Trabajar desde casa reduce facturas, tiempo malgastado, tensión y dinero en dietas, pero teletrabajar tiene también sus inconvenientes: además de lograr viabilidad, la disciplina es crucial para establecer jornadas regulares y productivas.
Tanto por experiencia personal como según lo leído sobre la materia, el primer y quizá principal escollo de cualquier negocio desempeñado en casa es conocer con profundidad lo que se quiere emprender.
Empezar gastando lo mínimo
Conocer el entorno y la profesión ayuda pero, sobre todo, el tesón garantiza la supervivencia de un proyecto en los momentos duros, cuando hay más equivocaciones que pequeños éxitos.
En un momento en que incluso negocios de mayor tamaño que han demostrado su viabilidad tienen dificultades de financiación bancaria, es crucial conocer cuánto dinero acumulamos para posibles contingencias y en cuánto tiempo llegarán los resultados.
Empezar gastando lo mínimo y con el apoyo anímico del círculo familiar más próximo facilita cualquier estrechez inicial. Si una actividad, por pequeña que sea, se convierte en viable en cuestión de unos meses sin apenas financiación, vamos por el buen camino.
La primera cuesta pronunciada: establecer una rutina
Una vez nos animamos a trabajar desde casa, el reto de establecer una rutina y hacerla funcionar requiere casi tanto respeto y esfuerzo como conocer la actividad que iniciamos. Hay que mantener la jornada organizada, separar el trabajo de la vida personal y usar técnicas de gestión efectivas.
Cuando el escritorio de trabajo está sólo a unos metros de la nevera, el sofá, la familia o los compañeros de piso, la posposición (procastinación) es uno de los principales escollos para acabar las tareas pendientes; como como en la época de estudiante y/o opositor, la tentación de postergar una obligación para hacer cualquier otra cosa siempre está presente.
La procastinación no debería preocuparnos hasta que la acción de retrasar las actividades se convierta en un hábito que impide trabajar. Todos hemos trabajado en una oficina o hemos oído la historia de entornos laborales donde la interrupción es tan pronunciada que hay que realizar fuera de la oficina las tareas que requieren auténtica concentración.
Aprender a mantener la concentración
Concentrarse es un hábito, un estado mental en el que nos sumergimos después de un ejercicio consciente, y al que tardamos varios minutos en llegar. Si perdemos este estado de gracia demasiado a menudo, el ánimo, la productividad y la propia calidad del trabajo se resienten.
Pero la autodisciplina no viene dada, ni se consigue anotando una resolución de Año Nuevo. Un método más efectivo para conocer el secreto de quienes trabajan con éxito desde casa es conocer sus hábitos, su fórmula de la Coca-Cola particular. Porque, una vez se conocen, uno se da cuenta de que están al alcance de cualquiera.
Además del riesgo de pasarse el día posponiendo tareas, el otro gran escollo que quienes trabajan en casa mencionan de manera reiterada aparece también en puestos de trabajo convencionales, aunque se multiplica en un entorno familiar: la multitarea y la sobrecarga informativa.
Interrupción, sobrecarga informativa, redes sociales
Ante un ordenador, el inicio de un día productivo o perder una mañana de inspiración están a menudo a un clic de distancia. La solución no es, para muchos teletrabajadores, prohibirse la visita a redes sociales, bitácoras, medios de comunicación, etc., pero sí evitar su visita reiterada y desordenada a lo largo del día.
Evitar, en definitiva, que se conviertan en un falso método de gratificación instantánea. Un modo de garantizar nuestro bienestar mental en la era de la sobrecarga informativa es aprender a gestionarla de manera natural.
Todos recordamos haber esperado hasta el último momento para estudiar o hacer un trabajo, a sabiendas de que ello repercutiría de un modo u otro en su calidad final. Las buenas noticias: es fácil mejorar la autogestión del tiempo, siempre y cuando haya determinación para conseguirlo.
Dividir los grandes proyectos en pequeñas tareas
Para autogestionar mejor el tiempo y, de paso, evitar la posposición y el déficit de atención, emprendedores como blogueros, programadores, arquitectos, artesanos y otros profesionales dividen los objetivos en pequeñas tareas que puedan acabarse a corto plazo.
