Ninguna discusión combina tanta alta política, economía y pasión como el debate de la desigualdad y el papel que las políticas de austeridad y estímulo juegan sobre la diferencia entre pobres y ricos.
¿Asistimos a la reedición de una época de contrastes como el período 1865-1900 en Estados Unidos, cuando se consolidaron tanto las grandes sagas industriales como la desigualdad?
¿O bien las empresas mecanizadas y sin apenas trabajadores que generan riqueza hoy siguen la receta de Henry Ford: pagar bien a los asalariados y reconocer su labor para que éstos sean compradores y promotores informales de los productos y servicios producidos?
Regulación y el debate “hombre rico, hombre pobre”
No estamos ni en la época de los grandes magnates industriales del siglo XIX ni en la época previa a las guerras mundiales, si bien nuestra época tiene paralelismos con ambos momentos. La ausencia de conflictos produce acumulación de capital y acentúa inercias.
Por el contrario, la expansión económica de después de la II Guerra Mundial (sobre todo el período 1950-1980), cuando había que reconstruir instituciones y sociedades, se realizó premiando el trabajo de las clases medias.
En cierto modo, la Gran Depresión y la II Guerra Mundial destruyeron capital e interrumpieron la tendencia a la acumulación de riqueza en pocas manos. Desde 1980, la tendencia volvería a ser la observada en:
- 1865-1900: Cornelius Vanderbilt, John D. Rockefeller, Andrew Carnegie, J.P. Morgan, etc.
- época previa a la Gran Depresión: Thomas Edison, Henry Ford, George Westinghouse, etc.
Sin recetas mágicas en un mundo hiperconectado que ya no cree en incentivos positivos
¿Hacia dónde se encamina el capitalismo tras la última Gran Recesión? ¿Cuál es el papel de las instituciones y la política? ¿Cuándo la regulación debe imponerse al libre mercado? ¿Pueden los impuestos y políticas redistributivas lograr equilibrio y prosperidad, o políticas que graven la riqueza generarían a largo plazo lo contrario que se proponen, contrayendo las inversiones y la cultura del riesgo?
Henry Ford aumentó los salarios para que sus trabajadores compraran el Ford T, una inversión a largo plazo. En otras palabras, una gestión acertada del riesgo, similar a la de un inversor de capital riesgo, y no una política redistributiva que dañara su compañía ante sus competidores.
Ford no fue obligado a subir los salarios. Los dobló con respecto a los anteriores y a los de la competencia, pasando de 2,5 dólares por hora a 5. Tampoco se sirvió de ninguna regulación para “obligar” a sus trabajadores a comprar el Modelo T, sino que ofreció condiciones ventajosas.
Mejorar las condiciones ganando más
En otras palabras, el empresario usó las leyes del mercado y la libre competencia para mejorar las condiciones de los trabajadores y aumentar los beneficios de la empresa.
El acuerdo contentó a la dirección y a los sindicatos durante años. Trabajadores y directivos fueron los principales defensores de los vehículos de la marca.
La quiebra que sus competidores auguraban para Ford se convirtió en la política de incentivos que propulsó el primer coche con ventas masivas, el Ford T. La conformidad de los trabajadores mejoró también los resultados en la cadena de montaje durante unos años.
La gestión del riesgo permitiría crear más riqueza para repartir más para todos, mientras la redistribución se centraría en instaurar impuestos sobre quienes más ganan para repartirlos de manera más equitativa. Esta segunda opción premia la ausencia de riesgo y castiga el esfuerzo, el talento y las decisiones arriesgadas en sociedades avanzadas con instituciones fiables y libre mercado.
O un pastel más grande con porciones desiguales, o un pastel más pequeño y estático con porciones más equitativas. “Laissez faire” con correcciones modernas versus marxismo socialdemócrata. El mundo necesita buenos expertos y documentos para departir sobre las ventajas e inconvenientes de cada idea, modelo y corrección de éstos.
Qué ocurre en la era de las empresas hipermecanizadas
La sociedad del siglo XXI, con servicios cada vez más “desmaterializados”, no es la de épocas pretéritas.
