A diferencia de las dos generaciones anteriores -los “baby boomers” (nacidos entre 1940 y 1953), la Generación Jones (1954-1969) y la Generación X (nacidos entre principios de los 60 y principios de los 80)-, los “millennials” o Generación Y (entre finales de los 70 y 2000) se topan de bruces con fenómenos olvidados desde los años 30: desempleo generalizado y auge de los extremismos.
Llega el momento de que la Generación Y, compuesta por jóvenes a menudo tildados de narcisistas, inconsistentes, competitivos, mimados, consentidos o adictos a las pautas de gratificación instantánea (“quiero algo ahora mismo y sin esfuerzo”), demuestren a las generaciones precedentes y a sí mismos que pueden convertir la era de la crisis financiera, política y de modelo económico en un nuevo período de prosperidad.
Pagando facturas del pasado, no invirtiendo en el futuro
No se puede hablar de uniformidad en la Generación Y, pero sí de rasgos comunes surgidos del tránsito a través de momentos históricos, la manera de consumir medios de entretenimiento, las características de la cultura popular, etc.
Si hay algo claro: en las próximas décadas, los “millennials” harán frente al pago de enormes deudas contraídas para mantener prestaciones más caras por el envejecimiento de la población, el descenso de la población activa con trabajo, la falta de competitividad y el mantenimiento de una estructura de gastos pensada para años de bonanza y elecciones.
Nuevos estatus de prestigio: sobre omnívoros culturales
Del mismo modo que las corrientes espirituales centran su enseñanza en el desapego entre cuerpo y espíritu (sensaciones y pensamiento), la Generación Y erige los nuevos símbolos de prestigio y riqueza, que ya no pueden basarse en el crecimiento material del nuevo rico.
Ahora, los nuevos ganadores son los “omnívoros culturales“, tal y como explica Shamus Khan en The New York Times.
Crearse sus propias oportunidades vs. instalarse en la queja
Los “millennials” deberán aprovechar la era de los inventores o, como recordaba Der Spiegel ya en 2009, la Generación Y europea podría perderse, siempre en sentido figurado; al fin y al cabo, no hablamos de una generación “perdida” equivalente a las generaciones literalmente liquidadas en la I y II Guerra Mundial, o en la Guerra Civil Española.
(Imagen: fotograma de The Hustler -1961-, con Paul Newman -“Fast Eddie”- y Jackie Gleason -“Minnesota Fats”-).
Las perspectivas de futuro no son halagüeñas. Cuentan con niveles educativos más elevados que las tres generaciones anteriores, una cultura competitiva más acentuada y mayor predisposición a convivir con el cambio (el trabajo, las relaciones, el oficio, las filias y fobias… todo está sujeto al cambio, la transformación, el polifacetismo).
La oportunidad de la III Revolución Industrial
En las últimas décadas, las manufacturas han abandonado los países desarrollados. Pero el futuro dejará de depender tanto como hasta ahora del petróleo y las economías de escala (grandes factorías que producen mucho para abaratar costes). La III Revolución Industrial, con sus incipientes consecuencias, será liderada por la Generación Y.
¿En qué consistirá esta nueva Revolución Industrial? Muchos bienes volverán a ser producidos, bajo demanda y en pequeñas tiradas, en las ciudades más innovadoras de los países ricos. Las manufacturas, en pequeñas series y adaptadas al cliente, se convertirán en productos-como-servicio (una silla es “algo que sirve para sentarse”, por lo que un campo energético sin estructura física seguiría siendo una silla).
Ello será posible, explican los expertos a los atentos “millennials”, gracias a la educación continua, la Internet ubicua y su papel transmisor y vertebrador, tecnologías como la impresión aditiva y la demanda de productos personalizados y de calidad.
Los nuevos pioneros polímatas retornan a las ruinas industriales
Cunas del industrialismo como Brooklyn acondicionan y dividen viejas factorías de la I Revolución Industrial en pequeños espacios para alojar los talleres de los nuevos oficios, tan polifacéticos, contradictorios, camaleónicos y difíciles de describir como los “millennials”.
Artesanos-hacker que combinan humanidades y ciencia, Internet y artesanía, impresión 3D y tratamiento artesanal para crear productos que transitan hacia servicios, una transición que ya realizan los principales contenidos de entretenimiento desde hace más de una década.
