Nos dicen que no podemos hacer nada porque no hay dinero fácil ni financiación. Pero los trabajos con más futuro, dicen los expertos, son los que crean productos de calidad, únicos e imperecederos, a menudo producidos de manera artesanal y en pequeñas series numeradas. ¿Por qué no convertirnos en sus productores?
Cuando las empresas no ofrecen trabajo, qué mejor momento para crear nuestro propio puesto aportando algo de belleza y sentido común al mundo.
Sacar adelante un proyecto artesanal es complicado. Requiere tiempo, formación, metodología y compromiso personal para evitar el síndrome de la posposición. Sea como fuere, no es más difícil que encontrar en estos momentos un trabajo que nos motive, o que mejorar el actual.
El panorama (lo percibamos como escollo u oportunidad)
Hasta ahora, las pequeñas empresas creaban empleo neto en los países ricos, tanto en modelos laborales flexibles (Estados Unidos) como en entornos más rígidos (modelo europeo).
No obstante, la recesión de 2008 y sus consecuencias han contradicho la regla no escrita. Mientras las grandes empresas siguen destruyendo o, a lo sumo, manteniendo sus puestos de trabajo (por mejoras de productividad, avances tecnológicos y deslocalizaciones), los emprendedores y las pequeñas empresas no crean los empleos que antes sí generaban.
Y ello preocupa. Falta crédito: a países, administraciones, empresas y familias. A gran escala, la famosa falta de liquidez se entiende con una excelente infográfica de The New York Times: demasiados países han creado déficit públicos y privados que ahora nadie quiere financiar.
Entender los excesos del pasado
Tarde o temprano, uno paga lo que pide prestado o se convierte en un moroso sin credibilidad.
Los países en condiciones de financiar a gran escala la compra de bonos públicos (deuda) de los países en apuros siguen comprando bonos del Tesoro de Estados Unidos, pero ponen muchas reticencias para comprar deuda europea, debido al riesgo percibido de insolvencia (sobre todo, en Grecia, pero que afecta la prima de intereses que deben pagar Italia o España, más solventes).
Alemania, principal socio de la zona euro y segundo mayor exportador del mundo tras China (lo que afianza su solvencia pese a los problemas de sus bancos), tiene reticencias históricas contra la inflación y sus efectos (República de Weimar).
Francia, su gran socio en la zona euro y en la construcción europea, es comprensiva con la austeridad propuesta por Alemania, de modo que el Banco Central Europeo no cambiará radicalmente con Mario Draghi, su nuevo presidente.
Cuando las pequeñas empresas no crean empleo
Sin una política económica expansiva en Europa, será difícil crear puestos de trabajo con rapidez. Pero ni siquiera Estados Unidos ha logrado crear empleo como en recuperaciones pasadas, pese a bajar tipos de interés y estimular la economía imprimiendo dinero y financiando créditos a mayor ritmo que en la UE.
Incluso cuando tanto la Administración Obama como el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, aplican una política más expansiva, los generadores históricos de empleo, emprendedores y pequeñas empresas, no se atreven a contratar rápidamente un segundo y un tercer trabajador.
Falta liquidez pero, sobre todo, confianza para asumir riesgos, incluso en países donde, históricamente, la cultura empresarial ha sido más tolerante al riesgo, como los anglosajones.
Países “pobres” a los que los “ricos” piden dinero y llaman “insolidarios”
Angela Merkel ha declarado que Europa tardará al menos una década en recuperarse totalmente de los problemas actuales. Mientras tanto, sobre todo si los grandes prestatarios del mundo, las economías emergentes con mayor superávit en sus cuentas, siguen mostrando reticencias para comprar deuda de los países ricos.
Una de las grandes paradojas del mundo del G20, en comparación con el mundo salido de la II Guerra Mundial (la caduca organización basada en el consejo de seguridad de las Naciones Unidas, el G7 y posteriormente el G8, cuando se invitó a Rusia), es el cambio de papeles entre países ricos y emergentes. Ahora son los primeros los que patalean, pidiendo dinero.
- Los países con mayores déficit son los llamados desarrollados que han sido fiscalmente más irresponsables (entre ellos, Estados Unidos, Gran Bretaña y los países periféricos del euro).