Con estas y muchas otras dudas y preguntas sobre la mesa, finalmente un ensayo aporta contexto sin partidismos sonrojantes.
Le Capital au XXIe siècle de Thomas Piketty, obra ublicada en Francia en septiembre de 2013, suscita interés académico y mediático con motivo de su publicación en inglés (Capital in the Twenty-First Century, traducción de Arthur Goldhammer), así como por la ausencia de tics y manierismos partidistas.
“Le Capital au XXIe siècle” de Thomas Piketty
Thomas Piketty resume el argumento de su ensayo con dos preguntas:
- La dinámica de la acumulación privada de capital, ¿conduce inevitablemente a la concentración de riqueza en menos manos, como Karl Marx creyó en el siglo XIX?
- ¿O las fuerzas equilibradas de crecimiento, competición y progreso tecnológico conducen en fases de desarrollo posteriores a una desigualdad paliada y mayor armonía de clases, como Simon Kuznets pensó en el siglo XX?
El argumento, basado en datos y análisis de los ciclos económicos, la creación y distribución de riqueza en los dos últimos siglos: excepto en períodos excepcionales como las décadas que siguieron a la II Guerra Mundial (cuando el esfuerzo de reconstrucción tras la guerra propulsó la prosperidad de las clases medias), el capitalismo genera una tendencia hacia la acumulación de riqueza entre quienes ganan más y más rápidamente.
Cuando el retorno de lo invertido rinde más que la renta de los salarios
Piketty lo atribuye a que el rédito obtenido de lo que llama “el retorno de las inversiones” (no sólo economía financiera, pero sobre todo) crece a mayor ritmo que los salarios (ganancias del trabajo). El autor sintetiza este desequilibrio en la fórmula:
r > g
Donde “r” equivale a los réditos del capital y las inversiones, y “g” a las ganancias del trabajo.
En las democracias desarrolladas la diferencia entre la riqueza del capital y la renta nacional anual es de seis a uno. Lo que Piketty llama “inversiones” mueve seis veces tanto dinero como la renta anual del país.
El estancamiento de los salarios
Según el economista francés, esta diferencia entre las mayores ganancias de quienes invierten y el relativo estancamiento de los salarios en relación con el coste de la vida explican la progresiva disparidad y, con ella, los problemas para mantener servicios caros que se financian con impuestos gravados, sobre todo, a los salarios.
Piketty justifica sus argumentos con datos y su pasión carece de los arrebatos de un cruzado de la causa keynesiana. ¿Cómo afrontar esta tendencia hacia la concentración del capitalismo cuando el mundo no se encuentra en situaciones excepcionales de destrucción y creación de riqueza, como el período de prosperidad para la sociedad en general y las clases medias en particular que siguió a la II Guerra Mundial?
Cómo corregir -sobre el papel- la disparidad: gravar más la riqueza
Es aquí cuando Thomas Piketty reflexiona sobre mejoras correctoras del capitalismo sirviéndose de argumentos materialistas, de un racionalismo ajeno a las fuerzas y comportamientos del individuo (y de las incertezas de la vida y la realidad, expuestas en las novelas de Tolstói o en la teoría de juegos; dos y dos no son cuatro cuando hay seres humanos con sus pasiones y aspiraciones, confesadas o no, de por medio).
Su propuesta “correctora” de un capitalismo de principios del siglo XXI que se comporta de manera similar al de finales del siglo XIX es, argumenta Tyler Cowen, más materialista (Piketty no reniega de la tradición marxista, como tampoco lo hace de la teoría clásica económica) que adaptada a las contradicciones del ser humano.
La solución, dice Piketty, pasa por instaurar un impuesto mundial a la riqueza, que se aplicaría sobre la propiedad, las inversiones, las transacciones, la adquisición de bienes, etc.
