Brooklyn, “borough” neoyorquino con pasado industrial con antonomasia, no se resiste a reconvertir los antiguos edificios industriales de ladrillo marrón con ascensor de montacargas, plantas diáfanas y techos elevados, en apartamentos de lujo para artistas y financieros.
El equivalente al barcelonés barrio de Poblenou, conocido por el latido refrescante de Williamsburg, su arteria de jóvenes profesionales y epicentro “hipster“, quiere validar la hipótesis de la III Revolución Industrial, propulsada por artesanos-hacker que fabricarán pequeñas tiradas de bienes con elevado valor añadido.
En vez de gigantes industriales, factorías nicho
Las nuevas factorías-nicho, a medio camino entre la especialización laboral que requerían los gremios previos al surgimiento de la producción a gran escala de bienes idénticos, florecen en lugares como Brooklyn, uno de los primeros grandes barrios industriales de una urbe occidental en experimentar el declive de la deslocalización y los trabajos “manuales”.
En el siglo XXI, los trabajos manuales o que requieren una manipulación precisa y especializada, recuperan la importancia que tuvieron en la época gremial, justo antes de la I Revolución Industrial: requieren un aprendizaje no sólo mecánico, sino artístico y humanístico y, por tanto, apegado al terreno, difícil de deslocalizar.
Los trabajos de cuello azul del siglo XX, poco menos que una vergüenza familiar, recuperan el esplendor de los artesanos con profesionales que se sitúan en el lugar anhelado por polímatas como Steve Jobs: en el vértice que pivota entre las humanidades y la ciencia.
Artesanos-hacker: entre los gremios, la impresión 3D e Internet
Los “artesanos-hacker” confirman su atracción por barrios todavía asequibles, pero con una rica vida cultural y profesional, cobijados por ciudades cosmopolitas como Nueva York, San Francisco, Londres, Barcelona.
Joseph Berger dedica un artículo en The New York Times al renacer industrial de Brooklyn, que convierte sus antiguas factorías obsoletas y contaminantes en edificios que albergan factorías-nicho.
No muy lejos de las oficinas, también en Brooklyn, de la startup de impresión 3D casera y de código abierto MakerBot, que Kirsten y yo visitamos hace ya un tiempo gracias a la invitación de su fundador, Bre Pettis (entrevista en vídeo y fotogalería), se halla una vieja factoría de ladrillo, reconvertida para albergar varias startups que producen bienes entre artesanales y tecnológicos.
De viejo edificio fabril a incubadora de las “nuevas manufacturas”
El edificio, en 1205 Manhattan Avenue, ha sido compartimentado en varias docenas de pequeñas factorías, “cada una de las cuales cuenta con su nicho de clientela”.
Entre los proyectos enumerados por Joseph Berger: un artesano de la madera y el metal que trabaja para museos; un profesional publicitario independiente; o un restaurador de vidrieras artesanales para museos.
Hasta los años 60 del siglo pasado, Brooklyn era conocida por su frenética actividad industrial, hasta el punto de rivalizar con Chicago en el imaginario colectivo americano de los trabajos de “cuello azul”. Tiempos en los que el azúcar Domino, los lápices Eberhard Faber, la cerveza Schaefer o los productos farmacéuticos Pfizer se hacían en el barrio.
El detalle de la artesanía, la precisión de la alta tecnología
Los tiempos de grandes -y a menudo contaminantes- centros de producción no vuelven. El futuro industrial de Brooklyn vuelve a brillar, pero las nuevas empresas no necesitan grandes máquinas para fabricar a gran escala y, así, ganar una pequeña porción por cada bien masivo concebido.
Al contrario; la producción recupera el detalle, las aristas y el carácter local de la artesanía, con un toque de alta tecnología.
Joseph Berger explica en su artículo que, “en una transformación que ha sido tan celebrada como parodiada, Brooklyn retiene cada vez más algunos de sus espacios industriales para la producción a pequeña escala, en pequeños lotes”.
El mundo se pregunta quiénes son y qué caracteriza a los “hipsters” de Williamsburg, una de las parodias más repetidas en los medios y la blogosfera estadounidenses.
Tres en uno: emprendedores, profesionales, trabajadores cualificados
A su cobijo, florecen tendencias como el teletrabajo, los proyectos colaborativos, la impresión 3D casera, la artesanía, el transporte en bicicleta (incluyendo a heladeros: un vídeo de Kirsten sobre ello) y otras iniciativas que atraen a emprendedores, profesionales y trabajadores cualificados.
A menudo, el mismo individuo se corresponde con las tres categorías enumeradas, que es a la vez partícipe de las tendencias en el barrio -y, a través del cosmopolitismo del emplazamiento e Internet, en el resto del mundo-, consumidor y fabricante.
Mirada local, herramientas cosmopolitas
Cuando el productor participa en la tendencia o intuye una oportunidad de negocio surgida de una necesidad propia, su ahínco emprendedor traspasa la barrera del negocio tradicional. Productor, consumidor, partícipe de la tendencia, artesano, ciudadano de lo próximo, usuario de Internet.
