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Voluntad + preparación + estilo de vida = ¿más inteligencia?

En un mundo cambiante, con menos trabajo y mayor presión para reinventarnos, sabemos que se puede mejorar. Pero, ¿podemos aumentar nuestra inteligencia?

No se trata de soluciones-milagro ni promesas inconsistentes de buhoneros ambulantes o libros de autoayuda: autores y estudios argumentan que es posible entrenarse para ser más inteligente: hay estrategias cuantificables y aplicables por cualquiera que aprovechan más del potencial latente del cerebro.

Hasta dónde podemos mejorar: ¿entrenarnos para ser más inteligentes?

Determinados estilos de vida estimulan el rendimiento cognitivo; combinan la práctica de deporte, el estudio regular, la introspección, la voluntad de superarse.

Pero es posible ir más allá, según algunos resultados consistentes, y aumentar la “inteligencia fluida”, o parte creativa de la inteligencia (nuestra capacidad para razonar y “aprender” nueva información).

Estos trabajos, así como las herramientas terapéuticas que permiten la mejora cognitiva, confirmarían que lo que heredamos y vivimos (determinismo genético y contexto cognitivo de los primeros años de desarrollo) puede mejorar con el esfuerzo del individuo. La fuerza de voluntad puede imponerse a lo preestablecido.

Voluntad contra determinismo genético

La inteligencia no es, por tanto, un valor inmutable, sino susceptible a la voluntad y la capacidad de una persona para gestionar una mejora en un campo que se consideraba ajeno al desarrollo personal, más atento a tipos complementarios de inteligencia, como la emocional o la memorística (“inteligencia cristalizada“).

Un estudio de 2008 concluía que la “inteligencia fluida” (razonamiento inductivo y deductivo):

  • se puede entrenar;
  • el entrenamiento y las mejoras son susceptibles a la dosis: a mayor entrenamiento específico, mayor incremento de la inteligencia;
  • cualquiera puede aumentar su habilidad cognitiva, más allá de factores genéticos o ambientales (edad, contexto, historial, etc.);
  • los efectos de la habilidad lograda pueden revertir sobre cualquier actividad subsiguiente, y no sólo sobre pruebas cognitivas similares a las usadas para mejorar nuestra inteligencia.

Detectar las técnicas que nos hacen más inteligentes y aplicarlas

La investigadora y divulgadora científica Andrea Kuszewski cree que los resultados de este y otros estudios pueden ser aplicados por cualquiera, siguiendo una estrategia de aprendizaje que emule en nuestra vida cotidiana los estímulos que determinados tests cognitivos logran en ensayos científicos. 

Bastaría, por tanto, con analizar las pruebas cognitivas que sabemos que aumentan nuestra “inteligencia fluida”, extraer su esencia (su “fórmula de la Coca-Cola”, los elementos que la conforman) y aplicar el resultado a nuestra filosofía de vida. Lograríamos tener un entorno estimulante que nos haría a la larga más inteligentes.

Desde siempre, muchas personas han aplicado estos conocimientos a sus vidas de manera instintiva. Ahora, la ciencia desvela sus “secretos” cognitivos: Arquímedes, Copérnico, Einstein y tantos otros no sólo habían nacido con una innegable capacidad intelectual (determinismo genético), sino que estimularon en sus existencias el tipo de inteligencia más relacionados con la creatividad y el pensamiento original a partir del conocimiento corriente: el razonamiento o “inteligencia fluida”.

Evolución de los estudios sobre inteligencia

Hasta hace apenas unos años, la comunidad científica daba por sentado que la inteligencia relacionada con el razonamiento y la creatividad, la que establece la destreza de un individuo para aprender nuevas cosas y relacionarlas por propia iniciativa con conocimientos previos, estaba en gran parte conformada desde el nacimiento.

Estas ideas parecían confirmarse cuando programas educativos para aumentar la inteligencia en niños tuvieron un éxito limitado, ya que la habilidad añadida con entrenamiento volvía a niveles anteriores cuando éste finalizaba.

