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El estrés bien entendido, mecanismo de excelencia y plenitud

El estrés no se cura con pastillas ni hechiceros; más que combatirlo, es posible aliarse con él para combinar el esfuerzo intenso con el descanso efectivo.

Para ello, hay que salir de la zona de confort, el espacio intermedio de la escala de grises de la experiencia cotidiana.

Ideas preconcebidas y concepciones sociales de lo bueno y lo malo

Hace una semana que Kirsten Dirksen publicó en su canal de YouTube la versión íntegra de su documental sobre el movimiento de las casas pequeñas, We the Tiny House People, que se aproxima ya a las 50.000 visitas.

También se acumulan los comentarios, en estos momentos más de 150, aunque se trate sólo del comienzo, ya que el recorrido audiovisual de un contenido en Internet es lineal y adquiere rachas esporádicas de visitantes, a medida que la reseña va siendo comentada, compartida y publicada por medios profesionales, blogueros y usuarios.

Hace 5 días, un espectador dejaba el comentario (traduzco del inglés): “Si vives en una de esas casas diminutas, prepárate para estar muy solo”.

Retos para unos, propuestas provocadoras o insultantes para otros

La apreciación me llamó la atención y decidí responder, ya que creo que describe en una línea uno de los rasgos definitorios más transversales y presentes entre la población de los países ricos: hay que combatir lo que no es cómodo, convencional, confortable, no sea que nos estresemos o deprimamos y, debido a ello, requiramos medicación.

Para este espectador, “estar solo”, como para otros “comer de manera saludable” o “hacer ejercicio”, son propuestas provocadoras que desafían una ley no escrita más extendida y consensuada de lo que pudiera pensarse: todo lo que implique salir de la zona de confort, ejercitar el físico o el intelecto más allá de lo necesario para ir tirando, es una propuesta de radicales para radicales.

Reproduzco mi respuesta al comentario:

“Estar solo no es siempre negativo. Es necesario para la creación, para escucharse a uno mismo. Escucharse a uno mismo es una de las habilidades más subestimadas. Da Vinci decía que los espacios pequeños disciplinan la mente, y los grandes consiguen lo contrario”.

“Piensa en cualquier persona autorrealizada -prosigue mi comentario- y encontrarás tras su éxito un espacio de creación (o meditación, reposo intelectual, trabajo artesanal, evasión). De modo que, en mi opinión, ‘estar muy solo’ puede ser una bendición. Una de las mayores bendiciones de la era de la Sobrecarga”.

Mediocridad consensuada: lucha mayoritaria por evitar la incomodidad

Decidí poner “sobrecarga” en mayúscula, debido a que no hay que confundir la necesidad humana de estar solo y desconectar del torrente de información y acontecimientos que nos rodean con el conformismo y el inmovilismo.

La soledad voluntaria beneficia, dicen los estudios, la capacidad de innovación y productividad de un individuo. En resumen, sería algo así como recargar pilas y redefinir en cada momento el contexto en que nos encontramos.

Pero el inmovilismo o la lucha por evitar, cueste lo que cueste, la incomodidad -mental y física- de abandonar nuestras zonas de confort, son tan tóxicos para el individuo como para la sociedad (consultar Burbuja de la opulencia y cómo salir de la zona de confort).

El estrés no es nuestro enemigo

El consultor y escritor Tony Schwartz recuerda en Harvard Business Review que el estrés no es nuestro enemigo, sino más bien nuestra forma de gestionarlo, ya que si queremos conseguir resultados satisfactorios -físicos o intelectuales-, es necesario convivir con la incomodidad.

La incomodidad, el esfuerzo, la perseverancia, el sentir que un proyecto se asemeja a una carrera de fondo, con sus momentos críticos y de devaneo, pero con la recompensa del avance inexcusable: cuesta poner esfuerzo para que las cosas salgan a diario y no es posible lograr metas sin abandonar la seguridad total, la comodidad que supondría tenerlo todo atado antes de empezar.

La necesidad humana de trascender y la responsabilidad del individuo por dejar un legado de su potencial llevó a Ana Frank a legar su diario para la humanidad, pese a ser consciente de que difícilmente obtendría con ello más recompensa cuantificable que reflexionar con su interior.

Cuando el estrés sirve de acicate de la creatividad

Y la trayectoria profesional del emprendedor Paul MacCready habría sido una más si no hubiera perseverado después de que su empresa se declarara en bancarrota.

Acumulaba una deuda de 100.000 dólares de los años 70, pero MacCready decidió que había llegado el momento de perseverar.

Con grandes dosis de ingenuidad, pero conociendo sus posibilidades y siguiendo una metodología tan analítica como regular, logró batir el desafío de Henry Kremer, que había prometido 50.000 libras (entonces, exactamente 100.000 dólares) al creador del primer avión que estuviera propulsado por el hombre.

MacCready superó el desafío con el Gossamer Condor. Ver vídeo.

Elogio de la capacidad de superación del individuo

Creer que cualquier reto que emprendamos debe de estar atado y ser totalmente factible sin apenas esfuerzo ni competencia desde el principio (en otras palabras, querer vivir en un mundo sin estrés), es un canto al inmovilismo más tóxico y reaccionario, del que nadie habla: el apalancamiento consciente.

Y, a menudo, protestón. Qué injusticia, que las cosas no vengan dadas, ni caigan del cielo, ni tengamos un papá Estado que lo provea.