- Los países con mayores superávit fiscales son, en su mayoría, grandes potencias emergentes, con China en la cabeza; y los países desarrollados fiscalmente más exigentes con sus cuentas públicas y privadas (los que no han pedido prestado más que lo que estrictamente podían pagar a corto plazo), como Alemania.
Demasiado poco crédito para que nos llegue (mejor tirar con el propio o el familiar)
En muchos países llamados desarrollados el crédito fácil a intereses irrisorios se ha restringido tanto que prácticamente ha desaparecido. Los créditos difícilmente llegan a los pequeños empresarios y las familias y, cuando lo hace, las condiciones son distintas a los años posteriores a la entrada en el euro, cuando países con créditos históricos más caros (sur de Europa) disfrutaron de tipos de interés diseñados para países fiscalmente más austeros (Centroeuropa y Europa del Norte).
Varios gobiernos coinciden en que hay que simplificar la burocracia, crear incentivos fiscales y premiar a las pequeñas empresas cuando reinviertan sus beneficios en crear empleo; pero, ¿quién enciende la máquina? ¿Cómo se inicia el proceso de creación de empleo neto?
Los emprendedores y pequeños empresarios no pueden competir fácilmente con las economías de escala y la tendencia mundial a crear una idea y producirla en una factoría asiática. No obstante, hay otros trabajos más difíciles de deslocalizar.
¿Por qué no ser artesanos de productos que nosotros mismos compraríamos?
Ya se habla del renacimiento de la artesanía de valor añadido. Hay un demanda de usuarios que, gracias a Internet y a publicaciones especializadas, están abiertas a pagar más dinero por un producto bien diseñado, artesanal, de calidad, que dure mucho más, con garantía.
En otras palabras, los trabajos cualificados europeos y estadounidenses se parecerán más a los del fabricante de vajillas de cocina francés Le Creuset o la marca alemana de maquinillas de afeitar automáticas de cuchilla (las de toda la vida) Merkur de Dovo Solingen, que a fabricantes que optan por competir en precio y eficiencia de las economías de escala. Fabricar menos y mejor, con atención al detalle y servicio impecable.
A la estela de Le Creuset
La industria artesanal de productos de corte imperecedero, capaces de competir en la alta gama de todo tipo de sectores, desde el vitivinícola y alimentario al de la higiene personal, el diseño industrial (aplicado al mueble, pero también al automóvil, etc.), el de moda y calzado, etcétera.
Alemania, Italia o Francia acogen varias compañías que compiten con productos semi-artesanales y elaborados con un acento propio reconocible y buscado por su clientela.
Países históricamente más ambiguos en su modelo, pero con el potencial de fabricar productos con poso local y distintivo, como España y Portugal, deberían enorgullecerse más de su rica tradición artesanal. El primer paso para que, a la sombra de viejas tradiciones o nuevas inspiraciones inspiradas en éstas, nazcan empresas, es recuperar el criterio y la autoestima para valorar lo propio de calidad.
Apreciar lo que otros aprecian de nosotros
Abundan los ejemplos de excelencia artesanal española que recorren las publicaciones más prestigiosas del mundo, desde blogs de tendencias a grandes periódicos y revistas. Tres ejemplos al azar:
- Las bitácoras de diseño industrial más prestigiosas celebran la belleza de una actividad tan sencilla (y olvidada por los ibéricos) como la cosecha de corcho de los extensos alcornocales portugueses (pero podrían ser los andaluces, extremeños o catalanes). Mientras en el resto del mundo se aprecia la belleza y sostenibilidad del proceso, aquí no sólo ofrece nuevas oportunidades de trabajo, sino que a nadie se le pasaría por la cabeza explotar la actividad con rutas de turismo especializado, actividades artesanales relacionadas con el material, etcétera.
- Lo mismo ha ocurrido con el exquisito minimalismo rústico del mobiliario diseñado en Les Guilleries, Cataluña, por Guillem Ferran, a través de la empresa Simple Rustic. Su sencillo mobiliario (mesas, taburetes, bancos) interesa a clientes de todo el mundo, que observan sus productos en prestigiosas bitácoras.