Entrenando la memoria de trabajo

Pero nuevos hallazgos en la mejora cognitiva de niños con discapacidad reabrieron el debate: el aprendizaje con técnicas multimodales lograba incrementar en 20 puntos el cociente intelectual de niños diagnosticados con autismo, explica Andrea Kuszewski en una entrada para Scientific American.

Las investigaciones corroboraban sin tapujos que podemos incrementar nuestra “inteligencia fluida” con el entrenamiento oportuno.

El principal estudio sobre la materia, Mejorando la inteligencia fluida con el entrenamiento de la memoria de trabajo (por Jaeggi, Buschkuehl, Jonides y Perrig), empleó pruebas interactivas que miden y estimulan la memoria de trabajo, “inteligencia fluida” y concentración del individuo que las practica con frecuencia, denominadas tests duales “n-back”.

Más inteligentes no sólo en pruebas, sino en la vida real

Después de este entrenamiento cerebral específico, el estudio logró probar la mejora en la inteligencia de los participantes realizando un último test sobre habilidad cognitiva distinto a los anteriores. El incremento de la habilidad con la memoria de trabajo en una prueba distinta ratificó la nueva hipótesis, secundada por otras pruebas relacionadas.

Con esta ratificación, los científicos comprobaron que, si un individuo mejora su habilidad cognitiva en pruebas “n-back”, esta mejora repercutirá sobre cualquier otro ámbito de la realidad al que se enfrente. El entrenamiento tiene aplicación en la vida real.

Otros psicoestimulantes: divagación y juegos cognitivos

Entre los nuevos estudios sobre habilidad cognitiva, se ha comprobado que “entrenamientos cognitivos” informales pueden mejorar el rendimiento mental de un modo similar a las pruebas “n-back” usadas por la comunidad científica: 

  • “soñar despiertos” (divagar) y determinados tipos de videojuegos incrementarían nuestra memoria de trabajo, “inteligencia fluida” y concentración, haciéndonos más inteligentes, explican Tom Kelley y David Kelley en Wired citando literalura científica al respecto;
  • la capacidad psicoestimulante de los videojuegos que requieren concentración y estimulan el cerebro de un modo similar a los ejercicios “n-back” para incrementar la inteligencia ha animado a psiquiatras finlandeses a recetarlos a pacientes con trastorno por déficit de atención con hiperactividad o TDAH (ADHD en sus siglas en inglés).

Plasticidad: asociando ideas y tomando decisiones

Asociar ideas partiendo de la divagación animaría a nuestro cerebro a trabajar con ideas de un modo fresco y novedoso, como si usara nuevas estrategias para resolver un cubo de Rubik imaginario. 

Los videojuegos que lograrían resultados similares a los tests de entrenamiento “n-back” han sido desarrollados para cambiar el funcionamiento de nuestro cerebro y se conocen como “terapia de plasticidad neuronal“.

Pese a la especificidad de los juegos desarrollados para incidir sobre el funcionamiento de las neuronas que procesan los estímulos (la mencionada plasticidad neuronal), se cree que los videojuegos estimulan la asociación de ideas e invitan a los participantes a tomar decisiones.

Asimilar información para emprender nuevos retos

Si bien la comunidad científica reconoce, basándose en estos últimos hallazgos, que cualquiera puede aumentar su inteligencia con el debido entrenamiento, Andrea Kuszewski especifica en Scientific American de qué tipo de inteligencia se trata.

No es, dice Kuszewski, nuestra capacidad memorística para memorizar mayor cantidad de datos (inteligencia cristalizada), sino la capacidad para aprender cosas nuevas a través de un esfuerzo cognitivo genuino, reteniendo la información razonada en lugar de descartarla tras una memorización a ciegas.