Empresas como Swell, fundada por el emprendedor de origen japonés Makoto Aoki, o MakerBot, sugieren que la artesanía, tecnológica y glocal, de la III Revolución Industrial, toma forma en emplazamientos como Brooklyn, San Francisco o Barcelona.
Las consecuencias del efecto boomerang
En Boomerang; Travels in the New Third World, el periodista y escritor Michael Lewis ha extendido y profundizado en su serie de artículos sobre la crisis de deuda que atenaza a varios países ricos, que escribió para Vanity Fair.
El “nuevo tercer mundo”, expone Lewis en el título del libro con voluntad provocadora, está conformado por países que se habían acostumbrado a crecer mediante el endeudamiento y que asumirían las pérdidas de su sector bancario desde el escándalo de las subprime.
Las apuestas financieras (credit default swaps) a que muchos de estos países se declararán tarde o temprano en bancarrota son el último episodio de una crisis que, recuerda Lewis, no empezó en 2008.
El declive manufacturero del “mundo desarrollado”
Antes, sobre todo desde 2002, la población y los gobiernos de muchos de estos países se habían endeudado más que nunca, gracias a unos tipos de interés bajo mínimos y a los incentivos para conceder créditos.
Pero antes incluso de que Estados Unidos, el Reino Unido o la periferia del euro se concienciaran sobre el problema de su deuda pública o privada y sobre su exposición a los mercados internacionales, que miden el riesgo y establecen los tipos de interés, otras tendencias provocaban la lenta pérdida de competitividad de estos países.
Además del precio de la energía y la deslocalización hacia China, a varios expertos preocupaba ya desde finales de los 90 la pérdida de puestos de trabajo, que no sólo afectaba a puestos de “cuello azul”, o trabajos industriales menos cualificados, sino también a trabajos profesionales de “cuello blanco”, transformados con Internet y la informática personal.
Detalles (y potencial) del “nuevo tercer mundo”
Mayor endeudamiento público y privado, mayor dificultad para encontrar trabajo poco cualificado y puestos profesionales transformados por la tecnología, deslocalización productiva, energías más caras. Varias tendencias alimentaron la situación en la que ahora se encuentran muchos países.
No vuelve el empleo fácil y masivo para salvaguardar la solvencia de los países y mantener su balanza comercial equilibrada con más exportaciones y menos compra a crédito. En países como España, El fin del trabajo proclamado por Jeremy Rifkin no se queda corto.
Pero The Economist y Andrew McAfee, experto de la Sloan School of Management, colaborador de Harvard Business Review y autor del ensayo Race Against The Machine, sin perder el realismo, son más optimistas sobre el futuro.
III Revolución Industrial: la producción retorna a Occidente
The Economist, por ejemplo, cree que tecnologías como Internet, la impresión aditiva y el poder de atracción de las ciudades occidentales más cosmopolitas, muchas de las cuales alumbraron la I Revolución Industrial, devolverán la producción de manufacturas a los “países ricos”, según la definición tradicional, o el “nuevo tercer mundo”, según el título jocoso del último libro de Michael Lewis.
La III Revolución Industrial se alimentará del talento descentralizado y de la producción personalizada y en pequeñas tiradas, ya que los nuevos productos con alto valor añadido tendrán viabilidad económica sin necesidad de recurrir a grandes tiradas.
Las economías de escala y su elevada inversión inicial, principal razón de que las manufacturas tecnológicas migraran a Asia, perderán sentido en los próximos años y las nuevas industrias de productos de calidad, duraderos, personalizados y locales, serán asumidas por pequeños talleres de artesanos-hacker, que se fundirán con sus consumidores.
Los nuevos artesanos-hacker convivirán con las necesidades y tendencias de sus clientes, o serán en ocasiones fabricantes y clientes a la vez, en una especie de recuperación de la “economía gandiana” de producción capilar a pequeña escala y las últimas tecnologías.
Carrera contra la máquina
Son los nuevos gremios del siglo XXI, y las ciudades occidentales capaces de atraer más talento acapararán la tracción de la nueva tendencia.
En su libro sobre los profundos cambios en los patrones de trabajo en los países ricos, Race Against the Machine, así como en su charla en el ciclo de conferencias Ted Talks, Andrew McAfee comparte el diagnóstico laboral de The Economist.
Para adaptarse a la situación actual, los más vulnerables a situaciones como la actual deberán crearse su propio puesto de trabajo o encontrar empleo con mecanismos adaptados a los nuevos tiempos.
Menos luditas, más artesanos-hacker
Es posible permanecer relevantes en el nuevo mercado laboral, sobre todo encontrando nichos de producción que aprovechen la industria del futuro si, como parece, ésta será local, especializada, personalizada.
Los viejos y oxidados resortes de los antiguos barrios industriales en las ciudades más dinámicas de Occidente se preparan para un nuevo tipo de industria. Es artesana y tecnológica. Local, personalizada y con voluntad de crear “productos que duren para siempre” (“forever products”).
Quizá, los antiguos nombres gremiales que dan nombre a las calles de ciudades como Barcelona retomarán, con la III Revolución Industrial, el sentido que perdieron con la primera.
Qué mejor homenaje para polímatas y maestros artesanos de todos los tiempos.