Penalizar el riesgo, premiar la redistribución
El problema con esta solución, argumenta el economista Tyler Cowen, es que se basa en interpretaciones rígidas de los datos, un cartón-piedra que choca con el día a día en los países desarrollados:
- por un lado, Piketty olvida que lo que él llama acumulación de riqueza por retorno de la inversión implica riesgo: muchos no están dispuestos a asumir el riesgo que implican actividades que aportan más réditos si sale bien (un ejemplo: los inversores de capital riesgo de Silicon Valley pierden grandes sumas, aunque en ocasiones surgen compañías como Google, etc.);
- en segundo lugar, los impuestos a la riqueza -explica Tyler Cowen- “no se corresponden con las normas y prácticas requeridas por una democracia capitalista exitosa y próspera. Cuesta encontrar sociedades prósperas basadas en algo que no sea un fuerte apoyo y respeto legal, político e institucional hacia sus ciudadanos más exitosos”.
La conversación de los datos
Más allá de la interpretación de los argumentos y conclusiones de Thomas Piketty, el libro, exponen muchos de los principales economistas, era necesario.
Se requiere alto academicismo para elevar la conversación sobre el modelo capitalista más allá de la demagogia y el populismo pancarteros, más propios -hasta ahora- de la interpretación cortoplacista del marxismo y el keynesianismo en países en desarrollo (el cuento de Venezuela, Argentina y los verdaderos orígenes de la inestabilidad y la inflación en ambos países).
En el mundo de los ensayos económicos escritos para un público educado (pero no necesariamente experto, en la línea de las recomendaciones de no ficción de The New York Times o The New York Review of Books), la pasión y la demagogia se imponen al análisis concienzudo y desde distintos puntos de vista sobre el capitalismo en el siglo XXI, así como sus ventajas y aspectos más polémicos (y mejorables).
Sobre el “riesgo en la vida”
De ahí la importancia de los nuevos análisis económicos basados en datos, hipótesis bien estructuradas e interpretaciones sin pasiones torticeras. Por eso quienes no leen francés han corrido a leer la versión en inglés del ensayo de Thomas Piketty.
La crítica con más peso argumental realizada hasta ahora a las tesis que Piketty expone la total ausencia en Capital in the Twenty-First Century es la ausencia en la obra del concepto de riesgo, como si los “acumuladores” de capital, o los miembros más exitosos de la sociedad, no hubieran asumido pérdidas potenciales muy superiores a las de funcionarios y asalariados del mundo privado.
“Es tomar riesgos, un concepto casi ausente en este libro, lo que genera réditos”, expone Tyler Cowen. El economista estadounidense se refiere al éxito de quienes logran su fortuna con talento, asumiendo riesgos y siguiendo las normas y contratos de la sociedad, sin servirse de prácticas oligárquicas, clientelistas o directamente mafiosas.
Mercados libres y ajenos al mafierío como antídoto del capitalismo
Tyler Cowen se refiere a la práctica económica en sociedades democráticas con instituciones sólidas y respeto por la propiedad privada, los contratos y la libertad de sus ciudadanos, donde el libre mercado y la libre competencia son el principal antídoto.
Lo recordaba a finales de 2011 en su bitácora el autor y autoproclamado “optimista racional” Matt Ridley en su bitácora, al exponer el provocativo argumento de por qué un mercado capitalista que funcione bien es el antídoto más eficaz contra el “capitalismo” imperante en la actualidad, basado en el uso clientelar de las normas y las instituciones, así como los concursos públicos entre amiguetes para amañar concesiones de todo tipo.
Más que capitalismo, la versión clientelar de éste es capitalismo de amiguetes, “crony”.
El hambre por ensayos económicos serios
Sabes que el interés sobre las grandes tendencias de creación y distribución de riqueza ha cambiado cuando un sesudo ensayo económico de más de 600 páginas suscita interés en los medios y redes sociales (la versión en inglés del ensayo de Thomas Piketty ocupa el primer puesto en ventas en Amazon mientras escribo).
Entre los logros del economista francés con el ensayo, destaca el haber logrado abstraerse del ruido ideológico de la primera línea de fuego, que afecta incluso a la política a corto plazo del gobierno socialdemócrata francés.
Un libro sesudo y con desapasionada vocación racional suscita curiosidad, por tanto, entre los académicos y el público general. Ambos grupos de lectores potenciales están hambrientos de libros que, como Capital in the Twenty-First Century, son más complejos de encasillar que los de los “autores mediáticos” que claman a la rebelión o la desobediencia civil contra el “gran capital”.
