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10 libros esenciales sobre vida sencilla y minimalismo

El ejercicio de la vida sencilla y el minimalismo hunde sus raíces en la filosofía presocrática y, sobre todo, en los estoicos romanos, con Marco Aurelio y su obra Meditaciones como exponentes. Desde el propio Marco Aurelio, otros han tratado de alcanzar la plenitud o el de felicidad con la receta de la sencillez y el sentido común.

En ocasiones, esta búsqueda de lo esencial suponía, como el escritor estadounidense del siglo XIX Henry David Thoreau explica en Walden, una manera de enfrentarse sólo a las circunstancias esenciales de la vida y acercarse al ideal propio de plenitud. En otras, se trata de recopilar consejos que expliquen los beneficios de la búsqueda activa de la austeridad.

Enseñanzas del estoicismo para la sociedad contemporánea

Varios autores han logrado trascender con sus tratados sobre la vida sencilla, el sentido común, la frugalidad o la práctica del estoicismo, corriente filosófica de la que el filósofo William B. Irvine cree que se pueden extraer métodos para reducir nuestro pesar cotidiano y lograr el bienestar personal, un concepto que nos hemos acostumbrado a relacionar únicamente con los ingresos.

Personalidades influyentes han practicado o aspirado al minimalismo, en ocasiones destacando a través de sus obras los beneficios derivados de aplicar, en la vida personal y el trabajo, el mínimo común denominador. El poder de la reducción está presente en la actitud política o ante la vida, como en Mohandas Gandhi, lector de León Tolstói y de Henry David Thoreau, dos declarados minimalistas.

O en la visión estratégica empresas de Internet reconocidas por su innovación, como 37Signals, una pequeña startup con sede en Chicago. Sus dos fundadores reflexionan en el libro Rework sobre el poder de la sencillez, también en las empresas exitosas.

Guías para acercarse a un minimalismo físico y metafísico

Existen multitud de libros sobre minimalismo, vida sencilla, frugalidad, estoicismo, que explican, de un modo u otro, los beneficios de centrarse en lo esencial, no sólo en el sentido físico de las posesiones materiales, sino también metafísicamente, en relación con la mente y el espíritu.

Con la actual crisis económica y medioambiental, una nueva generación de estoicos busca, con la ayuda de grupos de afinidades, organizados a través de Internet, modelos que sirvan de inspiración para crear los productos y servicios del futuro, que deberán ser por fuerza más eficientes, además de beneficiosos para el entorno en lugar de perjudiciales, biodegradables, bellos, sencillos, apropiados.

En el plano metafísico, el estoicismo llama al individuo a centrarse en la esencia y liberarse de la distracción de lo superfluo. Seleccionamos 10 libros, con calidades y capacidad de influencia dispares, capaces de inspirar (a través del estudio de la vida sencilla, el estoicismo, el minimalismo o sus contrarios), a quienes busquen simple inspiración o plenitud.

1. Walden (Henry David Thoreau, 1854)

El trascendentalista Henry David Thoreau influenció a la sociedad de su tiempo y a las generaciones venideras, desde León Tolstói a Mohandas Gandhi, con Walden; or, Life in the Woods (Walden, la vida en los bosques). Un individualista convencido, es considerado el padre del ecologismo moderno y de la desobediencia civil.

En libro es, en parte, una declaración personal de independencia, un experimento social, un viaje interior hacia el descubrimiento espiritual, una sátira, o un manual de la autosuficiencia.

El autor explica su vida durante más de dos años en una cabaña que construyó él mismo junto al lago Walden, una zona boscosa y apartada del núcleo urbano de Concord, Massachusetts, su ciudad natal. Desde la cabaña, reflexiona sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza, considerada por la sociedad de su época como un mero recurso transaccional para aumentar la riqueza.

En la generación de Thoreau, relacionada con el movimiento literario y filosófico del romanticismo, se refuta la visión de la naturaleza realizada por la Ilustración, en la que la tierra y los recursos son percibidos como un bien inacabable que el ser humano debe domesticar completamente. En Estados Unidos, un nuevo país en expansión hacia el entonces inabarcable Oeste, esta visión influyó sobre el reparto de la tierra y su modelo de desarrollo, basado en la protección de los derechos inaliebables del individuo, reconocidos en la Constitución del país.

Henry David Thoreau fue uno de los primeros individuos ilustrados que, desde Nueva Inglaterra, en la misma cuna de la Independencia de su país, cuestionaron varios aspectos del poder del Estado con los que estaba en profundo desacuerdo, tales como la esclavitud, la guerra, considerada por él profundamente injusta, con México, o el imparable retroceso de la naturaleza primigenia en su país.