La información comprendida y asimilada usando (de ahí su apelativo, “inteligencia fluida”) sirve como base para nuevos retos intelectuales. Los sistemas complejos funcionan de un modo similar, se trate de biología o creatividad humana, y las ideas originales consisten en un paso original más, una vuelta de tuerca a pasos previos conocidos. El biólogo Stuart Kauffman lo llama lo “posible adyacente“, y Steven Johnson relaciona este término con la creatividad humana en su ensayo Where Good Ideas Come From.

Pruebas duales “n-back”: entrenamiento 

Si bien la memoria de trabajo no es sinónimo de inteligencia, Andrea Kuszewski explica que la primera determina el rendimiento y éxito de los productos de nuestra inteligencia (ideas, pensamiento): mejorar la memoria de trabajo redunda sobre nuestra inteligencia, “como usar las mejores y más novedosas partes para ayudar a una máquina a rendir al límite”.

Las pruebas “n-back” duales incrementan la habilidad cognitiva de una manera tan efectiva por su propio diseño, ya que dividen estímulos multimodales (visuales y sonoros) que compiten entre sí:

  • nos instan a centrar la atención en detalles específicos y, a la vez, ignorar información irrelevante con la máxima eficiencia para perder el mínimo tiempo y energía; ello incrementa gradualmente nuestra capacidad para procesar varias tareas simultáneas (multitarea);
  • al cambiar de manera aleatoria (como ocurre con los videojuegos convencionales), las pruebas impiden un comportamiento cognitivo que recurra a nuestra inteligencia cristalizada (memorización).

Planeando el entrenamiento de la habilidad cognitiva

Pese a ser una prueba muy exigente, Andrea Kuszewski es consciente que el “dual n-back” no puede servir como ejercicio para aumentar nuestras habilidades cognitivas a lo largo de toda la vida: al final, resultaría repetitivo y nos aburriríamos. 

Así que la solución, cree la investigadora, es crear un sustituto que nos acompañe en nuestra vida cotidiana, que no podamos aprender de memoria y que no nos suscite sopor. 

Se necesitan procesos exigentes para el cerebro, así como multimodales, aplicables a la vida cotidiana y eficaces para derivar en un aumento sostenido de la capacidad de razonamiento.

¿Qué cambios cotidianos pueden mejorar nuestra inteligencia? Andrea Kuszewski propone los siguientes: buscar lo novedoso; retarse a uno mismo; pensar con creatividad; atreverse con las soluciones más duras; y cultivar relaciones de calidad.

1. Buscar la novedad

La polimatía es un rasgo común entre las mentes más creativas de la historia, que dominaron varias materias y supieron asociar sus conocimientos con la frescura original de los niños, despreocupados por la taxonomía de las distintas disciplinas del conocimiento.

Entre las “cinco grandes” dimensiones de la personalidad (acrónimo OCEAN: “openness” o apertura a nuevas experiencias; “conscientiousness” o responsabilidad; “extraversion” o extroversión; “agreeableness” o amabilidad; “neuroticism” o inestabilidad emocional), el que más determina el nivel de inteligencia (IQ) es la apertura a nuevas experiencias.

Los individuos interesados en indagar, encontrar nuevas lecturas de información ya conocida, relacionar hallazgos con elementos anteriores para conformar, mejorar o completar ideas, están sin saberlo realizando un ejercicio similar a las mencionadas pruebas “dual n-back” para la mejora cognitiva.

Investigaciones recientes relacionan la plasticidad neuronal (número de conexiones entre neuronas, la capacidad para crear más conexiones y su duración) con diferencias en inteligencia. A mayor plasticidad, mayor capacidad de aprendizaje.

Asimismo, la novedad también estimula la producción de dopamina, lo que repercute en mayor motivación, y a su vez estimula las neuronas para que se produzca la neurogénesis (producción de células en el sistema nervioso central). Este incremento de conexiones neurológicas acelera el aprendizaje.

2. Retarse a uno mismo cognitivamente

Andrea Kuszewski se refiere a los juegos y ejercicios que estimulan la capacidad memorística y la fluidez mental, acelerando nuestra velocidad de proceso.