Dividir un gran proyecto en pequeñas tareas facilita su consecución, ya que el avance regular refuerza la autoestima, al mostrar un avance cuantificable a corto plazo sobre un proceso que requerirá un esfuerzo a medio término.
Pero no basta con dividir el tiempo en tareas y continuar trabajando con técnicas que fomentan la interrupción constante. Tony Schwartz expone en Harvard Business Review las ventajas de hacer las cosas de una en una, en lugar de caer en la multitarea.
La interrupción constante se acentúa
Cuando realizamos más de una tarea a la vez, aumenta el estrés, se reduce la calidad de lo que tenemos entre manos y, paradójicamente, acabamos necesitando más tiempo para acabar las cosas, hasta un 25%, según Schwartz.
Para este especialista en entornos de trabajo, “no es sólo el número de horas que trabajamos, sino también el hecho de gastar demasiadas horas continuadas haciendo malabares con demasiadas cosas a la vez”.
Además de aumentar la ansiedad y reducir la productividad real al requerir a la larga más tiempo para acabarlas, la multitarea también reduce nuestra reserva de energía diaria. No es así si afrontamos los quehaceres de manera independiente.
Menos energía implica menor capacidad para desconectar del trabajo, menos tiempo -al necesitar más para dar carpetazo a las cosas-, y el riesgo de padecer una mayor irascibilidad.
Trabajar en casa, una oportunidad para ir al grano
Tony Schwartz aporta algunos consejos para fomentar el trabajo en tareas individualizadas y evitar la multitarea, que sirven tanto para la oficina convencional como para casa:
- Evitar reuniones y tareas superfluas prolongadas. Si no pueden evitarse, conseguir al menos reducirlas a un máximo de 45 minutos. Ello obliga a los participantes a ir al grano.
- Abandonar la expectativa de obtener una respuesta instantánea en cada momento del día.
- Fomentar la renovación: tomarse descansos de calidad, que pueden aprovecharse para hacer ejercicio, pasar tiempo con la familia, meditar, disfrutar de un momento de soledad e introspección, etc.
Schwartz añade tres comportamientos para hacer más en menos tiempo y con menos ansiedad: hacer lo más importante a primera hora de la mañana; establecer períodos regulares para pensar más a largo plazo, de manera estratégica y creativa; tomarse descansos reales, que en el mundo actual equivalen a “desconexión”.
Lo más importante, primero
Otras conductas que se repiten entre los teletrabajadores que han logrado equilibrar vida profesional y personal trabajando desde casa son, por ejemplo, la capacidad para aprovechar cualquier oportunidad creativa para finalizar, primero, las tareas más importantes.
Los momentos de menor concentración o mayor cansancio son ideales para tareas de menor importancia, por lo que suelen ser realizadas al final de la jornada, cuando es necesario mayor esfuerzo para lograr los resultados objetidos con una mente fresca.
Deporte: el cerebro funciona mejor cuando nos ejercitamos
Otra práctica recurrente entre los teletrabajadores: el ejercicio físico regular. Los estudios demuestran cómo el ejercicio mejora el rendimiento mental y, literalmente, nos hace pensar mejor, al reforzar la conexión entre neuronas.
Al regular la secreción de endorfinas, relacionadas con el bienestar corporal y la euforia, el deporte aporta también las dosis de autodisciplina y optimismo que en ocasiones se requieren para dar lo mejor de uno mismo en un proyecto personal.
Crearse un espacio propio para trabajar
Hace unos días, alguien preguntaba en Slashdot cuáles son los consejos de la comunidad de esta bitácora para trabajar desde casa. Además de considerar detalles como el diseño físico y ergonomía del espacio de trabajo, el usuario estaba interesado métodos para “permanecer centrado y motivado”.
Destaca el detalle y eclecticismo de las respuestas, aunque hay varios patrones que se repiten: todos necesitamos un espacio de trabajo tranquilo donde poder concentrarnos, seamos más o menos propensos a distraernos con facilidad.