Walden es considerado un tratado sobre las profundas convicciones y libertades del individuo, que están por encima incluso del poder coercitivo del Estado, pero también sobre la vida sencilla y el sentido mismo de los progresos de la civilización occidental.

Thoreau, un convencido del empirismo y la ciencia, formaba parte de la corriente de pensamiento trascendentalista, un movimiento filosófico, político y literario con raíces protestantes, que surgió a mediados del siglo XIX y ensalzaba las virtudes del estoicismo: autosuficiencia y ética del trabajo, pensamiento intuitivo y trascendental del propio individuo, y búsqueda de “una relación original con el universo”, acercándose al panteísmo de Marco Aurelio.

Profundamente preocupado por la sociedad de su tiempo y por la actitud vital de sus conciudadanos, a los que no importaba trabajar toda su vida para dejar pagada una casa y unas posesiones de las que nunca podrían disfrutar en vida, Thoreau decidió vivir apartado una temporada, cultivando sus alimentos a la vez que escribía sobre la experiencia.

Su intención no fue la de vivir como un hermitaño y recibió huéspedes con regularidad, a la vez que visitó a los vecinos más cercanos. A través de la vida apartada, en una sencilla cabaña con apenas mobiliario -entre el que se incluía una cama, un escritorio, una silla, una chimenea y dos ventanas-, intentó comprender con mayor objetividad a la sociedad de su tiempo.

Una cita de Walden aguarda al visitante en un cartel de madera junto al lago, en el lugar donde Henry David Thoreau construyó su cabaña: “Fui al bosque porque quería vivir deliberadamente, para enfrentarme sólo con los hechos esenciales de la vida, y comprobar si podía aprender lo que ello tenía que enseñarme, y no, cuando estuviera a punto de morir, descubrir que no había vivido”.

2. Meditaciones (180 dC, Marco Aurelio)

El último de los llamados Cinco Buenos Emperadores y recordado como el “filósofo Emperador”, la figura de Marco Aurelio está presente en la retina de la cultura popular contemporánea gracias a la caracterización que, dos años antes de su muerte, Richard Harris hizo de él en Gladiator (2000), película de Ridley Scott.

Marco Aurelio escribió, en griego, los textos que componen Meditaciones durante las campañas de la década de 170. A juicio de John Stuart Mill, entre otros autores a lo largo de los siglos, se trata de “una obra escrita de manera exquisita y con infinita ternura”, y es considerada un tratado de la vida sencilla, el estoicismo, la austeridad, la espiritualidad y el estoicismo, corriente filosófica de la que Marco Aurelio fue uno de los representantes más reconocidos.

No hay que dejarse engañar por la fecha en que Marco Aurelio culminó los escritos que serían recopilados más tarde en sus Meditaciones: su contenido, filosófico, autobiográfico y plagado de sentido común, sonará contemporáneo y universal a cualquier lector. Especialmente a quien esté interesado en conocer más a fondo las enseñanzas del estoicismo, como escuela filosófica que puede contribuir a mejorar la vida diaria de cualquier persona.

Escritas en XII libros o capítulos, las Meditaciones recorren las reflexiones vitales del emperador durante sus últimos 12 años, en las que predomina la mesura, el respeto por la naturaleza, la identificación entre todas las cosas y el universo (panteísmo), así como una profunda convicción en el estoicismo como modelo filosófico y vital.

El primero de los libros es considerado su testamento interior, un homenaje a todas las personas que influyeron sobre su vida y convicciones. Del libro II al XII, se incluyen las reflexiones sobre la condición humana, la vida, la muerte, el universo, la creación, la moralidad, la fortuna, los valores que deberían influir sobre las personas.

Como Séneca, también estoico, Marco Aurelio concebía el alma como una entidad distinta y separada del cuerpo, y en ella se concentra el espíritu (pneuma), el soplo vital y el intelecto.

En Meditaciones, el Emperador sentencia: “todo es bueno para mí, que es adecuado para ti, oh Universo. Nada para mí es demasiado pronto o tarde, y que viene a su debido tiempo para ti. Todo lo que tus estaciones traen es fruto para mí, oh Naturaleza. Porque tú eres todas las cosas, en ti están todas las cosas, y a ti todo vuelve”.

O también: “Si trabajas en lo que está ante ti, siguiendo una recta razón seriamente, con vigor, con calma, sin permitir nada te distraiga, manteniendo pura tu parte divina, como si estuvieras obligado a devolverla de inmediato; si lo haces con firmeza, sin esperar nada a cambio, sino satisfecho de vivir ahora de acuerdo con la naturaleza, diciendo una heroica verdad en cada palabra que completes, vivirás feliz. Y no hay persona capaz de evitarlo”.

3. La ética protestante y el espíritu del capitalismo (Max Weber, 1905)

El economista y sociólogo alemán Max Weber escribió a principios del siglo XX La ética protestante y el espíritu de capitalismo como introducción a sus ensayos posteriores.

