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Comunidades utópicas: refugios libertarios y mundo conectado

Paradójicamente, un mundo más interconectado, donde la información es una mercancía con coste marginal cero y pronto los objetos se hablarán entre sí con sensores, florece de nuevo el sueño utópico de Tomás Moro y tantos ilustrados: crear una sociedad desde cero.

Repasamos la historia de un esfuerzo esquivo que, sin embargo, ha hecho soñar a generaciones de individuos que creían en un mundo mejor. Es la historia de las comunidades utópicas, desde que, en 1516, Tomás Moro escribiera Utopía.

La necesaria ingenuidad de quienes experimentan

Recogemos victorias a medias, así como pequeños y grandes fracasos. En este artículo nos centramos, no obstante, en los fracasos románticos y bienintencionados, y no las catástrofes a gran escala, causadas por visiones monstruosas de planificación centralizada.

La historia del marxismo y fascismo más trasnochados del siglo XX no necesita ser recordada de nuevo. Sus experimentos evocan el riesgo del fallo de la ética y el respeto por individuos y grupos.

(Vídeo: Kirsten Dirksen entrevista a Brad Kittel, fundador de Tiny Texas Houses, que impulsa una aldea “no incorporada” en Texas, Estados Unidos)

El atractivo de las sociedades utópicas ha sobrevivido a las propias utopías, con el materialismo dialéctico y su aplicación más extendida en el siglo XX, el marxismo leninista, como el intento de civilización a gran escala más desastroso de la modernidad.

Utopía a inicios de la Ilustración: individualismo y mutualismo

Las ideas ilustradas trajeron consigo dos grandes corrientes idealistas para reformar la sociedad del Antiguo Régimen: una más individualista y basada en el liberalismo clásico anglosajón (desde el mecanicismo del Reino Unido a la Declaración de Independencia y la Constitución de Estados Unidos); y la corriente comunal surgida de la Revolución Francesa, que marcaría ideologías, revoluciones y contrarrevoluciones en el resto de Europa durante todo el siglo XIX.

Los grandes movimientos tectónicos de la Ilustración se asentaron en Estados Unidos y, en menor medida, entre las oligarquías las colonias americanas independizadas de España, por un lado; y en la Francia de la Revolución, con sus excesos y derivaciones, que culminarían en el culto personal, inspirador de populistas posteriores: el Napoleón original.

Pero la batalla de las ideas no se jugó sólo con letras doradas y pasillos embetunados, entre la brillantez de los Padres Fundadores de Estados Unidos, que promulgarían la primera Constitución, desde la Atenas de la época de Pericles, “de la gente, por la gente y para la gente” (además de separar explícitamente Iglesia y Estado), o los tratados filosóficos y económicos de intelectuales de la Universidad de Glasgow durante la Ilustración.

El valor de experimentar: el agrarismo de Thomas Jefferson

La Ilustración trajo también la experimentación. Inspirándose en el método científico y la revisión realizada desde Descartes de las ideas socráticas y aristotélicas (el individuo racional, las sociedades racionales, etc.), muchos autores teorizaron sobre sociedades utópicas, sobre todo en el contexto previo a los primeros movimientos obreros organizados.

En Estados Unidos, Thomas Jefferson abogó por una sociedad de prósperos propietarios agrarios, que habitara casas rodeadas de terreno fértil bien cultivado, lo que garantizaría la autonomía de las familias y propulsaría las clases especialistas.

(Vídeo de Kirsten Dirksen sobre nuestra visita a la ecoaldea de Ibort, en el Pirineo aragonés)

Las ideas de Jefferson acerca de crear una “República agraria” serían adaptada por distintos movimientos de “retorno a la tierra” con base agraria y ética protestante.

Por ejemplo, los filósofos trascendentalistas Emerson y Thoreau abogaron por un equilibrio en el uso de la tierra y el contacto con ella para autorrealizarse, mientras ya en el siglo XX, un grupo de intelectuales del sur de Estados Unidos promovieron bajo el nombre de ruralistas Vanderbilt ideas de retorno a la tierra, autosuficiencia y regeneración de comunidades deprimidas.

