Tres efemérides se cruzan durante estos días en mi camino: el nacimiento de mi segunda hija, el aniversario del nacimiento de Nikola Tesla y la conmemoración de la llegada del hombre a la luna en una nave con menos memoria (tan solo 57K) que el primer modelo Game Boy de Nintendo.
Ninguno de los 3 acontecimientos tiene una relación, por remota que sea. Aunque se puede afirmar sin miedo que los avances promovidos por Nikola Tesla impulsaron el desarrollo tecnológico que acabaría enviando al hombre a la luna.
Del mismo modo, como inventor de la corriente alterna, Tesla hizo posible el nacimiento de la electricidad comercial y es reconocido como el hombre “que iluminó la superficie de la tierra”; no de un modo místico, sino literal.
Sin la domesticación eléctrica llevada a cabo por un inventor que fue ninguneado durante décadas, difícilmente habría podido hacer fotografías de mi hija Ximena justo al nacer, para enviarlas con el mismo dispositivo, un teléfono inteligente, instantes después.
Al fin y al cabo, un iPhone no habría sido posible sin los prolegómenos tecnológicos dispuestos por un puñado de genios, Tesla entre llos.
De modo que ninguna de las tres efemérides tienen nada que ver. O sí.
Ximena Boullosa
La primera y más importante de las efemérides, y la única de carácter personal, tuvo lugar el pasado día 9, día elegido por mi segunda hija, Ximena, para venir al mundo.
Nació en Barcelona a las 9.50 de la mañana, sin llorar, tranquila y estoica como un diminuto anacoreta, tras permanecer durante meses en una meditando en su universo de placenta.
Un acontecimiento lo suficientemente importante para mí como para recordarlo cada año, de ahora en adelante.
Las otras dos efemérides se conmemoran también en julio, y no tienen relación alguna conmigo, como he explicado con anterioridad, aunque evocan igualmente acontecimientos agradables, al menos para mí.
Nikola Tesla
La segunda efeméride se conmemoró el pasado 10 de julio, un día después de que naciera Ximena. El día 10 se cumplieron 153 años del nacimiento de uno de los mayores inventores de todos los tiempos, enterrado por la desidia de los historiadores y reivindicado por la comunidad científica mundial en los últimos años.
Nikola Tesla, nacido en Smiljan (Imperio austro-húngaro, actualmente Croacia), en 1856, iluminó literalmente el mundo.
Es el inventor de la radio, el sistema alterno de distribución eléctrica (AC), el motor alimentado con corriente alterna, la transmisión eléctrica sin cables, la turbina Tesla y varias otras tecnologías.
Pese a su importancia histórica e incluso icónica, desde que una prometedora firma californiana dedicada a la fabricación de coches eléctricos eligiera el apellido del inventor como marca comercial -Tesla Motors-, no impidió que Tesla muriera solo, empobrecido y en el anonimato, en una pequeña habitación de un hotel de Manhattan.
El Tesla Model S, berlina eléctrica que Tesla Motors desarrolla para su producción en masa y lanzamiento comercial a mediados 2011, es un automóvil al que el inventor que dio nombre a la marca echaría un vistazo: el modelo con mayores prestaciones tendrá una autonomía de 480 kilómetros con una sola carga y su batería podrá recargarse en menos de 45 minutos.
Nikola Tesla hizo posible la iluminación del mundo, aunque su tecnología eléctrica perdió en la carrera por motorizar a las clases medias a principios del siglo XX, en favor del motor de explosión, que acabó por imponerse a los poco fiables coches eléctricos desarrollados a finales del XIX y principios del XX.
Todavía pagamos las consecuencias. Nikola Tesla perdió en vida fama y fortuna en favor del otro gran inventor eléctrico, Thomas Edison. Pero nada más cataclísmico para el mundo que la producción en cadena de vehículos económicos equipados con motor de explosión.
Del Ford T al Tata Nano hay casi un siglo de diferencia, aunque ambos automóviles incorporan idéntica tecnología -contaminante motor de explosión propulsado con combustibles fósiles- y se dirigen a un mismo tipo de público -una incipiente clase media, la de Estados Unidos a principios del XX y la de India a principios del XXI-.
Man on the moon
(Esta parte de la entrada puede leerse con “Man on the Moon” de fondo, canción grabada en 1992 por REM en honor al humorista Andy Kaufman).
