncos de madera y una chimenea erigida con cantos rodados del pintoresco riachuelo que pasa al lado.

Una especie de segunda residencia para privilegiados construida con el espíritu pionero y puritano estadounidenses.

Como si Thoreau se hubiera dejado de frugalidades y, durante su estancia en Walden Pond, hubiera construido con sus propias manos una casa con todas sus comodidades. Nótese que “una casa con todas sus comodidades” tiene en Estados Unidos una connotación distinta a la europea: mayor tamaño, enorme cocina, mayor parcela de terreno.

Sun Valley, Idaho

Ketchum, pueblo que actúa como centro residencial de Sun Valley, apenas un resort de esquí con un pintoresco y exclusivo grupo de casas, mantiene una de las cabañas originales de la zona, construida en el siglo XIX por un pionero europeo con sus propias manos.

Es como si quienes imaginaron el Sun Valley actual hubieran ido a Saint Moritz y a Cortina d’Ampezzo y hubieran intentado copiar lo mejor de las estaciones de esquí europeas, con algo de “estándar americano”: calles anchas (nada de callejuelas) y generosas zonas de aparcamiento.

Para imaginarse Sun Valley, decir que uno se encuentra rodeado por imponentes montañas, muy adecuadas para practicar deportes de invierno.

Si uno habla con alguno de los pocos pobladores originales de la zona, averiguará que la localidad tuvo el primer telesilla mecánico del mundo (anterior a la II Guerra Mundial), que funcionaba con el motor modificado de un Ford T.

La historia es digna de un buen reportaje de una de esas ilustres revistas con temas naturales y etnográficos, con el presupuesto necesario para esas páginas con fotografías bien tomadas.

Sobre Rupert Murdoch

Sun Valley es uno de los primeros complejos de esquí del mundo, aunque sus pioneros han intentado que el sitio no se convirtiera en una pasarela de moda de invierno, de modo que en la localidad no se ven tantos excesos como en otros lugares donde el dinero parece haber fluido en demasiado poco tiempo como para conservar una cierta sobriedad estética.

Tampoco se ven (al menos, a principios de julio de 2008, durante nuestra estancia) deportivos exclusivos o Hummer, la marca de la que GM se enorgulleció y ahora pretende vender, en una apuesta por los coches con un consumo más bajo.

Sun Valley es un lugar conocido por su hotel, The Sun Valley Lodge, por donde cada año pasa el magnate Rupert Murdoch y quienes le acompañan en la conferencia que reúne a personajes industriales y políticos de talla mundial, algunos tan mayores como el propio Murdoch y otros ya pertenecientes a una nueva generación de prohombres (léase Larry Page de Google o el argentino afincado en Madrid Martín Varsavsky).

Coincidencias de la vida, la conferencia empezó justo después de que yo alquilara un coche para dirigirme a Bozeman.

Decir que, aunque me hubiera quedado en Sun Valley, difícilmente Murdoch me habría invitado a departir con él ante un armagnac (o lo que beba un prohombre anglosajón, que el armagnac es muy de poderosos de la Europa continental, como el champán de marca es la bebida de los raperos y horteras).

Habiéndonos quedado, quizá habríamos arañado un pequeño vídeo con algún participante en la conferencia. Otra vez será.

Decir, por nuestra parte, que el establecimiento cuenta con una conexión a Internet inalámbrica que funciona a la perfección (allí acudimos más de un día a trabajar).

A regar césped

Aunque Ketchum, al lado de The Lodge, es la primera localidad en la que paso unos días cuyo entramado urbano tiene conexión inalámbrica pública y gratis, sin trampa y sin excepción.

Me refiero a una conexión que funciona correctamente, con la velocidad adecuada para trabajar, más que uno de esos anuncios propagandísticos consistoriales.

En los pasillos de The Lodge pueden verse cuadros con fotografías por las que desfilan estrellas del Hollywood de todos los tiempos, deportistas de élite, personajes de la farándula, algún aventajado local y algún ilustre invitado internacional.

Pese a la falta de imágenes groseras de nuevo rico, Sun Valley no se priva de fenómenos tan inexplicables como el del omnipresente césped, regado con aspersores durante horas.

El sol puede calentar en verano en esta zona de Idaho; pese a ello, el mandato, en pos de la “estética” y de un modo muy particular (y norteamericano) de entender el urbanismo, es el de tener césped en casa, debidamente cortado y regado a tutiplén.