A diferencia de los autores de la Ilustración, que no habían identificado con claridad la mentalidad protestante y con la búsqueda de la riqueza material, Weber dedicó parte de sus esfuerzos sociológicos en observar y contraponer sociedades europeas y coloniales protestantes y católicas.

El propio Weber se había formado como economista y sociólogo en una Alemania que había nacido como Estado moderno tratando de amoldar las dos corrientes de pensamiento espiritual, que influían sobre la ética de la propia sociedad: la ética del sur alemán, profundamente tradicional y católico, se contraponía al protestantismo, tanto urbano y moderno como rural, del norte del país.

En el ensayo se relaciona al protestantismo y a una de sus ramas, el calvinismo, como inspirador de hábitos e ideas que, según Weber, favorecen el comportamiento racional para lograr el éxito económico, en contraposición a la mentalidad imperante en las sociedades de raigambre católica.

Por ejemplo, Weber argumenta que el capitalismo de Europa del norte pudo forjarse cuando la ética protestante, particularmente calvinista, influyó sobre la mayoría de la población, que la aplicó desarrollando sus propias empresas, o aspirando a enriquecerse a través del comercio, para realizar otras inversiones.

En otras palabras, la ética protestante relacionada con su visión del papel del ser humano en el mundo, propulsó el desarrollo del capitalismo. Las personas podían aspirar a la plenitud por sí mismas, a través del trabajo duro y la mejora del porvenir terrenal, que derivó en ideas como la aspiración de la “búsqueda de la felicidad”, en contraposición a la poca ambición terrenal de la tradición católica.

Conocida desde entonces como la “tesis de Weber”, la ética del trabajo protestante habría influido sobre una acción no planeada ni coordinada que contribuyó al desarrollo del sistema económico capitalista; aunque, según Weber, los valores protestantes no fueron la única causa que consolidó el modelo.

Weber era consciente, asimismo, de las numerosas excepciones a su tesis, ejemplificadas en su propio país. Si bien la ética puritana había influido sin duda en el desarrollo del capitalismo, la devoción religiosa, tanto protestante como católica, iba a menudo ligada -observó- con el rechazo a asuntos mundanos como la búsqueda de la riqueza, o la acumulación de bienes y posesiones materiales.

Según Weber, trabajadores católicos y protestantes se habían iniciado en la industrialización del siglo XIX en pequeños talleres. Mientras el trabajador católico aspiraba a mejorar su técnica y convertirse en maestro del pequeño taller, el protestante pasaba a la fábrica, donde pretendía escalar posiciones y alcanzar los puestos superiores de la burocracia industrial, que en el siglo XX, con la expansión de los servicios urbanos, derivaron en trabajos profesionales liberales, “de cuello blanco”, en contraposición al “cuello azul” industrial.

“El católico es más tranquilo; dotado de menor impulso adquisitivo, prefiere una vida bien asegurada aun a cambio de obtener menores ingresos, a una vida de continuo peligro y exaltación, por la eventual exaltación de honores y riquezas. ‘Comer bien o dormir tranquilo’, dice el refrán; pues bien, en tal caso, el protestante opta por comer bien, mientras que el católico prefiere dormir tranquilamente.”

Mientras en el protestantismo la adquisición de dinero es el valor de la vida y se premian el ejercicio constante de una profesión, la racionalidad y la austeridad (la riqueza no se ostenta, se ahorra para crear más), en el catolicismo el individuo prefiere disfrutar de una vida asegurada a cambio de obtener menores ingresos.

El ensayo de Weber es, por encima de todo, una interesante reflexión sobre cómo determinadas corrientes de pensamiento popular, manadas de la ética religiosa predominante en cada comunidad, han forjado las aspiraciones, individuales y colectivas, de las sociedades.

El espíritu emprendedor, la actitud ante la racionalidad, la austeridad, el ascetismo como estilo de vida o el enriquecimiento como fuerza positiva, o “señal de predestinación”, manaron de las distintas interpretaciones religiosas en las sociedades ilustradas, cuando la religión mantenía intacto su poder de influencia sobre las personas.

En la actualidad, décadas después de que la religión haya perdido buena parte de su poder sobre la conciencia colectiva, seguimos siendo beneficiados o perjudicados por las distintas maneras de entender el mundo, aunque creamos vivir en las sociedades más laicas del la historia de la humanidad. Ni el más ateo puede rehuir a realidades fundamentadas en visiones espirituales forjadas durante generaciones.

La ética protestante y el espíritu del capitalismo es una obra capital para entender las sutilezas culturales que han forjado nuestra personalidad y, en lugar de ser perjudicados por ellas, poder beneficiarnos de sus ventajas. Más de un siglo después de que se escribiera el ensayo, su contenido sigue tan vigente como el primer día.