Jefferson vs. Hamilton

Las ideas de Jefferson chocaron con el progreso industrial y comercial representado por el primer secretario del Tesoro, Alexander Hamilton, promotor de la industria y las manufacturas en Estados Unidos.

El agrarismo de Jefferson cedió paso a la Norteamérica industrial de Jefferson, pero el país respetó las comunidades rurales de pequeños propietarios que promovían la vida sencilla y la autosuficiencia.

Antes de que el Manifiesto Comunista y la interpretación que Karl Marx hacía del materialismo hegeliano sentaran cátedra entre quienes acusaban los excesos del liberalismo (por ser la meritocracia de unos pocos, al tratarse de una sociedad que apenas empezaba a experimentar con libertades), varios autores escribieron sobre su utopía.

Las sociedades utópicas exponían ideas a menudo descabelladas: desde el libertinaje de según qué clases dominantes (Marqués de Sade, el joven James Boswell -noble escocés y biógrafo del intelectual “tory” Samuel Johnson, etc.) a los falansterios, comunidades utópicas teorizadas por el socialista utópico Charles Fourier.

Equilibrios entre individualidad y prosperidad para todos

Jean-Jacques Rousseau, inspirador de la ideología progresista un siglo antes de que se extendiera el concepto de materialismo dialéctico, creía que la vida sencilla e industriosa, de ciudadanos con derechos y educación, garantizaría la riqueza material e intelectual equilibradas.

Si bien el igualitarismo del filósofo de Ginebra contrastaba con las ideas individualistas y meritocráticas de sus colegas anglosajones, Ambas corrientes se basaban, no obstante, en la igualdad de derechos y oportunidades.

Este reconocimiento de derechos y deberes es la base del liberalismo clásico, según lo teorizado por Thomas Hobbes, John Locke y el propio Rousseau (con El contrato social).

Lo que Lev Tolstói recomendó a Mohandas Gandhi

Las corrientes anarquistas de Pierre-Joseph Proudhon también influyeron profundamente a intelectuales y políticos de toda Europa y Norteamérica:

  • en Europa, sus lectores experimentaron con comunidades cooperativas a pequeña escala; el propio escritor Lev Tolstói -anarquista cristiano- aprovechó su condición de noble terrateniente para adaptar muchas teorías de Proudhon entre los habitantes de sus tierras;
  • en Estados Unidos, el anarquismo adoptó el individualismo ilustrado ya existente en la incipiente sociedad desde la época de las Trece Colonias, con intelectuales como los trascendentalistas (los mencionados Thoreau y Emerson, el poeta Whitman, etc.) abogando por individuos autorrealizándose a menudo alejados de la sociedad, más que individuos tratando de acabar con la sociedad para construir una nueva sobre ella.

Ya en el siglo XX, y combinando ambas corrientes, Mohandas Gandhi se inspiraría en los experimentos utópicos de Tolstói para crear su granja escuela Tolstói Farm en Sudáfrica, durante sus años formativos como funcionario del Imperio Británico.

El país (aconfesional) que se convirtió en refugio de perseguidos (religiosos)

Pero la historia de las comunidades utópicas no estaría completa sin entender el contexto de conformación y colonización de las Trece Colonias, así como la colonización de Frontera de Estados Unidos desde las primeras anexiones tras la independencia.

Como había ocurrido a menudo, aunque de manera extraoficial y minoritaria, con las colonias españolas en América, que acogieron a descendientes de judeoconversos y moriscos (escasea la documentación al respecto), las colonias europeas en Norteamérica se convirtieron en refugio de minorías religiosas perseguidas en Europa:

  • puritanos, judíos sefardíes procedentes de la diáspora ibérica (y de las colonias españolas y portuguesas), cuáqueros, hugonotes y católicos del norte europeo como minorías respetadas en una primera oleada hasta finales del siglo XVII;
  • a partir del siglo XVIII y coincidiendo con la prosperidad de las Trece Colonias, se consolidarían distintas vertientes del puritanismo en Nueva Inglaterra, mientras el evangelicalismo (baptistas y metodistas) emergía en el Sur, con epicentro en Virginia: la población relacionaba el anglicanismo con la metrópolis (el monarca inglés es el máximo mandatario de la Iglesia Anglicana), dando paso a la Iglesia Episcopal.