La Generación Y protagoniza otra mutación que trasciende la cultura sostenida por los medios de comunicación de masas, surgida con el progreso de la posguerra mundial y que ahora cede el protagonismo a un medio ubicuo, a la carta, bidireccional, donde los consumidores no son sólo espectadores, sino a menudo productores.
Afrontando el torrente informativo: oportunidades y adicciones
La cantidad de información y la inmediatez de servicios como las redes sociales fomentan la comunicación y expansión de la espera pública, pero también de los comportamientos adictivos: usar Internet de manera excesiva apela a los mecanismos de gratificación instantánea que nuestro cerebro favorece por cuestiones evolutivas y culturales.
El cambio de modelo productivo, hasta hace poco basado en la falacia del supuesto crecimiento perpetuo del PIB debido a las energías baratas y sus consecuencias económicas y sociales son la herencia a la que hacen ahora frente los “millennials”, la generación más educada en muchos países, que contrasta con el desempleo y la falta de expectativas.
La supuesta capacidad de adaptación de los nuevos adultos educados se traduce, según un estudio sobre la juventud europea, en un “sentido multifacético de su propia identidad”, lo que el escritor, investigador del MIT y colaborador de Harvard Business Review Grant McCracken que expone como “multi-carrerismo”, citando un artículo de Larissa Faw en Forbes.
La pregunta sin respuesta: “¿A qué te dedicas?”
Hasta hace unos años, la pregunta “¿A qué te dedicas?” solía tener una respuesta más sencilla que en la actualidad. Entre los trabajadores jóvenes más talentosos, abundaban trabajos convencionales relacionados con profesiones conocidas que prometían una carrera regular, con poca movilidad y, cuando era posible, algún ascenso conseguido a pulso, con años de tesón.
En Estados Unidos, se trataba de hacer carrera en una multinacional, fuera Kodak, IBM, etc. En Europa, el atractivo de la carrera estable en el sector privado era lo que más se acercaba a un deseo que ha calado en la Europa continental: entrar en el funcionariado.
Ya no quedan ni los estertores del “toyotismo” y los trabajadores más jóvenes son llamados, literalmente, “buscavidas” (del inglés “hustler”). Rememorando el papel protagonista de un joven Paul Newman dando vida a un talentoso y bohemio jugador de billar, con halo “hipster” (cuando este término se refería sólo a la generación Beat), en el filme The Hustler.
Ecos de la Generación Beat: los nuevos buscavidas
Basado en una novela homónima de Walter Tevis, el protagonista de El buscavidas, Fast Eddie (Newman), tiene que hacer honor de su apodo ante el arquetipo de la paciencia en el juego del billar, el maduro y calculador Minnesota Fats, un ganador tan rotundo como su cuerpo adiposo.
En la película deambulan perdedores de bajos fondos -la novia de Eddie, se arrastra literalmente, debido a su cojera-, en una ciudad deprimida, de cine negro.
Pero The Hustler es, ante todo, una película que confronta a dos generaciones: una juventud sin expectativas (“Fast Eddie”), aunque con el talento y espíritu de superación necesarios para demostrar a la generación anterior (“Minnesota Fats”) que está preparada para dar la vuelta al sentido de las apuestas y demostrar que son capaces de remontar la situación.
Los nuevos buscavidas, como son tildados los “millennials”, deberán hacer gala de la perseverancia, oficio y astucia del joven Eddie para derrotar a Fats, porque ni existen carreras de larga duración en la empresa privada, ni el funcionariado crecerá como hasta ahora; más bien, la tendencia será la contraria, debido a los niveles actuales de deuda pública.
Aliarse con la máquina (evitando el nuevo ludismo)
El “multi-carrerismo” de los Generación Y se expresa por necesidad, como respuesta a un mercado laboral precario y a la transformación radical de oficios y sectores enteros debido a la transformación tecnológica (Andrew McAfee lo explica en su ensayo Race Against de Machine; también en su presentación en TED Talks).
Pero esta actitud multifacética también tiene lugar en los oficios más demandados de los sectores más en auge, como los perfiles más técnicos en entornos como Silicon Valley: pudiendo elegir entre carreras largas y grises o el riesgo de empezar nuevas empresas, o contribuir en varios proyectos a la vez, muchos “millennials” se hacen de rogar y actúan con especial promiscuidad profesional.