Entre Adam Smith y Karl Marx: más allá de la dicotomía Hayek-Keynes
Las críticas de Piketty se dirigen hacia las doctrinas que surgen de Adam Smith (en última instancia, el “laissez faire” hayekiano), pero también a las doctrinas ortodoxas que parten de la reinterpretación materialista de Karl Marx (en última instancia, keynesianismo).
(Vídeo: parodia rapeada “Keynes vs. Hayek, la lucha la lucha del siglo, segundo asalto”, por John Papola y Russ Roberts)
Steven Erlanger escribe en The New York Times que Piketty basa sus argumentos en información bien interpretada y, si bien sus conclusiones son criticables, como hace el economista con influencias libertarias (con sentido de la autocrítica y atento al dogmatismo) Tyler Cowen en un artículo para “Foreign Affairs”, Capital in the Twenty-First Century está sobre el escritorio de los economistas y dirigentes más influyentes del planeta. Leído, subrayado y anotado.
Piketty explica a Steven Erlanger que no dedica su energía a alimentar las contradicciones en Francia (y en el resto de Europa) al interpretar las supuestas virtudes y vicios del comunismo, ejercicio de flagelación todavía vigente (prueba de ello, las acciones y declaraciones del actor español Willy Toledo).
Visitó Rumanía con un amigo en 1990, un año después de la caída del muro de Berlín. Tenía 19 años. “Esto me vacunó de por vida contra la retórica perezosa y anticapitalista, porque cuando vi tiendas vacías, vi a la gente hacer cola por nada en la calle”, explica, “tuve claro que necesitamos propiedad privada e instituciones de mercado, no sólo por eficiencia económica sino por libertad personal”.
La desigualdad desde inicios de la Época Moderna
Según Tyler Cowen, donde Capital in the Twenty-first Century realmente brilla es argumentando el papel que la desigualdad ha tenido en la historia económica desde la época moderna.
Por ejemplo, Thomas Piketty detalla cómo la paz y relativa estabilidad de la segunda mitad del XIX en Occidente contribuyó a una enorme acumulación de capital, lo que generó concentraciones de riqueza sin precedentes y disparó la desigualdad.
Después de una Gran Depresión y dos guerras mundiales, la destrucción de capital acabó con la tendencia y esos cataclismos condujeron a una era más igualitaria propulsada por la reconstrucción, una sólida demanda de mano de obra, crecimiento de la natalidad e innovación tecnológica (bienes de consumo, revolución agraria, etc.).
Cuando había que reconstruir Occidente
En la actualidad, tendemos a medir el mundo comparándolo con la expansión de la prosperidad en las clases medias ocurrida entre 1950 y 1980, un momento inusual, excepcional, y “la constelación de variables que produjeron tal prosperidad durante ese período no será probablemente recreada en los próximos tiempos”, recalca Tyler Cowen.
Piketty explica las que considera trágicas consecuencias del éxito del capitalismo para aportar a continuación posibles soluciones. El éxito del capitalismo democrático aporta ganancias notables, pero crea a la vez una sociedad dominada por la riqueza y las ganancias relacionadas con el capital acumulado, y no con los salarios.
Si bien Thomas Piketty aclara sus reservas con el materialismo marxista y cualquier tipo de determinismo, también afirma “no hay ningún proceso natural o espontáneo para prevenir que las fuerzas del desequilibrio y la desigualdad prevalgan permanentemente”.
Cuando “acumular riqueza” no es tan fácil: jugar a ganar vs. jugar a no perder
En el modelo de Piketty, quienes acumulan capital lo suelen hacer con facilidad y a un ritmo sostenido, cuando la realidad es que el riesgo de las inversiones y la dificultad de mantener retornos altos influyen sobre los inversores y su tolerancia al riesgo, ese concepto ausente en el análisis del economista francés.
Ello explicaría por qué, según The Economist, muchos inversores “ya no juegan a ganar, sino a no perder“.
O por qué, también según The Economist, los más ricos trabajan ahora más horas de media que las clases medias por primera vez en la historia.