4. Lo pequeño es hermoso: Economía como si la gente importara (E. F. Schumacher, 1973)

El economista británico E. F. Schumacher tuvo la suerte de contarse entre los alumnos de Leopold Kohr, primer economista de prestigio que se opuso intelectualmente al “culto de lo grande” en las organizaciones sociales y el diseño de bienes, además de inspirar el nacimiento del movimiento “small is beautiful” (lo pequeño es hermoso), que propugnaba la belleza, conveniencia y sostenibilidad de lo pequeño.

E. F. Schumacher dedicó esta colección de ensayos, cuya primera edición fue publicada en 1973, coincidiendo con el inicio de la crisis del petróleo, a dar forma a la idea inspirada por su maestro. Schumacher, colaborador de John Maynard Keynes y John Kenneth Galbraith, evita en el libro extremismo panfletario e ilustra consistentemente su elogio de lo pequeño.

En un mundo que se adentraba en la crisis del petróleo, especialmente negativa para la economía europea, el libro E. F. Schumacher es una llamada al ser humano para poner los pies en el suelo y crear tecnologías adecuadas, que destacaran por su eficiencia y sostenibilidad (económica, social, medioambiental) en un mundo que filosóficamente defendía el “cuanto más grande, mejor”.

Considerado por la prensa británica como uno de los 100 libros más influyentes del siglo XX, Lo pequeño es hermoso (Small is beautiful) ha sido recuperado en los últimos años como paradigma de ideas como la vida sencilla, la sostenibilidad o una nueva generación de productos y servicios que, en lugar de tener un impacto negativo sobre el entorno, lo tengan positivo.

Productos que parten de conceptos como diseño ecológico, tecnología adecuada, o diseños “de la cuna a la cuna” (“cradle to cradle”, o C2C), no hacen sino partir de la llamada a la defensa de lo pequeño realizada por Leopold Kohr, y plasmada por E. F. Schumacher en Lo pequeño es hermoso.

En el ensayo, E. F. Schumacher se muestra preocupado por la noción que propulsa el progreso mundial, basada en asunciones peligrosas, como considerar que todo crecimiento es bueno, o que lo más grande es siempre mejor, ideas preconcebidas que han influenciado sobre el diseño de automóviles y edificios, o sobre la falta de incentivos éticos y medioambientales que evitaron el desarrollo del coche eléctrico o la casa bioclimática.

Small is beautiful constituye una llamada a estudiar y adoptar la filosofía de la mesura y la suficiencia, que deben partir de una apreciación realista, minimalista y con un cierto espíritu estoico de las necesidades humanas, las limitaciones del entorno y el uso adecuado de la tecnología. Schumacher acuña el término “economía budista” para referirse a este profundo cambio en el sistema de valores que debía adoptar el mundo.

Años después del inicio de la crisis del petróleo de 1973, un nuevo período de expansión económica mundial y prosperidad dio al traste con la visión propugnada por Schumacher, que ahora ha sido desempolvada de nuevo con nerviosismo por quienes la condideraron demasiado radical en su momento.

E. F. Schumacher en Small is beautiful: “lo más sorprendente de la industria moderna es que requiere mucho para lograr tan poco. La industria moderna parece tan ineficiente hasta tal punto que sobrepasa nuestra propia imaginación. Su ineficiencia pasa, por tanto, desapercibida”.

Y también: “la sabiduría exige una nueva orientación de la ciencia y la tecnología hacia lo orgánico, gentil, no violento, elegante y hermoso”.

El ensayo fue escrito en 1973. Su mensaje es tan vigente en la actualidad que cualquier persona con intención de ocupar un cargo político, empresarial o social de relevancia haría bien en leerlo.

5. Teoría de la clase ociosa (Thorstein Veblen, 1899)

El sociólogo y economista estadounidense Thorstein Veblen, iniciador del institucionalismo, dedicó su vida a estudiar cómo los ritos comunes adoptados por el ser humano en sus relaciones sociales condicionan las decisiones del individuo a lo largo de su vida, además de incidir sobre su carácter, aspiraciones y escala de valores.

Las nuevas sociedades opulentas, surgidas de la Revolución Industrial, instauraron, según Veblen, mecanismos de ocio que partían del consumo exacerbado, un fenómeno que había ocurrido siempre, de un modo u otro, como se argumenta en Teoría de la clase ociosa.

Este consumo superficial, con el que las clases más pudientes de la sociedad industrial expresaban su entretenimiento, impulsaría la propia economía y, a través de lo que el sociólogo llamó reproducción simbólica, incentivaba el consumo de las otras clases, mediante la emulación.