Elaboramos un vídeo sobre esta cuestión; Kirsten ha escrito un par de artículos sobre la supremacía del césped en los interminables suburbios de clase media estadounidenses, disponibles en la versión en inglés del portal (Lawns: time to ungarden y Xeriscaping: brown is beautiful).

Sun Valley Serenade, Clint Eastwood y Ernerst Hemmingway

Sun Valley Serenade, una película de 1941 nominada a 3 Oscar de la que pocos se acuerdan, muestra el ascenso de la localidad como uno de los refugios de invierno preferidos por artistas, industriales y personajes poderosos de la época.

Clint Eastwood tiene una casa en una de las colinas que dominan el pueblo, mientras que el cementerio es empleado por los Hemmingway como panteón familiar. Inés se dedicó a jugar junto a la tumba del escritor (aquí, aquí o aquí, por ejemplo), sin ser demasiado consciente de la efeméride.

Varios descendientes del escritor siguen teniendo una estrecha ligazón con la zona.

Vascos en el Oeste americano

Tan íntima como la de los miles de descendientes de vascos (ellos se consideran “vascos” incluso tras tres generaciones y usan el giro “I’m Vasco”, en el castellano original, para referirse a su linaje).

Muchos de los descendientes de vascos que emigraron a finales del XIX y durante el primer cuarto del siglo XX al Medio Oeste norteamericano (sobre todo a Idaho, Montana, Nevada y territorios colindantes) conservan el castellano, el euskera o ambos idiomas como código familiar, como yo mismo pude comprobar en una pequeña localidad al sur de Idaho.

Todavía no habíamos llegado a Sun Valley y se nos había echado encima la hora de comer. Nos topamos con un pueblo, disperso y eminentemente agrario, que parecía lo sufientemente grande como para contar con algún bar o incluso restaurante que nos atendiera.

Vías de tren, algún granero y la típica estructura para almacenar agua para el ferrocarril, alguna destartalada nave industrial, coches estilo ranchera (pick-up) de los setenta y ochenta, algún letrero de neón desgastado por los años.

Nos encontramos, en la plaza central de la localidad, arbolada y humildemente decorada (como el resto de la población, en la que no parecía haber pasado nada extraordinario desde, quizá, la vuelta a casa de algún héroe de guerra o deportista oriundo del lugar), con una gran celebración local. Mm. Así que las fiestas de pueblo no son patrimonio exclusivo del verano en la Península Ibérica.

Una banda tocaba música ligera y algo de country, y la gente escuchaba la música o departía con la familia o los vecinos extendidos en el césped de la plaza.

Rodeando el lugar, varias paradas ambulantes servían comida: perritos calientes, comida mejicana y… Un momento… Sí, una de las paradas, regentada por dos cowboys de unos 50 años y otro algo más joven, servía comida “vasca”: chorizo y algún “pinxo”.

Ninguno de ellos (los tres llevaban boina) hablaba el castellano o el euskera a la perfección, pero el más joven decía “chapurrear” ambos, ya que los había oído en su casa, a sus abuelos y sus padres. Nunca habían estado en el País Vasco. Y tanto su aspecto como su manera de hablar no tenían nada que ver con la “leku” de sus antepasados. Eran cowboys de pura cepa.

Como la mayoría de sus compatriotas, los ascendentes de los tres hombres, que compartían distintos rangos de parentesco, acudieron al Oeste americano y a las Rocosas como pastores.

No es una casualidad que el apellido del ganadero que ofrece trabajo a los protagonistas de Brokeback Mountain (película que detestan los viriles ganaderos de todo el Medio Oeste, donde más de uno bromea que dejó de llevar botas desde que le hablaron de la película) tenga apellido vasco, un detalle que no pasaría por alto en un lugar como Idaho, donde viven 20.000 personas que se definen como vascas.

En Boise, centro administrativo y económico de Idaho, así como la mayor población, vive la segunda mayor colonia de descendientes de vascos de Norteamérica, tras la de Bakersfield, en California. Más allá del País Vasco español y el francés, sólo en Argentina y Venezuela hay colonias vascas de mayores dimensiones.

El Museo Vasco de Boise (Basque Museum & Cultural Centre) es una de las pocas atracciones de esta pequeña ciudad del Medio Oeste. El actual alcalde de Boise, David H. Bieter, es de origen vasco.

Este tipo de anécdotas adquieren un gran valor para el curioso que no conozca la raigambre vasca de Idaho y la descubra allí mismo, al pie de las Montañas Rocosas.

