¿Hemos confundido las grandes ideas con las historias resultonas y sin aristas? Nuestra relación con las “grandes ideas” no está tan clara ni es tan sencilla de digerir como las historias de superación personal, entradas de blog y vídeos con gancho y cierto tono épico nos han hecho creer.
Internet ha contribuido a popularizar la industria de la innovación y las ideas, hasta que éstas se han convertido en entretenimiento. Creemos tener mayor acceso que nunca a las Ideas e Innovación con mayúsculas, pero el especialista en gestión empresarial Umair Haque cree que no deberíamos ir tan rápido con nuestra autocomplacencia.
“Grandes ideas” y marketing de las ideas
Haque afirma que hemos confundido las grandes ideas con los discursos atractivos sobre innovación que sostienen el interés del espectador gracias a una narrativa moldeada para conmover, pero poco más. Olvidamos su continuidad, y no nos importan los resultados a largo plazo.
Obviamos, por comodidad o desconocimiento, la sustancia de las grandes cuestiones, quedándonos con el brillo de la superficie (siempre que se pueda sintetizar en una cápsula de entretenimiento instantáneo).
Al haberse convertido en parte del “infotainment“, una supuesta “solución” rápida para los grandes problemas, las grandes ideas se han confundido con los mensajes fáciles de digerir.
Por qué sospechar de la narrativa de las “buenas historias”
Esta tesis de Umair Haque no es nueva. De hecho, el economista estadounidense Tyler Cowen, fundador de la bitácora Marginal Revolution, usó la invitación de TEDxMidAtlantic, franquicia de TED Talks, para exponer, en 16 minutos y 32 segundos, por qué todos deberíamos sospechar, o cuestionar, los discursos basados en buenas historias.
Sin recurrir al cinismo, Tyler Cowen tiene tiempo suficiente para usar su cápsula de información, su “historia” con gancho, su momento para expresar su “gran idea” al público interesado en las grandes ideas con tono épico del “pensamiento TED”, para explicar los riesgos de los mensajes embutidos en la narrativa de las grandes historias declamadas en un instante.
Su recomendable charla, como por otro lado lo son otras tantas expuestas en TED Talks (yo me quedo con las de Ron Eglash sobre fractales y la de Paul Stamets sobre micelios), tiene el valor de usar el mismo medio de las ideas-historia para alertarnos sobre sus riesgos.
Las mejores historias acumulan más épica narrativa (y menos realidad)
Si analizamos, valoramos o embutimos la compleja, caótica e irracional realidad en los términos facilones de la narrativa básica, dice Tyler Cowen, acabamos alabando el subproducto, la caricatura, el sucedáneo que poco tiene que ver con el complejo mundo que nos rodea.
Tyler Cowen: “Me dijeron que viniera aquí a explicaros una historia, pero lo que me gustaría hacer, en cambio, es explicaros por qué sospecho de las historias, por qué las historias me ponen nervioso. Y, de hecho, a menudo, cuanto más inspirado me deja una historia, más nervioso me pongo, pues las mejores historias son con frecuencia las más tramposas”.
“Lo bueno y malo de las historias es que actúan como un filtro: toman gran cantidad de información, desechan buena parte y conservan algo de ella. Pero lo que ocurre con este filtro es que siempre se queda con las mismas cosas, y uno siempre se queda con el mismo puñado de historias simples”.
Lo reconfortante tonifica y aglutina, pero no hace avanzar
Cowen nos aconseja que siempre recordemos que nuestra sociedad usa las historias como una narrativa aglutinadora, reconfortante y llamada a acomodarnos en un contexto, en lugar de retarnos al que se supone que sería uno de sus objetivos: cuestionar el estado de las cosas, realizar asociaciones de ideas que se salgan de los patrones, estudiar la información que siempre es descartada.
Cowen cita incluso un ensayo de Christopher Booker, que disecciona 7 tipos básicos de argumento narrativo y expone el porqué de nuestra adicción a las historias con gancho (o a las ideas con moralina o “solución”, que puedan ser contadas recurriendo a los mismos trucos de siempre).
No es casual que las mentes más creativas usen la divagación y asocien ideas y conceptos con el atrevimiento y falta de método del que sólo parecen capaces los niños. Nadie cuestiona mejor una historia, o una gran idea, que un niño.