- También ha suscitado atención internacional el trabajo de Los Tres Juanes, una pequeña empresa andaluza especializada en carpintería de armar cuyos artesonados, tanto de nueva creación como restaurados, son poco menos que parte del patrimonio mudéjar español. Los Tres Juanes no son, eso sí, la norma, sino la excepción. Casi nadie se dedica en España al llamado arte lento (“slow-art”, o “slow design”), pese a que bastaría con desempolvar tradiciones todavía vivas (aunque moribundas), o desaparecidas hace apenas unas décadas.
Industria más local, especializada, personalizada, artesanal
Son sólo tres ejemplos de las decenas de actividades que, por el oficio de sus fundadores, a menudo emprendedores autónomos que ni siquiera han fundado una empresa todavía, pueden ser la fortaleza de la industria del futuro en los países ricos, que los expertos auguran más local, especializada, personalizada, artesanal.
España y Portugal pueden, por tanto, desempolvar tradiciones y reinterpretar su excelencia cultural para poner sus productos locales, especializados y a menudo artesanales a la altura de los italianos, alemanes, franceses.
Para ello, es necesario dotar de prestigio la formación de oficios profesionales y artesanales, en un país que empuja a los jóvenes más capacitados hacia la enseñanza universitaria con poca salida profesional (hay más licenciados en derecho en España (46 millones de habitantes en julio de 2011) que en Francia (65 millones en la misma fecha).
Por el contrario, la formación profesional, las ingenierías o el diseño industrial, por poner sectores necesarios y pujantes entre las regiones industriales más prósperas de Europa, están por detrás de las de los países más prósperos.
El negocio ágil
Las dificultades para encontrar trabajo pueden ser contrarrestadas con negocios pequeños, ágiles, descentralizados, con poso y especialización local, capaces de responder con productos que no pueden ser imitados por grandes empresas, o por empresas que diseñan en los países ricos y deciden fabricar en Asia.
Abundan los ejemplos que confirman que el saber hacer, la experiencia y el buen gusto son muy difíciles de deslocalizar. Si no competimos en precio ni economías de escala y optamos por hacerlo en calidad, tenemos una oportunidad, incluso trabajando nosotros solos en un taller.
Evidencias aleatorias que confirmarían este argumento:
- Es difícil diseñar una mesa de escritorio intemporal, a la vez minimalista y rústica, con un cierto toque inacabado, si no se tiene en mente el saber hacer y el exquisito gusto de la diseñadora italiana de Bolonia que firma sus muebles como Elisa, creadora de este escritorio.
- Un utensilio aparentemente tan anodino como un cuchillo puede convertirse en un arte. Un buen cuchillo, sabrán los entendidos, puede ser caro, pero dura toda la vida, siempre que el usuario sepa mantenerlo y afilarlo, como se había hecho siempre, hasta la llegada del acero barato y las economías de escala. El escritor de Brooklyn, Nueva York, Joel Bukiewicz, interesado en el valor humano de lo artesanal, se ha convertido en diseñador de cuchillos, Cut Brooklyn. Bukiewicz cree en el potencial de las habilidades para convertirse en arte, si el producto no pierde el componente aportado por el creador, diseñando y trabajando desde su estudio, con su punto de vista y habilidades.
La revolución industrial de los usuarios-creadores
Wired cree que la próxima Revolución Industrial será la de los usuarios-creadores. Los átomos, dice Chris Anderson, son los bits del futuro, lo que propulsará la colaboración post-institucional de Internet y aplicará al mundo real la innovación de lo personal ya vivida en Internet.
Mohandas Gandhi creía que el pueblo indio ganaría independencia de la metrópolis británica si volvía a diseñar y fabricar localmente sus propios productos.
Gandhi entendió que las economías de escala, que convertían la India en un simple exportador de materias primas para cebar la maquinaria industrial británica, alimentaba su dependencia de un modelo diseñado por el colonizador.
El secreto de crear, según Henry Moore y Eduardo Chillida
Crear, y no consumir, aumenta el bienestar, dicen los propios creadores y lo corroboran los estudios.
Artesanos y artistas, preguntados acerca de cómo y por qué creaban, a menudo han coincidido en que crear está relacionado con la plenitud, la madurez y la autorrealización de las personas, estadios de desarrollo personal que no se alcanzan consumiendo.