Pese a que todos intuimos que no se pueden lograr resultados exigentes en ningún ámbito sin esfuerzo y evitando por completo fenómenos de estrés, es humano que nos sintamos atraidos por las dietas milagro sobre cómo hacerse rico trabajando 4 horas a la semana, o ponerse en forma con un esfuerzo equivalente.

El riesgo de los milagreros

Ello explicaría las ventas que logran milagreros-hechiceros como Timothy Ferriss.

El común de los mortales, vamos a necesitar más de 4 horas para obtener los resultados que deseamos. Y, asumámoslo, la mayoría de nosotros muestra sus dudas ante el estereotipo que relaciona bienestar o felicidad con trabajar poco, ejercitarse poco, estar estupendo y dedicar todo el día a descansar o a poner en práctica otros manuales de hedonismo inconsciente.

El eudemonismo de los filósofos griegos (estoicismo, etc.) o del budismo zen hablan, en cambio, de un bienestar duradero que surge del cultivo permanente del individuo y una vida que definen como “acorde con la naturaleza”, lo que Lao Tsé describe como vivir según el “tao” (el flujo natural) y no contra él. Resumiendo: esfuerzo y sentido común ancestral.

Convivir con el estrés de manera efectiva

Tony Schwartz expone que someterse a momentos de estrés (esfuerzo que no percibimos como agradable) es el únido modo sistemático de hacerse más fuerte y mantener estos nuevos atributos, ya sea en términos físicos, emocionales, mentales o espirituales. “Y te harás más débil si no lo asumes”.

“Vivimos en el mito -explica Schwartz- de que el estrés es el enemigo de nuestras vidas. El verdadero enemigo es nuestra incapacidad de equilibrar el estrés con el descanso habitual”.

Cuando ejercitamos el cuerpo demasiado y durante demasiado tiempo, podemos producir estrés crónico en nuestros músculos y articulaciones. Pero si, en cambio, sometemos al cuerpo a una cantidad insuficiente de esfuerzo, acabará debilitándose y atrofiándose. Ocurre lo mismo con nuestro raciocinio.

Desconectar con efectividad

No abundan quienes se someten al suficiente esfuerzo para vislumbrar su auténtico potencial, ni tampoco los que han aprendido a descansar, dormir, desconectar de manera efectiva, renovarse con la regularidad y profundidad necesarias para convertir la convivencia exitosa con el estrés en un hábito.

Los estudios han demostrado que, cuanto más retamos a nuestro cuerpo (sirve para el intelecto), más señales enviamos a nuestro interior para lograr los objetivos, en un fenómeno que se ha llamado supercompensación, activado durante la recuperación.

Hay un límite para la supercompensación: nuestra propia tolerancia a la incomodidad, ya que los esfuerzos mayores causan -nadie se sorprende de ello- mayor desazón.

Según Tony Schwartz, entrenar nuestra mente cuesta tanto como hacerlo con nuestro físico. En la era de Internet, por ejemplo, sólo actuar con una cierta disciplina puede evitar que caigamos en el estrés producido por el exceso de información, de ofertas encontradas que demandan nuestra atención y nos invitan a posponer tareas o retos.

La delgada línea entre comodidad y atrofia

Se evita el abandono, el derrotismo y la atrofia con tácticas como avanzar paso a paso, dividiendo grandes retos en pequeñas tareas.

Del mismo modo, el corredor de fondo debe luchar a cada paso contra su propia mente, que le invita con cada vez mayor insistencia a reducir el paso o parar un instante, la antesala del abandono.

Abandonar en una ocasión no crea un hábito, pero existe el riesgo de confundir lo acaecido en una ocasión (la posposición de una tarea, o el abandono de una carrera), con una debilidad crónica que nos incapacite para lograr nuestros objetivos.

El arte -y placer- de superarse

La manera de resolver estas dudas consiste en superarse. De ahí la importancia de la motivación.

Ejercitarse para evitar sucumbir a las primeras de cambio no nos vacuna contra una tarde de divagación; en ocasiones, la divagación, como la contemplación, puede ser tan positiva como cualquier otro tipo de descanso o desconexión de nuestras tareas.

Coincido con Tony Schwartz en que pocas cosas sientan tan bien como completar un proyecto complicado, o una dura sesión de ejercicio, o un libro intelectualmente exigente.

Ello “nos libera y permite disfrutar de verdad del período posterior, para experimentar el tiempo libre posterior no como un dolor de barriga, sino como una merecida oportunidad para restaurarnos”.

La mediocridad de la zona intermedia

Abundan los consejos para convivir con el estrés. Los más efectivos invitan de un modo u otro a abandonar la zona de confort y aprender a convivir con los momentos de tensión, más que optar por dietas milagro o sesiones con hechiceros.

Del mismo modo, a veces operamos en una zona de nadie, en la mitad de la escala de grises, sin dar lo máximo de nosotros ni relajarnos del todo. Siempre hay algo que nos llama. Una tarea no acabada, un mal día, un resultado inesperado. El contagio de un estado de ánimo ajeno a nosotros.

¿Qué práctica nos podría animar a que abandonásemos de manera efectiva la comodidad tóxica y, a la vez, nos instigara a renovarnos de manera efectiva con posterioridad?

¿Por qué “una ducha de agua fría” es una expresión negativa?

Tony Schwartz propone aumentar la amplitud de nuestra onda (desde el esfuerzo intenso a la renovacion profunda). “Es el camino más seguro hacia una vida más plena”, concluye.

En ocasiones, no está de más repetirse que no hay generaciones perdidas si uno puede autorrealizarse.

¿Qué puede sentar mejor que cumplir metas sin que a uno le regalen nada?