Adentrándose en la antropología cultural, Thorstein Veblen argumentaba que la vida económica de las sociedades modernas no era propulsada por nociones de utilidad, sino por vestigios sociales presentes desde tiempos prehistóricos. Buena parte de la sociedad actual, según su punto de vista, es una variación de modelos ya presentes en organizaciones tribales.

A su juicio, la clase dominante, o “clase ociosa”, de su tiempo, no se comportaba de un modo distinto al de la nobleza durante la Edad Media, o al de las clases privilegiadas de organizaciones más primitivas, como sociedades de jefatura, tribus e incluso bandas de cazadores y recolectores.

Estas clases llevaban a cabo tareas simbólicas o intermitentes para su sociedad, tales como la caza, la dirección de una guerra o la administración de haciendas. Pese a que estas tareas requerían poco tiempo, en comparación con las del resto de la sociedad, las clases dirigentes siempre habrían disfrutado de tiempo de ocio.

Si en la Edad Media, por ejemplo, sólo la nobleza podía cazar y combatir, en la sociedad industrial de Veblen los trabajadores manuales trabajaban más horas y con mayor intensidad que los de cuello blanco, por sueldos muy inferiores.

The Theory of the Leisure Class es ampliamente citado en antropología social al definir lo que Veblen llamó consumo y ocio conspicuos, o realizados para demostrar a nuestras relaciones sociales que somos capaces de ostentar un nivel de vida determinado.

Para el sociólogo, el consumo conspicuo consistía en gastar dinero u otros recursos para lograr el máximo estatus posible; por ejemplo, comer con cubertería de plata no incrementaba el placer objetivo de los comensales, en comparación con cubiertos de otros materiales.

Según Thorstein Veblen, los bienes socialmente visibles aumentaban su atractivo entre las relaciones sociales de un individuo en función de su precio y exclusividad, una idea que ha recibido apoyo empírico con posterioridad.

Como en el caso del consumo conspicuo, el ocio conspicuo destacaba como la consecución de determinados objetivos para lograr un estatus superior en nuestro entorno. Por ejemplo, Veblen expone que, para lograr ser un caballero, un hombre debía estudiar materias como filosofía y arte, con un valor económico a menudo simbólico.

Thorstein Veblen quería refutar la definición del ser humano moderno realizada por la economía neoclásica de la Ilustración. En lugar de individuos pragmáticos tratando de maximizar su placer, Veblen os veía como criaturas irracionales que persiguen aumentar su estatus social, sin importarles en realidad su propia felicidad.

Ello explicaba, según Thorstein Veblen, por qué la gente se empecinaba en emular el comportamiento y los símbolos de los miembros más respetados de su grupo, para así lograr mayor prestigio. Determinadas marcas o tiendas, consideradas de clase alta, centran su modelo de negocio en vender, más que productos útiles, “símbolos de prestigio” a compradores que, a menudo, no forman parte de las clases dirigentes.

Del mismo modo, ir a determinadas obras de teatro, leer cierto tipo de literatura o escuchar música clásica son, igualmente, acciones instigadas a menudo por el anhelo de alcanzar o reafirman un determinado estatus social que por cuestiones racionales o económicas.

El ensayo de Veblen constituye un tratado que ayuda a entender algunas de las motivaciones sociales más básicas, por qué ocurren y cuál es su auténtico significado.

6. A Guide to the Good Life: The Ancient Art of Stoic Joy (William B. Irvine, 2008)

Todavía sin traducción al castellano, A Guide To The Good Life: The Ancient Art of Stoic Joy no es sólo una aproximación, amena y adecuada para no especialistas, a las prácticas griega y romana del estoicismo, sino un tratado contemporáneo sobre la misma corriente filosófica, escrita por un profesor y filósofo estadounidense William Irvine.

William Irvine sable de lo que habla: se define como estoico practicante. Quizá por ello, el libro no se dedique a analizar sesudamente la teoría o historia del estoicismo, sino que ofrece una guía que proporciona “consejos detallados para aspirantes a estoicos.

Según el autor, el renacido interés por el estoicismo se basa en las técnicas desarrolladas por los filósofos clásicos de esta tendencia, como Séneca o el mencionado Marco Aurelio, capaces de aportar paz y plenitud espiritual, partiendo de la tradición occidental y sin necesidad de recurrir a tradiciones o corrientes espirituales orientales.

Con el ánimo de lograr lo prometido en el título, Irvine escribe de manera ligera y amena para dirigir su mensaje a lectores no iniciados con la literatura erudita, emulando a Bill Bryson, Malcolm Gladwell, Jared Diamond y otros autores estadounidenses que han acercado al gran público temáticas minoritarias y aparentemente académicas. Según el autor, el estoicismo es capaz de reducir los niveles de emoción negativa (tales como la ira, la frustración, la ansiedad), a la vez que potenciar la capacidad de apreciación de lo que la vida puede ofrecer.