Los 50 años que siguieron a 1776 consolidaron la hegemonía de baptistas y metodistas, con comunidades numerosas de católicos, congregacionales, luteranos y episcopalianos.

La historia de las otras comunidades utópicas: cuáqueros y anabaptistas

En Estados Unidos se conformó una mayoría evangélica, un fenómeno norteamericano en el que confluían pietismo, presbiterianismo y puritanismo; su influencia sobre la moral y filosofía de vida de la población mayoritaria no impidió que Estados Unidos acogiera y respetara a comunidades enteras expulsadas de Europa por su interpretación radical de corrientes sobre todo protestantes.

Experimentando con los ideales de su nueva Constitución, el nuevo país acogió y respetó las creencias de sectas religiosas con énfasis en distintos aspectos del cristianismo:

  • desde sus inicios como grupo religioso diferenciado, los cuáqueros recomendaban vivir una vida sencilla; es un grupo protestante escindido de la Iglesia de In¡glaterra a mediados del siglo XV que emigró masivamente a Nueva Inglaterra para escapar de la persecución, conformando la mayoría de la población en Rhode Island y fuerte presencia en el resto de Nueva Inglaterra;
  • los shakers o shaking quakers eran cuáqueros protestantes que creían en la igualdad social y rechazaban el matrimonio; asentados en distintas comunidades de Nueva Inglaterra, eran conocidos por su pacifismo y su especialización en oficios artesanos;
  • la Reforma Radical del siglo XVI que dio lugar en Alemania al anabaptismo dio lugar a varias emigraciones de estos grupos perseguidos a las Américas, sobre todo Norteamérica; en Norteamérica, conformaron comunidades autosuficientes con su propia cultura, idiosincrasia y estilo de vida, que todavía mantienen: son los amish, menonitas, huteritas y miembros de las comunidades Bruderhof -una escisión huterita-.

Exiliados de Frislandia

Los anabaptistas estadounidenses huyeron de regiones germanas de Europa central y del norte (Frislandia, Alsacia, cantón alemán de Suiza, etc.), así como en comunidades alemanas de Europa del Este, al ser perseguidos en el Viejo Continente por católicos, protestantes y ortodoxos.

Sin embargo, en Estados Unidos -así como en otros países de las Américas como Uruguay, Paraguay, – mantuvieron sus comunidades y costumbres; por ejemplo, los amish de Lancaster, en Pensilvania, siguen hablando el dialecto alemán que importaron de Alsacia y se desplazan a caballo, carecen de teléfono, conservan sus costumbres culinarias y mantienen el atuendo y las tradiciones socioculturales.

Algunos de estos grupos religiosos fueron perseguidos incluso en Estados Unidos por la intromisión gubernamental en asuntos que afectaban la comunidad. Abraham Lincoln respetó el pacifismo de los shackers y los eximió del servicio militar para evitar una revuelta; mucho después, los huteritas pacifistas que se opusieron a luchar en la I Guerra Mundial fueron encarcelados.

Todavía hoy varias comunidades religiosas autosuficientes de Estados Unidos practican la objeción de conciencia y se arriesgan en ocasiones a sanciones del gobierno estadounidense.

Comunidades utópicas como pioneros de profundos cambios sociales

No se entiende el surgimiento (y, en las últimas décadas, resurgimiento) de las comunidades utópicas sin conocer el contexto de efervescencia social, política, filosófica y religiosa que derribó el Antiguo Régimen y conformó la Europa y Norteamérica de los dos últimos siglos.

El aumento de la población y las tensiones en ciudades y entre grupos religiosos en toda Europa dieron pie a ideas como la de los falansterios: una comunidad basada en la colaboración, la propiedad colectiva y la organización racional de la convivencia.

La organización de comunidades religiosas estadounidenses (cuáqueros y anabaptistas -sobre todo menonitas-) sirvieron de inspiración a ideas como el falansterio de Charles Fourier, pero también a las colonias fabriles que intentaron racionalizar vida y trabajo.

