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Neo-capitalismo: Gandhi, Adam Smith y "los mercados"

Tendemos a explicar la realidad en clave de relato, pero en ocasiones la realidad es más compleja que una historia con moralina o una teoría conspirativa mejor o menor urdida.

Explico, con una historia, por qué deberíamos ser más exigentes con nosotros mismos y evitar tanto como nos sea posible el reduccionismo dogmático. Uno puede admirar a Gandhi, Adam Smith y “los mercados” sin perder la coherencia ni volverse loco. ¿Cómo?

Lo que cociné el día de Martin Luther King Jr.

La Internet ubicua y los medios sociales multiplican la exposición de quienes trabajamos con el ordenador y usamos además otros dispositivos (teléfonos inteligentes, etc.) a los mensajes que destacan nuestros amigos.

Así, es difícil ser ajeno, pongamos por caso, al día de Martin Luther King (festivo en Estados Unidos), porque algún amigo lo mencionará o lo leeremos en uno u otro medio en línea. Y, claro, estaremos expuestos a alguna cita célebre del personaje, algún vídeo de YouTube, la memoria inédita de un amigo íntimo, etc.

También lo es abstraerse de campañas como las protestas de usuarios y sitios estadounidenses (desde Google hasta Wikipedia) contra las leyes anti-piratería SOPA y PIPA, que de aprobarse censurarían más el medio que luchar efectivamente contra la piratería (su cometido teórico).

La oscuridad no se combate con oscuridad

Google incluía el 18 de enero de 2012 un mensaje en su página principal y Wikipedia cerró el mismo día el acceso a sus entradas en señal de protesta.

Así, de manera inocente y aleatoria, caí el lunes 16 de enero en una cita de Martin Luther King a través de un contacto de red social: “La oscuridad no puede combatir la oscuridad: sólo la luz puede hacer eso. No se puede combatir el odio con odio: sólo el amor puede hacerlo”.

Una cita labrada para ser digerida por todos los públicos sin pensar demasiado en su significado, tras haberle dedicado 5 segundos de nuestro desordenado pensamiento mientras escaneamos a primera hora de la mañana o el mediodía la red social de turno.

Gigantes del imaginario colectivo, elecciones y creación de opinión

Ocurre que esta cita condicionó el resto de mi mañana, que había planeado dedicar a esa labor tan poco gratificante como cumplimentar impuestos, tras un largo viaje navideño que nos ha llevado a Estados Unidos y, tras Año Nuevo, a la Meseta Central española.

En un momento preelectoral como el que vive Estados Unidos, los ritos y mensajes relacionados con la justicia social y los derechos civiles de los años 60 alcanzan mayor estatura y son desempolvados cuidadosamente por el imaginario colectivo. Quién puede oponerse a semejante cita y semejante personaje.

Ocurre que, en mi opinión, y eso pensé la mañana del lunes, el mensaje positivista de Martin Luther King Junior está más próximo al de Mohandas Gandhi que al del movimiento Occupy [lo-que-sea].

Elogio de tres artículos: Gandhi, Adam Smith, libre mercado

Para tratar de explicarme, tomaré tres artículos leídos en las últimas semanas que han calado en mí tan hondo como la propia cita de Luther King: un editorial del New York Times firmado por Ian Desai que se pregunta ¿Qué haría Gandhi?, si asistiera a las protestas actuales que resaltan la desigualdad y la falta de oportunidades en Estados Unidos.

El segundo texto es un artículo del experto en emprendedores sociales Kyle Westaway en Harvard Business Review con el provocativo titular Adam Smith no era esquizofrénico. El tercer artículo es tan provocador como los dos anteriores, publicado en The Times y Rationaloptimist.com y condensado en su título: El mercado como el antídoto al capitalismo.

Si el mensaje de Luther King tiene el eco de Mohandas Gandhi o León Tolstói, ello se explica porque las ideas sobre desobediencia civil pacífica y oposición constructiva contra las injusticias fueron tomadas por los tres personajes de las mismas fuentes, entre ellas la lectura detenida de Henry David Thoreau, que influyó profundamente sobre los tres.

¿Protestas más próximas a los años 60 o a los años 30?