Juegos de cartas, ajedrez, damas, sudoku, videojuegos de estrategia (desde las sagas clásicas Caesar, Civilisation o Age of Empires al juego de estrategia online por antonomasia World of Warcraft), Tetris, etc.

Kuszewski recuerda que, cuando se trata de crecimiento cognitivo, no buscamos la eficiencia (pensar con el mínimo esfuerzo y recursos neurológicos, fruto de la comodidad o de la ausencia de retos cotidianos). 

“Para lograr que tu cerebro siga haciendo nuevas conexiones y manteniéndolas activas, es necesario avanzar hacia otra actividad desafiante tan pronto como alcances el completo dominio de lo que te ocupe”.

Ello equivale a encontrarse en un estado de relativo disconfort, esforzándote para apenas lograr lo que uno se propone. 

Es una idea similar al concepto de virtud según Sócrates o Aristóteles (eudaimonía), reivindicado por autores actuales como Umair Haque o William B. Irvine, por ejemplo.

3. Pensar creativamente

Pensar creativamente no equivale a la definición estereotípica de creatividad, sino a estimular el complejo proceso que refuerza la cognición creativa:

  • cultivar el pensamiento divergente; 
  • realizar asociaciones remotas entre ideas;
  • intercambiar el uso del pensamiento convencional y no convencional;
  • generar ideas originales.

El pensamiento creativo implica entender que hay ideas flexibles, modificables, que alteran si es necesario la convención.

4. Atreverse con las soluciones más duras

Una de las paradojas observadas por los antropólogos es la elevada inteligencia de los miembros de tribus de cazadores y recolectores: cada miembro debe llevar consigo los conocimientos prácticos y tradiciones de su pueblo, transmitidos de manera oral y mediante la observación.

Ello obliga a los miembros de estas tribus a estudiar y mejorar cada aspecto de su vida cotidiana, pues pocas cosas han evolucionado hasta convertirse en tareas de especialización. Las sociedades especializadas, por el contrario, logran más eficiencia, pero una mayor comodidad repercute negativamente sobre distintos tipos de conocimiento y, en última instancia, puede hacernos menos inteligentes.

La polimatía cultivada por los genios de todas las épocas pretende transgredir esta evolución en las sociedades urbanas desde el neolítico. Son, en cierto modo, los últimos con mentalidad de cazador y recolector en sociedades complejas donde pagamos por servicios que nos permiten hacer más cosas en menos tiempo, usando la menor cantidad posible de esfuerzo físico y mental.

El mejor modo de evitar que nuestras habilidades cognitivas se atrofien es ejercitar nuestro cerebro de maneras que, a menudo, tienen alternativas automatizadas: refrescar nuestra aritmética y álgebra, realizar nuestros propios dibujos a lápiz cuando requiramos diseños, orientarnos por una ciudad sin recurrir al GPS del teléfono o el coche, etc.

5. Cultivar relaciones de calidad

Al interrelacionarnos con otros mediante encuentros de calidad (tanto presenciales como por Internet), nos exponemos a situaciones que facilitan la consecución de las metas ya mencionadas para aumentar nuestra “inteligencia fluida”.

Andrea Kuszewski cita a Steve Johnson para referirse a la importancia de los grupos y las redes en el avance de ideas innovadoras. El equivalente en creatividad humana a la riqueza biológica de los arrecifes de coral o las selvas tropicales son entornos con una rica y retadora interrelación humana.

Los barrios jóvenes y multiculturales de las ciudades más cosmopolitas -o zonas con acceso a éstos- son según Steve Johnson el caldo de cultivo idóneo para estas interacciones, pero no los únicos: Internet puede suplir buena parte de los beneficios -intelectuales, que no sensoriales- de estos entornos.