Obsesión por la narrativa facilona: en busca de Los Malos
Siguiendo el mismo proceso interiorizado, tendemos a caricaturizar los acontecimientos que se suceden, enhebrando teorías conspirativas que describen, con la facilidad y carácter inequívoco que tanto nos agrada, quiénes son los malos, los culpables, Los Otros.
Los responsables de los fallos, miserias, aristas, bajezas, corruptelas, etc. Nosotros, mimetizados como una gota de mercurio retornando a un cuerpo mayor de la misma sustancia, evitamos la autocrítica y nunca formamos parte de los seres deleznables, los malos malísimos que nos hacen la vida imposible.
La caza de brujas actual contra cualquier persona pública que no haya actuado con la entereza de Jesucristo es una prueba fehaciente de ello. Y en la clase política y empresarial no hay héroes, sino miembros de la sociedad que representan, con los mismos tics y comportamientos, aunque varíen en escala y sean siempre reprobables, faltaría más.
El cinismo y la hipocresía con la que nos comportamos el resto, los espectadores, los asistentes a la caza de brujas, nos retrotrae y relaciona con la larga historia de demagogias y pogromos atizados contra unos u otros debido a las dificultades de la coyuntura. Cuando la cosa se pone fea, en Europa la culpa es siempre de Ese. Y Ese es El Otro.
De bruces con la realidad
El problema con las historias redondas (según Tyler Cowen) o las ideas prefabricadas del “pensamiento TED” (según Umair Haque): la realidad es desordenada, caótica en ocasiones, y no todas las grandes ideas aportan soluciones irrefutables y con impoluta moralina, ni son sencillas de explicar, ni pueden comprenderse sin esfuerzo ni dedicación.
Es más, muchas de ellas no son ni siquiera soluciones, recuerda Umair Haque, sino constataciones de problemas no resueltos, o esbozos de la complejidad y las contradicciones del ser humano o la naturaleza. Algunas grandes ideas son dolorosas; otras, conmovedoras; otras, sólo comprendidas por los iniciados en una materia.
Sospechar de los discursos bonitos y las historias redondas
Más que respuestas o soluciones magistrales, pueden entrañar una pregunta aún mayor, como si una muñeca china fuera consciente de encontrarse en el interior de una muñeca mayor, así como intuir en su interior una menor.
Si Andy Warhol hizo cuadros banalizando el carácter industrial de la producción en serie, los nuevos medios digitales son altavoces para que cualquiera comparta hasta la saciedad alguna teoría-fórmula que se adecúe al perfil, valores, esperanzas, etc., del individuo.
Reciben gran atención sólo las ideas brillantes y sencillas, sin aristas, las susceptibles de convertirse en una charla fácil de comprender y digerir por el gran público: a través de artículos en bitácoras, noticias de BBC–Bloomberg–CNN que ocupan las primeras posiciones en Reddit o Hacker News, conferencias magistrales en TED Talks o sus franquicias por todo el mundo; etc.
No toda la complejidad puede solucionarse con una clase magistral
Sobre el papel, estas “ideas que merece la pena difundir”, tal y como dice el lema de TED, deberían ser la solución de muchos de los retos y problemas actuales: energía, trabajo, enfermedades, transparencia, mejoras y “regeneraciones” varias, etc.
Haque: “El ‘pensamiento TED’ asume que los problemas sociales complejos son en esencia retos de ingeniería, y que cortos fragmentos de Tecnología, Edutenimiento y Diseño pueden solventarlo todo, de manera rápida económica-“.
Según el director de Havas Media Lab, este mercado mediático de las ideas-solución se fundamenta en un sólido determinismo, una especie de hiperracionalismo tecnológico que “ignora instituciones y sociedad casi por completo. Hemos llegado a ver estas ‘soluciones’ rápidas y sencillas como la base teórica” de las ideas sobre las que se deben basar nuestros sueños y esperanzas.
Qué hacemos con las ideas complejas y poco sugestivas
En realidad, las ideas con gancho contribuyen a difundir teorías, ideas de negocio, vidas dedicadas a distintas materias y temas apasionantes, pero -según Haque- se olvidan de las grandes ideas-pregunta, ideas-duda, ideas-drama. La ciencia, la tecnología y el arte no pueden permitirse el lujo de prescindir de las ideas contradictorias, las que cuesta explicar, o las que no tienen una aplicación práctica directa.