Quienes se sientan atraídos o hayan flirteado con el budismo, aunque prefieren indagar en el sentido de la existencia y en uno mismo a través de principios y comportamientos cotidianos, en lugar de mediante la meditación, son interesados potenciales en el estoicismo, cree William Irvine.

El autor es, ante todo, un filósofo describiendo, de un modo ameno y libre de jergas, una corriente filosófica cuyos principios y métodos pueden ser puestos en práctica. La lectura del libro, del que cabe esperar una futura edición en castellano, no deja indiferente. No se trata de un título menor perteneciente a la literatura de auto-ayuda, sino una presentación contemporánea y clarificadora del estoicismo, una corriente filosófica cuyos principios y consejos pueden ser puestos en práctica en la sociedad contemporánea.

A través de sabios como Marco Aurelio o de la propia experiencia práctica de William Irvine, el lector aprende técnicas para minimizar el pesar, cómo asumir el pasado y centrar nuestros esfuerzos en cuestiones que el individuo puede controlar, así como maneras de hacer frente a insultos, dolor, vejez y tentaciones que nos distraigan.

De Marco Aurelio, se aprende la importancia de apreciar sólo aquellas cosas que tienen auténtico valor. De Epicteto, cómo estar más satisfechos con lo que poseemos. A Guide to the Good Life muestra al lector cómo agudizar su capacidad de observación de su propia vida.

Al analizar nuestro devenir cotidiano y confrontarlo con nuestra propia conciencia, podemos identificar mejor qué es lo que nos incomoda. Mediante este proceso, los estoicos pretendían alcanzar una vida auténticamente plena.

7. El gran libro de los hombres (Brett McKay y Kate McKay, 2009)

Un libro bajo el título El gran libro de los hombres (el original es todavía más explícito: The Art of Manliness: Classic Skills and Manners for the Modern Man) suscita, como poco, sospechas. ¿Se tratará de un tratado sobre el machismo? ¿O es acaso un manual de chulería?

No es ninguna de las dos cosas. Y, dicho sea de paso, no es un libro centrado en la feminidad de la mujer, ni en la mujer. Y no por ello es un libro “machista”. Simplemente, sus autores, Brett McKay y Kate McKay, han escrito en una prosa divertida un libro sobre “hombres”.

La palabra “macho” es uno de los vocablos que el castellano ha sido capaz de prestar con éxito a otras lenguas. A diferencia de otras palabras hispánicas igualmente influyentes, tales como “maestro”, “macho” es un vocablo chabacano, hortera, de mal gusto, relacionado incluso con actitudes tan deleznables y punibles con el maltrato. El carácter peyorativo del término ha acabado desterrándolo de cualquier contexto positivo. No obstante, “macho” o “machista” no son sinónimos de “masculino” o “masculinidad”.

Pero The Art of Manliness no es el “libro del machote”. Todo lo contrario. Recupera, quizá, valores devaluados que ya no se relacionan en las últimas décadas con la hombría, al haber caído en desuso las costumbres relacionadas con la caballerosidad.

La masculinidad, la caballerosidad, la hombría, no tienen por qué relacionarse con actitudes rudas, neandertales o, simplemente, machistas, y el gran valor de The Art of Manliness es afrontar con valentía este estereotipo, profundamente arraigado en la sociedad contemporánea.

¿En qué habilidades y maneras clásicas podría estar el hombre moderno? El libro se encarga, con un tono divertido, de dar respuesta a la pregunta, explicando las reglas más elementales que debería conocer y adaptar a su personalidad cualquier caballero que se precie.

Tomando ejemplos ilustrativos de caballeros como Benjamin Franklin y Theodore Roosevelt, Brett y Kate McKay, también responsables de un celebrado blog bajo el mismo título del libro, han compilado una colección de consejos que ayudan a desplegar el potencial de un hombre.

Se recogen divertidos consejos, desde habilidades para la supervivencia hasta modos de mejorar el carácter, tanto si lo que se pretende es divertirse con los amigos, cortejar a una novia o formar una familia.

Este compendio de información práctica incluye consejos sobre cómo:

  • Afeitarnos como nuestros abuelos.
  • Ser un perfecto huésped.
  • Asistir a los amigos en algún problema.
  • Pedir la mano a nuestra pareja.
  • Educar niños fuertes y autónomos.
  • Encender un fuego sin cerillas o mechero.
  • Dar un discurso celebrado.
  • Disfrutar de una vida equilibrada.

No se trata de un libro plagado de verdades irrefutables, pero aporta de manera divertida interesantes reflexiones acerca de la crisis de valores en las que la sociedad contemporánea se halla inmersa.