En ocasiones, se requiere un espacio con una puerta que pueda cerrarse; otros teletrabajadores comentan que la puerta no es necesaria, ni tampoco hay que sacralizar el espacio de trabajo en casa y convertirlo en una cueva.
Trabajar desde casa es también trabajar
La mayoría coincide en que es importante que quienes comparten el resto de la casa durante las horas de trabajo deben conocer nuestra determinación en cumplir con lo programado.
Si bien la familia y los amigos deben reconocer y respetar las horas de trabajo, el teletrabajo facilita la conciliación laboral y es posible adaptarse a las circunstancias impredecibles de un día determinado.
Entre las respuestas en Slashdot al profesional interesado en teletrabajar, también se repite el consejo de “prepararse para trabajar”: en lugar de salir de la cama y sentarse en el escritorio, es preferible seguir una rutina. Por ejemplo: ejercicio, desayuno, ducha, vestirse.
Los teletrabajadores que responden en Slashdot tampoco se olvidan de establecer un cortafuegos entre la vida personal y la laboral, importante para evitar tensiones entre el trabajo y la vida que compartimos con otros.
Un usuario comenta: “no caigas en la trampa de trabajar demasiado. Cuando trabajo es en casa puede ser duro abandonarlo. Si has acabado la jornada, has acabado”.
Consejos de teletrabajadores
Amy Levin-Epstein de Moneywatch, página web de economía de CBS News, recopila 8 consejos para trabajar desde casa, cada uno de los cuales ofrecido por un teletrabajador distinto.
- Trabajar cuando haya menos distracciones. Por ejemplo, los que tenemos hijos podemos encontrar la primera hora de la mañana especialmente productiva, o dejar algo de energía para el final del día, una vez los niños duermen.
- Silenciar el espacio de trabajo para evitar distracciones. En ocasiones, es necesaria una puerta; o trabajar con auriculares y música de fondo cuando el ruido ambiental degrade nuestra concentración: algunos teletrabajadores evitan la posible bajada de productividad en días especialmente ruidosos convirtiendo un café o biblioteca con Internet en espacio de trabajo improvisado.
- Respetar nuestro reloj interno. Si, por ejemplo, nuestro pico de productividad empieza pronto o tarde, podemos adecuar el horario laboral a nuestro rendimiento potencial.
- Mantener un registro de tiempo disponible: si organizamos las tareas entre los momentos de descanso o dedicados a otros quehaceres, sabemos en todo momento el tiempo disponible para realizar cada tarea.
- Separar trabajo de vida personal. La teletrabajadora que aporta este consejo explica: “durante mucho tiempo tuve amigos y familiares que pensaban que, como trabajaba desde casa, podía hacer simplemente lo que quisiera cuando quisiera”. La bloguera Desireee Baughman explica que la solución llegó cuando explicó a otros que, cuando está trabajando, su espacio debe ser respetado.
- Tomar descansos: es importante aprender a no sentirse culpable cuando salimos a la calle. Los teletrabajadores integran hogar y espacio de trabajo bajo el mismo techo, de modo que salir de casa durante al menos dos horas al día ayuda a recargar energías. Sirve salir a correr, al gimnasio, ir a comprar, etc.
- Desconectar: Internet facilita el trabajo de muchos profesionales liberales, pero sin disciplina se convierte fácilmente en un foco de pérdida de tiempo. Es importante aprender a distinguir entre la distracción esporádica para descansar de una tarea y la visita excesiva.
Trabajar desde casa es también una oportunidad para disfrutar más de la familia, comer de manera más saludable, ahorrar dinero en transporte, reducir nuestro impacto ecológico, reforzar nuestra sensación de autoestima e independencia, aportar una experiencia valiosa que enriquezca nuestro currículo.
El menor impacto de trabajar desde casa
Cerentha Harris argumenta en la bitácora Lifework de la empresa Herman Miller que trabajar desde casa atenúa varias tiranteces con las que convivimos cuando desempeñamos nuestra labor en una oficina:
- Trabajando en casa, cocinamos nosotros mismos: podemos gastar menos y, sobre todo, alimentarnos de manera más saludable.