Leía el otro día que las protestas del movimiento Occupy tomaron antes de su evaporación y práctica desaparición ecos de altercados de lucha de clases similares a los que convulsionaron el mundo en los años 30, tras el crack bursátil del 29 (donde el populismo y el fascismo encontraron su caldo de cultivo, sobre todo en Europa), que a las manifestaciones a favor de los derechos civiles de los años 60 en Estados Unidos.

No es una casualidad que sea así. Como he intentado argumentar desde el surgimiento del llamado Movimiento 15M en España y posteriormente el Movimiento Occupy, estas protestas aportan un mensaje en el que se denuncian las desigualdades y se convoca a los oprimidos y estafados (se supone que la sociedad) a dar un grito de indignación.

En definitiva: se protesta y grita contra las injusticias, y se pide la cabeza de no se sabe bien qué. Se intuye que “los mercados”, los responsables de las desigualdades, los ricos cada vez más ricos, ese “1%” que oprime al “99%”, en un mensaje que firmarían los líderes marxistas y anarquistas del primer tercio del siglo XX.

¿Qué haría Gandhi en la situación actual?

Vayamos al artículo de Ian Desai en el New York Times. Cuando leí What Would Gandhi Do?, tuve la sensación de suscribir íntegramente su contenido.

El artículo viene a decir, en plena efervescencia de la protesta Occupy Wall Street en Zuccotti Park: queridos manifestantes, el Gandhi que proclamáis en vuestras pancartas protestaría de manera constructiva y no se dedicaría a poner al 99% en contra del 1%.

Ian Desai: “Creo que Gandhi habría admirado la energía y espíritu comunitario en Zuccotti Park, pero si él estuviera en las protestas, habría tomado la voz y sugerido algunas modificaciones”.

Gandhi habría sumado: 99% +1% = 100%

“En primer lugar, Gandhi habría rechazado la división entre el 99% y el 1%. Gandhi no creía en enemigos: trabajaba con la premisa de que las soluciones emergían sólo de la cooperación”.

“‘Somos el 100%’ quizá no haga un eslogan espectacular pero, desde la perspectiva de Gandhi, es el único modo de conseguir un cambio verdadero y duradero en la sociedad”.

La parte más interesante del artículo firmado por Desai en el New York Times viene cuando se refiere a las convicciones de Gandhi en cuanto a la actitud de cada individuo para lograr un cambio profundo y duradero en una sociedad: “Gandhi pondría de relieve que toda transformación social requiere una gran responsabilidad de parte de cada uno de nosotros. El mundo no es un sistema estático o inalterable”.

“La sociedad existe en un cierto estado cuando accedemos a ella, pero son nuestras acciones o inacciones las que mantienen el status quo, empeoran las cosas, o las transforman en algo mejor (…). Gandhi diría que la drástica desigualdad de ingresos en Estados Unidos existe porque los estadounidenses lo han permitido”.

“Por este motivo, [Gandhi] animaría a los manifestantes a centrar sus esfuerzos en asistencia social directa y acción política positiva (…). En el apogeo de su fama durante los años 30, Gandhi renunció a su casa y despacho político y se mudó a un lugar humilde del corazón rural de India para establecer organizaciones de servicios y promover ‘industrias populares’ y economías locales sostenibles”.

El auténtico poder colectivo: la autonomía individual

Gandhi reconoció hace más de 8 décadas que el modo de vencer al Imperio Británico no era instalándose en la protesta ni apoyando el terrorismo, sino convirtiendo a cada familia india en productora de sus bienes de primera necesidad. Con una rueca en cada casa, cualquiera podía tejerse su sari, lo que limitaba la dependencia con respecto de los productos manufacturados ingleses.

Gandhi aportó una solución a las economías de escala abogando por la producción local. Paradójicamente, ahora es Occidente quien depende de las economías de escala controladas por China e India, y son los  productores y artesanos de los países ricos los que llaman a la producción local para evitar la dependencia económica y la deslocalización empresarial. Lecciones de historia.

Conservo reticencias similares ante las protestas de “indignados” que habrían mantenido Thoreau, Gandhi, Tolstói o Martin Luther King Jr.: instalarse en la queja sólo sirve para alimentar la confrontación y contribuir al ruido. Ser constructivo y practicar con el ejemplo individual en el entorno más inmediato es un camino mucho más coherente con ideas como la desobediencia civil constructiva y la auténtica justicia social.