Viaje desde Sun Valley (Idaho) hasta Bozeman, Montana

Pasamos casi diez días en Sun Valley, en un clima familiar, un paraje con una belleza casi primaveral, pese a que nos encontrábamos ya a primeros de julio.

Yo había sido invitado a ECamp, un campus de verano para emprendedores medioambientales impulsado por el prestigioso (y conservador) think tank Property and Environment Research Center, con sede en Bozeman, Montana, y que cuenta con algunos profesores y colaboradores de talla mundial en campos como la economía y el medio ambiente.

De “enviropreneur” en Montana

ECamp es definido por sus impulsores como un curso intensivo para emprendedores medioambientales, o “enviropreneurs”, un palabro que surge de la unión entre “environment” (medio ambiente) y “enterpreneur” (emprendedor).

El lema del Enviropreneur Camp de PERC: “educar a emprendedores medioambientales en la aplicación de los derechos mercantil, contractual y de la propiedad a problemas medioambientales”.

Y la calidad del profesorado, así como la buena planificación del curso, que se aprovecha de un rodaje de varios años, hace de ECamp uno de los entornos sobre educación medioambiental más prestigiosos del mundo.

Sólo 17 afortunados (2 europeos -yo mismo y una británica-, 2 latinoamericanos, 1 asiático y 12 norteamericanos -1 canadiense y 11 estadounidenses-) fuimos seleccionados para formar parte de ECamp; al prestigio del curso, que se lleva a cabo en Bozeman, Montana, se une la inmensidad del paisaje de “Big Sky”, como se llama a Montana.

Y, tras conducir por sus carreteras, no es un tópico. El paisaje es tan abierto que uno toma conciencia por primera vez de que Europa es abigarrada.

Sorprendentemente, no sólo no te hacen pagar por una experiencia tan enriquecedora, sino que premian tu participación intelectual y compañerismo con dinero, además de alojarte gratuitamente en los cuidados dormitorios de la Universidad Estatal de Montana (MSU en sus siglas en inglés), recogerte y llevarte al aeropuerto y organizar tu calendario.

Los 17 participantes de ECamp nos dedicábamos, gracias a ello, a cumplir con el verdadero objetivo del campus de verano: aprender, participar, compartir ideas, intercambiar información, discutir, generar polémica, buscar soluciones, encontrar soluciones.

Todo menos dormitar, como uno hace en la universidad, recién graduado en la vida adulta y más preocupado por urgencias más mundanas, siempre cortoplacistas.

Entre los alumnos: emprendedores con negocios sostenibles en mente, gente de The Nature Conservancy, profesionales con intención de conservar grandes espacios naturales y, a la vez, ganar dinero, impulsores de innovadores proyectos de turismo ecológico, defensores de determinadas especies animales que pretenden, a la vez, garantizar la supervivencia de la especie y lucrarse con la iniciativa.

Entre los profesores: miembros de Stanford y de la Hoover Institution (Terry L. Anderson), de Clemson University (Bobby McCormick, entre otros), de la Escuela de Recursos Naturales de la Universidad de Michigan (Steven L. Yaffee), y un largo etcétera.

Pese al impresionante currículo de muchos de ellos, todos se comportaron como compañeros, tan accesibles y humildes como proactivos y preparados en todo momento para la discusión al más alto nivel. Ya sé; esto suena a cuento chino. No lo es.

Algo que me llamó la atención: ninguna de estas “eminencias” empleaba palabras pomposas o vestía a lo catedrático universitario. No había corsés ni barreras entre profesor y alumno. No eran profesores que enseñan, sino profesores que escuchan y responden para fomentar discusiones de gran calidad.

La dialéctica (no hay que leer a los griegos para saberlo, aunque no esté de más repasar lo que decía alguno de ellos, sino tener sentido común) es el método de aprendizaje más divertido y efectivo.

Implica la igualdad entre partes, y así se evita el peñazo impepinable de la “clase magistral”, la moto que nos han vendido en la Europa continental desde siempre. Y España, en educación secundaria y universitaria, está a la cola de Europa.

Lo que significa que se encuentra a años luz de Estados Unidos. Imagino lo poderoso que sería unir la capacidad de improvisación, la creatividad y el rico sustrato cultural de los europeos con un sistema educativo basado en la meritocracia y la competitividad, como el estadounidense. Sería un modo de evitar que centenares de miles de alumnos se duerman en las aulas.