Por qué importan nuestra “inteligencia fluida” y su posible mejora

La Gran Recesión y la tecnología transforman el mundo que conocíamos, con elevado desempleo -sobre todo juvenil- en los países ricos, un cambio de comportamiento y patrones de consumo de las clases medias y un aumento de la incertidumbre política, con un auge de la polarización.

Se repite el análisis en Europa, Japón, Norteamérica y los países emergentes: hay menos trabajo, las clases medias consumen menos y evitan el riesgo por desconfianza hacia el sistema, al que castigan por ende decantándose por posicionamientos políticos radicalizados.

Sólo una mejora económica progresiva reconducirá la situación, dicen los principales organismos, pero varios expertos creen que la situación actual es consecuencia de una situación anterior a la crisis financiera o los años de bonanza: el fin de los trabajos de masas, carreras estables y bien pagadas que alentaron otros tipos de prosperidad.

Herramientas cognitivas para un mundo en profunda transformación

Sabemos que Internet, la robotización y pronto la inteligencia artificial acapararán trabajos tradicionalmente realizados por humanos. La capacidad de adaptación condicionará el futuro de millones de trabajadores, sobre todo los más jóvenes.

En un entorno de incertidumbre donde desaparecen o cambian radicalmente trabajos profesionales -como los administrativos, los relacionados con el proceso y gestión de datos, etc.-, los nuevos profesionales necesitan estrategias para diferenciarse y conocimientos para permanecer relevantes.

Desconocemos la intensidad de lo que el economista Tyler Cowen llama “el fin de la media“, un mundo predecible con abundancia de trabajos profesionales relativamente inmutables y ajenos al aprendizaje continuo, que consolidaron las clases medias de los países ricos desde la II Guerra Mundial.

Si cambian las industrias y trabajos y se intensifican fenómenos como la robotización y el proceso de datos por Internet usando inteligencia artificial, ¿significa eso que desaparecen las oportunidades de empleo bien pagado, o las oportunidades de negocio? No. Un porcentaje de la población capitalizará el cambio e incluso aumentará su bienestar, pero grandes capas de población permanecerán al margen.

Aspirar a ser mejores 

Mejorar, en definitiva, está en manos del individuo, y no se trata de un avance en sentido figurado, sino que parte de la fuerza de voluntad, el uso de herramientas adecuadas y la perseverancia.

La voluntad no sólo se impone al determinismo genético, sino que los estilos de vida (deporte, alimentación, valores, relaciones, esfuerzo constante, logro de metas) propulsan cerebro y bienestar.

Sabemos que el deporte y las actividades noveles (que requieren mayor energía, concentración y “despiertan” nuestro cerebro) estimulan la producción de dopamina y glucógeno, lo que mejora el rendimiento neurológico y la producción de neuronas y conexiones (neurogénesis).

Si, además, podemos ejercitar la “inteligencia fluida” hasta aumentarla de manera sostenida, estaremos acercándonos a una existencia vivida con el máximo potencial cognitivo del que seamos capaces.

Un esfuerzo concienzudo y multidisciplinar

No se trata sólo de ponerse las zapatillas e ir a correr (que también), o de emular las pruebas cognitivas “n-back duales”. También sabemos que leer buenos libros de ficción nos hace mejores; o que nuestro cerebro experimenta lo que leemos de un modo similar a la experiencia.

Vivimos lo que comemos, nos ejercitamos (física y cognitivamente), experimentamos (leemos, escuchamos, practicamos).

Nuestra existencia, dicen los últimos estudios, se parece mucho más de lo que pensábamos al pensamiento socrático y el de sus discípulos (eudemonismo aristotélico, estoicismo, etc.); o con la filosofía oriental (taoísmo, confucianismo, budismo, sintoísmo). 

Para Sócrates (y las escuelas que fundamentaron sus filosofías de vida en su pensamiento), cultivar la razón y adquirir conocimientos con esfuerzo eran el único camino hacia el bienestar duradero.

Sócrates: “La educación es el encendido de una llama, no el llenado de un recipiente.”