Las grandes ideas, recuerda Umair Haque en Harvard Business Review, no nos complacen con su utilidad inmediata, “sino que a menudo nos rompen el corazón con su desesperante inutilidad”, al no poder ser adaptadas al ensayo y error de la vida humana. “Pero eso es precisamente lo que las hace grandes”.
Por ejemplo, se obvian las cuestiones sobre la crueldad y dialéctica humanas que llevaron a Picasso a pintar El Guernica, que no ofrece soluciones, sino que recoge el horror y las injusticias del primero y todos los bombardeos aéreos, uno y todos los conflictos humanos.
Cosas que importan e “infotainment”
En palabras del editor Tim O’Reilly, lo que debería hacer un emprendedor en estos tiempos es “trabajar en cosas que merecen la pena”, en vez de verter toda su energía rizando el rizo de lo que demandan los blogueros: una aplicación para teléfonos y tabletas, una manera de integrar ésta o aquélla función de Twitter o Facebook, etc.
Umair Haque, en cierto modo también parte del “infotainment” de las grandes soluciones en forma de cápsulas de información, como director de Havas Media Labs, ensayista y colaborador de medios como Harvard Business Review, aclara que, al referirse a los riesgos del “pensamiento TED” no ataca a una marca, sino que da un nombre reconocible “al modo en que hemos acabado pensando en ideas y a cómo las compartimos”.
Según Haque, “el ‘pensamiento TED’ es sólo un síntoma, y el síndrome latente es nuestra relación interrumpida con las Grandes Ideas”.
Por qué Einstein y Aristóteles no habrían interesado a TED Talks
La gran ecuación de Einstein, dice Haque, no es una solución a nada, sino una teoría cuyas implicaciones conducen a otros grandes misterios y cuestiones; no hay aplicación práctica, inmediata y con gancho instantáneo y difícilmente una entrada de blog o una charla en TED sobre E=MC2 suscitaría en interés de la selecta audiencia, ni se colocaría entre lo más popular de la semana.
Por el contrario, las grandes ideas “nos ofrecen algo más grande, duradero y vital que una solución fácil de usar y tirar”.
Contrario a lo que los medios sociales nos han hecho creer, muchas grandes ideas son difíciles de simplificar, reducir, convertir en pegadizos textos y vídeos, condensar en 140 caracteres.
Haque imagina a Aristóteles tratando de difundir el mensaje de Ética a Nicómaco, considerado el pilar fundacional de la ética occidental, en un vídeo de 18 minutos, o en una serie de entradas de la bitácora para líderes empresariales de LinkedIn.
El riesgo del premio instantáneo que ni mancha, ni deja huella
Muchas ideas, como los grandes ensayos, pinturas, obras arquitectónicas, o novelas, requieren mucho más. Sin proponérselo, el “pensamiento TED” podría haberse convertido en el premio instantáneo que expone lo básico de una idea o innovación, o describe la posible solución de un problema, un modo de consumir ideas que fomenta su desecho.
Gestar uno mismo una gran idea, o esforzarse en comprenderla desde el mayor número posible de experiencias y puntos de vista, requiere esfuerzo, determinación, fuerza de voluntad, autocontrol.
En ocasiones, las grandes ideas se comportan como espejismos: al asomarnos a su umbral, la hipótesis armada con esfuerzo se desvanece y nos obliga a empezar de nuevo.
El vértigo de ser conscientes de lo complejo
No obstante, durante ese proceso, expresado por Sócrates, Aristóteles y tantos otros como el vértigo de ser conscientes de nuestra mortalidad y nuestro desconocimiento de casi todo, damos valor al trayecto, a la experiencia.
Las ideas presentadas como productos de entretenimiento fáciles de digerir, o “pensamiento TED” en palabras de Haque, son la gratificación instantánea, el premio para el adicto a las sensaciones dulzonas y agradables que no complican demasiado las cosas; lo suficiente para permitir la autocomplacencia y ofrecer una efímera recompensa de conocimiento superficial. Una puerta potencial para convertirse en un diletante sin vocaciones sólidas.