¿Somos tan socráticos como pensaba Rousseau?

Tanto falansterios como colonias fabriles fracasaron donde lo hizo el marxismo: aplicando la idea racionalizada a la realidad: no se puede reducir el ser humano a una ecuación matemática.

Fourier trató de solucionar todos los problemas y desigualdades teorizados por liberales como Rousseau con un elaborado sistema de organización que partía de la idea socrática (y rousseauiana) de que el ser humano es bueno por naturaleza y florecerá si es instruido.

(Vídeo de Kirsten Dirksen sobre nuestra visita a la ecoaldea de Lakabe, en el Pirineo navarro)

La realidad no daría la razón a Fourier, pero otros sistemas de organización colectiva aprendieron de los errores de proyección -y asunciones demasiado mecanicistas- del teórico francés.

Las comunidades cooperativas lograron mejores resultados. Inspiradas tanto por el anarquismo (de inspiración religiosa o no) como por el materialismo, las comunidades cooperativas florecieron con éxito en distintos lugares del mundo.

Lecciones de los primeros kibutz

Es el caso de los kibutz, las comunas agrícolas en Oriente Próximo, decisivas en la creación y mantenimiento del Estado de Israel.

El primer kibutz fue establecido en Palestina por judíos rusos en 1909, inspirados en el sionismo socialista que partía de las ideas de Tolstói (sí, el mismo Lev Tolstói escritor y anarquista cristiano, autor de Guerra y Paz e inspirador de Mohandas Gandhi).

Tolstói Farm, en Sudáfrica, y los kibutz israelíes parten, por tanto, de la adaptación materialista de las ideas de un agrarismo utópico de Jefferson. Éstas inspiraron a Henry David Thoreau, a su vez autor de cabecera de Tolstói.

Los postulados de los kibutz son similares a los de muchas comunidades autosuficientes (más allá de su especificidad religioso-cultural): estrecha colaboración en el trabajo agrícola, propiedad colectiva (con lo que aumenta el sentido de la corresponsabilidad), trabajo propio, salarios igualitarios (pagando esfuerzos y objetivos), rotación de puestos (para minimizar fenómenos como la desmoralización), y toma democrática de decisiones.

Comunidades utópicas en el siglo de los “ismos”

Ya en el siglo XX, las comunidades utópicas trataron de evadirse de los orígenes y nefastas consecuencias de las dos guerras mundiales y la época de entreguerras, con la pujanza y estragos del comunismo soviético -no la corriente trotskista precisamente, sino el crudo estalinismo- y los fascismos.

Al finalizar la II Guerra Mundial y dividido el mundo en dos grandes bloques en torno a las dos superpotencias ganadoras de la guerra, las corrientes de diseño y arquitectura moderna abogaron por un diseño regenerado en el que la forma siguiera a la función, sin herencias del pasado.

La arquitectura moderna también influyó sobre las ideas de planificación urbanística, con ideas más urbanas, densas y centralizadas (por ejemplo, Le Corbusier) y otras que abogaban por un modelo más oxigenado, verde, de viviendas unifamiliares y aspecto jeffersoniano, como el estadounidense Frank Lloyd Wright.

Arcologías: el sueño de edificios-ciudad sostenibles y autosuficientes

Fue precisamente un alumno de Frank Lloyd Wright, el italiano Paolo Soleri, quien profundizó en la idea de crear edificios-ciudad autosuficientes, integrados en el paisaje y ecológicamente sostenibles: las arcologías.

Paolo Soleri dedicó su carrera a erigir Arcosanti, una arcología en el desierto de Arizona, no muy lejos de Taliesin West, donde Frank Lloyd había establecido su escuela de verano.

El polímata y futurólogo Buckminster Fuller, con ideas sobre sostenibilidad similares a las de Paolo Soleri, concebía la tierra como un único superorganismo y usó el término “nave espacial tierra” para referirse a este concepto.