La tercera efeméride por la que paso hoy de puntillas, mientras me pongo al día con otras cuestiones de peso de la actualidad relacionada con el estilo de vida y las tecnologías sostenibles: el 21 de julio se cumplen 40 años de la llegada del hombre a la luna.
La nave Apollo 11 tan sólo necesitó 72 de memoria ROM para completar el primer alunizaje y devolver a la Tierra a los astronautas Armstrong, Aldrin y Collins. Menos memoria de la que cualquier ciudadano lleva hoy en día consigo en cualquier situación, ya que el teléfono móvil actual más básico supera la capacidad de proceso que la NASA empleó para completar con éxito el viaje más importante del ser humano desde el descubrimiento de América.
Muchos de nosotros no habíamos nacido, pero no ha pasado demasiado tiempo desde que nuestros padres pudieran ver el paseo por la luna en el televisor.
Tuvo lugar 113 años después del nacimiento de Nikola Tesla, aunque sólo 26 años después de su muerte, Neil Amstrong pisaba la luna, dejando corta la imaginación de Julio Verne en su excelente De la tierra a la luna (1865), posteriormente convertida en película (1958).
Similitudes entre el viaje de Verne y el del Apollo 11
Como parte de una época de avance técnico y confianza en los avances aportados por la mecanización de la I Revolución Industrial, las historias de Julio Verne incluyen cálculos y practican la verosimilitud.
De ahí que De la tierra a la luna incorpore datos sobre un hipotético viaje a la luna sorprendentemente próximos a la realidad, pese a emplear un cañón como lanzadera.
Los responsables del programa Apolo de la Nasa rindieron su particular tributo a la obra de Verne:
- El cañón usado en el libro fue llamado Columbiad; el módulo de comando del Apolo 11 fue bautizado como Columbia. Menciones de Cristóbal Colón.
- La tripulación de la nave estaba formada en ambos casos por tres personas.
- Las dimensiones físicas del proyectil son muy cercanas al tamaño de del módulo Apolo CSM, donde viajaron los astronautas en el viaje real a la luna.
- El viaje de Verne se impulsó desde Florida, como ocurrió más tarde en la realidad con las misiones Apolo, que parten de Cabo Cañaveral. La hipótesis descrita por Verne en el libro era correcta, al describir que el viaje debía realizarse con un despegue perpendicular al lugar de despegue y, para lograr una mayor proximidad a la luna, era más adecuado emplazar el lanzamiento en un lugar próximo al Ecuador.
Las misiones del Apolo no sólo ofrecieron confianza al bloque capitalista capitaneado por Estados Unidos en plena Guerra Fría y tras los sorprendentes logros espaciales de la Unión Soviética.
Las primeras imágenes de la tierra tomadas desde el espacio dieron la vuelta al mundo y cambiaron los propios cimientos filosóficos del ser humano: allí estaba, pequeño, frágil y excepcional en un universo oscuro e inerte, un pequeño y periférico planeta, en un periférico sistema solar de una pequeña galaxia.
Un pequeño cuerpo celeste que, sin embargo, era de un quimérico color azul, como describieron los astronautas. Lleno de vida. Frágil. Una excepción que merecía ser alabada por el ser humano, un producto de su excepcionalidad.
De ahí que las primeras imágenes de la tierra desde el espacio dieran lugar al nacimiento del ecologismo moderno, e inspiraran las primeras publicaciones que pretendían ofrecer información y herramientas sobre sostenibilidad, como Whole Earth Catalog, un catálogo alternativo impreso por Stewart Brand en plena revolución contracultural californiana.
El primer número de la publicación Whole Earth incluye esa foto excepcional: la tierra, azul, pequeña y frágil, rodeada de negrura espacial. Había que proteger esa maravillosa exepción que había alumbrado vida.
El nacimiento de mi segunda hija me recuerda mi posición efímera y periférica en una sociedad global creada por uno de los seres vivos surgidos excepcionalmente en un extraño planeta que se comporta, en su conjunto, como una estructura interconectada.
De modo que, si tuviera que escribir una entrada de Twitter (¿se llama “twitt”?) en estos momentos, pondría algo así como:
- Recordando Una breve historia de casi todo de Bill Bryson. Descifrando la fragilidad e interconexiones de Gaia. Celebrando el nacimiento de mi segunda hija.