La justicia social no debería ser clasista

Porque la justicia social, por mucho que se empeñen determinados políticos e ideólogos, no es patrimonio de ninguna opción política. Y aquí recupero el segundo artículo citado: Adam Smith no era esquizofrénico.

Para muchos defensores de la justicia social, Adam Smith es poco menos que el coco. Algo así como el padre de muchas de las ideas (sobre todo, las más profundas, las fundamentales; el tuétano) sobre las que se fundamenta el capitalismo.

Tras leer a Smith, tengo una opinión más positiva de él. Su aportación a la Ilustración y al progreso humano le convierten sin duda en uno de los grandes, y no me avergüenza reconocerlo.

Adam Smith imaginó un capitalismo responsable

En líneas generales, me atrae la idea de que el ser humano pueda alcanzar el progreso colectivo a través del individuo racional y educado buscando su propio sueño y camino, sea cual sea. Libertad individual, razón, progreso, etc. No suena mal.

Pero a Smith se le ha achacado (y es uno de los motivos por los que la socialdemocracia se mantiene, pese a su profunda crisis, como la ideología de facto para muchos europeos, sobre todo los continentales y menos los británicos) que su idea no funciona del todo.

El movimiento Occupy Wall Street y el de los indignados demuestran que mucha gente está muy enfadada con el funcionamiento del sistema capitalista actual. Pero la culpa no es de las ideas de Adam Smith, ni siquiera del propio capitalismo.

Ocurre que el capitalismo actual se parece poco al que había imaginado Smith, y esta deriva se debe en buena parte a fenómenos como la connivencia entre el poder público y las grandes empresas, o la existencia de una maraña de leyes y regulaciones que dificultan la libre competencia. Sobrerregulación a veces, falta absoluta de regulación en otras ocasiones.

Contra el capitalismo mafioso y corporativista

El capitalismo mafioso y corporativista actual, en el que los productores agrícolas se conforman con una subvención y no se preocupan por la calidad de sus productos, los ciudadanos prefieren pagar una electricidad subvencionada y dejar la factura para el futuro, los policías y bomberos chantajean a los ayuntamientos para conseguir ventajas salariales o países europeos enteros se quejan de “los otros” mientras no pagan ni un solo impuesto, no fue inventado por Adam Smith.

Muchos de los problemas actuales no tienen nada que ver con las bases del capitalismo, sino con su perversión. En ocasiones, son los mismos afectados de la sociedad (los jóvenes españoles, por ejemplo, que padecen un paro cercano al 50%) los que se manifiestan por mantener “un suelo digno” y el actual sistema laboral, cuando está claro que no funciona.

En Alemania ha habido reformas impopulares y existen los “mini-empleos”, pero en el sur de Europa uno no puede ni siquiera plantearlo a los amigos en una charla de café, so pena de que le tachen de hereje.

Mano invisible + sentido común

Resalto el artículo de Kyle Westaway sobre Adam Smith porque destaca una de las claves del libre mercado y el pensamiento capitalista clásico. Adam Smith no sólo acuñó el vilipendiado término de la “mano invisible” en La riqueza de las naciones, sino que en su obra La teoría de los sentimientos morales, Smith expone que que capitalismo debe ser “consciente”.

Westaway: “La riqueza de las naciones presuponía que los actores del sistema capitalista operaban en el marco moral que él mismo había descrito en La teoría de los sentimientos morales. El libre mercado no tiene conciencia propia: está conformado por personas realizando transacciones”.

Aunque Smith expone que cada uno de estos individuos (o personas jurídicas) se guían por el interés propio, “él presupone que cada actor en el mercado es guiado por una moralidad interna y la consciencia del lugar que uno mismo ocupa en el contexto más amplio de su comunidad, local y globalmente”, explica Westaway sobre el pensador escocés en su artículo de Harvard Business Review.

El capitalismo actual no es el previsto por Adam Smith

Nada nuevo hasta aquí. No obstante, me gustó e influyó el acierto y la contundencia de un párrafo posterior: “la versión actual del capitalismo no es en absoluto la prevista por [Adam] Smith. Él buscaba crear un sistema definido por la asignación eficiente de los recursos impulsados por el interés propio, pero guiados a la vez por la moderación. Esto es el capitalismo consciente”.