Las palabras masculinidad y caballerosidad han caído en desuso y, cuando son invocadas, suelen relacionarse con lo rudo y anacrónico. The Art of Manliness demuestra hasta qué punto el sentido común debe ser, en ocasiones, recuperado en generaciones anteriores, ya que existen pocos modelos contemporáneos que sirvan de inspiración.

8. A Place of My Own: The Architecture of Daydreams (Michael Pollan, 1991)

Publicado en 1991 y reeditado en 2008, A Place of My Own es el segundo ensayo de Michael Pollan, escritor, periodista y profesor de la Universidad de California en Berkeley, celebrado en los últimos años por sus libros sobre lo que él considera el mayor trastorno colectivo de la sociedad estadounidense: la comida.

De no ser por A Place of My Own, los posteriores libros del autor, presentes en las listas de más vendidos desde su publicación, quizá no hubieran alcanzado el grado de madurez que muestran su influencia y repercusión. El dilema del omnívoro (The Omnivore’s Dilemma) es, por tanto, tributario de A Place of My Own, el pequeño ensayo de 1991.

El libro no es sino la parte escrita de un proceso creativo emprendido a principios de la década de los noventa, cuando, emulando la decisión de Henry David Thoreau a mediados del siglo XIX, Michael Pollan decidió construir una cabaña con sus propias manos.

Pollan lo justifica al inicio del libro como la voluntad de construir una “casita de escritor”, una tarea llevada a cabo concienzudamente, con amor por el proceso creativo y voluntad de realizar un viaje introspectivo a su interior, así como a la arquitectura -nueva para él- durante la tarea.

Si el primer capítulo nos sitúa en la construcción de la casita y el porqué de la decisión, el segundo se centra en el proceso de selección. El tercer capítulo sigue el proceso de diseño, en el que se incluyen referencias a la obra más influyente del arquitecto austríaco afincado en California Christopher Alexander, El lenguaje de patrones (A Pattern Language).

Los siguientes cuatro capítulos se centran en la construcción de los cimientos, la estructura, el tejado y las ventanas, para finalizar en el capítulo final con los acabados y el uso del pequeño edificio artesanal por parte del autor.

Pese a lo detallado de la explicación, no estamos ante un libro de bricolaje para constructores aficionados, interesados en erigir una pequeña cabaña en su patio trasero. Es, más bien, la reflexión de un neófito no sólo de la arquitectura y la construcción, sino de los proyectos de bricolaje de envergadura, sobre las motivaciones y el aprendizaje derivados del proceso, así como una visión general de su evolución.

El libro contiene ecos del trascendentalismo estadounidense, representado por Henry David Thoreau y Ralph Waldo Emerson, entre otros, movimiento a su vez influido por el puritanismo y el estoicismo.

Thoreau decidió marcharse una temporada al bosque junto al lago Walden para reflexionar sobre su propia existencia y vivir sólo con lo esencial, para lo cual construyó una cabaña. Michael Pollan persigue la misma aspiración humana: encontrar la esencia, trascender, comprender, dedicarse a una tarea manual, observar su interior durante el proceso.

Como Marco Aurelio y Henry David Thoreau, Michael Pollan se aproxima, mediante el trabajo y la escritura, a los principios del minimalismo y el estoicismo.

9. El lenguaje de patrones (Christopher Alexander, 1977)

El lenguaje de patrones (A Pattern Language) es un libro sobre arquitectura, escrito en 1977 por Christopher Alexander, con la ayuda de Sara Ishikawa y Murray Silverstein del Center for Environmental Structure de Berkeley (California).

Desde su publicación, es uno de los libros sobre arquitectura más difundidos. El lenguaje de patrones es, más que un libro sobre arquitectura, una caja de herramientas que puede adaptarse a cualquier edificio del mundo, tal es su universalidad y tan bien urdidos tanto su planteamiento preliminar como el desarrollo de su tesis.

Se trata de una discusión de un lenguaje de patrones o convención estructurada de la arquitectura tradicional, con 250 patrones unitarios de todo tipo de componentes arquitectónicos.

Como los idiomas creados por el ser humano para comunicarse de acuerdo con las necesidades, evolución, usos y costumbres de una sociedad determinada, un lenguaje de patrones -por ejemplo, uno sobre arquitectura- permite describir una serie de buenas prácticas que, a continuación, pueden ser usadas y modificadas de acuerdo con las necesidades específicas de cada contexto.

Si una lengua permite conversaciones, registros o dialectos, un lenguaje de patrones aporta una convención marco que se comporta, del mismo modo, de una manera flexible, sin que por ello se pierda el mensaje. Un lenguaje de patrones sobre arquitectura permite nombrar elementos, describirlos de manera lógica y combinarlos, con modificaciones si es necesario.