Creador de la cúpula geodésica y precursor del diseño contracultural, Buckminster Fuller también diseñó ciudades imaginarias autosuficientes, bien protegidas por una gigantesca cúpula geodésica, bien flotantes (como su edificio-ciudad Tritón).

Excesos y aciertos de la era hippie

La arquitectura moderna (sobre todo, la corriente orgánica de Louis Sullivan y Frank Lloyd Wright), así como los edificios ciudad de Bucky Fuller (conceptuales) y, sobre todo, Paolo Soleri (la arcología Arcosanti), inspiraron las primeras comunas hippies.

Muchas comunas contraculturales implosionaron con la misma inconsistencia con que habían sido creadas, con tristes recuerdos como el suceso con la familia Manson.

Otras comunas, sin embargo, recuperaron ideas de Thoreau, Tolstói o Aldo Leopold para crear comunidades agrarias que iniciarían el cultivo orgánico, actualmente un negocio consolidado en Norteamérica y Estados Unidos.

Muchas ecoaldeas actuales siguen practicando la vida sencilla y la autosuficiencia. Un número considerable de ellas comparten una visión holística de los asentamientos, con atención por autoabastecimiento de energía, urbanismo, agricultura orgánica, regeneracionismo de lugares deprimidos, experimentación, etc.

Comunidades utópicas en la actualidad

En *faircompanies hemos charlado con arquitectos, plafinicadores urbanísticos, pioneros e incluso fundadores de ecoaldeas en España, Francia, el Reino Unido y Estados Unidos, y planeamos visitar otras comunidades utópicas en otros puntos del mundo.

Esperamos poder compartir vídeos, documentales, reportajes fotográficos y artículos sobre nuestras visitas. También animamos a nuevos fundadores y pioneros a hacer realidad sus comunidades utópicas, si creen que el proyecto puede repercutir positivamente sobre su crecimiento personal y sobre el entorno elegido.

Algunos de los experimentos más atrevidos que hemos visitado y pretendemos revisitar con la audiencia de *faircompanies y el canal de Kirsten Dirksen en YouTube:

  • Arcosanti, el edificio-ciudad autosuficiente proyectado en el desierto de Arizona por el italiano Paolo Soleri, discípulo de Frank Lloyd Wright;
  • Jay Shafer y su idea de adecentar y transformar los parques de caravanas en Estados Unidos;
  • Brad Kittel y la comunidad utópica de casas pequeñas que planea en Texas;
  • los colonos de la ciudad fantasma del Oeste en Terlingua, también en West Texas;
  • los fundadores -entre ellos, Bill Mollison, quien acuñó el término “permacultura”- y miembros del centro Ceres en Melbourne, Australia;
  • o los fundadores de ecoaldeas en pueblos abandonados de España, como Lakabe, Ibort y tantos otros.

Falansterios de aquí y de más allá

Quizá en algún tiempo podamos visitar algún enclave libertario en medio del océano como una nueva Atlantis, tal y como proyectan algunos entusiastas de la colonización en aguas internacionales, llenos de ingenuidad y muchas ideas.

¿Otros planetas? Quizá nuestra generación esté demasiado lejos… o no tanto, con iniciativas privadas (SpaceX de Elon Musk, también fundador de Tesla) y esfuerzos de programas espaciales que, como el indio, consiguen poner una nave espacial en la órbita de Marte en su primer intento gastando 74 millones de dólares.

74 millones de dólares. Menos que el presupuesto de rodaje de Gravity, una película sobre el espacio a la que no hay que restar méritos por entrar en esta comparación que busca el contraste.

¿La luna? ¿Marte? ¿Habrá pronto colonos en la luna a los que llamaremos lunáticos -o luneros, o lunitas, o ciudadanos de la luna-, mientras observamos la minúscula mota que represente su asentamiento en los días de superluna?

Ensoñaciones y posibilismo

Antes, los creadores de comunidades utópicas tendrán que demostrarnos que todavía se puede experimentar en lo que Buckminster Fuller (y Stewart Brand en Whole Earth Catalog, y a través de él toda la contracultura californiana) llamó nave espacial tierra.

Ese pequeño astro azul y lleno de vida en un océano silencioso y oscuro.