Adam Smith, ese coco de la socialdemocracia, se planteó durante la Ilustración el dilema que subyace en la crisis actual: cómo mejorar el capitalismo en un mundo con recursos limitados y que debe hacer frente a la tragedia de los comunes.

El mercado como antídoto del capitalismo

Finalmente, para rematar la incorrección política de esta entrada, el tercer artículo mencionado, El mercado como antídoto al capitalismo, firmado por Matt Ridley (ver su charla en TED Talks).

Ridley empieza su artículo de manera provocativa, dada la audiencia que le lee: “Los anti-capitalistas, tras más de 50 días a las puertas de [la catedral londinense de] St Paul, tienen razón: el capitalismo está demostrando ser injusto”.

La segunda línea da el giro esperado, no obstante, dado el autor: “Pero me gustaría intentar persuadirles de que la razón por la que es injusto es porque no es lo suficientemente un libre mercado”. A partir de ahí, Ridley expone cuáles son, según él, los principales problemas del capitalismo actual, vilipendiado hasta por sus principales promotores.

“El mercado, cuando se le permite florecer, despedaza el monopolio y genera libertad y justicia mejor que cualquier otra institución humana. El sector privado de hoy, por contra, está crecientemente dominado por compañías que son privilegiadas por los gobiernos a través de contratos a medida, subsidios blandos, regulaciones adaptadas y conversación de compadreo. Es por eso que está produciendo resultados tan injustos”.

Dos tipos de “mercado”: “comercio” (no regular) y “bolsa” (regular)

“Debemos distinguir entre dos significados de la palabra ‘mercado’: uno es ‘comercio’, un foto donde la gente intercambia bienes y servicios, para el consumo, mediante métodos libres y competitivos. La consecuencia es innovación, eficiencia y mejoras generales en calidad y precio, para las cuales la regulación es apenas necesaria, excepto para evitar el monopolio o garantizar el cumplimiento de un contrato (…)”.

“El otro significado de la palabra ‘mercado’ es un casino donde uno compra bienes para revenderlos (como stocks y acciones) y especula con ellos. Dichos mercados son necesarios para asignar flujos de capital pero son propensos a subidas espectaculares y bajadas catastróficas y necesitan regulación”.

“También producen resultados desiguales y tienden hacia el monopolio. El mercado de la vivienda debería ofrecer un servicio (alojamiento), pero sigue siendo convertido en un casino. En lugar de haber desregulado las finanzas y sobreregulado el comercio, deberíamos haber hecho lo opuesto”.

Creo que no hace falta decirlo, pero por si acaso: estoy de acuerdo con Matt Ridley.

Bebiendo de una misma fuente: Thoreau

Solución a los problemas del capitalismo, según Matt Ridley: menos capitalismo mafioso y, en cambio, mentalidades más libertarias (ser más emprendedor en un mercado de bienes y servicios poco regulados).

O, descrito de otro modo, muchos sufrimos en silencio una falta de opción política por la que votar, porque creemos en la responsabilidad fiscal (idea considerada tradicionalmente “de derechas”) y, a la vez, somos socialmente progresistas (idea tradicionalmente “de izquierdas”).

Ideas compatibles con los ideales de justicia social de Mohandas Gandhi, Martin Luther King Jr. o cualquier otro personaje del panteón progresista. Porque la justicia social y la ética no son incompatibles con la responsabilidad fiscal.

Gastar lo que uno no tiene no es bueno como estrategia a largo plazo. Si “la izquierda” no lo entiende, corre el riesgo de pasar una buena temporada mendigando por think tanks, hasta encontrar discursos más imaginativos y realistas que los habituales (Stiglitz, Krugman).

Reconozco que me atraen las ideas del libertarismo económico (sí: Von Mises, Hayek y otros “cocos” de la izquierda). Pero, ¿por qué todos los personajes públicos que defienden este tipo de posiciones están como un cencerro?

Entiendo a Michael Arrington. Si fuera estadounidense, yo tampoco votaría en las próximas elecciones.