Épicas de cartón-piedra: la extinción de lo auténtico
Para Haque, la obsesión de la industria del entretenimiento -con Internet, todos formamos parte de ella, como meros espectadores o también como creadores- con los conceptos “innovación”, “crecimiento”, “cambio”, “valor”, “utilidad” y “comercialización”, ha creado la industria de la epifanía, una celebración con su ritmo y liturgia.
“Pero la epifanía -dice Umair Haque- nunca debería ser una industria. ¿Por qué? No sólo porque un enfoque tan superficial del pensamiento humano reduce y simplifica, dañándonos y vaciándonos. Sino porque promete echar a perder la belleza intemporal de Lo Auténtico: la misma idea de las Grandes Ideas”.
Es decir, la noción de que las ideas no sólo son importantes porque solucionan nuestros problemas, “sino porque nos desafían con problemas con los que nuestra existencia es la verdadera respuesta”.
Ponerse a tono con mensajes aglutinadores
Como miembros de una sociedad interconectada y en constante cambio, recurrimos a los ritos de pertenencia y con el mencionado aire de epifanía, como las historias o las ideas que nos inspiran sin mucho esfuerzo, para sentirnos parte de una tradición: nos definimos tomando el entorno como referencia, optando por la comodidad y cuestionándonos lo justo.
Las historias e ideas que se salen de los patrones predefinidos, aquellas que manchan, duelen, o preguntan con irreverencia cuando deberían responder una solución dulzona, aquellas que requieren el truco sin red, surgen en otros manantiales.
Suelen requerir el esfuerzo perseverante, en ocasiones febril. Requieren una filosofía de vida, un compromiso que implica la renuncia del corto plazo y el aprendizaje de la gratificación aplazada.
Jardín zen
Son, como la Ética a Nicómaco, compendios descifrados a medias, que cambian con cada lectura, del mismo modo que lo hace la observación de un paisaje a medida que mutan el tiempo o el paso del día (cambian la luz, la presión atmosférica, la presencia de aves, etc.).
Ni siquiera la Ética nicomáquea, compilación de 10 libros sobre ética y moral que recoge los contenidos de las ponencias magistrales que Aristóteles dio en el Liceo, expone con todos sus matices las ideas del filósofo sobre el pensamiento eudemónico (usar la razón, cultivarse y vivir según la naturaleza para autorrealizarse).
Tolstói y la teoría de juegos
Avanzándose a la teoría de juegos, que celebra la complejidad de la realidad, Lev Tolstói expone en Guerra y Paz la falsedad en la que incurren historia e historiadores cuando sintetizan una batalla en un puñado de lugares comunes.
Estas historias sobre las grandes batallas de la historia son explicadas recurriendo a los mismos tópicos y documentos. Y se olvidan de las incalculables acciones y casualidades que inciden sobre su resultado, desde el clima a la moral de cada soldado en cada momento y plano de la contienda, pasando por el hambre, la preparación, el estado del calzado, y otras cuestiones interrelacionadas que desencadenan acontecimientos.
Reducimos el resultado de una batalla, dice Tolstói, a la heroicidad y maestría de éste o aquél estratega, éste o aquél plan racional, o al mesianismo de un Napoleón o un Kutúzov.
Y alabamos la maestría de estratagemas racionales que nunca salen como fueron planeadas, por el simple hecho de que toman la realidad como un plano con elementos predecibles. Cuando la realidad desmiente el plan, estos grandes estrategas culpan el “fallo” a la falta de disciplina o a cualquier otro factor que hubiera actuado como una especie de caballo de Troya de su plan magistral.
La realidad mancha
La culpa es, al fin, de la realidad. De su complejidad. De la riqueza de la vida. De sus matices. La vida, como las grandes ideas o los grandes acontecimientos, se sigue empecinando en discurrir con todos sus matices y aristas.
Podemos combatir, obviar o, por el contrario, celebrar su carácter impredecible, la variedad infinita de su escala de grises. Es el vivir “de acuerdo con la naturaleza” que aconsejaban los filósofos griegos, o la dialéctica del “tao”, según la filosofía oriental.
Aristóteles observó que el ignorante afirma; el sabio, por el contrario, duda y reflexiona. Quizá porque, como los niños, el sabio intuye las inabarcables combinaciones y casualidades de la realidad.