A Pattern Languaje parte de la observación de que muchas ciudades medievales son atractivas y harmoniosas. Christopher Alexander y el resto de autores lo achacan a que fueron erigidas de acuerdo con regulaciones locales que requerían características específicas pero, a la vez, permitían al arquitecto adaptarlas a situaciones particulares.

El libro proporciona reglas básicas e ilustraciones, pero deja en manos del lector decisiones específicas, que deben ser tomadas, explican, de acuerdo con el entorno del proyecto. Se describen maneras de construir diseños prácticos, seguros y atractivos a cualquier escala, desde regiones enteras o ciudades hasta pequeños complementos de mobiliario.

Varios de los patrones reflejan no sólo la visión arquitectónica de Alexander, sino también su filosofía personal, tanto espiritual como política. De ahí que se perciban las influencias Zen y humanista, además de libertaria.

Tampoco es casual que Alexander cite a E. F. Schumacher y su concepto “economía budista“.

A Pattern Language es un tratado de la arquitectura universal, al construir un lenguaje que parte del equilibrio logrado en las ciudades medievales, cuyas leyes parten de la visión cosmológica de artesanos anónimos sobre los que no conocemos nada, así como de gigantes renacentistas, que parten de la reinterpretación clásica.

Pero El lenguaje de patrones ilustra también el anhelo legítimo de la mesura, la frugalidad, la sostenibilidad, el rechazo a la monstruosidad, el estoicismo arquitectónico, la frugalidad, el sentido común. Lo pequeño es hermoso, lo equilibrado también, explica Christopher Alexander.

No es un tratado sobre la vida, pero ofrece pistas sobre los espacios en los que ésta se desenvuelve, y sobre los objetos que nos rodean cotidianamente. Rodearse de poco, y de calidad, también contribuye, aunque sea humildemente, a nuestra plenitud.

10. Autobiografía (Benjamin Franklin, 1790)

Benjamin Franklin dejó incompleta su autobiografía, escrita entre 1771 y 1790, trabajo al que él se refirió como “Memorias”; pocos trabajos incompletos han logrado tanta difusión como La Autobiografía de Benjamin Franklin.

Dividida en cuatro partes, es uno de los ejemplos de autobiografía más influyentes jamás escritos, entre los que también se hallaría la ya mencionada obra Meditaciones, de Marco Aurelio.

Político, científico, inventor y figura clave de la independencia de Estados Unidos, la influencia de Benjamin Franklin sobre sus coetáneos y generaciones posteriores es sólo comparable a la de las figuras destacadas del Renacimiento, al haber participado en todos los campos de acción que la Ilustración pretendió reformar a partir del siglo XVIII.

Conjuntamente con Thomas Jefferson y John Adams, influyó decisivamente sobre la redacción de la Declaración de Independencia, un tratado de los ideales políticos de la Ilustración. Pese a su intensa vida política, tuvo tiempo de convertirse en uno de los científicos más destacados de su generación.

Su autobiografía, dividida en cuatro partes, incluye un pequeño listado de virtudes, tan citado en el mundo anglosajón como olvidado o desconocido en otros entornos culturales. Como un estoico de la Ilustración, Franklin cultivó su carácter mediante un plan de 13 virtudes que él mismo había desarrollado a los 20 años, en 1726, y que influyó sobre el resto de su vida. El plan:

  • Templanza: no comas hasta el hastío, nunca bebas hasta la exaltación.
  • Silencio: habla sólo lo que pueda beneficiar a otros o a ti mismo, evita las conversaciones insignificantes.
  • Orden: que todas tus cosas tengan su sitio, que todos tus asuntos tengan su momento.
  • Determinación: resuélvete a realizar lo que deberías hacer, realiza sin fallas lo que resolviste.
  • Frugalidad: sólo gasta en lo que traiga un bien para otros o para ti (no desperdiciar nada).
  • Diligencia: no pierdas tiempo, ocúpate siempre en algo útil, corta todas las acciones innecesarias.
  • Sinceridad: no uses engaños que puedan lastimar, piensa inocente y justamente, y, si hablas, habla en concordancia.
  • Justicia: no lastimes a nadie con injurias u omitiendo entregar los beneficios que son tu deber.
  • Moderación: evita los extremos; abstente de injurias por resentimiento tanto como creas que las merecen.
  • Limpieza: no toleres la falta de limpieza en el cuerpo, vestido o habitación.
  • Tranquilidad: no te molestes por nimiedades o por accidentes comunes o inevitables.
  • Castidad: frecuenta raramente el placer sexual, sólo hazlo por salud o descendencia, nunca por hastío, debilidad o para injuriar la paz o reputación propia o de otra persona.
  • Humildad: imita a Jesús y a Sócrates.

No hace falta comentar, tras este breve listado de ideales del joven Franklin, la talla del personaje. De nuevo, el eco estoico de Marco Aurelio está presente.