Dos escultores definieron en qué consistía, según ellos, el oficio de crear:
- Henry Moore: “el arte [cambiemos interesadamente “arte” por “creación” en general] no tiene que ver con el lado práctico de ganarse la vida. Se trata de vivir una vida humana plena”.
- Eduardo Chillida: “Lo hice mejor porque no lo conocía e iba cargado de dudas y de asombro”. Está claro que se divertía en el proceso de crear.
El oficio de creador
Lo que sirve para el arte, lo hace para cualquier oficio donde el creador use su experiencia para aportar un valor único a su producto. Se trate de elaborar una hogaza de pan con masa madre, restaurar una casa abandonada con métodos ancestrales, confeccionar ropa y tintes con métodos orgánicos y locales; o tantos otros ejemplos de emprendedores que saben conjugar y vender su capacidad de adaptación y cultura ancestral.
El futuro, dicen todos los estudios, no consiste en abrir tiendas para vender productos que se elaboran en cualquier logar y cuentan incluso con una versión digital fácil de obtener por Internet.
La disrupción tecnológica, la competencia china y el fin de las industrias a crédito (como la inmobiliaria), obligan a los emprendedores de Europa y Norteamérica a crear de nuevo. La única salida parece una nueva era de los inventores, propulsada por Internet y la nueva artesanía.
Evitar las industrias en declive, aprovechar la era de los nuevos artesanos
Algunos datos que ofrecen pistas sobre los sectores con menos tablas para los emprendedores el futuro, según IBISWorld, que recopila las 10 industrias en declive: telecomunicaciones terrestres; textil de confección; prensa escrita; ropa y complementos; alquiler físico de DVD y juegos; casas prefabricadas tradicionales; posproducción audiovisual tradicional; tiendas físicas de música; tiendas fotográficas; alquiler de ropa formal y disfraces.
No es el mejor momento para guarecerse bajo una gran marca multinacional y crear una franquicia tradicional, vendiendo exactamente lo que la empresa matriz dicta y siendo lo más asépticos posible. Hay esperanza en, precisamente, los sectores donde el creador local y especializado tiene que ponerse delante, dando la cara por el producto.
En España hay ejemplos de excelencia en este sentido, privados (grandes cocineros, industria alimentaria artesanal) y públicos (red de Paradores en España; red de Pousadas en Portugal).
Desempolvar los métodos y recetas del abuelo
Lastimosamente, este mismo modelo se ha abandonado en los oficios artesanales e industriales, bajo la excusa de que había que competir incrementando apostando sólo por economías de escala y automatización. En precios, eficiencia y productividad, España y el resto de países con problemas de deuda no podrán competir.
Un artículo de opinión publicado por The New York Times exponía que el futuro de la industria es, en las sociedades post-industriales, local, y dependerá cada vez más del servicio; de factores subjetivos como la calidad e intemporalidad de un producto; de su personalización; así como de su valor artesanal.
El conocimiento experto de productores y vendedores será también crucial ya que, como han demostrado empresas con un liderazgo celebrado (Apple bajo Steve Jobs; Patagonia con Yvon Chouinard), el modo de resolver el dilema del innovado no consiste en buscar la recompensa fácil de los beneficios trimestrales, sino en centrarse en el producto.
Hay un cliente preparado para comprar productos locales, artesanales, de calidad, con un servicio propio y que alcance la excelencia, elaborado y vendido por personas dispuestas a mantener sus valores por encima de una venta, el otro dilema empresarial.
Vender lo mismo más caro o vender lo nuestro (único, personal, local) más caro
El cliente no siempre tiene la razón y la labor del proveedor de un buen servicio consiste en explicar por qué. Perder una venta a tiempo manteniendo los valores de tradición y calidad puede aportar, a largo plazo, la auténtica ventaja competitiva?
¿Estaremos preparados para aprovechar la oportunidad? Aunque nos empecinemos en pensar lo contrario, España y su riqueza interior no forman parte de los perdedores del mundo que emerge, sino que tiene las puertas abiertas para formar parte de los que venden marca, saber hacer, personalidad, calidad.
Del mismo modo que las personas necesitan una filosofía de vida para no caer en el espejismo de la carrera de premios e incentivos, las sociedades necesitan un plan en el que creer.
A lo mejor no lo hemos hecho tan mal y sólo basta que potenciemos lo que hacemos realmente bien, mientras actuamos con más rigor.