- Usamos menos dispositivos y material de oficina a lo largo del día.
- Nuestra infraestructura se reduce de manera radical.
- Menos gasto: gastando menos, reducimos la necesidad de trabajar más para pagar mayores facturas.
- Más felicidad: mayor bienestar personal implica beneficios para el individuo y su entorno.
Aprender a reconocer también la intentona
Incluso en culturas menos tolerantes con la fallida empresarial, como la europea continental (Martín Varsavsky lo explica con magistral vehemencia), se valora cada vez más la iniciativa propia demostrable.
En un mundo ideal, hacer fallida en un negocio propio debería toparse sólo con la comprensión del círculo familiar y de amistades más próximo, así como el reconocimiento de la sociedad en su conjunto por intentar crear riqueza de la nada.
En el mundo real, la comprensión es en ocasiones sustituida por los requerimientos para hacer frente a obligaciones contra terceros. Si pretendemos trabajar desde casa en un negocio propio que no dependa de la financiación exterior ni de las subvenciones, que mejor que empezar con dinero propio, o tomando prestado lo que sepamos que podremos devolver, incluso en las peores circunstancias.
Superar la falta de cultura emprendedora
Abundan los consejos acerca de cómo superar -o, a lo sumo, sortear- la falta de cultura emprendedora en Europa.
Pero no hay recetas mágicas, más allá de la regularidad, afrontar la posposición y el déficit de atención, el uso de ténicas para fortalecer físico y mente (deporte, alimentación saludable), y el apoyo familiar.
Sobre todo al principio del inicio de una actividad, los teletrabajadores valoran el pequeño éxito cotidiano de avanzar de manera cuantificable, dividiendo los grandes retos en pequeñas tareas que podamos ir tachando, de mayor a menor prioridad a lo largo del día.
Es en los primeros meses cuando hay que prestar mayor atención al termómetro de la motivación: en ocasiones, sobre todo si no hemos conseguido compartimentar el día para lograr resultados sin desatender la vida personal, se corre el riesgo de aflojar el ritmo sin siquiera ser consciente de ello.
Saborear el éxito o, como poco, la experiencia
Alan Henry aporta algunos consejos en Lifehacker para asegurarnos de que ello no ocurra.
De un modo u otro, cualquiera de nosotros los pondría en práctica trabajando desde casa por puro sentido común, pero no está de más comprobar cómo nuestro pálpito coincide con el de blogueros experimentados en trabajar desde casa:
- Recordarse a uno mismo lo afortunado que se es: empezar un proyecto propio es, ante todo, un proceso de aprendizaje en estado puro. Si, además, logramos hacerlo sostenible, podemos añadir al aprendizaje un estilo de vida sostenible.
- Compartir con otros nuestro calendario y tareas diarias, en caso de haber iniciado nuestro propio negocio y no contar con nadie que supervise nuestro trabajo.
- Vestirnos de manera apropiada: “una manera de asegurare de que uno tiene la actitud adecuada para trabajar y sentir la premura de avanzar en las tareas es vestirnos como si tuviéramos que acudir a la oficina”.
- Seguir o -en el caso de no haberla empezado- iniciar una rutina diaria.
- Disciplina, incluso en los momentos en que exista la excusa perfecta para no trabajar: si tenemos la tendencia de posponer tareas y perder el tiempo en casa, especialmente cuando no podemos mantener tranquilo el espacio de trabajo, podemos probar con cambiar de aires de vez en cuando, trabajando desde un café o una biblioteca con conexión a Internet.
- Tomar descansos y dormir de manera adecuada para reforzar la productividad.
Teletrabajar no es la única alternativa para autoemplearse o lograr la conciliación entre vida personal y laboral. También podemos alquilar un espacio de trabajo y compartirlo con terceras personas, creando un espacio de “coworking” que podría convertirse en sí mismo en una fuente adicional de ingresos.
Resumiendo la experiencia personal y de otros emprendedores: tanto si logramos que el autoempleo funcione como si desistimos en el intento, la experiencia vital y curricular ganada con la intentona ofrece réditos que nos ayudarán en el futuro.