En ECamp 2008 (celebrado desde el 9 al 24 de julio), cada uno de nosotros tuvo tiempo de desarrollar un poco más su proyecto empresarial relacionado con la sostenibilidad o el medio ambiente. En mi caso, aproveché para que personas muy preparadas, con ricas experiencias vitales y educativas, me ofrecieran su punto de vista sobre faircompanies.

Sigo en contacto con este interesante grupo de personas, decididas a mejorar el mundo y el medio ambiente a través de sus ideas empresariales, a la vez que Kirsten y yo intentamos poner en práctica todas las ideas que hemos compilado, tras el viaje a Estados Unidos y mi estancia en ECamp.

Preparé una escueta presentación sobre los próximos pasos de faircompanies, que expuse ante un auditorio compuesto por mis compañeros, algunos de los profesores, inversores y otras personalidades en auditorio del Museo de las Rocosas (Museum of The Rockies), en Bozeman, Montana.

Durante dos días, celebramos clases y actividades al aire libre en Flying D Ranch, una impresionante propiedad de 114.000 acres (46.000 hectáreas), o 460 kilómetros cuadrados, una extensión similar a la comarca barcelonesa del Baix Llobregat.

Flying D Ranch es, de las numerosas propiedades del magnate televisivo Ted Turner (fundador de CNN), la que cuenta con mayor riqueza natural, al hallarse en el extremo noroccidental del parque natural más famoso del mundo: Yellowstone.

En Flying D Ranch no sólo tuvimos oportunidad de divisar centenares, sino miles, de bisontes descender por una colina similar a las que se encontraron los europeos en las Grandes Praderas en el siglo XVIII, sino que charlamos y tuvimos clases en un entorno que sólo puede vislumbrarse echando un vistazo de nuevo a Bailando con lobos (sí, la para mí más que respetable película de Kevin Costner).

Dos semanas y media en Bozeman, además de los casi diez días empleados muy cerca (en Sun Valley, Idaho), no se podían saldar sin la visita obligada al supervolcán más famoso y a la vez desconocido del mundo: Yellowstone.

Todos hemos tenido acceso a dibujos animados, fotografías, vídeos, películas, libros sobre Yellowstone, el primer parque natural -protegido jurídicamente como tal, esto es- del mundo y precedente del movimiento conservacionista moderno.

Sin embargo, pocos tenemos en cuenta o hemos estudiado a fondo su carácter volcánico: durante décadas, nadie encontró la caldera de la enorme zona volcánica de Yellowstone.

Hasta que se publicaron, como explica de manera apasionada (y con una prosa sencilla, de periodismo bien entendido, que uno debora con gusto) Bill Bryson en su A Short Story of Nearly Everything (Una breve historia de casi todo), las primeras fotografías aéreas del parque.

Nunca se había encontrado la caldera… ¡Porque la caldera del volcán comprendía todo el parque!

La impresionante riqueza natural de Yellowstone se merece una visita concienzuda o, mejor aún, varias visitas concienzudas, si uno tiene la suerte de vivir cerca o poder acudir asiduamente. Yo me conformo con el fin de semana que allí pasé con algunos de mis compañeros de ECamp.

Enseñanzas y nueva versión de faircompanies

Acudí al campus para emprendedores medioambientales de PERC con la intención de aprender de la experiencia y tomar ideas frescas para revertirlas a continuación en faircompanies. La experiencia ha sido un éxito en este sentido.

Desde hace unas semanas, estamos ocupados en una profunda renovación del sitio, que contará con un diseño más sencillo, más posibilidad de participación para los miembros de la comunidad de usuarios y otros visitantes, así como más vídeos y colaboraciones.

No puedo contar mucho más, ya que todavía no hemos entrado oficialmente en proceso de pruebas (versión “alfa”, como se diría en el argot de Internet), aunque estamos a las puertas de iniciarlo. Tras éstas, pronto llegará la versión Beta, lo suficientemente estable para que todos nosotros podamos utilizarla.

Todos conservaremos nuestro perfil y nuestros contenidos, de modo que los miembros de la actual versión del portal no tendrán que realizar esfuerzo alguno para emplear los servicios de la nueva faircompanies, cuyos servicios seguirán siendo gratuitos.

Acabo aquí la serie de artículos sobre nuestro último viaje a Estados Unidos. Ahora, volvemos a emitir desde Barcelona.