Larissa Faw recaba dos datos de DeVry University y Harris Interactive: casi uno de cada cuatro “millennials” espera trabajar para 6 o más empresas distintas durante su carrera, y sólo el 28% espera trabajar para 3 o menos empleadores durante toda su carrera.
Entre el pluriempleo “cool” y los ecos de posguerra
A diferencia de lo que ocurría con los profesionales “baby-boomers” o de la Generación X, los miembros de la Generación Y no extienden su sentimiento de pertenencia a una empresa más allá del lugar de trabajo, ni su carrera es tan fácil de situar o definir.
Según Alessandro Bigi, coautor de un estudio sobre la Generación Y citado por Grant McCracken en Harvard Business Review, “[los ‘millennials’] cambian completamente su actitud durante el día, durante la noche, durante el fin de semana”.
“No es como mi generación -prosigue Alessandro Bigi-, en la que yo puedo tener mi trabajo de profesor y luego ir a casa y tener mi vida de profesor”. Hablamos de jóvenes acostumbrados a la multi-tarea, el impacto sensorial, los distintos ángulos, las mejores opciones y oportunidades en cada situación, debido quizá a su educación en entornos competitivos, su nivel educativo y fenómenos como la sobrecarga informativa -o el déficit de atención, como consecuencia-.
El supuesto polifacetismo de la Generación Y ha sido alimentado por los nuevos hábitos de consumo de medios y relaciones sociales, así como por la necesidad económica: como pluriempleados curtidos por la vida en etapa de posguerra, los “millennials” son conscientes de que un perfil flexible, polímata y adaptable ensancha sus expectativas.
La cultura de la adaptación hedónica
A diferencia de generaciones anteriores, el uso intensivo de medios y servicios que favorecen la gratificación instantánea, como el correo electrónico, las redes sociales o el consumo de medios de entretenimiento digitales de acceso inmediato, cambia los hábitos de consumo y, de paso, estimula transformaciones más profundas: de comunicación, de conducta o incluso neurológicos.
El fenómeno conocido en la psicología como adaptación hedónica (“hedonic adaptation” o “hedonic treadmill“) se acentúa con los nuevos patrones de consumo. La adaptación hedónica expone por qué la compra impulsiva, o el chequeo compulsivo del correo electrónico, o el uso constante de una red social, no generan bienestar, sino que alimentan la tendencia humana a perder el interés por el último deseo, una vez conseguido.
Riesgos de carecer de una filosofía de vida coherente
La influencia cultural de lo que William B. Irvine llama “hedonismo inconsciente” como filosofía de vida, o la ausencia de una filosofía de vida consciente y sometida a una revisión crítica por parte del individuo, afectaría a los “millennials” en igual o superior medida que a la generaciones anteriores.
Un estudio publicado en Journal of Personality and Social Psychology indica que “desarrollar una filosofía de vida coherente” es uno de los rasgos que más se redujeron entre generaciones, desde el 73% parara los “baby-boomers” al 45%, en el caso de la Generación Y.
Por su supuesto carácter competitivo e inconformista, a menudo relacionado con la supuesta tendencia de la generación a la multitarea y a la búsqueda incansable de perfiles que actualizar o mensajes que escribir o responder, los “millennials” han sido llamados en Estados Unidos “la generación de los trofeos”.
Los “chicos trofeo”
El apelativo los relaciona con la práctica de deportes competitivos, pero también con otros aspectos de la vida. Varios artículos recogen en Estados Unidos, por ejemplo, el reto que suponen los trabajadores de la Generación Y en los entornos corporativos más encorsetados y jerárquicos.
Ron Alsop, autor de un ensayo sobre las supuestamente infladas expectativas de los “millennials”, The Trophy Kids Grow Up, explicaba en The Wall Street Journal, en el inicio de la crisis financiera de 2008, cómo la nueva generación está transformando el espacio de trabajo con sus prerrogativas, eclecticismo y demandas.
“Aunque se consideraba que los miembros de otras generaciones fueron mimados en su juventud, los ‘millennials’ creen merecerse todavía más. Los adultos mayores critican a los exigentes novatos por exigir demasiado, demasiado pronto. ‘Quieren convertirse en consejero delegado mañana mismo’, es una frase común entre los reclutadores corporativos”, escribía Alsop.