¿Aplicar más impuestos o intentar que todo el mundo los pague?
Capital in the Twenty-First Century dedica los últimos capítulos a las “soluciones”, más ideológicas que analíticas, según Tyler Cowen. La idea estrella es un plan global para crear impuestos progresivos a la riqueza, “una llamada para redistribuir radicalmente los frutos del capitalismo para asegurar la supervivencia del sistema”.
La aportación novedosa del ensayo es explicar la economía basándose en la dicotomía entre ganancias del capital y ganancias del trabajo, pero se queda corto al aportar soluciones convincentes, más allá de exponer las contradicciones existentes.
Tyler Cowen cree que, “si la riqueza sigue creciendo en relación a la renta, pero los salarios también crecen, la mayoría de la gente será feliz. Por supuesto, en las pasadas décadas, los salarios medios se han estancado en muchos países desarrollados, incluido Estados Unidos”.
El fin del trabajo: sobre el estancamiento de los salarios
La clase media estadounidense ha dejado de ser la más próspera del mundo, informa The New York Times; la prosperidad ha cruzado la frontera norte y ahora Canadá cuenta con la clase media más rica.
Pero el gran tema sería, en este caso, el estancamiento de los salarios, y no la acumulación de riqueza. Otros fenómenos han influido más sobre el estancamiento de la renta de los trabajadores: el mercado globalizado (deslocalización, etc.) y la cada vez más sofisticada mecanización.
Piketty propone un acuerdo internacional comprensible para gravar la riqueza individual inventariando cualquier tipo de posesión o ganancia, una idea que considera utópica, pero ideal.
Hiperregulación y capitalismo de amiguetes
No existen menciones a las dificultades prácticas para aplicar la idea, así como sus efectos distorsionadores y abusos que acompañarían inevitablemente un control gubernamental de la economía tan intenso.
Por ejemplo, este control acentuaría el clientelismo y el capitalismo de amiguetes.
Son las conclusiones del economista las que le sitúan más en el contexto de las ideas económicas de la Europa continental, siempre partícipes de un sector público no sólo existente, sino fuerte y “preponderante”. Eso sí, al menos reconoce que habría que mejorar la organización y eficiencia del sector público existente.
El punto más débil de la propuesta de una tasa progresiva global que grave la riqueza son los mediocres resultados obtenidos hasta ahora con este tipo de actuaciones, con resultados modestos a la hora de generar beneficios, fugas de capital y exilio de ciudadanos.
Las dificultades de poner en práctica una idea que favorezca la equidad
Francia ha tasado la riqueza con fugas de capital y ciudadanos como resultado; Italia lo intentó en 2011 con un impuesto sobre la propiedad que fue retirado tras la debacle electoral de sus propulsores; y Chipre experimentó con un impuesto a los depósitos bancarios que agravó la situación del país, más que solucionarla.
En opinión de Tyler Cowen, los impuestos agresivos sobre la riqueza, con niveles que en ocasiones rozan la confiscación, no producen los beneficios deseados, pero sí problemas que repercuten sobre la calidad de las prácticas e instituciones independientes requeridas en sociedades capitalistas prósperas y democráticas.
La importancia de elevar los debates
Para Piketty, el capital y los capitalistas sin control culminan en mayor acumulación, desigualdad e injusticias, “pero Piketty parece creer que gobiernos y políticos están en cierto modo exentos de la misma dinámica”.
Desde las posiciones libertarias de lugares como Silicon Valley se estaría de acuerdo con Tyler Cowen en que “crear más valor en una economía haría más que la redistribución de la riqueza para combatir los efectos nocivos de la desigualdad”.
Se puede argumentar que la crítica de Tyler Cowen a la “solución” propuesta por Piketty, consistente en una tasa global y progresiva a la riqueza, es tan ideológica como la propia propuesta.
El argumento de Cowen no es tan contrario a la tasa como a la imposibilidad para aplicarla y los efectos reales que su instauración tendría entre las sociedades más prósperas.
Veremos quién incentiva la creación de riqueza e incentiva su reinversión en la prosperidad para todos y quién, por el contrario, regula porciones cada vez más pequeñas de lo que quede por repartir.
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