Cuatro años después, la misma generación exigente e impaciente se enfrenta a la peor situación económica y laboral que se recuerda en décadas, unida a un desprestigio de las instituciones económicas y democráticas.
Pluriempleo y movilidad empresarial en ambos extremos
Muchos “millennials”, dicen analistas y ejecutivos, tienen expectativas demasiado elevadas sobre su trabajo, lo que, unido a la situación económica, predice que la nueva generación cambiará a menudo de trabajo, tanto en los empleos más demandados o en tiempos y entornos de bonanza, como en los colectivos menos formados y requeridos en época de recesión.
Pero la Generación Y es tan diversa como la reacción individual a los momentos adversos. En situaciones económicas complicadas, cuando la confianza en las instituciones se erosiona, hay “millennials” que apelan al ejemplo emprendedor del tesón y la perseverancia para, así, aprovechar la llamada nueva era de los inventores en lugar de escudar las dificultades personales en empresas colectivas supuestamente salvadoras, tengan un carácter social o identitario.
Acalorados debates sociales e identitarios. Dos ejes que, como en los años 30, se polarizan ahora más que en las últimas décadas, dominadas por los grandes pactos, el centro político y la inclusividad de las clases medias más amplias de la historia.
Actitudes camaleónicas para la III Revolución Industrial
Para superar los retos de esta crisis (¿nueva Gran Depresión?), la Generación Y tiene en su actitud camaleónica y polímata, entre las humanidades y las ciencias, una ventaja para afrontar con garantías las exigencias de la III Revolución Industrial, más urbana y dependiente del conocimiento cosmopolita de las ciudades occidentales que las anteriores, centradas en perfeccionar la eficiencia de las economías de escala.
Y, quienes se dedican a meter a todos los “millennials” en el mismo saco del hedonismo, las exigencias laborales, la superficialidad, la adicción a la gratificación instantánea u otros supuestos atributos generalizados, obvian la diversidad de la nueva generación.
Lo trate o no la prensa tradicional, hay adolescentes dispuestos a construir con sus propias manos una diminuta casa sobre ruedas para usarla de dormitorio universitario y, así, evitar endeudarse incluso antes de acabar los estudios.
El adolescente que construyó su dormitorio universitario
Es el caso de Austin Hay, adolescente de 16 años de Santa Rosa, condado de Sonoma, localidad una hora al norte de San Francisco, a quien Kirsten ha realizado un seguimiento en los últimos 2 años, editando 2 vídeos que muestran la evolución de la casita sobre un remolque confeccionada por él mismo y con sus ahorros:
- Inicios del proyecto de Austin Hay y evolución de la casita sobre un remolque del adolescente;
- finalización del proyecto, que planea usar como dormitorio universitario.
Los resultados son espectaculares y Austin Hay ha logrado una cierta admiración tanto entre sus compañeros de instituto como entre miles de adolescentes y jóvenes de Estados Unidos, que le demandan consejos sobre cómo empezar -y acabar- sus propios proyectos.
Austin Hay: un “millennial” estoico
Hace apenas unos días, Austin Hay finalizaba su dormitorio universitario móvil, que cuenta con licencia de remolque y espera transportar a un lugar próximo a su universidad cuando llegue el momento.
Por de pronto, lleva dos años durmiendo en la casita sobre ruedas, aparcada en el patio trasero familiar y construida por él mismo, con materiales obtenidos con sus ahorros.
Un ejemplo de fuerza de voluntad, madurez, rechazo de las falsas mieles de la gratificación instantánea y reconocimiento de los beneficios de planificar a largo plazo (gratificación aplazada).
Todavía menor de edad, este “millennial” quizá haya profundizado más en la receta de bienestar duradero de la psicología humanista y las filosofías de vida clásicas que cualquier prócer contemporáneo.
Redefiniendo riqueza y bienestar
Para el poeta panteísta Walt Whitman, “la ciudad fantástica es la que tiene el hombre o mujer más notables: aunque esté compuesta por unos chozos destartalados, siguie siendo la mejor ciudad del mundo entero”.
La Generación Y deberá aprender a crear un bienestar que no parte de la acumulación de bienes y riqueza físicos, sino inmateriales (productos-como-servicio, auge del “hazlo tú mismo”) y centrados en el cultivo intelectual y espiritual.